Tu Facebook fue hackeado

Door AnaTrivenoGutierrez

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Ese domingo comenzaba como un día normal, tú esperas que sea uno de los mejores de tu vida. Pero entonces rev... Meer

1. Madrugar en domingo
2. Extraños en Facebook
4. Final

3. Gritos en la casa

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Door AnaTrivenoGutierrez

Esperas un momento, tratando de decidir qué hacer. Escuchas la televisión, aunque ya no le prestas atención. Solo ves la pantalla de tu celular, reuniendo el valor suficiente para responder a esa notificación. Solo es Facebook después de todo, ¿qué podría pasar?

Así que lo haces, deslizas el dedo sobre la pantalla de tu celular para acceder al comentario que le hicieron a tu publicación. Entonces te aterras.

Otra vez, alguien publicó desde tu cuenta. Esa publicación es tuya, está junto a tu foto. Fue publicada hace 10 minutos según los datos del Facebook. ¡Pero si hace diez minutos apenas prendías la televisión! ¿O no? Sí, estabas en tu puerta y decidiste ver televisión para calmarte un poco. ¿Calmarte de qué? Ah sí, de los golpes en el primer piso de tu casa.

Si la publicación salió entre esos momentos de miedo, ¿a qué se refería el hacker que la redactó? ¿No estoy del todo dentro? ¿De dónde? ¿Quién habla? ¡¿Y por qué dentro tu Facebook?!

Revisas entonces el comentario que te hizo descubrir esa publicación. Encuentras ya, con algo de pánico, que son tres comentarios en total.

Shi: Aférrate, no te dejes.

Tod: Primero, abre los ojos.

Mort: Busca otra entrada.

Efectivamente, tienes un problema. Ya lo sabes, puede ser serio. Alguien está en tu cuenta. Incluso aunque cambiaras la contraseña, esa persona se las arregló para volver a entrar, desbloquear a sus amigos y volver a publicar algo extraño. El motivo, lo desconoces. No te gusta, te incomoda. De nuevo regresa a ti ese temor helado que te hace sentir insegura, aún estando en tu propia casa.

¿Por qué será que el Facebook puede llegar a convertirse en un espacio más cómodo, más tuyo, que tu propia casa? Resulta absurdo, pero así es como te sientes. Sientes que han entrado en ti y que se burlan desde tu interior. Horrible.

De pronto, se añade un comentario más a esa publicación. Éste es tuyo, con tu nombre y tu foto...

Necesito ayuda, vengan ya.

¿Por qué eso te resulta mil veces más aterrador que todas las publicaciones y comentarios juntos? Es que era una invitación, o más bien una llamada. ¿De quién? ¿Adónde? No lo sabes, y eso es parte de lo que más temes. El no saber. Tienes la ligera esperanza de que los demás comenten alguna referencia. Algún indicio, ¡algo!

Pero no, apenas aparecen los "me gusta" de los demás en ese comentario, escuchas ruidos extraños en tu puerta. Algo así como arañazos. Son breves, cesan de inmediato.

Apagas la televisión, te levantas del sillón donde te habías recostado. Tratas de percibir nuevos sonidos, aunque no escuchas nada. ¿Habrá sido tu imaginación? Seguramente, la sugestión puede llegar a ser muy poderosa. Te convences de que solo fue una coincidencia, que tal vez pasó un perro que quiso orinar allí. No te importa que tus teorías se contradigan, alguna tendría que ser.

Pero... ¿Y si en verdad alguien intentaba entrar en tu casa? Tal vez esa personas tomaban en serio esos mensajes, y como esos mensajes venían de tu cuenta, pues acudieron a tu casa. Ok, si es así, no tendrías por qué tener miedo, ¿o sí? Después de todo, venían en tu ayuda. Nada más explicar que no eras tú y que un hacker se había burlado de todos ellos, seguramente irían en busca del hacker. Hasta podrían encontrarlo juntos.

¡¿Pero qué estás pensando?! Obvio que nadie intenta entrar en tu casa, son apenas ideas producidas por una mente amedrentada por culpa de una estúpida red social. Ya, basta de payasear así. Te sientas de nuevo en el sillón y te dispones a prender la televisión nuevamente.

- ¡Ahhhhhhhhh!!!!

¡Por Dios! ¡¿Acaso alguien acaba de gritar en el piso de arriba?! No, eso ya no pudo ser producto de tu imaginación. El grito fue real, y fue dentro tu casa. A ti no te lastimarán sin tener que atraparte primero.

Agarras tu celular y sales de tu casa a toda prisa. No lo piensas bien. No se te ocurre llamar a la policía o a quien sea sino hasta estar en la esquina. Andas temerosa, mirando a todos lados como si buscaras a alguien que te siguiera. No había nadie extraño, solo algunos autos que pasan por ahí. ¿Dónde vas? Hubieras ido en la otra dirección para acudir a la tienda de barrio. No conoces bien a la señora que atiende, pero al menos ella podría hacerte compañía e incluso dejarte quedar en su casa hasta que tus padres vuelvan de su viaje, mañana. En el peor de los casos, podrías llamar a la policía desde su teléfono, así se encargarían de revisar tu casa. Ves la pantalla de tu celular, arrepintiéndote de gastar lo último de tu crédito para comprar megas y poder navegar fuera de tu casa.

Observas la calle, ves tu casa. No luce especialmente diferente, no parece haber alguien acechándola. Podrías volver por la calle para llegar hasta la tienda, es un buen plan. Así de paso te fijas por las ventanas del primer piso para ver si alguien allí.

Tendría que ser una mujer. Ese grito había sido de una mujer. ¿Un fantasma? Tú no crees en fantasmas. Sin duda, tenía que ver con esos mensajes del Facebook. No lo sabes, pero sientes que están relacionados de alguna manera.

"Ya que estoy afuera, ¿por qué no voy por mi empanada?"

Es una buena idea. Así te calmas y piensas mejor las cosas. Ah, pero ¿qué hora es? Te fijas en tu celular y compruebas que son casi las nueve. Las empanadas ya estarían abiertas seguramente. En todo caso, prefieres desbloquear tu celular y entrar al WhatsApp. A lo mejor alguien estaba libre y despierto como para acompañarte a comerla o para acompañarte de regreso a tu casa. Mejor que la señora de la tienda, alguien de confianza. Ahora que estás más despejada piensas que no hay tanta urgencia.

Entras a tu WhatsApp. No parece haber nada extraño en tus chats, están como los dejaste. Revisas los primeros para ver si tus amigos ya habían estado en línea, te das cuenta que no. El más cercano estuvo despierto hasta eso de las cuatro de la madrugada. Te preguntas por qué mientras sonríes divertida. Te dan ganas de escribirle solo para despertarlo y molestarle.

Te distraes un rato así, viendo la última conexión de tus amigos, cuando te llega otra notificación de Facebook.

Esta vez entras sin pensarlo dos veces. Estás cansada, comienzas a enfadarte de que te asustaran tanto. Solo quieres ponerle un fin.

La notificación es un comentario a la última publicación que ya habías visto y que, por el pánico, se te había olvidado borrar. El comentario decía:

Tod: ¿Ya pudieron o quieren que vaya también?

¡El colmo! Dejas que tu enfado te arme de valor y te diriges nuevamente a tu casa. Era absurdo, habías estado mirando desde la esquina y nadie había intentado entrar. Pues claro, no se referían a tu casa. Era una broma de mal gusto, ahora lo sabías. ¿Cómo habías dejado que tu mente se sugestionara tanto? ¡Qué patética!

Llegas a tu puerta y la abres de malhumor. Estás cansada, incluso se te pasa por la cabeza volverte a dormir. Cierras la puerta tras de ti y entras sin dejar que el miedo vuelva a penetrarte. Enciendes la televisión para que haya algún sonido y entras a la cocina.

Idiota, si tanta hambre tenías ¿por qué no habías ido de una vez por la empanada? Es que te habías dejado llevar, no fue tu culpa. El Facebook tenía la culpa. El hacker del Facebook tenía la culpa. Tú solo habías reaccionado como la inocente chica que eras.

- Agárrala...

Escuchas ese comentario como un suspiro. ¿De dónde vino? ¿Quién lo dijo?

No... Otra vez, estás imaginando cosas...

- ¡Dale con fuerza!

Esas voces ya no habían sido de mujer. Eran hombres los que hablaban esta vez. Parecía que gritaban a la distancia, no puedes distinguir de dónde. Tal vez de afuera, en alguna otra casa del barrio. O quizás de... ¿Arriba?

De repente, comienzas a sufrir una especie de temblor. Tu cuerpo se debilita, como si fueras a desvanecerte. Un poco de mareo, náuseas. Algo te pasa. Te preocupas, porque parece que está relacionado con los gritos, y los gritos parecen relacionados con el Facebook y tu cuenta hackeada.

Algo malo pasa, y por mucho que lo intentes, no puedes evitarlo.

Decides subir. Prefieres ver con tus propios ojos que nada ocurre, que todo está en tu mente. Podrías haberle dicho a alguien en WhatsApp, podrías haber ido a la tienda con la señora. Podrías haber ido por tu empanada y dejar que tu mente también se calmara.

Pero no, decides subir.

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