Estúpido Poeta (NOVELA TRASH)

By Donatella1212

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Kyd, es un joven que busca el amor en la Web y Rosanelda es una mujer que se ve tentada por caer en los brazo... More

Prólogo
Los opuestos se atraen
Sin hesitar
La venganza
El resultado no condice con lo esperado
El desplante
Lo que no pensé que iba a pasar
El sentimiento inoportuno
La vende patria y el vende humo
Un beso en nochebuena
Amar es actuar
Saber perdonar y olvidar
Jaime, el impaciente
Mi viaje al Paraguay
Revelaciones y dramas
Planes retorcidos
El dolor de la traición
Olvidar para siempre
Cuando la vida se pone difícil
Inesperada sorpresa
El poema
Química perfecta
Dudas eternas
El amor es muy complicado
Después de ti, no queda nada

Soy tu poeta

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By Donatella1212

Después de la angustiante conversación con Kyd sobre las fotos, sentí que necesitaba respuestas. No podía dejar que las dudas y la incertidumbre siguieran acechando nuestra relación. Decidí que era hora de enfrentar la situación de frente.

Larissa era la clave para desentrañar este misterio. Había sido quien me había enviado las fotos de Kyd en la cama con otra mujer, y estaba decidida a descubrir quién era esa mujer y qué estaba pasando realmente en Paraguay.

Con mente confusa, me preparé para hacer una videollamada con Larissa. Cuando la conexión se estableció y vi su rostro en la pantalla, mi corazón latió con fuerza. Me sorprendió su belleza, ella era rubia de ojos ambarinos.

—Oye, Larissa, necesito saber la verdad— dije, con mi voz temblorosa y el nerviosismo—. ¿Quién demonios es esa mujer en las fotos con Kyd? ¿Qué está pasando en Paraguay?

Larissa miró fijamente la cámara por un momento antes de suspirar profundamente. —Lo siento, Rosanelda. Fui yo quien envió esas fotos, pero la mujer en ellas no soy yo, esa chica es morena y yo soy rubia —, admitió con su voz cargada de remordimiento.

Mi corazón se hundió al escuchar sus palabras.

—Entonces, ¿quién es ella? ¿Qué está pasando con Kyd en Paraguay? —pregunté, mi voz estaba temblando con la anticipación de lo que podría revelarse.

Larissa miró hacia un lado por un momento, y su cabello rodó por su rostro antes de volver a enfrentar la cámara.

—La mujer en las fotos es mi madre, Rosanelda. Kyd y ella han estado viéndose a escondidas mientras tú estabas allí en Estados unidos —confesó con su voz llena de ira.

Una mezcla de dolor y rabia se apoderó de mí mientras absorbía la impactante revelación.

No podía creer que me haya mentido de esta manera, murmuré, sintiendo como el mundo se derrumbaba a mi alrededor.

Pero aún necesitaba más respuestas.

—¿Por qué Kyd estaba acostandose con su madre? ¿Qué más está ocultando? ¿Qué edad tiene ella? —exclamé con mi voz temblando con la urgencia de saber la verdad.

Larissa bajó la mirada, visiblemente incómoda.

—Mamá tiene 37 años y Kyd es el compañero de mi madre en el conservatorio de música, señora. No puedo decirte más. Pero ten cuidado, hay algo más oscuro detrás de todo esto —advirtió antes de desconectarse.

—¿Cuál conservatorio de música? —dije y ella se desconectó sin decir adiós.

Me quedé allí, aturdida por las revelaciones que acababa de escuchar. Sabía que tenía que enfrentar a Kyd y exigir respuestas, pero también temía lo que podría descubrir. Sin embargo, ya no podía seguir ignorando la verdad. Era hora de confrontar la realidad, sin importar cuán dolorosa fuese.

Con el corazón latiendo con fuerza, me preparé para confrontar a Kyd por videollamada. Sabía que tenía que enfrentar la verdad, sin importar cuán dolorosa fuera. Cuando su rostro apareció en la pantalla, mi determinación se fortaleció. Aunque me forcé a mi misma para retener mis lágrimas.

—Kyd, necesito hablar contigo —exigí.

Kyd me miró a través de la pantalla, su expresión tranquila pero con una chispa de tensión en sus ojos.

—¿Qué sucede, preciosa? ¿Estás bien? — preguntó con un tono preocupado.

Respiré hondo antes de continuar.

—Recibí algunas noticias horribles sobre lo que está sucediendo en Paraguay —comencé a decir, sintiendo el peso de mis palabras.

Kyd frunció el ceño, claramente desconcertado.

—¿A qué te refieres, Rosanelda? ¿Qué estás insinuando? —preguntó mientras fruncia el ceño con fuerza.

Tomé un momento antes de responder, reuniendo toda mi valentía.

—Esta chica Larissa me contó la verdad, Kyd. Me dijo que estás llendo a estudiar a un conservatorio de música y las mentiras que me has estado diciendo —dije, esperando su reacción.

—Empecé a ir hace tres semanas, perdón si no te lo conté, estoy estudiando piano —dijo mientras gesticulaba con sus manos.

—¿Y que pasa con la madre de Larissa?

—¿Quién? —exclamó mientras se rascaba la nuca.

—La madre de esa chica —insistí.

—¡Ja! ¿Qué ocurre con ella?

—¡¡La mujer de las fotos es la madre de Larissa!! —chillé llena de rabia.

—Ah, sí ¿que ocurre con eso? —dijo el joven minimizando la situación.

—¿Me estás tomando el pelo, Kyd? —grité.

—No, no, cálmate.

—¡¡Larissa dijo que tenés sexo con su madre!! —grité y golpeé el escritorio con mis manos.

La sorpresa se reflejó en el rostro de Kyd por un momento antes de que se transformara en incredulidad.

—¡Eso es ridículo, Rosanelda! Vos viniste a visitarme a mi país y viste que yo no soy esa clase de persona hipócrita. Esa muchacha está desquiciada, no puedo creer que estés creyendo sus mentiras —dijo con su voz elevándose con indignación.

—No estoy inventando nada, Kyd. Necesito que me digas la verdad —insistí nuevamente.

Kyd sacudió la cabeza con firmeza.

—No hay ninguna verdad que contar, nena. Te he dicho desde el principio que solo tengo ojos para ti —declaró pero sus palabras estaban resonando con falsedad.

Una mezcla de dolor y enojo se apoderó de mí mientras luchaba por procesar sus negaciones.

—No puedo creer que me estés mintiendo de esta manera, Kyd. Pensé que éramos honestos el uno con el otro, sos un fayuto de porquería —dije, sintiendo como se quebraba mi corazón en dos.

Kyd bajó la mirada, su expresión estaba tensa.

—Lo siento, Rosanelda. No quería hacerte daño. Larissa está loca  —dijo con su voz llena de pesar.

—Pero ya era demasiado tarde para disculpas. Las mentiras y las decepciones hirieron irreparablemente nuestra relación. Era hora de dejar ir lo que una vez fue y seguir adelante, incluso si eso significaba enfrentar el dolor de la verdad —dije mientras las lágrimas rodaban por mis mejillas.

No me dejes —suplicó el joven con los ojos vidriosos.

—Hasta aquí llego mi amor, adiós para siempre —dije con resignación.

—¡Rosanelda, pará un cachito por favor!

—Ya tomé una decisión y me iré de tu vida para siempre —inquirí.

—¿Solo porque apareció una demente para decirte pavadas?

—Ella no miente, hay fotos.

—Esas fotos son una pose para una pintura. Los chicos tenían que recrear una situación de una foto y pasarla al lienzo —dijo Kyd con un tono muy desesperado.

—Podría creerte, pero esta vez decido no creerte, Tigre.

—Rosanelda, vos me conocés. Soy un artista multifacético. Soy tu poeta.

—Sí, un estúpido poeta —dije y luego lo bloqueé.

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