Tú Eres Mi Sueño. (Completa Y...

By Becoleman

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¿Existirá alguien en la vida real, que me ame y acepte como soy? Hola, soy Isabelle, pero todos me dicen Bell... More

Capítulo 1
Capítulo 2
Capítulo 4
Capítulo 5
Capítulo 6
Capítulo 7
Capítulo 8
Capítulo 9
Capítulo 10
Capítulo 11
Capítulo 12
Capítulo 13
Capítulo 14
Capítulo 15
Capítulo 16
Capítulo 17
Capítulo 18
Capítulo 19
Capítulo 20
Capítulo 21
Capítulo 22
Capítulo 23
Capítulo 24
Capítulo 25
Capítulo 26
Capítulo 27
Aviso...
Informe

Capítulo 3

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By Becoleman

Después de enviar aquel mensaje, y terminar el té, me comenzaba a sentir mucho mejor, aunque no del todo. Christopher no dejaba de mirarme, haciéndome sentir algo incómoda y extraña.

Decidí levantarme del sofá para llevar la taza a la cocina pero él me lo impidió.

- Yo la llevo, tú, quédate aquí. - Asentí, viéndolo alejarse de mí, dándome espacio para analizar lo que me rodea.

El apartamento es hermoso. Las paredes son de un color crema, casi beige, bastante espacioso. Apenas cruzas la puerta de entrada, chocas con la sala y el comedor, adornadas por unos muebles hermosos. La sala tiene dos sofás individuales y uno doble de color negro, haciendo bastante contraste con el color de las paredes.

El comedor es de 4 puestos. La mesa es de madera con vidrio, cuadrada; los asientos combinan el color negro con el color vino de la cojinería, dándole un toque especial. Está ubicada cerca de un ventanal enorme que te deja admirar la bella vista de la ciudad.

Me levanté con cuidado del sofá, acercándome a la ventana, disfrutando de aquella vista que te atrapa sin que te des cuenta. No me di cuenta de la presencia de Christopher hasta que habló.

- Es hermosa, ¿no? - Dí un pequeño salto por el susto, llevando una de mis manos a mi pecho. Él estaba a mi lado, mirándome con intensidad. - Lo siento, no quise asustarte. Debí haber hablado mucho antes pero, te vi tan concentrada disfrutando la vista que no quise distraerte. - Me regaló una hermosa sonrisa.

- Tranquilo, yo no debí perderme tanto en ella. - Le di una pequeña sonrisa, mirando al frente de nuevo. - Perdona por todo esto. No quise incomodar.

Escuché un leve suspiro escapar de sus labios mientras por el rabillo de mi ojo, lo veía mirar hacia el frente.

- No incomodas. Fue un gusto haber ayudado. Y por mi abuela, bueno, ella siempre es así. - Lo observé unos segundos, sintiéndome sorprendida mientras observaba su bella sonrisa.

Creo que sintió que lo miraba porque volteó a verme y su mirada penetraba mi alma, intentando leer mi interior; me sentía nerviosa.

- Y-yo creo que es mejor que me vaya. Me deben estar esperando en casa. - Me di la vuelta para alejarme pero él me detuvo, colocando sus manos en mi cintura; me estremecí ante su agarre.

- Sólo espera a comer algo y te llevo. No nos demoraremos; mi abuela ya terminó todo. - Me giré levemente, observando su bello rostro, sintiéndome aturdida ante él; asentí levemente.

Giré mi rostro al escuchar que alguien salía de la cocina y me fijé en la señora que dejaba una bandeja de comida sobre la mesa, sorprendiéndome ante lo que mis ojos veían.

¿¡Esa es la abuela!? ¡¡Dios mío, se ve demasiado joven para ser una!!

Por lo general, uno piensa en abuelos y se imagina a los típicos ancianos arrugados, con el cabello blanco o algo por estilo pero, ésta mujer, parecía de unos 50 años o menos.

Cabello castaño oscuro, recogido en una coleta; piel blanca como la de Christopher, ojos verdes pero más claros que los de él, con muy buen cuerpo. Su piel no mostraba rastro de arrugas y debía medir un 1,80, más o menos, porque se veía más alta que yo.

Ella se fijó en mí, sonriendo con ternura, limpiando sus manos en su delantal, acercándose a mí.

- Hola, querida, mucho gusto. Soy Annabeth, la abuela de éste individuo. - Lo miró con una sonrisa de orgullo y extendió su mano hacia mí, la cual tomé sin dudar. - ¿Y tú eres? ¿Su novia?

Abrí mis ojos con sorpresa, intentando no atorarme con mi saliva, sin saber qué decirle.

- Abuela. - Miré a Christopher, quien tenía una mirada de vergüenza en su rostro. - Es una amiga.

Bueno, de amiga todavía no sé, lo conocí hasta hoy.

- Soy Isabelle, mucho gusto. - Le sonreí. - Aunque todos me llaman Belle. Y sí, soy la amiga de su nieto.

En mi voz se escuchaba la confusión pero Annabeth no lo notó; soltó mi mano con algo de vergüenza.

- ¡Oh, claro! ¡Qué torpe soy! - Se cubrió el rostro como si hubiera dicho algo malo. - Éste ser no ha traído a ninguna chica antes aquí. No sé si es porque le da pena o es porque sabe que si trae a alguna rara o loca, los echo a escobazos del apartamento.

Me reí ante el comentario de Annabeth y miré a Christopher que se hallaba demasiado incómodo ante los comentarios de su abuela.

- Pues, hasta el momento, no soy rara ni loca, así que puede estar tranquila, Señora Annabeth. - Ella me miró con ternura y una bella sonrisa.

- Oh, cariño, puedes decirme Beth, Anna, abuela o como quieras. - Sonreí ante su comentario y asentí. - Por cierto... - Ambos la miramos, esperando a ver qué diría. - Hacen muy linda pareja.

Sentí a mis mejillas arder e incliné mi cabeza, intentando que mi cabello cubriera mí vergüenza. Miré de reojo a Christopher, viendo que también estaba sonrojado, haciéndolo ver más hermoso de lo que ya es.

¡Isabelle, contrólate!

- Vengan, chicos. - Annabeth nos hizo señas para que nos sentáramos y ambos hicimos caso.

Comenzamos a cenar lo que Annabeth preparó y, debo decir que, estaba delicioso. Mientras cenábamos, estuvimos hablando de cosas neutrales como mi familia, mi estudio y eso; nada fuera de lo común.

Al terminar, decidí que ayudaría a Annabeth a recoger todo y llevarlo a la cocina para ayudarla a limpiar.

Al entrar a ella, me llevé una buena sorpresa. Totalmente blanca, contrastando con el negro de los gabinetes de las alacenas y una isla en medio de ella; no era nada pequeña.

Annabeth comenzó a lavar los platos mientras yo la ayudaba a secar; Christopher fue a cambiarse, así que estábamos ella y yo, solas en la cocina. Nos quedamos en silencio unos momentos, hasta que decidí romperlo.

- Beth... - Ella me miró, esperando por lo que diría. - ¿Puedo preguntarte algo?

- Claro, cariño, lo que quieras. - Me sentía nerviosa con sólo pensar en la pregunta pero me atreví a hacerlo.

- ¿Qué sucedió con los padres de Christopher? - Ella dio un leve suspiro y enseguida me arrepentí de haber preguntado. ¡Eso no te incumbe, Isabelle! - Lo siento, Beth. Eso no es de mi incumbencia, no debí preguntar.

- Tranquila, cariño. Pasó hace mucho tiempo pero lo recuerdo como si fuera ayer. - Beth se quedó mirando a un punto fijo sin ver nada en realidad; yo sólo esperé en silencio. - Mi muchacho todavía era un niño cuando todo sucedió. Tenía alrededor de unos 7 u 8 añitos y para él fue más difícil. Mi hija Isabella y mi yerno Michael, habían salido de viaje por negocios. Mi esposo y yo nos quedamos con Chris durante esos días. Cuando venían de regreso, Christopher estuvo emocionado los últimos dos días, deseoso por ver a sus padres después de una larga semana. Era viernes en la noche y el cielo había decido caer sobre todos, causando turbulencia en el vuelo de sus padres. Sin esperarlo, un rayo impactó en una de las alas del avión, haciendo que perdieran el control y se estrellaran con fuerza, y rapidez, en el mar. El avión se hizo pedazos...

Ella dio un leve suspiro y yo estaba haciendo todo lo posible por no hacer ruido alguno; podía sentir el nudo en mi garganta, queriendo escapar.

- Esa misma noche me llamaron, dándome la mala noticia. Me quebré, cariño. En mi interior pensaba en cómo decírselo a él, a mi pequeño hombre, y cuando decidí hacerlo de la mejor manera que creí posible, él se rompió. Quería morirse, estaba devastado. Entre su abuelo y yo nos encargamos de él. Mi esposo era veterano de guerra pero era el hombre más amoroso del planeta. Logró hacer que mi muchacho se recuperara y que volviera a ser un poco como el de antes, aunque no del todo. A los dos años de la pérdida de sus padres, mi esposo falleció, causando otro golpe bastante difícil para él. Yo me sentía devastada, claro; casi 30 años casada con ese hombre no se olvidan tan fácil pero, ¿mi Chris? Él intentó muchas veces escapar de la realidad pero no lo hizo pensando en que me quedaría sola; no quería dejarme sola. Se encerró en su propio mundo, volviéndose más desenfrenado; comenzó a fumar, beber, meterse con mujeres fáciles, en fin, se enloqueció. Le rogaba que no lo hiciera, que pensara en mí y en su futuro; no quería perderlo.

Ella se detuvo un momento y me miró; la miré de vuelta.

- No llores, hermosa Belle. - No me había dado cuenta de que estaba llorando hasta el momento en que pasé mi lengua por mis labios y los sentí salados.

Pasé el dorso de mi mano por mis ojos y los sequé, sorbiendo un poco la humedad de mi nariz. Ella me miró con ternura, continuando con la historia.

- Al final, él se compuso, se corrigió. Tuvo unas cuantas relaciones que lo dañaron y se volvió aun más cerrado de lo que era; por eso la pinta de "chico malo". - Se echó a reír y yo sólo pude sonreír un poco. - Aunque, cuando lo conoces a fondo, es el hombre más bello, tierno, romántico, detallista, cuidador y encantador que puedas conocer. Y, aquí entre nosotras, - se acercó a mi oído y susurró - tú le gustas, Belle. Pude notarlo apenas llegaron, viendo que no quitaba sus ojos de encima tuyo; como si estuviera viendo un ángel, o lo más bello del planeta.

Me asombré ante aquella información, sin saber qué decir; apenas nos conocimos hoy. Miré a Beth y ella me observaba con una sonrisa enorme en su rostro.

- Nos conocimos hasta hoy, Beth. Es imposible. No me conoce, ni yo a él. No sabe cómo puedo ser. - Beth me miró con ternura.

- También te rompieron el corazón,¿verdad?

Me quedé sin respiración, sintiendo a mis ojos llenarse de lágrimas; comencé a parpadear con rapidez, evitando las lágrimas. Beth seguía mirándome, esperando la confirmación de lo que ella ya sabía y había visto; asentí.

- Mi querida Belle, no te quedes en el pasado. Vive, cariño. Las heridas con el tiempo sanan, así hayan sido hace un mes, hace un año, o los que sean, todo pasa y se supera. No tengas miedo, Belle. - Habíamos terminado de lavar los platos, y ella se acercó a mí, abrazándome. - Eres hermosa. Y puedo darme cuenta que tienes un gran corazón. - Le devolví el abrazo y sonreí.

- Gracias, Beth. Por confiar en mí. - Hablé en su hombro, sintiéndome agradecida.

- De nada, Belle, tú me produces mucha confianza y, desde ya, te quiero. - Sus palabras me hicieron sonreír.

- También te quiero, Beth. - Se separó de mí y tomó mi rostro entre sus manos, dejando un beso en mi mejilla izquierda.

- Vayamos a buscar a Christopher. - Asentí y salimos de la cocina.

Al entrar a la sala, nos encontramos a un Christopher silencioso, sentado en el sofá doble; su cabeza estaba entre sus manos, luciendo indefenso. Beth se acercó a él.

- Cariño, ¿estás bien? - Él levantó su mirada a la de Beth, dejándonos ver que sus ojos estaban llenos de lágrimas. - Oh, Chris, estabas escuchando...

Abrí mis ojos como platos y un nudo se formó en mi garganta al recordar lo que Beth me había contado, descubriendo que él nos había escuchado; Christopher la miró y asintió.

- Fue mi culpa. Lo siento. No debí preguntar algo que no me incumbía. Lo siento.

Incliné mi cabeza y respiré lentamente, evitando el sentimiento de culpa que me invadía. Sentí que alguien me abrazaba por un costado y, al levantar mi cabeza, era Beth.

- Tranquila, Belle. No te disculpes por eso. Tenías curiosidad, es normal. - Ni que fuera niña pequeña; me siento fatal. - Christopher. - Él la miró en silencio y con dolor. - ¿Llevarás a Belle a su casa? - Asintió. - De acuerdo. Entonces, Belle, - se giro a verme - vuelve pronto. Me encantó tu visita.

Y me dio un abrazo, el cual correspondí enseguida.

- Haré lo que pueda, Beth. - Nos separamos.

- Vuelve pronto, Christopher. Sabes que me preocupo si te demoras. - Le dio un beso en la cabeza y se marchó, dejando una escena conmovedora dentro de mí. Sólo son ellos dos.

Él se levantó de su asiento, inspiró profundamente, restregó sus ojos con algo de rudeza y me miró.

- Vamos, Isabelle, te llevaré a casa. - Asentí.

Salimos y tomamos el ascensor en silencio. Al llegar al lobby, nos encontramos con el señor Alberto de nuevo, quien sonrió al vernos.

- Buenas noches, señor Coleman. Señorita. - Asentí en mi lugar y Christopher le dio una medio sonrisa.

Salimos del edificio y, menos mal que llevaba el abrigo de Christopher, porque afuera hacía demasiado frío. Me abracé a mí misma, caminando en silencio hasta donde estaba su auto.

Me sorprendí al estar frente a él: un camaro negro. ¡Un bendito camaro negro!

Él se hizo a mi lado, apartándome un poco, abriendo la puerta para mí. Lo miré con timidez y le sonreí con gratitud. Subí al auto, él cerró mi puerta, dio la vuelta y se subió.

Nos puso en marcha mientras yo analizaba todo; se sentía de maravilla éste auto. La cojinería era toda en cuero negro con unos pequeños vestigios de un color rojo pero bastante oscuro. Los vidrios estaban algo tintados, impidiendo la visión desde afuera; al menos no queda uno ciego en la noche. Pidió la dirección de mi casa y se la dí.

Encendió la radio, dejándome escuchar que estaban pasando la canción de John Legend "All of me", casi me da un ataque por la emoción. Lo miré con rapidez.

- ¿Podrías, por favor, subirle a esa canción? - Me miró entre sorprendido y algo burlón. Fruncí mi ceño con confusión.

- ¿Te gusta esa canción? - ¿Me estaba preguntando eso? ¡Por Dios! ¡Muero por ella!

- No me gusta, ¡me encanta! ¿Podrías subirle? - Me miró de una manera extraña y asintió.

Nuestro trayecto fue así: luego de mi ataque de locura por la canción de John Legend, la cual canté, comenzaron a pasar otras y, entre los dos, íbamos cantando y tarareando las canciones. Al llegar a mi casa, me giré a verlo.

- Gracias, Christopher. Por todo. Y perdona la intromisión. - Le sonreí con timidez, viendo que pasaba su mano por mi rostro con tanta suavidad, que dudé de si me estaba acariciando o no; sólo cerré mis ojos.

- No fue nada, Belle. Todo un placer. Nos estaremos viendo por ahí.

- Supongo que sí, señor Coleman. - Abrí mis ojos cuando noté que mi comentario lo hizo reír. Sonreí levemente. - Adiós.

Bajé del auto, viéndolo marcharse. Al entrar a mi casa, toda mi familia salió a mi encuentro con sus ceños fruncidos, ¡oh, miércoles! ¡Estoy en líos!

- ¡Isabelle Mcclaire! ¿¡Dónde estabas metida!? ¿Sabes lo preocupados que nos tenías? Estuvimos a punto de llamar a la policía. - Mi madre se abalanzó sobre mí y me abrazó fuertemente.

- Lo siento, mamá. Al salir de la casa de Marcos, me topé con un grupo de hombres raros y comenzaron a seguirme. Justo en ese momento, apareció un amigo de la universidad en mi rescate y me quedé con él, toda la tarde. Lo siento de verdad. - Mi madre se separó de mí y me miró a los ojos.

- Lo importante es que estás bien, hija. Nos tenías preocupados. Y éste amigo tuyo, ¿fue el héroe del día? - Me reí sin fuerza al escuchar a mi madre decir eso.

- ¿Quién es el imbécil ese? - Y habló el tarado. Podía sentir el enojo en su voz.

- No le digas así, Stephen. Si no hubiera sido por él, no estaría aquí. - Lo miré con firmeza y suavizó su mirada.

- Lo siento, enana. Me tenías preocupado. Ni siquiera llamaste a Carlos. ¿¡En qué rayos pensabas!? - Me acerqué a él y lo abracé; me devolvió el abrazo enseguida.

- Estoy bien, ¿no? Eso es lo importante. - Mi hermano me estrujó contra él y asintió.

- Mi hermosa Belle, que susto el que nos diste. - Mi padre nos separó a mi hermano y a mí, abrazándome él. - No me vuelvas a hacer esto, ¿de acuerdo?

- Sí señor. - Les sonreí a los 3 y, todos, nos fuimos a dormir.

Antes de caer rendida, después de haberme cambiado, le escribí a Marcos y Anahí; también debían estar preocupados. Al terminar de hacerlo, me metí bajo las cobijas y caí en un sueño profundo...

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