Tú Eres Mi Sueño. (Completa Y...

De Becoleman

10.1K 846 339

¿Existirá alguien en la vida real, que me ame y acepte como soy? Hola, soy Isabelle, pero todos me dicen Bell... Mais

Capítulo 2
Capítulo 3
Capítulo 4
Capítulo 5
Capítulo 6
Capítulo 7
Capítulo 8
Capítulo 9
Capítulo 10
Capítulo 11
Capítulo 12
Capítulo 13
Capítulo 14
Capítulo 15
Capítulo 16
Capítulo 17
Capítulo 18
Capítulo 19
Capítulo 20
Capítulo 21
Capítulo 22
Capítulo 23
Capítulo 24
Capítulo 25
Capítulo 26
Capítulo 27
Aviso...
Informe

Capítulo 1

1.1K 58 67
De Becoleman

Hola, soy Isabelle Mcclaire, tengo 21 años. Mido 1,75. Mi peso debe estar entre los 70, más o menos, y como pueden deducir: no, no soy flaca pero tampoco gorda. Tengo un buen cuerpo; mi busto no es demasiado grande pero está en su punto y, mi trasero, bueno, tampoco está mal.

Mi cabello es castaño con algunos destellos miel, me llega casi a la cintura mientras mis ojos son café claros. Soy bastante blanca pero no me quejo, me gusta mi color de piel. No soy una modelo de revista pero tampoco soy lo más feo del planeta.

Vivo con mis padres y mi hermano: Andrew McClaire, Elizabeth Torn de McClaire y Stephen McClaire, en su respectivo orden.

Mi padre es alto, 1,85 más o menos, blanco, dentadura perfecta, cabello negro liso y ojos color verde claro; ni hablemos de mi madre, ella es hermosa.

Es rubia, cabello liso con unas que otras ondas, blanca, mide 1,70 más o menos, dientes perfectos, ojos color miel pero combinado con un verde claro que se ve maravilloso y un cuerpo de muerte. Y sí, de mi madre sólo saqué el cuerpo, aunque no tan igual y algo de su carácter. Somos tiernas, sencillas, amorosas y de buen genio.

Y, el tarado de mi hermano, que parece un adefecio andante, con la edad de 23 años, mide casi 1,90; parece jirafa. Ojos color miel, cabello rubio liso, buen cuerpo, ¿y quién no lo tendría? Si le encanta andar metido en el gimnasio. Con un carácter igual al de mi padre: pesado hasta más no poder.

Lo amo pero a veces logra sacarme de mis casillas.

Mis padres son dueños de su propia firma de abogados, trabajando en su propia empresa, siendo sus propios jefes. Mi adorado hermano está estudiando para ser abogado también y yo...

Bueno, yo soy la oveja negra de la familia que no decidió estudiar eso. Me decidí por la medicina.

Somos una familia bastante unida, aunque a veces tengamos nuestras discrepancias. No nos culpen, ¿qué familia no las tiene?

Vivimos muy bien acomodados, gracias a mis padres y sus esfuerzos por sacarnos adelante. La vida de ellos no fue fácil pero, apenas tuvieron la oportunidad de escapar de su situación, se vinieron a san Francisco, California, y aquí todo mejoró.

Mis padres llevan 30 años de casados siendo mi mayor ejemplo en la vida; aunque se casaron súper jóvenes, han durado enamorados desde esa primera vez. Soy tan enamoradiza y romántica que me encantaría una vida así, como la de ellos pero, para mi excelente suerte, creo que me quedaré sola y viviendo con 50 gatos, aunque sea alérgica a ellos.

_____________________________________

Me desperté por un leve resplandor que daba en mi rostro, abriendo un ojo, viendo a mi madre en mi habitación, abriendo las cortinas. Gruñí.

- Buenos días, cielo. Es hora de levantarse, entras a seguir estudiando.

¡Agh! Odiaba que mi madre me levantara con el ánimo por las nubes cuando, yo, apenas quería levantarme.

- No quiero ir. - Hice un pequeño mohín y me di vuelta en la cama, arropándome. Escuché a mi madre suspirar.

- Belle... - Hace una pausa dramática, causando que la observe en silencio. - No comiences; fue tu decisión y la respetamos. Ahora levanta tu bello trasero y alístate.

Me quitó las sábanas y el cobertor de encima de mi cuerpo, causando que, por instinto, me acurrucara.

- Gracias, Lizzy. - Mi voz destilaba sarcasmo puro y mi madre sólo sonrió con algo de advertencia.

- Soy tu madre, Isabelle, más respeto. - Me lanzó un beso y salió de mi habitación. - En 20 minutos te espero abajo para desayunar, y más vale que no me hagas subir por ti, Isabelle McClaire.

Vale, ese tono es amenazante, así que mejor me alisto. Me levanté de la cama con suma pereza y me quedé de pie, observando cómo mi hermosa cama me llamaba: "ven, Belle, un rato más".

Se escuchaba tentador pero creo que me estoy enloqueciendo al pensar que mi cama me habla o, por lo menos, imaginar que lo hace.

Soy agradecida por tener unos padres como los míos. Ellos se han esforzado por darnos lo mejor y no puedo quejarme.

Nuestra casa es lo suficientemente grande para estar todos cómodos, y la verdad es que a mi padre no le gusta presumir de tener; dice que puede ser peligroso, más porque hay gente a la que atiende que no son tan "buenos" como se supone.

En ésta casa, todos tenemos nuestras habitaciones propias con baños privados, lo cual agradezco; mi hermano puede ser un desastre a veces y lo detesto. Sobran muchas más habitaciones pero no las usamos, ya que no lo necesitamos.

- Buenos días, enana.. - Oh, hablando del rey Roma. - ¡Hoy amaneciste más fea que nunca! - Le doy una sonrisa hipócrita.

- Gracias, jirafa. Me halagas, aunque, ¿qué tal el clima por allá arriba? ¿Tan frío que te congeló el cerebro y los sentimientos?

Lo miré con suficiencia, conociendo que le molestaba que le dijera eso, sabiendo que él tiene los sentimientos más bellos y sinceros que puedan conocer. Me miró mal.

- No es gracioso, Belle. - Me puso ojos de cachorrito y no pude evitar abalanzarme sobre él, riéndome con algo de fuerza.

- Lo siento, Stephen. Sabes que te amo. Tienes los mejores sentimientos del mundo y nunca te cambiaría. - Me apretujó contra él.

- Lo sé, Belle. También te amo y lo sabes. Siempre cuidaré de ti. - Sonreí en su pecho y me separé de él.

- Ahora: vete. Necesito alistarme y tu presencia me estorba. - Le sonreí con inocencia y el rodó sus ojos.

Al salir, escuché que decía algo como "y volvimos a la rutina", haciéndome sonreír y me metí al baño.

La ducha demoró unos 10 minutos; no soy de las que se demora un siglo para alistarse. Al salir, elegí la ropa que me pondría: unos jeans de color negro ajustados que resaltaban mis piernas y trasero, una blusa azul oscura con botones dorados, un suéter blanco abierto y unas converse azules con blanco.

Al pasar a mi cabello, agradecí por no tenerlo tan loco, lo alisé del todo y coloqué unas pequeñas hebillas para que los mechones cortos no estorbaran mi rostro. Al terminar, me apliqué algo de polvos para el rostro, un poco de brillo y con eso quedé lista.

Al bajar, mis padres y mi hermano ya estaban sentados desayunando.

- Buenos días. - Les sonreí a todos.

- Buenos días, mi bella Belle. Estás muy hermosa. - Mi padre me halagó y yo sólo pude sonreír, negando con mi cabeza. Mi hermano se giró, abriendo sus ojos como platos.

- ¡Ni pienses que vas a salir así, Isabelle! ¡Eso es demasiado! - ¿Ven por qué digo que a veces logra sacarme de mis casillas? Rodé mis ojos.

- Calláte, Stephen. Estoy normal. - Me senté justo a su lado, mirándome con su ceño fruncido. - Stephen, me abrirás un hueco en el rostro y no podré salir.

Sentí cómo intensificaba su mirada, haciéndome rodar los ojos de nuevo.

- Mejor para mí; así nadie te ve. Y deja de rodar los ojos que se te van a salir, quedándote ciega.

No pude evitar sonreír con su estúpido comentario y le di un pequeño golpe en su hombro.

- Stephen, deja a tu hermana quieta y termina de desayunar. - Miré a mi madre y se lo agradecí; nos dispusimos a terminar de desayunar.

Al terminar, levantamos los platos y los colocamos en el fregadero; Nana, la señora que trabajaba en la casa, arreglaría después. Si se preguntan ¿quién carajos es Nana?, pues ella es la niñera mía y de mi hermano; siempre ha estado con nosotros y la considero parte de la familia, es como una abuela, aunque no tan vieja. Es muy linda con nosotros y siempre nos consiente, sin contar a nuestros padres.

No siempre tuvimos chofer pero, a nuestros padres, se les dio por ponerlo, gracias a su trabajo. Lo sé, es aburrido y pensarán que somos hijos demasiado consentidos pero, la verdad, es que hemos sido criados con sencillez, sabiendo valorar a las personas más que a las cosas.

Nos despedimos de nuestros padres, de Nana y nos subimos al auto, saludando a Carlos con un "buenos días".

El trayecto a nuestras respectivas universidades fue en silencio; sentía cómo mi hermano me miraba, pasándose de sobre protector, desesperándome. Carlos nos informó que dejaríamos primero a Stephen y luego a mí; sonreí, dando las gracias por eso; no creo haber podido soportar un minuto más con Stephen y sus miradas de "te estaré vigilando. Vas muy linda".

Sonreí ante ese pensamiento mientras Carlos me sacaba de mi ensoñación.

- Ya llegamos, señorita Belle. - Me sonrió amablemente y le devolví la sonrisa, asintiendo.

- Gracias, Carlos. - Abrí la puerta pero la voz de Carlos me detuvo.

- ¿Señorita? - Me giré a verlo y él habló. - ¿Quiere que venga por usted? Para que no tenga que irse sola. - Le sonreí y negué con mi cabeza.

- Estaré bien, Carlos, tranquilo. - Él asintió y volvió a hablar.

- ¿Lleva su celular? Ya sabe, por si necesita que venga. - Lo miré con mucho respeto y cariño. Ésta gente ES mi familia.

- Sí, Carlos, gracias. No te preocupes, estaré bien. - Y me bajé del auto.

Al entrar a la universidad, me dirigí a mi casillero mientras iba mirando al suelo, sin darme cuenta de las personas que venían hacia mí; sentí cuando me estrellé contra algo y caí al suelo, totalmente sentada. ¿O fue alguien?

Al levantar mis ojos, buscando culpables, me quedé sin respiración al notar al dios griego que había frente a mí: alto, tal vez entre 1,90 o 1,95, cabello negro y liso, ojos verdes como las esmeraldas, cuerpo bien formado y unos labios de muerte.

Llevaba una camiseta negra, algo ajustada a su cuerpo que marcaba sus perfectos abdominales y brazos; un jean azul oscuro y unas converse negras; también llevaba una chaqueta de cuero la cual sostenía con una mano. Daba toda la impresión de ser un "chico malo" mientras lucía perfecto en su forma; aunque, de pronto no es lo que yo pienso y lo estoy juzgando mal.

¡¡Por Dios, Isabelle, di algo!!

- L-lo siento, no me di cuenta por dónde iba. - Me iba a levantar del suelo por mi propia cuenta pero vi que, él, me ofreció su mano, la cual tomé con gratitud.

- Tranquila, yo tampoco me di cuenta. - ¡Dios mío, qué voz! Gruesa pero no tan gutural y sexy como el carajo.

- Gracias. - Le di una sonrisa algo tímida aunque con agradecimiento, decidiendo que seguiría con mi camino cuando alguien me detuvo al sostenerme del brazo. Era él.

- Lo siento pero... - Miré mi brazo y él me soltó enseguida; estaba algo incómodo. - No me dijiste tu nombre.

- Sí, así es, no lo hice. - Abrí levemente mis ojos, golpeándome por ser tan grosera. Tal vez me influyen las actitudes del cabezota de mi hermano y su sobre protección. - Lo siento, es que debo llegar a mi clase.

Me di la vuelta de nuevo pero me detuvo otra vez.

- ¿Al menos puedo saber tu nombre? El mío es Christopher pero todos me dicen Chris. - Extendió su mano y yo la tomé. - ¿Y tú eres?

- Soy Isabelle pero todos me dicen Belle, un gusto. - Me dio una sonrisa torcida y mi corazón se detuvo. - Ahora que sabes mi nombre: en serio necesito llegar a mi clase.

Miré nuestras manos, ya que él no parecía dispuesto a devolvérmela.

- ¡Oh, sí, lo siento! Te devuelvo tu mano. - Y me sonrió, mostrando sus bellos, blancos y perfectos dientes.

- G-gracias. - Me di la vuelta algo aturdida, siguiendo mi camino cuando escuché su voz, dirigiéndose a mí.

- Un gusto conocerte, Isabelle. - Podía sentir una sonrisa en su voz pero no me detuve a comprobarlo; ni siquiera me detuve en mi casillero.

Iba caminando a mi clase, cuando escuché que, alguien más, gritaba mi nombre.

- ¡¡Belle!! ¡¡Espera!!

Me giré para ver a mi mejor amiga, Anahí, corriendo hacia mí; sólo pude sonreír y esperarla. Al llegar a mi lado, venía sin aire, así que se apoyó en sus rodillas y tomó aire.

- ¡Dios, mujer! Caminas demasiado rápido. - Sonreí ante su comentario.

- O tú eres demasiado lenta, Ani. - Levantó su cabeza y me miró mal, soltando una risa después.

- ¿Y qué esperabas? No soy tan alta como tú. - Y en un acto infantil, me sacó su lengua mientras, yo, me echaba a reír con fuerza.

Anahí es mi mejor amiga. Nos conocemos desde que eramos niñas; sus padres también trabajan con los míos y son íntimos amigos. Mi amiga tiene el cabello de color rojo, es de piel bronceada, ojos color avellana, tiene un cuerpo bien proporcionado, y su estatura es de 1,67 más o menos. Y, sí, parece mi hermana menor por lo enana.

- Te vi hablar con aquel dios griego en el pasillo, Belle. ¿Quién era? - Sonreí un poco, negando en silencio.

Mi amiga es algo loca a diferencia de mí; ella es un poco más extrovertida y la amo por eso. Ella es una de las pocas personas que entiende mi sarcasmo, entiende cuando estoy mal y sabe cómo animarme.

- ¿Cuál dios, Ani? - Me hice la tonta y ella me miró mal, sosteniendo mi brazo para hacerme caminar junto a ella. Sí, tenemos la mayoría de clases juntas.

- No te hagas la tonta, Belle. Sabes de lo que hablo, además: ¡qué hombre para estar tan bueno! - Lamió sus labios pensando en quién sabe qué y me dio asco de sólo imáginarlo, así que me aparté.

- ¡Qué asco, Anahí! Eres una corrupta. - La miré mal y ella sólo sonrió.

- Sí, pero soy tu corrupta y me amas, Belle. Vamos a clase, o nos llamaran la atención.

Me reí, junto a mi amiga, ante su comentario y nos dirigimos a clases. Las clases pasaron a un ritmo demasiado lento mientras yo moría de aburrimiento, literalmente. Estoy estudiando lo que me gusta pero, a veces, no puedo negar que me aburro hasta decir no más.

Sonó la campana, indicando que nuestro día había llegado a su fin; ésta última hora, la tuve separada de mi mejor amiga, así que salí en busca de ella.

Al encontrarla, vi que estaba con Marcos, mi mejor amigo también. Él tiene el cabello castaño claro, blanco, de un 1,90 de alto, delgado pero no tanto, y un color de ojos tan azul, que parece que estuvieras mirando el océano infinito. Lo conocí apenas entré a la universidad; era demasiado tímida y no sabía cómo llegar a mis clases, así que, él, me vio de lejos, sacándome del apuro; es muy simpático. 

Desde ese momento, comenzamos a unirnos los tres, hace, casi, cuatro años.

- Hola, chicos. - Saludé pero ninguno me respondió. Al mirarlos bien, vi que Marcos tenía lágrimas en sus ojos. - ¡Marc! ¿¡Qué sucede!? ¿¡Estás bien!?

Él sólo me miró, inclinándose un poco para poder abrazarme. Escuchaba sus sollozos en mi hombro y me partía el corazón verlo así.

- ¿Qué sucede? - Le pregunté a Anahí, quién nos miraba con tristeza, sobando la espalda de nuestro mejor amigo.

- La señora Adela murió, Belle. - ¿¡Qué!?

Quedé en shock ante lo que había escuchado. ¿Escuché bien? ¿Dijo la señora Adela? ¡Oh, Dios, no! Sentía que mis ojos se llenaban de lágrimas que querían escapar de mis ojos pero no las dejé; mi mejor amigo me necesita.

- ¿Qué fue lo que sucedió? ¿Cómo pasó? - Mi voz salió en apenas un susurro y justo ahí, Marcos se separó de mí. Me partió el corazón verlo tan destrozado. Tomé su rostro entre mis manos e hice que me mirara. - Lo siento mucho, Marc. De verdad.

- Tranquila, Belle. Mi abuela se puso muy mal éstos últimos días y tocó internarla en la clínica. Hoy llamaron a mis padres para darles la noticia y ellos a mí. Me siento devastado, Belle. Era como una segunda madre.

Más lágrimas corrían por su rostro, mostrando lo mal que se siente. Lo tomé entre mis brazos y lo apretujé.

- Todo estará bien, Marc. No estás solo en esto. Estaremos contigo.

Me devolvió el abrazo y susurró en mi oído un pequeño "gracias".

Continue lendo

Você também vai gostar

482K 57.1K 73
Meredith desde que tiene uso de razón, conoce la existencia de Darek Steiner, aunque ha estipulado una regla bien marcada en su vida: NO ACERCARSE A...
Finge que me quieres De Jaz

Ficção Adolescente

98.7K 5.8K 18
LIBRO TRES DE LA SAGA ÁMAME. Summer ha estado enamorada de Nikolai desde que tiene memoria, ella siempre ha estado consciente de que nunca pasaría a...
13.1K 1.7K 154
Esta es la lista de gente a la que deberías mandar a la mierda, gente con hábitos odiosos que seguro alguna vez te cruzaste. ADVERTENCIA: Tomenselo c...