Destellos De Maldad

By AngelBlack00

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Audrey, una chica "normal" o eso es lo que ella quiere que todos crean. Su vida es complicada al igual que su... More

EN REMODELACIÓN
Aclaraciones
Prólogo
Capítulo 1: SAW
Capítulo 2: Misión Imposible
Capítulo 4: Los Juegos Del Hambre

Capítulo 3: Karate Kid

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By AngelBlack00

Mi infancia no fue la mejor, mis padres siempre estaban trabajando, la casa casi siempre estaba vacía, tenía pocos recuerdos de lo que yo creía fue mi niñez, pero todos ellos eran igual de solitarios que el vívido recuerdo del día que me olvidaron en el centro comercial, y todo sigue igual que en ese entonces, Logan fue el único que se dio cuenta de mi ausencia y no paró de buscarme hasta que me encontró llorando en el baño de damas del cuarto piso, yo estaba abrazada a mi peluche favorito, un perrito que le faltaba un ojo y estaba manchado con mermelada, me acarició la cabeza y me llevó a casa, donde mis padres nunca se enteraron que me perdí, porque no se percataron que no llegué a casa con ellos.

Logan fue por mucho tiempo a quien odié y culpé de niña por la falta de afecto de nuestros padres, siempre era él, notas perfectas, carisma, amigos, un futuro brillante y excelente en deportes. Yo por mi parte era la pequeña niña paliducha y enfermiza que pasaba más en casa por enfermedad de lo que iba a la escuela, nunca me destaqué en algo en especial, nunca me gustaron los deportes, ni tenía el carisma para hacer amigos, mucho menos mis padres tenían la fe de que entraría a la universidad. Pero con el paso del tiempo mi odio hacia él fue menguando, siempre estuvo para mí, fue mi ejemplo a seguir y mi protector, con los años aprendí a fingir de maravilla, comencé a ser conocida en mi instituto, con un poco de esfuerzo mis notas eran dignas de becas académicas y fui muchas veces la reina del baile, era todo lo que siempre quise ser, pero nunca tuve la aprobación de mis padres, y a decir verdad, dejé de quererla, porque el único que estuvo para mí era mi hermano y con eso me bastaba.

Y si era realmente sincera, odiaba ser quien era, yo no tenía carisma, mucho menos ganas de sociabilizar, pero amaba la atención que esa gran mentira me daba, y ponía a Logan orgulloso de ver a su hermanita triunfando y disfrutando sus años escolares, y eso fue suficiente para mí, hasta que un día ya no lo fue, quizás nunca lo fue, y cuando tuve noción, ya tenía la sangre de mi primera o quizás décima víctima en mis manos y después de eso, no hubo vuelta atrás.


                                                                 *


-Hoy empezaremos con el entrenamiento, sí que despierta -el grito de Asimi hizo que seguir viviendo fuera la opción menos viable-.

-Si, ya entendí -me quejé- mejor ve a buscar alguna rama de un árbol –le lancé el almohadón con el que estaba durmiendo- cuando baje te la lanzo.

-Vamos, no tenemos todo el día -esquivó el objeto y destapó mi cuerpo con fuerza, provocando escalofríos en la piel que tenía expuesta-.

-¡Ya voy! -me senté en la cama- ahora sal para cambiarme.

Puso los ojos en blanco y se marchó, con un mirad de advertencia, que realmente, no me preocupaba. Logré cerrar la puerta -entre quejidos y somnolencia- con seguro, devolviéndome a la cama para acurrucar mi cuerpo unos momentos más.

Han pasado un par de días desde que estoy en este lugar y todo transcurría casi normal, como si mi vida no hubiese quedado paralizada y abandonada en un lugar completamente diferente a este, viviendo con personas que no conocía y en condiciones extrañas.

Y el tiempo que había pasado había ayudado a mi pierna a cicatrizar, las curaciones que Helen me hacía recordar diario y el descanso absoluto fueron gran parte de mi recuperación, pero mi brazo se sentía igual que el primer día, al parecer la herida no estaba sanando como quería y me costaba moverlo con toda libertad.

Después de darme unas cuantas vueltas por la cama fui al baño a refrescarme, lleve todas las cosas conmigo evitando dar vueltas innecesarias y me di una ducha rápida, vistiéndome lo más rápido que pude, apresurándome antes de que saliera el sol -la luz de este en mis ojos no era de mi total agrado, menos sudar más de la cuenta, me sentiría asquerosa- el cual me fastidiaba de sobre manera. Estaba algo curiosa por saber a qué tipo de escena me iba a enfrentar y en ver cómo Asimi iba a aprovechar de sacar su arrogancia y restregarme en la cara su experiencia. Quizá no tenia la libertad mental que él poseía, pero no me sentía, ni era una mujer indefensa, mucho menos su presa, y estaba ansiosa por golpearlo, aunque no pudiese atentar contra su vida.

Salí del baño con ropa deportiva -ropa que Helen se encargó de traer para mi- y una coleta, bajé al primer piso sintiendo el aire helado que la gran sala poseía, recordándome que eran las cinco de la mañana y en cuanto odiaba madrugar.

- ¿Ya estás lista? -Asimi bajaba las escaleras con la mirada puesta en mí y no pude omitir la absurda pregunta que hizo-.

-La verdad no -miré mi ropa- todavía estoy en pijama, las zapatillas son por si me pilla un terremoto mientras duermo -el sarcasmo flotó de mi boca y pude ver como levantó una ceja con curiosidad-.

-Ja ja ja, estoy al tanto que te gusta estar un poco más "suelta de ropa" al dormir ¿no? -me miró desafiante y sonrió burlón, refiriéndose a la vez que me vio dormir en ropa interior cuando llevó mi desayuno- si que deja el sarcasmo para después del desayuno, que no estoy de humor.

-Veo que no eres muy de mañanas -crucé los brazos mientras caminábamos hacia la puerta de salida- pero no te preocupes que de seguro te dan tus croquetas al terminar aquí, alégrate.

Sentí como rió con pesadez y abrió la puerta de salida con fastidio, caminamos por el sendero del jardín delantero para dirigirnos al portón que protegía la gran casa a mis espaldas, era lo más cercano a libertad que podía sentir y estaba ansiosa por caminar más allá de las paredes de tapizado caro.

El portón abrió sus puertas con lentitud, dejándonos sentir el viento de la madrugada pegando en nuestra cara, después de escuchar a Asimi indicar la dirección comencé a trotar por el lugar, dándome cuenta que la mansión era la única vivienda que se encontraba en el sector, la cual frente a ella tenía directamente la acera, la que iba de bajada dando la impresión que nos encontrábamos en una calle sin salida, el resto del lugar solo era pasto perfectamente podado y árboles, un lugar solitario en donde definitivamente no se escucharían los gritos de alguien.

Asimi acompañó mi trote, siguiéndome por las afueras de la mansión en dirección a la parte más alta del lugar.

-No olvides de respirar bien, si no, te va a doler al hacer los movimientos -Asimi no había dicho palabra en todo el camino, pero ahí estaba, irrumpiendo el silencio que nos envolvía- y mantén el ritmo.

-No hables, o te cansarás más rápido Miyagi -sus ojos me miraron casi sin creerse la comparación, podía sentir sus deseos de que me tropezara-.

-No puedes mantener la boca cerrada ni un minuto -soltó con desgano y trotó más rápido, rebasándome- apresúrate o soltaré a los perros a ver si así mueves el culo.

-Tranquilízate y encera, pule -moví mis manos haciendo círculos mientras reía-.

Sentí su risa frustrada salir con cansancio y me mantuve atrás, trotando a mi ritmo, sintiendo como mis pulmones quemaban al igual que mis pantorrillas, mientras el aire refrescaba el sudor que comenzaba a brotar de mi frente, Asimi se veía menos agitado que yo, pero podía ver como su cabello castaño se pegaba a su cuello gracias al sudor y en cómo los músculos de sus piernas se contraían por el esfuerzo, delatándolo.

Desde mi posición y con la mirada fija en sus movimientos pude pensar, él era alguien a quien definitivamente mirarías al pasar, alto, con aura imponente y con un aspecto físico que superaría a alguien común y corriente, y ese era su fin, sabia perfectamente que el encantar era uno de sus objetivos, no solo por el evidente hecho de cómo cuidaba de su aspecto, si no, porque creía saber qué clase de persona era, dado a su estilo de vida tan particular y en cómo su arrogancia emanaba de su piel, podía adivinarlo.

Casi llegando a nuestro destino, disminuí el paso, observando las vistas que la altura me ofrecía, dándome una idea lo lejos de la civilización estábamos. Estiramos mientras sentía la tensión de su mirada, estaba estudiándome, pensando quizás si matarme en este lugar sería buena idea y en la excusa que le diría a su Jefe.

- Comencemos -sentenció con seriedad, con las manos picándome, asentí- muéstrame qué sabes Audrey.

- Sí sabías mi nombre -asentí mostrando mi gusto al no recibir el usual apodo que usaba en mi- ¿Qué quieres que haga? ¿te doy un puñetazo? ¿una cachetada? O ¿Cómo funciona esto?

-Solo golpéame, imagina que puedes vencerme -caminó a mi alrededor, pisando el pasto húmedo por el rocío de la noche- prometo no sobrepasarme, no queremos dejarte en cama otra vez -sentí el ligero tono de burla golpear mi espalda-.

Me giré y tomé distancia, quedamos frente a frente, el viento movía nuestros cabellos y la tensión crecía conforme me acomodaba para comenzar.

Lancé el primer golpe en dirección a su estómago, el que esquivó moviéndose con liviandad hacia su derecha, para luego mirarme con sorna, no esperé al dar otro golpe que iba directamente a su cara, yendo de frente y con todo, lo esquivó dándome unos segundos para encajar mi mano en su tráquea y enterrar mis dedos en su cuello, lanzándolo hacia atrás -ayudándome de mi pierna que estaba puesta detrás de su rodilla- y sintiendo como su espalda rebotaba en el césped, un sonido seco escapó de su boca y la tos no tardó en escucharse.

- ¿Estás loca? Te dije golpearme no matarme -agarró su cuello mientras tosía y me senté a su lado-.

-Pero me dijiste que te mostrara lo que sabía -dije con las cejas arriba- no pensé que existía letra pequeña en eso, pero si quieres, prometo no sobrepasarme, no queremos que te deje en cama ¿no?

Reí mientras me levantaba para comenzar de nuevo.

-No seas ridícula -se sacudió la ropa al levantarse- simplemente no estaba preparado, venga – comenzó a saltar en su lugar poniendo los puños en frente de él- no te quejes si te doy muy duro -sonrió de costado lanzándome una mirada rápida, haciendo evidente su doble sentido-.

-No muevas la cola -me puse frente a él- aún es muy pronto.

La patada de parte de Asimi no se hizo esperar, sentí como rozó mi cuerpo y como su respiración se cortaba abrupta al intentar darme nuevamente, retrocedí y me agaché con la intención de barrerlo con mis pies, pero se abalanzó, encajando su pie en mi costilla, haciéndome caer. Sentí un punzante dolor en mi costado y como mi respiración se volvía dolorosa.

Jódete.

Corrí directamente hacia él, pude sentir como el viento a nuestro alrededor se cortó y como su puño estaba viajando a mi estómago, tomé impulso y agarré su brazo -extendido por el puñetazo que planeaba darme- dándome la vía para trepar su pecho, el cual pude alcanzar dado al salto que me llevó a la altura necesaria para voltear mi cuerpo y enrollar mis piernas en su cuello, lanzándolo nuevamente al suelo.

Dejé mi cuerpo tirado en el pasto mientras inhalaba el aire que le faltaba a mis pulmones, mientras Asimi se apartaba de mí y sacudía su playera. Volvimos a ponernos en pie.

Caminamos con lentitud -probablemente por el dolor o por la anticipación- con la mirada fija en los ojos del otro, esto era una silenciosa declaración de guerra, y no podía dejar que mi ego saliera rasguñado.

Vi su mano moverse con rapidez hacia mi cara, y mientras decidía a que lado moverme, su otra mano aprisionó mi brazo lastimado, enterrando sus dedos en la herida, donde podía sentir sus uñas crujiendo en mi carne. Una patada en la rodilla lo hizo retroceder, llevándose mi sangre en su mano con una sonrisa perturbadora, sentía el escozor y el peso del dolor expandiéndose por mi brazo, una quemazón abrumadora penetraba mi herida. Y así como crecía el dolor que mandaba escalofríos a mi cuerpo, crecía el ansia de dañarlo, de sentir como mis manos tiraban de su carne buscando despedazarlo, mis uñas llevándose su dermis y su sangre dándole el color que a su pálida piel le faltaba.

Quería matarlo. Me lancé con fuerza a su cuerpo, tomando una de sus manos con la mía y estrangulándola, haciendo que el sonido bruto de sus huesos vibrara por mi piel, se alejó empujando mi cuerpo con una patada, la cual me dejó sin aire, pero no dudé en lanzar un puñetazo a su estómago aprovechando el instante en el que el probable dolor de su mano llevó a su sistema nervioso, se tambaleó hacia atrás y mis piernas tomaron el impulso para saltar sobre él. Caímos al césped con dureza, su cabeza rebotó contra la tierra, creando un sonido seco y ahogado, mi cuerpo que cayó sobre él se movió al instante, me senté con rapidez en su abdomen sin esperar su reacción, mis manos ansiosas viajaron con pesadez a su cuello, y con mis huellas sintiendo la suavidad de su piel y el calor que emanaba, sentí como sus manos agarraban mi cabello desde mi cráneo y mi mandíbula con fuerza, intentando alejar la presión sin control que ejercía. La desesperación tenía mis músculos tensos y mi garganta al borde del colapso.

El mareo rebotó en mi estómago cuando con fuerza fui dejada en el suelo.

-No deberías dejarte llevar por tus emociones -Asimi aprisionó mi cuerpo con el suyo, y aunque tenía gran parte de su cuerpo sobre mí, sentí como el aire llenaba mis pulmones y como el nudo agobiante de mi garganta desaparecía- lo único que hacen es dejarle al contrincante una ventana para vencerte.

Respiré hondo, dejando que mi cuello se relajase y mi cabeza dejara de palpitar con estruendo.

-No pierdas la cabeza Audrey -su cara se acercó lo suficiente para sentir su aliento en mis mejillas y apretó mi cuello con fuerza dejándome respirar- porque nos harás caer.

Cerré mis ojos al sentir la presión sobre mí, que no solo hacia que me sintiese agobiada, si no,  que a la vez mantenía mi mente en este plano y aunque lo odiase, me estaba ayudando.

Ya en la habitación tomé una larga ducha, la cual se llevó la tierra, el sudor y la tensión que tenía encima. Solo quería acostarme y dormir hasta morir. Olvidarme de todo un rato, que mi inconsciencia me llevara por los rincones felices de mi mente, esperando que la serotonina se llevara mis ganas desaparecer.

Apenas puse mi cabeza en la almohada, sin importar que mi cabello la humedeciera, dormí un par de horas, hasta que la voz de Helen me despertó.

- ¡A comer! –su grito se escuchó de la cocina-.

Me senté en la cama y froté mis ojos, seguía cansada y el peso de mi cuerpo me recordó el doloroso encuentro con Asimi en la mañana, pero iría a comer, sería la primera comida que haría en el comedor y no desaprovecharía la oportunidad de salir de esta asfixiante habitación.

Caminé lentamente hasta el pasillo y con el silencio absoluto de siempre bajé las escaleras, me encontré a Asimi con el cabello húmedo mientras leía un libro.

- ¿Qué no escuchaste? Helen nos llamó a comer -Asimi apenas escuchó mi voz, despegó su vista del libro para fijarla con seriedad en mi-.

- Al parecer me cree tú guardia personal, me dijo que te esperara para comer –dijo con fastidio-.

Gire los ojos y caminé directo a la cocina, Helen estaba con la mirada puesta en una olla, carraspeé para que se diera cuenta de mi presencia, giró con rapidez haciendo que quitara la vista de la olla humeante y me sonriera con sorpresa, como si nunca me hubiese llamado a comer.

- ¿No estaba listo?

- Si, solo que estoy cocinando algunas verduras para Asimi, es vegetariano.

-Vegetariano... -la palabra se deslizó con suavidad de mi boca-.

Qué gran ironía, Asimi ¿vegetariano?, no lo creo, dudo que alguien que disfruta ver y provocar dolor a cualquier ser viviente sea vegetariano, primero creería que es católico antes que cruelty free.

La mujer sirvió la lasaña en mi plato y luego sirvió el de Asimi -que ya había llegado a la mesa de la cocina-, comimos con tranquilidad, sin decir ni una palabra, saboreando el silencio. La primera en terminar fue Helen que rápidamente se paró de la mesa ante una llamada telefónica.

- Lo siento por dejarlos solos almorzando, pero tengo algo resolver -y se fue por la puerta sin mirar atrás-, espero les haya gustado la comida.

Ambos asentimos sin quitar la vista de nuestro plato, Asimi jugaba con el brócoli, mientras yo quitaba el exceso de queso de la lasaña.

Después de un rato peleando con la comida en mi plato, me levanté de la mesa haciendo que Asimi siguiera mis movimientos con su mirada. Estaba dispuesta a irme hasta que él habló.

- Qué maleducada princesita, yo todavía no termino de comer –apunta a su plato-.

- Y en tu cabeza crees ¿qué tengo interés de quedarme a esperarte? –apunté a mi cara-.

-La verdad, no podía esperar más de ti -negó masticando un brócoli- al menos retira tu plato.

Mire el plato encima de la mesa mientras caía en cuenta que este lugar no era como mi casa, aquí no había personal que realizara la limpieza, ni cocineras, ni mucho menos amas de llaves que retiraran el plato de mi lugar al terminar, aquí solo habían cuatro personas -incluyéndome-, siendo Helen quien se encargaba de la mayoría de los pendientes de la gran casa. Y se sentía raro darse cuenta que no volvería, al menos no por ahora, y que cuando lo hiciera, lo más probable, es que nada fuese igual y no sabia como sentirme ante la confusión.

Saqué el plato para llevarlo al fregadero, mirando fijamente a Asimi, el cual estaba jugando con el cuchillo que tenía como cubierto, desconcentrado. Cruzando el umbral del comedor sentí su voz.

-Mañana a la misma hora -me miró sobre su hombro- y esta vez procura no atentar contra mi vida.

-Cuando tú vida sea algo que valga la pena -le sonreí- lo consideraré.

Y mientras él terminaba de comer, yo subí a vendar nuevamente mi brazo, esperando que sanase lo más pronto posible.

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- ¿Entendiste? -asentí e inevitablemente rodee los ojos, había pasado las dos horas últimas horas escuchando hablar a Asimi sobre el magnífico y para nada arriesgado plan, hasta el momento lo que me ha quedado claro es, no ponerme en su camino, deshacerme de todo aquel que se interponga en el mio, no molestarlo mientras hace su "trabajo" y encargarme de que el viejo no escapara- ¿segura? Por lo que veo mis dibujos no están funcionando.

Sus feos jeroglifos adornaban la pizarra que usaba para explicarme, y estaba conteniendo lanzar una broma sobre eso. Habíamos pasados varios días preparándonos -aprovechando la oportunidad de golpearnos con la excusa de que estábamos entrenando- y ya era hora de ver cómo íbamos a proceder con lo que el Maestro Splinter demandó.

-Si entendí, entramos, matamos a todos y final feliz –puse una sonrisa cínica, odiaba que me tomaran por tonta y en especial un ser tan único, como Asimi, único en decir tanta mierda-.

-Dime que estás bromeando, porque yo no hable con la pared -apuntó a la pared moviendo el dedo, estaba enojado y juraría que si no me necesitara para el trabajo ya estaría tratando de esconder mi cadáver - si algo sale mal Audrey, será tú culpa y créeme que no te gustará.

-No me gusta la idea de ser el sebo, sabrán quien soy, mi rostro quedará grabado en las miles de cámaras, es una empresa internacional Asimi. No entiendo cuál es el problema de solo atacar, será más fácil, podemos ponernos máscaras y así nadie nos verá el rostro -dije ignorando al ser que tenía enfrente-.

-Te necesitamos de sebo porque el padre del Jefe no sale de su oficina si no es para asuntos "importantes", cuando me refiero importante es que no sale a menos que hayan putas de por medio y ahí, mi querida princesita, entras tú -levanté una ceja ante la ofensa-, no estoy diciendo que lo seas, engendro -levanté mi ceja aún más- no me mires así, solo digo que necesitamos de una mujer para el trabajo.

- ¿Y se supone que lo que haré será necesario para hacer salir al viejo ese? Sigo creyendo que podemos hacer esto más fácil.

-Se nota que le hablé a la pared -dijo con irritación, borró todo lo que tenía escrito en el pizarrón con su borrador-.

- ¿No podemos simplemente matarlo y ya? -su mirada gélida fue un rotundo "cállate"- no es mi culpa que creas estar en una película de Quentin Tarantino –dije bufando-.

-Mira princesita -tocó sus sienes con los dedos- le ofrecerás el servicio para llevarlo a su oficina, la cual es la única que no posee cámaras de seguridad, una vez dentro esperarás a que yo te llame, esa será la señal de que las cámaras fueron desactivadas, el resto es fácil -hizo un gesto con su mano demostrando desinterés- lo noqueas y lo atas, no creo que te pregunte por las sogas en tu bolso, después de todo creerá que es parte del show -rió-.

Estaba jugando con mis dedos, con la mirada en estos, solo escuchaba e intentaba imaginar la situación, pero algo no calzaba del todo, al mirar nuevamente el pizarrón me sorprendí, un montón de líneas y palabras lo cubrían, hasta había un pequeño dibujo de mi en una esquina de este.

-Mientras yo borrare todos los videos de las cámaras, bloquearé todas las salidas e iré a ayudarte -me sorprendí como pudo explicar en cinco minutos lo que antes tomó casi dos horas-.

-Pero son muchas personas -me paré de donde estaba sentada y caminé- y nosotros solo dos, no podríamos con todos.

-Para eso activaré las alarmas de incendios, no saldrán todos, pero saldrá la mayoría –dijo encogiéndose de hombros-.

-Pero aun así serán bastantes, solo con tú "encanto" no podríamos matar a todos –las comillas que hice con mis dedos lo hicieron entrecerrar los ojos mientras mi cabeza se movía en señal de negación-.

-Con la confianza que traes, seguro nos irá de maravilla -soltó con ironía-.

- ¿Cuándo me darás el arma? -ignoré el comentario y estiré la mano, lo miré desafiante- si quieres que no falle en el plan entonces dame el arma, así podré practicar.

-Te la entregaré mañana, espero que sea de tu agrado, estoy seguro que te será muy útil -dio una sonrisa fanfarrona y se giró en dirección al pizarrón-.

-Da igual, solo necesito que sirva para poder cubrirte -caminé hasta él-.

-Cubrirme ¿de qué? -me miró con curiosidad-.

-Cuando mates al viejo -asentí lentamente mientras su mandíbula se apretaba- deberé cubrirte por si alguien llega.

- Lamento informarte que serás tú quien mate al viejo ese -terminó de borrar el pizarrón y vino hacia mi- yo te cubriré mientras lo haces -agachó su cabeza hasta mirarme directamente a los ojos- espero no falles -su mano apretó los costados de mi cara con fuerza, cubriéndola casi por completo dado al tamaño de estas, sentí el calor de su piel y también el nudo en mi pecho que me empujaba a enterrar mis uñas en su muñeca hasta alejarlo de mi- porque te juro que no tienes idea de lo jodido que puedo ser con las represalias.

-Y tú no sabes lo hija de puta que puedo ser cuando me amenazan -susurré alejándolo de mí, las ondas castañas de su cabeza se movieron con suavidad ante el movimiento-, basta de amenazas Asimi.

Advertí mientras me dirigía al jardín.

No quiero sentirme como hace algunos meses. Estaba aterrada de sentirme en descontrol, el no saber cuando era yo y cuando no, la incertidumbre de la curiosidad de saber que será lo próximo que me llevará al límite, el próximo evento que lanzará esa chispa de impulso para volverme loca, quizás demente y justamente ahora no podía fallarme, porque de esto no solo dependían los intereses de Hank, si no, mi vida, porque de un paso en falso que dé, estaba segura que nos matarían, a Asimi y a mí.

En el mar de pensamientos por los que la ansiedad me llevaba recordé la primera víctima en los que mis recuerdos estaban claros.

El rostro asustado de aquel chico –que anteriormente había sido mi novio- me pedía a gritos desgarradores que lo matara. Había pasado tanto tiempo desde la primera vez que imagine este momento en mi mente, tenerlo para mí, en mis manos, inhalando y exhalando en mi honor.

Me fui acercando poco a poco, disfrutando de sus gritos cada vez más fuertes, cada vez más dolorosos, su garganta rasgándose por el esfuerzo.

Las ganas de correr por parte de mi chico eran visibles, casi y podía sentir sus gemidos de desesperación escapando de sus cuerdas vocales. Una pena que sus pies estuviesen clavados al piso. Pero nada pagaba el ver el terror de sus ojos al sentir mis dagas enterrarse en ellos hasta anclarlo al piso.

Avancé hasta sentir su respiración golpear mi frente, alcé la daga que tenía en mi mano, la luz de la luna acompañaba sus movimientos y en ella se veía mi reflejo un tanto distorsionado. Sus lamentos sufridos y la manera en la que pobremente rogaba porque lo dejara ir me alentaban a continuar. Enterré mi daga en su pierna, haciendo que se cayera de culo por la fuerza -o el dolor-, las dagas en sus pies desgarraron aún más sus tendones y con la sangre dejando su camino, saqué un cuchillo de caza que tenía escondido en el dobladillo de mi pantalón, dejando mi daga enterrada en su pierna, viéndose como un lindo muñeco vudú. El cuchillo de caza se deslizó por su boca, abriendo sus labios y exponiendo su carne, sus gestos de dolor me decían que las lágrimas que corrían por su rostro ardían al entrar en contacto con la carne viva y palpitante, sentí su vago intento por escapar, y sentándome a ahorcadas de él, clavé mi cuchillo en su hombro creando un sonido crudo y seco al separar su hueso de la articulación.

Mis manos, mi rostro y mi cuchillo estaban empapados de sangre, pero esto aún no terminaba, el nudo en mi pecho aún no desaparecía, el cosquilleo en mis manos me gustaba de sobremanera y los gritos del cuerpo agonizante que se encontraba debajo de mí me mareaban, embriagándome...

El sonido de una puerta hizo que mi mente volviese, encontrándome sentada en una de las tantas tumbonas de madera cerca de la piscina, el escalofrío del recuerdo mantenía mi piel de gallina, el que ni el pacífico paisaje pudo calmar. 

Pasé la tarde entre las flores del jardín y el engorroso laberinto que se estaba formando en mi mente. El que curiosamente tenía salida, pero confundirme entre sus pasadizos, era mi pasatiempo favorito. 

Terminando de cenar, me levanté de la silla para dirigirme a la habitación, agradecí a Helen y dejé mi plato en el fregadero, si Asimi quería que me levantará a las cinco de la mañana para ir a trotar debía entender que mi cara de no me hables, era para que no me hablase. Pero el tacto de su mano en mi espalda empujándome al despacho vacío junto al comedor me dijo que no le importó una mierda mi evasiva.

- Necesito hablar contigo -entramos al despacho con lentitud-.

- ¿Qué quieres? El vivir contigo es suficiente, no necesito escuchar tu voz todo el día Asimi-dije cruzando los brazos-.

- Solo cierra la boca y siéntate -apuntó a el sillón enfrente suyo-.

Caminé lentamente hacia el sofá que estaba apuntando, me crucé de piernas y me estiré hacia atrás esperando a que hablase.

- Mañana volverás a tu casa -mi mente quedó en blanco unos segundos, analizando la estupidez que acababa de decir-.

- ¿Tienes idea de lo que eso significa? -la mano en mi frente apaciguaba el fuerte dolor de cabeza que apuñalaba mi entrecejo- tu Jefe hizo un teatro digno de Broadway para tenerme encerrada aquí -me levanté del asiento buscando el suficiente aire para calmar mi enojo- y ahora quiere que vuelva a mi casa, donde probablemente me contraten guardaespaldas y me dejen salir cuando me jubile.

- ¿Quién dijo que te quedarás allí? No queremos que levanten una investigación a nivel nacional para encontrarte, irás para calmar a tu familia, decirles que estás bien y que dejen de buscarte -se sentó en el otro sillón individual cerca de la ventana acomodando su cabello- así de simple -con qué así de simple dice-.

- En este momento deben tener una investigación de mi caso, dudo que todo sea así de simple -escupí con molestia- no puedo llegar a casa y decirle a mi madre "Hola madre, un loco psicópata me tuvo presa en su mansión que probablemente estaba a kilómetros de acá, pero no te preocupes, solo vine a buscar mi ropa, extraño el algodón de diseñador"

-Ese no es mi problema -paseó su lengua por su labio superior mientras reía-.

Mis pies fueron movidos por el calor de la rabia y dejando la ventana a mis espaldas me agaché hasta la altura del chico, tomando su playera en un puño, lo acerqué.

-Quizás no sea tú problema, pero el de tu Jefe sí -lancé- y esto -mi índice golpeó su mejilla- no depende de mí, sí que no metan a mi familia si la mal maniobra que claramente no planearon sale mal.

-No puedo prometer nada -sus ojos negros me miraron desafiantes- pero creo que tienes que comenzar a pensar en una excusa lo bastante creíble como para que te dejen en paz.

Se irguió del asiento guiándome con el en una postura recta, él era mucho más alto que yo, media quizás un metro ochenta y un poco más, mientras que mi metro sesenta y tres me dejaba mirando su pecho sintiendo su respiración en mi coronilla.

-Tic toc... Princesita, no queda mucho para que te vuelvas a reunir con tu querida ropa de diseñador -baje la mano que afirmaba con fervor su ropa y subí mi mirada para poder verlo a la cara- y dile a tú familia que cuando quieran vuelvo a llevarles su comida china, es la favorita de tu madre ¿no?

Una risa grave salió de mí.

-No creo que te convenga matarlos tan pronto -negué- o toda esta mierda no serviría de nada, porque ellos son lo único que me mantiene aquí -estiré mis pies al máximo para alcanzar más altura y así hablarle mirando su rostro- y lo único que mantiene a todos aquí con vida.

Asintió lentamente con la mirada baja, podía ver la burla bajo sus pómulos contraídos por la sonrisa que llenaba su cara, por la cercanía sentí como el músculo de su brazo se contrajo en un movimiento suave, su mano atrajo mi cara en su dirección, pegando sus labios a mi sien.

-No te creas que eres muy indispensable, quizás el Jefe te crea importante, pero todos podemos ser reemplazables -el susurro de su voz bailó tibio por mi piel, y aunque la posición que teníamos no era cómoda, ninguno se movía, quizás por el orgullo o quizás por las navajas entre nuestros cuerpos con la que apuntábamos al otro- y mi no me va a temblar la mano al matarte, dulces sueños.

El filo rasguñó nuestra piel al separarnos, Asimi salió por la puerta dejándola abierta tras de sí, quedándome sola en la gran habitación que utilizábamos para hablar a escondidas de Helen.

No tenía idea qué haría para poder salir de casa sin que me buscaran nuevamente, menos la excusa que pondría por no llegar después de tres semanas, ni tenía la cara para mirar a mis padres y decirles que no tenía fecha de llegada, sabía que papá se pondría furioso y mi madre indignada por los chismes que seguramente dejaron mi desaparición.

A la mañana siguiente desperté con las náuseas golpeando la boca de mi estómago, el pequeño despertador que Helen me dio, sonó a las cuatro cincuenta de la mañana con un sonido estrepitoso, haciendo que mi cabeza saltara de la almohada y el vuelco de mi estómago que la cena de ayer subiera, mareándome. Odiaba despertarme a esta hora todos los días, me sentía cansada y sin ganas de ver a la mala versión del Señor Miyagi trotando a mi alrededor taladrando mis oídos con sus indicaciones.

Pero aun así, esta mañana se sentía diferente, el nudo en mi pecho era lo único que contenía al vomito de seguir subiendo por mi esófago, el ir a mi casa y lanzar una mentira lo suficientemente creíble como para que no me buscaran, para que él no me buscara, me tenia ansiosa, más de lo normal. Y entre todos esos sentimientos, se encontraba la paz de poder decirle a Logan que estaba bien, que nada me había pasado y que podía estar tranquilo, aunque fuese mentira.

Aun y con la sensación de mareo pegada a mi cabeza me alisté para encontrarme con Asimi en el despacho vacío, me entregaría el arma que usaría en mi estancia aquí, la cual no podía imaginar, pero dado a los eventos próximos lo más probable que fuese una Glock, la cual iba a permitirme disparar rápidamente y con precisión. O eso esperaba.

Después de ver por última vez mi reflejo pálido y serio en el espejo, bajé hasta el salón con la oscuridad de la madrugada cubriendo todos los espacios, haciendo que se viese aún más solitario, pero a medida que me iba acercando a la habitación, podía ver como la luz se colaba por las grandes puertas de madera que se encontraban cerradas frente a mí.

Entré al despacho encontrándome a Asimi sentado en la silla tras el escritorio de roble, donde se podían ver varios bultos repartidas por este.

-Buenos días, princesita -se levantó del asiento con lentitud- aunque creo que para ti -caminó hasta estar enfrente de las que yo creía eran las armas- no será muy bueno.

-Alguien despertó con ánimo el día de hoy -me acerqué a la mesa, sintiendo como mi coleta cosquilleaba en mi cuello- ¿no crees que es muy temprano para tirar veneno?

- ¿Qué pasó? -se sentó en el borde- ¿no te gusta? Pensé que entre víboras nos entendíamos.

Quise reír ante su burla, pero blanquear los ojos quedaba más en nuestra relación de desagrado mutuo.

Sacó la tela que cubría la mesa dejando ver varias navajas y dagas ordenadas en esta, me acerqué al ver algo familiar entre ellas.

-Creo que ya la viste -sentí la voz de Asimi en mi espalda- el Jefe me dijo que te gustaría.

-Veo que me tuvieron bien observada -agarré la daga de empuñadura negra que estaba en medio- hace meses que no la saco de donde la puse.

La única existencia del modelo en mis manos brillaba con la luz de la habitación, su color negro contrastaba en mi piel y podía ver cómo su filo había sido pulido recientemente.

-Espero hayas saludado adecuadamente a mi abuelo -me giré mirando a sus ojos, su sonrisa mostró los hoyuelos ocultos en sus mejillas- era alguien sumamente educado.

Hace un tiempo había visto por última vez a mi arma favorita, dejándola guardada en la tumba de mi abuelo en el cementerio general de la ciudad, dentro del ataúd y bajo su cuerpo, donde creía que ni el más loco curioso iba a buscar, pero Asimi claramente superaba esa clase de locura.

-Lindo escondite -cruzó sus brazos asintiendo-, le mandé saludos de tu parte.

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