La ruta de escape, no funcion...

Door Ambar001HG

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El frío metal de la pistola que se posa en la frente de Adela, le molesta cada vez más, el tiempo se acaba y... Meer

Advertencia
Capítulo 1
Capítulo 2
Capítulo 3
Capítulo 4
Capítulo 5
Capítulo 6
Capítulo 7
Capítulo 8
Capítulo 9
Capítulo 10
Capítulo 11
Capítulo 12
Capítulo 13
Capítulo 14
Capítulo 15
Capítulo 16
Capítulo 18
Capítulo 19
Capítulo 20
Capítulo 21
Capítulo 22
Capítulo 23
Capítulo 24
Capítulo 25
Capítulo 26
Capítulo 27
Capítulo 28
Capítulo 29
Capítulo 30
Capítulo 31
Capítulo 32
Capítulo 33
Capítulo 34
Capítulo 35
Capítulo 36
Capítulo 37
Capítulo 38
Capítulo 39
Capítulo 40
Epílogo.

Capítulo 17

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Door Ambar001HG

—¿Por qué tarda tanto en el baño? —murmura Candice jugando con un mechón de su pelo al darse cuenta de que Adela no contesta el celular, no deja de mover su pie izquierdo imaginando que algo malo le está sucediendo.

Por otra parte, en la habitación poco iluminada Adela retrocede sin dejar de besarlo sus piernas chocan con el mueble alargado y cae de bruces. Teniendo la respiración entrecortada yace encima de la suave superficie por ese instante él admira a la mujer.

A pesar de que no era una belleza de esas de revistas, su encanto para él va más allá de eso. La luz que se infiltra por el ventanal cautiva sus cabellos que se derraman por el respaldo del mueble. Era solo un beso, pero sus mejillas adoptan un tono rosáceo, mientras que sus grandes ojos verdes se nublan por la excitación.

Derek extiende la mano hasta su pequeño rostro que era casi tapado con esta. Sus dedos le acarician la piel hasta descender a sus labios entreabiertos y presionarlos hasta poder ver esa lengua húmeda y rosada.

Tiene las pupilas dilatadas y se acerca una vez más hasta que sus labios pueden rozarse, su amplia mano fue a parar en el delgado cuello. La toma por la nuca besándola una vez más, esta vez tan lento que ella reprime un jadeo en tanto él afianza su agarre.

Su otra mano disponible hace un atrevido recorrido por debajo de la blusa haciendo que ella arquee la espalda en el momento exacto que esa mano entra por debajo del brasier sintiendo el tacto de la carne suave y lo erecto del pezon. El tiemble persistente del celular de Adela lo hace despertar de la ensoñación y se detiene de inmediato apartándose de ella.

—Dios mío... —se jala del pelo y le da la espalda al darse cuenta del bulto entre sus piernas.

—Dime la verdad, ya te conocía... por favor dímelo.

Ese susurro hace a Derek sonreír de una bella manera. Adela se levanta del mueble acomodándose la blusa. La vista de Adela agitada bajo él fue lo que descontroló su corazón.

Como pasa el tiempo...

La mujer que en el pasado corría asustada de él, hace unos segundos jadeaba entre sus brazos compartiendo un apasionado beso.

Las persistentes llamadas hacen no les de tiempo hablar de lo que acaba de suceder.

«Te veré en la salida en cinco minutos» le responde a Candice que ya le había enviado más de quince mensajes.

El rostro se le tiñe de rojo al tocarse el pecho que el hombre le agarró. Lo vee y este ahí recibe una llamada telefónica. Lo observa fijamente desvía la mirada por un breve segundo, pero se encuentra con una pequeña foto en la pared sobre una serpiente.

Frunce el ceño y ahí de forma repentina algo recuerda.

Una adolescente chillaba asustada, mientras observaba a una serpiente de gran tamaño acercarse a ella que, sin escapatoria, se ve obligada a trepar un árbol.

—¡Ayuda!

Un hombre joven la mira sin dejar de comerse un helado.

—¡Oye idiota, sálvame! —sus gritos resonaban por toda la finca, aun así, el joven no se movió, por el contrario, parecía divertido.

—Es inofensiva, además entre víboras se entienden.

Adela con la boca abierta mira a su acompañante exclamando ante el recuerdo.

—¡La serpiente en la finca! Ya recordé ese día ¿por eso no me querías hablar de lo que sucedió antes?

Derek hablando por el celular hace una breve pausa viendo a esa mujer sobresaltada quien lo mira con gran indignación escondiendo que usaría eso como excusa para salir de la habitación.

—Lo siento, pero me tengo que ir ¡nos vemos después! —sin esperar su respuesta se apresura a salir.

En silencio se quedó la habitación, todo antes de que Derek recordara lo que ella le reclama. En carcajadas estalla, recordando la mocosa berrinchuda que no se daba cuenta de que esa serpiente era falsa y atada a su pierna con un hilo blanco era jalada.

Lo sabía, seguía siendo divertido estar con ella.

•••

Respirando profundo, Adela se detiene en el pasillo calmando su agitado corazón antes de continuar.

«¿Qué hice?» se cubre el rostro abochornada... todavía sentía el calor de sus manos y sus besos, la forma en la que encima de ella estaba.... Como su miembro recto le presionó el estómago mientras...

—¡Adela!

Despabila al ver que Candice corre tras ella.

—Lamento haberte echo esperar—le habla, en cuanto sale de ese oscuro pasillo y la alcanza.

—¿Dónde estabas? Ya llevo unos diez minutos llamándote y ni te dignas a avisar, ¡creí que estabas rumbo a Júpiter! —bromea dándole una palmadita en la frente.

—Perdona no era mi intención.

—¡Oh, Dios! Pero que te ha pasado en los labios y en el cabello—menciona sorprendida al acercarse con los ojos entrecerrados.

—¿Qué tengo? —nerviosa Adela retrocede.

—Parece como si un enjambre de abejas te ha picado y perseguido por horas... viéndolo bien, parece que esas abejas tienen un nombre y apellido.

«¿Tan mal me veo? Sabía que mis labios son sensibles, no pensé que fuera para tanto. Tal vez Candice exagera» supone eso buscando su celular para revisar con la cámara frontal.

—¿Nos vamos? —cambia el tema quitándole importancia a su apariencia.

—¡Si! Ya es tarde...—anuncia dudosa caminando hacia la salida, pensando en acompañar a Adela para luego regresar junto a los amigos con los que ha quedado.

La brisa helada y la escasa luz no inspiran confianza en pasear por esas calles, poco transitadas. Adela se encoge al lado de Candice que parece no tener problemas con la densa neblina que las rodea.

—Nos tendremos que quedar en la estación unos minutos, no veo taxis disponibles. Pero tu tranquila, yo resuelvo.

—Si, por supuesto—menciona no muy confiada a lo que Candice le enseña que trae un gas de pimienta en su cartera.

Unas luces hacen que vuelvan a la acera, Candice voltea, aún así, Adela tarda en hacerlo arrepintiéndose al instante.

—¿Qué hacen por aquí a estas horas? —Evandro muestra una amplia sonrisa de esas que aparecen en los comerciales de pastas dentales, según piensa Adela deseando una brecha para huir lo más rápido posible.

—¡Oh, Evandro! Qué bueno que te encontramos es que se nos ha hecho tarde—exhalando un fuerte suspiro de alivio Candice se detiene tensando Adela que lo menos que quería es que esa mujer conociera a ese «tipejo».

«¿No estará pensando que me montaré con este asesino o sí?» reflexiona en eso al agarrar a discreción el borde del vestido de su acompañante atrayendo sin querer la mirada de Evandro.

Este apoya su rostro en el volante y esboza una sonrisa que no llega a sus ojos. Todo el buen humor que Adela tenía se esfuma ante su presencia.

—Vengan, las llevo—indica sin quitar esa amplia sonrisa de su rostro y abre la puerta del pasajero sin bajarse del auto. Haciendo que Adela se diera cuenta de que los hombres que antes lo acompañaban no se encuentran y él maneja solo.

—¡No, gracias!

Grita renuente con el ceño fruncido y los bravos cruzados.

Por la escasa luz no se aprecia como aquel hombre apoya el codo en la puerta del auto, mientras aprieta la mandíbula y no aparta los ojos de Adela enarcando una ceja provocándola en silencio.

—¿Cuál es el problema? —cuestiona de forma inocente Evandro como si no se diera cuenta de que Adela trata de huir en el menor descuido.

—Me enseñaron a no irme con desconocidos—en un leve murmullo, Adela desvía la mirada empezando a caminar en dirección contraria.

—Pero por lo visto, si a robar.

Ante esa acusación Adela deja de caminar haciendo que Candice con el ceño fruncido los viera a los dos.

—¿Sabías Candice que esa mujer que anda contigo la he comprado a un alto precio?

En silencio los tres se quedan, el incómodo ambiente acompañado por el sonido de los grillos obliga a que Adela tome una decisión.

—¡Ja, ja, ja!, ¡es una broma! —se devuelve acercándose a Candice que no parecía darse cuenta del peligro que enfrenta.

—¿Ya nos vamos?

—Sí... Ya nos vamos—es lo que habla Adela antes de meterse en aquel vehículo.

•••

Sumergida en el ambiente que menos quiere Adela aprieta sus manos hasta que sus nudillos se tornan blancos. Sola se encuentra en ese carro con Evandro a su lado viendo fijamente hacia el frente.

A Candice regresaron al bar apenas hace menos de cinco minutos, está veía el auto alejarse, cuando de repente gira sobre sus talones fijando la mirada a tres locales de donde ella se encuentra.

«¿Es eso un hombre?» entrecierra los ojos al ver un encapuchado a ese que por la fuerte brisa de esa noche se le levanta la capucha dejando revelar su rostro.

«¡No puede ser!» al reconocerlo se adentra al bar antes de que pueda verla, ese hombre para ella es imposible de olvidar.

Una vez dentro del bar, toca su pecho para controlar la respiración «¿Por qué?, ¿¡por qué está de vuelta en esta ciudad!?» buscando las respuestas en su cabeza palidece al darse cuenta de algo.

Regresó por Adela.

Ahora bien, en el auto donde van Evandro y Adela la tensión hace que la joven mire por el retrovisor sin notar en el camino ni un automóvil.

—¿Qué hacían en ese bar? —rompe el silencio sin dejar de ver la carretera.

Adela no contesta, lo ignora.

Enseguida Evandro pisa el freno, Adela que no tiene puesto el cinturón de seguridad choca contra el tablero viendo una mancha de sangre al reincorporarse.

Es empujada contra el asiento sus ojos se dirigen a la puerta y se da cuenta de que tiene un seguro para niños. Con fuerza ese hombre le sujeta el mentón obligándola a verlo a los ojos.

—Cuándo te hable me respondes ¿entendido?

La soledad en medio de esa oscuridad en plena madrugada es alarmante. Un escalofrío hace que baje la mirada sintiéndose impotente al no poder salir de ahí.

—...Bebíamos unos tragos—tartamudea esperando que le crea.

Incluso excusándose él no le cree, la trae a él olfateando su boca y blusa antes de comenzar a reír sin ganas, brindando una risa tan falsa como su buena reputación pública.

—Los tragos se han encargado de embarrar tu labial, ¡vaya! No solo heredaste el físico de tu madre, también eres igual de puta. Por lo menos el perfumen de esa rata parece caro, pero viendo donde estaban ha de ser una réplica.

Los ojos de Adela inyectados en sangre no se apartan de él ante la mención de su madre. El desprecio que siente hacia ese hombre le impulsa a escupirlo.

El claxon de un camión de carga los pone en alerta haciendo que miren hacia atrás. Evandro está deteniendo el tránsito, a pesar de que debido a la hora hay pocos vehículos... eso no quería decir que puede tener el carro en medio de la carretera.

Sin decir ni media palabra pone en marcha el vehículo dándole tiempo a Adela de revisar su frente apartando el flequillo para ver la leve herida.

El celular de Adela suena y no tarda en contestarlo.

—¿Sí?

—Buena jugada te marchaste con una excusa ingeniosa, ¿ya llegaste a casa o quieres que te lleve?

Ignorando a Evandro juega con sus dedos ante la voz del hombre siente ganas de llorar.

«Ayuda» a pesar de que eso quiere decir, no se atreve por qué podría agravar su situación.

—No, ya me he ido.

El suspiro que deja salir de sus labios hace que Evandro vea su cara risueña.

—Tranquila, además de oír tu voz quiero decirte que has dejado unas gafas, si quieres te las llevo. Dame tu dirección.

«¿Cuándo me las quito? Los tenía en mi bolsillo delantero ¿Fue en aquel momento?» al pensar en eso se ensancha los ojos.

—No hace falta... quizás me las devuelta la próxima vez.

Si bien no le daba importancia al hombre a su lado este no podía decir lo mismo, pues al verla tan concentrada hablando por el celular se lo arrebata y lo lanza hacia los asientos traseros una vez cuelga, quedándose tranquilo como si no hubiera hecho nada.

Ese atrevimiento impacta a Adela inundándola con una oleada de calor que le hizo gritar.

—¡¿Qué te pasa?!

—¿Le temes a la muerte? —susurra sin apartar la vista de la carretera antes de acelerar.

—¡Qué tiene que ver eso con que me avientes el celular!, ¿¡acaso estás loco?!

—Desde hoy vivirás en mi casa, por eso te lo pregunto—habla con más calma alterando, aún más, a esa mujer.

—¡Prefiero lanzarme por la ventana del coche en marcha antes de mudarme contigo!

—Pues hazlo—anuncia en cuanto saca una pistola de la guantera.

Adela entrecierra los ojos, notando el kilometraje en ciento ochenta km/h.

—No pensarás que me tiraré a tal velocidad o ¿sí?

—Pues yo no juego te lanzas o te lanzo.

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