Estúpido Poeta (NOVELA TRASH)

Door Donatella1212

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Kyd, es un joven que busca el amor en la Web y Rosanelda es una mujer que se ve tentada por caer en los brazo... Meer

Prólogo
Los opuestos se atraen
Sin hesitar
La venganza
El resultado no condice con lo esperado
El desplante
El sentimiento inoportuno
La vende patria y el vende humo
Un beso en nochebuena
Amar es actuar
Saber perdonar y olvidar
Jaime, el impaciente
Mi viaje al Paraguay
Revelaciones y dramas
Soy tu poeta
Planes retorcidos
El dolor de la traición
Olvidar para siempre
Cuando la vida se pone difícil
Inesperada sorpresa
El poema
Química perfecta
Dudas eternas
El amor es muy complicado
Después de ti, no queda nada

Lo que no pensé que iba a pasar

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Door Donatella1212

El resto del fin de semana largo nos pasamos limpiando y preparando la casa para la llegada de Lo. Primero, conseguimos que Jaime nos ayude a armar la cama de madera de pino en la habitación de invitados. Abruptamente, Jaime sintió la necesidad de salir de mi casa para hablarme en privado en la vereda. Me dijo que estaba enamorado de Lavanda, luego abrió los ojos espantado y se fue. Ni siquiera tuve tiempo de darle las gracias.

—Jaime parece un cobarde para ser un policía...—mencioné al cerrar la puerta de casa.

Lavanda hizo un esfuerzo para no responderme.

En la noche llegaría Dolores. Abrí la ventana de la habitación frente al jardín delantero, y aspiré una bocanada de aire fresco. Sobre un árbol de moras había un pájaro, picoteando los frutos. Levanté los ojos hacia el cielo colmado de nubes negras, los gorriones piaban esperando la lluvia. Suspiré:

—¡Quisiera ser como ellos y volar!

Decidí subirme al auto para ir al supermercado, todavía había que llenar las alacenas y la heladera con productos. Cuando llegué al negocio, tomé un carrito y pude ver a un muchacho con el uniforme de policía. Era Jaime, que también estaba comprando comida. Me pareció muy extraño, me vió y vino con su carro hacía mí.

—Señora, perdóneme por intervenir de nuevo, pero quisiera que no le diga nada a su hija. Creo que es un amor no correspondido... —Su voz se volvió séria, pero también pude notar que temblaba del miedo— siento que Lavanda busca otro tipo de hombre.

—Jaime, me aburre escuchar tu sermón de que mi hija no te quiere. Quizás te querrá en el futuro...

—Pero no quiero decirle la verdad y estropear todo... y tampoco es el momento adecuado —terció el policía—. Además, creo que su hija está interesada en el comisario mayor.

—¿Qué dices? —exclamé.

—Pues, nada —dijo y mintió.

El pasillo del supermercado olía espantosamente a queso y embutidos.

—Mejor después de hacer la compra, deberíamos ir a tomar un café.

Me volví con rapidez puesto que no soportaba el olor del jamón ibérico y seguí derecho hacia el pasillo de los productos de limpieza.

—Suena bien, de acuerdo —dijo Jaime mientras llenaba su carrito de detergente de vajilla, jabón en polvo y lavandina.

—¿Tú limpias mucho? —pregunté con duda.

—Mis padres fallecieron y ahora vivo solo. Tengo que mantener la casa impecable como le prometí a mi madre...—me dijo él, mientras leía las instituciones de un aerosol limpia hornos.

Una calma majestuosa se apoderó de mí, entendí que un hombre limpio vale por tres.

—Lo siento mucho, muchacho. Si me permites, el problema hoy es que mi hija no le gusta la limpieza. ¿Podrías hablar con ella de eso?

El policía abrió los ojos como dos naranjas, sonrió pícaramente y dijo:

—Podría ir a su casa y limpiar su cocina. Tengo los mejores productos anti-grasa en mi casa —dijo totalmente emocionado.

—Bueno, ven —le dije con precaución— si eso te pone de buen humor...

—Me agradas, señora Moon. No tenía idea que tú eras de este modo —dijo esbozando una sonrisa.

—Lavanda tiene mucho por cambiar, ella no quiere crecer, quiere ser suelta como una gallina... —dije con un mohín de desaprobación.

Y él replicó:

—Así es ella y no es ninguna casualidad que yo desee que sea mi futura esposa —respondió con tranquilidad, poniendo su brazo sobre mis hombros.

—Oye, Jaime, no sabía que querias casarte...

El policía retiró su brazo y mordió su uña.

—En este momento tengo empleo y una casa grande completamente vacía.

—Sí, ya lo sé. Pero ¡por Dios! No sé si es buen momento para hablar de casamiento.

—...es la chica ideal para mí —completó Jaime, mientras ponía un saco de paltas en su carrito.

—Bien. ¿Y? ¿Qué puedo hacer yo? —respondí tímidamente.

Jaime estaba flotando hacía el pasillo de las latas de ananá y de los duraznos en almíbar.

—Pues nada —me respondió vagamente aliviado.

Fui con Jaime hacía las cajas de pago automático. Sorpresivamente, él sacó su tarjeta Diners club y pagó mi compra.

—No debiste pagar por mis cosas, pero eres un joven muy amable y quiero agradecerte invitándote a la cena de nochebuena y año nuevo —dije—. ¿Te parece bien?

—Ahora nuevamente me siento muy bien —dijo casi sollozando.

—Me alegra un montón, no quisiera que estés solo durante las festividades de este año —dije.

—¿Vamos a la cafetería?

Nos sentamos en las mesitas de un local de comida rápida y en lugar de tomar un café, nos compramos unos de esos combos de hamburguesa doble, con papas fritas y cerveza.

—Esto es mucho mejor que un café insípido —dije lanzando una risotada.

Perplejo, con la hamburguesa metido en la boca me miró de una manera muy extraña y dijo:

—Ahora que la veo de frente, pude percibir que usted es otra versión de su hija Lavanda.

—¿A qué te refieres, Jaime?

—A ver si me explico... Usted tiene profundidad en sus ojos verdes —dijo extasiado.

—¿Te gustan mis ojos? 

—Me gusta la simetría de su perfecto rostro, sus ojos brillan como un diamante y su cabello rojizo armoniza el resto. Usted es muy bella para su edad —dijo clavando sus ojos en mí.

No supe que responder, contemplé con detenimiento su rostro trigueño y sus facciones. Parecía que ese momento estaba siendo eterno.

—¡Muchas gracias, buen joven! 

Jaime sonrió enseñándome sus dientes largos.

—Usted y su hija tienen unos excelentes genes —dijo con vergüenza.

—No soy en absoluto una mujer bella y joven —objeté—. En verdad estoy a un paso de la muerte...

—¡Pamplinas! —dijo el policía—, usted no debe tener más de cincuenta años.

—¡Ja! ¿Tú crees? —contesté irónicamente.

—Tu hija me dijo que tienes un novio muy joven y ahora entiendo porque los hombres están tan interesados en usted...

Pensé en lo entrometida que era mi propia hija, ventilando mis asuntos personales por ahí.

—Lavanda solo imagina cosas —repuse—, yo no tengo novio.

—¿Entonces, le gustaría tener un novio? —dijo lleno de espontaneidad.

Negué con un movimiento enérgico de mi cabeza.

—Rosanelda, estoy acostumbrado a que mis preguntas sean contestadas...

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