La sentencia

Por Eriada-Casbeks

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La tragedia de una joven pareja, hace que un juez tome una díficil decisión que cambiará la vida de dos perso... Más

prólogo
Capítulo 1
Capítulo 2
Capítulo 3
Capítulo 4
Capítulo 5
Capítulo 6
Capítulo 7
Capítulo 8
Capítulo 9
Capítulo 10
Capítulo 12
Capítulo 13
Capítulo 14
Capítulo 15
Capítulo 16
Capítulo 17
Capítulo 18
Capítulo 19
Capítulo 20
Capítulo 21
Capítulo 22
Capítulo 23
Capítulo 24
Capítulo 25
Capítulo 26
Capítulo 27
Capítulo 28
Capítulo 29
Capítulo 30
Capítulo 31
Capítulo 32
Capítulo 33 (M+18)
Capítulo 34 (M+18)
Capítulo 35
Capítulo 36
Capítulo 37 (M+18)
Capítulo 38
Capítulo 39
Capítulo 40
Capítulo 41
Capítulo 42
Capítulo 43 (M+18)
Capítulo 44
Capítulo 45
Capítulo 46 (M+18)
Capítulo 47
Capítulo 48
Capítulo 49
Capítulo 50
Capítulo 51
Capítulo 52
Capítulo 53
Capítulo 54
Capítulo 55
Capítulo 56 (M+18)
Capítulo 57
Capítulo 58
Capítulo 59
Capítulo 60
Epilogo

Capítulo 11

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Por Eriada-Casbeks

Lo que no podía saber Kate, es que por la mente de Richard, de la persona de la que parecía incapaz de despegarse era de ella. Desde que había vuelto de su viaje, se había sentido realmente a gusto a su lado, tanto que incluso le fastidiaba que se fuese a dormir tan pronto en vez de hablar con él un rato.

Para Kate, ese niño estaba ahondando fuerte en su corazón como pensaba que jamás nadie podría llegar a hacerlo desde hacía casi diez años y lejos de comprender la indirecta de Richard, pensó que a él le estaba pasando lo mismo y que si llegaban a juicio uno de los dos saldría perdiendo. Por no hablar de Robby. Por un momento pensó en llegar a un acuerdo con él en ese mismo momento, pero lo desestimó al darse cuenta que no conocía en absoluto al hombre que tenía enfrente mirándola atentamente mientras ella tomaba en sus brazos a Robby.

- Bueno... - dijo Richard señalando con el pulgar hacia detrás - Será mejor que baje y le acuestes.

- Sí. ¿Puedes apagar la luz cuando salgas por favor? - preguntó mientras encendía una pequeña lamparita infantil que Richard había comprado y que emitía una suave luz.

- Claro que si.

Antes de salir de la habitación Richard se giró para hablarla.

- Si necesitas algo... Estaré en mi despacho escribiendo.

- Gracias.

Richard cerró la puerta y Kate soltó el aire que estaba conteniendo. ¿Por qué su presencia la turbaba tanto?

Richard bajó al piso inferior y recogió los restos de la cena intentando no hacer ningún ruido que pudiese molestar a las tres personas que estaban arriba. Mientras recogía pensaba en el vuelco que había dado su vida en los últimos días. Había pasado de ser un hombre casado con una hija de catorce años y una representante estupenda, a de repente, quedarse sin representante, sin mujer, con un niño de pocos meses, con su madre que se mudaría con ellos y con una policía con la que tenía que ir a un juicio de custodia cuando en realidad lo que le gustaría era llevarla al juzgado pero para otra cosa.

Sacudiendo su cabeza, como queriendo que las ideas se despegaran de ella, se encaminó a su despacho y sin demasiadas ganas para escribir, decidió revisar sus contratos con Susan. Debía buscar otro representante. A su mente volvió el instante en el que recibió la llamada de Gina comunicándole que Susan había fallecido. Sonrió con tristeza recordándolo:

- Cariño, tendrás que buscar de inmediato otra persona para sustituirla y yo conozco al adecuado, mi amigo Harold, sin duda...

- Gina, no puedo pensar en eso ahora...

- ¿Cómo que no puedes pensar en tu carrera? Tienes que hacerlo de inmediato, hablaré con él.

- Haz lo que quieras...

Desde luego que jamás aceptaría tener como representante a un amigo o conocido de Gina. Bastante tenía ya con tenerla a ella como editora. Comenzó a leer los primeros contratos con Susan y al hacerlo, descubrió que al principio, Susan tenía un socio con el que nunca trató y que después se mudó a vivir a Seattle y dejaron de ser socios.

Buscó en internet su nombre. Si Susan había sido su socia, seguramente tendrían parecidas formas de trabajar. No tardó en encontrarle. Seguía en Seattle y seguía siendo representante. Tomó su teléfono y marcó su número.

Después de una breve conversación, en la que el hombre no paró de lamentarse por haberle sido imposible asistir al funeral de Susan, Richard le preguntó si podrían hablar de trabajo. Una vez más, volvió a excusarse, no tenía clientes al otro lado del país, en sus planes no entraban los viajes tan largos. Afortunadamente para él, le recomendó una representante en Nueva York a la que seguro le interesaba el trabajo y a la que Susan también conocía, Paula Hass. Le dio su teléfono móvil y Richard se despidió de él algo confuso.

Algo en su fuero interno se había movido. ¿Era posible que le rechazase un representante? ¿No era tan bueno como para que le rechazasen?

Sin pensarlo dos veces decidió llamar a Paula, pero el teléfono estaba fuera de cobertura. Al oír la señal del buzón de voz, dejó un mensaje identificándose y pidiendo que le llamase.

Suspiró. La noche no iba a ser nada productiva, no tenía ganas de escribir y estaba algo cansado, la noche anterior había decidido darse un buen homenaje como "hombre en proceso de divorcio" y se había llevado a escondidas a la habitación del hotel a una de sus fans, tan insistente que le sirvió para olvidarse de sus recientes problemas y a la que horas después no tuvo que dar explicaciones para que no se hiciese ilusiones con él, pues estaba casada y lo que menos quería era que alguien se enterase de su desliz.

Estaba tan ensimismado mirando la nada que se asustó cuando Kate le llamó suavemente intentando que no se sobresaltase, consiguiendo justo el efecto contrario.

- Lo siento, no quería asustarte.

- ¿Ocurre algo? ¿Necesitas algo? -preguntó nervioso.

- No. Sólo quería darte el intercomunicador, mañana saldré a correr temprano e iré a trabajar, lo conectaré cuando me vaya y así podrás oírle si...

- ¡Ah! Bien, sí... - dijo levantándose y tomando el aparato que ella le ofrecía - ¿Saldrás muy temprano?

- Suelo salir sobre las seis, volver para ducharme, desayunar y estar en el trabajo antes de las ocho. Eso si no me llaman antes porque surja un caso...

- ¿Pueden hacer eso? - preguntó con curiosidad.

- No es que puedan, es que ocurre más habitualmente de lo que podrías pensar.

- ¿No tenéis turnos?

- Sí, pero cuando los detectives del turno están ocupados en otro caso, no queda más remedio de tirar del siguiente... O si aparece justo antes de mi turno...

- Vaya... ¿Y estás obligada a ir? - preguntó con verdadera curiosidad.

- Examinar lo antes posible el lugar y las circunstancias en las que está el cadáver en el momento que recibimos el aviso es crucial para comenzar la investigación.

Richard se dio la vuelta volviendo a su mesa y tomó un cuaderno.

- ¿Te importa que lo apunte? Ya sabes por documentarme.

- No... Supongo - contestó algo extrañada.

- Y... ¿En que consiste tu trabajo exactamente?

- ¿Cómo?

- Sí... Es decir... Vas, ves el cadáver...

Kate le miró desconcertada. ¿En serio quería que le contase que era lo que hacía en su trabajo? ¿Ahora? ¿Una noche de domingo? Si la hubiese entretenido con cualquier otra cosa, se quedaría encantada, pero sobre su trabajo...

- Bueno, si no te importa, sobre mi trabajo podemos hablar en otro momento, ahora quisiera descansar y...

- Claro, claro... Perdona. No me doy cuenta... Yo aprovecho el silencio de la noche para concentrarme y escribir y...

- Entiendo...

Kate se dio la vuelta para marcharse, pero se paró en seco y giró para mirarle.

- ¿Cómo has podido escribir el personaje de Derrick Storm si no sabes que hace un detective de homicidios?

Él la miró sonriendo.

- No me malinterpretes... Pero Storm no es una detective de Nueva York...

- ¿Crees que no es trabajo para una mujer?

- ¡Yo no he dicho eso! - se apresuró a aclarar.

Ella le miró entrecerrando los ojos.

- Buenas noches.

Richard la siguió con la mirada mientras salía de su despacho. Francamente le atraía esa mujer incluso con un pantalón de pijama y una camiseta. Bufó mirando el techo y decidió que lo mejor sería irse a la cama... Y mejor que lo hiciese ligerito de ropa, tenía demasiado calor en ese momento. Se quitó la camiseta y entró en la cama únicamente con el pantalón del pijama.

Conectó el intercomunicador y lo puso en la mesilla. En la pequeña pantalla no apareció nada, y entendió que sería porque ella no lo encendería hasta que se marchase por la mañana. Era una pena, porque si ella lo ponía cerca de su cama podría verla dormir... Sacudió la cabeza, no podía seguir teniendo esos pensamientos...

Kate subió la escalera molesta por las palabras del escritor. Al final iba a resultar que detrás de esa carita de niño bueno se escondía un idiota que pensaba que una mujer no sería capaz de soportar la visión de un cadáver y realizar bien su trabajo. Era una lástima que al final resultase ser un estúpido, porque le atraía demasiado y algo le decía que podrían ser buenos compañeros de cama...

Antes de meterse en la cama decidió fastidiarle un poco el sueño y conectó el intercomunicador. Si Robby se despertaba, él también lo haría. Sería una pequeña venganza.

Richard se sobresaltó al oír el ruido del aparato y se giró para mirarlo. ¿Sería posible que lo hubiese conectado? Para su sorpresa la imagen de la cuna del pequeño apareció ante sus ojos, y por suerte, también una parte de la cama de ella, que en ese momento se metió en la misma y se tapó con las sábanas. Sonrió. Si le estaba intentando fastidiar iba a seguir su juego. Podía ser divertido molestarse mutuamente, pero al final ella acabaría en su cama...

Observando en silencio el sueño de Robby, Richard se quedó dormido.

Le costó salir de su sueño y darse cuenta que el niño que lloraba era Robby, se incorporó de inmediato y miró la pantalla, Kate tenía al niño en sus brazos pero no parecía poder calmarlo. Salió de la cama y subió a la habitación. Mientras se acercaba seguía oyendo al niño llorar, incluso con más fuerza. Llamó suavemente con los nudillos y abrió la puerta, cerrándola tras de si para no despertar a Alexis.

- ¿Necesitas ayuda?

- Ha debido tener una pesadilla - dijo ella moviéndose con el niño en brazos.

- Puede ser, a Alexis le pasaba... ¿Tienes el biberón de agua?

Kate se lo señaló y él se acercó para dárselo. En ese momento la puerta se abrió dando paso a una Alexis de pelo revuelto y ojos casi cerrados.

- ¿Qué le pasa?

- Nada cariño - contestó Richard - anda vuelve a la cama.

La chica volvió a salir de la habitación sin decir nada más, casi como si fuese sonámbula. Kate la miró y después le miró a él.

- Mañana ni se acordará... Déjamelo a ver si consigo calmarlo.

Kate le traspasó al niño, no pudo o no quiso o quizá ambas cosas, tocar el pecho desnudo del escritor mientras le traspasaba al niño. Se fijo en él. No tenía nada de vello y tenía bien marcados los pectorales, al igual que la musculatura de sus brazos. Richard abrazó al pequeño y le dio de beber, consiguiendo que se calmase.

Si lo que quería conseguir era molestar al escritor con el llanto del pequeño, lo que había conseguido era sentirse como una idiota al notar como su cuerpo reaccionaba ante la visión que tenía delante. Un atractivo hombre bien musculado con un bebé entre sus desnudos brazos. Justo lo que la faltaba en ese momento...

Richard la miró sonriendo. Juraría que la había pillado curioseando con su mirada sobre su cuerpo, pero ella en seguida se movió disculpándose y entrando en el baño.

- Ella también me gusta ¿Sabes? - le susurró al pequeño.

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