Besos que curan [ADL #2] ✔

Bởi CMStrongville

4.2M 288K 34.3K

Kea es todo lo que Fidel no quiere: grosera, impulsiva y problemática. Entonces ¿por qué parece no poder saca... Xem Thêm

SINOPSIS
PREFACIO
[UNO]
[DOS]
[TRES]
[CUATRO]
[CINCO]
[SEIS]
[SIETE]
[OCHO]
[NUEVE]
[DIEZ]
[ONCE]
[DOCE]
[TRECE]
[CATORCE]
[QUINCE]
[DIECISÉIS]
[DIECISIETE]
[DIECIOCHO]
[DIECINUEVE]
[VEINTE]
[VEINTIUNO]
[VEINTIDÓS]
[VEINTITRÉS]
[VEINTICUATRO]
[VEINTICINCO]
[VEINTISÉIS]
[VEINTISIETE]
[VEINTIOCHO]
[VEINTINUEVE]
[TREINTA]
[TREINTA Y DOS]
[TREINTA Y TRES]
[TREINTA Y CUATRO]
[EPÍLOGO]

[TREINTA Y UNO]

72.1K 5.8K 920
Bởi CMStrongville

Es al separarse cuando se siente y se comprende la fuerza con que se ama.

FIÓDOR DOSTOIEVSKI
...


KEA

Lo que menos quiero después de haber hablado con Fidel, es volver a casa.

Casa... Ni siquiera sé si puedo llamar así al lugar a donde voy. Me sentía más en casa con Fidel que en ningún otro lado...y ahora ya no lo tengo conmigo.

Bueno, eso es mentira. Sí que lo tengo, muy dentro de mí. Aunque se haya ido, lo llevo conmigo a todas partes. Está tatuado bajo mi piel, incrustado en mis pensamientos, alojado en mi corazón.

Es parte de mi vida aunque yo ya no sea parte de la suya.

Dios... ¿qué he hecho?, me pregunto.

«Lo correcto», dice una voz dentro de mí. Pero entonces... ¿por qué duele tanto?

Limpio una de mis mejillas al sentirla húmeda y continúo caminando. El sol está en lo alto del cielo, ardiendo, calentando mi piel, pero no importa lo mucho que brille, dentro de mí se siente frío y oscuro; vacío, apagado.

Sí, es mejor que haya dejado ir a Fidel porque... ¿qué tiene para ofrecer alguien que está vacío? ¿Cómo hacer promesas cuando me siento sin esperanzas?

Después de largos minutos caminando por fin llego al lugar donde crecí. Sigo perdida en mis pensamientos cuando abro la puerta, entumecida, y veo a un hombre ponerse de pie en la sala de estar.

—Kea...

El susurro roto y sus ojos inyectados con arrepentimiento deberían hacerme sentir algo; dolor, tristeza, rabia... pero la verdad es que no siento nada al verlo. Ni desprecio ni rencor. Nada en absoluto. Él está ahí, frente a mí, pero para mí es ahora un completo desconocido.

Después de algunos largos segundos con las miradas entrelazadas, desvío la vista sin decir palabra y me encamino a mi habitación con paso lento. Mis pasos resuenan dentro de la casa tan silenciosa, junto con su agitada respiración y los latidos de mi corazón.

—Perdón —escucho que susurra antes de que entre y cierre la puerta.

El dolor es tan notable en su disculpa... pero yo sigo sin sentir nada.

***

La última semana de clases pasa con más rapidez de la que me gustaría, pero nadie se da cuenta del desierto que soy por dentro. Estoy bien con eso, es justo lo que deseo. Muestro sonrisas, hago bromas, soy la misma Kea de antes y todos se tragan mi actuación. Ni siquiera Naira, mi mejor amiga, nota que hay algo mal en mí, pero no es su culpa. Soy yo quien no la deja entrar, quien no la deja ver, quien no quiere preocuparla.

Soy yo la mala amiga, no ella.

Es solo... no me gusta que la gente me conozca, a la yo real. Tengo miedo de que lo hagan, no les guste quién soy y se marchen. Siempre he dicho que no me interesa lo que los demás piensen de mí, y en cierto modo así es. La gente desconocida... ¿a quién le interesa su opinión?

A mí no. Pero si hablamos de las personas cercanas, de los seres queridos, ahí es diferente. En ese caso sí tengo miedo, y es por eso que les muestro una versión modificada de Kea. Una feliz, sin preocupaciones. Porque, ¿a quién le gusta rodearse de gente amargada y deprimida?

Solo hay una persona que puede ver a través de mí, que sabe quién soy de verdad, pero se mantiene alejado tal y como se lo pedí. De vez en cuando nos encontramos con las miradas, como si automáticamente supiéramos dónde buscarnos, sin embargo no intercambiamos palabra alguna. El único momento en el que mi interior se desentume para desbordarse con dolor es cuando lo veo. Sin esa sonrisa que siempre parecía llevar, taciturno, apagado... me hace sentir. Y desearía no hacerlo. Desearía poder dejar de quererlo tanto. Desearía que dejara de doler. Desearía que las cosas fueran más fáciles; para mí, para él... para nosotros. Pero no lo son, y no queda otra cosa más que fingir.

Por eso he vuelto a salir de fiesta, a bailar, a tratar de olvidar. He contactado a mis viejas «amistades». Esas con las que me aloco, las que no me juzgan pero tampoco se preocupan por mí. Ese tipo de compañía que no pide nada, pero tampoco da. Justo las que me gustan; las que no son indispensables, las que no te lastiman cuando se marchan, las que no te desilusionan porque no esperas nada de ellas.

A lo que no he vuelto son a los chicos y no pienso hacerlo. Tratar de olvidar en los brazos de un hombre no es lo que quiero y tampoco me sirve de mucho. Y si así fuera, solo hay uno que me interesa. Uno que quiero.

Los días pasan uno tras otro, no se detienen a esperar a que mi vida mejore, a que yo esté bien, y antes de que me dé cuenta la ceremonia de graduación llega. Algún profesor da el discurso de despedida. Vagamente escucho que nos invita a perseguir nuestros sueños y a no dejarnos rendir. Nos dice que, si nos lo proponemos, podemos llegar lejos, hasta donde queramos, hasta donde podamos soñar. Nos dice que nosotros mismos somos quienes nos ponemos límites, que nuestros miedos e inseguridades son nuestros enemigos más poderosos.

Algunos lloran conmovidos por sus palabras, pero yo no. Yo no puedo despegar la vista de la nuca de Fidel, dos filas más delante de la mía. No puedo ver su rostro, pero puedo imaginarlo prestando toda su atención al discurso. Así es él. Una vez que posa sus ojos en ti, te hace sentir como si fueras lo más interesante que haya visto u oído alguna vez. Te observa con curiosidad y sus ojos absorben cada gesto que haces, sus oídos se alimentan de cada palabra que dices.

Es imposible sentirse insignificante cuando él te presta atención de esa manera.

Mientras escucho a mi profesor continuar hablando, mientras su discurso resuena confuso en mi mente, Fidel es en lo único que puedo pensar. En él, sus atenciones y la manera tan especial que siempre me hizo sentir.

«Sus miedos e inseguridades son sus enemigos más poderosos, chicos. Si no los enfrentan, si se quedan estancados por miedo... jamás van a conseguir lo que quieren. Y lo más probable es que con el paso del tiempo, se arrepientan de sus decisiones.»

Cuando el discurso termina, todos nos ponemos de pie para aplaudir y arrojamos los birretes hacia arriba, riendo, gritando. Una vez que nos reunimos fuera del teatro donde ha sido la ceremonia de graduación, decidimos que no queremos quedarnos mucho tiempo en el baile de graduación que será más tarde. Alguien dice que sabe de una fiesta en grande, así que, cuando llegamos esa misma noche al salón, nos quedamos solo poco más de una hora, sorteando a los maestros y su vigilancia. Bailamos, comemos, charlamos y, ya que pasa el tiempo, nos reunimos fuera de la escuela y empezamos a subirnos a los autos que nos llevaran a donde la verdadera diversión estará.

Naira y Asier han desaparecido, así que supongo que se fueron a celebrar ellos solos su graduación. Eso significa que estoy yo sola por mi lado.

Me subo al auto de una chica, junto con otras cinco compañeras y partimos apretadas en el interior del carro hacia la fiesta. Las escucho hablar acerca de los planes que tienen para esas vacaciones y luego sobre la universidad. Yo solo guardo silencio y finjo sonreír.

Cuando llegamos a la casa donde se lleva a cabo la gran celebración me doy cuenta de que no hay supervisión adulta, lo que significa que hay alcohol por todas partes —entre otras sustancias— y que las parejas se ponen muy cariñosas en cualquier parte sin miedo a que los atrapen. La música es ruidoso, el ambiente animado y yo tengo toda la intención de divertirme.

No sé de quién es la fiesta y la verdad es que no me interesa. Solo sé que no quería quedarme sola en casa, o peor aún, con mi padre.

Él ha vuelto a sus sesiones para ayudar a superar su alcoholismo. Tiene dos semanas sobrio, según él; desde que me golpeó. Y tiene una semana queriendo hacer las paces conmigo. Yo no he deseado hablar con él todavía, aunque sé que tarde o temprano debo hacerlo. Solo... aún no me siento lista y no sé cuándo lo estaré. Sé que me pedirá perdón y no sé si vaya a ser capaz de perdonarlo en algún futuro cercano.

Camino entre la espesa multitud con destino a la cocina. Muero de sed y no pienso beber nada que contenga alcohol, así que voy en busca de un refresco. La noche es cálida, por lo que mi piel está húmeda por el sudor y mi cabello ha comenzado a pegarse a mis sienes.

Escucho a un grupo de chicos murmurar su aprobación por el vestido corto que decidí usar cuando paso a su lado.

—Te ves bien, Kea.

Sonrío y pongo los ojos en blanco. A pesar de todo, me hace sentir bien que alguien me encuentre atractiva. Llego a mi destino y afortunadamente encuentro una lata de refresco sin abrir. Está helada y alivia mi garganta seca cuando doy el primer trago.

Ahí en ese reducido espacio, la música no suena tan fuerte. La gente solo viene y va, no se queda, por lo que es un lugar relativamente tranquilo. Y de repente... las ganas de divertirme se han evaporado. Estoy planteando quedarme aquí toda la noche, me doy cuenta de que no estoy de humor para bailar o cualquier otra cosa parecida, aunque tampoco quiero que piensen que soy una aguafiestas amargada.

Decido que solo me tomaré mi refresco y entonces saldré a donde se encuentran todos los demás. Trataré de entablar conversaciones, reiré, escucharé los planes que tienen todos para las vacaciones...

Suspiro.

—Tanta gente marea, ¿no? —escucho que dice una voz conocida detrás de mí.

Miro por encima de mi hombro y encuentro a Fidel recargado sobre el marco de la puerta, una lata de cerveza abierta en su mano.

Giro mi cuerpo para poder enfrentarlo y elevo mi soda entre nosotros tratando de no prestar atención a lo bien que se ve.

—Tenía sed —murmuro en respuesta. Sus ojos vagan por mi cuerpo apretado dentro de aquel vestido y siento que me arde la piel.

—Ya veo. —Da un trago a su bebida al tiempo que clava los ojos en mí—. ¿Y tu amiga? —pregunta acercándose hacia mí. Se coloca a mi lado, manteniendo una distancia prudente, pero aun así me siento abrumada por estar hablando con él de nuevo.

—Con tu amigo. Celebrando, supongo. —Enarco mis cejas para dar énfasis al tipo de celebración que deben estar llevando a cabo y lo veo sonreír.

—Suertudos ellos que pueden —dice en broma, con un filo extraño en su voz—. Los que no, estamos aquí, bebiendo para aliviar el mal de amores.

Suelta una carcajada sin humor y da otro trago a su cerveza, su vista perdiéndose en la multitud que se aprecia por la ventana frente a nosotros. Yo me quedo callada admirándolo, sin saber qué decir. Parece tan molesto y triste que por un momento la necesidad apabullante de rodearlo con mis brazos se apodera de mí. Lleva el cabello repeinado todo hacia atrás y jamás lo había visto así, sin el pelo cubriéndole la frente. Parece... mayor. Más serio.

Más guapo.

—No todos bebemos —me escucho decir.

Una comisura de sus labios se curva hacia arriba.

—Cada quien tiene su forma de tratar de olvidar. Y digo tratar porque a algunos nos es imposible, y aun así ahí estamos, intentando, fallando. —Suelta un largo suspiro echando la cabeza hacia atrás y cierra los ojos—. Te extraño tanto —murmura—. No tienes ni idea de la falta que me haces.

Bajo la mirada hacia la lata entre mis manos temblorosas y muerdo mi labio. El impulso de acercarme a él, de abrazarlo y besarlo, está cobrando fuerza en mi interior. Se está volviendo grande, poderoso, y siento que en cualquier momento anulará mi capacidad de pensar con claridad.

Eso es lo que me hace su cercanía. Eso es lo que me hace Fidel. Eso es lo que me hace el amor que siento por él.

—El próximo mes me voy —digo sin saber por qué. Eso lo hace mirar en mi dirección y fruncir el ceño. Yo sonrío apenas al ver la duda en sus ojos—. Mi hermano quiere que me vaya a vivir con él. Como no entraré a la universidad todavía, quiere que me vaya durante un tiempo. Pensar en lo que haré durante las vacaciones...

Me encojo de hombros sin terminar la oración y él asiente pensativo.

—Entonces te vas.

—Solo unos meses —me excuso sin saber por qué. Él suspira y desvía la mirada otra vez a la ventana.

—Yo... siempre sí entraré a la universidad —dice, sorprendiéndome—. Mi papá se puso en contacto conmigo. Al parecer quiere pagarme la inscripción —ríe—. Tal vez le remuerde la conciencia después de dieciocho años. —Sonríe sin humor y fija sus ojos claros en mí—. Pero me da igual. Si él quiere pagarme las clases, bien; si no... ya encontraré yo el modo de hacerlo. Mi mamá ha dejado en claro que me va a apoyar en lo que quiera hacer.

Estira un dedo para tocar mi codo y yo me estremezco con aquel simple roce.

—Qué bueno que tu papá quiera hacer las paces contigo.

—Supongo —dice sin interés. Se acerca un poco más a mí y sonríe, su mirada recorriendo cada detalle de mi rostro—. Dios, te ves preciosa, Kea. Tengo tantas ganas de besarte...

«Y yo de que me beses», pienso.

Ladeo mi rostro cuando continúa acercándose y sus labios quedan a solo un suspiro de los míos. Coloco mis manos sobre su pecho con la intención de empujarlo, pero no lo hago; solo las dejo ahí reposando sobre su camisa, sobre su cálido pecho. Lleva las mangas dobladas hacia arriba y puedo ver sus antebrazos desnudos. Los dos primeros botones de su camisa están desabrochados y dejan al descubierto el hueco de su garganta y su nuez, que sube y baja cuando pasa saliva, nervioso.

—Fidel, no —digo débilmente. Sus dedos rodean mis muñecas con suavidad y da otro paso más cerca de mí, logrando que mi espalda baja se presione contra la barra tras de mí.

—Estoy tratando de recordar por qué no salí corriendo detrás de ti cuando me dejaste, pero no puedo hacerlo. —Una de sus manos me suelta y eleva los dedos para acariciar mi mejilla con ternura—. Supongo que solo fui tonto, ¿eh? Si hubiera salido tras de ti tal vez...

—Me habrías hecho cambiar de opinión —completo en un hilo de voz. Sus ojos están fijos en mi boca, como si se muriera por besarme. Yo también lo hago. Extraño sus besos como no tiene una idea—. Pero con el tiempo habría sido lo mismo —admito apenada.

Sus ojos tristes se elevan hacia mi mirada, igualmente afligida. Alguien grita su nombre en el pasillo, buscándolo, y él deja caer la mano a su costado con resignación.

—No, no lo habría sido —dice convencido dando un paso atrás—. Pero no importa ya, ¿cierto? Porque todo terminó. —Sonríe con tristeza y da otro trago a su bebida, terminándola. Deja la lata en la barra junto a mí y se acerca de nuevo hasta que nuestras narices se tocan—. Pero al menos sé que yo di todo de mí y, aunque también tenía miedo, no fui yo quien decidió huir —susurra. Se encoge de hombros y se inclina hacia un lado para dejar un beso en mi mejilla, muy cerca de mi boca—. Cuídate, Kealani. Tal vez nos veamos por ahí.

Se incorpora dándome una última mirada y comienza a caminar lejos de mí; esta vez el impulso que siento es por alcanzarlo, por impedir que se marche de mi lado. Pero, como con los otros que he sentido a lo largo de la noche, lo suprimo y me quedo de pie ahí, observando cómo se aleja, sintiéndome impotente.

Đọc tiếp

Bạn Cũng Sẽ Thích

4.2K 540 38
Un trabajo, una nueva oportunidad, fue lo que pensé cuando el apellido Goldssom llegó a mi vida. No solo fueron nuestros caminos los que se cruzaron...
Joey Bởi Freider Korff

Viễn tưởng

17.5K 2.4K 43
Poco antes de suicidarse, Joey decide grabar un último vídeo de desahogo, donde cuenta cada una de sus experiencias, e incluso los secretos que tanto...
6.1K 900 10
Tzuyu se entera que su esposa le es infiel con otra Alfa, pero no tiene el valor suficiente para reclamarselo. Sin embargo, prefiere callar y ver cóm...
31.3K 4.9K 47
[Primer libro de la trilogía La bruja rebelde] Mató accidentalmente a la reina, ahora luchará por su vida. ••• Marie es una joven bruja que ha servid...