Your eyes ©

By EMMolleja

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Scarlett Brandon está desesperada por encontrar un trabajo de verano y así poder ganar dinero para pagar un a... More

Prólogo
Capítulo 1: La jugosa propuesta
Capítulo 2: La familia Patterson
Capítulo 3: Un "refrescante" primer día
Capitulo 4: La vista exótica del ventanal
Capítulo 5: Mañana en el parque
Capítulo 6: A las tres de la madrugada
Capítulo 8: El primo Luke
Capítulo 9: Hellboy
Capítulo 10: Noche en Zathura
Capítulo 11: Ceguera cortical
Capítulo 12: La canción de Evan
Capítulo 13: Evangeline Reneé Patterson
Capítulo 14: Luke y su poder de persuasión

Capítulo 7: Las paredes que se derriban

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By EMMolleja

Los domingos eran mis días libres de trabajo de niñera.

William no se presentaba en la oficina de su empresa, así que podría pasar el día con Evan y Theodore, y yo podía salir o hacer lo que quisiera. ¿Aunque para qué salir si estás en un paraíso de hogar?

Oficialmente, era mi segunda semana aquí y Alice aún no me había llamado para preguntar cómo estaba. En cierto modo, me afectaba el hecho de su indiferencia, pero no sería la primera vez que se enojaba conmigo hasta este punto.

Quería poder invitar a Bess aquí para pasar el rato, pero ella se encontraba vacacionando en Malibú con su familia y no regresaría hasta dentro de una semana, por lo que la opción de juntarme con ella quedaba descartada. Mis amistades se reducían... a ella.

Entonces, no pude negarme cuando el señor Patterson me invitó a pasar el día con los chicos en la piscina. De acuerdo, llevaba aguantándome la tentación de un chapuzón desde que llegué aquí. Un chapuzón que no incluyera pasar la vergüenza del siglo por haber asumido que Evan no sabía nadar.

Me coloqué un traje de baño que Bess me regaló en mi cumpleaños número diecisiete. Hasta ahora, nunca había tenido la oportunidad de usarlo. Bueno, no era eso, era sólo que en el momento en que lo vi, lo enterré en mi armario porque sabía que nunca me atrevería a usar algo tan revelador. Era sin tirantes y de muchos colores vivos, la panti... diminuta y a los contados dejaba descubierta parte de mis caderas.

No me atrevía a usarlo hasta hoy.

Estaba lejos de casa, lejos de las miradas burlonas de las personas que me llamaban Nerdoneitor. La casa de los Patterson se había convertido en mi lugar seguro en poco tiempo. Theodore incluido.

La vocecita de Bess en nuestra última conversación estaba atormentándome desde hace ya días. Sí, la conversación sobre Theo.

Había estado evitando darle vueltas al asunto, pero de alguna u otra forma, siempre terminaba pensando en él. Terminaba pensando en el increíble color de sus ojos. En su excelente habilidad para sumergirse en su propio mundo y bloquear lo de su alrededor. En cómo me había percatado de que cada vez que se reía, bajaba la cabeza, como si quisiese ocultar que algo le divertía. En que sus labios siempre lucían hidratados y rosados...

—¡Scarlett! ¡Viniste! —me saludó Evan desde la piscina, donde estaba junto a su padre jugando.

Sacudí la cabeza. <<Oh, Dios, ¿qué son esos pensamientos, Scar?>>.

—¿Qué tal, Scarlett? —Lo siguió el señor Patterson, dándome una amplia sonrisa. Su cabello estaba todo mojado y alborotado, haciéndolo lucir más joven—. ¿Te nos unes?

—En un momento, tomaré el sol un rato —dije, caminando hacia la silla desocupada que se encontraba junto a la de Theodore.

No me terminaría de acostumbrar a verlo sin camisa, definitivamente.

—Creí que eras un vampiro y no salías al sol —me burlé mientras me quitaba el vestido que llevaba puesto.

Escuché un chiflido de piropo y me volví hacia la piscina un poco desconcertada. Evan se estaba revolcando de risa encima de su salvavidas en forma de tortuga. Que niño tan atrevidamente adorable.

—¿No crees que necesito un bronceado ya? —habló el ogro en tono frívolo, señalando su tonificado torso.

Rodé los ojos, sonrojándome sin poderlo evitar.

—No te responderé eso. —Me limité a decirle, tomando asiento y recordando algo muy importante antes de tumbarme a tomar el sol. Protección—. Eh, ¿tienes bloqueador solar?

Él negó con desaprobación y sin moverse demasiado, estiró su brazo, metió su mano dentro en un pequeño bolso y sacó el recipiente, extendiéndolo en mi dirección.

—No lo gastes todo —me dijo con fastidio.

Le arrebaté el bloqueador de su mano en un gruñido. Idiota.

Quería broncearme, más no insolarme, así que unté un poco en mi rostro, pechos, brazos y abdomen. Sin embargo, para cuando iba a echarme en la parte trasera, sabía que necesitaría ayuda. Malditos brazos de tiranosaurio rex.

Miré a Theodore, mordiendo mi labio, ¿debería?, ¿no debería?, ¿a qué le temía después de todo? Era el ogro de todos los días, no tenía por qué ponerme nerviosa. Mejor dicho, no había nada que temer.

—¿Theodore? —llamé su atención.

Él sólo me respondió con un simple "¿Hmmm?" sin siquiera moverse de su relajada posición.

—¿Puedes ayudarme? —le pregunté, esforzándome por no sonar tan nerviosa e incómoda por la propuesta.

—¿Ayudarte con el bloqueador? —Se levantó de su asiento y se apoyó en sus codos.

Vi sus cejas con sorpresa levantarse tras sus gafas.

—Mis brazos no llegan. Pero, ¿sabes? Olvídalo, yo lo haré —me apresuré a decir, sacudiendo la cabeza.

¿En serio en qué pensaba al preguntarle eso a ÉL? Por Dios.

—No, lo haré, no me importa —me dijo, terminando de sentarse en la silla—. Ven, aquí.

Se deslizó hacia atrás con las piernas abiertas para darme un razonable espacio en la silla y poder sentarme frente a él, específicamente, entre sus piernas.

Sí, leyeron bien. Esto se pondría raro.

Tardé en moverme, ya que estaba sorprendida de que hubiese aceptado tan rápido ayudarme. Todavía dudando, me senté en el espacio que había hecho para mí. Mi espalda estaba tan cerca de su pecho desnudo que podía sentir su calor corporal. Le coloqué en su mano el bloqueador y aparté mi largo cabello del camino, borrando de nuevo esa extraña sensación que sentía cuando estaba demasiado cerca.

—Bien —mascullé, incitándolo a comenzar.

Esperé a que sus manos hicieran contacto con mi piel y cuando estas aterrizaron en mis omoplatos, reprimí un respingo de sorpresa.

Dulce Jesucristo bendito. Era aterrador lo que su piel causaba en mí. Sólo rezaba para que Theodore no notara que mis vellos se erizaron a su tacto.

Me quedé estática como una estatua. Sus manos se movieron cautelosas por el camino de mi columna vertebral. Sus movimientos eran lentos y se sentían más como caricias. Por un segundo, el pensamiento de que estaba disfrutando tocarme cruzó mi mente, pero lo borré al instante, rehusándome a dejar que los extraños sentimientos se apoderaran de mí y me hicieran malinterpretar un simple gesto de amabilidad.

Sus palmas bajaron hasta mi cintura, donde trazaron lentos círculos en ambas curvas. Me sentí de repente insegura. Theodore era un chico atractivo, incluso podría decir que era el chico más atractivo que había conocido hasta ahora, así que intuía que yo estaba lejos de entrar en su gusto en chicas. Teniendo a un chico como él tocándome, me hacía recordar mis días de secundaria, donde los chicos se burlaban de mí por mi infinita delgadez, sin saber que estar delgada no era precisamente porque tenía un buen metabolismo. Era más por mala alimentación.

Busqué alguna otra cosa en que enfocarme para que no me afectara el hecho de que sus manos ahora bajaban a mis caderas. Mi corazón salió disparado cuando sentí sus dedos rozar la pretina de mis pantis. ¿Había sido eso deliberado?

Tuve que reprimir un jadeo en cuanto sus manos abandonaron mi cuerpo. Me asusté porque enseguida las extrañé, extrañé lo que estaban provocando.

Oh, Dios, no.

Hubo un minuto de incómodo silencio. Yo, porque me encontraba abrumada por todo lo que acababa de pasar. Él, ni siquiera sabía porque no se dignaba a decir nada.

—Ya está —susurró, después de aclarándose la garganta. Su aliento le hizo cosquillas a mi oído de lo cerca que se encontraba de mí.

Desperté de mi trance y salté lejos de él. Mis mejillas ardían como si hubiese pasado mucho tiempo en el sol.

—Sí, sí, gracias, ogro —le espeté, sonando lo más seca y normal que pude.

—Lo que sea, intrusa, recuerda que esto no se ve todos los días —farfulló tumbándose de nuevo en la silla y poniendo de nuevo su atención en el sol. Ignorándome por completo.

<<Ogro. Ogro. Él es un maldito ogro, Scarlett, que no se te olvide>>.

Con manos celestiales, cuerpo de ensueño y hermosos ojos.

<<Ogro. Ogro>>.

Entonces, por el bien de mi paz mental, decidí que ya no quería tomar el sol y me uní a los demás en la piscina.

Luego de lo que había sentido, no quería estar cerca de Theo quizá por el resto de la tarde.

***

—¿Tu madre ha preguntado cómo van las cosas por aquí, Scarlett? —me preguntó el señor Patterson mientras cenábamos esa noche.

Evan tuvo un día tan productivo en la piscina que cuando ya fue momento de terminar la diversión, el niño estaba agotado. Apenas y logré convencerlo de darse un baño. Se quedó dormido justo después de colocarse su pijama. Así que sólo éramos Theo, el señor Patterson y yo.

Bajé la cabeza hacia mi plato de ensalada, sin poder evitar sentir una punzada de dolor.

—Ella no ha llamado desde que llegué —le contesté, pinchando un tomate con mi tenedor con disgusto al recordarla a ella.

El hombre se vio algo sorprendido.

—¿Cómo es que no te ha llamado para saber de ti? —inquirió, frunciendo el ceño.

—Desde un principio no quería que aceptara el trabajo, supongo que está molesta conmigo, no lo sé. —Me encogí de hombros, llevándome comida a la boca—. Es normal que me deje de hablar cuando no hago lo que ella quiere. No sería la primera vez.

Theodore, quien se encontraba sentado frente a mí, ladeó la cabeza, como tratando de entender alguna cosa. Sin embargo, no dijo nada al respecto.

—Bess me contó que sólo eran tu madre y tú —retomó William, ahora luciendo incómodo—. Supuse que se llevaban bien.

—Es complicado —expliqué—. Acepté este empleo en primer lugar porque ella me aseguró que no pagaría nada que tuviera que ver con la universidad. Como ya sabes, he sido asignada como becada en Penn, pero Alice se rehúsa a que vaya a la universidad, piensa que es una pérdida de tiempo cuando simplemente puedo trabajar toda mi vida en cualquier cosa para pagar las cuentas. Para ella, ese es su ciclo de la vida.

El señor Patterson se removió en su asiento.

—No sabía que tu madre tenía ese tipo de pensamientos —comentó, apenado.

—Sí, llevo dieciocho años de mi vida esperando por el momento de poder vivir mi propia vida, tranquila, sola, independiente. De hecho, mis planes son claros; con esta paga, podré alquilar un apartamento cerca del campus, me mudaré a Penn, encontraré un buen trabajo para costearme otros gastos y también para poder enviarle dinero a Alice. A pesar de su actitud y su problema de codependencia... yo... nunca la dejaría por su cuenta.

Esto último fue algo más como un pensamiento que tenía para mí misma. Porque era cierto. Mamá se había rehusado a lo de la universidad porque pensaba que iba a abandonarla y olvidarme de ella. Sí, no había sido la mejor madre del mundo, pero nunca podría dejarla atrás.

Era extraño confesar estas cosas personales, ni siquiera había sido tan abierta con Bess sobre el asunto de mi madre, pero al parecer los Patterson tenían el don para intimidar de esta forma.

—Tienes tus ideas bastante centradas, Scarlett. Me agrada eso, sinceramente —confesó William, dedicándome una reconfortante sonrisa—. ¿Y... alguna vez conociste a tu padre?

—Mi madre me dijo que se fue cuando yo tenía dos años. De todos modos, no lo recuerdo en absoluto.

Hubo una pausa incómoda. Miré furtivamente a Theo, este se encontraba con una expresión no muy propia de él. Tenía el ceño profundamente fruncido. Se veía triste, pensativo. ¿Quizá no debí decir tanto acerca de mí pasado? ¿Ahora le daba lástima mi trágica historia familiar?

—Traeré más de beber, ¿alguien quiere algo de la cocina? —nos preguntó el señor Patterson, levantándose de la mesa.

Los dos negamos con la cabeza.

—Con permiso, entonces —dijo antes de dejarnos solos, en el incómodo silencio.

—Tu madre parece ser una persona horrible —habló Theodore, tomándome desprevenida. No pensé que quisiera hablar mucho.

—Alice... no es tan mala —admití—. Ella ha tenido problemas con el alcohol desde que yo era pequeña, ha pasado tal vez demasiadas veces por rehabilitación y en recaída, tras recaída. A eso, súmale que también ha sido madre soltera dentro de ese lapso de tiempo. Sí, sé que tal vez la estoy excusando, pero... no lo sé, ella es sólo Alice.

Él volvió a ladear la cabeza en mi dirección. Si no fuese porque estaba usando sus gafas de sol, me estaría sintiendo avergonzada ahora mismo con la atención que estaba dándome. ¿Por qué se estaba comportando así de amable de repente? Si era por lástima, no la necesitaba.

—Bueno, pues, supongo que unos nacen con suerte y otros no, ¿no es así? —Fue lo único que logré decirle antes de que el señor Patterson volviera y cambiáramos de tema de conversación.

William se retiró a descansar luego de que nos moviésemos a la sala y platicáramos un poco más. Bostecé, sintiendo que era momento de irme a la cama también.

—Bien, creo que es hora de que vaya a descansar —le anuncié a Theo mi salida.

—Aún no es tan tarde, puedes quedarte más tiempo si quieres —dijo, alzando un poco su cabeza en mi posición.

—¿Quieres que me quede para molestarme más? ¿Es eso? —me reí suavemente, volviendo a tomar asiento, un poco más cerca de él esta vez.

—¿Acaso te he molestado una vez en todo el día? —preguntó, enarcando una ceja con suficiencia.

—Oh Dios mío, tienes razón, no lo has hecho. ¡Esto tiene que ser un sueño! —expresé con fingida emoción—. ¡Pellízquenme!

Él desvió su cabeza hacia otro lado y se echó a reír.

—Fue sólo porque estaba cansado, así que no te acostumbres, mañana será otro día lleno de malos ratos de mí, para ti —comentó en tono divertido— Tenlo por seguro, intrusa.

Sonreí. ¿Quién era este chico y qué había hecho con el ogro?

La conversación fluyó de forma extrañamente agradable. Él se comportaba como una persona complemente diferente y no en el mal sentido. No sé si pasaron demasiadas horas, pero hablamos mucho.

De hecho, aprendí mucho acerca de Theodore Patterson: aprendí que fue el capitán de lacrosse en su escuela, que tuvo sobresalientes en todas sus clases, que su mejor amigo se llamaba Nathan y que le gustaba el tema de los negocios, tal como su padre. Hablamos hasta de la cosa más trivial del planeta y fue casi como si fuésemos buenos amigos. No entendía su repentina amabilidad, pero no podía negar que me encantaba esta versión de él.

—Creo que deberíamos dejarlo por hoy. —Dejé escapar un bostezo mientras me levantaba del sofá.

—Sí, creo que ya es hora de ir a la cama. —Él usó su bastón para imitar mi movimiento.

Nos quedamos en silencio durante unos segundos.

—¿Te puedo preguntar algo, Theo? —me digné a hablar primero.

—¿De qué se trata?

—¿Por qué... bajaste la guardia conmigo? ¿No era que estábamos en una especie de guerra?

Sus labios se elevaron en una leve sonrisa y a través de sus ojos pude notar que era una sincera.

—Quizá me di cuenta que no eres una amenaza —confesó, encogiéndose de hombros—. Buenas noches, Scarlett.

Tuve que procesar rápidamente el hecho de que era la primera vez que lo escuchaba decir mi nombre y no mi sobrenombre "intrusa".

—Buenas noches —titubeé estupefacta, viéndolo partir.

¿Qué demonios estaba pasando aquí?


Nota de la autora:

*Da gritos de fangirl*  Esa es mi reacción para este capítulo. 

Aquí hay feeling, amigos, aquí hay un feeling bien raro, me encanta, ¿y a ustedes? *-*

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