La Hija del Pastor

By AlexitaMay

7.9M 315K 609K

Lara, una chica irreverente es enviada a un remoto lugar en México. Si de por sí es horrible estar aquí lejos... More

Capítulo 1
Capítulo 2
Capítulo 3
Capítulo 4
Capítulo 5
Capítulo 6
Capítulo 7
Capítulo 8
Capítulo 9
Capítulo 10
Capítulo 12
Capítulo 13
Capítulo 14
Capítulo 15
Capítulo 16
Capítulo 17
Capítulo 18
Capítulo 19
Capítulo 20
Capítulo 21
Capítulo 22
Capítulo 23
Capítulo 24
Capítulo 25
Capítulo 26
Capítulo 27
Capítulo 28
Capítulo 29
Capítulo 30
Capítulo 31
Capítulo 32
Capítulo 33
Capítulo 34
Capítulo 35
Capítulo 36
Capítulo 37
Capítulo 38
Capítulo 39
Capítulo 39 3/4
Capítulo 40
Epílogo
Buenas nuevas

Capítulo 11

217K 8.6K 19.3K
By AlexitaMay

Lo veía, venía a mí... con sus ojos que sacan chispas y sus manos empuñadas; su espalda ligeramente encorvada. Vestía de traje y su corbata, la de la suerte; era una corbata azul con anclas rojas y blancas perfectamente distribuidas. Se veía tan pulcro, tan limpio y olía muy fuerte a colonia. Pero esa era su imagen externa, se mostraba limpio mientras por dentro estaba podrido; maloliente; sin alma y sin corazón. Era un monstruo y por albures del destino me tocó coincidir con él.

Tomé una almohada y me abracé a ella. Sabía que no había más que era inútil pero al menos quería hacer un intento de poner algo entre nosotros. Me gustaba soñar que alguien alguna vez lo detendría... que alguien vendría a rescatarme de esta torre de miedo y desesperación. Así que me aferré con fuerza a mi escudo, esperando que al menos me ayudara a retrasar mi agonía. Cerré los ojos y respiré profundamente. Hay algo raro, algo no va bien, esta almohada no olía a húmedo, ni a suciedad, olía divinamente rico. Huele a... a Lara. ¡No! Lara está aquí, tengo que hacer que se vaya o también la va a lastimar. Me quito la almohada de la cara, abro los ojos y la chica alta está viéndome con una enorme sonrisa. Volteo a todos lados y él no está, desapareció.

-Vete antes de que regrese.- Le advierto desesperadamente.

-Yo te voy a cuidar, Anita.- Sus brillantes ojos verdes me ven con ternura.

-Sí te ve aquí conmigo también te va a querer curar. Vete.-

-Nadie más está aquí. Sólo somos tú y yo.- Con dificultad me paro pero no me duelen las piernas. –Te quiero, Ana. Ven conmigo.-

-¡No! No digas esas palabras... si te escucha... va a ser peor.- Dios sabe que la quiero pero él no lo puede saber, la va a alejar de mí, la va a lastimar y si la lastima nunca me lo voy a perdonar. No quiero que sufra por mi culpa.

-Vamos, cariño.- Extiende su mano hacia mí; busco mover mis piernas pero es inútil. Veo abajo y tengo grilletes en los tobillos. La vuelvo a ver y pasa. Él está detrás de ella.

-¿Tú también?- Pone sus sucias manos sobre ella y la abraza por atrás. Veo el rostro de Lara transformarse pero no se puede zafar. Nadie puede, es muy fuerte. –Así que tenemos a dos lesbianitas...- Hunde su nariz en el cabello de Lara.

-¡Suéltala!-

-Lo mucho que me voy a divertir contigo.- Esa voz, esa voz que promete, que cumple cada palabra que sale de su boca. Lara se resiste pero es inútil, veo lágrimas corriendo por sus mejillas. Él lleva una de sus manos debajo de su sudadera.

-Cierra los ojos, Anita. No veas.- Me pide entre lágrimas. Con todas mis fuerzas intento mover mis pies pero es en vano. Estoy fuertemente agarrada al piso. Mis ojos se llenan de lágrimas, la única persona con la que tolero el contacto físico ahora mismo estaba siendo consumida por mi oscuridad. Mi demonio se aferraba a ella.

-¡No! Juega conmigo pero no la toques a ella.- Él no hace caso y su mano sube cada vez más por su vientre. -¡Lara, no!- Sollozo incontrolablemente y de pronto comienzo a sacudirme. Siento una fuerza externa que me mueve con una fuerza descomunal.

-¡Ana, despierta!- Abrí los ojos, busqué por toda la habitación... no es el calabozo. Es otro lugar. Parpadeé unas veces y enfoqué a Lara frente a mí con sus manos sobre mis hombros y sus ojos llenos de angustia. Vi el moretón en su ojo... La lastimó ¡Dios, no! Casi de inmediato llevé mis manos a los costados de su rostro. Cerró los ojos e inhaló profundamente.

-¿Quién te hizo eso?-

-Tú me hiciste esto, Anita. Jugando voli.- Cerré los ojos unos segundos y volví a abrirlos... ahora todo se acomodaba. Estaba en casa de Lara. Me relajé y sentí el agarre de Lara aflojarse también. –Sólo fue una pesadilla. Estás a salvo aquí.- La pesadilla más real de mi vida. Las lágrimas volvieron a llenar mis ojos y segundos después rodaron por mis mejillas. Con la poca luz vi los ojos de Lara oscurecerse. Algo no le gustaba. Quitó sus manos de mis hombros y las llevó a mi rostro, lentamente se acercó y descansó su frente sobre la mía. –No llores, cariño.- Su voz sonaba tan lastimada que apenas logré escucharla. Con sus pulgares limpió mis lágrimas.

-Él te... quería hacer lo mismo que me hacía a mí.- Cerré los ojos esperando alguna de sus sagaces respuestas pero sólo obtuve silencio. Quizá lo estaba procesando pero Lara era atrabancada como ella sola. Estaba a punto de abrir los ojos cuando algo húmedo rozó uno de mis dedos. Me esperaba todo, menos esto. Con dolor abrí los ojos y vi silenciosas lágrimas bañando su cara. –Ellos te advirtieron que te alejaras de la monja rara.-

-Cállate.- Su respuesta me paralizó un momento. –Yo... lo siento.- Como ella lo hizo antes, quité sus lágrimas con mis pulgares.

-¿Por qué lloras?-

-Porque me rompe el corazón verte así.- Su honestidad me desarmó. Lara no se veía como el tipo de chica que simpatiza con las penas de los demás y mucho menos que se preocupe de las cosas que pasan a su alrededor. Una parte de mí se alegró porque quizá esto significaba que ella también me quería. Pero otra sabía que lo más probable es que fuera lástima... no sería la primera y definitivamente no la última.

-Lamento arrastrarte a todo esto.-

-Si no quisiera estar aquí ya te hubiera mandado al carajo.- Ahí estaba la Lara que yo conozco. –Me siento tan inútil, Ana.- Dijo amargamente.

-Lara, me ayudas más de lo que puedes imaginar. Ya te lo había dicho.- Ella seguía sin abrir los ojos.

-Pero sigues llorando y sigues teniendo pesadillas... no he hecho lo suficiente.- Palpaba la decepción en su voz.

-Créeme que las pesadillas han disminuido...- Ella negó.

Tenía que hacer algo para que creyera en mis palabras. Ella se está convirtiendo en mi sanidad. A pesar de ser como una cabra desquiciada, me estabiliza y... me alegra. Estar con ella es como estar en las profundidades del bosque porque el aire que emana es puro y te da vida pero sabes que en cualquier momento alguna sorpresa te tiene preparada. Lara es como una bocana de aire fresco en este intento de aferrarme a la vida. En este intento de buscar un poco de luz en medio de tanta oscuridad. -¿Puedes hacer algo por mí?-

-Lo que sea.- Contestó rápidamente.

-Abrázame.- Abrió los ojos de golpe y me quedó viendo como si me hubiera salido otra cabeza.

-¿Qué?- Preguntó confundida.

-Abrázame.- Repetí. Haciendo un esfuerzo por mantener mis ojos conectados con los de ella. Lara parecía haber perdido la habilidad para hablar o para moverse, así que simplemente cerré los ojos y esperé.

Su frente contra la mía, mis manos sobre su cara y las suyas sobre la mía...todo se sentía tan correcto, tan bien. Desde ese día que me dejó limpiarme con su sudadera entró a mi corazón. La chica rebelde era sólo una fachada que escondía a una niña que, al igual que yo, no recibió tanto amor como debería. Lara en realidad era una chica con un enorme corazón, con un extraño sentido de la justicia y una habilidad monstruosa para meterse en problemas. Pero yo la quería, toda esa locura que ella representa es ahora mi locura. Ni siquiera puedo imaginar que sería de mí estando sola y sin papá. Lara está rápidamente haciéndose espacio en mi vida y sin lugar a dudas en mi corazón.

-Anita.- Cuanto me tranquilizaba oír mi nombre cuando venía de ella. Era como que mi nombre y toda yo estuviera segura con ella. Inhaló profundamente como si se preparara para sumergirse en aguas profundas; sus manos dejaron mi rostro para tomar la cintura y lentamente acercarme a ella. Podía sentir el verde infinito de sus ojos sobre mí; buscando mis ojos como siempre lo hace cuando lloro.

Bajé mis manos y también busqué su cintura; sentí su respiración sobre mi hombro y ya no soporte más, la jalé hacia mí y me hundí en su cuello. Dejándome llevar por su aroma y por su piel suave. Sus manos delicadas y fuertes a la vez alrededor de mí, como un salvavidas, ayudándome a no ahogarme. Sí, definitivamente se sentía bien pero a la vez me aterraba porque la última vez que me sentí bien con alguien la pesadilla comenzó.

-¿Qué me estás haciendo?-

-Lo mismo que tú a mí.- Abrí los ojos al darme cuenta que lo había dicho en voz alta y más aún por su respuesta. Me tensé de inmediato y como si leyera mis pensamientos comenzó a sobar mi espalda. –Tranquila, vamos poco a poco, ¿te parece? Una pesadilla a la vez. Lento pero seguro.- Asentí y disfruté de los brazos más reconfortantes del mundo.

No sé en qué momento me quedé dormida pero el embriagante olor de Lara me tranquilizaba y me daba paz. Era como una pócima mágica que curaba todos los males. Y como siempre al sentir un poco de luz y paz mi mente se las ingeniaba para conectarlo con mis fantasmas del pasado. De ninguna manera quería a Lara conectada con las cosas que pasé. Me desperté y nuevamente su olor penetró mis fosas nasales.

-¿Cómo dormiste?- Me asusté al escuchar su voz detrás de mí; me di la vuelta y me veía con una sonrisa.

-Bien.-

-¿Bien?- Se rió levemente. -¿Eso es todo?-

-Dormí muy bien. Gracias.-

-No sé si creerte.- Podía ver perfectamente donde terminaba el moretón que le causé y donde comenzaban sus enormes ojeras. Llevé mi mano derecha a su mejilla.

-¿Dormiste?-

-Sí.-

-No sé si creerte.- Me sonrió.

-Quería asegurarme de que estuvieras bien.- ¿Es real?, ¿está mujer de ojos verdes frente a mí es real?

-No tenías que hacer eso, Lara.- Acaricié levemente su pómulo. –Eres muy dulce.- Su sonrisa se amplió.

-Me han dicho muchas cosas menos que soy dulce.-

-Es porque ellos no te conocen realmente.- Seguí acariciando su pómulo rítmicamente y veía el enorme esfuerzo que hacía por mantener sus ojos abiertos. –Duerme, La.-

-¿La?-

-Tu nombre es muy largo.- Bromeé con ella.

-Entonces te diré "A"... tu nombre también es demasiado largo.- Su voz sonaba cada vez aletargada.

-Esperar en ti, difícil sé que es. Mi mente dice no, no es posible; pero mi corazón, confiado está en ti. Tú siempre has sido fiel, me has sostenido. Y esperaré pacientemente aunque la duda me atormente, yo no confío con la mente, lo hago con el corazón.- Repasé algunas canciones que tenía en la mente y fue la que me pareció más apropiada. Tanto le pedí a Dios un rayo de luz, algo que me convenciera de que la vida es buena a pesar de las adversidades y me mandó una tormenta eléctrica llamada Lara.- Y esperaré en la tormenta y aunque tardare tu respuesta yo confiaré en tu providencia, tú siempre tienes el control.- Creo que ni siquiera había comenzado a cantar cuando Lara ya estaba profundamente dormida.

Mentiría si dijera que el hecho de que ella se quedara velando por mí hizo que sintiera un calor indescriptible en el corazón. No tenía ninguna obligación de hacer eso, ni siquiera se lo pedí. Justamente eso fue lo que me llenó de ternura, que fue algo que salió de ella. Seguí acariciando su pómulo unos segundos más. –Te quiero, Lara.- Me acerqué a ella y besé ligeramente su mejilla. –Y no sabes cómo me asusta eso.- Se acomodó un poco y soltó un pequeño ronquido que me hizo reír. –Sólo tú.- Lentamente me levanté de la cama y me dirigí a la cocina.

El lugar representaba a la perfección a Lara, todo estaba perfectamente desordenado. Su mochila tirada a un lado del sillón, los tenis enlodados cerca del baño; algunos trastes sucios en el lavabo. Ya en casa me había dejado ver que no era una de sus actividades favoritas así que me dispuse a hacerlo por ella. No tardé más de cinco minutos por lo que aproveché el tiempo para hacer desayuno. Hasta ahora contaba con plátanos, huevos y jamón que había encontrado en el refrigerador; esto sería suficiente para un buen desayuno.

Cuando terminé de hacer el desayuno sabía que hacía falta algo. No quería regresar a la habitación a buscar mis zapatos así que me puse los tenis enlodados de Lara y corrí a la casa de Ofelia. Por la gracia de Dios no me caí ya que me quedaban algo grandes. Algo agitada pero con una enorme sonrisa toqué y justamente ella me abrió la puerta.

-Hola, Ana.-

-Ofelia, buen día.-

-Estás muy sonriente.-

-Es un buen día.- Me encogí de hombros. -¿Crees que tengas algunas tortillas?-

-Claro, mamá acaba de hacer algunas.- Ofelia me veía extrañada. -¿Estás bien?-

-Sí, sólo tengo algo de hambre.-

-Puedes desayunar con nosotras.-

-Eh, gracias pero ya tengo algo preparado en casa.- Respondí de inmediato.

-Quizá para la próxima.- Se metió a la casa y en unos instantes regresó con una pequeña manta que desprendía el inigualable olor de tortillas recién hechas.

-Gracias, Ofelia.-

-De nada.- Me quedó viendo un momento. -¿Segura que estás bien?-

-Mejor que nunca.- Ni siquiera esperé a que me contestara cuando ya estaba de camino a casa de Lara. Cuando estaba cerca recordé que no había sacado llave, lo cual implicaría que tendría que tocar y despertarla. –Que tonta soy.- Estuve unos minutos en la puerta, indecisa si tocar o no. Quizá debería esperar a que hubiera movimiento dentro de la casa. Cerré los ojos y toqué, esperando que Lara no lo escuchara pero para mi sorpresa me abrieron de inmediato.

-Ana.- Dijo sorprendida.

-Hola.- Le sonreí pero su rostro era de total seriedad. -¿Qué pasa?-

-Creí que te habías ido...-

-Sólo fui por esto.- Le mostré lo que había conseguido. La vi erguirse de nuevo. Otra de las particularidades de Lara, se encorvaba si estaba estresada o cuando algo iba mal. -¿Quieres desayunar?-

-Me encantaría.- Respondió a la vez que me mostraba su espléndida sonrisa. -Ya que tú hiciste el desayuno me toca servir.- Tomó dos platos y me sirvió la misma cantidad que se sirvió ella; no me acabaría tanta comida.

-No todos comen tanto como tú.-

-Es de mala educación dejar sobras, majestad.- Me sonrió y regresó a la cocina. -¿Quieres café?-

-Por favor.- Para agilizar las cosas usó el microondas y en menos de dos minutos tenía una humeante taza de café frente a mí. –Gracias.-

-Gracias a ti por hacer el desayuno.-

-Un placer.- Nos dedicamos a comer y de vez en cuando la atrapaba viéndome. Me sostenía la mirada y de nuevo se enfocaba en su comida. A momentos me parecía que quería decir algo pero se detenía, creí saber que era. Quería saber más de la pesadilla.

No es que me cerrara es sólo que nunca he hablado de estas cosas con nadie. Absolutamente nadie. Papá sabía a grandes rasgos qué es lo que había pasado conmigo pero no sabía de los detalles escabrosos y prefería dejarlo así. Sabía que podía confiar en Lara y lo hacía pero la forma en como estaba afectándole esto no me agradaba. No quería que ella tenga que vivir con esas imágenes en su mente. Nadie debería hacerlo, más que yo.

-¿Segura que quieres saberlo?- Le pregunté de pronto. Tarde o temprano se lo diría. Y si ella lo sabe me va a entender mejor y entenderá lo mucho que significa el hecho de que me abrace o de sentir su piel sobre la mía. Debía entender que la estaba dejando entrar en las profundidades de mi infierno. Ella dejó de comer y fijó su vista en mí.

-Si eso te ayuda...- Sacó el aire por su boca. -¿Has hablado con alguien de esto?-

-Dos personas pero nadie sabe totalmente lo que pasó... ni siquiera papá.-

-La pesadilla...- Comenzó cautelosamente.

-Está llena de detalles... detalles que... son demasiado vividos.- Fue mi turno de ver mi plato de comida. –No quiero compartirlos... confío en ti pero no quiero que te...consuma.-

-Sé que soy muy inapropiada para comportarme. No sé manejar la ira, la frustración y sobre todo nunca me había sentido tan impotente como ahora.- Tomó un sorbo de su café. –Pero si el que tú hables de eso te ayuda a... aliviarte un poco, te juro que me comportaré. Que seré la persona que necesitas en estos momentos.- La chica prácticamente me suplicaba que le dijera, que hablara al respecto, que lo soltará. Asentí levemente aceptando su proposición -¿Quieres ir al bosque?- Negué.

-Estoy bien aquí.- Sola contigo. Aunque en el bosque también estaríamos solas pero me sentía segura en estos momentos.

-Bien.- Se notaba muy tensa. -¿Quieres más café?-

-Sí, por favor.- Rápidamente se puso de pie y en instantes me di preparo otra deliciosa taza de café. –Desearía al menos saber qué nombre tiene mi demonio.- Cerré los ojos. –Mi madre a veces le llamaba de una manera extraña pero no lo recuerdo... No creo que sea de aquí.- Él era como una fotografía en mi mente. –Siempre estaba bien vestido, al menos cuando se encontraba conmigo. Traje y corbatas muy elegantes. Principalmente recuerdo una corbata de anclas... rojas y blancas. Decía que era su corbata de la suerte.- Tomé un respiro. –Nunca me besó... no sé cómo hubiera reaccionado. El siempre tapaba mi boca o se aferraba a mis...- Esto era más difícil de lo que pensé.

-Si es mucho puedes detenerte. No te sientas obligada a decirme.-

-Creo que necesito hacerlo, Lara.- Tomé un poco de mi café. –Se aferraba de mis senos... decía que era lo más bonito de mi cuerpo. Sus manos eran muy suaves... totalmente distinto a su rasposo interior.- No necesitaba cerrar los ojos para verlo; incluso en la nitidez del día lo podía ver; aun con los ojos abiertos. Estaba en todos lados. –Tenía un lunar detrás de su oreja. Generalmente lo cubría su cabello. –Lara me veía atentamente y aunque no decía nada sus ojos la delataban. Estaba muy a punto de perder la razón.

-¿Tú papá sabe cómo es él?- Negué. –Te admiro por pasar esto sola prácticamente pero eres una tonta al querer llevar todo el peso en tus hombros. No es sano.-

-No quiero que me tengan lastima.- Agaché la cabeza.

-No eres un perrito abandonado, Ana. Incluso los animalitos no deben recibir algo tan bajo como la lastima. Eres un ser humano... que ha pasado por mucho. Está bien pedir ayuda de vez en cuando.-

-¿Tú has pedido ayuda?-

-Nuestros contextos son muy diferentes, Ana.- Se defendió de inmediato.

-Pero el sentimiento es el mismo; el creer que podemos solas.- Se quedó callada un momento. –Se siente bien hablar de esto.-

-¿Puedo preguntar algo?-

-Lo que sea.- Su mirada se ensombreció más.

-No tienes que responderme si no quieres o si es mucho.-

-Está bien, La.- Traté de confortarla con una sonrisa.

-¿Cada cuánto...?- Buscaba las palabras pero sabía a donde se dirigía.

-Al menos una vez a la semana.- Cerró los ojos y empuñó las manos.

-¿Cuánto tiempo?- Su voz ronca y profunda.

-Más del que desearía.-

-Lo siento.- Murmuró y salió de la casa. No debía seguirla; al igual que yo ella tenía su propia forma de lidiar con su frustración. Estaba más que disgustada y aunque me llenaba de ternura el esfuerzo que hacía, también era consciente de que era mucho para manejar. Por varios segundos no hubo señales pero de pronto un grito rompió la paz. Sabía que no estaba en peligro, estaba descargando lo que estaba sintiendo. Cerré los ojos y las lágrimas no se hicieron esperar. Quizá sí le importaba. Dos segundos después del grito Norma apareció.

-¿Qué pasa?- La mujer se veía bastante asustada.

-Está aprendiendo a escuchar y a controlar sus impulsos.-

-¿Qué?- Me vio extrañada.

-Le conté.- La profe me veía sorprendida. –Sé que puedo confiar en ella.- La mujer simpática se acercó a mí y puso una mano sobre mi hombro. Ella rara vez usaba el contacto físico conmigo.

-Por supuesto que sí. Es una persona muy leal... es una vaca loca pero es una buena chica.-

-Lo es.- Sonreí y al levantar la vista ella me veía fijamente.

-¿Qué quieres de ella?- No era una pregunta inquisitiva, aunque su rostro se mostraba muy solemne.

-Creo que ya se lo había dejado claro cuando hablamos.- Suspiré. –La quiero, profe. Me hace sentir cosas...-

-Perdón... lo estoy haciendo todo mal.- Entró Lara derrotada. –Lo siento mucho, Anita.- Levantó la cabeza. –Hola, Norma.-

-Hola, Lara. ¿Estás bien?-

-¿Cómo le haces?- Frunció el ceño y buscaba alguna respuesta en el rostro de la directora.

-¿Qué cosa?- Preguntó confundida.

-Escuchar a la gente y ser... tú.-

-Para ser yo, tendrías que ser yo.- Comencé a reír.

-Mi directora, tutora y confidente es un genio. Temo que los rusos vengan por ella y examinen tu cerebro en una locación secreta.- Las tres reímos.

-Son cosas que no estás acostumbrada a hacer, Lara. Es normal que no sepas actuar antes esas situaciones. Eso no necesariamente implica que seas mala, sólo necesitas algo de práctica.- Asintió y posó sus ojos sobre mí. Sus pupilas oscuras la delataban pero se notaba levemente más tranquila. Bajó su mirada y una enorme sonrisa se dibujó en su rostro cuando vio que tenía puesto sus tenis.

-¿Te quedan?-

-Me siento como un payaso.- Sonrió aún más. Norma parecía que veía una partida de tenis; giraba la cabeza hacia mí y luego hacia Lara y viceversa.

-Ok... viendo que todo está bien las dejo terminar su desayuno.-

-¿Quieres desayunar con nosotras?- Ofreció la chica alta.

-No, gracias. No quiero interrumpir.- Por alguna razón su comentario hizo que me sonrojara y Lara reaccionó de la misma manera. La mujer simplemente comenzó a reír y salió de la casa.

-Te queda el estilo.- Dijo señalando hacia abajo una vez que la profe desapareció.

-Para nada, no me veo andando con tenis tan llamativos.- Le sonreí.-Eso se lo dejo a fastidiosas engreídas como tú.-

-¿Engreída? Es un nuevo adjetivo.- Asentí. –Bueno, esta engreída quiere terminar su desayuno.-

El resto del desayuno pasó sin pena ni gloria. Después del ataque de Lara decidí no tocar el tema; confío en que encontrará la fórmula para aprender a controlarse. Ahora era yo la que la observaba y era atrapada; rápidamente bajaba mi mirada y me dedicaba a comer. Cuando la veía de nuevo tenía una sonrisa en el rostro.

No sé qué tenía Lara pero no podía dejar de pensar en ella desde el día que la conocí. Nunca había conocido a una chica tan bonita y con tan mal genio como ella. Desde el primer día me prometí fastidiarla para alejarla de mí porque desde que sus ojos se conectaron con los míos sentí algo que hacía que mi mundo temblara. La profundidad de sus ojos verdes y su forma de verme era algo que me intimidaba y a la vez me hacía sentir segura, ¿tiene sentido eso? No, pero todo está fuera de lugar desde ella. La gravedad se invirtió desde ella

-Tierra llamando a Ana.- Pasó una mano frente a mí y me hizo regresar de mi trance.

-Oh, lo siento. Estaba pensando.-

-Ya me he dado cuenta.- Me sonrió tiernamente. -¿Algo que quieras compartir?- Preguntó tímidamente.

-No, particularmente pero gracias. Me has ayudado mucho hoy, Lara. Como nadie.-

-Es un placer serle útil, majestad.-

-Eres más que útil.- Ambas sonreímos. –Creo que debería irme. A veces llega gente muy temprano a la iglesia.-

-Claro. Te llevo.- Tomé su mano para evitar que se levantara.

-No es necesario, Lara. Descansa bien, por favor.- Me veía algo escéptica.- Estoy bien, lo prometo.-

-¿Segura?-

-Totalmente.- Me puse de pie y casi me caigo. –Creo que debería cambiarme los zapatos.-

-Definitivamente, majestad. No quiero que se...- Abrió los ojos muy grande y se quedó en silencio. –Caiga.- Complementó para ella misma. –No, no te vas a caer.- Estaba totalmente perdida mientras Lara sonreía ampliamente.

-¿Estás bien?-

-Bien. Más ahora que sé que alguien cumple su palabra.-

-¿Quién eres y qué le has hecho a Lara?- Se echó a reír.

-Después te lo diré.- Asentí confundida por sus últimas palabras y me dirigí a su habitación. Cambié mis zapatos y de dejar los tenis de Lara donde los había encontrado originalmente tomé una de sus playeras sin mangas, me la puse rápidamente y encima me puse la mía.

-Gracias por todo, Lara.- Dije una vez que regresé a la sala donde Lara yacía acostada en el sofá. –Acabas de comer, vas a vomitar.-

-Todavía tengo hambre.-

-¿Qué? Comiste siete tortillas.-

-¿Estabas checando lo que comía?- Se veía ofendida.

-Lara, sólo había diez tortillas. Es muy fácil sacar las cuentas dado que sólo comí tres y no sobraron.-

-Déjame ser.- Me eché a reír. Se puso de pie rápidamente y se paró frente a mí. –Si algo va mal, ¿me lo dirás?- Asentí. –Llegaré antes de las cuatro y entraré por la parte de atrás por si está la familia de Ofelia, ¿te parece?-

-Sí, eso es perfecto. Gracias, Lara.-

-No me agradezcas.- Tomó un mechón de mi cabello y comenzó a jugar con él. Me encantaba que hiciera eso. Sus ojos nunca dejaron los míos y lo agradecía porque si veía un poco hacia abajo se daría cuenta de que tenía su playera puesta.

-Te veo más tarde.-

-Hasta más tarde, rubia.- Dio un paso hacia atrás. Su sonrisa podía iluminar todo el estado en la noche más oscura. Le sonreí de vuelta e hice mi camino a la puerta. –Ana.- Dijo suavemente antes de que girara la manija de la puerta.

-¿Sí?- Caminó lentamente a donde estaba y me giré para verla.

-¿Te... te puedo abrazar?- La blanca piel de su cara pronto se convirtió en roja y en un acto muy impropio de ella dejó mis ojos y se enfocó al piso. Me constaba mucho encontrar mi voz y vocalizar mi respuesta.

-Sí.- Apenas y susurré. Tenía un enorme nudo en la garganta; la chica que hace lo que se le pega la gana me pedía permiso para algo. Rara vez alguien me pedía permiso para tener algún tipo de contacto y la mayoría de las veces la rechazaba, por no decir siempre. Yo no necesitaba del contacto, hacía todo por evitarlo o buscaba que no sucediera frecuentemente. Pero con ella todo era distinto, muy distinto. Comenzando por la forma en como me hacía sentir y esto; la facilidad con la que mi cuerpo era atraído a ella. Lara llevó de nuevo su vista a la mía y sonrió.

-Gracias.- Cerró la distancia entre nosotras y sus manos se posaron en mi cintura al igual que las mías en la de ella. Prácticamente su barbilla descansaba sobre mi cabeza; podía escuchar el frenético latido de su corazón. Mi cabeza descansaba entre su pecho y su cuello. –Significa mucho para mí tu confianza, Anita.-

-Significa mucho para mí que hagas servicio social conmigo.- De pronto vacío. Su cuerpo se alejó un poco y sus manos dejaron mi cintura para ir a mi cara. Sus profundos ojos verdes me veían serios.

-No eres ningún servicio social, ni una forma de equilibrar mi karma o lo que sea que pienses.- Cerró los ojos unos momentos y tomó un respiro. –Me importas, Ana.- Sus ojos se encontraron de nuevo con los míos. –Me importas mucho y quiero ayudar en tanto tú me dejes. Quiero que sepas que aquí estaré para ti cuando lo necesites.- El nudo comenzó a formarse de nuevo y estaba haciendo un gran esfuerzo por no llorar. –Eres una maravillosa persona.-

-No lo soy.- Negué y ya no contuve mis lágrimas. –Estoy sucia... no soporto muchas cosas. Estoy constantemente con miedo, con insomnio, con pesadillas... soy una ruina emocional. Soy un bicho solitario.-

-Y el hecho de que sonrías a pesar de todo eso te hace maravillosa.- Ella no me juzgaba, simplemente me sonreía con cariño. –Me voy a encargar de que veas cuan increíble eres, Ana.- Pegó su frente con la mía y nos quedamos así por varios instantes. –Y no estás sola, me tienes a mí así como yo te tengo a ti, ¿correcto?- Asentí levemente contra su frente. –Te voy a dejar a casa.-

-No...-

-No estoy negociando. Te estoy diciendo que iré contigo.- Asentí. Me armé de valor y deposité un beso en su mejilla.

-Gracias.-

-A sus órdenes, majestad.- Me sonrió y ahora sí se separó por completo de mí. –Iré a cambiarme.- Asentí y la vi desaparecer en su habitación. Minutos después salió con unos shorts y una playera negra simple; se puso los tenis enlodados y regreso a mi lado. -¿Lista?- Asentí. –Andando.-

El camino fue muy entretenido, Lara iba tratando de adivinar el nombre de las plantas y flores que encontrábamos en el camino y sólo pudo adivinar el nombre de las rosas. Era increíble cuan despistada podía ser esta chica; a pesar de ser muy inteligente había ciertas cosas que simplemente le pasan de largo en su mente. Y eso me divertía muchísimo. Al ver su pobre desempeño con las flores se decidió ir por los árboles y cómo agradezco que lo hiciera. Lloré de tanta risa. Incluso inventó nombres y sólo logró que mi risa incrementara. Este debe haber sido el paseo más divertido de la historia.

Definitivamente estar con la chica de ojos verdes implicaba estar atenta a cualquier cosa que se le ocurriera. Sobre todo me impresionaba lo cómoda que me sentía con ella; de unos días para acá sentía como si la conociera de toda la vida. La "facilidad" con la que le conté de cosas que nunca nadie había escuchado antes; cosas que juré que se irían conmigo a la tumba. Y aquí estaba esta chica buscando la manera de bajar mis barreras y de ayudarme. Ella fue muy clara al decirme que no esperaba nada de mí, ¿qué podría darle a una chica que lo tiene todo? Absolutamente nada. Y a pesar de que ella me dijo lo contrario sentía que era una forma de equilibrar su balanza cósmica.

Tomamos un camino que nos llevó más tiempo del normal, decidimos que entraríamos por la puerta de atrás por si alguien que no gustaba de Lara estaba en la iglesia. Apreciaba todo lo que ella estaba haciendo pero me mataba saber que la gente la odiaba por eso. Me gustaría gritar a los cuatro vientos que lo único malo que ella está haciendo es hacerse pasar por la villana del cuento. Ella decía que no le importaba pero yo sé que el fondo esas cosas marcan... lo sé. He pasado por ese camino antes. Fingir que nada importa y llorar todas las noches buscando millones de razones para no creerlo y hacerme la fuerte al día siguiente.

-Estamos aquí.- Su voz me sacó de mi pequeña introspección. -¿Quieres que me quede?-

-Estaré bien, La. De verdad me gustaría que fueras a casa a dormir un poco.-

-¿Segura?-

-Que sí.- Me eché a reír. –Nada me pasará.-

-Está bien. Si...-

-Si necesito algo voy a ti. Ya me lo dijiste.- Ella sonrió. –Ve.-

-Te veo más tarde.-

-¿Es una amenaza?- Le dije juguetonamente.

-Oh, sí.- Me guiñó el ojo derecho y caminó de regreso a su casa. Esperé hasta que desapareciera y me metí a casa. Corrí a mi habitación y mi quité ambas playeras; la de Lara la dejé pulcramente doblada sobre mi almohada. Tomé una ducha rápida y me dirigí a abrir las puertas de la iglesia. Apenas eran las once de la mañana así que mucha gente estaba por regresar de sus tierras y venir para acá.

Regresé a la cocina y me propuse preparan algo de limonada y naranjada. Es lo mínimo que podía hacer por la gente que alegremente le servía a Dios sin pedir un solo peso a cambio. Aparte de que era una buena oportunidad para que la gente conviviera; de por sí el hecho de que fuera un lugar pequeño permitía que todos nos conociéramos hacer este tipo de actividades reforzaba nuestros vínculos. Con la pequeña excepción de Lara que no era muy bienvenida por una de las familias que más atraían gente a la iglesia.

-Hola.- Me espanté al escuchar la voz detrás de mí.

-Hola, Ofelia.-

-¿Te ayudo?-

-Sí, ¿puedes terminar de pelar esas naranjas?- Señalé a la mesa.

-Por supuesto.- Me sonrió y se dirigió a la mesa mientras yo hacía la limonada. -¿Cómo estuvo tu desayuno?-

-Bien, bastante tranquilo.- Contesté aún sin verla.

-¿Te molestó?-

-¿Qué cosa?-

-Lara.- Dijo con voz seria.

-¿Lara?, ¿qué tiene que ver ella con mi desayuno.- Odiaba mentir pero esto era el plan de Lara y debía seguirlo.

-Ella tuvo que estar contigo ya que llegaste a mi casa usando sus zapatos.- Me veía algo molesta.

-Claro que no.- Me defendí rápido y teníamos un enfrentamiento de miradas.

-Tú no tienes ese tipo de calzado, Ana. Serías tan amable de explicarme qué está pasando.-

-Nada.- Respondí y regresé a mi labor.

-¿Te está obligando a hacer cosas?-

-¡¿Qué?! ¡Por supuesto que no! Lara no es así para nada.- Me molestó el hecho de que pensara algo así.

-Así que has convivido con ella.- Lo siento, fastidiosa. Volteé a verla de nuevo.

-Sí y es todo lo contrario a lo que la gente cree que es.-

-Explícate.- Se cruzó de manos frente a mí. Ella estaba juzgándome y quería explicaciones acerca de mi comportamiento. Después de él decidí que nadie me presionaría a decir o hacer cosas.

-Discúlpame, Ofelia pero no te debo ningún tipo de explicación en cuanto a mi relación con Lara.- Rara vez algo me molestaba pero esta era una de esas ocasiones. ¿Quién se creía esta chica?

-No entiendo cómo puedes soportar a una persona tan superficial y falta de moral como ella. Más cuando te trata de esa manera tan horrible...-

-No tienes que entender sólo ocuparte de tus asuntos.-Levantó una ceja.

-Vaya, ya se ve lo que ella te está haciendo. Te está convirtiendo en una descerebrada como ella y Torres. Tú no eres así, Ana.-

-Ofelia, de verdad, no te metas en esto. Ahora simplemente no puedo explicarte.-

-Siento que estás cometiendo un error al juntarte con una persona así...-

-Puedo sola desde aquí.- Usé todo mi autocontrol para no gritarle que parara de decir esas cosas que distan de lo que ella es y decirle lo maravillosa que es Lara. –Gracias por tu ayuda.- Me di la vuelta y continúe haciendo la limonada.

Repasaba todo lo que había pasado con Lara esta mañana como intento de mejor mi humor. No debía dejar que Ofelia fuera la responsable de mi estado de ánimo. Estaba molesta por el pequeño interrogatorio y terriblemente decepcionada por esta actitud desconocida hasta ahora de ella. La consideraba mi amiga y el hecho de que no confiara en mí me desconcertó y me dolió.

Pasé el resto del día contando los minutos para que dieran las cuatro de la tarde. Era ridículo ya que apenas hace unas horas la había visto pero ya quería hacerlo de nuevo. Me atemorizaba la forma en la cual la estaba necesitando; por las noches deducía que todo esto era porque papá no estaba y me sentía más sola de lo normal pero no podía engañarme, no era por eso. Era porque me sentía muy a gusto con ella; porque me hacía reír; porque me hacía sentir como una persona normal y sobre todo porque me sentía segura con ella.

-Hola.- Me giré con una enorme sonrisa la cual desapareció cuando vi a la profe Norma.

-¿No soy la persona que esperabas?- Me sonrió.

-Hola, profe.-

-¿Cómo estás?-

-Bien.- Bajé la vista.

-Dejamos una charla inconclusa en la mañana.-

-¿En serio?-

-Sí, pequeña. ¿Te apetece retomarla?- Asentí. –No hago esto por chismosa.- Sonreí y la vi a los ojos. –Es sólo que parece que estás lidiando con mucho y bueno, puedo ayudar.-

-Le agradezco mucho eso.-

-¿Qué pasa?- Se sentó en la banca junto a mí. Teníamos al enorme cristo negro frente a nosotras.

-Lara... eso es lo que me pasa.- Suspiré. –Nunca he necesitado a nadie en mi vida, nunca. Sólo a papá e incluso él sabe que no soy muy... me da mi espacio. Sé que está siempre detrás de mí pero a una distancia considerable, ¿entiende?- Asintió la mujer. –Y luego Lara... me asusta saber que la necesito, que estoy dependiendo o que voy a depender de ella. Sé que la quiero, profe.- Me sonroje como siempre lo hacía cuando decía esto en voz alta.

-¿Por qué?-

-Me hace feliz.- Bajé la vista. –Me siento como una persona normal cuando estoy con ella y no como una miserable niña que fue violada y que odia que la toquen.-

-Ana, no eres eso.-

-Pero así me siento la mayor parte del tiempo... a menos que esté con ella.- Vi al hombre en la cruz. –Es una sombra que nunca se irá de mí, profe.-

-El problema es que es una etiqueta que tú misma te has puesto.-

-Pero es lo que me pasó...-

-Pero nadie sabe a cerca de eso.- Se acercó más a mí. –Tú crees que vas con una etiqueta en la frente que dice esa horrible palabra pero no es así. Tú eres la que ha puesto barreras y en parte es entendible, hija. Tienes miedo a que te lastimen de nuevo pero ya has visto que hay gente con muy buenas intenciones.- Me sonrió cariñosamente.

-Lara.-

-Así es y estoy segura que hay mucha más gente que quiere lo mismo para ti. Incluida yo.-

-Pero yo no quiero a otra persona.- Inmediatamente me tapé la boca. –Me refiero a que... es difícil estar... encontrar a alguien que...-

-¿Te gusta?- ¿Me gusta? Hay una innegable conexión entre ambas y hay algo que constantemente me atrae a ella. -¿Ana?- Tomó una de mis manos. –Yo soy la última persona apta para juzgarte. No te voy a llevar a la hoguera por algo así, para nada. Es sólo que yo estoy a cargo de esa vaca loca y quiero saber que está con las personas adecuadas que la van a cuidar tanto como yo a ella.- Tomé un largo respiro. Sabía que podía confiar en la profe y le revelaría algo muy pero muy grande.

-Papá sabe de mis preferencias.- Ella se vio bastante sorprendida. –Lo qué pasó... comenzó porque me vio abrazada a otra chica... era una hija de una de las... personas con las que trabajaba mi madre. Él siempre buscaba a mamá pero cuando me vio por primera vez con ella cambio de idea.-

-¿Tu madre sabía de eso?- Asentí. -¿Buscó la manera de detenerlo?-

-Nunca. El dinero que él le daba era muchísimo así que simplemente hacía como que no sabía.- La vi directo a los ojos. –En cuanto a su pregunta original, la respuesta es sí. Me gusta Lara.-

-¿Estás segura?-

-Nunca había estado tan segura, profe.-

-¿Sabes qué implica?-

-Aquí no podemos ser... nadie aceptará eso, si es que ella me llega a corresponder.-

-Me preocupan, ambas. Es maravilloso saber que tu padre sabe de ti y te acepta pero ahora es un poco complicado.-

-Es el pastor... se supone que la mayoría de ellos están en contra de cosas tan aberrantes como esto.- Dije con tristeza. –Ojalá la gente entendiera...-

-Es gente que teme a lo diferente pero a final de cuentas solo es amor, Ana. Y vaya que este mundo y este lugar necesitan algo de eso. Sólo que este tipo de "amor" es mucho para ellos. Nunca lo entenderán.- Agaché la cabeza.

¿Por qué es tan difícil que aceptes que quieres a alguien de tu mismo sexo? Las parejas "convencionales" se aman y se veneran porque encuentran en ellos paz, tranquilidad, sentido de pertenencia y se sienten protegidos. Por eso se juntan o se casa. ¿Qué de malo tiene que yo sienta lo mismo pero con una chica? No afectamos a nadie. Nadie muere porque nos queramos o por preocuparnos la una por la otra. Sólo tenemos la mala suerte de no ser lo adecuado para los ojos de la sociedad.

Ahora entendía perfectamente el rol de mi padre en esta sociedad y si por algún milagro de Dios yo iniciara algo con Lara tendríamos que escondernos debajo de las piedras. Porque si alguien llega a saber el objeto de críticas y posiblemente lo desterrarán de aquí. Si de por sí ya es difícil la escuela si algo así se supiera sería un infierno. Aunque yo ya estoy acostumbrada pero sé que Lara no y va a querer resolver esto con golpes y sólo terminará en su expulsión. Dios, son tantos los escenarios y ninguno me favorece a mí o la chica alta.

-¿Me estás escuchando, Ana?- Sacudí la cabeza.

-Lo siento, profe. ¿Qué me decía?-

-Que a pesar de que no quiero que sean comidas por los lobos feroces, si de verdad quieres a Lara debes hacer algo porque ella no estará aquí por siempre. Así como la trajeron así un día cualquiera pueden llevársela sus padres de vuelta muy lejos de aquí.- Me quedé congelada en mi lugar. No había pensado en eso. Así como vino a mí así se puede ir y el simple hecho de pensar en no verla o no escuchar su voz hizo que me doliera el corazón. Ayer pude dormir un rato en relativa paz pero sólo porque sabía que estaba ahí conmigo.

-No... no había pensado en eso.-

-Sólo sé cuidadosa, ¿está bien?- Me sonrió cariñosamente. –Y no dudes en acudir a mí si tienes algo en mente o simplemente si quieres tomar una taza de café acompañada de alguien.-

-Muchas gracias, profe.- Sin pensarlo mucho me puse de pie a la par que ella y la abracé. –Es usted un ángel.-

-Sólo soy una persona que quiere lo mejor para dos personas que son muy especiales para mí. Las quiero a ambas, Ana.-

-Y yo la quiero a usted.- Tomé su mano y la apreté. –Gracias.-

-De nada, hija.- Puso sus manos en su estómago. –Me voy antes de que mis tripas se coman entre ellas.- Reí. –Nos estamos viendo, Ana.-

-Buen provecho.- Sonreímos una vez más y vi como su delgada figura desapareció por la enorme puerta.

Me quedé algunos momentos más sentada en la banca meditando acerca de todo lo que había pasado hoy, desde despertar a lado de Lara hasta esta intensa charla con Norma. Definitivamente tenía todo en mi contra pero tenía la oportunidad de ganar al ser más maravilloso sobre la tierra: Lara. Y vaya que tenía ganas de ser más... el sentir su olor al despertarme fue lo mejor. Me sentí como en casa. Tenía la estatura perfecta para escuchar el latido de su corazón cuando me abraza. Pero, ¿seré lo suficientemente buena para ella? No tengo nada que darle más que un corazón roto y pesadillas.

-Dame una señal.- Pedí al cristo frente a mí. –Ayúdame a encontrar mi camino.- Y después de varios segundos llegó la señal.

-¿Rubia?- Escuché a la chica alta decir desde la cocina.

-Aquí.- Casi de inmediato apareció. –Hola.-

-Hola.- Me sonrió y se mantuvo de pie frente a mí. -¿Cómo estás?-

-Bien.- Me quedó viendo un momento y su rostro se iluminó.

–Estoy segura que tu padre no se enojará si falto a un día de trabajo.- Extendió la mano hacia mí. –Vamos al bosque.- Tomé su mano gustosa.

-Deja que cierre y nos vamos.-

-Cierro yo.- Soltó su agarré y camino a la puerta. Y ahí iba mi dolor de cabeza y mis aspirinas a la vez. Buscando la manera de mantenerme a salvo y de hacer las cosas más fácil para mí. Sin tan solo supiera que su mera presencia es más que suficiente para mí. Que no tiene que hacer nada más que sostenerme en sus brazos y verme con esos soles verdes que me hacen sentir la persona más especial del mundo. La profe Norma tiene razón, debo aprovechar el tiempo que tengo con esta maravillosa chica.


A/N Hola, querid@s lectores! Como siempre ya les extrañaba :)

A veces no tengo tiempo de contestar todos sus comentarios pero créanme que leo cada uno de ellos y me satisface leer lo mucho que les gusta la historia. Sé que siempre digo esto pero es imperioso para mí que sepan su importante rol en la historia. Mil gracias.

Algunos comentaban que el capítulo pasado había sido "el mejor" creo que estoy en desacuerdo jeje es este. Adentrarme en la piel de Ana y hacer que sus emociones flotaran a su manera fue un muy buen reto. El ver como funcionan sus diferentes "personalidades" y sobre todo su perspectiva sobre Lara. Realmente espero que les guste.

¡¡¡Norma es Larana Shipper!!!  

¿Ya se pasaron por  elcirculcolibri ? Hay mucho material de gente muy talentosa con la que estoy teniendo la fortuna de colaborar. Y, después de mil años, actualicé "Mi Profe de Piano". Para los que buscan más acción *smirking*

Que tengan un maravilloso fin de semana, querid@s lectores. Echen harto desmadre jajaja

Nos estamos leyendo pronto. ;)

Saludos desde el infi... un rincón de México,

Ale :)

Continue Reading

You'll Also Like

5.2K 453 17
La manada está en su punto más alto, nuevos integrantes y entre ellos sus hijos. Las amenazas son menores y por ende tienen más tiempo para compartir...
152K 12.2K 30
"Las cosas, eran todas buenas ayer, y entonces el diablo se llevó tus recuerdos, y si hoy caes muerto, espero que el cielo sea tu lugar de descanso."
224K 21.1K 79
Cenneth es la hija legítima del conde de Nayruth, un antiguo reino caído que aún mantiene sus tradiciones. Obligada a ser parte del servicio, Cenneth...
137K 14.6K 200
Aquí encontrarás las frases más influyentes de las mujeres que inspiraron muchas veces a John Lennon, Paul McCartney, George Harrison y Ringo Starr. ...