Capítulo 16

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-Hasta pronto, Nico-dije.
Cuando lo vi introducirse a su departamento, me giré a mirar a Mariano, quien seguía parado allí, de brazos cruzados y mirándome.
-¿Decidiste hacerle caso a Candela?-bromeó.
-¿Qué?-inquirí, confundida.
Se separó de la puerta cuando yo me dirigí para abrirla.
-Sí, eso de buscarte pareja-respondió, pero la broma ya no le salió como tal.
Exploté en estruendosas carcajadas.
-Sólo salí a tomar un café con mi vecino para conocerlo mejor-expliqué-. Eso no tiene nada que ver con los planes macabros de Candela.
Él río.
-¿Con que son macabros? Se lo voy a decir, te acusaré-bromeó, divertido.
-No hace falta, ella lo sabe-abrí la puerta y Mariano se introdujo detrás de mí-. ¿Si sabes que Candela llega hasta las ocho verdad?-dije, sarcástica.
-Lo sé, pero es que no tengo mucho que hacer y es mejor pasar el rato aca mientras que la espero.
-Bueno, es agradable tenerte aquí mientras que llega-pensé... esperen, esperen, no lo pensé, ¿lo dije?
-Gracias, qué linda-dijo y en ese momento di gracias de encontrarme de espaldas puesto que todo el color se me subió al rostro-. Mañana saldremos todos, así podrás conocer a mi hermano, Victorio, ¿lo recuerdas?-dijo, totalmente ajeno al caos que estaba habitando en mi interior debido a sus palabras.
-Emm... sí, estoy emocionada-farfullé.
-Victorio también.
Así, planeamos lo que sería el día de mañana y estar a su lado lo encontraba cada vez más cómodo y magnífico. El tenía ese raro poder para maravillarme, dejarme sin el habla o adivinarme los pensamientos a veces; era simplemente sensacional y la fierecilla se regocijaba llena de felicidad; pero sólo hasta que llegaba Candela, porque luego, al verlos reírse el uno con el otro y llamarse "amor" ésta empezaba a incomodarse y me hacía salir de la escena cursi que no queríamos ver ni ella ni yo. Porque empezaba a resultarme drásticamente incómoda.

-¡Petisa, arriba!-Candela tenía la costumbre de despertarme con golpes en la puerta, por eso era lindo que se fuera a trabajar.
Balbuceé entre la almohada y luego comprendí que los molestos golpes en la puerta no pararían hasta que Candela me viera con los ojos abiertos. Me llevé los puños a los ojos y comencé a tañarlos para desemperezarme, luego abrí paso a un bostezo grande.
Me paré con pereza y abrí la puerta, Candela estaba en la cocina buscando algo en el refrigerador. Me miró.
-Ponete algo lindo, algo verde, a Victorio le gusta el verde-dijo.
-Estás loca-le dine y me di la me di vuelta para vestirme.
-Si quieres gustarle a Victorio, escucha mis consejos-gritó desde la cocina.
-No quiero gustarle a Victorio, ¡ni siquiera lo conozco!-me quejé, saliendo de nuevo de mi habitación; increíblemente asombrada del esfuerzo de Candela por emparejarme.
-Sólo vístete, ¿quieres? Ellos llegarán en cualquier momento.
-Sos perversa-la fulminé con la mirada.
-Pero así me quieres-me sacó la lengua y me vi obligada a reír.
-Tonta-dije.
Me vestí con una blusa azul turquesa y con unos jeans entubados, sólo por llevarle la contraria a Candela. A los pocos minutos, oí el timbre sonar, y la fierecilla empezó a saltar de un lado a otro cantando el nombre de Mariano.
Salí de mi habitación al oír el murmullo de las voces, y allí junto al ángel de oro, reposaba otro. Era muy parecido a Mariano, sin embargo, su cabello era rizado, casi como el de Nicolas; pero estos rizos se encontraban un poco más despeinados; su piel, casi del color de la de su hermano, hacía lucir sus ojos verdes, y cuando me sonrió, los pómulos se le elevaron notablemente.
-Hola-musité.
-Lali, mira, él es Victorio-me dijo Candela, empujándome por el codo hacía el par de ángeles.
Extendí la mano para saludarle y él respondió mi saludo.
-Hola-me dijo.
No estaba muy segura, pero sentía dentro de mí como dos partes; una, atenta a Victorio; pero la otra, atenta a Mariano. Seguro la fierecilla estaba dentro de la segunda.
-Bueno, ya que se conocieron, ¿a dónde vamos a ir?-preguntó Candela.
-¿Quieren desayunar en...?-la voz de Mariano habló por fin, y yo, completa, me perdí en ella.
Dejé de oír entonces la conversación que tenían los tres, de hecho, mis ojos estaban tercos y habían dejado a mis otros sentidos inactivos, ya que ellos se aferraban a mantener la vista en Mariano.
Los labios de los demás dejaron de moverse, luego me miraron. ¡Reacciona! Me ordenó una voz en mi cabeza. Entonces mis sentidos comenzaron a activarse de nuevo.
-¡Lali!-me sacudió Candela.
-¿Eh?-musité, terriblemente desconcertada.
-¿Que si quieres almorzar pizza?-me preguntó.
-Amm... sí-dije.
¿Cuánto tiempo me habían estado hablando?
-Vamos, entonces-concluyó Mariano.
Nos dejaron pasar primero y luego, en la camioneta de Mariano nos dirigimos a un pequeño local de pizza, que desprendía el aroma a salsa abarcando alrededor de unos tres metros y medio.
Nos sentamos en una mesa, Mariano y Candela en un lado y Victorio y yo en el otro. Ambos enfrente de ambos.
-Pidamos la pizza típica, para que Lali pueda probarla. Apuesto a que jamás has probado una hecha en Italia.
-Eso es obvio, Candela, ya sabes que no-dije, riendo.
Luego de unos minutos, la pizza estaba servida enfrente de nosotros; y el olor a queso y salsa se desprendía en cada movimiento mínimo de la pizza. Me sirvieron dos rebanadas, que inmediatamente me comí, ya que sabía delicioso; mientras que intercambiábamos la típica información de los que recién se conocen.
Yo miraba a Mariano sólo cuando nadie me observaba a mí, evitando ser descubierta mientras lo apreciaba en cada paso que daba, cada gesto que hacía y cada palabra proveniente de sus labios. Él era hermoso a su propia manera y ni siquiera se daba cuenta de eso.

Deseo ProhibidoWhere stories live. Discover now