El karma de Shirley [YA EN LI...

By LBSilva

98.8K 11.8K 3.5K

EN LIBRERIAS CON LA EDITORIAL MIRIFICAS. Cuando Shirley tenía nueve años creó su primer escrito para un tall... More

Sinopsis.
Aviso antes de leer
1. El inicio de la locura.
3. ¿Real o no real?
4. Un amigo es una luz.
5. Ratatouille
6. Macrisis
7. F.F.F
8. Como Christian Grey.
9. Despacito.
10. Falsas esperanzas
11. Lengua atada
12. Prohibido nuestro amor
13. Fantasmas en la casa.
14. Farsante.
15. Julian no está, Julian se fue.
16. Espejos.
17. Amante. [+18]
18. Helados.
19. El tren.
20. Mi reflejo.
21. Frío
22. Todo concluye al fin [Capítulo final 2021]
Epílogo
Nota final.
EL KARMA DE SHIRLEY EN FÍSICO

2. El no fantasma.

8.1K 831 343
By LBSilva


Lo primero que hice fue darme una bofetada fuerte en el rostro y todavía recuerdo lo mucho que me dolió. Julián me observaba con una tranquilidad que sorprendía, como si supiera que yo iba a reaccionar de ese modo psicópata. ¿Cómo sabía todo lo que iba a hacer? Y, lo más importante era ¿Por qué decía esas cosas?

Bueno, tengo que contarles algo antes de seguir.

Cuando era adolescente, me iba muy mal en literatura. No le prestaba atención a nada y me pasaba los días charlando con mis compañeras. Mi profesora en ese entonces sabía que yo era buena haciendo las tareas y escribiendo, pero prefería pasar el día con mis amigas hablando del chico que nos gustaba. Entonces, como buen profesor que era, decidió obligarme a escribir un cuento.

En ese momento, usaba mi computadora para chatear por MSN, descargar música de ARES y mentir mi edad en chats latinos. Estábamos a fin de año y no podía desaprobar, tenía que rendir bien esa materia. Tenía que escribir ese cuento.

Lo terminé escribiendo, una historia tonta sobre una chica llamada Shirley enamorándose de un chico llamado Julián en un campamento. Le di a mi profesora el cuento y estuvo muy contenta con mi cambio. Desde ese momento algo cambió en mí y me encontré deseando saber qué pasaba entre Shirley y Julián.

Ahora, la realidad era que Julián era un compañero de clases y me gustaba mucho. Estábamos en la época en donde todas mis compañeras conseguían novio y yo con mis caderas enormes, mi cara espantosa y mis rollos de niña no conseguía nada. Así que Julián no me miraba nunca. No obstante, yo fantaseé con él durante una novela de casi 300 páginas en donde vivíamos las aventuras de un romance perfecto.

Pero, para destruir mi preciosa vida adolescente, Julián decidió enamorarse de María José, mi compañera odiosa. Sí, él tenía un montón de chicas a las que mirar y él eligió la que yo más odiaba. Enojada y llorando, corrí a mi casa esa tarde deseando escribir el final de la historia. En ese final Julián moría cruelmente atropellado por un camión de basura (mi crueldad era increíble) y Shirley decidía olvidarlo por su compañero Mauro. Fin de la historia.

Quemé la novela y nunca más volví a escribirla. Al poco tiempo mis padres decidieron que en Argentina no tenían futuro y se marcharon a Estados Unidos. Algo hipócrita porque después volvieron para morir en paz, cuando ellos mismos dijeron que no era un país tranquilo. Supongo que cuando uno se pone viejo piensa al revés. Su mundo se pone de cabeza y le empieza a gustar lo que no le gustaba o cosas por el estilo.

Me perdí, vuelvo al tema.

Julián me observaba con tranquilidad desde mi sillón y yo seguía sin cerrar la puerta, con una bofetada en la mejilla que seguramente estaba tomando color. Quería entender lo que estaba pasando, pero mi mente estaba algo nublada ante el shock. Pensaba cosas en inglés y en español al mismo tiempo para perderme en un mar de preguntas sin sentido. ¿Qué hacía ahí? ¿Cómo sabía de esa novela? ¿Cómo podía conocer mi llegada?

—¡Sal de mi casa ahora!

Sí, tardé un poco en volver a la normalidad. A veces tardo un poquito, sepan disculpar mi idiotez. Se los estoy avisando desde ya, el que avisa no traiciona.

Grité con fuerza, lastimando mi garganta y noté que era el miedo que estaba ganando en ese momento. Volvió a fruncir el ceño, confundido, con esas cejas pobladas que me gustaban mucho cuando era chica. Él simplemente le dio golpecitos al lugar libre en el sillón y me encontré fantaseando cómo sería acariciar ese rostro que siempre había deseado. Me pare por un minuto, sabiendo que estaba tratando de coquetear con un desconocido, loco y ocupador de casas. Busqué desesperadamente mi teléfono, pero no lo había dejado en la mesa de café junto al sillón y traté de buscar algo que estuviera a mi alcance. Agarré una silla, porque fue lo único que estaba disponible en ese momento y él se puso de pie al instante, con las manos en alto como si se tratara de un robo. ¡Aunque lo era!

—Tranquila, Shirley, solo quiero que hablemos un poco —decía él mientras se iba hacia atrás, caminando de espalda hacia la cocina que aún no había tocado. Se encontraba a oscuras y también estaba la puerta del patio, que le daba una oportunidad para escaparse por la puerta de atrás. No lo iba a permitir, iba a llevarlo a la comisaría aunque ni siquiera sabía en dónde quedaba eso—. Hace mucho que te espero, necesito que arreglemos nuestra relación.

—¡No sé quién sos! ¡Salí ya de mi casa! —gritaba temblando, haciendo que la silla se moviera de un modo peligroso. No era muy buena con la puntería y estaba segura que si tiraba la silla, iba a terminar contra la ventana. Entonces no solo tendría a un loco fingiendo ser mi noviecito de la secundaria, sino al fantasma de mi mamá quejándose por una ventana—. ¡Voy a llamar a la policía! ¡No sé quién sos!

—Oh, claro. Puedes matarme en una novela, pero luego no recuerdas quien soy. Así funcionan todas las escritoras...

—¡Estás loco! —volví a gritar sin darle la oportunidad de terminar su frase, porque parecía un psicópata. Tiré la silla contra él y corrí hacia el teléfono, pero cuando levanté la mirada ya no había nadie en la sala.

La cocina estaba a oscuras pero las puertas seguían cerradas, demostrando lo imposible que era escaparse de ese lugar. Prendí la linterna de mi teléfono y empecé a caminar por las habitaciones que me faltaban de la casa en busca del loco. Nada, ni una sola pista de él. Volví a la sala confundida, con la linterna prendida y miles de preguntas en mi cabeza. La silla me recordó que él había estado ahí y cuando miré el sillón, pude ver el espacio que había hecho al sentarse. Mis caderas eran grandes, pero se notaba que el cuerpo de un hombre se había sentado en mi viejo sillón.

Todo había sucedido con tanta rapidez que no podía creer que era real, pero no tenía explicación. A solo que estuviera loca y estuviera viendo fantasmas. Si era así, me parecía algo injusto encontrarme con ese fantasma. Si tuviera que elegir uno elegiría a mi padre, tal vez a mi perro o hasta a Kurt Cobain. No a un chico que ni siquiera había sido mi novio. Era una gran locura lo que estaba pasando y empecé a creer que era el estrés. Me estaba convirtiendo en el típico médico barato que no sabe qué decir y culpa al estrés de todo. Es que, en ese momento, había dos explicaciones: Estrés o locura. Y me gustaba pensar que la primera opción era la que implicaba menos dinero en medicamentos.



Obviamente aparecieron los vecinos luego de los gritos y puse de excusa que había visto un ratón. Había tirado la silla contra la cocina sin ningún sentido ante mi miedo por las cucarachas, el cual era bastante cierto. En el barrio me reconocieron al instante diciéndome que me parecía a mi mamá y comentaron cuanto la extrañaban. También me dieron comida para dos meses y me trajeron cosas útiles para utilizar: como utensilios para la cocina, mantas, herramientas y todo tipo de cosas que no iba a usar. Varios hombres solteros ofrecieron ayuda, pero luego del incidente con el fantasma entendí que necesitaba un descanso de los hombres.

No quería estar en mi casa, así que agarré mi computadora y caminé hasta el café más cercano. Me encontraba cerca del centro de Lincoln, que era un parque y bastantes locales a su alrededor. No me malinterpreten, hablo de la ciudad como si fuera chica al lado de Nueva York, pero Lincoln había crecido mucho desde la última vez que estuve ahí. No sé si lo he comentado, pero es una ciudad situada en la provincia de Buenos Aires, al noroeste del territorio provincial. Me sorprendió encontrarme con bares, cafeterías nuevas, tiendas de ropa conocidas y hasta bancos. Tenía que admitir que era algo nuevo para mí ver su crecimiento, pero también me sentía algo tonta al imaginarme una ciudad sin Wifi.

Fui a una cafetería en una esquina, que también era heladería, frente a la plaza del centro y saqué mi computadora para avisarles a mis amigos que había llegado sana y salva. Tenía el celular, pero quería alardear un poco en Facebook. Ya saben, lo de siempre. Estaba rota por dentro y de todos modos quería demostrarles que feliz que era con una foto sonriendo y una frase motivadora copiada en Google. Así que hice eso con una foto que me había sacado Laura y escribí una tontería sobre la felicidad en pequeños envases. Estupideces que hacemos las personas.

El café y una rica torta habían llegado cuando cometí el error de mirar el inicio de la red social azul. Una red muy inteligente creó mi amigo Mark, pero el problema es su algoritmo. O mejor dicho, el maldito cálculo matemático que te hace ver más a una persona en el inicio que otra y si has visto mucho sus fotos, te va a aparecer en todos lados. Así que tragué un pedazo de torta enorme cuando vi a mi ex novio subiendo una imagen igual a la mía. Salvo que con un libro en sus manos.

Los voy a poner en sintonía.

Nueva York es el antro de los escritores. Desde mujeres que les gusta escribir erótica, blogueros como yo hasta escritores famosos caídos en gloria. Conocí a Milton en una fiesta de escritores a la que fui obligada a ir por mi editora. Él era el anfitrión y se acercó a hablarme al instante, esa misma noche les dijo a todos que se fueran a su casa para acostarse conmigo. Y yo, como una tonta encantada por su palabrerío, acepté romper mi primer regla: No te acuestes con alguien que no sabes su segundo nombre.

Así que ahí comenzó nuestro noviazgo. Milton era el típico escritor egocéntrico que odiaba un género literario, pero no dejaba de escribirlo. Escribía juvenil romántico y lo odiaba con toda su alma, pero fingía de una manera excelente. Se tomaba fotografías todo el día, mostrando lo guapo que era y sus músculos ganados para que todas enloquecieran con él y fueran a comprar su libro. Nunca entendí porque las mujeres veían a mi novio y luego le compraban su libro. Milton no vendía por su escritura, vendía por lo bien que estaba físicamente. Subía frases hablando del amor, se hacía llamar feminista y coqueteaba con sus fans. Con todas sus fans.

¿Y porque salía con un hombre así?

Sí, tengo poca autoestima y no me quiero mucho. Ese era el problema general.

Éramos una relación perfecta para la prensa. Los dos escritores, el guapísimo y yo "latina" (lo decían siempre mirando mis curvas, como si fuera un combo con papas de Burger King). Con el tiempo entendí que él me usaba para quedar bien ante sus fans y yo para sentirme linda de vez en cuando. Aunque nunca me decía nada lindo, pero me gustaba leer en las redes sociales que me querían y me encontraban linda. Cosas tontas que hacía.

Cuando mi novela fue un fracaso, Milton me dijo que no podía seguir conmigo. Me explicó muy amablemente que nuestro noviazgo arruinaba su reputación y la publicación de su siguiente libro. Eran las palabras de su editor, no las de él, pero también sabía que el chico jamás había sentido algo fuerte por mí. Era la gordita que usaba para demostrar lo igualitario que era. No podía esperar a verlo con la siguiente idiota igualita a mí, porque así era él.

Era inexplicable mi enojo y mi odio en ese momento al ver que el desgraciado lograba lo que yo tanto deseaba: seguir publicando. Él estaba mirando al sol con un nuevo librito ridículo y yo estaba en medio de una ciudad fantasma con un libro mediocre, sin trabajo y locos siguiéndome. De acuerdo, estaba siendo una exagerada y además una envidiosa. No podía negarlo, pero era algo que teníamos la mayoría de los escritores: moríamos de envidia.

No me malinterpreten, somos buenas personas. Nos encanta ver a los demás triunfar y conseguir publicar sus libros sobre mujeres sometidas y millonarios golpeadores por pasados oscuros. Pero no voy a negarlo, cuando un escritor escucha "voy a publicar con una editorial increíble que me hará muy rico" lo primero que piensa es: "Mi libro es mejor". Así funciona nuestro mundo, no podemos negarlo. Somos envidiosos, egocéntricos y pensamos que todo gira en torno a nosotros. Nos encanta como escribimos y cuando vamos a las librerías miramos las primeras páginas de best-sellers con desaprobación. Tratamos con total emoción de encontrar un pelo en el huevo, deseando con desesperación que la editorial note nuestra presencia y al final del día nada logramos en ese maldito círculo vicioso.

O tal vez solo yo era así.

Mi cerebro se detuvo cuando noté que alguien me miraba desde el otro lado de la cafetería y mi corazón volvió a pararse. Sentado en una de las mesas redondas estaba Julián leyendo un diario y fingiendo que no me miraba. Nuestras miradas finalmente se encontraron y me sonrió de esa manera asesina de siempre.

¿Cómo podía ser real que él estuviera en ese lugar? ¡Era el fantasma de mi casa! No podía estar en la cafetería de mi barrio como si nada, no era posible. Una chica rubia se acercó a mí con la cafetera en la mano, dispuesta a brindarme más de su brebaje y me detuve a mirarla por unos minutos.

—Te haré una pregunta extraña —solté de la nada, sin importarme el estar usando mi neutral al hablar con la chica en cuestión. Ella me sonrió con tranquilidad, esperando a mi pregunta extraña—. ¿Ves a ese chico de ahí? ¿El de sonrisa encantadora?

No parecía entender qué estaba pasando yo en ese momento, pero aun así miró hacia donde estaba Julián. Era tan rápido que a veces sorprendía y cuando notó que la chica miraba, le dedicó una sonrisa y hasta la saludó. Ella dejó escapar una risita molesta y asintió mirándome, respondiendo a mi descabellada pregunta.

¿CÓMO PODÍA VER A UN FANTASMA?

La opción del fantasma había sido anulada, tenía que empezar a aceptarlo aunque me doliera. Era divertido pensar que un fantasma me acosaba por las noches y me quitaba las sábanas, como la película del hombre invisible. Quise golpearme con la bonita taza de café cuando me di cuenta que estaba pensando en tonterías otra vez.

Fue Laura quien me distrajo por completo, apareciendo frente a mí y sentándose en la silla libre, dejando sus cosas en la mesa. Hablaba sin parar, moviendo las manos con total tranquilidad diciéndome cosas que no estaba escuchando. Me incliné para mirar al no fantasma, pero me sorprendió notar que él no estaba más en ese lugar. Se había ido otra vez y no entendía cómo podía ser eso cierto.

No podía decirle a mi mejor amiga que estaba viendo a un fantasma y por más que la chica de la cafetería lo viera, no tenía sentido. Iba a pensar que estaba loca y le pagaba a la empleada para que quedara peor. Y estaba en lo cierto. Tenía que calmarme y tratar de volver a mi vida antes de que fuera tarde.




Por suerte, Laura decidió ayudarme al día siguiente con la "mudanza" y prometió estar todo el día conmigo hasta que consiguiéramos que la casa pareciera a como era antes. No me importaba tener que trabajar sola, pero tenía mucho miedo de encontrarme nuevamente con Julián en mi casa. Si me había seguido hasta la cafetería, podía tranquilamente seguirme hasta mi casa y tratar de entrar a ella una vez más.

Cerré la puerta con llave, cosa que raramente se hacía en Lincoln, y decidí hacer otra cosa que no deseaba para nada: elegir mi habitación.

No había pensado cómo iba a usar la habitación de mis padres, porque me dolía mucho saber que estaba utilizando su espacio. Pero mi habitación era muy pequeña como para vivir en ella nuevamente, tenía que aceptar que mis padres ya no estaban. Así que saqué todas las cosas que cubrían sus muebles y decidí poner la radio en volumen bajo, para que los vecinos no me odiaran como ya seguramente lo hacían.

Cuando prendí la radio local que más conocía, Papa Dont Preach apareció de inmediato y no pude evitarlo. Si había una canción perfecta para bailar era esa y olvidarme por completo de todo lo que me estaba pasando. Siempre había creído que bailar alrededor de la casa era algo que todo ser humano debía hacer, en ese momento nada me pareció más adecuado. A los gritos en la casa, con mi pijama de tortugas marinas, bailé una de mis canciones favoritas de Madonna y me olvidé de todos mis problemas.

Cuando la canción terminó, Julián estaba nuevamente frente a mí en la cocina.

El gritó apareció nuevamente y él solo se rio al notar lo que estaba haciendo. No tenía con que golpearlo, en mis manos estaba el control remoto y lejos había quedado mi teléfono para llamar a la policía. Tenía que lograr sacarlo de mi casa para bien, no podía ser que ese loco estuviera todavía apareciéndose en mi casa como si nada. Pero ahí estaba y yo tenía que empezar a aceptarlo.

—¿Cómo... cómo haces eso? —pregunté asustada, con el corazón en el pecho a punto de salir disparado, aunque sabía que eso era imposible—. Las puertas están cerradas con llaves... las ventanas cerradas. ¿Sos un fantasma?

—¿Parezco un fantasma? —me devolvió la pregunta con otra nueva y resoplé al darme cuenta que no me iba a responder como hacia eso—. No soy un fantasma, Shirley. Soy tu creación. Me creaste, ¿lo recuerdas? Me creaste y decidiste matarme, no voy a parar de buscarte hasta que me digas porque lo hiciste.

Me quedé en silencio por unos segundos, tratando de entender nuevamente la situación y di un paso hacia atrás. ¿Y si estaba viviendo una locura en ese momento? ¿Y si esa persona era un fan loco que había encontrado mi novela en algún lado y había decidido parecerse a Julián para matarme? ¿Y si era realmente Julián?

Esa era la idea más lógica. Tal vez mi ex compañero había encontrado mi novela y estaba jugándome una mala pasada. ¡Me estaba dando una bienvenida! Claro, esa era la mejor explicación que podía encontrar. Era lógica y tenía sentido. Porque no podía ser un fan, no podían parecerse tanto. Tenía los mismos rasgos, la misma sonrisa y no había nada que indicara que no fuera él. Era el amor de mi infancia, pero más grande. Adulto y sexy.

—¿Sos Julián Kugat? —pregunté lentamente, como si le hablara a un niño. Él asintió, apoyándose en la mesada de la cocina que no tenía nada encima—. ¿El mismo Julián que fue al secundario conmigo? ¿Cuándo leíste mi novela? Fue una broma lo que hice, nunca se me ocurriría matarte.

—¿Qué? ¡No! —exclamó, haciéndome asustar y me pegué a la puerta deseando salir corriendo—. No soy ese Julián. Soy el chico que escribiste, Shirley. El chico que besaste, con el que viviste emociones que no puedes ni siquiera explicar.

Me quedé boca abierta, tratando de analizar su palabrerío pero no encontré la manera de soltar una palabra coherente. ¿Y si era así? ¿Y si era Julián, el chico perfecto que había decidido agregar en mi novela? Dio varios pasos hacia mí, logrando que el espacio entre nosotros se redujera y que mi cuerpo quedara entre el suyo y la pared. Podía escuchar la voz de mi madre regañandome por todo lo que estaba haciendo en ese momento, era mi cerebro el que no reaccionaba ante la obvia amenaza. Me quedé observándolo atentamente, recordando al chico del que me había enamorado una vez y había odiado con toda mi vida.

Era él, era Julián. No sabía cómo podía ser posible, pero ahí estaba frente a mí.

—Estoy seguro que nunca lograste escribir a alguien como yo, ni tampoco conociste a nadie como yo. Soy tu creación, todo lo que siempre quisiste y no puedes negar que no te conozco. Conozco cada parte de ti, cada dolor, alegría y decepción —me decía mientras se acercaba y cuando escuchamos el ruido de mi espalda contra la puerta cerrada de la sala, entendí que estaba perdida. ¿Estaba muy mal besar a un loco? Seguramente sí, me estaba volviendo ese tipo de mujer que odiaba.

—Voy a llamar a la policía —susurré muy bajo, casi al borde del llanto por lo que estaba viviendo, colapsada por mis sentimientos. Tenía muchísimo miedo, estaba aterrada al darme cuenta lo que estaba sucediendo. Estaba encerrada en mi propia casa y ese loco iba a matarme, violarme y atarme. No en ese orden. Cerré los ojos y noté que estaba temblando ante lo aterrada que estaba y rogué como una niña deseando poder despertarme—. Por favor... vete. Por favor... por favor...

No se acercó más y decidí abrir los ojos para notar que estaba sola en la cocina. Podía escuchar la música en mi habitación, el viento en el exterior y mi respiración agitada. Mi corazón latía enloquecido y una parte de mí se preguntaba si estaba viviendo una historia de terror de la que no podía escapar.

Continue Reading

You'll Also Like

4.6M 247K 61
[Libro #3 de la serie amores verdaderos] Nota: Las cinco historias están relacionadas pero ninguna es secuela de la otra; no es necesario leerlas en...
49.6K 2.7K 28
El pueblo de Ábralin es muy tranquilo con pocos ciudadanos. Hannah, una chica muy querida por la gente, deberá enfrentarse a los nuevos vecinos llega...
230K 26.9K 36
Los dos querían ser libres: Ella, de su familia. Él, de sí mismo. ******************************* Edén Mitchell se dedica a escribir biografías crimi...
56.7K 4.7K 55
Addison llegaba a Seattle con un solo objetivo, recuperar a su esposo, Derek, pero sus planes se vieron interrumpidos cuando conoció a Meredith Grey...