El Problema de Lena (Enamorán...

By BecaAberdeen

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Lena sabe perfectamente como hacerle un regate a un chico en el campo de futbol, o cómo hacer que se ría a ca... More

pIEL dE vERANO
aLEX
cOMO rOMPER uN cORAZÓN eN 30 sEGUNDOS
eL pLAN
pOSIBILIDADES dE qUE tE pIQUE uNA aRAÑA vENENOSA
uNA sOGA cON mIS hUEVOS
cUPCAKE o mAGDALENA
sOñÉ cOn uNa vIdA mEjOr
ToCaR fOnDo a Lo BrIdGeT JoNeS
mI pRoFeSoR
¿tE vAlGo yO?
ESCENA 16
Escena 31
¡¡El Problema de Lena en papel!!
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LA SEGUNDA PARTE YA ESTÁ EN PAPEL

Corto original en el que basé la novela

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By BecaAberdeen

Algunos me habéis preguntado por el corto original que escribí para la antología de Escuela del Delirio. Os lo dejo aquí por si alguien tiene la curiosidad de leerlo. 

Lena se dejó caer sobre la endeble silla, que crujió bajo el brusco cambio de peso. Suspiró aliviada al darse cuenta de que no se había partido. Lo único que le faltaba, aparte de ser la única de toda su clase que aun no había perdido la virginidad, era caerse de una silla en medio del comedor del instituto a la hora del almuerzo.

—No soporto alemán —se quejó Alisa, removiendo sus espaguetis con cierto desprecio.

La comida de la cafetería era una lotería, podía resultar un manjar delicioso o una abominación contra el paladar humano.

—¿De verdad es necesario complicarse tanto para decir la hora? —continuó Alisa, totalmente ajena al momento de pánico que acababa de vivir a causa de la silla.

Ja —contestó Lena en su mejor acento alemán—. Por eso les va tan bien. Sus cerebros están súper desarrollados después de años usando una lengua tan complicada.

Lena alargó el brazo para coger una patata y mezclarla en su boca con el sabor de la hamburguesa; cuando una mano más grande y cálida que la suya se interpuso entre ella y su objetivo.

Con el ceño fruncido siguió la trayectoria de la patata secuestrada hasta que se perdió entre los labios de Alex.

Este la miró desafiante instándola a protestar mientras masticaba su comida exageradamente. Lena se obligó a poner los ojos en blanco fingiendo impaciencia cuando lo único que quería era soltar una risilla estúpida y sonrojarse hasta los dedos de los pies. Pero logró ocultarlo relativamente bien. Alex le mantuvo la mirada desde su posición superior; esa mirada que siempre lograba que se derritiera fusionándola con la silla; volvió a coger patatas del plato de Lenamientras ocupaba la silla contigua a la de ella. Detrás de ellos había un buffet gigantesco con kilos y kilos de patatas a disposición de cualquiera que deseara tomarlas, pero Alex siempre se decantaba por picarla, a veces forzando estúpidas peleas por alguna razón que no lograba discernir. En ocasiones, Lena fantaseaba con la idea de que su comportamiento respondiera a la primitiva norma infantil de "Los que se pelean se desean"; pero al instante la realidad la golpeaba: Ya no estaban en preescolar y cada vez que Alex quería a una chica lo manifestaba sin contemplaciones, la tomaba sin excusas ni juegos. Por esa razón debía resignarse de una vez por todas al hecho de que para él, ella era un marimacho más con la cualjugaba al fútbol e intercambiaba puñetazos amistosos. Y como si pudiera leer sus pensamientos y quisiera ilustrarlos con su comportamiento, le lanzó una patata justo antes de tirarle otra a su amigo Toni. Fue suficiente para hacerla dejar de soñar con los posibles sentimientos ocultos de él.

De todas formas que él lo hiciera solo por amistad no quitaba que ella pudiera aprovecharse de las circunstancias; al fin y al cabo, al llegar a casa y repasar su día, sus momentos estelares casis siempre estaban protagonizados por Alex y un breve forcejeo en el pasillo.

—Si habéis terminado con esta infantil guerra de comida, ¿podemos ir fuera? —pidió Alisa—. Necesito broncearme antes de que me deporten a Albania.

— ¿A Albania? —preguntó Toni arrugando el entrecejo.

—Ya sabéis...de donde vienen los albinos.

Las carcajadas que siguieron a esa declaración no fueron ninguna sorpresa.

— Olvídate del jardín —declaró Alex con el tono más serio que pudo reunir—. En tu caso sería más recomendable que te encerrases en una biblioteca antes de que te deporten a Mongolia.

Alisa le sacó la lengua mientras le tiraba una servilleta arrugada; pero Alex se limitó a reír sin devolverle el proyectil. Jamás jugaba con Alisa como lo hacía con ella, quizá porque esta era mucho más femenina y delicada.

Una vez en el jardín se detuvieron cerca de uno de sus bancos favoritos por encontrarse a la sombra de un árbol que ofrecía resguardo del aún abrasante sol de septiembre.

Alex se puso un cigarrillo entre los labios y comenzó a rebuscarse un mechero en el apretado bolsillo del vaquero. Lena no pudo evitar observar la forma en que la camiseta blanca se ceñía a los bíceps del muchacho destacando contra su piel bronceada tras el verano. Lo vio sacar el mechero del bolsillo y acercarlo al cigarro y sin pensarlo dos veces lo interceptó, quitándoselo de un manotazo.

Sabía lo que iba a ocurrir entonces; sabía que él se abalanzaría sobre ella para recuperarlo. También sabía que él lo vería como un juego mientras que ella se moría por su contacto. Apagó la alarma de culpabilidad que había empezado a sonar en su cabeza y se dijo que después de una semana tan dura se lo merecía.

— Creo que ya es hora de que dejes de fumar.

Alex movió dos dedos una y otra vez indicándole que se lo devolviera. Lo hizo relajadamente con el trasero apoyado sobre el respaldo del banco. Sus gestos eran segurosy atractivos, como un felino observando su objetivo con fingida tranquilidad, dejándola confiarse.

Ella negó con la cabeza. Si había empezado, bien podía terminarlo. Su juego aun era seguro y no la delataba ya que en todas sus riñas y forcejeos pasado, él era el que había comenzado la broma.

— Solo me preocupo por tu salud —le aseguró fingiendo inocencia mientras se lo metía en el bolsillo trasero de sus vaqueros; allí donde sabía que él jamás se aventuraría.

Alex se puso el cigarro tras la oreja y se irguió separándose del banco. Le bastó verlo dar un paso hacia ella para que su corazón comenzara a saltar como un potrillo emocionado, golpeándole las costillas.

Era lo que quería, lo que había buscado; pero en cuanto lo tuvo frente a ella, sus entrañas comenzaron a contorsionarse en su interior y su respiración se agitó protestando contra ella. Un segundo después se abalanzó sobre ella y comenzó a hacerle cosquillas como si fuera su hermana pequeña. Definitivamente tenía que olvidarse de él, mentalizarse para poder quizá fijarse en algún otro simple mortal.

Ya estaba decidida a hacerlo cuando lo sintió el rayo de esperanza en la desoladora oscuridad. Esperanza con forma de dedos masculinos. La mano derecha de él fue a parar a su cadera por debajo de la tela de su camiseta; piel nunca antes tocada, territorio nuevo jamásantes visitado. Y la otra mano, directa y sin rodeos, se estrujó contra la fina tela de sus jeggings veraniegos por dentro del bolsillo. Y a no ser que estuviera enloqueciendo, las pupilas de él se habían clavado en las suyas, pesadas, cargadas; justo cuando las cálidas yemas de sus dedos comenzaron a rozar la superficie de su trasero. La miró con una mezcla de culpa y osadía, como si supiera que se estaba sobrepasando pero deseara averiguar cómo reaccionaría ella si cruzara la raya.

Lenasimplemente no logró mostrar reacción alguna. Estaba tan emocionada y colmada de esperanza, escuchando música celestial en sus oídos y pensando que ni con su escasa experiencia podría estar malinterpretando esa mirada tan cargada de testosterona.

Sin poder retrasarlo más, Alex recuperó el mechero robado y le golpeó suavemente con él en la punta de la nariz.

Lena deseó tele transportarse a la intimidad de su habitación para poder realizar un ridículo baile de alegría.

Alex y Toni se despidieron de ellas y se alejaron hacia el aparcamiento del instituto. A Todavíano había logrado reaccionar cuando Alisa gritó el nombre de su amiga que aun no había vuelto de vacaciones; yla cual se acercaba a ellas sonriente.

—Lauren, has vuelto —exclamó a su vez.

— Mis niñas —gritó ésta eufórica al abrazarlas. Lauren había llegado de sus vacaciones en la Islas Mauricio una semana más tarde de que empezaran las clases; llevaban dos meses sin verse.

— ¿Qué tal todo en mi ausencia? Alisa, ¿cómo está tu gato?

— Genial —comentó ésta alegre—. El tratamiento ha funcionado y parece que seguirá con nosotros.

—Me alegro.

—Estás negra —apreció Alisa sin ocultar sus celos.

— ¿Y tú, Lena? —Preguntó a continuación— ¿Aún virgen?

Lena siseó instándola a callar mientras miraba a su alrededor para comprobar que nadie las escuchara.

— Baja la voz, ¿quieres? Es un tema delicado.

—No puedo creerlo —dijo Lauren—. ¿Nada durante el verano?

—¿Qué quieres? En cuanto me decidí a perderla, todos los chicos con pinta de humanos se desintegraron.

Lauren rió mientras se sentaba sobre el banco. Tanto Alisa como ella la siguieron sentándose cada una a un lado.

— ¿Quieres trazar un plan para resolver este retraso de una vez por todas? —le preguntó Lauren.

— No, no quiero —comenzó Lena—. Pero me temo que va a ser necesario.

El rostro de Lauren se encendió como un árbol de navidad. El bronceado le favorecía haciendo sus redondeces más esbeltas que la piel pálida; y destacaba contra su cabellera rubia y sus brillantes ojos azules.

—Bajo mis normas —se apresuró en añadir antes de que la chica se dejara llevar.

— Tú dame un nombre y yo me encargo de que el resto ocurra.

Lena suspiró. Jamás se le hubiera ocurrido sugerir a Álex, no obstante, después de lo que acaba de ocurrir estaba replanteándose varias cosas.

— Hay alguien que me interesa —comenzó despacio y con discreción.

— Es un milagro —exclamó Alisa juntando ambas manos como si tuviera que dar gracias al cielo—. ¿Quién es el superhombre?

Lena elevó ambas manos para sosegarlas.

— Siempre he creído que él no sentía lo mismo, pero recientemente he observado un ligero cambio, sin embargo, no quiero desvelar su identidad hasta que no esté segura de que no me lo he imaginado todo.

— Oh, vamos —protestó Lauren—. ¿Cómo vamos a conseguírtelo si no sabemos de quién se trata?

Lena sonrió.

— De eso se trata; no quiero que intervengáis, y dado vuestro historial de cotorras no puedo deciros su nombre hasta que no haya realizado mis movimientos.

— ¿Movimientos? Lena, esto no es ajedrez. Además este juego ya no me gusta —se quejó Lauren como una niña enfurruñada.

— Tranquila, ahora viene la parte que te gusta —dijo Lena dedicándole una sonrisa alentadora—. Ese chico me gusta mucho y lo último que quiero es que sepa que soy virgen y que...Dios, que apenas me han besado. Por esa razón necesito que vosotras dos me consigáis a un buen profesor con el que practicar un poco antes de lanzarme a por mí caballero misterioso.

La reacción de las chicas no fue la esperada. Ambas se quedaron paralizadas y boquiabiertas. Segundos más tarde transformaron sus expresiones, Alisa a un ceño fruncido y Lauren en una mueca de duda.

— Lena, deberías perder tu virginidad con el chico al que quieres —aleccionó Alisatal y como había predicho—. Hacerlo con otro para que te prepare el camino no es...

— Lo correcto —terminó Lauren, pareciendo casi culpable por estar de acuerdo con Alisa—. Si el caballero misterioso es un caballero de verdad no le importará tu falta de experiencia.

Lena suspiró y sacudió la cabeza.

— Quizá a él no le importe, pero a mí sí. Quiero sentirme segura con él, necesito esa lección y además que me vea con ese otro chico es parte del plan para saber definitivamente si está interesado.

Eso último pareció convencer a Lauren al menos.

— ¿Cuáles son las reglas? —preguntó ganándose un codazo de Alisa.

— Bueno, la primera y más importante es que debe ser atractivo, me niego a tocar a un adefesio. La segunda es que debe ser de confianza y asegurarnos que no va a revelar mi secreto por nada del mundo. Por supuesto, él debe saberlo todo, así me sentiré más a gusto con las lecciones y libre de presiones. Además evitará complicaciones de sentimientos y celos.

— Genial, será mucho más rápido encontrar un profesor si está al corriente de todo —celebró Lauren de nuevo entusiasmada con el plan—. De acuerdo, déjame pensar en el candidato perfecto.

— Confío en ti —le aseguró Lena. Estaba convencida de que Lauren elegiría a su primo David, ya que cumplía todos los requisitos: estaba abrasadoramente bueno, era de confianza y además ni siquiera iba al mismo instituto que ellas. Era perfecto y la cabecita de Lauren solo necesitaba un poco de reflexión para llegar a esa conclusión.

— Mañana es sábado —anunció Alisa—. Tus padres siempre duermen fuera los sábados, ¿verdad?

— ¿Significa eso que aceptas mi plan?

Alisa suspiró.

—Sigo sin aprobarlo, pero conociéndote creo que de verdad necesitas pasar por esto antes de decidirte por tu hombre de verdad.

— Gracias por entenderlo —apreció Lena—. De todas formas mañana me parece muy precipitado.

Solo pensar en pasar por algo así la llenaba de ansiedad.

— ¿Te parece? —Se burló Lauren—. Yo no creo que una espera de dieciocho años sea precipitado.

Y ante eso tuvo que morderse la lengua.

El reloj sobre su mesita de noche marcó las ocho de la noche. Lena miró los números de la pequeña pantalla digital y tragó saliva con dificultad. Su estómago temblaba protestando contra los nervios de lo que se le avecinaba. Era la hora concertada para que las chicas llegaran con el primo de Lauren.

Echó un último vistazo a su reflejo en el espejo. No es que le importara mucho lo que David pensara, pero su amor propio no quería que el chico la mirara y pensara en su arreglo como una ardua y penosa tarea que debía cumplir.

Por esa razón se había puesto un vestido negro que se ajustaba a su pecho y a su tronco de manera muy favorecedora. Lo que le gustaba de esa prenda era que tenía una hilera de botones sobre el pecho, muy recomendable para la ocasión. Se había echado su larga cabellera sobre el hombro variando de la cola de caballo que siempre acostumbraba a llevar, y le gustaba el toque femenino que eso le había otorgado. Se delineó los ojos con lápiz negro como acostumbraba pero añadió una máscara de pestañas que le dio profundidad a su mirada.

A pesar de haberlo esperado, el timbre de su puerta la hizo dar un salto. Su corazón dio un vuelco que ignoró mientras cruzaba la puerta de su habitación, y volvió a enloquecer cuando se tropezó con los escalones que daban al pasillo, escalones tan familiares para ella como su propio cuerpo. Y ahora ambos le resultaban ajenos.

Cual fue su sorpresa cuando al abrir la puerta se encontró solo a las chicas.

— ¿Es que no puede venir hoy? —preguntó incapaz de ocultar el alivio.

— Oh sí, vendrá, pero queríamos llegar antes para tranquilizarte —contestó Lauren.

Alisa miró hacia el comedor y después hacia el salón.

— ¿Estás segura de que no van a aparecer por casa esta noche tus padres? —preguntó—. Algo así para una primera vez podría resultar traumático.

— Que mis padres me sorprendan en plena faena me resultaría traumático incluso en la centésima vez —se burló Lena, sin poder creerse que la presencia de las chicas la hubieran logrado relajar un poco—. Me llamaron esta mañana desde la casa de la playa, y no volverán hasta el domingo por la tarde.

— Perfecto. ¿Alguna pregunta? —dijo Alisa.

— No, no quiero que parezca aun más planeado de lo que es.

— Tómatelo como una lección de baile —sugirió Lauren.

— Prácticamente lo mismo —se burló Lena. En cualquier momento llegaría David, pero eso ya no le importaba tanto. David era perfecto: era guapo y lo conocía desde pequeña y él ni siquiera conocía a Álex—. ¿Qué le has dicho a David?

— ¿A David? —Repitió Lauren con confusión—. Nada, ¿qué le iba a decir?

Lena arrugó el entrecejo.

— Pero le has explicado que yo...

El timbre volvió resonar, está vez más apremiante que la anterior, interrumpiendo su frase. Ambas chicas la incitaron a abrir la puerta mucho más emocionadas de lo que lo estaba ella.

Con el frío pomo bajo la palma de la mano se dijo que todo iba a ir bien, pero al abrir la puerta su mundo se cayó a trozos contra el suelo, ya que era Álex y no el primo de Lauren el que aguardaba pacientemente en el rellano de su puerta.

Sin pensarlo dos veces volvió a cerrarle la puerta en las narices.

— ¿Lena qué haces? —la amonestó Alisa a su espalda. Hecho positivo ya que le recordó que las chicas estaban allí.

— ¿Qué está haciendo Álex aquí? —preguntó intentando no sonar tan histérica como se sentía.

— Álex es el profesor que hemos escogido para ti —anunció Lauren inconsciente de que acababa de atravesarle el alma con un cuchillo de palabras—. Oh, vamos, no te pongas así, cumple todos los requisitos: es de confianza, tiene experiencia, está dolorosamente bueno, además sois amigos...

— ¡Ese es el problema! —mintió Lena con voz temblorosa.

— Tranquila, él lo entiende perfectamente y se mostró súper dispuesto a ayudarte.

— Le habéis explicado mi situación —musitó Lena más como para sí misma, notando como toda la sangre de su cuerpo se le agolpaba en la frente. Pero las chicas se lo tomaron como una pregunta.

— Todo.

« Genial. Dios, si existes, por favor, termina con mi sufrimiento ahora mismo. Deja que un meteorito se estrellé contra mi cuerpo. »

— Lena, ábrele la puerta —le gritó Alisa tras varios segundos de silencio.

Volvió a tirar del pomo de la puerta, el cual había permanecido en la palma de su mano durante todo el tiempo.

Alex ya no estaba frente a su puerta sino que había caminado de vuelta hacia su coche y fumaba apoyado contra el capó. Hasta en ese maldito instante tenía que ser irritantemente atractivo.

Lena lo llamó con voz temblorosa. Él pareció dudar sobre si acudir a la llamada o no, pero finalmente emprendió el camino, cruzando el jardín hacia ella.

Estaba tan guapo con una sudadera sin mangas y con capucha sobre una camiseta azul celeste que le iba a la perfección, y unos vaqueros anchos y caídos.

— ¿Todo bien? —le preguntó una vez queestuvo frente a su puerta.

— Sí, claro. Pasa a tomarte una copa con nosotras.

« ¡Exacto! Una copa. Eso me ayudará a sobrevivir a esta noche. »

Lena miró la preciosa nuca del chico del que había estado secretamente enamorada desde los quince, entrar ensu casa, sabiendo que había acudidoallí para enrollarse con ella. Lo había hecho para hacerle un favor como amigo, pero aun así, el pensamiento de acostarse con ella había cruzado por su mente y lo había aceptado como algo posible.

El brazo que cerró la puerta parecía haberse convertido en gelatina, también las piernas que usó para seguirlos hasta su cocina.

Ver a Álex en su cocina, después de todas las veces que había soñado con verlo en su casa se le antojó extraño; como si de un sueño se tratara.

Las chicas se quedaron sin necesidad de que se lo pidiera, quizá porque entendieron que tratándose de Álex necesitaba normalizar un poco la situación, hacerla menos violenta.

Seguía en su estado de letárgico estupor cuando le alcanzaron elprimer mojito, el cual habían preparado con los ingredientes que Lena había dejado sobre la encimera.

Por suerte el alcohol siempre actuaba deprisa sobre sus sentidos, bloqueando sus pensamientos y dejándola en el estado de concentración en el momento presente que reivindicaba el Carpe Diem.

También ayudaba el hechoque Álex se comportara con total naturalidad, bromeando y contando historias divertidas como solía hacer en el instituto. No había nada en él que delatara el hecho de que había ido hasta allí para desvirgarla. Solo pensar en esa palabra logró teñir sus mejillas de rojo, pero vació su segundo cóctel para evitar que volviera a ocurrir.

Al final de su cuarto vaso se dio cuenta de que las chicas no habían vuelto del servicio o a donde quiera que hubieran ido esa vez.

— Se han ido a casa, es tarde —contestó Alex cuando expresó ese pensamiento en alto.

La sonrisa alcoholizada que se había alojado de manera casi permanente en su rostro se borró de golpe.

— ¿Debería irme yo también? —preguntó él al verlo.

Quizá fueron los mojitos los que contestaron, quizá el hormigueo de sus dedos que llevaban una hora deseando tocar sus bíceps, o quizá las mariposas de su estómago, pero se sorprendió al oír su propia voz decir.

— Vámonos al sofá.

Una de las ventajas de tener unos padres acaudalados eratener una casa que quitaba el aliento. Y si Álex se había contenido al ver la cocina, no lo hizo al ver el salón, sino que exhaló una exclamación de admiración mientras recorría la habitación con sus ojos. Finalmente activó el televisor panorámico que se desplegó del techo delante de ellos y empezó a hacer zapping.

— No sabía que tus padres estaban tan...untados —dijo, prendado de la calidad del sonido y de la imagen.

— Mi madre es editora jefe en Manché y mi padre es profesor de Universidad —explicó ella distraída, su atención centrada en el enorme y cómodo sofá donde estaban a punto de sentarse.

— ¿Vemos el final del partido? —le propuso él sentándose a su lado pero sin tocarla.

Lena sonrió. Una de las razones por las que no quería preparar esa velada era porque no quería perderse ese partido tan importante para la temporada.

— Oh, vamos —rió Alex—. No hagas como que no lo quieres ver; se que te fastidia perdértelo.

Comentaron las jugadas y Lena lo instruyó en detalles que él no conocía.

— ¿Vas a cambiarte a ese equipo de segunda B que te quiere echar el guante? —preguntó él casi al final del partido.

— Por supuesto, pero mis padres quieren que termine el instituto primero. Así que me queda un año para eso.

Cuando el partido terminó fue como si el hechizo se hubiera roto y volvió a sentirse incómoda. Álex que parecía estar en el sofá de su casa sintonizó un canal de música y se volvió para mirarla.

— Sabes, estoy aquí para compartir contigo un poco de mi experiencia, pero no tienes que hacer nada que no quieras.

— Pensarás que soy una cría —se lamentó ella forzando una sonrisa.

— En realidad me das envidia —dijo él—. A veces me gustaría volver a toda esa inocencia, es...excitante.

Lena se quedó sin palabras. Jamás se lo hubiera ocurrido la posibilidad de que a él le pareciera atractiva su inocencia.

— Vamos, Lena, ¿qué quieres saber?

¿Qué que quería saber? De él todo: qué le gustaba y cómo le gustaba. Era irónico que hubiera contratado a un chico para aleccionarla en como complacerle a él mismo. De todas formas, era demasiado tarde, ya nunca podría confesarle que se trataba de él; sería demasiado humillante. No, aquella era su última oportunidad de estar con él.

— ¿Un vestido así es lo que queréis ver los chicos en una cita? —preguntó al fin.

Los ojos de él se mantuvieron fijos en los de ella, sin necesidad de bajar para inspeccionar la prenda.

— Creo que esos botones pueden volver loco a más de uno.

Incluso con la ayuda del alcohol Lena enrojeció.

— Supongo que no estás acostumbrado a verme con vestidos —musitó con torpeza sin saber cómo encajar el cumplido—. Me he puesto uno para recordar que soy una chica.

— Créeme, nunca he tenido problemas para recordar que eres una chica.

Lena no sabía a que venían los cumplidos, pero estaban obrando maravillas en su cuerpo y en su cerebro y quería saborear el momento un poco más. Era más embriagador que el alcohol.

— ¿Y qué podría hacer para que un chico quiera besarme?

— Decirle: vámonos al sofá.

Esta vez no pudo evitar sonreír a la vez que enrojecía, su rostro parecía arder tanto como su corazón en su pecho.

— Al parecer tengo un talento natural —bromeó ella—. Espero tenerlo para todo.

— Yo espero que no —dijo él con voz ronca tirando de su tobillo, tocándola por primera vez, arrastrándola, su trasero contra el sofá hasta que la tuvo tan cerca que ya no fue un problema colocar su otra mano en su nuca y bajar sus labios sobre los de ella. Lo hizo despacio, besando las comisuras de sus labios primero, su barbilla después, para atrapar su labio inferior entre los suyos.

Él pareció sorprenderse cuando la lengua de ella le salió al encuentro y entonces toda su moderación y lentitud se desvaneció dejando paso a un beso más profundo que la hundió contra el sofá, el peso del cuerpo de élsobre el de ella.

Se besaron hasta quedarse sin aliento, hasta que él anunció que era tarde y que sería mejor que regresara a casa y que la vería al día siguiente en su casa para continuar con la lección.

Se sintió decepcionada al perder el contacto de su cuerpo; pero se alegró de que él le estuviera dando tiempo para habituarse antes de probarlo todo. Le gustaba mucho más pensar que irían despacio, y así tendría más tiempo con él, más tiempo consu compañía antes de que la charada se acabara.

Lo acompañó a la puerta, y él le dio un largo beso de despedida que la dejó con las piernas flojas; casi como si fueran novios.

Ya se iba cuando se dio la vuelta y la observó con el entrecejo fruncido.

— ¿Quién es él? —le preguntó pareciendo enfadado consigo mismo, como si se hubiera prometido no mencionarlo.

Lena se sonrojó.

— No le conoces —aseguró, pensando en David. Ya que habían intercambiado papeles bien podría usarlo de coartada.

Alex asintió y en silencio emprendió el camino de vuelta a su coche. Lena lo observó alejarse, preguntándose si la tristeza que había visto en su rostro había sido imaginaciones suyas.

Tras cerrar la puerta volvió al salón y no pudo evitar sonreír como una estúpida al mirar al sofá donde acababa de pasar la mejor noche de su vida.

Dio un salto al escuchar el sonido de un mensaje en su teléfono móvil, pero se tranquilizó al entender que quien fuera que lo había mandado no podía verla en el salón de su casa.

"¿hay alguna posibilidad de que ese imbécil ya no te guste tanto después de esta noche?" Alex móvil.

Lena se pegó el móvil al pecho y se dejó caer sobre el sofá donde ahogó un grito de felicidad contra la almohada.

Con dedos temblorosos que no atinaban a apretar las delgadas teclas de su teléfono contestó:

"¿Aun estas ahí fuera en tu coche? Me temo que ahora me gusta más que nunca. ¿Sabes por qué?"

Enviar.

Nada. Sin respuesta durante medio minuto. Había empezado a ponerse nerviosa cuando escuchó el sonido de alguien golpeando la puerta.

Cuando la abrió se encontró con Alex con la frente apoyada en el marco de su puerta y observándola con ojos encendidos.

— Dime que se te ha olvidado poner algo en ese mensaje —le pidió sin moverse, con una ligera sonrisa de derrota, como si se hubiera decidido a dejar de luchar contra algo.

Lena sonrió, intentando tranquilizar a su corazón que no podía creerse lo que estaba ocurriendo.

—Sí, me ha faltado decirte que si piensas quedarte toda la noche aparcado delante de mi porche tendré que llamar a la policía.

Alex alargó la mano para entregarle su teléfono móvil, aquel que Lena conocía tan bien porque siempre lo observaba entre sus manos, y siempre que veía ese modelo en algún otro sitio le recordaba a él.

— Llámales, porque mi coche se va a quedar ahí toda la noche —le dijo, entrando en la casa y cerrando la puerta tras él.

Se volvió hacia ella y la atrajo hacia sí por la cintura.

— ¿Entonces cuál era el plan? —preguntó una vez estuvieron frente con frente— ¿Tomar clases mías para utilizarlas en mi contra?

—En realidad, no se suponía que tú serias el profesor —explicó ella con el rostro ardiendo—. Pensé que las chicas elegirían a otro y que además me ayudaría a darte celos. No quería que vieras lo inexperta que soy.

Como respuesta a eso Alex le dio un beso en la sien que logró hacerla derretirse de una manera totalmente distinta a cuando la besaba en otros lugares.

— ¿Te cuento mi plan? —preguntó él.

« ¿Tu también tenían un plan? ¡Oh dios! » Pensó Lena, pero se limitó a asentir.

— Mi plan era darte esas "lecciones" hasta romperte y que te olvidaras de ese otro chico. Pero esta noche el único que se ha roto he sido yo.

Lena se mordió el labio.

— No hay ningún otro chico.

Alex comenzó a depositar pequeños besos por su cuello. — Qué bien suena eso, porque no hay ninguna otra chica. Durante un año lo he intentado, convencido de que solo me veías como un amigo, pero ninguna ha conseguido para esa carrera en la que se lanzaban mis pulsaciones cada vez que te veía.

Alex se quedó a dormir y aunque no hicieron nada más allá de besos y algunas caricias aquella noche fue una primera vez para Lena. La primera vez que tocaba las estrellas.

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