Los latidos de tu corazón eran inusuales esa mañana de verano.
Primero, eran agitados como las olas que se rompían contra las rocas del mar. Luego, se tranquilizaban, en lo que parecía ser una danza lenta y rítmica que se esparcía sobre tu pecho como la melodía de una canción romántica. Podías sentirlo, esas ligeras vibraciones tan vagas que no hacían otra cosa que confirmar lo que tu mente te estaba señalando.
« Amor »
Un sentimiento que tarde o temprano derrumbaría tu estabilidad emocional. Algo tan común para el mundo, pero tan aterrador para ti.
Lo peor no era solo eso.
Si no que la persona responsable de tal reacción dentro de tu pecho estaba a tu lado.
Tan ajeno a tu mundo, tan ajeno a conocer lo que estaba ocurriendo en tu interior; con unos fríos orbes rojizos, y con unas hebras doradas que caían sobre su rostro como los rayos del sol. Dios, ese hombre estaba tentándote a un rompimiento de la cordura.
Sata Kyouya estaba lejos de ser el hombre ideal.
« Peligro »
Eso gritaba tu cabeza. Ser su mejor amiga significaba saber todo él, para decir de sobra que su apariencia de principe estaba lejos de ser una realidad. Al contrario de su imagen pulcra frente a los demás, era un sádico, y controlador. Todo lo que nunca antes habías buscado en alguna pareja.
Aún así, a pesar de sus defectos;
¿por qué tu corazón se seguía agitando con su presencia?