Swan, Bella Swan

By Alguienperron

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Tras despertar del sueño de 16 horas posterior al regreso de Italia, Bella tiene muchas explicaciones que dar... More

Prólogo
Cien por ciento real
Primer contacto
Cándida inocencia o reverenda estupidez
Conversaciones ¿esclarecedoras?
Doce años y medio
Enamorada y traidora
Carnada viva
Romance del vampiro y la espía
Bajo presión
Apuesto por Alice
Inicia la investigación
Informe final
Acción y reacción
Los Cullen
Decisiones
Conjeturas
Super Charlie
Generala Bella Swan
Óxido y Sal
Muerte violenta, regateo inusual
Todo lo que puede ir mal
Apocalipsis
Nada que ocultar
A trabajar
13:30 vs 15:30
Conspiración
Culpables
Emociones
Noticias desde Phoenix
Operación Argonautas
Avances en la causa
Un día con Edward
En algún lugar..
La hacker
Kadyn Brown
Maestra titiritera
Descubrimientos y viajes
La historia oficial
Bella vs los malos
Juicio y castigo
El llamado de Reneé
Anudando cabos sueltos
Epílogo

Gwrddyaluchdryd

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By Alguienperron

Forks, Washington. Casa de los Cullen. Sábado ocho de junio de 2006, el mismo día del intento de asesinato de Jessica, el arresto de Briscioli y la recuperación de Jackson

Hubo otro sentido reencuentro en casa de los Cullen cuando Sheila y Alex alzaron la vista y se encontraron a Jackson entrando por la puerta. Aunque Caddy y Phillips debían haberles contado, no era lo mismo que ver en persona al sabueso Jackson.

Sheila empezó a chillar de alegría y a hablar a toda velocidad, diciéndole cuánto se alegraba de verlo y que ella siempre había contado con que él regresaría. Aunque Jackson hizo como que estaba irritado, me parece que en realidad era sólo para ocultar que él también estaba emocionado. Alex no dijo gran cosa, salvo un "es bueno volver a verlo, jefe", y le dio unas palmaditas en la espalda. Jackson parecía más cómodo con eso, hasta que vio que Alex estaba esforzándose por no llorar.

Si había algo ante lo que Jackson no tenía la menor idea de cómo reaccionar y siempre lo ponía nervioso, eran las lágrimas. Yo había aprendido años antes que Jackson podía enfrentarse a una feroz organización mafiosa sin reparos en eliminarlo sin que se le moviera un pelo, pero ante el espectáculo de una adolescente llorando, él quedaba completamente desestructurado.

—¿Saben si es un buen momento para que vayamos a ver a Fred? —pregunté, tratando de romper el incómodo momento.

—Esme iba a ayudarle a bajar, él también quería estar presente –explicó Sheila, y en eso un movimiento en la escalera captó mi atención.

Esme tenía sujeto a Fred alrededor del torso, y él apoyaba uno de sus brazos en los hombros de ella. Iban bajando la escalera lentamente, un escalón a la vez, con cuidado. Aún así, en comparación con lo que yo había visto antes de Fred, esto era un progreso enorme.

Fred seguía estando demasiado flaco y pálido, pero el color amarillento había quedado definitivamente atrás, al igual que las vías intravenosas y el respirador artificial. Tenía vendados los brazos en los lugares en que durante tanto tiempo habían estado las agujas, se divisaban las vendas por debajo de la camisa que vestía, pero en comparación con el aspecto que había tenido al llegar a la casa, estaba maravillosamente bien.

—Oh, llegó el jefe —se quejó en broma Fred desde la escalera. Su voz también sonaba como si hubiese estado resfriado, posiblemente a causa de la larga intubación—. Ahora vamos a tener que ponernos a trabajar... ¡se acabaron las vacaciones!

—Más te vale trabajar, Samstag, si quieres descubrir quién te dejó al borde de ir a quejártele a San Pedro —gruñó Jackson casi con cariño.

—Veo que ya estás con energías suficientes como para hacer chistes —le sonreí, contenta de que no sólo hubiese sobrevivido, sino que también estuviese bien en general.

—Seh, bueno, qué puedo hacer, soy maravilloso —se encogió de hombros Fred con fingida indiferencia.

Esme le ayudó a llegar hasta el sofá, donde Fred se dejó caer con un suspiro de alivio. Pese a su aparente fortaleza, él estaba casi sin aliento y con las mejillas sonrojadas después de ese escaso ejercicio. Todavía no estaba tan bien como quería hacernos creer, pero intuí que era demasiado orgulloso para admitir su debilidad. Preferí dejarlo correr por el momento.

—¿Cómo vamos con los archivos de la hacker? —le pregunté a Alex, que estaba otra vez en la computadora.

—Hay toneladas de información, no tenemos procesado todo —se disculpó Alex, sin quitar los ojos de la pantalla—. Pero filtré los archivos que contienen palabras clave y estamos revisando ésos primero.

—¿Qué palabras clave estamos buscando? –quise saber, sentándome al lado de Alex.

Swan, Forks, Phoenix, Cotton, Samstag, Jackson y Stradivarius —explicó Alex, señalando en pantalla una ventana que indicaba "56 coincidencias encontradas".

—Hhmm... prueba también con vampiros, Cullen y FBI —indiqué.

—¿En una búsqueda aparte o como parte de ésta?

—Junto con las demás palabras... oh, y añade Newton también a la búsqueda. Hazla abierta, todas o alguna de las palabras. Y agrega nuestros nombres de pila a la búsqueda.

Alex hizo lo que yo le había indicado. El programa indicó un "espere por favor", acompañado por un relojito de arena, que se prolongó a lo largo de varios segundos. Por fin, apareció de nuevo la ventana que Alex me había mostrado, sólo que el resultado era ligeramente distinto. Él y yo jadeamos al verla:

657 coincidencias encontradas.

¿Desea buscar también en archivos ocultos y encriptados?

Alex me dirigió una mirada de duda a la que yo asentí. Él clickeó, y al cabo de otro "espere por favor" y unos segundos de relojito de arena, apareció el nuevo mensaje.

657 coincidencias encontradas en archivos y carpetas.

835 coincidencias en archivos ocultos.

792 coincidencias en archivos encriptados.

—Sheila –llamó Alex suavemente, interrumpiendo la conversación que ella estaba manteniendo con Jackson y Fred—, ¿cuánto te parece que tardarías en leer 2284 documentos?

Un rato más tarde, todos estábamos leyendo documentos secretos. Sheila había respondido "un par de semanas", algo que en el caso de ella era verdad, pero como no teníamos unas semanas, tuvimos que enfocar el trabajo de otro modo.

Primero filtramos (es decir, Alex se ocupó de filtrar) los que tuviesen la mayor cantidad posible de coincidencias, con lo que el número bajó a 1820 documentos, y luego agrupamos los que tuviesen algunas palabras específicas: Cullen, FBI y vampiros fueron a parar a mis manos para leer; los que incluían Newton le tocaron a Fred; aquellos en los que aparecían las palabras Cotton, Stradivarius, Samstag, Jackson, Sheila, Alexander, Frederick y Sean cayeron en manos de Sheila, pero tuvo que repartírselos con Alex porque hasta para ella eran muchos. A Jackson le tocaron los que tenían las palabras Forks y Phoenix.

El sistema de Alex era bueno, pero ocasionó algunas complicaciones, ya que muchas veces un documento calificaba para dos o tres personas a la vez: si aparecía Isabella Swan era casi seguro que se mencionara Forks y posiblemente apareciera el apellido Cullen. Al principio, Alex buscaba qué cantidad de veces aparecía cada palabra clave en el documento y lo destinaba a quien tenía a cargo ese grupo, pero después de perder media hora en esa tarea, simplemente empezó a repartirlos según le parecía a él.

Los demás archivos, los que tenían menor cantidad de coincidencias, fueron repartidos de forma más o menos arbitraria entre Caddy, Phillips, Edward y Alice, los dos únicos Cullen que se dejaron ver y ofrecieron ayuda. Incluso sentados ligeramente aparte de los demás, era evidente que Alex, Sheila, Fred y en menor medida Phillips, Caddy y Jackson estaban incómodos con sólo estar en la misma habitación que ellos. Sólo yo parecía sentirme como pez en el agua rodeada de aquel heterogéneo grupo.

Almorzamos en casa de los Cullen, donde Esme nos malcrió a todos con unos sándwiches tostados que estaban para chuparse los dedos, acompañados de un delicioso jugo de naranja. Jackson tomó la comida con un pelín de desconfianza, mientras que Alex, Sheila y yo, que conocíamos bien las virtudes culinarias de Esme, nos lanzamos en picado sobre el plato. Phillips y Caddy mostraron un poco más de modales, hasta que probaron el primer bocado. Fred sólo pudo comer medio sándwich, su estómago tenía que volver a acostumbrarse a la comida sólida de a poco. Una vez que probó los sándwiches y verificó que Esme no los había untado con sangre en lugar de manteca o lo que sea que le estuviese causando desconfianza, Jackson fue el que más comió de todos nosotros. Supongo que todavía tenía que recuperar unos cuantos días de comer poco y mal. Alice y Edward se sirvieron un sándwich cada uno, y al cabo de un rato, su comida había desaparecido, no sé a dónde, porque no los vi masticar ni tragar.

Al atardecer, teníamos leída una cantidad importante, aunque desde luego no todo. A mí me ardían los ojos de tanto mirar la pantalla de la computadora; Fred se había dormido hacía varias horas. Alex ya se había colocado sus gotas por segunda vez y Sheila hacía pausas regularmente para descansar la vista, ya que no toleraba las gotas por algún tipo de alergia. Junto al agotamiento generalizado, algunas conclusiones empezaban a asomar:

* Autumn Monterro podía haber sido la hacker que había robado los archivos de la computadora de Newton y de un montón de otros lugares, pero estaba claro que no estaba sola y que no era la única hacker, aunque sí la más eficiente y productiva.

* El tal Milton Briscioli era un asesino a sueldo, que por lo visto tomaba el nombre de pila de su última víctima cuando iba a cometer un nuevo asesinato (eso explicaba por qué se estaba haciendo llamar Michael Bow cuando Emmett lo detuvo de ahorcar a Jessica). También dedujimos, por menciones laterales de algunos documentos, que Briscioli había estado a punto de ser condenado a muerte en el estado de Texas por varios asesinatos pero había hecho algún tipo de trato, no quedaba en claro con quién.

* El FBI había mantenido vigilados a los Cullen desde hacía años, desde una prudente distancia, ya que si bien parecía haber indicios de algo extraño, no había rastros de delito. También había seguido de cerca mi trayectoria, bastante desconfiados de que yo pudiese, a tan corta edad, cumplir debidamente las tareas de un agente encubierto, aunque finalmente habían tenido que reconocer mis aptitudes para la tarea.

Junto a las fotos tomadas en el aeropuerto de Phoenix, había casi doscientas fotografías más de todos los integrantes del equipo en distintos momentos y actitudes: Sheila en una librería, sonriente, hojeando el libro Dos princesas sin miedo; Sheila tomada de la mano con Alex, sacándole la lengua; Sheila en el supermercado poniendo una caja de cereales Frootloops en el carrito; Sheila colgando ropa recién lavada en una terraza; Sheila a punto de cruzar una calle; Sheila en bikini, sentada en el borde de una piscina...

Fred comiendo una pizza junto a un grupo de otros jóvenes, todavía con buena salud y cabello; Fred comprando dos botellas de cerveza; Fred hablando por teléfono en medio de un parque, sonriendo; Fred paseando un perro negro y lanudo sujeto a una correa; Fred conduciendo con cara de fastidio un automóvil con una mujer mayor en el asiento del acompañante, con cara de susto...

—Mi madre –suspiró él con sarcasmo—. Siempre tiene esa cara cuando estoy tras el volante.

Alex en un negocio que parecía ser de electrónica, mirando una cosa parecida a una placa madre de computadora con la concentración de un físico nuclear estudiando un átomo desconocido; Alex comprando un ramo de rosas en un puesto callejero; Alex junto a una especie de corral en el que había una cebra, empujando una silla de ruedas adaptada en la que estaba sentada una niña sonriente...

—Mi hermanita —explicó él en un susurro—. Nació prematura, con desarrollo insuficiente del sistema nervioso... La mielina que recubre su médula ósea es defectuosa. Cuando ella estaba en el hospital, en incubadora, contrajo una meningitis de tipo viral, muy rara y resistente a la medicación. Fue un milagro que sobreviviera.

—Tiene trece años ahora —añadió Sheila en voz baja, con una sonrisa—. Pinta sosteniendo el pincel en la boca, es increíble el talento que tiene. Cada salida a algún lado acaba en una nueva serie de cuadros. La secuencia Zoológico es genial, los animales parecen a punto de salirse del cuadro.

Las fotos que había de mí eran muchas menos, apenas veinte, y casi ninguna estaba tomada en Forks. Había una de mí con Jessica y Ángela, saliendo de una tienda. La reconocí como tomada la tarde en que ellas habían ido a comprar vestidos, la noche en que estuve a punto de ser asaltada, cuando Edward me rescató. Otra había sido tomada en el baile de fin de curso al que Edward me había arrastrado contra mi deseo; me consoló un poco ver que yo al menos tenía un aspecto sofisticado y elegante en las fotos. Otra me mostraba junto a Alice, en uno de los variados aeropuertos en que hicimos escala en nuestra corrida hacia Italia para rescatar a Edward.

De Jackson había pocas fotos, y todas tomadas en lugares tan dispares que parecían fotomontajes. Tomando un café en un bar, leyendo un diario en una estación de trenes, sentado en una playa con expresión ceñuda, vestido con sobretodo y cruzando una calle en alguna ciudad con mucho tráfico, vestido de rigurosa etiqueta y entrando a un restaurante, plantando un árbol en un jardín o parque...

—¿Pueden decirme más o menos cuándo calculan que les tomaron esas fotos? —pregunté, mirando con atención las imágenes. Aunque no había cambios significativos en los rostros que delatara envejecimiento, a juzgar por la vestimenta debían haber sido tomadas en un lapso de algunos meses.

—Hum, debió ser... ésa, en enero, por la blusa, digo —calculó Sheila, señalando la blusa rosada mangas cortas que usaba en la foto en que estaba en el supermercado—. Ésta... en octubre, el día de nuestro aniversario de noviazgo, el 21 de octubre —especificó, señalando la foto en que ella le sacaba la lengua a Alex—. Pero ésa otra, donde estoy con el libro, tiene que ser de hace dos años, porque hace más o menos ese tiempo que tengo ese libro —frunció el ceño ella.

Las demás fotos dieron resultados similares: sea por la ropa, la actitud o el lugar en que estaba, Sheila pudo situar cronológicamente casi todas las fotos en que ella salía.

Alex no recordaba con precisión cuándo había sido tomada cada foto, pero sí estaba seguro que la foto de él y su hermanita en el zoológico databa de los primeros días de mi estadía en Forks, ya que él recién se había tomado libre un día una vez que yo estuve instalada en Forks y con los sistemas funcionando. Las fotos de Fred y Jackson eran más difíciles de situar, porque eran más atemporales, pero en general también coincidieron que habían sido tomadas en los últimos dos años, todas ellas.

—Eso nos deja un nuevo enigma. Desde hace dos años que alguien nos sigue y fotografía, documentando mayormente momentos triviales –reflexioné en voz alta, pensativa—. Pero, sea quien sea, no se acerca a Forks, excepto en medio de una multitud.

—Las fotografías están tomadas con un zoom importante, fueron tomadas de lejos... y con el equipo de un profesional –subrayó Jackson, pasando de la imagen de Sheila y Alex en un parque a una de Fred hablándole a una chica rubia y sonriente.

—Uh, ésa es del verano pasado... casi no me acordaba de la historia con Lorelei –murmuró Fred, al que habíamos despertado para que viese las fotos.

—Las fotos no están tomadas adentro de nuestros hogares, al menos nadie se introdujo en nuestras casas —apuntó Sheila, como buscando consuelo.

—Son sólo la punta del iceberg —masculló Jackson, pasando a otra foto, que justo era la primera de las que habían caído en manos de Mike.

—Sí –suspiré—. El que alguien haya sacado las fotos prueba que nos siguieron y vigilaron durante todo este tiempo.

Jackson pasó a la foto siguiente, donde salían los hombres de traje oscuro y Alex, Sheila y yo un poco más lejos.

—Las fotos muchas veces coinciden temporalmente –masculló Jackson, pasando a la foto siguiente, donde yo abrazaba a Sheila—. Hubo al menos cinco personas, probablemente más, siguiéndonos a lo largo de dos años. ¿Quién tiene los recursos, el poder, la motivación...? —murmuró retóricamente, pasando a la foto en que yo abrazaba a Alex.

—Alguien que tampoco duda en asesinar a un puñado de personas —apunté sin energías, mientras Jackson pasaba a la foto en que yo me despedía verbalmente de Sheila y Alex.

—¿Y por qué estaba eso en manos de Monterro? ¿Ella se lo robó a alguien, o le encargaron custodiarlo, o qué? Porque a menos que además de hacker sea fotógrafa... —Alex dejó el comentario abierto.

Jackson pasó a la foto en que yo me alejaba de Sheila y Alex, que miraban preocupados en mi dirección.

—Ese chico... tu compañero muerto...

—Newton —aporté.

—Newton, sí. Newton tenía estas fotografías, alguien se las había hecho llegar vía correo electrónico, pero él te las mostró impresas —señaló Jackson—. ¿Recuperaron las copias impresas alguna vez?

—No... cuando la policía allanó el local de los Newton después del asesinato, no las encontró —reconocí—. Supuse que el asesino se las llevó, porque Mike las tenía consigo. Iba a entregármelas esa misma tarde. Eran tamaño estándar, cabían fácilmente en un bolsillo; nadie vio salir a Briscioli con las fotos en la mano, pero eso es esperable.

—¿Hablaste con Newton sobre que iba a dártelas? —inquirió Jackson, tomando el papel de interrogador.

—Sí, en el gimnasio de la escuela... estaba vacío a excepción de nosotros dos. Es un lugar amplio y despejado, no hay rincones donde ocultarse —detallé.

—¿Alguno de los dos tenía un teléfono consigo? —preguntó Fred de pronto.

—Yo, no. Mike tenía el suyo, supongo, pero yo le dije que lo apagara... —me detuve bruscamente, cuando todo cayó en su sitio de golpe.

Yo le había ordenado a Mike que apagara su teléfono la primera vez que hablamos, cuando me mostró las fotos y yo lo golpeé en la nariz. Pero la segunda ocasión, cuando Mike me habló de 'Bryan', de lo asustado que estaba, y acordamos que me entregaría las fotos, yo no le había dicho nada, y lo más probable era que el teléfono había estado encendido todo el tiempo.

Jadeé, y me tapé la boca con las manos. ¡Yo había puesto a Mike en manos del asesino! Si la línea había estado "pinchada", Briscioli había sabido perfectamente cuándo actuar, ¡Mike y yo hasta habíamos establecido un horario!

Pero yo me había retrasado... sabíamos por la visión de Alice que alguien iba a morir, y yo me entretuve llamando por teléfono a todos mis amigos y seres queridos. Renée me había dado conversación un rato largo, y también Fred, que en ese entonces parecía que sólo sufría un ataque de hígado, me había entretenido un rato...

...eso me detuvo de llegar puntual al encuentro con Mike...

...y había causado que se tuviese que falsificar el certificado de defunción, porque debía parecer que yo le había disparado a Mike... la diferencia de tiempo entre el momento de su muerte y mi hora de llegada probaba mi inocencia, con un margen de dos horas a mi favor. Eso, y el testimonio de Jessica...

....por eso había sido fundamental (intentar) eliminar a Jessica.

Estando yo libre de culpa y cargo y libre de actuar, había podido ayudar a liberar a Alex bajo fianza y poner a salvo a Fred, además de mandar a sacar a Sheila y Alex de la trampa mortal en que había sido convertido su departamento cuando sorpresivamente colapsaron las cañerías y se quedaron inexplicablemente sin luz.

Me dio un escalofrío al pensar en lo diabólico del plan. Todo hubiese funcionado al dedillo si yo hubiese ido de la escuela a casa y de ahí directamente a la tienda de los Newton, sin entretenerme hablando por teléfono.

—Bella, ¿Bella? ¿Te sientes bien? Respira, Bella... respira... —Edward tenía sus manos sobre mis hombros y su cara a centímetros de la mía, preocupado.

—Estoy bien —musité—. Estoy bien... pero... Mike... yo lo entregué... —se me quebró la voz al admitirlo.

Ante las caras de incomprensión de cuantos me rodeaban, tuve que explicarme. No había acabado de hablar cuando Caddy, Sheila y Edward empezaron a asegurarme que no era mi culpa, que no era como su yo le hubiese disparado a Mike, que yo no podía haberlo sabido, que si hubiese llegado a tiempo quizás Briscioli me hubiese matado a mí también y lo hubiese hecho parecer un asesinato seguido de suicidio...

Fred, intentando aligerar el ambiente, me dijo que no me debía sentir culpable por todo lo que pasaba, "¡deja algo de responsabilidad para los demás!". Alex, más reservado e intimidado por la cantidad de gente, sólo mencionó que por mucho que lamentara la muerte de Mike, agradecería cada día que no hubiese muerto yo también. Phillips asintió enérgicamente con la cabeza.

Jackson sólo me clavó los ojos con una mueca de furia.

—¡Swan! Sólo voy a decirte esto una vez. Estamos luchando contra un grupo fuerte, organizado, y muy peligroso. No tenías idea de a qué te enfrentabas, bueno, ahora tampoco lo sabemos todavía –admitió, antes de volver a su nivel anterior de ferocidad—. ¿Vas a perder el tiempo culpándote o vas a salir a cazar al que hizo esto?

—Tienen razón —admití, un poco avergonzada—. Vamos al trabajo. ¿Por dónde seguimos?

—Eso es lo que quiero saber. ¿Qué hacemos ahora, Jefa Swan? —preguntó Jackson, sin pizca de humor en la voz, totalmente serio.

Sus palabras me tomaron tan de sorpresa que me llevó momento reaccionar.

—Yo... pero... yo no... —tartamudeé, atónita. De alguna manera, ahora que Jackson estaba aquí, yo sentía como si debía ser él quien dirigiera el equipo.

Jackson me dirigió una sonrisa sarcástica al tiempo que modulaba "maestra titiritera" sin pronunciar palabra. Miré a mi alrededor. Todos me miraban, algunos con sonrisas alentadoras, como Sheila, otros con cariño, como Caddy, algunos con expectación, como Phillips... y Edward me miraba con absoluta adoración y confianza.

Tomé aire y cuadré los hombros. Había mucho trabajo que hacer.

—Ahora —ordené con voz sorprendente firme—, voy a dar una serie de indicaciones que quizás les suenen raras... oh, a quién quiero engañar, les van a sonar rarísimas —admití, un plan formándose a toda velocidad en mi cabeza—. Pero tengo mis razones, y ganaríamos bastante tiempo si hacen primero lo que digo y yo doy las explicaciones más tarde.

Con distintos grados de aceptación o duda, todos asintieron.

—Perfecto. Empecemos por... —me interrumpió un movimiento repentino de Alice, que levantó la mano como si estuviese en clase. Ella no había participado en la conversación, sino que había estado pegada a la pantalla todo el tiempo, leyendo.

—Hum, Bella, yo encontré algo —anunció Alice—. Es un documento escrito en clave, pero creo que habla de ustedes como grupo de investigadores.

—¿Cómo es eso? –pregunté, sin entender a qué se refería Alice.

—Leo: "Proyecto Fénix. Grupo H, Plan Silentio, fase tres. Documento dos de cinco. Asunto: eliminación de actores. Detalles del procedimiento: Número Uno: inculpado de la muerte de N, será retirado de escena y resguardado en un lugar seguro. Número dos: enviado a una misión encubierta, acabará desaparecido en acción. Número tres: accidente automovilístico mortal. Número cuatro: suicidio. Número cinco: enfermedad grave y mortal" —Alice me miró con una mezcla de temor y triunfo—. Encaja bastante bien con lo que les pasó, ¿no?

El documento al que Alice se refería tenía una sola coincidencia para "Phoenix", por eso había caído en la categoría de los menos importantes en el proceso de filtrado de Alex. El notar era el número dos de una serie de cinco hizo que yo pusiera a Alex a buscar los restantes cuatro de inmediato, pero por mucho que buscó entre los más de diez mil archivos que le había robado a la hacker, Alex no pudo encontrar más que otros dos de los cuatro que faltaban. Teníamos el segundo, el tercero y el quinto de la serie. Si Monterro nunca había tenido los demás o si Alex no los había copiado también era algo que no estaba del todo claro, pero por el momento teníamos suficiente entre manos con los tres que estábamos seguros de tener.

Por lo pronto, el documento número tres describía en detalle cómo cada uno de los "actores" iba a ser "eliminado", como tan eufemísticamente llamaba a planear nuestros asesinatos. El Número Uno, que por lo visto era yo, sería acusado del asesinato de "N", con lo cual el documento pasaba a describir la planificada muerte de Mike Newton:

"(...) N y el Número Uno tienen clases en común y es evidente que se conocen. Registros del blog de N indican que él tiene un encaprichamiento con Número Uno, que ella no da muestras de corresponder. Las fotografías presentes en el blog los muestran en una relación de compañerismo sin mayor cercanía emocional o sentimental (...)"

Ésa era la justificación de por qué Mike era el indicado para convertirse en víctima. El razonamiento me dio náuseas. ¿Qué tipo de mente enferma planea de manera tan detallada y ordenada la muerte de un chico indefenso? Pero lo que seguía era peor todavía:

"(...) Se dejarán algunas fotografías comprometedoras para el Número Uno en poder de N, a fin de crear un ambiente de nerviosismo, AM y DM se encargarán de esa tarea. N se encargará de acercarlas al Número Uno (...) Cero esperará el momento indicado vigilando los teléfonos y las computadoras de N para actuar. El arma homicida será una de las escopetas o pistolas que el local tiene a la venta, a fin de reforzar la idea del crimen premeditado. Cero, en el rol de cliente turista, pedirá ver las armas, se asegurará de cargar una y disparará a Newton de un modo que sea indefectiblemente mortal, preferentemente en la cabeza. Conviene que no haya más de un disparo a fin de no alertar a los vecinos, pero más importante aún es que N no sobreviva bajo ninguna circunstancia. Es importante que todos los indicios apunten al Número Uno como autor del crimen, a fin que su relocalización sea segura en un lapso lo más breve posible (...)"

Las náuseas que yo venía sintiendo se convirtieron en retortijones de estómago. Me sentía horrible, y no sólo físicamente. Quien había planificado esto era sin duda un sádico peligroso y demente, que por si fuera poco tenía poder y conexiones. Era evidente que Cero era Briscioli, aunque lo de la relocalización no terminaba de tener sentido. Por si eso fuera poco, había más:

"(...) Una vez relocalizado el Número Uno, será de vital importancia mantener un monitoreo permanente sobre ella. Previsiblemente el Número Uno desaparecerá en un lapso de unos meses o un año como máximo, y cuando reaparezca dejará de ser responsabilidad directa del Grupo H."

Esto era bastante confuso, pero parecía que alguien más se había olido mi inminente transformación... No toqué el tema por el momento, preocupada de revelar demasiada información ante gente que debía seguir a oscuras en el asunto, como Sheila, Alex y Caddy. En cambio, seguimos con el plan que el tal "Grupo H" tenía para el Número Dos, que evidentemente era Jackson:

"(...) Antecedentes oficiales y extraoficiales demuestran que el Número Dos no se maneja nada bien en situaciones de trabajo encubierto. Posee agudeza para los detalles y gran capacidad de deducción, pero las situaciones de persecución lo agotan y desestabilizan" explicaba el documento, justificando que "pese a su astucia, el Número Dos no es rival para alguien entrenado como Cero, sobre todo por sus principios morales de presunción de inocencia y su preferencia a preguntar antes y no después de disparar. Enviar al Número Dos a cazar a Cero es condenar al Número Dos a una muerte segura. (...) Una vez acontecida la muerte, de acuerdo a las circunstancias se decidirá entre calificarla de desaparición en acción o asesinato a manos de persona o personas desconocidas. En cualquier caso, el caso quedará sin resolver (...)".

Jackson había escuchado esto con el rostro impertérrito y los nudillos blancos de tanto que apretaba los puños. Viendo que no había mucho que acotar, pasamos a los amigables planes que el "Grupo H" tenía para el Número Tres, también conocido como Sheila Cotton:

"El Número Tres no posee automóvil propio ni suele conducir, aunque cuando lo hace es muy cuidadosa. Por lo tanto, conviene que su fallecimiento se produzca al ser arrollada por un automóvil. Debe parecer un accidente seguido de huida por parte de un conductor imprudente. Cero dispondrá de un automóvil invisible con al que acometer la operación, dicho automóvil será convenientemente desguazado una vez que el acto haya tenido el Número Tres llegara a sobrevivir al impacto, deberá ser trasladada sin falta al Hospital St. Mary, donde FM se encargará de neutralizar al Número Tres mediante la inyección de una burbuja de aire en su torrente sanguíneo (...)"

Sheila estaba tan pálida como Edward o Alice. Alex tenía las manos de ella entre las suyas, una combinación de alivio y susto en su rostro. La escuché murmurar un silencioso agradecimiento a que su hermana había sido identificada como Marlene de inmediato y no como Sheila...

—¿Qué significa eso de invisible? —murmuró Alex, sus ojos yendo de mí a Jackson.

—Sin papeles, sin chapa patente, sin dueño conocido... virtualmente inexistente —explicó Jackson en voz baja.

Viendo que tampoco había demasiado que añadir, pasamos al Número Cuatro, conocido en otros ámbitos bajo el nombre Alexander Stradivarius:

"(...) Dados los antecedentes del Número Cuatro que condujeron a su enrolamiento en el FBI, la situación es ideal para incriminarlo en una estafa. Será responsabilidad de AM que el Número Cuatro se encuentre en una situación tal que con sobradas razones se proceda a una incautación general de todos sus bienes y al arresto preventivo del Número Cuatro, que será trasladado de inmediato a una cárcel común. Sumado a la noticia de la desaparición física del Número Tres, la representación del suicidio del Número Cuatro será fácil de escenificar. La contratación de mano de obra interna para ejecutar la muerte del Número Cuatro dependerá de la cárcel a la que se lo traslade (...) El suicidio se realizará, dependiendo de las circunstancias, ya sea por ahorcamiento usando una prenda de ropa o por shock hemorrágico al cortarse el Número Cuatro las muñecas o el cuello con un elemento punzo cortante a determinar (...)"

Después de eso era Alex quien estaba de color verdoso y Sheila quien le murmuraba en tono tranquilizante en lo que debía ser italiano, porque yo no entendí una palabra. Ansiosa por saber qué más teníamos, pasamos al Número Cinco, alias Frederick Samstag:

"El Número Cinco vive junto a su madre; ella sufre de hipertensión arterial y no tolera la sal. DM entrará a la casa con una excusa a determinar y se ocupará de reemplazar el contenido del salero que sólo utiliza el Número Cinco con un preparado de 98% cloruro de sodio y 2% sales de talio. La apariencia del preparado no llama la atención ni se altera el sabor. Los resultados empezarán a verse a partir de tres o cuatro días de comenzar la consumición; en un lapso de ocho a diez días, el Número Cinco será ingresado al Hospital St. Mary, donde concurre cada vez que necesita un médico, con un diagnóstico de enfermedad severa. Una vez en el nosocomio, FM se encargará de seguir administrando dosis mínimas pero constantes de las sales de talio hasta que la muerte natural tenga lugar (...)"

—Quisieron envenenarme de un modo lento y horrible con cloro no sé cuánto y sales de no sé qué —murmuró Fred, horrorizado.

—Cloruro de sodio es la sal de mesa —murmuró Alex, reprimiendo una sonrisa.

—Te quisieron envenenar de un modo lento y horrible mezclando sal común con veneno —explicó Sheila, un poco fastidiada y un poco divertida.

—Ah. Bueno, pero cloro de sodio suena aterrador —se encogió de hombros Fred, algo incómodo.

—Cloruro de sodio –corrigió Sheila.

—Como se llame –descartó Fred—. Suena peor todavía.

—Tenemos iniciales sobre las que trabajar —señaló Jackson, que había tomado apuntes en un pedazo de papel—. Tenemos a AM, FM y DM.

—Suena como si fuesen parientes, todos con el mismo apellido —mencionó Phillips.

—Suponiendo que ésas sean iniciales y no un código —hizo ver Caddy—. Todo lo otro, con Cero, Número Uno, Número Dos y todo eso fueron códigos, ¿tal vez esto también sea un código?

—Es posible —tuvo que admitir Jackson—. Incluso si fuesen iniciales, hay un millón de posibilidades para cada uno...

—Annemarie Maus era una de mis compañeras de la escuela primaria —comentó Caddy—, y lo último que supe de ella era que es maestra de primer grado en Ohio. Oh, y conocí a un Daniel Maholne, era un gamberro de diez años que trató de vender a su hermanita de dos años, tan celoso estaba de ella.

—¡Eso no es nada! —respondió Phillips, entusiasmándose—. Yo una vez arresté a una mujer llamada Fragance Millow, que había molido a golpes a su vecina con un palo de escoba porque la vecina se reía de su nombre. Y después estaba Destiny War...

—Pero esas no son las iniciales que buscamos —le recordó Fred.

—No. ¡Pero se llamaba Destiny War! —exclamó Phillips, que todavía parecía incrédulo de que alguien pudiese llamarse así—. Ella se cambió el nombre a Ruby y era bailarina nudista en un local de mala reputación de Nueva York.

—Ah, pero yo tuve una bisabuela que se llamaba Ismene Eggwenn Sommerset... —empezó Fred.

—Yo conocí a un grupo de gente que hablaba de tonterías en los momentos más inoportunos —gruñí, fastidiada de la liviandad con que los demás se tomaban el asunto.

—Yo en una ocasión robé los archivos de una familia de hackers con padres que habían sido hippies —dijo Alex suavemente, tanto que sólo los que estábamos más cerca lo oímos, mientras Caddy, Phillips, Fred y Sheila contaban historias cada vez más exageradas sobre gente con nombres raros—. Los jóvenes se llamaban Autumn Sun Monterro, Faunus River Monterro y Dawn Star Monterro. Sus iniciales eran AM, FM y DM.

—¿Estás seguro? —le pregunté a Alex en una especie de chillido estrangulado.

—Por completo. Robé archivos personales junto con los demás, un poco por accidente, un poco por venganza, un poco por curiosidad —reconoció él en un susurro—. Toda la familia Monterro trabaja para el tal "Proyecto Fénix, Grupo H, Plan Silentio". Y son muy buenos en las maldades que hacen.

Estaba por responderle cuando Edward y Alice a la par levantaron la cabeza y clavaron la mirada en la puerta. Hubiese dicho que sus expresiones trataban de disimular susto y sorpresa de no ser porque sabía que no era posible asustar ni sorprender a Alice ni a Edward.

—Alguien golpeó a la puerta —justificó Alice, mientras Edward se levantaba de su asiento.

—Voy a ver quién es —dijo él, el nerviosismo imposible de ocultar mientras iba hacia la puerta. Ver nervioso a Edward me puso al borde del ataque de nervios a mí... ¿qué podía preocupar a un vampiro?

Los demás debieron presentir que algo muy raro estaba cocinándose allí, porque dejaron de lado la leyenda urbana del niño llamado "Eczema" (su madre estaba muy orgullosa de haber encontrado el nombre en un libro de medicina) y la historia supuestamente verídica sobre las mellizas Paris y London, que Phillips juraba haber conocido personalmente, para poner toda su atención en la puerta.

Edward la abrió lentamente, y tras cambiar unas palabras con quien estaba al otro lado, él y otro hombre entraron hasta donde estábamos los demás. A Edward se lo veía forzadamente compuesto, mientras que el otro parecía curioso.

Era evidente que el visitante inesperado era un vampiro. Aunque debía estar a cuatro o cinco metros de donde estaba sentada yo, sus ojos rojo oscuro, casi borgoña, eran insoslayables. Su piel era pálida y su andar lleno de gracia. Aún así, algo no acababa de encajar en él, y me llevó unos segundos comprender qué era.

Él era de estatura media, no mucho más alto que yo. Había 'entradas', signos de incipiente calvicie; su cabello era de ese color tan difícil de describir que algunos llaman "arratonado", y estaba salpicado de canas en las sienes. Su vientre era bastante prominente, incluso oculto bajo la camisa gris y los pantalones de vestir negros. Su rostro, manos y cuello tenían, no exactamente arrugas, sino una especie de marcas de edad. Era como si hubiese tenido arrugas antes de que la transformación las suavizara, dejando algo que no eran arrugas pero tampoco piel lisa. No se parecía a los Vulturi, pero tampoco a los Cullen.

Tardé un poco en comprender qué me resultaba tan extraño de este vampiro, y fue sólo cuando lo vi junto a Edward que caí en la cuenta qué era: el visitante era alguien que debía haber rondado los sesenta años cuando había sido convertido, quizás un poco más o menos. Yo estaba tan acostumbrada a que todos los Cullen eran muy jóvenes que ver a un vampiro de más de treinta años no dejaba de parecerme increíblemente exótico. También los nómadas James, Victoria y Laurent debían haber tenido veintilargos como mucho al momento de ser convertidos... yo nunca había visto una persona adulta mayor convertida.

—John, ellos son un grupo de amigos nuestros, y ella es mi hermana Alice —presentó Edward velozmente, como tratando de no entrar en detalles—. Él es John, un amigo de la familia.

—¡Oh, tu familia tiene nuevos integrantes! —exclamó John—. Qué interesante. Mucho gusto en conocerlos a todos. ¿Dónde puedo encontrar al querido Carlisle?

—¡John, pero qué sorpresa! —exclamó Carlisle desde la escalera. Parecía genuinamente sorprendido, y sin saber si para bien o mal—. No tenía idea que vendrías.

—Ah, fue una decisión repentina —respondió el tal John, sonriendo mientras subía las escaleras hacia donde estaba Carlisle—. Espero que no estés ocupado, porque te tengo unas noticias que te interesarán mucho, me atrevo a decir.

—Si es otra vez por tu proyecto... —suspiró Carlisle con resignación, como quien oye la misma historia por milésima vez.

—No, no —sacudió la cabeza el otro, echando un vistazo por sobre el hombro antes de decir en voz baja, pero lo suficientemente alta como para que toda la silenciosa habitación lo escuchara:— Esto es sobre un grupo de cotillas, de chusmas, que están metiendo la nariz donde no deben. Se hacen llamar "Proyecto Fénix"...

El jadeo colectivo detuvo a John de seguir hablando. Nos miró a todos con viva curiosidad, como instándonos a hablar.

—Estamos investigando algunas fechorías del "Proyecto Fénix", más específicamente del Grupo H —dije yo, esperando que él diese alguna información al respecto—. Intentaron eliminar a casi todos los que estamos en esta habitación, y asesinaron a un compañero mío.

Los ojos de John se abrieron enormes antes de responder:

—¿El grupo H hizo eso? Oh, ah... ¡estupendo...! –bajó las escaleras rápidamente, pero a paso humano, Carlisle justo detrás de él.

John volvió a sonreír, y algo en esa sonrisa de dientes blancos y ojos rojos me hizo retroceder un paso. Edward estaba a mi lado al segundo siguiente, medio escudándome tras su cuerpo. Su pose no era amenazadora, sólo... precavida.

La sonrisa de John se intensificó más.

—Entonces asumo que estoy en presencia de Isabella Swan, ¿verdad? —preguntó, expectante.

Fue mi turno de boquear como pez fuera del agua. También Edward dio un respingo.

—Pusiste un proyecto gubernamental, que lleva casi doscientos años desarrollándose en el más absoluto secreto y reserva, en jaque... Todos esos incompetentes están trepándose las paredes sobre cómo guardar el secreto —me sonrió John con alegría—. Todos en Nevada están de los nervios.

—¿Nevada? —repetí, sorprendida.

—Claro —respondió John con naturalidad—. ¿Dónde creías que está el Área 51?

—Pero el Área 51 es... —yo no podía ni completar las frases, tan aturdida estaba.

—Está para pruebas militares, proyectos no del todo oficiales, y una parte importante pertenece a la CIA —explicó John—. ¿Quién creías que mandó a eliminar tu informe, más detallado y con más veracidad de lo que casi dos siglos de investigación habían sido capaces de producir?

Valiéndome de la promesa que les había arrancado a mis compañeros y equipo antes de la llegada de John, les pedí que se quedaran en la sala, y que Jackson y yo nos reuniríamos con John en la cocina. A varios esto los ofendió un poco, pero a Edward y Alice los volvió medio histéricos.

—Bella, yo no puedo oírlo y Alice no puede verlo –me susurró Edward, preocupado.

—¿No puedes oírlo... como no puedes oírme a mí? –le pregunté, atónita. Siempre habíamos creído que mi mudez mental frente a Edward era única, pero en realidad, el que hubiese alguien más que fuese silencioso para él era totalmente posible...

—No, es distinto. John ya nos visitó una vez antes, cuando vivíamos en Ithaca, antes de que Alice y Jasper se sumaran a la familia —explicó Edward rápidamente—. En ese entonces, yo podía oír sus pensamientos como con cualquier otra persona, pero ahora no puedo. Es como si no estuviese ahí. Y Alice tampoco puede verlo. Te ve, junto a Jackson, hablándole al aire... es como si no estuviese ahí —repitió, inquieto.

Tomé aire, tratando de ubicar esta nueva información en medio del rompecabezas que era lo que estaba pasando. John evidentemente tenía un don, que no había usado antes en presencia de los Cullen... ¿pero por qué ahora?

—Bella, por favor, no te encierres con él a solas —me rogó Edward, ansioso—. Si él decidiera atacarte, no lo veríamos a tiempo, no podríamos detenerlo...

—Creo que John es lo suficientemente inteligente como para no decidir atacarme sabiendo que hay siete personas en la habitación de al lado decididas a descuartizarlo si me pone un dedo encima —le hice ver. Pese a sus ojos rojos, John no me inspiraba miedo, sino curiosidad... la mayor parte del tiempo.

Edward me miró como si acabaran de brotarme tres brazos más a cada lado del cuerpo.

—No puedes estar hablando en serio —murmuró, atónito—. ¿Quieres encerrarte con él, a sabiendas de lo que puede hacer, y de cómo son sus ojos?

—Necesito respuestas —le dije, intentando que esas dos palabras explicaran lo lejos que yo estaba dispuesta a ir con tal de lograr llegar al fondo del asunto.

Con un suspiro derrotado, Edward me abrazó.

—Cuídate, ¿sí? —sopló en mi oído, causándome el más placentero escalofrío.

Yo todavía estaba asintiendo con la cabeza, medio embobada con su perfume, cuando Edward me dio un largo, helado y sensual beso, mientras me abrazaba con fuerza (sin lastimarme ni tocarme en ningún lugar indebido, no hubiese sido Edward de otro modo). Nos separamos cuando a mí la cabeza me empezó a dar vueltas por la falta de aire, aunque valió la pena, ¡y cómo!

Sheila me dirigió una sonrisa que pretendía ser disimulada, Alex sonreía sin mirar en mi dirección, Fred levantó los pulgares en dirección a Edward con una enorme sonrisa, Caddy y Phillips quisieron fingir que no habían visto nada (y no lo lograron), Alice tenía la mirada perdida que indicaba que oteaba el futuro, Jackson estudiaba con la mirada a John... y John tenía la cabeza ladeada, estudiando el conjunto formado por Edward y por mí con curiosidad y simpatía a la vez.

Edward dijo algo en voz muy baja y moviendo muy rápido los labios, tanto que yo no entendí una palabra, pero Alice dio un respingo y Carlisle, que estaba conversando con Fred en voz baja, levantó la cabeza de golpe y le dirigió una mirada shockeada a su hijo. John se limitó a enarcar las cejas y a enderezar la cabeza.

—Te amo —musitó Edward, librándome de su abrazo sólo cuando estuvo seguro que yo no iba a caerme.

—Yo más —pude murmurar de regreso, deliciosamente aturdida.

—Imposible —replicó él con una de sus sonrisas torcidas—. Ve, salva el mundo y regresa sana y salva, ¿sí?

—Ajá... —fue mi brillante respuesta.

.

Jackson y yo nos encerramos con John en la cocina, mientras los demás se quedaron en la sala.

—Los informes no te hacían justicia —sonrió John ampliamente—. Tienes una capacidad de mando impresionante.

—Las circunstancias hacen a las personas —me encogí de hombros mientras nos sentábamos. John se quedó de pie.

—Le preguntaría si quiere algo de beber, pero no creo que acepte nada de lo iba a ofrecerle —le dije a John, que sonreía más—. Siéntese, por favor.

—Increíble —murmuró, como hipnotizado—. Nunca encontré a nadie que, sabiendo, se comportara con tanta naturalidad.

—Tengo algo de práctica —le respondí con una sonrisa de compromiso. Jackson estaba completamente serio y observando al detalle cada movimiento de John.

—Sin duda —sonrió John, que parecía fascinado por mí.

—Entonces, John... ¿puedo llamarlo John? —pregunté por cortesía. Era preferible no ofenderlo.

—Por favor. Adopté ese nombre hace algún tiempo, mi nombre original está un poco pasado de moda hoy por hoy —mencionó él como al pasar.

—Oh, pero los nombres antiguos están volviendo a usarse —dije, por hacer un comentario.

—Puede ser, pero hasta ahora no me crucé con nadie que se llamara Gwrddywal-uchdryd —respondió con una mueca.

Junto con un mohín por lo extraño del nombre, mi mente se disparó a tratar de ubicar de qué época debía proceder ese nombre. Sonaba muy, muy antiguo... ¿pero cómo de antiguo exactamente?

—Aquí donde me ven, yo fui un druida —respondió John a mi no formulada pregunta—. Fue alrededor del año que ahora llaman cien antes de Cristo que fui convertido. La imagen de los druidas que llegó a esta época está muy distorsionada, nos pintan como a unos idiotas que bailaban vestidos de blanco alrededor de unas piedras —dijo con desdén—. Además de sacerdotes y depositarios de los conocimientos que el pueblo tenía, éramos sanadores, los médicos de ese entonces. Cuando fui convertido, una vez superada la peor etapa —dijo con una mirada significativa hacia mí—, empecé a buscar el modo de recuperar mi humanidad. Recorrí el mundo entero, durante siglos, buscando una forma de revertir el proceso... hasta ahora, sin éxito. Fue durante uno de esos viajes que conocí a Edward, que me detuvo de... atacar... a una mujer; después me explicó que tenía tres pequeños hijos que dependían de ella. Comenzamos a conversar, y finalmente conocí a toda la familia, aunque sólo eran cinco personas en ese entonces.

Yo lo escuchaba con atónita atención mientras él seguía ahí, de pie, sonriendo levemente. Nunca la hubiese tomado por alguien de más de dos mil cien años de... ¿vida? ¿Existencia? ¿Antigüedad? Como sea, era impactante.

—Carlisle y yo no llevamos bien de inmediato, aunque desde el principio discrepamos en si la cura de nuestra condición era posible o no. Yo estaba, y sigo estando, convencido de que hay una manera de revertirlo, y Carlisle está resignado a que no es posible volver atrás. Los dejé después de un tiempo para seguir con mis viajes, aunque seguimos viéndonos cada pocos años... cuando tienes tanto tiempo a tus espaldas como yo, "mucho" o "poco" se convierten en nociones más bien ambiguas —reconoció John con una sonrisita—. Llevaba unas décadas viajando cuando me tropecé con unos hombres que querían hablarme por un proyecto súper secreto en el que estaban interesados en "darme cabida" —John marco las comillas con los dedos—. Sus palabras, no las mías. Fui al lugar en que me citaron, ya que no tenía nada mejor que hacer. Eran tres hombres y una mujer los que se reunieron conmigo, y me explicaron que pertenecían a un proyecto de investigación de la CIA llamado Fénix, por el ave mítica que renace fortificada de entre sus cenizas. Algo morboso, pero acertado, para describir la transformación.

»Según ellos, la CIA tenía conocimiento de la existencia de los vampiros desde hacía más de un siglo, y este grupo en especial estaba destinado a estudiarlos, intentar encontrar formas de detenerlo, y en lo posible, de revertir el proceso... de encontrar una cura. Eso fue lo que me decidió a unirme al grupo: la esperanza que, trabajando en equipo, por fin me fuese posible dar con la cura –explicó con el fervor y la convicción de un fanático—. Yo solo había investigado mucho, pero no disponía de un gran equipo, y algunos experimentos no pueden hacerse de un modo totalmente teórico. Tranquilos, no hubo tortura, muerte ni transformación en mis ensayos –aseguró, levantando las manos como queriendo atajarse—. Se trataba sobre todo de reacciones químicas, de la acción de mi saliva en sangre de distintos tipos y edades, por ejemplo. Ni siquiera hubo animales involucrados.

Respiré profundo, más tranquila, y lo insté a continuar con un gesto de la mano.

—Con el paso de los años, fui conociendo el funcionar del grupo bastante bien. Las personas cambiaban con el tiempo, pero la organización era la misma... es asombroso como la macroestructura superaba a cada uno de sus componentes, era casi como si el Proyecto Fénix funcionara solo, con las personas siendo piezas reemplazables. Fue así que supe que había dos grupos, el V y el H. No les costará deducir que eran por Vampiro y Humano respectivamente —comentó con una mueca—. El grupo H, a mi parecer, no tenía demasiada razón de existir, pero no hice comentarios. No es como si supieran de antemano qué humanos iban a ser convertidos, y no tenía sentido investigarlos una vez que dejaban de ser humanos... Eso fue hasta que comprendí que su misión era apagar las sospechas cada vez que alguien se volvía demasiado cercano a la verdad. Aunque no podían acabar con neófitos rebeldes que mataran gente, sí se ocupaban de mantener el secreto entre los humanos.

»Ellos sospechaban de los Cullen, pero no estaban seguros. Había una cantidad de factores que contradecían la teoría: el color de los ojos, la ausencia de muertes misteriosas, el tamaño del grupo, la profesión de Carlisle... Yo nunca me preocupé por decirles la verdad, y tampoco me preguntaron. Mejor así –se encogió de hombros antes de esbozar una sonrisa irónica—. Entonces, hace dos o tres años, alguien llegó con la noticia que el FBI estaba investigando a los Cullen por evasión impositiva.

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