Con los ojos del alma ©

By LunnaDF

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OBRA N°3 DE LA SERIE "AMOR EN UN MUNDO INCLUSIVO" ESTA OBRA SERÁ PUBLICADA POR NOVA CASA EDITORIAL Ámbar pe... More

Antes de leer
Prólogo
Booktrailer
1. Todo nuevo
2. El asistente
3. Elección
4. Felicidad
5. Manzanas
6. Correcto
7. Enfermo y cuidado
8. Cuidándote
9. Leamos juntos
10. Fraude necesario
11. Volver a casa
12. En las montañas
13. Atrapados
14. Tus ojos
15. Intimando
16. Confusiones
17. Cumpleaños
18. Tiempo juntos
19. Confesión bajo las estrellas
20. Enamorada y celosa
21. Enamorado
22. Verdad descubierta
23. Adiós
24. Soledad
25. Defendiéndote
26. Despedida
27. A buscarte
28. El beso
29. Mi pasado.
30. Sanando
31. Nuestro tiempo
32. Probándote
33. La hermana Rita
34. Aroma a manzanas
35. Mi milagro
36. Preparativos
38. En cuerpo y alma
39. Jugando a ciegas
EPÍLOGO
*** Puntos de venta ***
Muchas gracias
Información Buenos Aires FIL 2022

37. Con los ojos del alma

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By LunnaDF

—Entonces... esto va en serio —afirmó el padre de Ámbar cuando nos quedamos solos en medio de aquel almuerzo organizado por mi novia y Mamama. Las chicas habían ido a no sé dónde.

—Muy en serio —confirmé nervioso sintiéndome como un adolescente al escrutinio de este hombre—. Yo la amo, señor... Puede estar seguro que quiero hacerla feliz.

—Me alegra, Mariano... Ámbar merece ser feliz, ha vivido demasiadas tormentas injustas.

—Lo sé... —asentí con reverencia. Las chicas estuvieron de regreso y la conversación no fue más allá de eso.

Cuando volvimos a casa de dejar a su padre y su mujer en el hotel donde se estaban quedando, nos recostamos en el sofá. Ambos parecíamos haber recobrado el oxígeno que los nervios por dicho encuentro nos había causado.

—Le caíste bien a papá —dijo ella tomando mi mano y besándola.

—Él también me cayó bien, se nota que te adora y eso me encanta.

—Ya queda poco... pronto estaremos unidos para siempre.

—Ya lo estamos, digamos que lo haremos formal —sonreí abrazándola y atrayéndola hacia mí. Entonces comenzamos un juego de besos y caricias que nos llevó por los caminos vertiginosos del placer y del deseo.

***

El día de la boda fue un día perfecto. Estábamos en el pueblo desde el viernes en la noche, nos quedábamos en el convento, en cuartos separados por supuesto. Me levanté temprano y fui hasta el campanario. Podía sentir el calor de los rayos del sol calentando mi piel, penetrando en mi alma, iluminando mi oscuridad, como si Dios estuviera haciéndome percibir la luz a través de mi piel, impregnándose en mi alma. Podía sentir su calor en ese calor, podía sentir su bendición en mi vida, la confirmación de que estaba haciendo lo correcto y de que Ámbar era el milagro que yo había esperado toda mi vida. Un milagro de amor, porque siempre me dijeron que Dios era amor.

También podía sentir la luz brotando de mi interior, desde el centro de mí ser, ventilando los resquicios más profundo de mi alma, espantando a los fantasmas y las sombras que por años me atormentaron y me impidieron ser feliz. Suspiré y entendí que la felicidad real iba mucho más allá de algunos momentos felices, que la vida estaba llena de momentos malos y buenos, pero que no son estos la base de la verdadera felicidad. Entendí que a todos nos azotan tormentas, la diferencia está en cómo las enfrentamos y como nos preparamos para afrontar la siguiente. La felicidad real radica en nuestro interior y sale a la luz cuando nos damos cuenta que somos nosotros mismos los que poseemos la fuerza para descubrirla, así como somos nosotros mismos quienes poseemos también la fuerza para destruir las tinieblas que nos consumen desde adentro.

Es mucho más fácil revolcarse en el fango de los malos recuerdos y experiencias, en los dolores que la vida nos causó, en las preguntas acerca de la injusticia de la vida, del «¿por qué a mí?» que siempre nos hacemos ante situaciones que no podemos controlar. Es mucho más sencillo ser víctimas de un destino que no fuimos capaces de modificar, que tomar las riendas de la vida y decidir que queremos... que necesitamos cambiar.

Es cierto que Ámbar fue la puerta al interior de mi ser, para animarme a amarla tuve que quebrar los muros que yo mismo construí a mi alrededor para que nadie pudiera alcanzarme y así nadie pudiera dañarme. Pero una vez que ella abrió ese camino, tuve que ser yo el que juntara mis pedazos, el que los levantara uno a uno y se los entregara a ella, mientras ella hacía lo mismo y me entregaba los suyos, para que juntos nos armemos de nuevo, para que juntos nos reinventemos, para que juntos espantemos al miedo.

Había decidido que ya no quería vivir en las sombras, y no me refería a las sombras de mi ceguera. Esas ya no me importaban, cuando uno por fin acepta sus limitaciones aprende a lidiar con ellas, a aceptarlas en vez de renegarlas. Me refería a las sombras de vivir escondido tras mis propios miedos, esos temores que no me dejaban avanzar, que no me permitían confiar... porque, ¿cómo iba a confiar en alguien si tenía miedo? ¿Y cómo iba a superar mis miedos si no podía confiar en alguien?

Me gustaba la luz que me brindaba el amor, el amor que estaba recibiendo y el amor que era capaz de dar. Me iluminaba dando lo mejor de mí, me iluminaba recibiendo lo que ella me quería dar.

—¿Qué haces acá? —Su voz me trajo de mis pensamientos y me di cuenta que estaba sonriendo, Ámbar se sentó a mi lado y acarició mi mejilla, acarició mi sonrisa—. Tienes una sonrisa tan hermosa, Mariano.

—Todas las sonrisas son hermosas, al menos las que son reales —afirmé y la abracé atrayéndola hacia mí—. Es el día más feliz de mi vida, Ámbar. Solo faltan unas horas. —Ella escondió su cabeza en mi cuello y aspiró, yo la besé en la frente.

—También lo es para mí. Has cambiado todo mi mundo, me haces mejor persona.

—Tu a mí, cariño. Es lo que se supone que hacemos con aquellos a quienes amamos, ¿no? Mejorar sus versiones —sonreí—. Yo soy mejor gracias a ti.

—¿No tienes miedo? ¿Y si no funciona? —cuestionó.

—Miedo, siempre tengo miedo. La diferencia es que antes el miedo me limitaba, y ahora lo enfrento, voy delante del miedo. Haremos que funcione, cariño. Seguro a veces no será fácil, solo no debemos olvidar lo esencial.

—¿Qué sería lo esencial para ti? —preguntó plantando un dulce beso en mi cuello.

—Que eres tú, que soy yo, que nos vimos al alma, que nos conocemos plenamente, que nos entregaremos el uno al otro en cuerpo y alma. Cuando vengan las tormentas, recordemos nuestra esencia, esto que soy, eso que eres. Y volveremos al inicio, y volveremos a renovar el amor.

—Es usted muy romántico, Profesor Galván —susurró en mi oído.

—Es que usted se lo merece, Señorita Vargas.

***

Y así esa misma tarde, cuando el cielo comenzaba a teñirse de colores que yo no podía ver, y las estrellas tintineaban canciones que yo imaginaba oír. Ámbar y yo formalizamos lo nuestro y unimos nuestras vidas en una ceremonia alegre, amena y sincera; acompañados de nuestros seres más cercanos, aquellos quienes nos querían, a quienes le importábamos de verdad.

Mientras esperaba nervioso, en el altar su llegada. La imaginé radiante, luminosa y hermosa, caminando sonriente hasta mis brazos. Quería cuidarla y protegerla por siempre. Entonces ella llegó a mi lado, sentí el calor de su cercanía y una luz brillante envolviendo mi alma.

Tuve entonces la certeza de que hacía lo correcto, ya la oscuridad no se sentía vacía, ya no había tinieblas ni abismos en donde pensaba caería. Mi oscuridad era ahora luminosa, porque ella estaba allí a mi lado, amándome. Entonces pude imaginar pequeños puntos de luz pintándose uno a uno en el negro que envolvía a mis ojos; eran estrellas, tintineaban alegres. Porque ella era mi cielo estrellado, aquel que tanto había anhelado ver de nuevo. Porque ella era la voz de Dios recordándome que no me había abandonado, que había escuchado mis súplicas dándome mi milagro, no aquel que yo había pedido... aun no podía ver los árb oles, o el cielo... ni el color de los ojos de Ámbar o su pelo; pero podía ver aquello que era lo importante en la vida, el amor de quienes nos importan y a quienes importamos. Podía ver la luz brillar en mis tinieblas, porque ahora era capaz de ver muy profundo y sin miedos, con los ojos del alma.

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