El Invencible

By tynarubia

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Aclair MacCarty, Laird del clan del Hielo. Un clan situado en las frías tierras del norte, donde ningún legad... More

Capitulo 1: Atacado.
Capitulo 3: Sensaciones
Capitulo 4: Freya
Capitulo 5: Para mi
Capitulo 6: No permitiré
Capitulo 7: Odio profundo
Capitulo 8: Draco
Capitulo 9: Una pregunta
Capitulo 10: Una respuesta
Capitulo 11: Espera
Capitulo 12: No voy a irme
Capitulo 13: El pasado
Capitulo 14: MacGanigan
Capitulo 15: Hielo
Capitulo 16: Un premio
Capitulo 17: Caza
Capitulo 18: Aullidos
Capitulo 19: Hogar
Capitulo 20: Lucha
Capitulo 21: Pecado
Capitulo 22: Manada
Capitulo 23: Significado
Capitulo 24: Escoger
Capitulo 25: Intentalo
Capitulo 26: Juramento
Capitulo 27: Reconstruir
Capitulo 28: Un canto
Capitulo 29: La tormenta
Capitulo 30: No me dejes
Capitulo 31: Su felicidad
Capitulo 32: Bienvenida
Capitulo 33: Dimelo
Capitulo 34: Unidos
Epilogo
PUBLICACION NUEVA HISTORIA

Capitulo 2: Una mujer

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By tynarubia

-¿Te duele? –Gaya pregunto terminando de coser la herida.

No hubo respuesta.

Tampoco ella insistió con la pregunta.

Aclair tenía la vista fija en la entrada de la sala, estaba sentado en el sillón principal, mientras ella, de pie a su lado curaba su herida. Sintió su mano rozando su piel y apretó la mandíbula.

-He terminado –Gaya se aparto, dejando la aguja en el cuenco de madera

-Puedes retirarte –No la miro, al hablar. Escucho sus pisadas por el salón, el sonido de la tela de su vestido al cruzar el lugar.

Permaneció allí sentados con la mirada fija en la otra puerta.

Dareck había obedecido su orden, inmediatamente habia buscado el caballo del Laird, habia ordenado al resto de hombres que permanecieran en el campamento improvisado y que buscaran por cada rincón a esos hombres que les habían atacado.

Ninguno habia visto la herida de Aclair, que habia esperado al otro lado, a que su guerrero se uniera a él y después habia subido a su caballo y acompañado por el habían cabalgado toda la noche hasta llegar al castillo.

Cuando llego se sentía débil y cansado, pero no lo demostró.

Rápidamente entro y los criados llamaron a Gaya para que se ocupara de la herida, algo que a él le hubiera gustado evitar.

No quería que se sintiera mal, sabía que su indiferencia, su trato frio le hacía daño. Pero no lo soportaba, no soportaba tenerla cerca, no soportaba ver cómo le miraba, suplicando que volviera a ser el de antes, suplicando que la amara.

-¿Estas bien? –Dareck se paro en la puerta, mirándole indeciso.

-¿Aun no han llegado? –pregunto sin mirarle

-No –negó con la cabeza –Supongo que necesitaran tiempo para recoger todo y...

-Avísame en cuanto lleguen –Se levanto de su asiento ignorando el dolor que sintió en su hombro y paso por su lado. Tomo su espada que estaba apoyada junto a la puerta del castillo y salió de allí.

Sus botas hicieron crujir la leve capa de hielo que cubría el suelo, bajo los escalones y la leve punzada de dolor atravesó desde su hombro hasta la cadera. Apretó la mandíbula y cruzo el patio, rodeo la casa, hasta llegar a la torre, abrió la puerta de madera y bajo los escalones. Sus ojos se acostumbraron a la oscuridad, mientras encendía un par de antorchas, consiguiendo iluminar el lugar levemente. Fijo la vista al frente, en el grueso tronco de madera, desenvaino su espada.

El gruñido salió de entre sus labios, mientras la espada golpeaba la madera una y otra vez.

Gruñendo se paro apoyándose contra la pared, al tiempo que una mueca se dibujo en su rostro. Limpio el sudor de su cara y miro su hombro. Enfundo su espada y tras apagar las antorchas subió las escaleras para salir de allí.

Nada más abrir la puerta el frio aire toco su piel y el respiro profundamente.

Le gustaba, le gustaba el frio, sentirlo en su piel.

-¡¡¡Laird!!! –Dareck corría hacia el respirando agitado, se paró a unos pasos –Han llegado

-¿Los han cogido? –apretó los puños

-Solo a uno –asintió –el que le .... Hirió. Lo han llevado a la mazmorra.

Aclair asintió e inicio el camino hacia el castillo.

Decidió dejar a su prisionero esperar un buen rato, que se torturara a si mismo preguntándose qué era lo que le deparaba.

Al entrar al recibidor, vio a Jarter apoyado en Quinsi, con una de sus manos en su vientre.

-No deberías entrenar –Gaya le hablo mirándole con el ceño fruncido, al tiempo que bajaba las escaleras.

La miro y después de nuevo a su hombre.

-¿Qué ha pasado? –pregunto a sus guerreros

-El muchachito –Quinsi se encogió de hombros –Es hábil

-Es una rata, eso es lo que es –Jarter hizo una mueca, después fijo la vista en su Laird –Pero le hemos dado unas clases de educación en el camino Laird.

Aclair se quedo observando cómo se adentraban en la sala, seguidos de Gaya, dispuesta a curarle.

Fijo la vista en las escaleras y subió.

Al llegar a su habitación, se deshizo del cinto de su espada, tirándolo sobre la cama. Vertió algo de agua en el cuenco y comenzó a lavarse.

-Laird –Quinsi se hizo a un lado, dejándole la puerta a los calabozos libre.

-¿Cómo está Jarter? –Pregunto parándose a su lado, pero con la vista fija en su interior.

-Bien, Laird. –el asintió.

-Esperad aquí –Se dirigió a él y a Dareck, que se encontraba parado tras él.

-Laird, el muchacho es...-Dareck frunció el ceño –escurridizo

-Ya me habéis oído –Aclair comenzó a caminar adentrándose en los pasillos de los calabozos. Todos ellos vacios, vacios porque hacía años que ningún guerrero se atrevía a atacar al clan del Hielo. Se paro ante la puerta de madera, acerco el rostro a la pequeña ventana de barrotes de hierro y miro al interior. El camastro estaba vacío.

Estiro el brazo y tomo la llave que se encontraba colgada en la pared, retiro la cadena y empujo aquel trozo de madera que resonó en el silencio del lugar.

Adentro un pie, después el otro.

Tardo un segundo en comprender porque el camastro estaba vacío y donde estaba el prisionero.

-¡¡Ah!! –el grito sonó al tiempo que se abalanzaba sobre él.

Se giro para impedir el ataque, pero ya tenía el trozo de cristal en el cuello. Agarro su muñeca, percatándose de lo pequeña que era esta. Miro a los ojos del muchacho y la decisión, el ímpetu y el odio que brillaron en ellos, le impactaron. Eran de un azul inquietante. Sintió el corte en su cuello y el leve hilo de sangre resbalando por su cuerpo, apretó la muñeca y escucho el gemido salir de sus labios, al tiempo que el cristal caía de su mano.

-¿Por qué quieres matarme? –vio la ira en el rostro de él y de nuevo se vio sorprendido. El chico alzo el brazo y lo golpeo en el hombro, justo en su herida -¡Maldita sea! –El dolor le hizo inclinarse hacia delante y el escapo, pero antes de que pudiera salir por la puerta, le agarro de la camisa que llevaba, escuchando el sonido de esta rasgarse. Al girarse, el chico estiro el brazo para arrebatarle la espada del cinto y cansado de pelear, Aclair alzo la mano y de un puñetazo lo lanzo contra el camastro.

Quedo allí, tumbado.

Habia perdido el conocimiento.

Haciendo una mueca ante el dolor de su hombro, dio varios pasos hacia él y entonces se fijo.

Vio la curva de su cadera, levemente a la vista, al haberse levantado la camisa, vio el corte en la tela que le permitía ver perfectamente el contorno de un pecho.

-Maldición –estiro el brazo y de un tirón aparto el pañuelo que cubría la cabeza del chico.

Inmediatamente la melena rizada se extendió por el camastro, resaltando el rostro ovalado, las largas pestañas y los gruesos labios.

Se quedo allí, de pie, observándola.

Era una mujer.

Una mujer le habia herido, una mujer habia herido a uno de sus hombres.

Una hermosa mujer que por lo que habia visto ansiaba matarlo.

Su mano se acerco , al rostro de ella. Acaricio su suave piel, fijándose en los golpes. En la ceja, en el pómulo, el cuello.

¡¡Los idiotas de sus hombres la habían golpeado!! ¡¡Ni siquiera se habían dado cuenta de que se trataba de una mujer!!

Se incorporo sobre ella y metiendo los brazos debajo de su cuerpo, la levanto. Aspiro su aroma, una mezcla de hierba y tierra, la cargo contra su pecho y se giro. Abrió la puerta con su pierna, de una patada y camino por los oscuros pasillos, con ella entre sus brazos.

-Laird –Dareck frunció el ceño y cuando Aclair llego hasta el, sus ojos se enfocaron en la mujer y se abrieron sorprendidos -¿Qué...?

-¡Una mujer! –Quinsi se aparto al ver la mirada furiosa de su Laird

-¡¡Que clase de guerreros no se dan cuenta de que es una mujer!! –Aclair salió de la torre, apretándola contra él para darle calor, ante el frio del exterior -¡¡Mis hombres no golpean a una mujer!!

Cuando entro al castillo, Jarter caminaba hacia la salida, con Gaya a su lado. Ambos se quedaron observando a la mujer que Aclair cargaba en sus brazos.

-Yo... yo...-Jarter negaba con la cabeza observando a la chica –Yo... no lo sabía.

-¡Gaya revísala! –Aclair subió las escaleras, escuchando los pasos de ella tras él.

Se paro ante la habitación que habia junto a la suya e iba a golpear la puerta, cuando Gaya se paró a su lado y la abrió. Entro y deposito a la chica en la cama, después miro a Gaya.

-Esperare fuera –la miro fijamente, vio como ella asentía y después salió de la habitación, dando un portazo.

Parado en el pasillo, paso ambas manos por su rostro.

-Laird –Dareck se paró a su lado

-Te quiero apostado en esta puerta, vigilando –lo miro y después miro la cerradura –Ciérrala

Cuando la puerta se abrió, ambos hombres fijaron la vista en la mujer que se paro ante ellos.

-¿Cómo esta? –la pregunta de Aclair sonó desesperada.

-Tiene algunos golpes y cortes –al ver que el apretaba la mandíbula se apresuro –algunos son de hace tiempo. Tiene una herida, mal curada, lo que le ha provocado fiebre. A parte de eso, creo que solo está débil, tiene pinta de no comer hace bastante tiempo.

-Que le traigan comida, cura sus heridas –se giro y antes de marcharse volvió a mirarla –Lávala y... déjale algo de ropa para dormir.



Las columnas de humo se alzaban hasta el cielo.

Llovía, pero ni el agua helada que caía en gotas desde el cielo, era suficiente para sofocar aquel infierno. El fuego teñía todo de rojo, lo destruía todo a su paso. Casas, carretas, graneros...

Los gritos se sucedían unos tras otros, llantos, llenos de desesperación, de dolor.

-¡¡¿Pero que tenemos aquí?!! –uno de ellos, uno de esos gigantes camino hacia ella, con una sonrisa asquerosa reflejada en su rostro. -¡¡Esto será interesante!!

-¡¡No se acerque!! –tomo la espada con ambas manos, concentrando toda su fuerza para lograr sostenerla.

-¡¿Qué pretendes hacer con eso niña?! –el rio divertido -¡Puedes hacerte daño! –y de un manotazo le arrebato el arma.

Corrió por la casa, intentando llegar a la puerta, pero la sujetó del pelo con fuerza y la lanzo contra la mesa. El dolor atravesó su espalda hasta llegar a su cuello y por unos instantes perdió el conocimiento. Escucho la voz de su padre lejana y se esforzó por enfocar la vista en el lugar del que provenía.

-¡¡No la toques!! –el sonido del acero de las espadas chocando retumbaba en la casa. Su padre la miro, con el rostro lleno de preocupación -¡¡Vete!! ¡¡Corre!!

-¡¡No!! –se incorporo haciendo una mueca ante el dolor de su cuerpo -¡¡No me iré sin ti!!

-¡¡Allan llévatela!! –la orden fue dada a su fiel amigo, que tras derribar a su contrincante, corrió hacia ella y la cargo con un solo brazo.

-¡¡No!! ¡¡Papa!! ¡¡Papa!! –pataleaba, aunque sabía que no lograría liberarse.

Salieron por la puerta trasera.

Vio alejarse las casas, la aldea, al tiempo que el corría con ella a su cargo. De repente la soltó bruscamente, al encontrarse frente a un enemigo.

-¡¡Quedaos a mi lado!! –Allan grito al tiempo que alzaba su espada

Pero ella no le escucho, se incorporo y corrió de nuevo en dirección a la aldea, habia logrado llegar a lo alto de la colina, cuando alguien cayó sobre ella.

-¡¿Qué estás haciendo?! –Ethan, la obligaba a permanecer tumbada en el suelo -¿Te has vuelto loca?

-¡Suéltame! –Se revolvió entre sus brazos, pero se quedo paralizada, tensa, observando.

Su padre estaba de rodillas, obligado a permanecer así, por dos guerreros, que los sujetaban con fuerza. Vio a aquel hombre acercarse, su melena oscura ondulándose al viento, las pieles cubriendo su torso desnudo. Era descomunal, inquietante. Y sin vacilación, el alzo la espada y la clavo en el pecho de su padre.

-¡¡¡¡Nooooooooo!!!! ¡¡¡Padreeee!!! –alargo la mano, como si de esa manera pudiera lograr estar más cerca de él. Las lagrimas recorrieron su rostro y su cuerpo se convulsiono, ante la oleada de dolor que lo recorrió. Ethan la apretó contra él, al suelo, intentando calmarla.

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