Peter Pan [Gay/Yaoi]

By FiamaX

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[TERMINADA] Todos los niños crecen, excepto uno. Peter Pan es un niño común y corriente que vive en un orfana... More

Prólogo
Capítulo 1: El orfanato
Capítulo 3: Peter conoce a James
Capítulo 4: Celos
Capítulo 5: No quiero crecer
Capítulo 6: Nunca Jamás
Capítulo 7: Traición
Capítulo 8: No me sueltes
Capítulo 9: Final
★★★★★
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Capítulo 2: Cuando llegó Peter

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By FiamaX

Peter llegó al orfanato hace ya algunos años. Recordemos aquel momento.

Helena, una de las mujeres que se encargaban de la limpieza del orfanato, era una joven de treinta años que usaba su cabello negro y largo atado con una coleta. Solía cantar canciones en italiano mientras realizaba el aseo del lugar. Una amplia sonrisa siempre habitaba en su rostro, y esta era una de las cosas que hacían que todos los niños le tuvieran un cariño especial.

Una noche, a las 22:30 hs. exactamente, Helena estaba repasando los candelabros de bronce de la recepción del orfanato. Sí, ella solía comenzar la limpieza cuando todos los niños ya se habían acostado a descansar en sus lechos, porque en cualquier otro horario siempre había algún chiquillo corriendo por los pasillos. Lo gracioso es que el problema de Helena no era que los niños la molestaban mientras limpiaba, sino que ella se moría por las ganas de jugar con ellos cuando oía sus risitas traviesas inundando los pasillos, y no podía por sus tareas de limpieza. Entonces prefería repartir su tiempo de esa manera. En fin, ¿dónde estábamos? Oh, cierto. Aquella noche, a la muchacha le pareció oír un sonido extraño que parecía provenir desde el lado de afuera de la enorme puerta del orfanato. Bajó de la pequeña escalerilla en donde estaba parada para alcanzar su objetivo a limpiar y caminó hacia la entrada. Rozó levemente la madera con la palma de su mano y dio un respingo cuando unos pequeños golpecitos la azotaron desde el otro lado.

Helena no dudó en hundir las manos en el gran bolsillo de su delantal y hurgar en él para luego sacar un juego de llaves. La más grande, pesada, de hierro y con color plateado viejo era la indicada para abrir aquella gran puerta. La insertó en la cerradura y giró aunque con algo de temor. No era normal que alguien deambulara por las afueras del orfanato a esas horas. Cuando logró abrir la puerta en una rendija lo suficientemente grande como para pasar su cuerpo, finalmente vio lo que había allí (o más bien quién). Llevó ambas manos a su pecho y abrió sus ojos en demasía mientras su boca formaba una pequeña o.

En medio del gran pórtico se encontraba un niñito. No aparentaba tener más de cuatro años de edad. Estaba bien parado allí, mirando hacia arriba, aunque gran parte de sus ojitos eran cubiertos por un gorro de lana verde que tenía puesto, le quedaba bastante grande y caía sobre ellos. Estaba vestido solamente con una camiseta blanca, un chaleco marrón encima de ella, un pantaloncito de color verde oscuro que apenas pasaba sus rodillas, y sus pies estaban descalzos, pisando aquel piso de piedra. A Helena le impresionó la poca cantidad de ropa que tenía puesta el chiquillo, ya que era una noche muy fría de invierno en Londres y el viento daba fuertes soplidos que más bien parecían rugidos.

Helena miró hacia los lados, izquierda y derecha. Nadie se encontraba allí. Solamente aquel jovencito parado enfrente de ella. Se arrodilló para estar a su altura y con su mano derecha, con toda la delicadeza del mundo levantó apenas unos dos centímetros el gorrito del niño, para permitirse ver un par de ojitos verdes que tenían un brillo que jamás había visto en su vida.

—  ¿Quién eres, niño? — Habló la muchacha sonriendo con dulzura.

— Peter. — Respondió el jovencito con una vocecita aguda y melodiosa.

— ¿Cuántos años tienes?

— No lo sé. 

— ¿Y de dónde vienes?— Helena pensó que el chiquillo se había perdido y tocó la puerta porque vio luz.

— No lo sé.

— ¿Dónde está tu mami? 

—  Hm... No tengo mami. — Contestó. Helena no pudo evitar una horrible expresión de tristeza, pero él continuaba con aquel brillo expectante en ambos ojos.

— Y... ¿cómo llegaste? 

— No lo sé.

— ¿Con quién vives? — La muchacha no sabía qué información podía llegar a sacar de él. Era un niño muy misterioso. Además, no quería sonar cruda. Temía hacer alguna pregunta que lo hiera. Aunque no se veía ni una pizca de tristeza ni preocupación en el rostro del pequeño.

— No lo sé.

— ¿Dónde estabas antes de venir?

— No lo recuerdo. — La chica levantó sus cejas.

— ¿No sabes... con quién estuviste antes de llegar aquí?

— No... — Pensó algunos segundos en silencio. — No lo recuerdo. 

La joven sintió angustia dentro de su pecho por ver a aquel niñito tan solo en el mundo, que apenas sabía su nombre. Volvió a mirar a los lados inútilmente, porque allí no se encontraba nadie. Luego algo la llevó a alzar la vista hacia arriba. Y su rostro se iluminó. En el cielo brillaba una estrella. No era una como todas, sino que se trataba de una estrella enorme y brillante. Nunca había visto una tan esplendorosa y fulgurosa como aquella. Brillaba tanto... tanto como los ojos de Peter. Una tonta idea vagó por la cabeza de Helena. Llegó a preguntarse si ese niñito sería una estrella que cayó del cielo. Era imposible, pero a la vez la única explicación.

Helena se dio cuenta de que estaba perdiendo el tiempo mientras el niño se encontraba expuesto al frío del invierno. Colocó sus manos debajo de las axilas de Peter y lo alzó abrazándolo con su cuerpo para intentar brindarle algo de calor. Lo cargó y no dudó en entrar de nuevo al orfanato con él. 

Era tarde y todos estaban durmiendo. Entonces pensó que lo mejor sería acostar al niño en una de las camitas y que por la mañana anunciaría a todos que Peter estaría allí por un tiempo. Aunque pensó que seguramente no tardaría buscarlo algún familiar. Entró a una de las habitaciones de varones que estaba en el segundo piso y vio que había una cama libre. No quiso encender la luz para no despertar al resto, pero corrió un poco la cortina de la ventana para que la farola del patio brindara algo de iluminación al cuarto. Quitó el gorro verde de la cabeza de Peter, recibiendo una mirada de ceño fruncido y acostó al niño en la cama vacía que ella escogió. 

— Hoy dormirás aquí, Peter. — Habló casi susurrando mientras lo arropaba con las mantas. — Buenas noches. — Dio un beso en su frente. 

— No quiero. — Respondió Peter sentándose en la cama y destapándose.

— Pero es tarde. — Dijo ella algo sorprendida por la rebeldía del pequeño. — Tápate que hace frío.

— No tengo frío. — El niño tomó nuevamente su gorrito verde de la mesita y se lo colocó. — ¿Puedo elegir esa cama? — Cuestionó señalando con su pequeño dedo índice hacia la cama de arriba de una cucheta doble.

— Pero... — Helena miró la cama, creyendo que estaba ocupada. Pero ésta se encontraba vacía. En la de abajo dormía uno de los niños. La muchacha lo pensó unos segundos, meditando si sería seguro que un chico tan pequeño como Peter durmiera en un lugar tan alto. No lo conocía, y quizá era algo revoltoso. ¿Qué pasaría si se cayera? — No creo que sea seguro, Peter.

— Por favor. — Pidió el niño haciendo un puchero. Luego la muchacha miró a las cuchetas de los alrededores y vio que había varios niños de la edad de él que dormían la cama de arriba.

— Está bien. — Respondió ella después de un momento. Los chics siempre compraban su corazón con un puchero o una sonrisa y acababan haciendo lo que ellos querían. — Yo te ayudo.

Pero antes de que ella pueda alzar al chiquillo para subirlo a la cama de arriba, Peter corrió con pequeños pasos y trepó la escalerita de cuatro escalones de madera que pertenecía a la cucheta. En un abrir y cerrar de ojos ya se encontraba acostado donde él quería, tapado con las mantas, con sus ojitos cerrados, con una sonrisa en su rostro y con el gorrito aún puesto.

Helena sonrió mordiendo su labio inferior y negando con la cabeza. Vio que el resto de los niños continuaban bien dormidos y se retiró del cuarto. 














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