Sarah Cooper
—De acuerdo ahora intenta con este—dijo mientras me extendía una de las ballestas.
—¿Estás seguro?—digo dudosa—. No creo que la ballesta sea la causa de mi mala puntería, que me des una roja o azul no hará que tire bien—suelto un bufido, observando a Jennifer recoger las flechas del suelo.
—Sólo intenta, no es posible que ayer hayas atinado a todos los puntos en el bosque y hoy no puedas darle a un estúpido árbol—Richard extiende la ballesta hacia mí colocándola sobre mi pecho.
La tomo a regañadientes. Aunque sé que tiene razón, es algo ilógico que ayer haya atravesado con una flecha la pequeña uva en la ensalada de Rihanna y hoy no pueda atinarle a un árbol gordo a menos de diez metros.
—Apunta.
Inhala. Exhala.
Elevo la ballesta y apunto a mi objetivo.
—Respira, mantén la calma en todo momento—me instruye.
Dejo salir un largo suspiro cerrando los ojos por un par de segundos, al abrirlos, mantengo la vista fija en el enorme árbol.
—Dispara.
Y lo hago.
Sólo que esta vez, la flecha no cae junto al árbol, sino a tres metros de él. Suelto un bufido, exasperada.
—Tranquila, otro intento—dice con ánimos forzados dándome palmaditas de consolación.
—Tal vez pueda con la dorada—dice Alex desde la roca en la que se encuentra sentado. Su sonrisa burlona en todo momento.
—Tu sarcasmo me revuelve el estómago—pongo los ojos en blanco.
—Y a mí tu pésima puntería—contraataca.
—Tal vez si coloco una foto de tu rostro al fin pueda atinarle—su sonrisa se borra al instante, él entreabre los labios para hablar cuando Richard interviene en nuestra pequeña discusión.
—De acuerdo, silencio chicos—dice—. Sigamos con esto—toma mis manos para elevar la ballesta con delicadeza.
Asiento sin ganas y apunto al maldito árbol de nuevo. Richard se aleja un par de metros, atento a mis movimientos.
—Ten la mente en blanco, no pienses en nada que no sea ese árbol—continúa suavizando su voz.
Obedezco tratando de ordenar mis ideas, pensar en nada es algo que me resulta imposible, y menos en este momento en que me he puesto a recordar el transcurso de la mañana en segundos, todo lo contrario a lo que Richard me ha pedido, sin embargo, al desobedecerlo recuerdo o más bien, me doy cuenta, de que algo en mis recuerdos no cuadraba, no tenía sentido. Ya que, supongo que no es normal, recordar haber estado en la cocina, y de repente, tener un vaso de jugo de uva en la mano derecha. Detesto el jugo de uva, recuerdo haberlo arrojado después. Fue ahí cuando pensé.
Algo falta.
Un recuerdo que no está ahí, siento como si hubiera estado congelada por segundos, como si me hubiesen arrebatado algo...
Como si lo hubiese olvidado...
Es ahí cuando caigo en la cuenta de algo terrible. Algo que me enfurece, que me enoja demasiado.
—No lo puedo creer—murmuro a volumen bajo— ¿Tú hiciste esto?—bajo la ballesta hasta mis caderas.
Doy media vuelta y observo como Alex me mira divertido.
— ¡Eres un maldito imbécil!—arrojo la ballesta lo más lejos que puedo, y como lo supuse, esta cae más que lejos del lugar en donde quería que cayera.
Camino hacia Alex abriéndome paso entre los demás que me observan desconcertados, pero a la vez, con una pisca de asombro.
—¿De qué estás hablando?—dice con naturalidad.
—No finjas—digo cuando estoy a dos pasos de él—. ¿Cómo pudiste?
Abre los ojos de par en par.
—No es lo que crees—eleva ambas manos al nivel de su pecho.
—Me hipnotizaste para que mi puntería fuera mala y luego me hiciste olvidarlo—la ira comienza a crecer dentro de mí, quería tomar una de mis flechas y sacarle los ojos.
—De acuerdo, sí es lo que crees pero...
—Ya quiero que encontremos la otra entrada a la cueva del Vamperus...—digo interrumpiendo sus palabras—. Yo misma te clavaré una estaca.
Lo esquivo y camino en dirección a casa hecha una furia.
Recuerdo de pequeña haber visto alguna de esas asquerosas películas de terror y haber tenido pesadillas por un par de semanas, las películas de terror son mi más grande trauma, jamás olvidaré la vez que vi aquella película sobre espejos macabros y no haberme mirado al espejo por un largo tiempo. En resumen, las películas de horror, me aterraban.
Obviamente, a mi edad, sería una verguenza que aún me asustaran, pero al menos en mi opinión, las películas de antes, de las épocas de nuestros padres o abuelos, son las que en verdad daban miedo, o en realidad merecían que la catalogaran como "Película de horror", ahora en cambio, es más terror psicológico y absurdo miedo que tratan de introducir a la audiencia. Lo cual logran conmigo.
—¡Sólo voltea!—repite esta vez más eufórica—. ¡Está detrás de ti inútil!... ¡Da la vuelta!—y como si la hubiese escuchado, la chica de la película voltea, para luego recibir apuñaladas—. ¡Demonios!...Está muerta—Jennifer señala la pantalla con total decepción—. Está...muerta—deja salir un profundo suspiro.
Yo en cambio, observo a la chica aterrada.
—Terminó—deja salir una risa seca observando los créditos.
—¿Quieren ver Espejos Siniestros?—pregunta Rihanna.
—¡No!—soy la primera en dar una respuesta.
Todos me miran extrañados.
—Vamos Sarah, es sólo una película, mi madre siempre me decía, «Cariño, nada de eso es real»—dice sonriendo con amabilidad.
—¿Y me lo dirás a mí ahora?—digo señalando con la mirada a los vampiros en la habitación que miran atentos la pantalla.
—Sí, creo que ese fue un pésimo ejemplo... ¡Pongamos la película!—exclama animada.
—Claro, sí... iré a mirarme al espejo por última vez—me pongo de pie mientras todos me miran burlones.
Camino en dirección al baño que se encuentra en la primera planta, y como dije, lo primero que hago es mirarme en el espejo, sólo que detrás de mí observo a alguien más.
—¿Qué diablos haces aquí?—digo, volteando con rapidez. Odio cuando hace eso.
—Quería hablar contigo—Alex, permanece de pie bloqueando la única salida.
—¿Y no podías hacerlo telepáticamente? Así me ahorro las ganas que tengo ahora de golpearte, lamentablemente no puedo hacerlo—esbozo una sonrisa falsa antes de volverme hacia el lavamanos y abrir el grifo.
—No puedo deshipnotizarte telepáticamente—mi rostro se ilumina al escuchar sus palabras.
—¿¡Me deshipnotizarás!?—digo eufórica, alejando mis manos húmedas del chorro de agua.
—Shhh, no hables tan fuerte—dice colocando su dedo índice en mis labios.
En otra circunstancia me hubiese paralizado ante su toque, o tal vez me hubiera alejado de él, pero por ahora mi vista permanecía fija en sus ojos y en aquel destello naranja.
—¿Me deshipnotizarás?—vuelvo a decir ahora en un susurro, cosa que me desconcierta.
Y lo hizo de nuevo.
—Sí—ríe—. Pero primero...—su expresión ahora cambia a seria.
—Tus cambios de humor me revuelven el estómago—susurro de nuevo.
—Andas muy nauseabunda hoy—dice divertido.
—Para estarlo sólo tengo que mirarte—susurro, frunciendo el ceño.
—De acuerdo escucha...—me sujeta de los hombros—. Sé que me odias por lo que hice, sé que estuvo mal, pero sólo intentaba protegerte, y lo seguiré haciendo las veces que sea necesario.
—Sí, ¿Y esto también era necesario?—susurro señalando mi situación.
—Eso sólo lo hice para que dejaras de hablar un poco, pero veo que no puedes hacerlo...—deja caer sus brazos a los costados—. Este es mi último intento para hacerte cambiar de opinión y que no te unas a nosotros, ¿Entiendes que estas echando a perder mi intento de salvar tu vida?—dice—. Te pido, que no te nos unas a nuestro acto suicida...—¿Así es como lo llaman ahora?—. O de lo contrario tendré que obligarte...
—¿Me estás amenazando?—susurro ligeramente indignada.
—Sí.
Da media vuelta dispuesto a irse.
—Espera—lo detengo—. Te ofrezco un trato.
Se vuelve hacia mí expectante en espera de mis siguientes palabras.
—Te escucho—hace un ademán para que continúe.
—Si encuentro alguna forma de tener una ventaja contra los vampiros, algo que no sea sólo una ballesta, entonces podré ayudar—digo...en malditos susurros.
—¿Y si no...qué?—interroga.
—Me quedaré aquí, preparando una tarta de frutas de la victoria para cuando lleguen—digo (Susurro), con fingida alegría.
—Muy apenas sabes prepararte un cereal con leche—me dice esbozando su estúpida sonrisa burlona.
—¿Aceptas o no?—espeto, en susurros claro.
Vacila un poco antes de contestar:
—Acepto.
Dicho esto, da media vuelta y sale del baño decidido. Permanezco satisfecha con lo sucedido hasta que recuerdo.
—¡Oye, alto espera!—susurro y corro tras él.
Después de que Alex me deshipnotizara, pude regresar a mis prácticas con Richard. Esta vez sí le di al árbol y disfrute de ello haciendo mi baile de la victoria. Pero el ambiente se tornó serio a la hora de la comida.
—¿Bien quién quiere ir al sótano por las herramientas?—mi tía Sandra entra al comedor con su delantal en la cintura.
Automáticamente los vampiros presentes le clavan la mirada, como si su comentario anterior los hubiese ofendido.
—Sobre mi frío cadáver—espeta Rihanna, jugando con el cubito de Rubik.
—¿Adelí?—dice mi tía con sutileza.
—Ni aunque muriera de nuevo—dice sin prestarle atención mientras cambia de canal en la televisión.
En ese momento Rihanna le lanza una mirada cargada de odio, supongo que no ha sido fácil para ella superar lo de Greg, de hecho no ha sido fácil para la mayoría de nosotros, pero Rihanna se ha encargado de demostrar lo mucho que aborrece a la pelirroja.
—Chicos por favor, enserio necesito esas herramientas, iría yo misma pero son demasiado pesadas—se excusa.
—Lo lamento, enserio Sandra pero ese lugar, es horrible—Pryscilla hace una mueca de disgusto.
—¡Oye!—exclamo ofendida—. Sé que la decoración no es agradable pero es un lugar en donde guardamos nuestros lindos recuerdos.
—No, hablo enserio, ese lugar es...horrible—dice negando con la cabeza.
—A lo que Pryscilla se refiere—habla Rihanna esta vez—. Es que cada vez que uno de nosotros baja, regresa, mareado o débil.
—El suelo es lo peor—se queja Zack.
—¿Qué es lo que sienten al bajar?—digo confundida.
—Dolor—Alex baja por las escaleras y camina en mi dirección—. Sobre todo el suelo como dijo Zack.
—¿Qué tiene el suelo?—interroga Andrew igual de sorprendido que yo.
—Arde—concluye.
Andrew y yo intercambiamos miradas. Creo que ambos pensamos lo mismo.
—¿Qué sucede?
—¿Desde cuándo sienten eso al bajar?—inquiero, ignorando la duda de Scord.
—Poco antes de que te fueras, bajé por unas tijeras para el jardín, las necesitábamos para forjar el escudo de la casa, y lo sentí, en cuanto bajé del escalón y toqué el suelo, sentí el ardor, pero sólo se siente si estás descalzo, pero aun con zapatos sientes el mareo, como si ese lugar estuviera impregnado de una especie de gas, he intentado no respirarlo pero aun así, es como si se metiera a la piel—explica Adelí—. Pero ya había bajado un par de días antes, y no sentí nada de eso, sentí el lugar como cualquier otra habitación de la casa.
Permanecemos en silencio analizando la situación.
—¿Estás pensando en lo mismo que yo?—me vuelvo hacia Andrew. Este asiente—. Colóquense guantes y zapatos, iremos al sótano.
Todos hacen caso. Ya listos nos disponemos a bajar al sótano, una vez abajo los vampiros se aferran a la pared. Andrew y yo nos agachamos examinando el suelo de tablones de madera.
Definitivamente aquí había algo muy extraño.
—Alex ayúdame a quitarla—le pido.
—¿Qué?—dice incrédulo.
—La madera, quítala—le ordeno esta vez.
Este obedece desconcertado, sus hermanos se unen a él y poco a poco retiran los tablones.
Y con cada tabla que retiran del suelo de madera, sólo estoy más segura de lo que pienso.
Una vez hecho un pequeño agujero, nos ponemos alrededor y observamos perplejos.
Cristales relucientes, se asoman por lo que parece ser, un enorme agujero del tamaño de la casa, o más bien, una entrada, la segunda entrada a la cueva de Vamperus.
—La encontramos—es lo único que puedo decir al observar la belleza de cada una de las piedras preciosas.