El karma de Shirley [YA EN LI...

By LBSilva

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EN LIBRERIAS CON LA EDITORIAL MIRIFICAS. Cuando Shirley tenía nueve años creó su primer escrito para un tall... More

Sinopsis.
Aviso antes de leer
1. El inicio de la locura.
2. El no fantasma.
3. ¿Real o no real?
5. Ratatouille
6. Macrisis
7. F.F.F
8. Como Christian Grey.
9. Despacito.
10. Falsas esperanzas
11. Lengua atada
12. Prohibido nuestro amor
13. Fantasmas en la casa.
14. Farsante.
15. Julian no está, Julian se fue.
16. Espejos.
17. Amante. [+18]
18. Helados.
19. El tren.
20. Mi reflejo.
21. Frío
22. Todo concluye al fin [Capítulo final 2021]
Epílogo
Nota final.
EL KARMA DE SHIRLEY EN FÍSICO

4. Un amigo es una luz.

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By LBSilva

—No voy a explicártelo de nuevo, Shirley...

Resoplé, enojada al darme cuenta lo complicada que era la situación en ese momento, pero no me rendí al escuchar sus palabras. Sentada en el sillón, veía a Julián moviéndose curioso por la habitación tocando todo lo que encontraba. Me miraba mientras yo trataba de entender la realidad del asunto pero terminaba pensando que estaba loca. Sin embargo, no había otra explicación y necesitaba admitir lo que estaba sucediendo. Considerarme loca no me iba a ayudar, simplemente iba a quedar más loca de lo habitual. Le había sacado un par de fotografías para comprobar que no era un fantasma y también lo había obligado, a regañadientes, a acercarse al espejo para comprobar que tenía reflejo.

Era real y yo no entendía la situación para nada.

—No entiendo cómo funciona, simplemente sé lo que sucede. Sé que eres la persona que me creó, que soy un personaje y que me mataste —finalizó con una mueca de desagrado. Suspiré cansada, sin entender qué estaba sucediendo y apoyé mi cabeza en el sillón.

Julián notó mi distracción y se acercó a mí con esa mirada pícara, acechándome como de costumbre. Había algo en él que lo incentivaba a hacer aquello constantemente, como si esa fuera su misión en este mundo. Me quedé en silencio observando cómo se acercaba, pero decidí no moverme de mi asiento. Entendía que estábamos jugando al gato y el ratón, pero yo lentamente estaba empezando a analizar lo qué estaba haciendo conmigo. Quería asustarme, acecharme o seducirme y ninguna de esas opciones era de mi agrado.

Quise ser yo la que dominara la situación, la que entendiera el juego y consiguiera ganarlo pero sabía que nunca había sido buena en eso. Se acercó hasta quedar frente a mí y apoyó sus manos a los lados del sillón, en la madera que se usaba para apoyar los brazos. Lo miré con atención, midiendo sus acciones y analizando todo lo que podía a ese hombre tan misterioso.

Entendía que no tenía que tenerle miedo, a fin de cuentas era mi creación y no tenía sentido sentir eso. Si eso era real, si el Julián frente a mí era el mismo que yo había creado no iba a hacerme daño. La única diferencia es que yo había creado a un chico de doce años, no a uno de mi edad actual. Cuando lo creé hasta tenía miedo de besar a alguien y para ese momento había pasado mucha agua bajo el puente.

—¿Y qué es lo que querés? ¿Lo pensaste? —le pregunté con seriedad, porque yo también quería saber que iba a hacer ese chico en mi casa y en mi vida—. Porque solo me dijiste que despertaste un día sabiendo todo eso de mí y por lo que entiendo, no tenés casa, familia... ni nada.

—Te tengo a ti —respondió con rapidez, ignorando por completo lo que sucedía. Julián me estaba diciendo que no tenía vida, que cuando abría los ojos estaba cerca de mi o en mi casa. Era una locura pero teniendo en cuenta lo que estaba sucediendo decidí seguir su juego.

Decidí ponerme de pie, empujándolo con mi cuerpo para que se alejara y caminé hasta la otra punta de la habitación sintiendo frío. Volví a mi cama y abrí la computadora, tratando de entender qué estaba pasando. Escribí en Facebook, nuevamente, el nombre del intruso en mi casa y me aparecieron varios muchachos. Empecé a compararlos, tratando de encontrar algún parentesco o, mejor dicho, encontrar una explicación.

—¿Por qué no puedes admitir que soy tu personaje?

—¡Porque es una locura! —grité enfadada, mientras seguía mirando perfiles y encontrándome con personas totalmente diferentes al chico frente a mí—. No podés pretender que crea lo que decis. Todo lo que decis s no tiene sentido y... ¿sabes cuál es la única explicación a todo esto?

Julián negó, cambiando la expresión de su rostro al notar lo alterada que estaba en ese momento, y me di el gusto de soltar varias lágrimas que querían salir desde que había llegado. Encontré una persona muy parecida al Julián frente a mí y rompí a llorar cuando me di cuenta que era mi compañero de colegio. No había explicación alguna, estaba frente a mi personaje y tenía que admitir la locura.

—Estoy loca... quedé loca —sollozaba llena de miedo y dolor, comprendiendo que todo aquello era una locura. Cerré la tapa de la notebook y me abracé el cuerpo, haciéndome un ovillo como cuando era niña. Julián quiso acercarse a mí, pero alcé una de mis manos para impedirle que se acercara—. ¡No! No te acerques... no quiero seguir confirmando toda esta locura.

—Shirley... no estás loca...

—¿Y cómo explicás esto? ¿Cómo explicás lo que está sucediendo? ¡Ni siquiera vos entendes esto! Todo lo que me explicas es una locura y pareces un fantasma cada vez que tratas de explicarte. No quiero saber que me volví loca y veo gente... no quiero escucharte decirlo.

Había preocupación en sus ojos, como si le doliera verme en aquel estado, pero no le creí. Simplemente decidí esconder mi cabeza en la celda de mis brazos y tratar de ignorar la realidad que me atormentaba: me estaba volviendo loca y veía gente que no existía. No solo los veía, sino que podía hablar con ellos y tocarlos. Hasta había sentido mi corazón latiendo cuando Julián se acercó a mí.

Permanecí unos minutos llorando ante el miedo y pude escuchar como Julián caminaba lejos de mí, cerrando la puerta al marcharse. Cuando me quedé sola en la habitación de mis padres, me sentí un poco más tranquila aunque igual de asustada. Quería que ellos estuvieran conmigo, que confirmaran que estaba loca pero me protegieran de todos los males, de todos los fantasmas. Podía comprender que tal vez Julián era una persona que había creado mi mente, una interpretación de mi demencia relacionada con mi escritura y mi fracaso, aun así no quería aceptarlo. Era como aceptar que estaba esquizofrénica. No era fácil aceptarlo.

El llanto terminó y sentí que lentamente comenzaba a dormirme, entrando en ese momento de trance cuando uno está por dormirse. Antes de dejarme caer en los brazos de Morfeo, sentí que alguien apagaba las luces y espantaba mis miedos.

******

—¡Shirley! ¡Despertá!

Alguien gritaba mi nombre a lo lejos y yo podía escucharlo a pesar de la distancia. No reconocía la voz y sentía que cada vez se acercaba más a mí. Gritaba mi nombre cada vez con más fuerza y desesperación, como si estuviera a punto de explotar el mundo y cuando abrí los ojos me di cuenta que Laura estaba en mi casa.

Desperté en mi cama, siendo zamarreada por mi mejor amiga y su enorme perro guardián. Ambos se habían subido a la cama y me miraban ansiosos por ser reconocidos. Laura a veces tenía esas cosas, se comportaba como una niña pero yo no era la más indicada para hablar en ese momento.

Lentamente, comencé a recordar lo que había sucedido la noche anterior en esa casa y me refregué los ojos, sintiendo las lágrimas secas en mis mejillas. Sentía el cuerpo pesado, como si hubiese dormido más de lo esperado y al ver el reloj comprendí que así era. La tarde caía en Lincoln y yo había permanecido dormida todo el día, perdiéndolo por completo.

—¿Qué pasó, Shirley? ¡Te llamé todo el día! Pensé que íbamos a comer —comenzó recriminándome por haberme quedado dormida mientras se bajaba de la cama junto al perro. No era de raza, lo había encontrado en la calle y lo había adoptado, pero parecía tener una dependencia insoportable y la perseguía por todos lados. Había decidido llamarlo Tomate, sin explicación alguna. Así era Laura.

—Tuve una noche larga... nada más que eso pasó—admití con algo de cansancio mientras trataba de levantarme de esa enorme cama. Obviamente me sorprendió el encontrarme tapada y con las luces apagadas, cuando estaba segura que me había quedado dormida sin hacer esas cosas. Laura seguía mirando mis movimientos y frunció el ceño sin entender lo que sucedía—. No pasó nada, Laura, no te preocupes. Estaba cansada por todo el trabajo y me quedé dormida... perdón.

Mi amiga se mostró conforme con mis disculpas y sonrió contenta mientras se ponía de pie, abandonando mi cama. Decidí imitarla, sabiendo que había perdido parte de la tarde y había decidido comenzar mi vida de una buena vez. Todo lo sucedido a la noche aun me daba miedo, pero tampoco podía pasar esos días en la cama llorando por mi supuesta enfermedad. Lo primero que tenía que hacer era asumirla y Laura era el ejercicio perfecto para tal cosa.

Había decidido contárselo cuando sentí que algo se caía en otra habitación y el perro de Laura empezó a ladrarle a la puerta del baño. Laura se quedó petrificada y lentamente, con la velocidad de una tortuga, se giró hacia mí con una mirada picara. Yo estaba pálida, asustada por algo que no comprendía y el rostro de la muchacha también cambió. Pasamos de la sorpresa al miedo en minutos, sobre todo cuando la puerta del baño se abrió.

Julián salió del baño con total tranquilidad, llevando una toalla alrededor de su cintura y nada más que eso. Su cuerpo estaba húmedo luego de una ducha y se notaba que había sido con agua caliente por el valor que invadía la habitación lentamente. Parecía totalmente despreocupado de la vida y canturreaba una canción sin sentido mientras caminaba hacia nosotras dos.

Laura dejó escapar un gritito y yo solté otro, por si acaso. No todos los días una se encuentra un hombre desnudo saliendo de su ducha y luciendo como Julián. Era el sueño cliché de cualquier escritora. Me llevé las manos al rostro y traté de no mirar, pero no podía decirle a mis manos que hicieran tal cosa. Se estaban rebelando y yo no quería detener algo tan fuerte como eso. ¿A quién engañaba? Quería ver.

Cuando me quité las manos del rostro me di cuenta de algo que hasta el momento no había notado y era que Laura estaba viendo a Julián. Lo veía como yo, como todos esos días que estaba perdiendo la cabeza por esa locura. ¿Cómo podía verlo? Mi boca tocó el suelo al darme cuenta que ambas podíamos ver a la misma persona... ¡Laura podía ver a MI personaje! No era una locura, estaba sucediendo en ese momento.

—Hola, chicas. ¿Qué tal la tarde? —preguntó él y abrí los ojos como platos, aunque sabía que en otro momento aquel comentario me daría risa y seguiría sus bromas.

Laura me miró, con claro enojo, y me lanzó una muda de ropa que reposaba en el sillón. No pude esquivarla pero la observé tratando de entender a qué se debía su enojo. Yo todavía no podía entender porque Julián se encontraba en mi casa y mucho menos como Laura podía verlo. ¿Ella también estaba loca? ¿Veíamos al mismo fantasma porque estábamos conectadas de una manera especial? No lo sabía y todas mis suposiciones eran totalmente irreales.

—¡Te acostaste con Julián Kugat y por eso llegaste tarde! ¡No lo puedo creer! —gritaba Laura furiosa. Mi Julián se reía totalmente divertido por el momento aunque a mí no me causaba gracia la acusación de mi amiga. Laura tomó sus cosas, que las había dejado en otro sillón, y caminó hacia la puerta dispuesta a irse. La seguí, sin importarme estar en pijama y comprendí que estaba actuando de forma torpe, debido a la sorpresa de todo lo que sucedía—. ¡No puedo creer que viniste hasta Lincoln solo por eso! ¡Y ni siquiera me lo contaste!

—¡Laura! Vamos no hagas esto, si te ponés de espalda no podemos hablar —le decía a pesar de no escucharme, tratando de tomar su brazo para detenerla. Abrió la puerta de mi casa y salió al exterior ignorando por completo que yo estaba en pijama—. ¡Laura!

Escuché que Julián nos seguía también y traté de ignorarlo, pero su presencia creaba un aura especial. Por lo menos para mí. Laura se giró hacia mí y me fulminó con la mirada, haciéndole lo mismo al intruso a mis espaldas. Se notaba lo furiosa que estaba, pero yo tampoco sabía cómo reaccionar. No tenía sentido pelear con ella, pero tenía la leve impresión que nunca iba a entender lo que sucedía. ¡Yo tampoco lo hacía! Pero estaba empezando a aceptarlo, porque Julián estaba ahí y era real.

—Dame la oportunidad de decirte las cosas, por favor. Lo que pasa es extraño, delirante y hasta peligroso... pero tenés que escucharlo.

Laura no me creía.

—Soy sorda, no idiota.

Suspiré, sabiendo que estaba en todo su derecho al enojarse y no podía quejarme. No quería mentirle y decirle que había secuestrado al verdadero Julián. Le expliqué sobre la novela, que ella recordaba tan bien, la aparición del personaje en varias oportunidades y aun así no me creía. Comencé a usar el lenguaje de señas, para que entendiera por completo lo que pasaba pero era obvia la confusión que vivía. A veces parecía que aceptaba la situación y después me daba cuenta que no me creía.

—Me estás diciendo... que el chico que inventaste cuando tenías como doce años apareció cuando que volviste a Lincoln. ¿Fue un pacto con la luna llena? ¿Te maldijo Harry Potter? —comenzó a preguntar en forma de broma y resoplé, mientras Julián se reía a mis espaldas.

Estábamos sentados en la cocina, en donde había una pequeña mesa en donde solíamos comer y nunca usar la del comedor. Julián se había sentado en la mesada, detrás de mí y observaba a Laura desde ahí. La chica fruncía el ceño al mirarlo, como si no estuviera segura de lo que yo decía.

—No seas así. Visté a Julián, a nuestro compañero de secundaria, y no es como este chico. Es imposible que alguien sepa de la existencia de esa novela. La quemamos y esa computadora se rompió con el tiempo —traté de explicarle lo obvio. Julián comenzó a jugar con el movimiento de sus piernas, sacándome de quicio por completo. El perro de Laura saltaba a su lado, contento de tener a alguien con quien jugar—. Sé que es una locura, pero no hay otra explicación. Es él.

El silencio reinó en la sala y por un momento creí que Laura finalmente había aceptado la situación. Esperé por su reacción, ansiosa de poder hablar sobre lo que estaba pasando, pero Laura frunció el ceño enfurecida y comprendí lo obvio.

—Por favor, Lau. No estoy loca, no te estoy jodiendo... me conocés, sabes que no te mentiría. Jamás te he mentido —recurrí a la lástima como siempre. Hay muchas cartas en el juego y usar la lástima es lo peor que uno puede hacer. Sentí vergüenza por completo cuando entendí que estaba dando lástima pero no tenía otra opción—. ¿Sabes qué? Voy a llamar a Julián, nuestro compañero...

—No soy tonta, es obvio que no es July este chico —soltó rápidamente interrumpiendo, señalándolo con la mano. Me sorprendió la tranquilidad con la que hablaba, sobre todo porque yo había sospechado de él al instante—. Te volviste loca y te pensás que soy una boluda, Shirley.

Julián se bajó de la mesada de un salto, como si estuviera cansado de escucharnos y creí que iba a dejarme sola con mi amiga. Laura lo miró al instante, no por el ruido sino por el movimiento brusco que había hecho. Se acercó a nosotras y comprendí como mi corazón se aceleraba con tenerlo cerca. Sentí esa sensación extraña en mi estómago, como cuando era chica y un chico que me gustaba se acercaba a mí. Pero eso era diferente porque muchos años habían pasado y Julián no me gustaba.

—Hagamos esto, Lau. ¿Te parece que te llame Lau? —le preguntó con tranquilidad, usando el lenguaje de señas para deletrear el nombre de mi amiga. Ella lo miró con desconfianza, sin sorprenderse por el lenguaje que estaba usando. Pero tampoco se mostraba sorprendida porque había muchas personas que aprendían a deletrear de maneras diferentes. Internet era una mina de oro y ahora se puede hasta aprender chino mandarín con dos videos de youtube—. Vas a decirme algo que nadie más que Shirley sepa y te lo diré.

—¿Qué cambiaría eso? Shirley te lo podría haber dicho en algún momento...

—Algo personal que no se lo diría a nadie —contraatacó sin pensarlo dos veces, como si tuviera aquella carta debajo de la manga. Me quedé en silencio, viendo a los dos en ataque y por un momento creí que estaba restando en esa conversación. Tenía algo de miedo, porque Julián sabía todo de mí y me daba pánico que dijera algo incorrecto. No tenía filtro, porque parecía que no pensaba las cosas y las soltaba.

Analicé eso con sorpresa, comprendiendo la razón. Julián no tenía filtro, iba al frente o al choque sin pensar en las responsabilidades o consecuencias porque era un personaje. En la ficción se vive al límite, no se piensa realmente en lo que puede pasar. No pensaba si podía ser maleducado o no, actuaba. Vivía el día al día. Julián era un personaje por completo.

Volví a la realidad al ver que había una guerra campal en mi cocina. Laura y Julián estaban peleando de una manera casi tonta. Ella le preguntaba algo personal y él respondía perfectamente, sin dudarlo. Las preguntas iban cambiando y la cosa iba poniéndose cada vez más fuerte. Los observé con algo de miedo y me sorprendí cuando dejaron el habla para comenzar a usar solo el lenguaje de señas.

—¿Cuál es mi miedo más grande?

—Escuchar tu tono de voz y confirmar que es horrible —soltó de la nada y todos nos quedamos en un silencio de tumba.

No podía creerlo.

Julián había soltado el miedo más grande de mi mejor amiga sin ningún tipo de filtro y yo tenía la culpa por completo. No había hecho nada para que se detuviera y ahí estaba él, lastimándola de un modo que era imposible de solucionar. Claro que ese era el miedo de mi mejor amiga, pero me lo había confesado una noche llorando cuando decidía si operarse o no. Había sido una confesión que ninguna persona sorda diría a solo que estuviera realmente en confianza o llena de miedo. Pero Julián ni siquiera lo había pensado y lo había soltado. No tenía códigos, ninguno.

Laura se negaba a mirarme, pero podía sentir el rechazo hacia mi persona desde ese lugar en el que estaba. Podía comprenderla por completo, porque había sucedido algo horrible. En ningún momento le contaría a un hombre algo tan privado como eso. En ese momento Laura sentía que yo había cometido ese error. Quería saber qué estaba pensando, que corría por su cabeza. Seguramente pensaba que me había burlado de ella o que era la peor amiga del mundo. Todo era igual de doloroso.

—Lau...

—No, no me molestes, Shirley —soltó poniéndose de pie cuando quise acercarme a ella. Se puso de pie con rapidez y finalmente me observó. Sus ojos estaban llenos de enojo y lágrimas de dolor. Era la peor amiga que podía existir, eso me decían sus ojos—. No puedo creer que le hayas dicho a un chongo cualquiera algo que te dije en privado. No tenés corazón, Shirley. No sé quién sos...

—Laura, vamos, no seas tonta. Jamás podría decirle eso a alguien.

—Pero lo sabe. Lo sabe, Shirley.

Ambas observamos a Julián por un segundo y no supe qué decir. Tenía razón. Desde su mirada, yo era la culpable de lastimar sus sentimientos. La vi marcharse y encontré palabras para decir, ni para defenderme. Me sentía vacía y al mismo tiempo totalmente sucia. Había herido a mi mejor amiga con algo tan privado como eso. Julián me miró sin entender, como si estuviera bien lo que estaba haciendo y sentí que era una especie de perro culpable por manchar la cama con pis.

Me senté en la silla al mismo tiempo que Laura cerraba la puerta confirmando su salida y acepté que era culpable. Por más que Julián era mi personaje, yo, por alguna rara razón, había dejado que existiera. Yo le había dado vida y tenía que entender eso. Él me miró por unos minutos con esa intensidad característica y por unos instantes me prendí a su mirada.

—¿Estás aceptando lentamente la culpa? —me preguntó y no supe qué decirle. Solamente me dediqué a observar los azulejos de la cocina, pensando que tal vez había aprendido una lección. Que Julián estuviera ahí significaba una sola cosa: yo le había dado vida.

—Saldré con mi Julián hoy.

Lo dije en voz alta, aunque no sentía que tuviera que dar explicaciones a mi personaje. Él estaba sentado en mi cama, leyendo uno de mis libros, pero pude ver como levantaba la mirada mientras yo caminaba hacia mi valija. Comencé a sacar algunas prendas de ropa, sobre todo las que me parecían más sexys. Julián se dio cuenta al instante de lo que estaba haciendo y se puso de pie, acechándome como siempre hacía.

—¿Para qué? ¿Para descubrir qué viejo se ha puesto? —atacó, con los ojos llenos de un fuego que nunca había visto. Sonreí de lado, mientras me ponía de pie con un vestido negro que siempre usaba en mis citas. Las mujeres siempre tenemos un vestido negro primordial en nuestras vidas y ese era el momento de usarlo—. Seguramente se ha puesto viejo y feo...

—Pero es real —respondí a sus ataques de celos y le sonreí con maldad, sabiendo a que iba todo eso. Tomé el vestido negro y caminé hacia el baño, cerrando la puerta una vez dentro.

Estaba poniendo celosa a mi personaje y lo más gracioso de todo eso era que me encantaba la sensación. Firmaba mi sentencia lentamente pero con firmeza y por algún motivo extraño, no me importaba.




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Nota de autora:

Espero que les haya gustado este nuevo capitulo! Normalmente suelo subir los martes :D No sé porque jaja. Espero que les guste y no se olviden de dejar sus comentarios o votos que ayudan un montón. Sentir apoyo del otro lado hace que uno quiera seguir escribiendo, por favor consideren esto.

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