La Hija del Pastor

By AlexitaMay

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Lara, una chica irreverente es enviada a un remoto lugar en México. Si de por sí es horrible estar aquí lejos... More

Capítulo 1
Capítulo 2
Capítulo 3
Capítulo 4
Capítulo 5
Capítulo 6
Capítulo 7
Capítulo 8
Capítulo 9
Capítulo 10
Capítulo 11
Capítulo 12
Capítulo 13
Capítulo 15
Capítulo 16
Capítulo 17
Capítulo 18
Capítulo 19
Capítulo 20
Capítulo 21
Capítulo 22
Capítulo 23
Capítulo 24
Capítulo 25
Capítulo 26
Capítulo 27
Capítulo 28
Capítulo 29
Capítulo 30
Capítulo 31
Capítulo 32
Capítulo 33
Capítulo 34
Capítulo 35
Capítulo 36
Capítulo 37
Capítulo 38
Capítulo 39
Capítulo 39 3/4
Capítulo 40
Epílogo
Buenas nuevas

Capítulo 14

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By AlexitaMay


Regresé a casa con la mano sobre mis labios aún no podía creer que ella me hubiera besado y mucho menos que yo le gustara. Muy pocas veces había tenido a los astros a mi favor pero esta vez tenía alineada a toda la puta galaxia. Sólo debíamos ser muy cuidadosas por los ya tan conocidos vientos que soplaban en nuestra contra.

Llegué a casa directo a la ducha, mis dientes titiritaban de frío y mi costado derecho me dolía cada vez más. Me duché tan rápido como pude y puse la ropa más cálida que encontré. Me dirigí a la cocina, me preparé una taza de café y una de cereal. Constantemente llevaba mis dedos a mis labios... todavía podía sentir sus labios sobre los míos, y su respiración sobre mi boca. Estaba jodida. Jodidamente enamorada de ella.

Fui a mi habitación con ambas tazas y regresé rápidamente por la computadora que estaba en la sala. Dejé que el orden aleatorio hiciera su trabajo, mientras yo me dedicaba a comer. No había un pensamiento en específico, sólo los brillantes ojos de mi rubia cuando me dijo que también le gusto y su sonrisa cuando llene su cara de besos. Si de por sí era difícil sacarla de mi cabeza, con esto tendría para soñar con ella incluso durante la luz del día.

Cuando finalmente terminé con el café y el cereal, me escondí bajo las chamarras buscando calentar mi cuerpo y sobre todo esperando que el calor ayudara a disminuir el dolor. Me di cuenta que no había dejado de sonreír desde la tarde. Era un milagro que la mandíbula no se me haya dislocado. Haciendo un repaso de los eventos del día, sin borrar mi enorme sonrisa, cerré los ojos y me dejé llevar por Morfeo.

A lo lejos aún oía las gotas de lluvia caer rítmicamente sobre la casa y alguna que otra gota chocando contra la ventana pero había un sonido que no era parte de la naturaleza; un sonido más fuerte. Buscaba abrir los ojos pero el cansancio era mucho y era casi imposible despertar. El sonido se hacía cada vez más fuerte y alguien llamaba mi nombre. Abrí lentamente los ojos y busqué regresar a la consciencia. Entonces me di cuenta de que alguien tocaba la puerta; me puse rápidamente de pie y corrí a abrir. Frente a mí un empapado y asustado señor Cardozo.

-¿Qué pasa?-

-Ana... Nunca la había visto así... no para de llamarte.- El pobre hombre hacía un enorme esfuerzo por respirar.

-¡¿La dejaste sola?!- Exclamé exaltada.

-No la iba a traer gritando.- Sentí escalofríos cruzar por toda mi espalda. –Un momento.- Busqué mis tenis y medio amarré las agujetas antes de salir de nuevo. –Las llaves.- Tendí mi mano; me quedó viendo extrañado. –Voy a llegar mucho más rápido.- Me dio las llaves y comencé a correr bajo la lluvia ignorando el dolor de mi costado, sólo quería tenerla entre mis brazos y decirle que todo estaría bien.

Agradecí por la tracción de mi calzado ya que fueron de mucha ayuda para evitar que me cayera en el camino; aumente la velocidad cuando vi la enorme estructura de color morado. Corrí a la parte de atrás y con manos temblorosas buscaba la llave que abriera la puerta; finalmente la encontré y ni siquiera me molesté cerrar. Con pasos largos llegué a la habitación de la rubia... sólo escuchaba las gotas cayendo sobre el techo.

-¡No!- Un espelúznate grito irrumpió la paz y sin pensarlo dos veces me tiré sobre la puerta abriéndola estrepitosamente. -¡Déjame!- Con un indescriptible dolor en mi corazón vi a la rubia hecha bolita en una esquina de su habitación; con el cabello alborotado, una sudadera blanca y el pantalón rojo de un pijama, descalza. –No me lastimes, por favor.- Su voz era apenas un susurro lleno de dolor y miedo.

-Nunca lo haría, cariño. Prefiero cortarme una mano antes que lastimarte.- Dije ahogando mis ganas de llorar. Caminé lentamente hacia ella.

-¿Lara?- Levantó levemente la cabeza mientras me sentaba a su lado.

-Aquí estoy, Anita.- Quería frotar su espalda, abrazarla pero en el estado en el que estaba no creo que hubiera sido conveniente. Las gotas de lluvia y sudor resbalaban de mi cabello al piso, nadie decía nada.

-Esto es lo único que puedo darte... pesadillas y emociones rotas.-

-Quiero todo eso, Ana y si me das la oportunidad quiero enmendarlas.- Muy lentamente comenzó a moverse hasta quedar en mi regazo. Una de sus brazos rodeaba mi cintura mientras el otro se colgaba de mi cuello. La sostuve como a una pequeña bebé y la abracé tan fuerte como me fue posible. –Te tengo, cariño.- Besé su frente y mantuve mis labios ahí por varios segundos.

La tenía entre mis brazos mientras besaba incesantemente su cabeza; no sé si quería que se calmara o era yo la que buscaba la calma. No sería nada fácil estar con ella; en absoluto. Primero la asquerosa parte social, el ser bien vistas por la comunidad. En otro contexto me importaría más un cacahuate pero con ella y la posición de su padre era otra historia. Mi lengua viperina debía descansar y buscar más mesurada; será un buen reto. Y teníamos su pasado, lo que ella viene cargando; pero quería hacerlo. Quería que las cosas entre ella y yo funcionaran. Y el que ella me busque en sus momentos más bajos me da esperanza. La quiero y es lo único que necesito saber para luchar junto con ella.

No sé cuánto tiempo pasó pero el dolor me decía que ya no podía más. Bajé mi vista y vi su pecho subir y bajar muy tranquilamente, se había quedado dormida; estaba más que agradecida por eso. La contemplé, mientras pedía al cielo verla así de calmada todo el tiempo. Aunque sabía que eso era imposible, traía cargando un horrible pasado que se las arreglaba para acosarla cada que podía. Sentí que alguien me observaba y al levantar la vista vi al señor Cardozo reclinado sobre el marco de la puerta, veía con una expresión indescifrable a su hija en mis brazos. Al menos no se veía molesto... creo.

Moví un poco las piernas que estaban a punto de entumirse... esto iba a doler. Incliné mi cuerpo hacia adelante y doblé una rodilla para que ésta me ayudara a ponerme de pie con la rubia en mis brazos. De ninguna manera iba a despertarla. Hice lo mismo con la otra rodilla y ahora estaba hincada.

-Te ayudo.- Ofreció el señor Cardozo.

-Se va a despertar.- Dije casi en un susurro. Apoyé la planta de mi pie y mi costado derecho protestó pero lo ignoré, en un movimiento rápido me puse de pie aguantando las ganas de gritar ya que al ponerme de pie Ana se balanceó sobre la parte afectada. Con sumo cuidado la deposité en la cama y la dejé ahí. Coloqué un beso en su frente y caminé fuera de su habitación. –Supongo que tenemos que hablar.-

-Supones muy bien, dulce Lara.- Me llamó dulce Lara, era algo bueno. Caminamos a la cocina y ocupamos exactamente las mismas posiciones que ocupamos en la tarde. –Gracias.-

-No es necesario, señor.-

-Sí, lo es. Estaba completamente fuera de sí... y por un momento perdí la fe. Estaba enloqueciendo al verla así. Gritaba y manoteaba. Ni siquiera me permitió que la tocara; nunca había pasado eso.- Tomó una pausa. –No quiero ni comenzar a imaginarme lo que mi niña pasó. –Vi como las lágrimas se acumularon en sus ojos y la imagen del hombre fuerte ahora vulnerable me quebró. –Cuando la encontré estaba toda sucia y desnutrida, incluso con las playeras puestas podías ver sus costillas. Apenas y hablaba.- No se contuvo más y dejó escapar sus lágrimas. –No puedes... ningún padre debería sentir la desesperación e impotencia que yo sentí, Lara. Ningún padre, ni nadie. Es un estado de fragilidad emocional que puede llevarte a cometer locuras.-

-¿Cometió alguna?-

-Quería matar a su madre.- Era una confesión con un rastro de pena y odio. –Por la gracia de Dios no lo hice cuando las encontré.-

-¿Ella vive?- Negó.

-Murió el año pasado.-

-Suena horrible pero me alegro.- Inconscientemente mis manos se convirtieron en puños. –¿Dónde la conoció?-

-En la empresa, por supuesto. Llevaba desayunos a las oficinas... era muy bonita. Sucumbí ante mis deseos carnales y la llevé a la cama... varias veces.- Veía hacia abajo buscando respuestas. –Nunca me dijo que había quedado embarazada. Quizá creyó que no me haría cargo.... No lo sé. De pronto dejó de llegar y supuse que había encontrado otro trabajo y la olvidé. Fue muchos años después cuando escuché a las secretarias hablando de ella y de "la niña mugrienta" que siempre estaba con ella. Entonces me di a la tarea de buscarla.-

-¿La encontró rápido?-

-Me tomó más de lo que hubiera deseado. Cuando llegué a Ana tenía once años. Alma se veía demacrada pero con ropa elegante... no había que ser un genio para saber a qué se dedicaba... temí por Ana. Se la pedí pero ella se negaba, argumentaba que la amaba y que no la podía dejar; esa fue su barrera hasta que llevé un cheque con muchos ceros. Prácticamente compré a mi hija.- Se escuchaba culpable. –Era la única forma...-

-Hizo bien, señor.- Tomé su mano por encima de la mesa. –Quizá no es la manera con la que usted esté tranquilo pero definitivamente fue lo ideal para sacarla de ese horrible lugar.- Tenía una pregunta en mente y no podía dejarla pasar. -¿Se hizo la prueba de paternidad?-

-No la necesito; es mía, incluso si la sangre dicta que no. Dios la puso en mi camino y con eso me basta.- Su tono fue solemne. Y ahora yo le agradecía a Él por poner a alguien tan maravilloso como el señor Cardozo a cargo de la rubia.

-No sabe cómo me alegra saber que ella está con usted.- Ambos sonreímos. -¿Cómo fue cuando llegó a sus manos?-

-En casa se encerraba bajo llave en su habitación, devoraba la comida y regresaba a su escondite... rara vez me veía a los ojos, platicábamos no más de treinta segundos... fue muy doloroso. - Mi corazón se hacía cada vez más pequeño al saber el pasado de mi rubia. –Decidí llevarla con un psicólogo... fue ahí donde supe que algo muy malo le había pasado. Al cerrar la puerta y quedarse a solas con él... golpeó la puerta hasta lastimarse y lloraba que la dejarán salir.- Sentí como las lágrimas surcaban mi rostro. –Cambiamos a una psicóloga y a sesiones al aire libre... fuimos por unos meses y todo parecía volver a la normalidad. Me apegué mucho a Dios y a leer la biblia. Iba a lugares donde me hablan de Él y me dio la tranquilidad mental que tanto añoraba y Ana parecía disfrutarlo mucho también.-

-¿Qué pasó?, ¿por qué terminaron acá?-

-Después de un año, Ana me dijo lo que le habían hecho. Simplemente me dijo que habían abusado de ella porque quería algo que era prohibido. Tenía tanto miedo de decirme por temor a que la abandonara; la abracé y le dije que no me importaba a quién quisiera, solo quería verla sana y feliz. Un mes después me llamó papá por primera vez. –Una enorme sonrisa se dibujó en su rostro. –Todo iba bien hasta que un día, estando cerca de la oficina ella se vio a alguien y se echó a correr... volvimos a comenzar de cero.- Notaba la tristeza en su voz. –Se escondía, apenas y comía. Renuncié y tu padre amablemente me siguió dando mi sueldo pero no era justo. Me refugié en la iglesia y un día después de una sesión de estudio me encontré con Norma y terminamos aquí.-

-¿Cree que sea alguien de la oficina?-

-No lo sé, dulce Lara. No lo sé.-

-Quiero encontrarlo y hacerlo sufrir.-

-He hablado mucho con Dios sobre esto y le he pedido perdón por mis pensamientos.- Se agachó. –Una parte de mí quiere buscarlo, sé que tu padre me ayudaría... ¿qué gano, Lara?-

-Verlo podrirse en la cárcel donde le harán lo que le hizo a Ana.- No hace falta decir que estaba enojada. –El hijo de perra que haya hecho esto tiene que vivir un infierno en la tierra y si de mí depende, buscaré hasta debajo de las putas piedras.- Bufé. –Lo voy a encontrar y va a desear no haber nacido.-

-Ya pasé por esa etapa, Lara... es muy nocivo. La mente se llena de imágenes tan horribles y todas parecen tan factibles. Incluso te alegras de lo perversos que pueden llegar a ser tus pensamientos pero... no. No es bueno para nosotros y ella no quería algo así.- Ella es un sol, ¿cómo podría desear el mal a alguien? Incluido el bastardo que la lastimó.

-No me voy a quedar de brazos cruzados.- Era una promesa.

-Por tu rabia quiero creer que ella te ha hablado del tema.-

-Algunas cosas.- Contesté con cautela. –Es todo tan jodido, señor... la admiro por todo lo que ha pasado y seguir de pie. En sus zapatos ya hubiera matado a todo el mundo... su bondad no conoce límites. Es una mujer muy valiente.- Confesé. –Y es tan inteligente pero esto... esto va más allá... no sé cómo describirlo. Honestamente preferiría no conocer tanto, no saber, no ser consciente de lo que pasó pero ella necesita desahogarse y no puedo ser egoísta y no permitírselo.-

-Eres una buena chica, Lara.-

-Sólo para ella.- Yo y mi gran bocota.

-¿La quieres?- Me preguntó con una sonrisa.

-Con todo mi corazón.- Respondí de inmediato. –Yo sé que...-

-Cuando ella me dijo de sus preferencias, no me importó...-

-¿Sus preferencias?- Interrumpí.

-Es gay, Lara.- Me paralicé, enmudecí, bloqueé todo. Shakira tiene una canción describiendo como estoy ahora. Ana es gay. Estaba en shock pero estaba aliviada de alguna manera. -¿No te lo ha dicho?-

-No, señor.- Apenas y podía hablar.

-Disculpa la indiscreción, entonces.- Se notaba apenado.

-Está bien.- Tomé un largo respiro. –Me gusta su hija.- Se echó a reír.

-Ya me di cuenta, Lara.- Seguía riendo. –Lo supe cuando fuiste por ella en la tarde; vi tu aflicción al saberla sola en medio de una tormenta y el hecho de que te ofrecieras a ir por ella me lo confirmó. Bueno, y lo que acabo de ver no es necesariamente una escena de amigas.-

-¿Está de acuerdo?-

-Lara, el amor se manifiesta de muchas formas. Dios en su omnipotencia nos regala la oportunidad de disfrutar de este maravilloso sentimiento a través de los hijos, los hermanos, los padres, los amigos, muchas formas, desde las más sublimes a las más toscas. Dime, ¿con qué autoridad puedo decidir que dos maravillosas jóvenes no pueden disfrutar de este sentimiento?- Me lo quería comer a besos ahí mismo. –Aunque hay cosas que debemos hablar.-

-He hablado con Norma.- Acoté de inmediato.

-¿Ella sabe?- Asentí.

-Es mi confidente, mi amiga, mi mamá a veces, es muy importante para mí. No podía excluirla de algo tan grande.-

-Norma... Norma. Nunca termina de sorprenderme esa mujer.- Sonreí.

-Ella me ha dicho de su posición en el pueblo y lo mal que se vería si alguien llega a saber. Lo último que quiero son problemas para usted o para ella y mucho menos para Ana. Nos estamos metiendo en un predicamento pero tanto usted como yo sabemos que Ana vale la pena. Vale la pena correr riesgos por ella.-

-De acuerdo con eso.- Contestó con una sonrisa. -Sean cuidadosas.- Sentenció.

-¿Me está dando su bendición?- Se echó a reír.

-Sólo quiero ver a mi hija feliz y aparentemente tú ayudas mucho con eso. Así que, sí tienes mi bendición.- La sonrisa me llegaba a las orejas. –Al menos no tendré que ocuparme de que salga embarazada.- Un fantasma me ahorcó porque de pronto tuve un ataque de tos. Estoy segura que mi cara era un tomate y esto causaba una enorme diversión al señor Cardozo quién no dejaba de reír.

-Gracias.... Sí... lo que sea.- Me rascaba la cabeza mientras buscaba que mi cara recobrara su color normal.

-Según Ingrid eres de bromas pesadas.- Se excusó.

-No me esperaba eso de usted; espere a que me sienta más en confianza y no sabrá que hacer conmigo.-

-Ya lo creo.-

-¡Lara!- Todo bien tan bien hasta que la rubia gritó. En menos de tres segundos estaba en su habitación. Se veía muy agitada y buscaba por todos lados. –Te alejo de mí.- Decía asustada.

-Tranquila, Anita.- Me acerqué a ella y la recosté de nuevo. Ella hizo espacio para que yo también me acostara a su lado. -¿Puedo?- Pregunté levantando la mano. Asintió; llevé mi mano a su rostro y la acaricié. -¿Cómo te sientes?-

-Alterada... con miedo...- Buscaba tranquilizar su respiración.

-Estoy aquí y no pienso irme.- Cerró los ojos en tanto mi pulgar jugaba con su mejilla y su pómulo. –¿Quieres hablar de lo que pasó?-

-No quiero lastimarte.- Dijo con ojos vidriosos viéndome fijamente.

-Quiero estar contigo en las buenas pero especialmente en las malas. Deseo estar para ti cuando más lo necesitas.- Su mano buscó la mía, la quitó de su cara y entrelazó nuestros dedos.

-Eres mi ángel.- Confesó con dulzura.

-Soy lo que quieras que yo sea.- Le sonreí y su agarré se hizo más fuerte. –Lo que dije en la tarde... sé que te asustó pero es verdad. Estoy enamorada de ti, Ana.- Guardó silencio por varios segundos.

-No me asusta, me da miedo no estar a tu altura.-

-Para estar a mi altura te hacen falta unos centímetros.- Sonrió. –Eres más que perfecta para mí.-

-¿Lo crees?- Preguntó incrédula.

-No lo creo, lo sé.- Me acerqué y besé su frente. –Te quiero.- Aspiró profundamente.

-Hace tiempo que tengo un vago recuerdo pero nunca lograba ver el desenlace... hoy mientras dormía por fin lo pude ver.- Su rostro se transformó pero no podía descifrar lo que sentía. –Mi madre me llamó a comer, era la primera comida en días, así que corrí pero antes de llegar a ella alguien me jaló y me abrazó por atrás... casi de inmediato llevó su mano a mi... debajo de mi ropa interior. Tenía tanto miedo que no dije nada.- Tomó una pausa. –Yo estaba muy asustada... sacó su mano, llevó sus dedos a su boca y luego de nuevo a mi sexo...- Cerró sus ojos y las lágrimas comenzaron a caer.

-Aquí estoy.- La animé a seguir aunque mi mente me gritaba que no.

-Yo no entendía que pasaba, sólo sabía que me quería lastimar... el sueño me hizo recordar el dolor y sobre todo me hizo recordar que mi madre estaba a menos de cinco metros de ahí y no hizo nada... Me penetró bruscamente... la impotencia, la rabia, la tristeza, todo lo sentí hoy de nuevo... grité y me dio una bofetada... decía que odiaba la bulla. No sé cuánto duró pero se detuvo hasta que sentí algo... dentro de mí.- Abrió los ojos y me vio con tristeza.

-¿Ahí comenzó todo?- Asintió. Sí, definitivamente buscaría hasta debajo de las piedras.

-¿Aún me quieres sabiendo esto?- Desenredé nuestros dedos y los llevé a su cara.

-Cada segundo te quiero más... y no me cansaré de decirte lo valiente que eres. Has soportado tanto, cariño. No es justo.- Quería romper a llorar, ella cree que la voy a dejar de querer por saber los detalles tenebrosos. Más que nunca estaba dispuesta a mostrarle lo mucho que me importa.

-¿Qué me estás haciendo, Lara?- Su rostro era serio.

-Lo mismo que tú a mí.- Respondí con una sonrisa y recordé la vez que me pidió que la abrazara. –Te quiero, Ana.- Se acercó lentamente hasta que sus labios rozaron con los míos.

-Te necesito, La.- Enterró su cara en mi cuello. –No me dejes.- Suplicó.

-También te necesito, cariño. Más de lo que puedes imaginar.- Con mi corazón hecho pedazos velé hasta que la rubia sucumbió al sueño; esta vez no la dejé ir y me dormí con ella en mis brazos.

De nuevo escuchaba una voz en la distancias pero mis párpados era como dos enormes cortinas de acero y simplemente no podía abrirlas. La cabeza me punzaba levemente y sentía frío, mucho frío. Busqué taparme pero algo o alguien me lo impedía. Sentí una mano sobre mi frente y murmuraba algo... no siquiera reconocía quién era. Entonces recordé lo que había pasado durante la madrugada y las terribles circunstancias que me hicieron pasar la noche en la iglesia.

-Ana.- Murmuré.

-La, ¿cómo te sientes?- Contestó de inmediato.

-Me duele la cabeza.-

-Tienes temperatura.-

-Esto bien. Sólo necesito una ducha.-

-Estás loca.- Lentamente abrí los ojos pero los cerré de inmediato, la luz era como un clavo que atravesaba mi globo ocular y sólo aumentó el dolor de cabeza. –Te dormiste con la ropa mojada, tonta.- Me reprendía.

-Tú eres la tonta.- Balbuceé.

-¿Te puedes sentar?-

-No lo sabré hasta que lo intente.- Me dolían los codos; la cabeza estaba por estallar ahora que estaba despierta y la costilla, era preferible una patada en el culo ahora mismo. La rubia se acercó más y me ayudó a sentarme.

-Te voy a quitar la sudadera, La.-

-Pervertida.- Sonreí.

-Es la fiebre hablando.-

-Créeme que estoy caliente.- Está algo ida de la realidad pero no era idiota.

-Haré caso omiso.- Notaba cierto humor en su voz. –Levanta las manos.-

-Esto es un asalto.- Complementé y una risilla escapó de sus labios.

-Estás haciendo esto muy difícil; coopera.-

-¿Cuánto quieres?-

-Lara...- Advirtió.

-Aguafiestas.- Según yo estaba cooperando pero la respiración trabajosa de la rubia decía lo contrario.

-Eres un bisonte.- Dijo riéndose cuando sentí que me quedé sólo con el sujetador deportivo y sentía que estábamos a menos veinte grados. Con una toalla secó mi cuerpo y comenzó a ponerme algo más ligero. Ahora olía divinamente; olía a Ana. –No debes estar tan abrigada.- Explicó. –Llamaré a papá.-

-¡No!- Protesté de inmediato.

-Lara, estás enferma. Lo más seguro es que necesites medicamentos.-

-Un rato más no me hará mal. Sólo quédate conmigo.- Con mucho dolor abrí los ojos y me encontré con su cansado y aún hinchado rostro. –Hola, guapa.-

-Hola, más guapa.- Sonrió y pasó su mano por mis mejillas. -¿Cómo te sientes?-

-Enamorada.- Y pude distinguir el rojo de la pena y el rojo que ya tenía. Se veía tan adorable.

-¿Nunca paras?-

-Ya te había dicho, es un encanto natural.- Se inclinó y besó mi frente. Sentí en mi estómago no mariposas sino un concierto de Rammstein... fuegos artificiales, llamas, látigos, todo.

-Estás hirviendo, iré por papá.-

-No...-

-Su majestad manda.- Irrumpió poniendo su dedo índice sobre mi boca. –Ahora vuelvo.- Asentí derrotada y me dejé caer nuevamente al colchón. El dolor de cabeza cada vez incrementaba más, los dedos me dolían al intentar cerrarlos; busqué cambiar de posición pero todo el cuerpo me dolía. Después de algunos minutos escuché dos pares de pies acercarse. Una mano muy fría se puso sobre mi frente y de inmediato brinqué.

-Pequeña Lara, tienes mucha fiebre.-

-Bien hecho, Sherlock.-

-No puedo creer que esto la haga más sarcástica.- Espetó la rubia y el señor Cardozo echó a reír.

-Me siento responsable por tu condición actual.-

-Bueno, pues su culpa no me hará mejorar.- Dije con una sonrisa. –Le dije que no me soportaría.- Sentí como apretó mi hombro.

-Mañana alegará que no recuerda nada.- Intervino la rubia. –¿Te puedes sentar?- Negué y estiré una mano. –Te ayudo.- La rubia me ayudó a sentarme de nuevo. –Ten.- Me entregó una pastilla y un vaso de agua. Tragué la horrible tableta y me recosté de nuevo.

-Esto debería hacer efecto en una media hora, como mucho.- Habló en hombre alto.

-¿Qué hora es?-

-Las cinco.-

-Escuela...- Murmuré apenas consciente.

-No irás.- Dijo firmemente la rubia. –No iremos.-

-¿Por qué tú...?-

-Para cuidarte.- Contestó a mi pregunta a medio formula. Asentí y me rendí al sueño de nuevo.

Sueños extraños me invadieron, la confesión de Ana, la revelación del señor Cardozo y mi condición física actual eran la combinación perfecta para armar una súper película de ciencia ficción. Sentí una mano posarse sobre mi frente y luego bajar a mi mejilla y acariciarla como mucho cuidado. Segundos después sentí los labios de la rubia sobre mi frente. Regresé a la consciencia y tomé su mano antes de que la alejara.

-Hola.-

-Hola.- Dije abriendo los ojos y encontrándome con su enorme sonrisa.

-¿Cómo te sientes?-

-Me duele la cabeza un poco...-

-Hace un par de horas que no tienes fiebre.-

-¿Qué hora es?-

-Las diez.-

-¿En serio?- Asintió. –Hacía mucho que no dormía tanto.-

-Para la próxima que no sea porque estás enferma.- Me sonrió.

-¿Cómo te sientes?- Pregunté.

-Bien.-

-¿Sólo bien?-

-A salvo contigo aquí, preocupada porque tienes una costilla morada y un terrible resfriado.-

-Estaré bien.- Le dije tratando de tranquilizarla. Me moví un poco y sentí una gota deslizarse por mi estómago. Agaché la mirada y vi una compresa en mi costilla.

-Hierbas que ayudan a desinflamar. O eso dice Daniel.-

-¿El papá de Ofelia?- Asintió. –Creí que me odiaban.-

-Se quieren disculpar contigo.-

-Pueden besarme el trasero.- Me pegó suavemente en los labios.

-Lenguaje.- Reprendió.

-Sabes mi postura acerca de su actitud. Ayer Ofelia quiso disculparse y darme el dinero que perdí por los días que no entrené. No necesito limosnas.-

-No es una limosna. Está buscando enmendar su error.-

-Dándome dinero.-

-Compensando lo que te hizo perder; está aceptando y admitiendo su error, La. El que ella se acerqué implica que rompió su orgullo para contactarte. Al menos deberías intentar escucharla aunque no aceptes el dinero.- Odio cuando tiene la razón.

-Lo intentaré.- Una respuesta neutral.

-Buena chica.- Buscó acercar sus labios a los míos pero me hice para atrás. -¿Qué pasa?-

-Que estoy enferma. No te voy a besar.-

-No me vas a contagiar.- Negué.

-Lo siento pero no te voy a enfermar.- Tapé mi boca con ambas manos y la rubia comenzó a reír.

-Fastidiosa.-

-Tonta.- Ambas sonreímos.

-¿Tienes hambre?- Mi sonrisa se hizo aún más amplia. –Por supuesto que tienes hambre... Aunque eso debe ser una buena señal.- Acarició mi mejilla y se puso de pie. –Iré a prepararte algo.-

-Gracias, rubia.-

-No son necesarias.- Dijo antes de desaparecer. Estaba tan feliz por lo que estaba pasando entre nosotras, ella gusta de mí, yo la quiero con locura y esto se sentía como estar en las nubes. Me costaba creer que algo así de genial me estuviera pasando a mí pero mentiría si dijera que no tengo miedo. Si de por sí en las grandes ciudades una pareja gay es mal vista aquí seríamos las más grandes pecadoras de la historia.

Y me molestaba porque quiero presumir a Ana con el mundo, que vean lo que ella es, lo increíble que habita en ella pero aquí no podría. Aquí éramos unas simples chicas que comenzaron con el pie izquierdo y que ahora habían llegado a un común acuerdo. Aquí debíamos escondernos como si querernos lastimara a la gente. Éramos como una enfermedad que debía estar encapsulada lejos de todo contacto humano para evitar provocar discordias. Era una mierda pero por ella me echaría en contra al mismísimo Al Qaeda.

Ana regresó después de varios minutos, al igual que yo, parecía que la sonrisa la tuviera fijada en el rostro. Se veía preciosa con su cabello levantado. Se sentó cerca de mí y puso la mano sobre mi frente para después dejarla descansar sobre mi mejilla. No necesitábamos decir algo, estábamos comunicándonos a un nivel más profundo.

-¿Quieres que te traiga el desayuno?- Negué.

-Voy al comedor.- Estiré mi mano y de inmediato la tomó para ayudarme a levantarme. -¿Y mis tenis?-

-Afuera, secándose.- Buscó debajo de la cama y sacó unas pantuflas. –Me quedan un poco grandes, debería ser adecuadas para ti.- Y tenía razón. Avanzamos lentamente a la mesa; la costilla me dolía pero no tanto como ayer y la cabeza punzaba pero era soportable. Ana muy amablemente movió la silla para que pudiera sentarme, creo que estaba exagerando un poco pero agradecía con el corazón lo que estaba haciendo.

-¿Qué preparaste?-

-Papá hizo una sopa de verduras y pollo.- Contestó con una dulce sonrisa. –Serás la consentida hoy.-

-Eso parece.- Ana me sirvió una porción moderada y un vaso de limonada. Se sentó justo frente a mí.

La mayor parte del tiempo la pasamos en un agradable silencio y de vez en cuando viéndonos y sonriendo como tontas. El desayuno sabía a gloria, incluso me hizo sentir un poco más aliviada. O quizá era el simple hecho de que comiendo me siento bien, no importa la hora o lo que esté pasando. Estábamos por terminar cuando sentí una pequeña punzada en mi costado derecho que me hizo saltar un poco.

-¿Qué pasa?-

-Nada... un pequeño dolor.-

-¿Segura?- Asentí.

-Yo no soy así, Ana.- Me vio confusa y comencé a reír. –Soy deportista, a pesar de que ahora prefiero el voli, he jugado muchos deportes y lo hago bien. Siempre. Puedo presumir que soy una persona muy coordinada y ágil. Mi coach en Texas a veces me decía ardilla por mi capacidad de reaccionar, por eso me hicieron libero del equipo. Pero cuando algo te involucra a ti, me pierdo. No coordino, no hay agilidad, todo lo que suelo ser desaparece... es como que enfocarme en ti bloquea todo lo demás.- Ella me veía expectante con una leve sonrisa. –En otras circunstancias no hay manera de que me hubiera caído. Lo sé.-

-Lo siento.-

-No, no te culpo. Te estoy... exponiendo lo que me pasa desde que estás en mi mente. Alteras todo, Ana.- Me acerqué más y tomé su mano por encima de la mesa. –Me gusta lo que provocas. Es algo nuevo.- Ahora su sonrisa fue más amplia y correspondió al mi agarre poniendo su mano libre sobre la mía.

-También provocas cosas nuevas en mí, Lara.- Ese brillo en sus ojos de nuevo. –Puedo decir que odio que me toquen, no soporto el contacto físico pero tú eres la gran excepción. Es... no sé cómo podría describirlo. Es casi como un antídoto al más letal veneno. Me alivia, me quita la ansiedad, el miedo...- Su rostro se tornó un poco más serio. –Me falta mucho para aprender a aceptarme y a quererme con todo el equipaje que traigo pero con todo el ahínco de mi corazón puedo decir que te quiero, Lara. Nunca he estado tan segura de algo en mi vida.- No sé cómo pero en un instante estaba de cuclillas a lado de ella. Con mis manos sobre sus rodillas.

-¿Cómo te atreves a dudar que eres perfecta para mí?- Cuidadosamente tomó mi rostro entre sus manos y lentamente descendió hasta que sus labios se encontraron con los míos.

Son en momentos como estos donde replanteamos nuestros conceptos y vemos el mundo de diferente manera. Para mí, felicidad era estar en un lugar alejado con mis audífonos y mis canciones favoritas sonando; era ver las nubes trepada en un árbol en casa de mis padres; era abrazar a papá después de que llegara de una larga jornada de trabajo y me cargara entre sus brazos. Hasta ahora. Felicidad es ser correspondida. Sentir los labios de la persona que quieres sobre los tuyos; sus manos sobre tu piel; su aroma haciéndote perder los sentidos. Felicidad es encontrar quién te complementa y te hace mejor. Mi felicidad se llama Ana.

-Te quiero, fastidiosa.- Habló sobre mis labios después de unos segundos.

-Te quiero, tonta.- Le dio un beso rápido y regresé a mi lugar. –El mejor desayuno de la historia.- Declaré con una enorme sonrisa.

-Sé que cocino bien pero no es para tanto.- Dijo el señor Cardozo entrando a la cocina.

-Claro que lo es, señor. Es la sopa de verduras más exquisita que he probado en mi vida.-

-Creí por un momento que el hecho de que estuvieras besando a mi hija había influido.-

-¡Papá!- Dijo Ana escandalizada y entre mis nervios y la pena no me quedó de otra que echarme a reír. La pobre rubia cambiaba de colores y me veía como pidiendo disculpas.

-Eso también ayudo, señor.- También rió.

-Tengan en cuenta que mucha gente entra aquí.- Asentimos ambas. –¿Te quedas, Lara?-

-Sólo esperaré a que mis tenis estén secos y me voy.-

-De ninguna manera- Espetó la rubia. –Ella se queda, papá.- Dijo firmemente.

-Bueno, comenzamos a ver tendencias.- Dijo entre risas el hombre alto antes de desaparecer por la puerta.

-¿Así que me quedo?-

-Sí.-

-¿Quién dice?-

-Yo lo digo, Lara.- Estaba a punto de protestar. –Estás enferma y con una costilla morada, no vas a ningún lado al menos hasta que alguno de esos dos asuntos se arreglen.- Hice el saludo militar.

-Sí, jefa.-

-Lara, esto es serio.-

-Muy serio.- Estaba buscando la manera de no reírme. –Súper serio.-

-Bien, vete.- Se cruzó de brazos.

-Bien. Me voy.- Me puse de pie y comencé a caminar pero antes de llegar a su habitación sentí sus brazos alrededor de mi vientre.

-No te vayas.-

-¿Realmente crees que me iría? Te tengo para mí todo el día, eso no me lo pierdo.- No necesitaba verla para saber que estaba sonrojada.

-Vamos al bosque.- Obviamente no iría con el calzado que traía en esos momentos así que nos quedamos platicando de la escuela y banalidades. Cuando al fin los benditos tenis estuvieron lo suficientemente secos para la rubia, nos encaminamos al bosque.

Al iniciar el camino íbamos a unos centímetros de la otra, de vez en cuando viéndonos, sonriendo y regresando la vista a la imponente naturaleza frente a nosotras. Ya estando muy dentro, Ana fue la de la iniciativa y escurrió sus dedos entre los míos. Con una sonrisa llevé su mano a mis labios para depositar un beso en el dorso.

-Quería hacerlo antes pero... alguien puede estar por ahí.- Se justificó.

-Yo pensé lo mismo, no te preocupes.- Caminamos hasta llegar a nuestro escondite y nos sentamos en el lugar donde ella me besó.

-Fue terrible ayer.- Recordó. –Estaba a punto de irme cuando el sonido apareció... y yo simplemente no pude. Después comenzó a llover y no me quedó de otra que refugiarme debajo del árbol.-

-Hiciste bien.-

-No podía mantener mi mente enfocada...- Suspiró. –Nunca me había pasado algo así; fui tonta al venir viendo las nueves tan turbias.-

-Necesitabas pensar. Tu padre me ofreció venir a buscarte pero lo rechacé; no quería presionarte. Estaba a punto de irme a casa cuando escuché el trueno. Lo demás, ya lo sabes.- Le sonreí.

-No sabes cuánto me alegra que hayas sido quien vino y no papá.-

-También yo, cariño.- Me acerqué más a ella y pasé mi brazo encima de sus hombros y la atraje más a mí. -¿Qué pasó con Liv?- Necesitaba saber qué mierda hizo que la quisiera golpear.

-Nada.- Respondió de inmediato.

-Dijimos que seríamos honestas.-

-No quiero que te metas en problemas, La.- Se escuchaba afligida.

-Sé que ahora que me destapé debo ser más paciente que nunca porque me van a querer provocar y yo llevo las de perder. Ya hablé con Norma de esto después de que te fuiste ayer.-

-Lamento lo de ayer...-

-Yo no, eso hizo que el beso se sintiera más intenso por el drama previo.- Comenzó a reír.

-Bueno, viéndolo desde ese punto estoy de acuerdo.- Besé su cabeza.

-¿Qué pasó con Liv?- Regresé al tema. –Por favor.-

-Tuve una pesadilla el domingo.- ¡Lo sabía! Algo estaba mal. –Llegué adormitada a la escuela, me dolía la cabeza, me sentía algo mareada... fue una noche mala y por accidente la pasé a empujar.-

-De entre muchos alumnos justo a ella. Qué suerte.-

-Dímelo a mí.- Apoyó su cabeza en mi hombro. –Se puso como loca cuando la toqué. Ni siquiera le pude pedir disculpas cuando ya me había empujado en contra la pared. No controlé mi cuerpo y terminé en el piso. No sé en qué momento aparecieron Ángel, Liz y Pao.-

-¿Te dijo algo?- Hesitó por varios segundos. -¿Ana?-

-Dijo que era una zorra que provocaba a los hombres.- La sentí tensarse.

-No hay forma de que ella lo sepa.- Dije de inmediato. –Es imposible que ella sepa. Tanto tu padre como Norma son muy discretos con esto. No pienses en eso, cariño.-

-¿Entonces por qué me dice cosas así?- Se estaba comenzando a estresar. Me puse de rodillas frente a ella en un santiamén.

-Hey, ¿puedo?- Levanté mis manos. Ella asintió. Tomé su rostro y acaricié sus pómulos. –Por más idiota que suene, no es contigo.- Me vio extrañada. –Sabrá Dios que puto trauma ha de tener y buscar desquitarse con alguien.-

-Yo no soy así.- Agachó la mirada.

-Cariño, tú eres punto y aparte respecto a cualquier persona que haya conocido. Tu bondad y todo lo que tú eres no tiene comparación con nada ni nadie en este mundo. Por favor, no te pongas en una balanza con Olivia.- Mi tono era un poco más severo del deseado pero quería que entendiera el punto. –Tú buscas como salir a flote y Olivia disfruta ahogarse y ahogar a la gente que la rodea.-

-Fuimos amigas los primeros meses.-

-¿En serio?- La vi sorprendida. Quité mis manos de su rostro y busqué una posición más cómoda. -¿Qué pasó?-

-Es una pregunta muy buena a la cual no tengo respuesta. De un día para otro dejó de hablarme y días después comenzaron los insultos... hasta ahora.-

-Puede que esté loca.- Sonrió. –Eso es muy extraño.- Entonces recordé la conversación que no debí escuchar. -¿Quién es Marcos?- Abrió los ojos sorprendida.

-¿Te dijo?- Negué.

-Lo escuché por accidente.- Su sonrisa desapareció. -¿Qué sabes?-

-Tenía unos meses saliendo con Norma, era profesor de educación física.-

-Continúa.-

-Apareció muerto... en dónde estás viviendo.-

-¡¿Qué?!- Sentí que el aire me faltaba. -¿Estoy durmiendo donde alguien murió?, ¿planeaban decírmelo?-

-No hubo sangre, ni nada... estaba tirado en la cocina.-

-¿Saben quién fue?- Negó. -¿Tienen sospechas?- Asintió.

-¿El papá de Olivia?- Me apuré a decir.

-¿Qué? No, un forastero que estuvo por aquí en esos días.- Revelé algo sin querer. -¿Por qué crees que tiene que ver?-

-Es muy retorcido...-

-Dime, Lara.-

-Escuché a los hombres diciendo que... que tenía relaciones con Olivia. Prácticamente lo aseguraban y ya sabes... creen que el doctor lo supo y él lo mató.- La rubia estaba muy sorprendida por lo que acababa de confesarle. –Me duele la cabeza sólo de recordar que estuve en el lugar y momento equivocados.-

-¿Te vieron?-

-Lo dudo.-

-¿Dónde estabas cuando lo escuchaste?-

-Antes de llegar a casa me caí, estaba por levantarme cuando ellos comenzaron a hablar. Me cubrían unos arbustos... Me quedé petrificada, no podía moverme y me tuve que tragar todo eso.-

-¿Por eso le dijiste si ella te mataría o tu papá?- Asentí.

-Fue muy estúpido de mi parte decir eso. Estaba muy molesta y no pensé.-

-Altamente estúpido, Lara.- La vi tensarse. -Si él sabe que tú sabes...- Comenzó a hilar ideas temerosamente.

-Si es verdad, estoy en su mira.-


A/N Hola, queridos lectores :) Odio quererlos tanto jajajaja Aquí voy, otra vez, publicando antes del fin de semana.

Como siempre, muchas gracias por sus votos y comentarios. La historia ya tiene más de 50k lecturas OMFG!!! No lo puedo creer! Muchas gracias a todos ustedes por leer.

Leí un comentario dónde me preguntaban si era lesbiana; estoy muy en contra de las etiquetas sociales y todo lo que sea medio para dividirnos como seres humanos. Y con lo de Orlando, me pegó muy fuerte; hablar de si fue la religión o el control de armas o lo que sea es entrar en controversias porque es cuestión de perspectivas. Y dependiendo de nuestras vivencias y bases morales nuestras perspectivas cambian. Lo único que nunca aceptaré es quitarle la vida a gente inocente por pensar diferente.

De nuevo, lo que más necesita este mundo es amor, bondad, humanidad, empatía y aceptación. Aceptar que estamos en constante evolución y que nuestros antiguos moldes se están oxidando. Nadie, absolutamente nadie tiene el derecho de decirme a quién sí y a quién no debo amar. Llámese iglesia, políticos o cualquier institución social. Las normas sociales son eso, normas y concepciones que pueden ser puestas en duda o cambiadas. El amor no. Yo me quedo con eso. En cuanto a mi orientación sexual, soy una persona que ama las personas. Punto.

Visiten el elcirculcolibri hay cosas poca madre. Se viene la cuatra parte de "Dos Semanas" *grita emocionada* y espero la otra semana actualizar "Mi Profe de Piano" ;)

@NineOth  Espero el capítulo ayude en tu pronta recuperación. ;)

Que su fin de semana sea maravilloso, lleno de muchas cosas positivas y productivas :)

Saludos desde un incandescente rincón de México

Ale :) 

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