Félix Tiní, hombre malvado del paraje denominado "Guajaibity" -Jaguarón-, cansado de la mala vida que llevaba, se suicidó ahorcado en un árbol del bosque cercano de la choza. La tribu aledaña del lugar del suceso suele escuchar un grito espantable que sale del fondo de la selva, después de las ocho tde la noche, cuando el cielo cubierto de negros nubarrones, amenaza lluvia eléctrica o tormentosa. El grito macabro que vaga por los caminos solitarios del "Guayaibity" y "mba'e saguazú" durante la noche tenebrosa, es el llanto de Angüe, alma en pena de Félix Tiní, castigada por Tupá, Dios Supremo de los guaraníes, por su crimen horrendo, según la tradición local.
Angüe, alma en pena, de Anga: alma; güe: adulteración de cue, lo que fue, por eufonía. Angüe, alma del finado que merodeaba por los alrededores de la morada familiar en cumplimiento de un castigo del cielo. Yvaga, cielo guaraní, lugar de delicia donde mora Tupá en compañía de los espíritus puros, inmaculados. El alma impura de un mortal que en vida ha cometido un crimen o un pecado, no tiene entrada en el cielo. Tupá la destina otra vez al mundo de los mortales, donde seguirá padeciendo y gimiendo hasta que purge toda su culpa y pena.
Mientras, Angüe se manifiesta con gritos espantables a través de las tinieblas, cuyo eco se difunde por la lejanía del horizonte y atemoriza a los mortales que osan molestarlo en la hora silenciosa de la noche. Los misioneros religiosos de la era colonial han transformado esta leyenda haciéndola cristiana.