Bloody River {EunHae}{HaeHyuk}

By AleLuMonkeyFish

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En la familia Lee la misma historia es repetida desde hace 200 años. Una historia de sangre escrita con sangr... More

Limitless
First Lesson
Revenge
Scars
Begin again
Getting used
Changes
Pride
Alone
Invaded
Done
Unforgetable
Reborn
Black destiny
Cold
Bloody River
Ghosts
Run, run, run
Not yet
Consecuences of love
Old enemies... New allies
Save me
Moonlight
Troubles and good news

Long way down

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By AleLuMonkeyFish


POV Hyukjae

Me desperté con la cara pegada contra el cuello de Donghae. No sabía qué hora era pero tenía frío en la espalda a pesar de que tenía uno de sus brazos enrollado en mi espalda y el otro agarrándome el culo.

Ni en sueños me soltaba el culo, estiré la mano para coger una manta y taparme pero cambié de idea. Cogí mi móvil de la mesa del café, mirando la hora, las nueve de la mañana. Volví a dejar caer la cabeza en su pecho, gruñendo, era temprano pero Sungmin no tardaría en llegar. Me puse a horcajadas sobre Hae y le moví el hombro suavemente.

-Donghae, despierta, hay que desayunar que va a venir Min- seguía durmiendo, ni se había inmutado. Lo moví un poco más pero nada.

Necesitaba que saliese del sofá, no iba a hablar con Sungmin en la cocina, mientras Donghae seguía durmiendo allí.

-Haaaeee- despertarle era misión imposible.

Por fin se removió al sentir como le llamaba.

-Mmmh... 10 minutos más anda... -farfulló mientras se daba la vuelta, haciendo que quedara sentado sobre su culo y él boca abajo.

Me agaché y besé su espalda ascendiendo por su cuello besándole los mofletes.

-Tienes que levantarte, Sungmin está por llegar y tienes que beber algo y luego puedes volver a dormir hasta que termines de hablar con él- dije siguiendo con mi recorrido de besos, besándole ahora la comisura de los labios- Se un niño bueno.

Ronroneó por los besos y finalmente suspiró.- Vaaale... Pero después me cuentas como te fue... Si? -murmuró medio dormido aún mientras trataba de incorporarse.

Al ver como trataba de incorporarse me quité de encima dirigiéndome a la cocina. Saqué un par de bolsas de sangre de la nevera y las abrí vertiendo el contenido en un par de tazas, esperando a que Donghae apareciese por la puerta. Me apoyé contra el mármol con la taza en la mano mirando por la ventana pensando seriamente lo que le diría a Min, debía ser sumamente delicado y ese no era mi punto fuerte.

Le escuché llegar a la cocina, coger la taza y podía oír como la sangre bajaba por su garganta. Sentí como se pegaba a mi espalda y dejaba un suave beso en mi nuca haciéndome estremecer.

-Todo saldrá bien... ante todo sois amigos... eso siempre vale más...

-No si está enamorado de mí y tú y yo parecemos un jodida pareja a cada cosa que hacemos. No somos capaces de quitarnos las manos de encima y si uno se agobia el otro va a calmarlo, eso no creo que le ayude mucho. Además es mi amigo y no quiero perderle pero creo que necesita tiempo y espacio- gruñí frustrado.

Se separó de mí, poniéndose a mi lado, apoyando el culo en el borde de la encimera mientras bebía un trago.

-Tienes razón, estamos demasiado pegados... Hay que poner distancia- asintió convencido.

-No quería decir eso, Dios no me hagas caso estoy demasiado estresado con lo de Sungmin, en serio no necesito esto. Sé rechazar a una chica con tacto, pero jamás las vuelvo a ver. Minie es distinto, ha venido a buscarme un montón de veces cuando estaba tan borracho que no sabía ni como me llamaba- sonreí apoyando la cabeza en su hombro- recuerdo que una vez estaba tan borracho que me metí en una pelea con cuatro tíos más, porque uno de ellos decía que me había tirado a su novia, me puse chulo y le dije que a quien me había tirado era a su madre- reí- cuando creí que iba a morir apareció Sungmin a salvarme el culo- sonreí de nuevo rememorando una de mis tantas metidas de pata.

Rio a carcajadas echando la cabeza hacia atrás.- Sigues vivo de puto milagro... -se pasó una mano por la cara.- No, pero es verdad, estamos todo el puto día pegados, y ayer pasamos más tiempo desnudos que vestidos. Hay que controlar. Y tienes que salir con tus amigos y dejar de tratarme como alguien que no es capaz de defenderse por sí mismo. -me miró serio.

-Vale, te daré espacio para que hagas lo que quieras. Te propongo algo veamos quien aguanta más sin poner las manos sobre el otro, ¿qué te parece?, si vamos a mantener las distancias al menos que sea con un fin- dije mirándole mientras sonreía.

Alzó ambas cejas y llevó la taza a sus labios, inclinándola y acabándose la sangre.- Trato. -me tendió la mano.

La estreché, dando un suave apretón.- Que consigue el ganador?

-Em..Pues.. No sé... La satisfacción de saberse ganador? -rio sin soltar mi mano aún.- Ya sé, si ganas tú, cosa que dudo... Te haré el batido de fresas cada vez que me lo pidas y no me puedo negar nunca-asintió.

-¿Y qué es lo que más desearías si pierdo?- dije con su mano todavía entrelazada a la mía, dándole un sorbo a la sangre de mi taza.

Se quedó pensativo y sacudió levemente la cabeza para después volver a sonreír.- Me harás lasaña cuando te lo pida y no puedes negarte.

-Créeme no quieres comer nada que yo prepare, soy negado para la cocina, podría matarte- dije entre risas- escoge otra, no ha de ser tan difícil, te estoy ofreciendo lo que quieras en bandeja sin poder negarme- le miré esperando que decidiese algo.

Respiró hondo y negó mientras me sonreía con suavidad.- Entonces no quiero nada -dijo sonriendo mientras se giraba y le pasaba un agua a la taza.

-Así no tiene emoción, aguafiestas- dije saliendo de la cocina y derrumbándome en el sofá. Cogí el móvil de la mesa y abrí KaKao Talk.

¿Vas a venir?

Le envié el mensaje a Sungmin y me respondió al momento.

Estoy de camino, no tardo.

Bien, me recosté contra el sofá frotándome las manos por la cara. Me esperaba un tiempo de muy malhumor, pero pensaba provocarle haría que acabase por tocarme. Sonreí para mí mismo.

Al cabo de un rato escuché la puerta de mi cuarto cerrándose con fuerza. ¿Y ahora qué demonios había hecho para que se enfadase conmigo? Tratar de comprender a Donghae era imposible y me estaba volviendo loco. Por una parte el que tomásemos distancia uno del otro es una buena idea pero por otra mi pene no iba a estar nada contento con esta decisión, pero tampoco sabía que hacer no es como si pudiese mandarle a vivir a otro lado, quería tenerle cerca por si a su padre se le ocurría buscarle aquí. También sería bueno que cada uno tuviese su propio cuarto, pero aquí sería imposible. Con ese pensamiento me acordé de la casa de mis padres, quizás ya iba siendo hora de remodelarla y que así cada uno pudiésemos tener nuestra propia habitación. Asentí para mí mismo con ese proyecto en mente.

Cerré los ojos mientras esperaba a que llegase Sungmin pero no me dio tiempo a relajarme cuando el timbre sonó una vez. Me levanté, inspiré profundamente y exhalé el aire preparándome para lo que venía. Caminé hacía la puerta con paso apesadumbrado, si yo me sentía así no quería saber Sungmin. Cuando llegué a la puerta agarré la manilla y me quedé por un momento allí parado sabiendo que estaba al otro lado y que íbamos a tener la conversación más incómoda de nuestras vidas. Volví a inspirar y abrí la puerta. Al abrirla me encontré con un Sungmin derrotado mirando al suelo, con el pelo revuelto, los hombros caídos y la misma ropa de ayer.

-Pasa-la voz me salió en un susurro. Pasó el umbral de la puerta todavía sin mirarme, con la cabeza gacha, dirigiéndose hacia el salón.

Cerré la puerta y me di la vuelta yendo hacia el salón como él. Estaba sentado en una esquina del sofá con la cabeza gacha. Me senté en la mesa del café frente a él, agaché la cabeza ladeándola para poder ver su expresión. Tenía el ceño fruncido y sus labios apretados formaban una línea recta.

-Sungmin-ah, mírame- negó suavemente. Le agarré el mentón haciendo que levantase la cabeza. Tenía los ojos rojos y unas terribles ojeras negras adornaban sus ojos. Ahora que le miraba con más detenimiento me daba cuenta que había perdido peso- Lo siento- me disculpé era lo primero que tenía que hacer. Abrió mucho los ojos y negó.

-Hyuk no...- alcé la mano para interrumpirle.

-Déjame decirlo todo ahora o no seré capaz de hacerlo después.- asintió levemente y yo suspiré preparándome para decir de manera ordenada todo lo que me rondaba la cabeza- Sé que lo has pasado mal y nunca jamás me perdonaré por lo que te he hecho pasar. Donghae- arrugó la nariz ante la mención de su nombre- me ayudó un poco a entenderte ya que el pasó por lo mismo. Soy un burro- sonreí- y lo sabes no sirvo para cosas del corazón y sé que he visto a una chica distinta cada noche y supongo que tiene que haberte molestado como el infierno ver esa situación y que tienes que estar indignado por que haya decidido que el primer hombre con el que probar algo sea un completo desconocido y no tú, pero necesito que lo entiendas nosotros somos como dos polos opuestos que se atraen, jamás, créeme, jamás pensé que acabaría dejando que otro tío hiciese cosas conmigo. Eres como mi hermano, y sé que tiene que doler que te lo diga, pero Minie no soy capaz de verte como algo más y no quiero hacerte daño porque te quiero y tenías que habérmelo dicho- le miré con el corazón en un puño, apretado contra mi pecho, sufriendo por lo que fuese a decir.

Suspiró, parecía cansado de todo y eso me dolía.

-Hyuk, no puedo obligarte a que me quieras como yo te quiero- sonrió tristemente- sabía dónde me metía cuando me enamoré de ti. Sabía que no tendría una sola oportunidad contigo, porque ni si quiera bateábamos para el mismo lado.- dejó de mirarme y paseo la mirada por la habitación, buscando las palabras para continuar- Pero cuando te vi cómo le miraste en el río la sangre me hirvió, podía verlo yo o cualquiera que hubiese estado allí, lo hubiese visto. Cuando os mirasteis a los ojos se veía lo mucho que os deseabais y eso me enfureció. Me preguntaba a mí mismo porque él y no yo; y creo que no hay una respuesta a esa pregunta, creo que aunque te lo hubiese dicho, no me habrías correspondido- sonrió tristemente, volviendo a mirarme.

-Lo siento de verdad Minie- no sabía que decir- has tenido que pasarlo fatal, quizás deberíamos distanciarnos hasta que te repongas o al menos...- negó.

-Esto no va a pasárseme como si nada, voy a necesitar tiempo, pero lo que no quiero es perder a mi amigo por esto.- sonreí alegre por sus palabras.

-Yo tampoco quiero perderte, eres mi mejor amigo me has sacado de muchas y creo que no podría sobrevivir sin ti.

-Ya lo creo que no, sin mi acabarían por matarte- rio- recuerdas la vez en la que te metiste con la novia de un tío y después tuviste las pelotas de meterte con él- dijo entre risas.

-Ya lo creo, y cuando aquellos moteros me persiguieron durante tres kilómetros para darme una paliza.

-Menos mal que conocía a uno de ellos.

Comenzamos a reírnos y se nos caían las lágrimas de la risa, me agarré el estómago el cual me dolía de la risa. Recobré el aliento y le miré mientras se limpiaba las lágrimas.

-Sin ti no hubiese sobrevivido- asintió sonriendo para luego ponerse serio.

-Debo disculparme con Donghae ayer hice el ridículo de una manera espantosa y la paliza que le di no se la merecía.- dijo mirándome arrepentido.

-Lo hizo a propósito, para que lo sacases todo. Ahora debe estar durmiendo, la próxima vez puedes intentar disculparte- frunció el ceño- Oh, no creas que va a ser tan fácil, es muy cabezota y puede que no quiera que te disculpes o que te eche una reprimenda, depende de cómo tenga el día- sonrió.

-Parece un tipo agradable.

-Lo es- dije sonriendo.

Nos quedamos en silencio, mirándonos, suspiró y se levantó.

-Bueno creo que necesito una ducha y dormir por una eternidad- solté una leve carcajada y me levanté. Antes de que se moviese le abracé.

-Gracias por ser mi amigo y estar ahí siempre- me abrazó por la cintura y puso la cabeza en mi hombro.

-Nunca me agradezcas por eso, siempre voy a ser tu amigo pase lo que pase-escuché una leve sonrisilla y antes de que preguntase respondió a mi pregunta no formulada- Creo que Donghae te ha ablandado- rio y me separé mirándole con los ojos entrecerrados.

-Sigo siendo el mismo- dije mientras le soltaba.

-De eso nada, estas echo una nenaza- dijo mientras nos dirigíamos a la puerta. Abrí la boca indignado.

-No soy una nenaza, vete antes de que te de una paliza- con la puerta ya abierta, se dio la vuelta con un pie fuera de casa.

-Te pondrás los guantes rosas para no hacerte pupa- dijo echándome la lengua y alejándose.

-Lee Sungmin- dije con los ojos abiertos.

-Cuidado no te rompas una uña- se alejó hasta desaparecer de mi vista.

Negué divertido, mientras cerraba la puerta. Suspiré todo había salido mejor de lo que esperaba. Subí las escaleras y abrí la puerta de mi habitación, apoyándome en el marco de la puerta, mirándole. Miraba al techo totalmente distraído.

-¿Te ha hablado ya el techo o aún se reserva ese derecho?- dije entre risas mirándole

Bajó la cabeza mirando hacia la puerta, incorporándose hasta quedar apoyado sobre los codos.- ¿Qué tal ha ido? Te ves de buen humor...

Me encogí de hombros todavía en el marco de la puerta.

- Supongo que bien, le llevará tiempo pero se le pasará, no tengo nada de especial como para que siga toda la vida enamorado de mí- permanecí apoyado en la puerta.

Asintió mientras hacia un sonidito dándome a entender que me había escuchado.- ¿En este territorio tenéis leyendas sobre la guerra? -preguntó. Parecía más en su mundo que hablando conmigo.- Ósea... la guerra que separo a los Lee de los Kim... Esa guerra... La del río Han.

-Se a lo que te refieres. Supongo que como en el lado de los Kim hay leyendas. ¿Por qué?, ¿quieres que te cuente alguna antes de dormir?- me moví de la puerta acercándome al escritorio, me senté en la silla y puse los pies en el escritorio.

-No, pero me puse a pensar en mis amigos... Y cuando me escapaba a casa de Heechul, su madre, antes de irnos a dormir, siempre nos contaba la leyenda de "Los amantes del Río Han". Me encantaba, aún lo hace... De hecho me la sé de memoria... -Rio levemente.- ¿Vosotros conocéis esa leyenda?

Fruncí el ceño- ¿La leyenda de los amantes?, el abuelo nunca me contó nada parecido. ¿De qué trata?- me había picado la curiosidad. Estaba acostumbrado a que el abuelo me contase la leyenda de la batalla pero nunca me había contado ninguna de amantes.

-¿De verdad no la conoces? -alzó ambas cejas y se sentó en la cama mientras me miraba con ilusión. Era tan tierno cuando ponía esa cara, sonreí. Carraspeó aclarándose la garganta y sonrió como un bobo.

- Una vez, hace muuuuucho tiempo, a lo largo de la rivera del Gran Río, el Reino del Sol y el Reino de la Luna convivían en perfecta armonía. Sus reyes y reinas, amigos desde la niñez, premiaban a sus súbditos por su buena fe y dedicación a los reinos con grandes fiestas en los que todos se vestían de gala y celebraban, juntos, una gran fiesta en el Gran Río. Había sido así durante generaciones, y así debía seguir siendo. Entonces, como mandaba la tradición, en el día más largo del año, los reyes y reinas de ambos reinos se juntaron para presentar a sus herederos entre sí, siendo estos aun unos niños.- Escuchaba atentamente sus palabras, la verdad es que adoraba las historias, me sentía como cuando era pequeño y el abuelo me contaba sus batallitas- De parte del Reino del Sol estaban: La pequeña Sunrise, Noon el del medio, y por último Sunset, el mayor.

Mientras que en el reino de la Luna estaban: Dusk, el hermano mayor, y la pequeña Dawn. Al igual que sus padres antes que ellos, los pequeños se hicieron amigos desde una temprana edad. Noon, Sunrise y Dusk se pasaban todo el día jugando de un lado para otro, mientras que Sunset, al ser el más mayor de todos se dedicaba a cuidar de la pequeña Dawn, no por obligación, sino porque realmente se sentía bien haciéndolo. Los años pasaban sin que nada cambiase, nada, salvo los pequeños príncipes, que ahora eran ya adolescentes llenos de vida. Sunrise, Noon y Dusk seguían igual que siempre, incluso los pueblerinos comentaban que Dusk más que un hijo de la Luna parecía ya un hijo del Sol, mientras que Sunset era incapaz de separarse de Dawn, la cual se había transformado en una muchacha de una belleza sin igual. Si ya de pequeños la gente hablaba de la conexión especial que compartían Dawn y Sunset, ahora que habían crecido, eran la comidilla del pueblo, y de sus padres. Pero aún eran muy jóvenes, así que nadie hablaba de matrimonio, por el momento.

Pero entonces un día todo cambió. Un nuevo Reino llegó, el reino de las Estrellas, amenazando el territorio del Reino de la Luna. Tanto el Reino del Sol como el de la Luna no poseían un ejército fijo, ya que desde que se tenía memoria, nunca había habido ninguna batalla que librar; hecho del que se aprovechó el Reino de las Estrellas, amenazando al Reino de la Luna con arrasarlo todo si no les cedían parte de su territorio y no casaban a su hija con el único heredero del trono de las Estrellas. El reino de la Luna, que no quería causar problemas a sus vecinos y amigos de siempre, aceptó.

La noticia cayó como un balde de agua fría para todos, sobre todo para Sunset y Dawn. El rey del Sol no estaba de acuerdo con aquella atrocidad y pidió explicaciones al rey de la Luna, el cual se las negó. Mientras tanto, en los corazones de ambos pueblos se instalaba una tremenda desolación y pena por los pequeños príncipes. En secreto, el rey de las Estrellas y el de la Luna, acordaron que el matrimonio se llevaría a cabo cuando la pequeña Dawn cumpliera los 100 años. El rey del Sol trató de hacer entrar en razón al rey de la Luna, le ofreció crear un ejército para combatir al reino de las Estrellas, le ofreció asilo en su territorio... Pero ya era demasiado tarde, puesto que el Rey de las Estrellas había comprado al Rey de la Luna poco a poco, obsequiándole con pequeños tesoros y fortunas, en premio a su buena fe y confianza en el reino y la alianza entre ambos.

De ese modo el reino de la Luna se hizo inmensamente rico gracias a sus aliados del reino de las Estrellas, mientras que el Reino del Sol veía con tristeza como se alejaba un gran amigo. Mientras tanto, ni Sunset ni Dawn habían dejado de verse, ni siquiera cuando el padre de Dawn le prohibió acercarse a la rivera del Gran Río.

Empezaron a verse a escondidas, Sunset cogía un pequeño bote de remos en su orilla y cruzaba hasta donde su amada Dawn lo esperaba, una vez allí, bajo el abrigo de la noche, ambos se ocultaban en un pequeño bosquecillo a pocos minutos de la orilla, donde nadie los encontraría jamás. Siguieron así durante años, hasta que la pequeña cumplió los 99 años. Mientras tanto, a Dusk, el hermano mayor, su padre le había metido en la cabeza que el reino del Sol era el enemigo, que quería quitarles todas sus riquezas, y además, a su hermana. Dusk al principio no creía nada, ya que sus mejores amigos eran Noon y Sunrise, pero poco a poco, la mente enferma por el poder y el dinero de su padre, fue haciendo mella en él. Se volvió un radical con su hermana, llegando incluso a encerrarla en el castillo.

Pero ni siquiera eso podría evitar que Sunset viera al amor de su vida. La noche del 100 cumpleaños de su amada Dawn, la cual coincidía con la luna de sangre, cruzó el río y se coló en el castillo, logrando llegar a los aposentos de Dawn. Y allí, esa misma noche, a sabiendas de que al día siguiente se celebraría la boda no deseada, consumaron el amor que habían alimentado durante años. Todo parecía perfecto en aquel momento, a pesar de que sabían que al día siguiente todo sería más difícil, a pesar de eso... Se sentían completos, se sentían uno solo.

Pero por desgracia, aquella misma noche, Dusk había decidido hacer una ronda por el castillo para comprobar que su hermana no se había escapado, y cuando entró a sus aposentos, armado como cualquier príncipe debe estarlo, se encontró con una imagen que no pudo sino malinterpretar como un acto impuro por parte de Sunset, hijo del reino del Sol, el cual había quitado la pureza a su pequeña e inocente hermana usando sabe el Cielo que artimañas, para así impedir el matrimonio de esta con el heredero de las Estrellas, e impedir que el reino de la Luna adquiriera mayor riqueza y poder. El hermano, cegado por el odio y la ira, apuntó a su hermana con el arma en busca de limpiar el deshonor del nombre de su familia, y disparó al pecho.

Se escuchó un grito convertido en alarido de dolor, y el sonido seco de un cuerpo cayendo al suelo. El hermano entonces impresionado por la imagen, pues nunca había matado a nadie, huyo de la habitación en busca de su padre... Dejando a Dawn abrazada al cadáver de su amado Sunset, el cual se había interpuesto entre el arma y ella, ganándose una bala en el corazón y la muerte. Aun así, al ser una bala especial, había atravesado a Sunset, incrustándose un par de centímetros en la piel del pecho de Dawn, sobre el corazón, pero sin llegar a ser ni siquiera una herida grave.

Para cuando el rey llegó a los aposentos, Dawn se encontraba tirada en el suelo, con el cuerpo del amor de su vida entre sus brazos, y rodeada de un gran charco de sangre, llorando a mares, sin expresión en el rostro, reflejando solo el mayor dolor que se pueda expresar.

El rey, que para aquel entonces había perdido toda la cordura y la conciencia, mandó el cuerpo de Sunset en una andrajosa barca de vuelta a la otra orilla, donde un pescador la encontró a la mañana siguiente, yendo a informar inmediatamente al rey. Todo el reino lloró su pérdida y el rey del Sol, cegado por el dolor y el odio, mandó crear un ejército para hacerle pagar al Reino de la Luna el asesinato de su primogénito.

Mientras tanto en el reino de la Luna el rey estaba furioso, pues su hija se encontraba enferma, postrada en cama sin fuerzas para salir ni comer, ni vivir... Todo como consecuencia de su corazón roto.

Pasó el tiempo, el reino del Sol estaba listo para atacar al reino de la Luna, pero entonces un espía llegó con información que logró ablandar mínimamente el corazón del rey Sol. La princesa de la Luna había dado a luz a un niño. El rey sabía del buen corazón y pureza de la princesa Dawn, y del amor que tenía por su hijo, así que no dudó ni un segundo en que ese niño era su legítimo nieto. Entonces ofreció un trato al rey de la Luna: Si le entregaba a la princesa y a su hijo, no atacaría el reino.

El rey de la Luna al recibir aquella propuesta, la cual tomo como una amenaza, perdió completamente la cabeza, y de nuevo, en una barca, envió un mensaje al rey del Sol. Dentro de esta había unos trapos envueltos, ensangrentados. Esta vez lo encontró una mujer que lavaba la ropa en el río, llevándolo inmediatamente junto al rey. Hizo salir a todo el mundo de la sala del trono y con todo el temor de su corazón, desenvolvió aquellos harapos. Cayó de rodillas con los ojos abiertos como platos, profiriendo un grito de dolor que resonó por todo el castillo, al ver el pequeño cadáver de un bebe entre sus manos, el cadáver de su nieto, lo último que le quedaba de su amado hijo mayor.

Aquel grito rompió el corazón de un reino por segunda vez, y firmó la sentencia de guerra.-dijo finalmente mientras se secaba un par de lágrimas.- Después de eso, se cuenta que la princesa Dawn se volvió loca al perder a su hijo y desapareció... Y... también se cuenta que...

Estaba totalmente consternado por el final de la historia, con los ojos abiertos como platos y la respiración contenida, por un final tan inesperado. Tragué saliva sin ser capaz de formular la última pregunta, pero necesitaba saber, era una historia tan buena que un sudor frío recorría mi espalda. Tragué saliva de nuevo y me atreví a preguntar aquello que tanto anhelaba saber.

- ¿De.....de que se dio cuenta?- mi voz salió en un murmullos siendo incapaz de alzarla más. La historia me había dejado mal cuerpo y hasta sentía el estómago revuelto.

-Se cuenta, no se dio cuenta... -dijo mirándome divertido al ver cómo me había metido en la historia.- Se cuenta que el hijo de Dawn aún vive, que en realidad el rey de la Luna envió el cadáver de otro bebé... -susurró manteniendo el ambiente.- Y se dice también, que antes de morir.. Dawn le puso nombre a su hijo, uno que significaba la unión del reino del Sol con el de la Luna...

-¿Cuál?- Por qué me daba la información con cuenta gotas? Yo aquí mordiéndome las uñas y él mientras tanto dedicándose a crear ambiente. Me incorporé en la silla sentándome derecho esperando la respuesta.

Sonrió mirándome y carraspeó.

- ¿Que sucede en el cielo cuando el sol y la luna coinciden en el mismo sitio al mismo tiempo? -me miró esperando una respuesta.

Fruncí el ceño y bajé la vista pensando. Solo había un momento en el que el Sol y la Luna convergiesen

- Eclipse- susurré al tiempo que levantaba la cabeza mirándole fijamente. Sonrió ampliamente enseñando los dientes, alzando después ambas cejas.

- Bingo.

-Es una historia demasiado triste. Como pudieron contártela de niño?, las mías solo tenían batallas y buenos y malos sin especificar- dije haciendo un puchero- creo que estoy celoso tu historia es más genial que la mía, no es justo- me crucé de brazos el abuelo no sabe contar historias.

-Es una historia de esperanza. Si en realidad Eclipse está vivo, podrá juntar al reino del Sol con el de la Luna, y hacer que ambos vuelvan a convivir como antes... Es triste sí, pero la vida no es siempre felicidad... -susurró pensativo.- No hay historias mejores que otras, cada una es diferente, pabo... -rio.- ¿Tú no tenías que llevarme a hacer un cambio de imagen? ¿O te has echado para atrás? -dijo cambiando de tema.

-Aiish, déjame que me vista y vamos- me levanté de la silla y abrí las puertas del armario observando la ropa.

Saqué una camiseta de rayas verdes y blancas de manga larga y la dejé en la silla. Volví a mirar dentro pensando qué pantalones ponerme. Encontré unos pantalones vaqueros de color claro que estaban rotos en las rodillas. Me quité los pantalones y las prendas de arriba y miré a Donghae, mientras cogía la camiseta de rayas.- No puedo prestarte otros pantalones, pero sí partes de arriba, deberías cambiarte, ¿no crees?- dije mientras metía la camiseta por la cabeza.

- Seeh... Pueede... Lánzame algo, tanto me da... -se encogió de hombros mientras se levantaba, estirándose.

Me puse los pantalones y miré de nuevo- Toma- dije pasándole una camiseta blanca y una sudadera de cremallera gris claro, así al menos no parecería un secuestrador. Me puse unos calcetines y unas converse verdes. Me faltaba la chaqueta pero no sabía cuál ponerme. Acabé decidiéndome por una chaqueta de baseball también verde.- vamos.

-Oh, pero que leprechaun mas apuesto... Solo te falta ser pelirrojo -rio tras ponerse la ropa que le había dado.- Vamos pues, guíeme.

-Me gusta el verde no es mi culpa, aunque sin duda el negro es mi favorito- dije mientras bajábamos las escalera. Cogí las llaves de casa, la cartera y las del coche y me di la vuelta- voy a concederte el honor de conducir mi coche, solo porque cuando me siento aún me molesta un poco el culo- le miré con los ojos entrecerrados.

Vi cómo se mordía los labios con fuerza, tratando de aguantarse la risa, mientras asentía.- De acuerdo... -susurró bajito para evitar reírse, no era capaz ni de mirarme, estaba seguro que si alzaba la vista le daría la risa.

-¡Yah!- le golpeé el hombro- eres un mocoso insolente, aún encima de que tú lo provocaste te ríes de mi- abrí la puerta indignado, saliendo hacia el garaje. Ni que hubiese sido mi culpa estar así, bueno, si era mi culpa pero él tenía más que yo.

-¿PERO QUE HE HECHO AHORA? ¡Además, bien que te gustó! - me siguió hasta el coche.

Abrí la puerta del garaje entrando al asiento del copiloto sin responderle. ¿Y qué si me había gustado? El dolor no me lo quitaba nadie. Me senté y me removí molesto en el asiento, mierda de culo estrecho.

Se sentó en el asiento del piloto, suspirando.- ¿Vas a estar sin hablarme todo lo que queda de día? -me preguntó mientras cogía las llaves y las metía en el contacto.

-Si, por reírte de mí, ya tuve suficiente con que Sungmin me llamase nenaza- dije mientras miraba por la ventana.

-No me he reído de ti, y si no me hablas a ver como coño hago para llegar a donde sea que quieras ir, porque reitero que no conozco este sitio -suspiró frustrado mientras encendía el coche y salía del garaje, parándose al salir del jardín delantero, esperando a que le diese indicaciones de cómo ir.

- No me quedará más remedio que hablarte- suspiré- Aish no sé qué harías sin mí. Sal hacia la derecha, bajas este tramo de calle, otra vez a la derecha y sigues todo recto hasta que yo te diga.

Aún encima va y me chista molesto, al menos hizo lo que le mandé, lo malo era que no me hablaba. Llegó al final de mis indicaciones, siguiendo todo recto después. Aún faltaba para que tuviese que indicarle de nuevo. Suspiré

-Vamos no te enfades, no hablaba en serio. Ahora al llegar a la rotonda toma la tercera y si sigues todo recto ya lo encuentras está más o menos a quince minutos- puse la radio bajita- ¿Qué quieres comprar?

- Algo que no me haga parecer un delincuente. -dijo mientras seguía mis indicaciones.

-Bueno, no sé cuál es tu estilo pero podemos probar en la tienda a la que suelo ir a ver qué tal te va- miré por la ventana viendo como la gente paseaba.

-Ropa elegante, pero que se pueda llevar todos los días, algún pantalón vaquero ajustado, y camisetas también algo ajustadas, algunas con el cuello en V... Eso solía llevar antes... Eso y trajes a medida... -comentó atento a la carretera.

-Lo de los trajes a medida sí que no va a poder ser en el centro comercial, solo si llamamos al sastre de la familia, que es el que me hace los míos. Pero todo lo demás lo podemos comprar allí. Solo no mires las etiquetas- la tienda donde compraba la ropa era algo cara, pero no es como si me faltase el dinero.

Llegamos al aparcamiento, buscamos hasta encontrar uno que estaba cerca de la puerta. Aparcó y antes de salir del coche habló.

-Vale... De todos modos no necesito un traje de momento, y cuando... Cuando mis amigos vuelvan... Te lo devolveré... -dijo tragando después con dificultad, apoyando la frente en el volante del coche.

-¿Oye estas bien?- le miré preocupado.

-Deberían haber llamado ya... ¿Y si mi padre los pillo? ¿Y si les hizo algo? ¿Y si están en peligro por mi culpa? tenía que haber ido yo... -jadeó, parecía como si le faltase el aire.

-Ey Hae- le froté la espalda suavemente- ¿Quieres llamarles? Seguro no les ha pasado nada - dije mirándole preocupado

Se mordió los labios y asintió.- Si, porfa... -susurre mirándome, esperando que le dejase el móvil. Me eché hacia adelante para poder sacar el móvil del bolsillo y se lo tendí.

- Toma, seguro que están bien y que simplemente tu casa estuvo llena de gente o algo por el estilo- dije sonriéndole, algo no me olía bien pero como solo era una intuición no iba a preocuparle por nada. Cogió el móvil con urgencia.

- Si no me hubiera acordado de Heechul y su madre, no me hubiera preocupado... Pero... Joder, tendrían que haber llamado o algo... -susurró mientras marcaba y esperaba a que alguien contestase al otro lado.- No me coge... joder... -apretó el móvil en la mano, parecía a punto de lanzarlo. Suspiró y entonces llego un mensaje al móvil. Lo leyó en voz alta.- Dice que qué quiero, que ahora no puede contestar, que está tomando el té con Sarah... -susurró y tragó saliva.

-Ves está perfectamente no le pasa nada, no seas paranoico, vamos a entrar anda- abrí la puerta del coche dispuesto a salir.

-Si... -susurró con la mandíbula apretada, salió del coche tras de mí, cerrando la puerta, caminando a mi lado.

-Donghae, estas muy tenso, si quieres ir a buscarles eres libre de hacerlo, pero no me parece la idea más inteligente. ¿No tenéis una clave o algo para saber que todo va bien? Nosotros tenemos una.- entramos por las puertas del parking dirigiéndonos a las escaleras mecánicas que llevaban al centro comercial.

-¡TOMAR EL TÉ CON SARAH ES LA CLAVE! -gritó desgarrándose la voz justo antes de entrar, cayendo al suelo de rodillas, mientras la gente se giraba para mirar el espectáculo.

-Do-Donghae, levanta. Lo solucionaremos, pero no puedes venirte abajo, si tu padre tiene espías, va a saber que lo sabes- me agaché a su lado, no sabía qué hacer para disimular.

Alzó ambas cejas y frunció el ceño mirándome, se levantó agarrándome de la pechera y me estampó contra la pared.- ¿Y tú como sabes que tiene espías? Yo solo sé que tiene a mis amigos porque tengo datos que lo corroboran... ¿Qué te hace a ti pensar que tiene espías? -gruñó. Estaba paranoico.

-Ha-Hae, es un decir, una sospecha, suéltame anda- me había dado tan fuerte contra la pared que me había hecho un daño horrible en la espalda.

Apretó los labios y cerró los ojos con fuerza, soltándome finalmente. Se llevó las manos a la cabeza, alzando esta.- Hijo de puta, hijo de puta, hijo de puta... -murmuraba.

Le agarré la cara con las dos manos alzándosela

- Escúchame atentamente, tienes que pensar con la cabeza fría si no, no va a servir de nada el esfuerzo de que haya mandado el mensaje. Vamos a hacer las cosas como las teníamos planeadas y cuando lleguemos a casa nos sentamos a trazar un plan. Si te pones histérico no vamos a ser capaces de sacarlos de ahí, entendido?- pegué mi frente a la suya- te necesito con la cabeza despejada para resolver esto.

Respiró hondo y asintió. Se separó de mí y se pasó las manos por la cara.- Llévame a una tienda de deporte, necesito ropa cómoda con la que pueda correr -me dijo mirándome serio.- Vamos, no hay tiempo que perder. -me instó.

Me di la vuelta y fuimos hasta la primera planta donde tenían la sección de ropa deportiva. Entramos e hice una desconexión mental dejándole coger lo que quería. Teníamos que poner un plan en marcha pero primero necesitaba hacer algo, conocía a Donghae y estaba seguro que haría algo estúpido.

Consígueme un chip de localización y déjalo en la mesa del café dentro de la cajita de madera. Hazlo lo más rápido que puedas, necesito que sea antes de que llegue a casa tienes media hora más o menos. Gracias

Le envié el mensaje a Hangeng esperando la confirmación.

Ok

Ahí estaba.

- Ya está -dijo serio.

-Vale, pero tienes que comprar ropa normal también, no puedes ir en plan ninja a todas partes- dije mirando la ropa que llevaba en la mano, mientras nos dirigíamos a la caja. Bufó y asintió.

- Como digas... Vamos rápido entonces... -susurró, mientras dejaba la ropa en la caja, viendo como la dependienta se le quedaba mirando la cicatriz en vez de cobrar.- ¿Qué coño pasa? ¿Quieres una o qué? -gruñó con brusquedad, a lo que la chica bajo la mirada y lo cobró todo con rapidez.

Le agarré del brazo sacándolo de la tienda y lo puse frente a mí.

- Sé que estas asustado y probablemente muy enfadado pero el mundo no tiene la tiene la culpa de que tu padre sea un hijo de puta así que haz el favor de calmarte y cuando lleguemos a casa llamo a los chicos para que nos ayuden a resolver esto de la mejor manera, ¿queda claro?- le miré serio no podía seguir así.

Se zafó de mi agarre.

- A ver si eres capaz de tener la mente tan fría cuando uno de tus amigos esté en peligro de muerte... -dijo con la mandíbula apretada.- Ya me comprare ropa normal otro día, ahora con esto llega, vámonos a tu casa... -suspiró.

-Crees que es tan fácil, crees que no entiendo lo que pasa. Para que te des cuenta en cuanto vayamos a por ellos tú vas a estar en peligro, yo a ellos no los conozco y me importan por que a ti te importan. Sé que sabes defenderte solo, pero tu padre es sádico hijo de puta y eso es lo que hace que tenga miedo, pavor como nunca lo he tenido. Por primera vez en mi puta vida me importa alguien lo suficiente como para tener miedo a morir o a que te pase algo, idiota- dije entre dientes. Me di la vuelta y me dirigí al coche. Ahora estaba totalmente cabreado, había dejado mi lado vulnerable a la vista para que lo patease a gusto

Venía tras de mí, me metí en el asiento del copiloto y él en el asiento del piloto. Metió las llaves y arrancó el coche, conduciendo hasta casa. Metió el coche en el garaje y lo apagó, suspirando.- Lo... siento... -dijo finalmente sin mirarme.

-No te disculpes, estoy cansado de que lo hagas, simplemente intenta escucharme de vez en cuando- abrí la puerta y salí del coche suspirando al cerrar la puerta, rodeé el coche y entré en casa.

Escuché el sonido del motor del coche y como se alejaba. Salí al porche viendo como desaparecía mi coche.

-Mierda! ahora a donde va- me quedé allí plantado en el porche como un perro abandonado.

Quizás había sido demasiado duro. ¡No!, basta siempre me echo la culpa a mí mismo, por una vez que cargue él con ella. Entré en casa, fui a la mesa del salón y saqué el pequeño chip de la caja de madera. No sabía dónde iba a colárselo pero tendría que ser en la ropa. Me puse a pensar en lo que había comprado y dilucidé que lo mejor sería meterlo en la lengüeta de loa deportivos. Me senté en el sofá mirando el pequeño chip.

-Sé que se va a escapar y no puedo hacer nada para evitarlo es tan cabezota- me dije a mi mismo.

-¿Quién va a escaparse?- pegué un brinco al escuchar la voz del abuelo.

-Abuelo, que susto- suspiré- Donghae, su padre tiene a sus amigos y sé que va a largarse sin esperar si quiera a que le ayude, hará las cosas por su cuenta y saldrá lastimado- baje la cabeza en señal de derrota.

-¿No te suena su comportamiento?- miré al abuelo que me sonreía y fruncí el ceño negando suavemente- Hyukjae, sois iguales, tu harías los mismo en su lugar y lo sabes- sonreí percatándome de las similitudes.

-El problema es que por primera vez me importa alguien tanto como para tener miedo a morir. Esta solo en el mundo abuelo, me tiene a mí y a sus amigos y eso me aterra porque si nos pasase algo se quedaría solo y no quiero que eso pase- el abuelo me sonrió y luego me dio un pequeño golpe en la cabeza.

-Gracias por tener miedo a morir ahora, y yo que- dijo con una ceja alzada.

-Sabes a lo que me refiero, además tú tienes al señor Park. Que estoy empezando a pensar que hacéis algo más que beber soju- dije entre risas.

-Mocoso irrespetuoso, lo que yo haga con el Señor Park, como tú le llamas, es cosa mía- me empecé a reír.

-Así que no lo desmientes, eeeh- dije entre risas codeándole el brazo.

-Yah! Lee Hyukjae un respeto a tu anciano y vetusto abuelo.

-Ya ya- dije.

Escuchamos como la puerta de la calle se abría y cerraba y por ella aparecía Donghae, me puse serio y un alivio me recorrió el cuerpo al darme cuenta que no se había marchado.

-Se bueno con él- dijo el abuelo mientras se levantaba

Le hizo una reverencia y el abuelo le sonrió antes de que se marcharse escaleras arriba. Luego me miró un segundo- No vengas a la cocina - Dijo desviando después la mirada, entrando en la cocina.

Abrí la boca para protestar pero se marchó antes de que pudiese decir algo. Hay que joderse ahora me da órdenes en mi propia casa, creo que Sungmin tiene razón y me estoy volviendo una nenaza. Miré la hora, la una de la tarde, a las cuatro y media tenía que estar en el estudio para dar clase. Y tenía que llevar a mi ninja particular conmigo. Por eso quería que comprase ropa normal pero Don ofuscado, no me hizo caso. Subí a la habitación en busca de unos vaqueros que me quedasen grandes. Saqué todos los pantalones que tenía y me puse a medirlos para ver cuáles eran los más grandes.

- ¡HYUKJAE! -gritó a pleno pulmón desde abajo.

-¡¿QUE?!- grité todavía en la habitación. Ofuscado con los dichosos pantalones. Tenía demasiados, si, y algunos no recordaba cuando había sido la última vez que me los había puesto.

-¡BAJA! -Gritó de nuevo.

-¡SUBE!- putos pantalones tenía dos que eran exactamente iguales, yo para que quería tantos pantalones, a ver para qué.

Escuché como se abría la puerta de la habitación.

- Que haces? - dijo a mi espalda.

-Buscarte unos pantalones, o mis alumnos pensaran que he contratado a un sicario para pegarles cada vez que hacen mal la coreo- dije mirando todavía los pantalones, descartando los más pequeños, vamos los de mi talla.

-¿Eh? ¿Alumnos?, ¿coreo?, ¿vas a llevarme a tus clases? ¿Estando como estoy? -preguntó casi sin aliento.

-Si te quedas aquí lo único que harás será comerte la cabeza, así te distraes un poco- pasé olímpicamente del estando como estoy y sonreí ampliamente encontrando unos vaqueros que todavía tenían la etiqueta y que como soy demasiado vago no devolví, aún a pesar que eran dos tallas más grandes que la mía- Aquí está el santo grial- dije dándome la vuelta al fin.

Vi como dejaba el batido y el vaso en la cómoda y se sentó en la cama dándome la espalda.- Heechul y los demás están en peligro y tú quieres que baile. -dijo serio, sin ninguna emoción.

-Vale, vete que esperas márchate, ve por ellos, sin un plan y sin nada sírvete en bandeja a tu padre. Yo tengo que ir a trabajar tanto si me gusta como si no y los chicos hasta la noche no pueden venir para trazar un plan con sentido. Quieres comerte la cabeza aquí tú solo dándole vueltas, hazlo. Yo me rindo Donghae- dejé el pantalón en la cama apartado del resto, total no podría ponérmelo nunca, y comencé a colgar el resto de nuevo en el armario.

Me di la vuelta y me di cuenta que se había marchado. Lee Hyukaje eres el mayor experto en meter la pata, me dije a mi mismo. Bajé y lo busqué por toda la planta baja sin éxito.

-No esta- susurré, me llevé las manos a la cabeza, el pulso se me aceleró y me asusté de verdad. Salí a fuera y le busqué en el porche, pero nada. Fui al jardín trasero y empecé a desesperarme.

-Mierda!, se va a volver a perder, va a tener miedo y... y le haré llorar otra vez y todo por insensible- me senté en el césped y junté las piernas contra mi pecho. No sabía qué hacer si me marchaba y no estaba saldría a buscarme.

- Va a perder las vitaminas. -dijo una voz seria a mi espalda.

Miré hacia arriba, viéndole descolgado de la rama y sentí dos cosas muy potentes ganas de matarlo y de besarle, siempre me pasaba igual. Me levanté de golpe.

- Que le jodan a las vitaminas- fui a paso rápido hasta el árbol- baja ahora mismo- estaba muy cabreado, lo cual era debido al susto.

Soltó sus piernas, dio una voltereta en el aire y cayó de pie, quedando de espaldas a mí. Suspiró sin girarse.

Le agarré del brazo y le di la vuelta mirando directamente a sus ojos. Los tenía rojos, había estado llorando, mejor dicho le había hecho llorar.

- Si vuelves a desaparecer de esa manera te mato- dije entre dientes. No le dejé responder, agarré su cara entre mis manos y le besé soltando un suspiro cuando nuestros labios entraron en contacto

Empezó a llorar de nuevo, en silencio, notando el sabor salado de sus lágrimas entre nuestros labios. Su cuerpo no reaccionaba. Dejé de besarle y limpie sus lágrimas con mis pulgares. Le abracé tratando de consolarle.

- Todo va a salir bien, te lo prometo, vamos a encontrarlos y van a estar bien- llevé una mano a su pelo y entrelacé mis dedos en él mientras con la otra mano frotaba suavemente su espalda.

Finalmente se derrumbó, agarrándose a mí, llorando amargamente.- mi familia... no tengo a nadie más... no puedo perderlos... me muero... Me muero... -gimoteaba entre hipidos por culpa del llanto.

-Nunca estarás solo, me tienes a mí. Sé que son tu familia y vamos a recuperarles y vamos a hacerle pagar a tu padre por lo que ha estado haciendo impunemente, ¿sí? Todo va a salir bien cielo, te lo prometo- besé su cabeza con el corazón echo un puño. Mi niño grande ya no podía más y a partir de ahora yo sería su sustento.

Siguió llorando aferrado a mí hasta que ya no le quedaron más lágrimas que derramar y parecía demasiado cansado de todo. Pasé un brazo por detrás de sus rodillas y otro por su espalda levantándolo como a una novia. Besé su cabeza y llevé a dentro, subí las escaleras y le deposité en la cama. Me senté a su lado acariciándole el pelo

-Descansa un poco cuando me tenga que ir a trabajar te aviso, para que no te asustes si despiertas y no estoy.- asintió y se abrazó a la almohada. Le di un besito. Me dolía verle así. Así que preferí quedarme

-Hazme un hueco anda.

Se movió haciendo lo que le pedía. Con la mirada fija en algún punto no concreto de la pared. Me tumbé a su lado y pasé un brazo por debajo de su cabeza haciendo que esta quedase apoyada en mi pecho, agarré su mentón para que me mirase.

- No te martirices los vamos a encontrar te lo prometo, por el momento solo puedo prometerlo, pero lo cumpliré cueste lo que cueste. Ahora por favor dime algo, lo que sea, pégame si quieres, pero hazme saber que sigues aquí conmigo- los nervios me carcomían el alma.

Suspiró sin mirarme, negando.

- No tenía que haberme ido... Tenía que haberme quedado... Si me mataba que más daba... Los demás estarían bien... -susurró metido en su mundo.

-Donghae, no digas eso, harías sufrir a tus amigos, a tu familia que tanto te quiere y a mí, que aunque no lo creas ya de aquellas era incapaz de sacarte de mi cabeza- susurré lo último casi como una reflexión propia.

-Pero estaríais a salvo... -susurró completamente ido.- voy a matarlo... pero primero... lo torturare... mucho, yo solo, durante días... hasta que me suplique que lo mate...

-Primero lo que debes hacer es sacarlos de ahí y luego ya te vengarás, aunque como tu bien dices la venganza no trae nada bueno- me giré hasta ponerme de lado y me abracé dándole muchos besitos por la cabeza.

-Voy a hacerle comer sus entrañas... Como alguno de ellos tenga un pelo fuera de su sitio... -gruñó, apretando los puños con fuerza.- pienso bañarme en su sangre... torturare a mi hermano frente a él... -ya no sabía ni lo que decía, estaba totalmente cegado por el odio.

No me escuchaba, como si hablase con la pared y cada vez se encendía más. Le despegué de mi pecho viendo su cara de odio. Suspiré- mira que guardas odio en un cuerpo tan pequeño, tú me escuchas cuando te hablo?, no te hagas mala sangre Donghae, planifica su muerte al detalle luego- a ver si de esta vez conseguía que alguna de mis palabras se filtrase en su cerebro.

Alzó la cara mirándome.- ni que tu fueras una torre... -gruñó y suspiró.- Pues planeémoslo rápido, sabe dios cuánto tiempo lleva mi padre con ellos en su poder.

Antes de decir nada escuche unas patitas caminar por la habitación Choco se subió a la cama y se metió entre nosotros dos y le lamió la cara a Donghae.

- Sabe que estas triste y no le gusta- dije sonriendo.

-Lo que pasa es que me quiere más que a ti... -dijo mientras cogía a Choco entre sus brazos, dándose la vuelta y dándome la espalda.- Dios... eres otra estufa como tu dueño... -murmuró.

Me pegué a su espalda y pasé un brazo por su costado y acaricié a Choco- ¿Cómo te va a querer más que a mí? Yo llevo más tiempo con ella, además no puede quererte más, es a la única mujer que he querido- ciertamente era así y tenía que quererme más que a nadie.

- ¿A que me quieres más a mí? -susurró y la muy descarada ladró.- ¿ves? tu eres su ex, ahora me quiere a mí... La semana que viene pasará a por sus cosas.

Le di un mordisco suave en el cuello, que hizo que lo encogiese- No juegues con eso- Me puse boca arriba en la cama, mirando el techo. Me tenía que ir a trabajar pero tenía miedo que cuando volviese él ya no estuviese- Donghae...- susurré todavía sin salir de mis pensamientos

- ¿Hm? -Preguntó sin girarse.

-¿Estarás aquí para cuando vuelva?- seguí hablando en susurros temiendo su respuesta. No contestó...

-Lo suponía, da igual lo que te diga, así que por si acaso....- me alcé sobre un codo para quedar de lado, agarré su brazo y le miré.

Paseé una mano por su mejilla y le besé despacio, puede ser que fuese la última vez que le viese. Tardó en corresponder para finalmente cerrar los ojos y rodear mi cuello con los brazos, apretándome contra él, profundizando el beso.

Pasé la lengua por su labio inferior lentamente, haciendo que abriese la boca y metí lengua, gimiendo del gusto. El beso seguía siendo lento, pero con sabor amargo a despedida. Jadeó al sentir nuestras lenguas al fin juntas en su boca, entrelazó ambas, saboreándonos, quien sabía si por última vez. Se separó finalmente a penas unos centímetros, mirándonos a los ojos.

-Estés donde estés, si necesitas ayuda solo llama. No quieras hacerte el héroe, iré a buscarte a donde quiera que estés, sin importar nada- dije juntando nuestras frentes.

Volvió a besarme lentamente mientras bajaba ambas manos a mi pecho, aferrándose a mi camiseta. Dios, me tenía que marchar o si no, no llegaría y era lo que menos deseaba en el mundo. Me separé de sus labios y tragué saliva.

- Me tengo que ir o no llegaré, pórtate bien, ¿quieres?- se me llenaron los ojos de lágrimas y sonreí tristemente. Me levanté de la cama y fui hasta la puerta. Me di la vuelta y le llamé- Donghae.

-Dime... -susurró.

-Por si no te vuelvo a ver- tragué saliva era la primera vez que diría esto y la última- Que sepas que te quiero- me di la vuelta salí por la puerta, cerrándola tras de mí. Apoyé la espalda en ella y cerré los ojos- Seguro que le has asustado cretino, que sepas que te quiero, pero que mierda de frase es esa... - me susurré a mí mismo haciéndome burla.

Me despegué de la puerta y bajé las escaleras a toda prisa, aún no había sacado nada de los bolsillos, así que lo único que tenía que coger era la llave del coche en la entrada. No quería pensar en lo que iba a pasar o me vendría abajo y volvería a subir. Cogí las llaves del coche y salí por la puerta. Al llegar al coche, vi que en el asiento de atrás seguía la ropa que Donghae había comprado. Abrí la bolsa y miré cada una de las prendas, pensando cual sería la mejor para esconder el chip. En un principio había pensado en las deportivas pero no había sitio alguno donde meterlo, así que finalmente me decanté por ponerlo en un bolsillo de la sudadera que tenía cremallera. Era tan pequeño que esperaba no lo notase. Volvía entrar corriendo y dejé la bolsa encima del sofá y me marché ahora sí a dar clase.

Al llegar al estudio mis alumnos ya estaban allí esperándome. Estaba tan hecho polvo que hasta los coqueteos de mis alumnas me parecieron insulsos y hasta asquerosos. Les puse a repasar la coreo de la última clase para fijarme en los fallos que tenía cada uno pero no podía concentrarme. Solo podía pensar en si estaría en casa al volver. Una parte de mi sabía que no sería así, era tan cabezota que se habría marchado sin esperarme y la otra, la parte ilusa de mi persona, esa a la que todavía le quedaba algo de inocencia, quería pensar que todavía estaría en casa para cuando llegase. Me senté en el suelo derrotado y con ganas de llorar, había sido tan estúpido que me había enamorado por primera vez de quien no debía. El mundo es de locos. La canción se paró, pero yo no me di cuenta hasta que uno de mis alumnos vino a avisarme.

-Eunhyuk-ssi, si no te encuentras bien podemos hacer clase libre- me miraba realmente angustiado, no quería mirar hacia el espejo porque sabía la cara que tenía.

-Realmente os lo agradecería, hoy no es mi día- sonreí pero solo se quedó en una mueca. Mi alumno asintió dándome una palmadita en el hombro y se fue con sus compañeros.

La música volvió a sonar pero yo no la escuché, seguí sentado mirando hacia la nada durante toda la clase, hundido en mis propios pensamientos, hasta que el mismo alumno vino a avisarme de que la clase había terminado.

-Gracias Minho- le hice una reverencia y salí de la clase.

Caminé despacio hasta el aparcamiento, sintiendo la ansiedad crecer en mi pecho, ¿qué pasaba si no estaba?, si se había marchado y me había dejado solo de nuevo. No quería estar solo otra vez. Llevaba casi doscientos años solo y no quería seguir así, le quería conmigo, durmiendo a mi lado, le necesitaba a él y a sus estúpidos batidos de fresa. Llegué al coche y en cuanto me senté empecé a llorar asustado sin saber bien que hacer.

Conduje hasta casa saltándome los límites de velocidad y todas las señales, solo quería llegar a casa, el resto me daba igual. Dejé el coche fuera, ni siquiera me molesté en meterlo en el garaje. Corrí hacia la puerta y la abrí de golpe. Miré en el salón y no estaba ni él ni la ropa, recorrí toda la planta baja con el mismo resultado.

Solo quedaba mi habitación, me puse delante de las escaleras y miré hacia arriba, nunca en mi vida me habían parecido tantos escalones, los miré con pánico y subí automáticamente peldaño por peldaño. La puerta de la habitación estaba cerrada, puse la mano en la manilla y me vi incapaz de abrir, pegué la frente a la puerta, llorando, si no la abría no sabría que se había marchado. Tomé aire, me separé de la puerta, cerré los ojos y la abrí. Solté todo el aire que no sabía que había estado reteniendo y los abrí. Nada. No estaba, se había marchado.

-NO, NO, NO, NO.....- dije en un susurro. Caí de rodillas y lloré de nuevo. Me sentía igual que cuando había perdido a mis padres y por un momento volví a ser ese niño de cinco años abandonado a su suerte.

No sé cuánto tiempo pasé de rodillas, llorando, pero no podía quedarme así sin hacer nada, no por nada era tan terco. Me levanté, me sequé las lágrimas y con determinación salí de casa y corrí. Sabía a donde tenía que ir, por dónde debía empezar a buscar. Corrí tanto que las piernas me dolían y los pulmones me quemaban, pero no podía dejar de correr por que si lo hacía sabría que no podría volver a correr. Un nudo se formó en mi garganta cuando vi a lo lejos el puente Banpo, tendría que esperar a que hiciesen el cambio de guardia y no estaba muy seguro de que la espera no me matase. Cuando al fin llegué no me lo podía creer, estaba allí parado, y una vez más me debatí entre pegarle una paliza o besarle. Me acerqué todavía dudando de que fuese real. Le abracé por detrás, pegué mi frente a su nuca y lloré, pero esta vez de alivio.

Agarró mis manos y me apartó bruscamente.- ¿Qué haces aquí, Lee?-dijo serio, con voz grave.

Fruncí el ceño totalmente perdido, no entendía nada de lo que estaba pasando- ¿Co-como que, que hago aquí? He venido a buscarte- estaba asustado me había vuelto a llamar Lee y eso me aterraba y confundía.

-Pues has hecho el viaje en vano. Vuelve a tu casa. -dijo del mismo modo que antes, sin girarse a mirarme.

-¿Hae que te pasa?- le agarré del brazo dándole la vuelta y me quedé blanco. Era el mismo Donghae que cuando había llegado, me miró con frialdad y el labio me tembló, tragué saliva y se soltó de mi agarre.

- ¿Que parte no has entendido de que quiero que te vayas? -gruñó exasperado.

-La parte en la que me echas como si no hubieses pasado semanas en mi casa besándome y acostándote conmigo, esa es la puta parte que no entiendo- estaba enfadado por su actitud y asustado por que en verdad no haya significado nada para él.

Alzó una ceja y ladeó una sonrisa burlona- ¿Qué pasa, es que quieres el último? -dijo mientras caminaba hacia mi lentamente, mirándome fijamente.

Di un paso atrás y la primera lágrima calló- tienes que estar de broma, ¿verdad?- rezaba porque todo fuese una broma de muy mal gusto.

Ladeó la cabeza.- Espera... Tu... -se echó a reír a carcajadas.- ¿De verdad pensabas que eras algo más que un culo que profanar? -me miró con pena- pobrecito...- tragué saliva sin saber que decir y bajé la cabeza llorando.

- ¿Tú... Todo fue mentira? Ni siquiera tú eres tan cruel- intentaba convencerme a mí mismo que no era cierto, que era todo una pesadilla.

-¿Mentira? No. ¿Alguna vez te dije que te quería?, ¿Me lo oíste decir alguna vez? No. El que lo dijo fuiste tú. Amor no es lo que busco. Y tienes razón. No soy cruel. Te deshecho antes de que te hagas más ilusiones. Realmente... -alzó ambos brazos, mirándome burlón- Soy muy compasivo, ¿no crees?

Lo que decía era cierto había caído como un estúpido, le quería y él a mí no, pero por muy cruel que fuese conmigo, no pensaba darme por vencido- Te dije que te ayudaría en lo que fuese, da igual si me quieres o no, eso ya es mi problema- me limpié las lágrimas que seguían cayendo sin mi permiso.

Me miró con desprecio.- ¿Crees que de verdad voy a aceptar la ayuda de un asqueroso Lee? Una cosa es partirte el culo y otra cosa hacer un equipo contigo... Ya me has servido para lo que te necesitaba, mantenerme hasta recuperarme del todo y... Digamos que... Unas pequeñas y bien merecidas vacaciones... Ahora tú vuelve a tu casucha con ese carcamal y tu estúpido chucho... Yo voy a hacer lo que tengo que hacer. -dijo girándose de nuevo.

Apreté la mandíbula consumido por la ira y con el corazón hecho trizas. Volví a girarle y le di un puñetazo en la cara.

- No vuelvas a acercarte a mí. Eres el ser más despreciable que he conocido en mi vida y no quiero volver a saber nada de ti. Ojala tu padre cumpla su palabra y te mate- respiraba entrecortadamente y estaba cegado por la ira y el odio.

Me di la vuelta y salí de ahí, con la intención de no volver a verle jamás. Al llegar a casa encontré un portátil con una nota.

Aquí está el portátil con el programa instalado para que puedas rastrear el chip.

Lo miré con desprecio, no pensaba tocarle, me importaba una mierda lo que le pasase.

Volví a salir de casa y fui rumbo a un bar para perder la consciencia y poder olvidar lo mucho que dolía un corazón roto.



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