1. Madrugar en domingo

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Despiertas en tu habitación. Todavía es temprano, el sol aún no ha salido. Son las 6:13 de la madrugada, es invierno. Te sientes confundida, ¿qué te hizo despertarte a esa hora? Es domingo, no programaste el despertador esta vez. Es más, esperabas dormir hasta tarde. Lo necesitabas. ¿Por qué entonces estás despierta a esta hora?

Te sientas sobre tu cama, no te apetece levantarte todavía. Quieres volverte a dormir, todavía tienes sueño. Ni qué remedio, has madrugado en domingo. Miras a través de la ventana que está junto a tu cama, puedes mirar a lo lejos los rayos del sol, naranjas. Puedes ver árboles, casas. Escuchas algunos pajaritos cantar. Es un día hermoso. Bueno, parece un día hermoso.

Si tan solo no te hubieras despertado tan temprano...

Terminas de vestirte. Al final, no aguantaste quedarte en tu cama despierta. Hace frío, es mejor abrigarte. Te pones una polera azul con el logo de tu serie favorita. La conseguiste hace varias semanas, por internet. Es tu polera favorita. Quieres que éste sea un buen día. Te resistes a pensar que ya comenzó mal y que seguirá mal. Así que lo vuelves mejor. Vistes también un pantalón negro, de mezclilla. Son los más cómodos que tienes. Además, ese clima no es apropiado para lucir un vestido, o esa falda que apenas compraste ayer y que te mueres por estrenar.

Total, es domingo. Nadie se anda fijando en la ropa de los demás en domingo. El domingo es para relajarte y descansar. Nada de tacones ni de atuendos ajustados que utilizas solo para verte bien. No es el día para salir a subir tu posición social, ni para impresionar a nadie. Es domingo, es un día completamente para ti.

Decides abrigarte con una chaqueta roja, sientes que combina bien con el resto de tu ropa. Puede que no a todos les guste usar tres colores en su vestimenta, pero a ti te gusta resaltar. ¡Qué importa lo que piense el resto si estás feliz! Pues claro, es domingo.

Bajas de tu habitación, que está ubicada en el primer piso de tu casa. Vives con tus padres, aunque ellos están de viaje. Oh sí, es un buen día después de todo. Es domingo y estás sola. Definitivamente este día es para ti. Es más, ¿por qué no? En lugar de desayunar en casa, ¿por qué no te vas a comer algo rico fuera? Hace días que querías comer una empanada de pollo, de esas que solo alcanzas a comer cuando se reúne toda tu familia para desayunar, generalmente, una vez cada tres meses. ¡Sí! ¡Ya te antojaste, ya quieres esa empanada!

Revisas la caja pequeña que suele reposar sobre el microondas que está en la cocina. Es la caja en la que mamá te deja algo de dinero extra, solo para emergencias. Cuentas el dinero que te dejó, sacas lo necesario para la empanada. Un poco extra por si ves algo más que se te antoje. Agarras también tus llaves y tu celular, y poco antes de salir, regresas por los audífonos que dejaste sobre la mesa del comedor.

Ah, pero al salir te das cuenta de que todavía es muy temprano, demasiado. Las empanadas seguramente estarían cerradas. Probablemente todo estaría cerrado. Te detienes justo en la puerta, observas el cielo.

Que lindo cielo, es la primera vez que lo ves con atención en mucho tiempo. ¿Cuándo fue la última vez que lo miraste? Ya ni si quiera te acuerdas. Qué risa. Tanto te dicen en Facebook que valores tu ambiente, la naturaleza, el cielo. ¡Vaya! Había sido verdad.

Hablando de Facebook, llevas un rato sin publicar nada. Sacas tu celular y entras a la aplicación. Te distraes un poco al ver las noticias. Sí, sí. Noticias del Facebook.

Pero entonces... ¿Qué? Alguien comentó una publicación tuya hace 2 minutos. ¿Alguien más estaba despierto a esa hora? ¡Por Dios! Te preguntas quién será, a lo mejor podrían chatear un rato.

¿Eh? Un momento...

Esa publicación no era tuya, al menos no recuerdas haberla hecho

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Esa publicación no era tuya, al menos no recuerdas haberla hecho. La observas con detenimiento, sí es tu cuenta. La publicación fue hecha exactamente a las 6:12 de la mañana. ¡Pero si todavía dormías a esa hora! ¿O no? ¿A qué hora fue que te despertaste? Eran como las seis, aunque ya no lo recuerdas con precisión.

De ninguna forma tú pudiste haber publicado eso en tu Facebook, lo que solo llevaba a una conclusión lógica: Te han hackeado.


Post-cARTa: Estimad@ lector(a), te agradezco por haber leído mi historia. Espero haya sido de tu agrado este comienzo. El cuento ya está terminado, pienso que en este portal tendrá tres partes, nada más. Si desean la versión impresa pueden buscar este libro (disponible en Bolivia):

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Cuento con alguno ejemplares, si lo desean. 

Un abrazo, nos vemos en la siguiente actualización :)

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