Cruzados -El infierno en la T...

By TheAngelicalMadness

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Un hombre, quien vive en medio de la nada, se despierta debido a unos extraños ruidos, por lo que decide inve... More

Capítulo 1 -Invasores de la noche-
Capítulo 2 -Al otro lado de la puerta-
Al otro lado de la puerta (parte 2)
Capítulo 3 - Unos días en el Limbo
Capítulo 4 - Una vela en la oscuridad
Capítulo 5 -La Huida (Primera parte)
Capítulo 5 -La Huida (Segunda parte)
Capítulo 6-¿A salvo? (Primera parte)
Capítulo 6-¿A salvo? (Segunda parte)
Capítulo 7- Un merecido descanso (Primera parte)
Capítulo 7- Un merecido descanso (Segunda parte)
Capítulo 7- Un merecido descanso (Tercera parte)
Capítulo 7- Un merecido descanso (quinta parte)
Capítulo 7- Un merecido descanso (Sexta parte)
Capítulo 8 - El Juicio
Capítulo 9 - Paria
¡REQUIERO OPINIONES!
Trailer
Capítulo 10 - FirestormCore

Capítulo 7- Un merecido descanso (Cuarta parte)

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By TheAngelicalMadness

Por desgracia,-bueno, por desgracia para mí- los enemigos habían sido abatidos con rapidez, por lo que no disparé ni una sola bala de mi revólver contra los demonios. Tenía ansias de luchar nuevamente. Pedí hora a un cruzado que regresaba a su barracón con el rifle en la mano. –Son las…doce cincuenta y tres.

Agradecí la ayuda del buen hombre y me dirigí nuevamente al edificio central. Me terminaría aprendiendo de memoria cada hueco, pozo y melladura de mi trayecto si seguía yendo y viniendo como hasta ahora.

Caminé con paso apresurado en dirección a la mujer que anteriormente me había guiado a la charla de evacuación civil.

-          Creo que es la tercera vez que veo que vienes. Hay un cuarto de servicio al lado del despacho de Rah, te ahorraría bastante trayecto.-bromeó.-Bueno, dime, ¿qué necesitas?

-          Simplemente quería saber dónde está el taller del Sacerdote Magnus. Dudo mucho que tenga algo que ver con el taller mecánico de transportes.

-          Dudas bien. El taller se encuentra en el subsuelo. Pero lamento decirte que sólo pueden presentarse miembros veteranos, y por tus preguntas dudo que lo seas.-concluyó con una sonrisa.- ¿Cómo te has enterado? Dime un nombre al menos y quizás te deje pasar.

-          Karion. Yo…

Los ojos de la mujer se abrieron como platos.- ¿Karion? –su rostro me contemplaba extasiada.- ¿Qué te pasó? Sabía que habías tenido unos incidentes, unas heridas pero no que habías cambiado tanto, con amnesia incluida. No te recordaba así desde la última vez que…em…nos vimos.-Sus ojos dejaban translucir algo más, no quería saber qué era.

-No me has dejado terminar. Yo no soy Karion, vengo de su parte.

Automáticamente, la ilusión de la mujer se hizo añicos.-Oh. Disculpa. Bueno, ¿A qué esperas? Vete.

-¡Pero yo tengo que bajar al taller!

-No te llevaré yo.-exclamó furiosa.-Gerard,-inmediatamente, un corpulento Cruzado vestido íntegramente de negro a pesar del calor se apersonó en el lugar.- lleva al novato abajo, al taller de Magnus Chame.

-Sí, mi señora.-sus ojos me escrutaron desde la oscuridad de la capucha.- Sígame.

Luego de abrir los ocho cerrojos, descendimos al subsuelo de FoLS. En el fondo de mi mente, sospechaba que el subsuelo superaba con creces la superficie delimitada por los muros y la colina.

Caminamos por el interminable laberinto de pasillos de piedra y metal, cruzándonos constantemente con Cruzados que se desplazaban solos, de a dos o en grandes grupos. Aparentemente, no todos habían combatido la amenaza que se había abalanzado sobre los muros instantes antes.

Finalmente llegamos a una enorme puerta metálica, reforzada y repleta de remaches.

Mi acompañante tecleó un código, el cual no permitió que viese, en el panel que se encontraba a nuestra izquierda. Detrás de la puerta comenzaron a desplazarse varios objetos enormes, probablemente también metálicos, causando un estruendo que llenaba el pasillo y rebotaba en las paredes. Una vez que los ruidos cesaron, la puerta se abrió lenta y pesadamente para permitirme la entrada a un enorme recinto. Era rectangular, con techo de piedra sostenido por vigas entrelazadas en posiciones extrañas; paredes cubiertas con paneles repletos de herramientas dividían la habitación de la siguiente. Aquí y allá pude ver grúas, vehículos, armas y, por sobre todo, cajas, cientos de ellas. La puerta se cerró detrás de mí. Me encontraba solo en el recinto, tan solo que podía escuchar el eco de mis pasos y la respiración que brotaba de mis pulmones.

A mis espaldas se erguía la enorme puerta, trabada por tres gigantescos cerrojos de acero, cada uno del ancho de un hombre y tres veces esa medida de largo.

Caminé por el centro de la sala, observando todo. Las armas y vehículos que estaban almacenados jamás habían visto la luz, probablemente eran obras de arte o similares.

El cuarto se me hacía infinito, a pesar de que podía vislumbrar un brillo metálico entre la oscuridad, a unos veinte metros de donde estaba. El resplandor metalizado no me extrañó: todo era metálico en ese lugar, incluso el suelo.

Cuando tan sólo un par de metros me separaban del reflejo en medio de la oscuridad, el sonido de tuercas y engranajes girando, partes de maquinaria entrechocando y dos enormes fauces rojas, tan grandes que podría entrar un Zarigüeya sin problemas, me sobresaltaron. El calor comenzó a quemar mi piel, iluminada por el fuego. Enormes dientes rectangulares se recortaban a la vista de los hornos de fundición que se erguían ante mí.

Retrocedí extasiado y temeroso. ¿Quién había encendido los hornos? ¿Por qué se habían abierto?

-Buenos días.-Las dos palabras susurradas en mi oreja derecha me erizaron la nuca. Giré e intenté barrer con mi brazo a mi oponente, pero no había nadie allí.

-Esa no es forma de tratar a tu anfitrión.-respondió ante mis acciones la voz. Era un poco chillona, al tiempo que… ¿dulce? No sabría definirlo.

-¿Dónde estás?-pregunté al tiempo que giraba a mi alrededor. Tantas veces había visto películas donde el protagonista no podía ver a su enemigo, quien se burlaba de él hablándole y esquivándolo. Ahora el protagonista era yo.

-En todos lados y en ninguno, aquí y allá. Estoy en tu mente y en la de todos.-luego de observar cada rincón a medida que mi ¿enemigo? hablaba, pude vislumbrar una sombra que se escurría detrás de  unas cajas. Caminé lentamente en la dirección en que mi reciente visión había desaparecido, ignorando la voz que seguía autoproclamándose como un ser superior y demás. Rodeé unas cajas para descubrir, en la oscuridad, el reflejo rojizo de una palanca. Tal vez sirviese. Sin pensar mucho más, la jalé hacia abajo.

Las fauces metálicas se cerraron, las luces pertenecientes a ese sector se encendieron y algo cayó con un ruido sordo, seguido de un quejido.

Detrás de las montañas de contenedores, a unos metros del lugar en que había estado parado cuando se abrieron los hornos, un anciano yacía sentado en el suelo. Tenía el típico aspecto de un profesor loco de remate. Su cabeza estaba completamente pelada, excepto por una pequeña corona de pelo que le rodeaba la nuca y los costados, recordándome remotamente al halo dorado que los santos suelen llevar tras sus cabezas, sólo que este era prácticamente blanco. Era narigón, con un mentón prominente, cejas pobladas y ojos tan celestes que prácticamente eran blancos. A su lado, yacía una máscara de soldador negra. Sin embargo, lo más extraño era el arnés en el cual estaba sentado: una silla, cuyo material seguro ya han adivinado, es decir algún tipo de metal, que tenía cuatro grandes aros, uno en cada esquina. Al mirar al techo descubrí los cables de acero colgando inertes desde una plataforma, la cual se desplazaba a partir de rieles encaramados a la roca.

-Creo que me rompí el trasero.-dijo al tiempo que se frotaba la zona dolorida con una mano enguantada en cuero negro. Cuando se cruzaron sus ojos con los míos, me habló con voz dura pero chillona a la vez.- A ver muchacho, necesito que eleves mi silla hasta los cables, yo haré el resto.

-¿Está seguro que…-comencé, pero él no me dejó terminar la frase.

-Claro que estoy seguro. Y tu me has tirado, así que ya mismo me subes, lo menos que puedes hacer por mí.

Me acerqué, no sin cierta cautela, para luego levantar al anciano con su silla. Él probablemente no pesase demasiado, pero su pequeño trono sí que era duro de levantar. Luego de dos intentos y algunas “palabras de aliento” por parte del hombrecito, logré elevar el palanquín lo suficiente como para que él pudiese conectar los aros con las lianas metálicas.

Una vez el viejo hubo probado todos los sistemas, descendió tan sólo tocando un par de botones hasta tener su cara a mi altura.

-Mi máscara, por favor.-Obedecí amablemente.

-Así me gusta,-rió- adiestrados como perros.-Iba a replicar pero decidí cerrar la boca. Se acomodó la máscara color negro mate antes de proseguir.-¿Sabe por qué está aquí, señor C’toreh?-preguntó, levantando la máscara permitiéndome que viera su sonrisa extraña. Las comisuras de sus labios se rodearon de bajorrelieves aún más profundos ante el gesto. Negué con la cabeza.-Bien, señor mudo, yo soy Magnus Chame. En realidad mi nombre es Manus Chame, pero “Magnus” recuerda a Magno, como Carlo Magno.-Me observó con picardía, como si fuese un crío inocente.-Magno significa grande, de allí deriva la palabra magnífico.-se detuvo unos instantes, proseguir y guiñar un ojo.- Y eso es lo que soy. En fin, como sabrás, o tal vez no, soy el armero, lo cual espero que sepas qué es. Karion me dijo que vendrías entre hoy y mañana. Tal vez pasado. No importa, nunca salgo de mi cueva. Ah, el Magno, el Magno.-dijo suspirando, con la mirada perdida. Comenzaba a preguntarme adónde me había enviado mi antiguo tutor.-¡Bueno!-reaccionó tan repentinamente que me sobresalté.- ¿A qué esperas? Soy armero, no instructor del silencio. ¿Por qué no tienes un arma en las manos? ¡Vamos, agarra las armas!

-¿Qué armas?-pregunté desconcertado.

-¿Qué armas? ¿Qué armas dices? Estamos en una armería ¿y preguntas “qué armas”? Trae esas cajas.-señaló vagamente con un dedo negro hacia un enorme montón de más de tres metros de altura.

-¿Alguna en especial?-esta vez, interrogué con temor. No sabía ya qué esperar.

-¿Es que tengo que hacer todo yo solo? Ah, la cueva, la cueva. Sulphur. ¡SULPHUR! Ven aquí muchacho.-El hombrecito llamaba a su mascota invisible.- Bien, me alegra mucho que estés aquí.-Comencé a preocuparme por el estado del anciano.-Tráeme las cajas B-2, O-14, N-4 y E-1.

Miré al anciano, quien a su vez seguía con la vista el ser que sólo existía en su mente. O eso pensé. Una a una, las cajas se levantaron ante mi mirada de sorpresa. Una sonrisa de satisfacción se dibujó en el rostro de Magnus. Una vez estuvieron una al lado de la otra, como si hubiese caído un manto al suelo, un robot cuadrúpedo del tamaño de un león apareció ante mis ojos. Era negro y naranja, con tres blancos ojos en cada cavidad ocular. Sus fauces deduje que no eran meramente decorativas, el sistema hidráulico sugería una potente mordida. En su dorso pude ver cuatro pequeños brazos que, plegados, parecían alas.

-Ah,-aparentemente amaba suspirar antes de decir algo.- el poder de la tecnología.-tras decir esto, fijó su mirada en el ser mecánico que se encontraba sentado a sus pies, con una sonrisa melancólica grabada en su boca. Luego se percató de que lo estaba mirando.- ¿Y tú sigues esperando? Igualito a todos los jóvenes. Piensan que al tiempo lo pueden contener entre las manos, como cuando contienen agua en ellas.-refunfuñaba a la vez que disminuía su altura para acariciar al felino metálico.- Pero no, no son un cuenco. No señor, un cuenco no.-decía al tiempo que negaba con la cabeza y los ojos fuertemente cerrados, como si estuviera lamentándose. Repentinamente dejó de acariciar a su mascota y me miró, señalándome con un dedo acusador.-El agua se escurrirá o se evaporará, jamás se queda en el mismo lugar. Nunca de los nuncas. Jamás de los jamases. Si algún día se queda en el mimo sitio, sin ir a ningún lado, será el fin de los fines. Pero entre tanto, recuérdalo. El líquido entre los dedos se te escapará antes de que te des cuenta.-concluyó casi gritando, con los tendones del cuello tensos como un arco antes de lanzar su flecha. Sólo que éste ya la había lanzado.-Bueno,-dijo repentinamente, como si nada hubiera pasado.- ¿no te mueres de curiosidad por ver qué hay en las cajas? Karion me pidió que te diera a elegir entre lo mejor de lo mejor de lo último de lo último. ¡De lo último! ¡De lo último del Magno!-exclamó alegre.

-¿Pero no se supone que mis superiores me proporcionan el armamento hasta que sea veterano y pueda elegir lo que desee?

-Ah, reglas. ¡Todo Magno debe regirse por reglas! Sin embargo, no las estamos infringiendo, no, no y no. No se infringen, ¿a que no, Sulphur?-preguntó a su mascota en ese estúpido tono que todos ponemos al hablar con un animal.

Estaba mareado-¿No se infringen? ¿Cómo es que no estoy rompiendo reglas?

El anciano me lanzó una mirada cómplice.-Tus superiores te han proporcionado armamento, el que desees. Es una orden Magna, superior, no puedes romper las reglas si cumples una directiva que no lo hace. Consecuente y consecu…-se llevó una mano a la barbilla, en la cual descubrí tres pelos blancos de los cuales se tironeó al pensar las palabras adecuadas para proseguir su perorata.- bueno, no importa. Lo que realmente nos incumbe es que tus Magnos, es decir Karion a través de mí, su Magna Magno, te obligan a que elijas el equipo que desees siguiendo las Magnas instrucciones de mi Magna presencia.-Concluyó. Sin embargo, sólo obtuvo el silencio como respuesta.- ¿Has entendido entonces?-Asentí, aunque la verdad aún estaba confundido por la aparición de este hombre y su familiar relación con mi tutor.- ¡Perfecto!-dijo con un grito agudo que me perforó los tímpanos.-Ahora veamos qué nos deparan estas Magnas cajitas. Todas de diseño propio, desde la aleación hasta el mecanismo. Incluso el terciopelo del interior. ¡Ah! ¡Sí! El interior… veamos qué hay en el interior.-Luego de teclear unos comandos desde su silla, las cuatro cajas se abrieron, dejando que de su interior saliera un humo blanco que siempre pensé que existía sólo en las películas. Cuando se dispersó, el brillo de las armas iluminó mi rostro.

-Hermosas, ¿no es cierto? Obras de arte tan Magnas como las manos que las crearon. Cada una es una obra de arte única. Tu tutor quería darte algo por su partida y por haberle salvado la vida.-Su sonrisa había dejado de ser extraña o nostálgica, era una auténtica sonrisa de felicidad. Me había quedado atónito ante sus palabras, ni siquiera me digné a corregir su equivocación sobre la tutoría que Karion ejercía sobre mí. ¿Un regalo de agradecimiento? ¿Desde cuándo era así? Lo cierto es que no lo conocía lo suficiente, pero suponía que salvar la vida de un compañero de escuadra era algo normal dentro de la rutina de los Cruzados.- ¿Sigues esperando?- Exclamó Chame, cambiando bruscamente su expresión.-No has aprendido nada sobre el tiempo, ¿eh? Pues aprende rápido. Rápido, rápido, rápido. Veloz. Toma una de estas mensajeras de la destrucción, siempre recordando qué destrucción deseas. ¡Ah! Destrucción, nuestra compañera eterna. Eterna y nunca pasajera. Siempre destruimos, cuando no destrozamos a un enemigo nos rompemos en miles de pedazos a nosotros mismos. Miles, miles, miles.

Me acerqué cautelosamente a la primera caja, la más pequeña de las cuatro. En ella descansaba una colección de pistolas y revólveres, seis y seis.-Para comenzar, -dijo el viejo a mis espaldas con una voz cargada de emoción.-el arma de corta distancia. Sé que eres un buen amigo de los revólveres.-¿Cómo lo sabía? ¿Acaso Karion le había contado?-Un Magno como yo siempre lo sabe todo.-dijo con una sonrisa, leyéndome el pensamiento.-Pensé que alguno de estos podría satisfacer tus necesidades necesarias de la necesidad. Mis Magnas creaciones podrán asegurarte la victoria cuando tu enemigo esté a tan sólo unos pasos, insuficientes para alcanzarlos con la espada, pero más que sobrantes para jalar el gatillo y que el impacto sea certero.-Hizo un silencio solemne, pero en seguida comenzó a gritar.-¡TERO! ¡TERO! ¡TERO! En fin. Empecemos.-Señaló al primero, plateado de cañón corto. Los ribetes tallados en el metal destellaban con un color azul marino que pensé que era pintura pero luego vi que era una única piedra preciosa que había sido calada y refinada hasta encajar perfectamente en el bajorrelieve.-Mi primerísima Magna. Esta obra de arte está construida en una aleación extremadamente liviana y resistente, una fórmula propia. El tambor tiene capacidad para ocho balas. El mango es de aluminio socavado y zafiro. Un arma de simple acción y mucha potencia. La segunda que tenemos aquí,-dijo señalando con su dedo encuerado un revólver plateado de cañón largo, cuerpo nacarado y culata larga.- Ígala, concebida con minerales de las profundas cuevas de esta montaña. Tiene propiedades psíquicas, ideal para los Magus de la organización. Pero si no eres uno de ellos, no te la recomiendo. Este,-la tercer arma de la columna de revólveres era de un color gris opaco. Por lo demás no tenía nada que llamase la atención.- es un revólver táctico. Linterna, mira telescópica desplegable, doble y simple acción. Barril intercambiable, de seis balas de nueve milímetros o de nueve balas calibre .22. Para ello, el cañón puede cambiarse para el tipo de bala correspondiente. Poco vistosa a favor de ser tan versátil como una navaja suiza. Su nombre es Eodum, significa Oscuridad. Los minerales livianos con los cuales está construida fueron extraídos de Korea. La siguiente en nuestra lista es este par de gemelas.-señaló ambas armas con un gesto solemne. Eran prácticamente iguales, con un revestimiento negro mate, ambas con dibujos en bajorrelieve en la culata y en el cañón. La diferencia entre ambas radicaba en que la primera tenía dichos dibujos recubiertos por un fino cristal azul y celeste, similar al de la primer arma que había visto, mientras que en la segunda la cobertura era roja. Los dibujos en algunas zonas no eran más que simples ribetes sin sentido, mientras que en la culata podía verse, en ambas, la forma de una gota calada en el metal.- Pani aura Khuna, son parte de mi Magna Cuna. Significan “Agua y Sangre” en Hindi, un idioma natural del centro norte de la India, aunque probablemente lo encuentres también en algunas zonas del sur de África. Allí es donde encontré los metales angelicales con los que las forjé. Doble y simple acción, diseñé un cargador especial para asaltos sostenidos, un pequeño cilindro que se agrega al arma en la parte inferior, con capacidad para 14 o 16 balas, dependiendo el peso que busques. Pero también tienen propiedades psíquicas, tanto por los metales como por los cristales usados, por lo que no te las recomiendo. Y finalmente, este último es Anjo.-El revólver de metal celeste brillaba con luz propia. A simple vista no estaba decorado, pero al verlo de cerca pequeñas vetas propias del metal realizaban dibujos extraños.-Significa Ángel en Portugués. Y es que allí encontré los cristales con los que está construida. Jamás había visto algo así, es única en su tipo, no existen otras armas creadas con este material. No he testeado aún sus propiedades en el combate ni si tiene propiedades sobrenaturales. Bien. Ya hemos desperdiciado bastante tiempo en los revólveres, así que deberías elegir rápido la Magna extensión de tu brazo. ¡Vamos! ¿A qué esperas?

Miré indeciso el armamento que tenía delante. Anjo llamaba poderosamente mi atención, al igual que las gemelas Pani y Khuna. Finalmente me decidí.

-Elijo estas.-dije al tiempo que señalaba los revólveres hermanos. El armero frunció el ceño.

-¿Estás seguro? Son armas poderosas, pero su verdadero poder, su Magno poder, tan Magno como el mío, puede ser desplegado sólo por un verdadero maestro de los vientos de la Magia.

-Seguro.-afirmé con voz firme. Su semblante se relajó e incluso sonrió.

-Perfecto pues. ¡A las armas largas!-su grito de batalla resonó por toda la habitación. Sonreí. Ese anciano era simpático a pesar de sus repentinos cambios de humor y gigantesco ego.

A unos pasos de distancia, bajo la atenta mirada del felino mecánico, miramos el interior de dos cajas simultáneamente. En cada una dormían dos rifles.

-Veamos, veamos, miremos sin ver, pero observemos. Sin embargo, sé cauteloso al elegir, últimamente las balas son muy preciadas. Este es un fusil de asalto Cruzado, letal como pocos, con mira y lanzagran…-no permití que terminase. Por una vez, apliqué su “Magno” consejo.

-Este.-dije determinante, señalando una carabina. Era una carabina completamente negra, detalle que hacía juego con los revólveres. La culata tenía adosada en la parte inferior un filo metálico para emergencias.

-Uhm. Kunnia. Ébano y acero negro. Esa arma tiene una larga historia. Perteneció a la policía local de 1812, más específicamente al jefe de las fuerzas del orden, Joan Trent. Un Magno como yo. Bueno, no exageremos, casi como yo. Luego de un episodio nocturno, ¡oh! Nocturno, nocturno, en el cual despachó un demonio sin saber su naturaleza fue obligado a servir en nuestras filas. Decidió modificar su arma para que sirviera a los propósitos de la organización y se negó ante Magnas órdenes, tan Magnas como yo, con una Magna negativa, a cambiar su arma por la reglamentaria de las tropas en ese momento. Sus espléndidos servicios lo llevaron a escalar rápidamente la pirámide jerárquica de la Cruzados, para finalmente llegar a ostentar el título de Santo Comandante. Luego de su muerte, el arma pasó de mano en mano por los altos mandos, quienes se la daban a sus pupilos y aprendices. Inicialmente eran parientes de Joan, todos sus hijos pertenecieron a nuestra organización y lograron grandes cosas dignas de leyenda y de la gloria del Valhala. Algo digno de  un arma tan Magna como esta. Ah, pero no todo es brillante, como una vela, sino que algunas cosas son oscuras como este arma, aún más oscuras, como la noche, el azabache o el carbón. Y esas épocas de guerra llevaron a esta mensajera de la muerte al olvido, un olvido llano y decrépito como los campos de batalla repletos de cadáveres, un olvido lóbrego como esos tiempos y el doble de pesado para esta arma. Se le perdió el rastro durante décadas hasta que, tras  una ardua investigación, logré extraer fondo de la tierra, el barro a nuestra amiga Kunia. Apenas había cambiado su aspecto. Estaba sucia, sí, sucia, sucia, pero no se había corroído en lo más mínimo, oh, no. La guardé en secreto hasta este día y la coloqué aquí porque decidí que, como pupilo de Karion, por cuyas venas me he enterado recientemente que corre sangre de la familia Trent, tendrías el derecho de empuñarla una vez más en la batalla.-Sonrió. Cada instante que pasaba parecía más lúcido y despierto que el anterior.-Buena elección.-Sentenció.-Ahora recordemos el tiempo y elijamos lo que te falta de tu equipo, un arma para luchar cuerpo a cuerpo.-Con un chirrido mecánico, la silla se movió colgando de los cables hasta llegar al último contenedor color hueso. Era más alto que los demás, cuatro o cinco veces aproximadamente. Sólo había un arma. Una espada de una sola mano, plateada y dorada, estaba apoyada sobre el terciopelo negro. Me percaté que la caja era excesivamente ancha para el arma.

-Supongo que no tengo mucho para elegir.-bromeé, aunque en el fondo estaba desilusionado dado que había visto mil variantes de cada una de los demás tipos de armas, mientras que para el cuerpo a cuerpo sólo podría elegir una. Sin embargo, la sonrisa de Magnus iba más allá de la broma.

-Ah, que tus ojos no te engañen. No debes mirar, sino observar. Observar, escrutar, ver sus uniones moleculares si es necesario, pero asegúrate de entender lo que entra por esas dos cuencas tuyas. Debes aprender a tener ojos Magnos como los míos.-me regañó. Sin embargo, apenas terminó de soltarme el reto sonrió y apretó un botón del comando de su silla. Realmente tenía a su pequeño mundo en la palma de su mano. Automáticamente la caja se dividió en cuatro partes, se elevó y se desplegó hacia los lados, apoyándose en el piso con un sonido metálico. En cada uno de las partes había un arma diferente.- Bueno, como ves, era necesario observar en vez de resignarse.-dijo entre risitas.- La primera, que ya has visto, se llama Bjorn, nerviosa por mellarse e imponerse. Es una espada corta, tomé prestado el diseño a los vikingos, sus armas, diseñadas para usarse con una mano, solían ser formidables. Pertenece a la categoría ocho de la tipología Geiber de hojas. Están diseñadas para golpear con el canto y apenas pesa un kilo y medio. Esta segunda que tenemos aquí, bautizada como Giudisse, es una espada a medio camino entre un mandoble y una de mano simple. Se denomina vulgarmente de mano y media, o medio mandoble.-apenas terminó la frase, su ceño se frunció y su voz se endureció.- Pero es un arma Magna y no permitiré que sea denominada de esa manera. -el arma aludida tenía el delgado filo del color del acero, pero el lomo de la hoja era negro. El gavilán era de un plateado resplandeciente, al igual que la guarda.- aunque la perfeccioné para que, como arma Magna que es, sus defectos se vean reducidos a cero. Con esto quiero decir que traté el metal para que, sin perder sus cualidades, redujese su peso. Pesa un kilogramo, es peso pluma para una espada de un metro cuarenta de largo final. Pasemos a la siguiente. Es una guadaña de combate, arma a dos manos del tipo bastón. La aleación es una invención mía, con un alma equilibrada de zafiro, lo cual le da capacidades psíquicas al arma. También debido al alto contenido en minerales azules el arma tiene esa coloración tan particular. Su nombre es Celestia.-Y así era, el arma, tan alta como un hombre, con la cuchilla tallada con calaveras y rosas, tenía una coloración entre negra y azul, a veces incluso celeste, que se fundía con el terciopelo del mismo color.-Por último, que no creo que sea de tu agrado, tenemos la última Magna y ferrosa creación, Raudi. Su alma de rubí también le otorga poderes sobrenaturales, al tiempo que las diferentes aleaciones de hierro utilizadas la convierten en un arma pesada y difícil de manejar.-El hacha de combate tenía un mango de al menos un metro. Las manos quedaban protegidas por el filo de la hoja, de al menos medio metro de largo y veinticinco de ancho, unida al mango por una calavera, la cual parecía vomitar la cabeza del arma color rojo sangre, la cual resaltaba gracias a la funda aterciopelada negra sobre la cual estaba apoyada. Intenté levantarla, pero apenas podía sostener su peso.-Veintitrés kilogramos.-dijo la voz chillona a mis espaldas. Definitivamente no sería mi arma. Miré a las tres restantes. Definitivamente no sabía usar un arma del tipo bastón y, menos que menos, una de barrido como era la guadaña, por lo que tan sólo me quedaban dos opciones. Levanté ambas espadas, una con cada brazo, para sopesarlas. El equilibrio del medio mandoble era perfecto y casi no sentía estar blandiendo una espada de tal tamaño.

-Definitivamente, me quedo con Giudisse.-dije al anciano al tiempo que depositaba a Bjorn en su sitio.

-Excelente elección. Espero que puedas hacerle honor a su nombre. Giudisse es una pequeña variación, deriva de Giudice. Significa “Justicia” en italiano. Allí fue donde la forjé, en los cuarteles de Italia. Ah, una obra Magna, sí señor. Una obra Magna.-canturreaba con voz repentinamente solemne. Inmediatamente me dio un par de pistoleras negras, una vaina para colar la espada a la espalda y una mochila repleta de utensilios para mantener las armas y, a su vez, llevar la carabina. Cargado como estaba, parecía que iba a salir de expedición.

-Perfecto muchacho. Casi te ves tan Magno como yo, ¿eh? Pero eso es imposible, sí, sí, im-po-si-ble. Bueno, vete, sigues sin aprender que el tiempo se escurre por tus dedos al igual que las serpientes se escurren de la mano del hombre. Si deseas cambiar tu equipo, puedes venir. Cualquier amigo de Karion es amigo mío. Por cierto, la contraseña de entrada es 62466. ¡Adiós! Saluda a nuestro invitado, Sulphur.- Mientras me alejaba, pude escuchar un ronroneo mecánico a mis espaldas. Las trabas de la puerta se desbloquearon y me encontré de bruces con el pasillo. Estaba menos concurrido de lo que recordaba, al menos en lo referido a los instantes anteriores a mi ingreso al taller, del cual podía escuchar el sonido continuo y metálico de las fauces de fuego y hierro de los hornos. Caminé desandando el camino que había hecho antes con el Cruzado que me acompañara. Subí las escaleras y dos guardias abrieron la puerta de ocho cerrojos para permitirme el paso. En el edificio central me topé con la mujer de ojos penetrantes, la cual seguía mirándome con odio sin motivo aparente. ¿Qué culpa tendría yo? Alejando esos pensamientos de mi mente, salí al exterior para dirigirme a la Biblioteca. Sin embargo, me quedé pasmado ante la cantidad de gente que ahora caminaba por el fuerte, acompañados por Cruzados. El bullicio era infernal.

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BUENAS DAMAS Y CABALLEROS! Disculpen las molestias de que suba tan tarde, pero se complicó todo debido a un pequeño problema personal que por suerte se resolvió para bien. En fin, al grano. Como siempre quiero agradecer a mis lectores y votantes, especialmente a los más activos (ya sabrán ustedes quiénes son :D ). También, como de costumbre, quería recordarles a los que aún no han comentado que no está prohibido hacerlo, que no les enviaré una horda de demonios por realizar críticas o comentarios constructivos. ¿Qué creen que esté pasando en FoLS? ¿Qué piensan de nuestro nuevo personaje? ¿Y de las armas? jejeje... ¡un saludo enorme a todos y espero estar viendo comentarios suyos por todos lados!

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