Tú Eres Mi Sueño. (Completa Y...

By Becoleman

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¿Existirá alguien en la vida real, que me ame y acepte como soy? Hola, soy Isabelle, pero todos me dicen Bell... More

Capítulo 1
Capítulo 3
Capítulo 4
Capítulo 5
Capítulo 6
Capítulo 7
Capítulo 8
Capítulo 9
Capítulo 10
Capítulo 11
Capítulo 12
Capítulo 13
Capítulo 14
Capítulo 15
Capítulo 16
Capítulo 17
Capítulo 18
Capítulo 19
Capítulo 20
Capítulo 21
Capítulo 22
Capítulo 23
Capítulo 24
Capítulo 25
Capítulo 26
Capítulo 27
Aviso...
Informe

Capítulo 2

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By Becoleman

Después de haber intentado subirle el ánimo a Marco, con Ani, decidimos ir a su casa y hacerle compañía. Todos nos fuimos en el auto de Ani, ya que ella era la única que tenía transporte en éstos momentos. Marcos tiene el suyo pero se accidentó por andar de estúpido y sus padres decidieron quitárselo hasta que aprendiera a ser más responsable.

¿Y yo? Bueno, como dije antes, mis padres prefieren que seamos transportados a que andemos solos por ahí. Creen que es lo mejor.

Después de un largo viaje hasta la casa de mi mejor amigo, llegamos a su casa, entrando a los pocos minutos de que Ani estacionara; se podía sentir un ambiente pesado en el lugar, haciéndome sentir algo de escalofríos. Por lo general, la señora Adela, cada vez que veníamos, nos recibía con galletas y chocolate frío o caliente, haciéndonos sentar con ella en la sala para preguntar por nuestro día y cómo estábamos; hoy, la diferencia estuvo en que eso no sucedió, haciéndome sentir extraña y algo dolida. No podía imaginar cómo se estaba sintiendo mi amigo ante la situación.

- ¿Mamá? ¿Papá? - Gritó Marc, esperando respuesta, pero nadie respondió. Se giró a vernos. - Deben estar haciendo las diligencias para sacar el cuerpo y lo... - Hizo silencio de forma abrupta y ambas nos acercamos a él, intentando darle calma.

- Tranquilo, Marcos, no estás solo. - Le dijo Anahí; él nos miró y yo asentí.

Decidí llamar a mis padres mientras Marcos y Ani se acomodaban en la sala, intentando aligerar el ambiente. Marqué el número de mi madre, esperando en la línea para que me respondiera; al segundo tono lo hizo.

- ¡Belle, cariño! ¿Estás bien? ¿Dónde te encuentras? - Sentía que un pequeño nudo se formaba en mi garganta, impidiéndome el habla. Intenté aclarar mi garganta para que, aquel nudo, pasara con rapidez. - ¡Belle! ¿Estás llorando? - Decidí hablar antes de que se preocupara más.

- Sí, mamá, e-estoy bien... - Mi voz se quebró en esa última frase, haciéndome negar en silencio.

- ¡Isabelle! ¿Qué sucede, hija? Dime dónde estás. - Traté de recomponerme, hablando con un poco más de calma.

- Es sólo que... La abuela de Marcos murió, mamá. - Y mi río de lágrimas hizo presencia.

Mi madre conoce lo unidos que somos Ani, Marc y yo, y lo mucho que queríamos a la abuela de éste.

- Oh, cariño, nos enteramos hace un rato. ¿Necesitan ayuda con algo? ¿Quieres que envíe a Carlos por ti? - Negué en silencio, no queriendo salir de aquí todavía. Quizás ellos puedan ayudar a los padres de Marc con las diligencias.

- Podrían ayudarlos a ellos, mamá. - Sequé mis lágrimas mientras mi madre suspiraba.

- Claro que sí, hija. Todo estará bien, no te preocupes. ¿Quieres que le diga a Carlos que te recoja? - Suspiré, totalmente indispuesta a querer salir de aquí.

- No, mamá. Le diré a Anahí que me lleve. No quiero dejar a Marc todavía. - Ella suspiró.

- Está bien, hija. Cuídate mucho y tengan cuidado por ahí. No llegues tan tarde.

- Así lo haré. Gracias, mamá. - Y cortamos la llamada.

Me dirigí a la sala donde estaban Marcos y Anahí, dándome cuenta, al entrar, que Marc había caído rendido por el sueño. Anahí sólo me miró con una leve sonrisa mientras yo me acercaba con cuidado.

- ¿Cómo se encuentra? - Pregunté; ella suspiró, mirándolo con tristeza.

- Está bastante dolido, Belle. No quiero dejarlo solo. - Ani no apartaba sus ojos de él mientras acariciaba su cabello con cuidado.

Asentí en silencio ante su respuesta, mirando el reloj; las manecillas de éste marcaban las 4 de la tarde. Ni siquiera he comido algo desde el desayuno pero, ¿quién piensa en comer en una situación como ésta? Bueno, tal vez yo lo haga, pero no es algo importante.

- Ani, creo que es mejor que me vaya. No vivo tan cerca de aquí. - Anahí me miró con tristeza. - Me iré sola, Ani, no quiero que lo dejes. Tú tienes el auto, yo me iré caminando. - Abrió sus ojos como platos, causando que riera ante su acción. - Cierra los ojos, Ani, no te aplicaré gotas en ellos. Estaré bien, créeme.

- Belle, no conoces la zona. Podrías perderte. Recuerda que sólo sales conmigo, Nana, tu hermano, tus padres e incluso Carlos, pero, tú sola no. Menos a pie.

Suspiré con frustración, sabiendo que, ella, tenía toda la razón. Asentí en silencio, queriendo darle calma.

- Tranquila, Ani. Cualquier cosa, llamaré a Carlos. Él sabe cómo encontrarme siempre.

Le sonreí, infundiéndole ánimo y me acerqué a ella, dejando un pequeño beso en su cabeza, hablando a un tono moderado al separarme.

- Dile a Marc que estaré pendiente. Lo que necesite, que me llame, no importa la hora. Y tú, - señalé a Ani - avísame cuando llegues a tu casa. Los quiero a los dos.

Le sonreí en forma de despedida, recibiendo la suya por igual; me dirigí a la puerta, recogiendo mis cosas en el camino y salí. Estaba haciendo algo de frío afuera, así que me abotoné el suéter que tenía, abrazándome a mí misma.

Las calles, por éstos lados, estaban algo solas y me comenzaban a poner un poco nerviosa; Anahí tenía razón; no conozco la ciudad como ellos y eso que he vivido mucho tiempo aquí.

Me encontraba en la calle de Russian Hill, y se supone que debo llegar a la calle de Nob Hill; no puede quedar tan lejos. ¿O sí? ¡Rayos! ¡Cómo odio depender de otros!

Después de unos 45 minutos caminando, creo que hasta dando vueltas en círculo, y de no haber visto ni un alma cerca, decidí que le escribiría un mensaje a mi hermano, pidiéndole que viniera a buscarme pero, al sacar mi celular, mis ojos se fijaron en un grupo de chicos, algo sospechosos.

Al verlos, mi corazón se detuvo por un segundo, haciendo que acelerara mi paso, guardando mi celular en uno de los bolsillos de mi mochila.

¡Debí esperar a que Anahí me llevara o llamar a Carlos! ¡Qué tonta soy!

Al ir pasando por la acera en frente de ellos, mis vellos se erizaron al escucharles comenzar a gritarme cosas.

- Cosita rica, ven. Hagamos algo delicioso entre todos. - Podía escuchar lo que me decían pero también lo que hablaban entre ellos sobre mí. - Uyy, mira ese cuerpo. Delicia, ven aquí. No te hagas del rogar...

Aceleré mi paso mucho más, conocedora de que me estaban comenzando a seguir. Empecé a pedir al cielo, en mi interior, porque alguien me rescatara o pasara cerca de nosotros para espantarlos; si ellos se acercaban a mí y me sujetaban, estaba segura que no iba a ser solamente para hablar y sentarnos a tomar té.

Comencé a subir por aquellas calles desiertas, sin tener idea de a dónde rayos me dirigía; aquellos tipos todavía seguían detrás de mí y eso me estaba poniendo más nerviosa de lo que ya estaba.

¡Agh! ¿¡Ves, Isabelle!? ¿¡Lo que pasa cuando no tienes memoria fotográfica y dependes de otros!?

Seguí avanzando sin querer mirar hacia atrás mientras escuchaba sus risas y sus pasos, casi, encima mío. ¡Dios mío, por favor! ¡Envía a alguien! ¡Quién sea!

Avancé unos 10 pasos, girando en una esquina, pensando en que echaría a correr para perderlos a ellos pero, al hacerlo, mi cuerpo se estrelló contra el de alguien más.

¿Pero qué miércoles? Hoy fue el día de las estrelladas.

Suspiré con frustración al reconocer que hoy no era mi día; sólo espero que no sea uno de los tipos de allá atrás porque, de ser así, sufriré un ataque de pánico.

Pero, cuando levanté mi mirada, mi sorpresa fue enorme al encontrarme al dios griego, frente a mí, mirándome con confusión y un bello ceño fruncido.

- ¿Isabelle? - ¡Oh, Dios, gracias! Al menos puedo decir que, a éste, medio lo conozco.

- ¡Christopher! Hola. - ¡Espera, Isabelle! ¿Y si él es parte de los que vienen allá atrás? - Amm, creo que es mejor si me voy. Adiós.

Me hice a un lado de él para continuar con mi camino pero él me detuvo, sosteniéndome del brazo.

- Espera, Isabelle, ¿qué sucede? ¿Por qué vas como asustada? - Suspiré con nervios y lo miré.

- Ammm, yo... - Suspiré un segundo, decidiendo que le contaría lo que sucedía. - Hace una hora, tal vez más, tal vez no, salí de la casa de mi mejor amigo. Llevo caminando todo ese tiempo sin saber dónde me encuentro. El problema está en que, en el camino, me encontré con un grupo de hombres que me han estado siguiendo desde que salí, gritándome cosas asquerosas; no he podido librarme de ellos. Me siento nerviosa y tengo miedo de no hallar la salida de éste lugar...

¿¡Por qué rayos le conté eso a él!? ¡¿Qué rayos?! Pues ¡YOLO!

Vi cómo me miraba con preocupación y enojo mientras mi cuerpo se tensaba al escuchar las voces de esos hombres a pocos pasos de nosotros, haciendo que, él, lo notara; me pegué a él sin darme cuenta.

- Tranquila, estoy contigo y no te dejaré sola. - Unió nuestras manos como si fuéramos pareja, haciéndome avanzar del lado contrario al que venían ellos.

¿Por qué me sujeta así? ¿No pudo, simplemente, tomar mi brazo y ya?

Lo miré con nervios al escuchar al grupo de chicos chiflando y gritando hacia nosotros; decían tantas cosas asquerosas que querían hacerme, que sentí a mi estómago revolverse y querer devolver todo mi desayuno.

Giré mi rostro para observar a Christopher, viendo cómo tensaba y apretaba su mandíbula; se rompería los dientes si seguía ejerciendo tanta fuerza.

Se dio cuenta que lo estaba mirando, y tal vez vio miedo en mis ojos, porque, al mirarme, sus ojos se llenaron de preocupación y dejaron de ser feroces y con ganas de ir a molerlos a golpes, para darme algo de paz.

Me dio una leve sonrisa, intentando calmarme pero yo sólo pude cerrar mis ojos y suspirar, intentando mantener la cordura dentro de mí.

- Tranquila, Isabelle, ya casi llegamos a donde vivo; entraremos y te llevaré a tu casa, ¿de acuerdo? - Abrí mis ojos, lo miré y asentí en silencio.

No sé a dónde me llevaba pero, en diez segundos, las calles solitarias se habían transformado en unas llenas por demasiada gente; nos hizo meternos entre toda la multitud para confundirnos con, y entre ellos, y funcionó.

Al mirar hacia atrás, me di cuenta que el grupo ya no nos seguía y lo agradecí inmensamente; suspiré con alivio, relajándome un poco.

Christopher se acercó a mí, causando que un escalofrío recorriera todo mi ser.

- No te alejes demasiado. Y no te separes de mí. - Susurró en mi oído, haciéndome estremecer; sólo asentí y seguí caminando sin separarme de él.

Al lograr salir de todo ese gentío, me llevó hacia un edificio que contrastaba con todo el lugar; se veía muy lindo para estar aquí. Nos hizo entrar y, al estar dentro, él, saludo al portero.

- Buenas tardes, Alberto, ¿qué tal todo? - Un señor de unos 60 años, levantó su cabeza, mirando a Christopher con una sonrisa.

- Buenas tardes, señor Coleman. Todo tranquilo. - Me miró y sonrió. - Buenas tardes, señorita.

- Buenas tardes... - Le di mi mejor sonrisa.

Christopher me dirigió a uno de los ascensores del edificio, llamándolo; nos quedamos esperando a que llegara.

Todavía no soltaba mi mano y el señor Alberto no dejaba de mirarnos mientras una gran sonrisa cruzaba su rostro. Me pregunto ¿qué es lo que lo hará sonreír tanto?

Al llegar el ascensor, Christopher me hizo entrar primero, siendo seguida por él; me asomé un poco por su costado, viendo que marcaba el número siete; íbamos en un total silencio, que decidí romper por ansiedad.

- Gracias, Christopher. - Me miró como si no entendiera el porqué de las gracias. - Por aparecer justo en él momento indicado; no sé que hubiera pasado si...

Cerré mis ojos con fuerza y sacudí levemente mi cabeza, tratando de olvidar eso. Él pasó uno de sus brazos por mis hombros y acarició mi brazo mientras sentía otro fuerte escalofrío recorrer todo mi cuerpo.

Me comenzaba a sentir mal; no había comido nada en todo el día. El impacto al saber de la muerte de la abuela de Marcos y el susto que me pegué cuando estaba caminando sola, me estaban pasando factura, justo ahora.

- Christopher... - Me sentía algo cansada y débil; mi voz había salido igual. Él me miró con preocupación.

- Isabelle, ¿estás bien? - Colocó uno de sus dedos en mi barbilla y me hizo mirarlo; no lograba enfocarlo bien, veía borroso. - Tranquila, Isabelle, ya vamos a llegar.

Pasó uno de sus brazos por mis hombros, apretándome más a él y, al llegar a nuestro destino, me hizo salir con cuidado.

Nos detuvimos frente a una de las tantas puertas del lugar, dándome cuenta que era su apartamento y que era el 704; no pregunten cómo rayos lo supe porque ni yo sé.

Comenzó a buscar algo en sus bolsillos con desespero cuando escuché el repiquetear de unas llaves; las metió en la cerradura con rapidez, abriendo la puerta con bastante urgencia.

- ¡¡Annabeth!! - Me sobresalté al escuchar aquel llamado mientras sentía que me acomodaba en un sofá de doble puesto; se sentó a mi lado. - ¿Has comido algo?

Negué con mi cabeza, escuchando que alguien abría una puerta y llegaba corriendo a donde estábamos.

- ¡Christopher! ¿Estás bien? - Creo que se dio cuenta de mi presencia porque se asustó. - ¡Oh, Dios! ¿Está bien? ¿Qué le sucedió?

- No ha comido nada y tuvo un pequeño susto. - Sentía que el mundo me comenzaba a dar vueltas; escuché a la señora hablar con bastante distorsión.

- Le traeré un té y, cariño: tráele un abrigo, está temblando y ni siquiera te has dado cuenta.

Ni yo me había dado cuenta de eso. Sentí a Christopher levantarse de mi lado y dirigirse no sé a dónde, ¿podía éste día empeorar?

Al poco tiempo, sentí que llegaba, ubicándose a mi lado, colocándome un abrigo en mis hombros, intentando darme calor. La señora que había estado aquí, hace un momento, llegó al poco tiempo, trayendo consigo un té que olía delicioso.

- Tómalo con calma, nena. Te sentará bien. - Asentí, recibiendo el té en mi manos, bebiéndolo de a sorbos pequeños. - Prepararé algo de cenar.

Y la escuché perderse detrás de unas puertas, entrando a la cocina, supongo. Christopher se acomodó a mi lado nuevamente mientras sentía su mirada fija en mí, intimidándome un poco. Mientras me hallaba en esas, me puse a analizar la hora que debía ser.

Salí a las 4:10 de la casa de Marcos y no tengo idea de qué hora es justo en éste momento. Miré a Christopher, preguntándole.

- ¿Qué hora es? - Él quitó su mirada de mí y miró su reloj.

- Son las 6:30 de la tarde. - Abrí mis ojos como platos, jadeando por la impresión.

¡Dos horas sin que nadie sepa algo de mí! Me matarán.

Agarré mi mochila, buscando mi celular; al encontrarlo y revisarlo, tenía 10 llamadas perdidas de mis padres, 6 de mi hermano, 5 de Carlos, 15 de Anahí y 3 de Marcos. ¡Deben estar que me asesinan!

Decidí escribirle un mensaje a todos por igual: "Estoy bien. Tranquilos. Luego les cuento." y le di al botón de enviar.

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