—¿Qué ha dicho?—cuestiono uno de los hombres, perplejo—.
—Yo no he dicho nada—balbuceo Harry con nerviosismo—.
—pero si yo lo he escuchado...
—¿puedo levantarme?—cuestiono Potter, interrumpiéndolo—.
—eh... sí, claro—asintió el hombre, confuso—. ¿Ha terminado con su poción?—cuestiono el hombre—.
—Si—dijo Harry, y señalo su caldero. El hombre lo miro—.
—está muy bien señor Potter—dijo, con tono asombrado—. Nos habían dicho sobre sus cortas capacidades con las pociones...
—Sí, bueno, el profesor Snape no es precisamente fan de alabarme—gruño Potter, dejando que por un segundo la sensación de enojo contra Severus calmara la del nerviosismo por Sirius—.
—oh, no fue el profesor Snape. Fueron todos, en general. Creo que nadie le tenía demasiada fe—dijo el hombre y Harry gruño para sí mismo—.
—señor, Ron y yo llevaremos a Harry a la enfermería, para asegurarnos de que este bien—dijo Hermione, y con ayuda de Ron arrastro a Harry fuera del Gran Comedor antes de que el hombre terminara de dar su consentimiento—.
Salieron rápidamente al pasillo, y Harry se libró del agarre de sus amigos. Al hacerlo se tambaleo un poco, pero consiguió mantenerse en pie.
—¿Qué paso? ¿Qué viste?—cuestiono Ron de inmediato—.
—Voldemort tiene a Sirius—dijo Harry, comenzando a caminar apresuradamente hacia quien sabe dónde, y Ron y Hermione lo siguieron de inmediato—.
—¿A dónde vas, Harry?—cuestiono Hermione, y al no obtener respuesta volvió a llamar al chico—. ¡Harry!
—¡A rescatarlo!—le espeto Harry—.
—no puedes hacer eso, Harry. Quizá el innombrable quería que tú vieras eso...
—¿Y por eso debo dejarlo morir?—Harry se paró unos segundos a mirar a su amiga antes de seguir caminando—.
—no digo eso, Harry. Pero quizá debemos asegurarnos antes de que Sirius está en peligro...
—¡Yo sé lo que vi!—le espeto el chico, con los nervios de punta—.
—nadie dice lo contrario hermano, pero quizá solo... estuvieras soñando—le dijo Ron, inseguro—.
Potter bufo.
—ustedes no entienden... no era un sueño. No se sentía como un sueño—dijo el chico, y con desesperación se tiro del pelo—.
—solo deja que verifiquemos como esta Sirius, Harry. Luego te seguiremos a donde sea—le prometió Hermione y Harry suspiro—.
—Hermione, en este mismo momento Voldemort debe estar torturando a Sirius...—le espeto el chico, pero sucumbió ante la mirada de súplica de la castaña—. Vale—acepto, rendido—. Vamos, usemos la chimenea de Dumbledore...
—Dumbledore se fue, lo han llamado de último momento esta mañana—dijo Hermione—. Y nadie puede entrar a esa oficina cuando no está el director.
Harry bufo con desesperación.
—¡genial! ¿Y ahora qué?—dijo Ron, tan frustrado como los otros dos—. Todas las demás chimeneas están vigiladas.
—No todas—negó Potter, y los tres entendieron de inmediato. La de Umbridge no—.
. . .
—¡vamos, Harry, apresúrate!—le espeto Hermione al chico. Ambos estaban dentro de la oficina de Umbridge. Ron estaba distrayendo a la mujer, y Luna y Ginny se habían ofrecido a vigilar el pasillo cuando se encontraron con los chicos—. ¡Umbridge puede volver en cualquier momento!
Harry hizo caso a la petición de su amiga y tiro los polvos flu a la chimenea.
—el número doce de Grimmauld Place—dijo Harry y se metió hasta la cintura en la chimenea. Al instante se encontró en el salón de la casa de Sirius—. ¡Sirius!—llamo con desesperación—. ¡Sirius!
Pero su padrino no le hacía caso. No estada allí.
Harry siguió gritando sin que nadie le hiciera caso, hasta que Kreacher apareció en el salón.
—¡oh, la cabeza de Potter está en la chimenea!—dijo el elfo, sin mucho interés—.
—¡Kreacher!—espeto Harry—. ¿Dónde está Sirius? ¡Dímelo!
—El amo salió, y nunca le dice al pobre Kreacher a donde va, ni cuando regresara—dijo el elfo, fingiendo inocencia—. Solo estamos la señora y yo, como en los viejos tiempos.
—tu sabes donde esta ¿verdad?—cuestiono Potter, furioso—.
El elfo mostro una escalofriante sonrisa.
—El amo nunca volverá del departamento de misterios—dijo antes de irse, caminando a sus anchas—.
Harry quiso gritarle para que volviera, pero lo tiraron fuera de la chimenea.
Potter termino en el suelo de la oficina de Umbridge, atontado y con la profesora delante de él.
La mujer mostraba una sonrisa de profunda satisfacción por haber encontrado a Potter con las manos en la masa.
Detrás de ella se encontraban Hermione, Ron, Neville, Ginny, Luna y Draco, cada uno agarrado sin cuidado por un miembro de la brigada inquisitorial.
—¿en serio creíste, Potter, que no sospecharía nada cuando mandaste a Weasley a decirme que Peeves estaba armando alboroto en al lechuceria, cuando Filtch acababa de decirme que estaba armando revuelo en el Gran Comedor? Ahora mismo vendrá el profesor Snape con Veritaserum, y me dirás con quien hacías contacto, Potter—dijo con firmeza la mujer—.
Harry casi se dio una bofetada a sí mismo. ¡Severus! ¡Cómo no se le había ocurrido antes! Se maldijo por no haber ido a pedir ayuda al hombre ¡en ese caso no estarían en tremendo lio!
pero antes siquiera de que Potter pudiera ponerse a planear como escapar, Filtch irrumpió en el despacho.
—¡Profesora, los gemelos Weasley!—jadeo el hombre apresuradamente. Luego, uno de los cohetes de los gemelos se estrelló contra su nuca y el hombre se desmayó.
Umbridge salió corriendo en el momento, dispuesta a poner fin al espectáculo, pero cayó al suelo pocos metros más allá del umbral de su puerta.
Rápidamente los cohetes de los gemelos entraron al despacho, y cada uno se estrelló contra quienes sujetaban a los chicos.
Libres, todos se apresuraron a salir. Fuera del despacho se encontraron con Fred y George.
—Luego no digas que nunca te ayudamos, Harry—le dijo uno de los gemelos, sonriendo—.
—sí, cuatro ojos, espero que entiendas que a partir de ahora tu vida es nuestra, ya sabes, lo usual—le dijo el otro—.
—me encantaría chicos, pero tendrá que ser después. Ahora necesito un viaje exprés a Londres—dijo Harry con apuro—.
—por "necesito" habrás querido decir "necesitamos" ¿verdad?—dijo Draco, enarcando una ceja—.
—no. He querido decir "necesito"—dijo Harry—.
—Ni sueñes que iras solo, cara rajada—se negó Draco—.
—Por una vez en la vida, estoy de acuerdo con el hurón—concordó Ron—.
—Sí, Harry, no puedes hacer esto solo—acoto Hermione—.
—se los agradezco, chicos, pero esto debo hacerlo yo solo...
—¿es que no lo comprendes? Somos un equipo, Harry—reclamo Hermione—.
Potter pensó en seguir negándose, pero finalmente suspiro.
—Entonces la única pregunta es ¿Cómo llegaremos a Londres?—dijo, rendido—.
—¿Qué no es obvio? Volando—dijo Luna—.
. . .
Luego de un (bastante) desastroso viaje en Thestrals, y un lio con una sala giratoria llena de puertas, llegaron a la vendita sala.
—Debemos buscar el pasillo noventa y cuatro—dijo Harry apresuradamente—. El que lo encuentre primero, llame al resto.
Y así todos se dividieron rápidamente buscando el pasillo noventa y cuatro.
Harry conto. Noventa y uno, noventa y don, noventa y tres... cuando llego al noventa y cuatro, se paró en seco.
—Debería estar aquí—dijo al aire, al ver el pasillo vacío—.
—¡Oye, Harry, esta tiene tu nombre!—le llamo Neville, desde unos pasillos más allá—.
Harry se apresuró, pensando que quizá con eso encontraran alguna pista. Llego con Neville, y vio la esfera con su nombre. Con sumo cuidado la tomo y...
Detrás de él se escuchó un fuerte chasquido, y ambos chicos se dieron vuelta al mismo tiempo, encontrándose con Lucius Malfoy. Rápidamente se congregaron los otros seis allí, cubriendo a Harry desde todas las perspectivas.
—vamos, Draco. Aun no es tarde para que cambies de opinión—le dijo Lucius, muy serio—.
—te diría lo mismo, pero a ti te meterían en Azkaban sin dudarlo—le contesto Draco, desafiante—.
Su padre puso mal gesto, pero fuera de eso no se inmuto. Por lo menos, no él.
—¡Traidor!—grito la psicótica voz de Bellatrix—. ¡Eres un traidor!
—No olvides que estás hablando de mi hijo, Bella—le recordó Lucius, como si aquello se tratara de una crítica a un pastel—.
—No olvides que tu hijo es un traidor, Lucius—le contesto Bellatrix—.
Malfoy rodo los ojos.
—Bueno, Potter, supongo que sabes que no estamos aquí por el drama familiar—dijo el rubio platinado con elegancia—. Dame la profecía, y prometo no matar a tus amiguitos... al menos, no a todos.
—así que eso es lo que es. Una profecía—dijo Potter, y Malfoy padre lo miro, extrañado—.
—¿Acaso Dumbledore nunca te ha contado sobre la profecía?—dijo Malfoy, impresionado—. ¿Nunca te ha contado porque tienes esa cicatriz?—cuestiono, y Potter negó, tenso—. Dame la profecía, y te daré las respuestas a esas y muchas más preguntas. ¿No quieres saber por qué Voldemort estaba en el valle de Godric ese 31 de octubre, y por qué mato especialmente a tus padres? ¿O por qué puedes entrar en la mente del señor tenebroso?
Harry dudo por un segundo, y observo la esfera que tenía en la mano. Luego, miro de reojo a sus amigos y les hizo una señal.
—Eso suena muy interesante...—comenzó a decir Potter, y vio el gesto de triunfo de Malfoy—, pero si he esperado hasta ahora, puedo esperar un poco más ¡Ya!—grito, y en mismo momento en que sus amigos lanzaban hechizos hacia Lucius y Bellatrix, el lugar se llenó de mas mortifagos.
Al verse superados en número, corrieron por los pasillo de profecías apresuradamente. Llegaron hasta la sala giratoria, y se metieron en la primera puerta que encontraron, deseando que fuera la que llevaba a la salida. Por una vez, algo le salió bien y así fue. Esa era la puerta de la salida. La mala noticia fue que al salir se vieron rodeados de mortifagos. Antes de que Potter pudiera siguiera parpadear, habían sujetado a todos sus amigos, y Malfoy lo miraba.
—te hare otra oferta. Dame la profecía, y no matare a tus amigos—dijo Malfoy rudamente. Harry los miro. Tenían tanto cuchillos como varitas presionando contra sus cuellos, pero todos negaban. Potter no podía bajo ninguna circunstancia, darle la profecía.
Harry miro la esfera. ¿Valía la pena esa esfera de cristal, tanto como para dejar morir a sus amigos?
—¿Y bien, Potter?—dijo Lucius, sabiendo que tenía a Harry donde lo quería.
Harry abrió la boca para contestar, pero en ese mismo instante se escuchó un grito de guerra proferido por Sirius, y la Orden del fénix entro en la batalla.
Harry, aprovechando el alboroto por la repentina aparición, estrello la profecía contra el suelo, rompiéndola en mil pedazos.
—¡NO!—grito Bellatrix, y miro a Harry con el gesto de una verdadera psicópata.
Harry huyo inmediatamente alejándose del resto de la batalla y por ende de Bellatrix, pero no dejo a la mujer atrás por mucho tiempo. En su apresurado escape se tropezó, y cayó al suelo rodando.
—Ahora, Potter, despídete, porque no volverás a despertar—Bellatrix lo había alcanzado, y le apuntaba con la varita. Harry vio casi en cámara lenta como el rayo se dirija hacia él, pero algo se interpuso en el camino del rayo a último momento. Un cuerpo cubrió el de Harry, y segundos después cayo pesadamente sobre el del chico.
Harry escucho que alguien más llego a encargarse de Bellatrix, y se quitó el cuerpo de encima apresuradamente, deseando con todas sus fuerzas que no fuera lo que él pensaba. Pero, delante de él, yacía Severus.