Estoy tan cómoda soñando ahora con Liam Payne, pero un frío golpea sobre mi rostro. Y además, siento un dolor en mi cuello.
—Amber, ¿podrías quitarte de encima mío ya?
—¡Shh! La vas a despertar.
—Ese es el punto.
Abro los ojos, dándome cuenta de que mi cabeza está recargada sobre un hombro. Un hombro húmedo. Me levanto rápido y doy una mirada rápida a mi alrededor. Mi tía, Kyle, Brad y yo somos los únicos dentro del auto.
—Lo siento —miro a Brad que tiene la vista seria puesta al frente.
—Me babeaste. Un "lo siento" no secará mi hombro —lo fulmino y ruedo mis ojos.
—Amber, cielo —la dulce voz de mi tía se escucha a un lado mío—, hemos llegado desde hace media hora. Y no te despertabas.
—¿Hace media hora? —asiente—. Lo lamento —limpio mi boca de la baba que aún siento en ella.
—¡Eugh! —exclama Kyle—. Está húmedo tu hombro.
—Deja mi hombro con baba —Brad no dice más y se baja de la camioneta.
Kyle me pasa mi mochila de la parte de atrás y la tomo sin darle las gracias, luego me bajo del auto.
Estamos en medio de muchos árboles. Nunca papá nos había traído a un lugar así, lo cual me extraña porque ni siquiera sabía que éste lugar existía.
—¡Amber, por aquí! —me acerco y veo a papá con Dylan armando una casa de campaña. Igual mamá y Jade.
—¿Puedo ayudar en algo? —tiro mi mochila en un lugar al azar.
—Puedes traer ramas para hacer una fogata.
—Claro, iré por... ¿ramas? —mamá asiente—. ¿Al bosque?
—Ni modo que a la tienda —ironiza papá.
—¿Sola?
—No, con Patch —habla sarcástica Jade.
—¿Y si me pierdo? —jugueteo con los dedos de las manos.
—¡Ya, ve por las ramas! —dicen todos a unísono.
—¡Bien! Pero si no vuelvo y me mata un oso, es culpa suya —me voy arrastrando los pies de mala manera.
Me adentro un poco en el bosque, y reúno todas las ramas que voy encontrando a mi paso.
—¿Un oso? Por favor, no me puede hacer nada —digo para mí misma.
Pronto tengo todas mis manos ocupadas y llenas de las ramas más grandes que encontraba. Me rasguño en mis brazos, pero no quiero detenerme a pensar en el dolor de esas miserables heridas. Lo que menos quiero es quedarme por mucho tiempo lejos de mi familia.
—Bien, creo que esto es suficiente.
Camino hacia donde yo creo que es el camino de regreso. Al ver un árbol con la misma forma varias veces, tengo dos opciones.
Una: o este bosque tiene árboles iguales.
Dos: estoy dando vueltas por el lugar.
Escucho un crujido de ramas detrás mío y sin tirar ninguna rama, giro la cabeza bruscamente.
—¿Hola? —camino poco a poco acercándome al lugar de donde escucho el sonido—. ¿Hay alguien ahí?
Ahora mismo me siento como en una película de terror.
Escucho más ramas quebrarse por diferentes lados, y siento gotas de sudor caer por mi frente. Creo que tambien en las manos.
—¡Boo!
—¡Ahhh! —dejo caer todas las ramas que había recaudado minutos antes—. ¡Eres un tonto! —mis manos golpeaban varias veces el brazo de Kyle. Él ríe como si nunca lo hubiera hecho.
—Lo... lo siento —se disculpa entre
risas—. Escuché que le tenías miedo a los osos.
—Tonto —miro al suelo donde yacían las ramas ahora—. Ahora me ayudarás a recoger las ramas.
—Oh no. Ese sí no es mi problema —se alza de hombros y sale del bosque. Estoy tan enojada como para preguntarle por dónde tengo que irme para salir de aquí.
Recojo rama por rama y entre dientes, maldigo a Kyle por haberme asustado de esa manera.
—Dios, dame paciencia porque si me das fuerzas, yo no respondo.
Una vez que recojo las ramas de una en una, me encamino por donde creo que se fue Kyle. Pero nuevamente escucho el sonido de las ramas crujir.
—Kyle —giro sobre mis talones—, no es gracioso, ya sal —espero a que el chico con pecas salga, pero no lo hace—. Kyle —sigo sin salir de su lugar—. ¿Kyle?
—veo una silueta pasar rápido, y dudo que Kyle a su edad, tenga una agilidad así.
Si acaso Edward Cullen.
Me vale chícharos las ramas y las dejo caer, no me importa. Corro lo más rápido que puedo hasta quedar inconciente porque después ya no veo nada.
—Creo que ya está despertando.
—Todavía tiene un raspón en la mejilla
—arde mi mejilla y por instinto me levanto, tocando esa parte de mi rostro.
—¿Qué fue eso? —todos están a mi alrededor como si fueran cavernícolas viendo el fuego—. ¿Por qué están viéndome así?
—¡Despertaste hija! —mamá me abraza fuerte.
—Mamá —sigue sin soltarme—. Mamá estoy bien —por fin me suelta.
—Nos tenías preocupados Amber
—agrega papá—. Aunque no lo creas.
—¿Pero qué pasó? —miro mis codos, piernas, y en todos lugares tengo al menos un rasguño. Y en mis brazos llevo vendas.
Quién sabe de dónde las sacaron.
—No regresabas y se nos hizo raro
—añade Dylan incado a mi altura—. Cada uno de nosotros entró a buscarte...
—Y Brad te encontró tirada en el suelo
—ahora quien hablaba es Jade—. Y te trajo hasta acá.
Miro a Brad, él está sentado con las piernas extendidas; tiene su mirada seria hacia nosotros, como siempre.
—Sí, sí, Brad es el héroe. Era un simple venado —se levanta de su lugar—. Ahora me iré a dormir —besa en la mejilla a su mamá y se va.
—Creo que todos tenemos que irnos a dormir. Ya que alguien no trajo la madera para la fogata —espeta papá volteándome a ver.
—¿Dónde dormiré yo?
—Como no llegaste cuando estábamos repartiendo los lugares —responde
Jade—, dormirás con Bridget y Liam
—tuerzo mi boca.
—Está bien —me pongo de pie—. Que descansen —me despido de mis papás y hermanos, me meto en la casa azul donde ya están Liam y Bridget acomodándose.
Con sumo cuidado, me pongo en la orilla de la izquierda donde está el lugar desocupado. Los dos chicos una vez acostados, ya no se mueven. Como puedo, me acuesto pero no puedo cobijarme porque no me es fácil mover mucho los brazos. Tengo que acostarme sin taparme y cubrirme del frío. Bridget, quien está a mi lado se sienta y me tapa con cuidado con la cobija; cuando termina, se vuelve a acostar.
—Buenas noches Amber —se voltea dándome la espalda, y yo sigo sin saber qué ha pasado.
—Buenas noches Bridget.
No tengo reloj a la mano pero calculo unos quince minutos y sigo sin poder dormir. Hace un poco de aire y suenan las ramas de los árboles chocar contra otras. Puedo oir el río que está cerca de nosotros.
Es otra batalla quitarme la cobija y salir de la casa de campaña sin hacer ruido o un movimiento que despierte a Liam y a Bidget. Abro el cierre de la tienda y salgo.
A lo lejos, veo una silueta a la orilla del río y arroja algo. Me asusto pero somos catorce personas y al menos uno de nosotros tiene que estar ahí.
Me acerco y distingo a Brad. Lleva puesta una sudadera negra que se le ve puesta casi todos los días desde que llegó. Cruzada de brazos me siento en un tronco cerca de él.
—Creía que estabas dormida —resuena la ronca voz de Brad sin despegar la vista de lo que hace.
Arrojar piedras al río.
—No tengo sueño aún —miro al río. Es realmente hermoso por la noche—. Quería decirte... gracias... por lo de hace rato.
—Lo hubiera hecho por alguien más. No te sientas especial —deja las piedras, y se sienta. Sobo mis brazos con las manos. Él se quita la sudadera que
lleva—. No quiero que te enfermes.
Me la tiende y sigue sin verme. Yo no estoy tan segura de tomarla. Qué tal si le puso polvos de chile para que me ardan las heridas. O tiene hierva venenosa. La agita levemente y es ahí cuando yo la tomo. Me siento muy rara con una sudadera proveniente de él. No porque no lo quisiera, pero es... raro. Al ponermela, me duelen los brazos pero no quiero que sea notable.
—¿Qué hay de ti? —él se queda en playera gris de manga corta.
—Yo ya me voy. Me dio sueño —se levanta de su lugar—. Nos vemos mañana —Brad se dirige a donde están las casas.
—Brad —voltea—. Gracias —por su parte, me dedica una sonrisa que parece muy forzada. Y se aleja con sus manos en los bolsillos del pantalón.
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