Deseo Prohibido

Por RominaGonzalez99

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esta va a ser una adaptación, la chica nunca la termino de escribir. Yo la quiero continuar.Espero que les gu... Más

Introducción
Capítulo 1
Capítulo 2
Capítulo 3
Capítulo 4
Capítulo 5
Capítulo 6
Capítulo 7
Capítulo 8
Aviso
Capítulo 9
Capítulo 10
Capítulo 11
Capítulo 12
Capítulo 13
Capítulo 14
Capítulo 15
Capítulo 17
Capítulo 18
Capítulo 19
Capítulo 20
Capítulo 21
Capítulo 22
Capítulo 23
Capítulo 24
Capítulo 25
Capítulo 26
Capítulo 27
Capítulo 28
Capítulo 29
Capítulo 30
Capítulo 31
Capítulo 32
Capítulo 33
Capítulo 34
Capítulo 35
Capítulo 36
Capítulo 37
Capítulo 38
Capítulo 39
Capítulo 40
Capítulo 41
Nota
Capítulo 42
Capítulo 43
Capítulo 44

Capítulo 16

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Por RominaGonzalez99

-Hasta pronto, Nico-dije.
Cuando lo vi introducirse a su departamento, me giré a mirar a Mariano, quien seguía parado allí, de brazos cruzados y mirándome.
-¿Decidiste hacerle caso a Candela?-bromeó.
-¿Qué?-inquirí, confundida.
Se separó de la puerta cuando yo me dirigí para abrirla.
-Sí, eso de buscarte pareja-respondió, pero la broma ya no le salió como tal.
Exploté en estruendosas carcajadas.
-Sólo salí a tomar un café con mi vecino para conocerlo mejor-expliqué-. Eso no tiene nada que ver con los planes macabros de Candela.
Él río.
-¿Con que son macabros? Se lo voy a decir, te acusaré-bromeó, divertido.
-No hace falta, ella lo sabe-abrí la puerta y Mariano se introdujo detrás de mí-. ¿Si sabes que Candela llega hasta las ocho verdad?-dije, sarcástica.
-Lo sé, pero es que no tengo mucho que hacer y es mejor pasar el rato aca mientras que la espero.
-Bueno, es agradable tenerte aquí mientras que llega-pensé... esperen, esperen, no lo pensé, ¿lo dije?
-Gracias, qué linda-dijo y en ese momento di gracias de encontrarme de espaldas puesto que todo el color se me subió al rostro-. Mañana saldremos todos, así podrás conocer a mi hermano, Victorio, ¿lo recuerdas?-dijo, totalmente ajeno al caos que estaba habitando en mi interior debido a sus palabras.
-Emm... sí, estoy emocionada-farfullé.
-Victorio también.
Así, planeamos lo que sería el día de mañana y estar a su lado lo encontraba cada vez más cómodo y magnífico. El tenía ese raro poder para maravillarme, dejarme sin el habla o adivinarme los pensamientos a veces; era simplemente sensacional y la fierecilla se regocijaba llena de felicidad; pero sólo hasta que llegaba Candela, porque luego, al verlos reírse el uno con el otro y llamarse "amor" ésta empezaba a incomodarse y me hacía salir de la escena cursi que no queríamos ver ni ella ni yo. Porque empezaba a resultarme drásticamente incómoda.

-¡Petisa, arriba!-Candela tenía la costumbre de despertarme con golpes en la puerta, por eso era lindo que se fuera a trabajar.
Balbuceé entre la almohada y luego comprendí que los molestos golpes en la puerta no pararían hasta que Candela me viera con los ojos abiertos. Me llevé los puños a los ojos y comencé a tañarlos para desemperezarme, luego abrí paso a un bostezo grande.
Me paré con pereza y abrí la puerta, Candela estaba en la cocina buscando algo en el refrigerador. Me miró.
-Ponete algo lindo, algo verde, a Victorio le gusta el verde-dijo.
-Estás loca-le dine y me di la me di vuelta para vestirme.
-Si quieres gustarle a Victorio, escucha mis consejos-gritó desde la cocina.
-No quiero gustarle a Victorio, ¡ni siquiera lo conozco!-me quejé, saliendo de nuevo de mi habitación; increíblemente asombrada del esfuerzo de Candela por emparejarme.
-Sólo vístete, ¿quieres? Ellos llegarán en cualquier momento.
-Sos perversa-la fulminé con la mirada.
-Pero así me quieres-me sacó la lengua y me vi obligada a reír.
-Tonta-dije.
Me vestí con una blusa azul turquesa y con unos jeans entubados, sólo por llevarle la contraria a Candela. A los pocos minutos, oí el timbre sonar, y la fierecilla empezó a saltar de un lado a otro cantando el nombre de Mariano.
Salí de mi habitación al oír el murmullo de las voces, y allí junto al ángel de oro, reposaba otro. Era muy parecido a Mariano, sin embargo, su cabello era rizado, casi como el de Nicolas; pero estos rizos se encontraban un poco más despeinados; su piel, casi del color de la de su hermano, hacía lucir sus ojos verdes, y cuando me sonrió, los pómulos se le elevaron notablemente.
-Hola-musité.
-Lali, mira, él es Victorio-me dijo Candela, empujándome por el codo hacía el par de ángeles.
Extendí la mano para saludarle y él respondió mi saludo.
-Hola-me dijo.
No estaba muy segura, pero sentía dentro de mí como dos partes; una, atenta a Victorio; pero la otra, atenta a Mariano. Seguro la fierecilla estaba dentro de la segunda.
-Bueno, ya que se conocieron, ¿a dónde vamos a ir?-preguntó Candela.
-¿Quieren desayunar en...?-la voz de Mariano habló por fin, y yo, completa, me perdí en ella.
Dejé de oír entonces la conversación que tenían los tres, de hecho, mis ojos estaban tercos y habían dejado a mis otros sentidos inactivos, ya que ellos se aferraban a mantener la vista en Mariano.
Los labios de los demás dejaron de moverse, luego me miraron. ¡Reacciona! Me ordenó una voz en mi cabeza. Entonces mis sentidos comenzaron a activarse de nuevo.
-¡Lali!-me sacudió Candela.
-¿Eh?-musité, terriblemente desconcertada.
-¿Que si quieres almorzar pizza?-me preguntó.
-Amm... sí-dije.
¿Cuánto tiempo me habían estado hablando?
-Vamos, entonces-concluyó Mariano.
Nos dejaron pasar primero y luego, en la camioneta de Mariano nos dirigimos a un pequeño local de pizza, que desprendía el aroma a salsa abarcando alrededor de unos tres metros y medio.
Nos sentamos en una mesa, Mariano y Candela en un lado y Victorio y yo en el otro. Ambos enfrente de ambos.
-Pidamos la pizza típica, para que Lali pueda probarla. Apuesto a que jamás has probado una hecha en Italia.
-Eso es obvio, Candela, ya sabes que no-dije, riendo.
Luego de unos minutos, la pizza estaba servida enfrente de nosotros; y el olor a queso y salsa se desprendía en cada movimiento mínimo de la pizza. Me sirvieron dos rebanadas, que inmediatamente me comí, ya que sabía delicioso; mientras que intercambiábamos la típica información de los que recién se conocen.
Yo miraba a Mariano sólo cuando nadie me observaba a mí, evitando ser descubierta mientras lo apreciaba en cada paso que daba, cada gesto que hacía y cada palabra proveniente de sus labios. Él era hermoso a su propia manera y ni siquiera se daba cuenta de eso.

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