El Legado Humano

By iSamuu

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La primera vez que supe de 'ellos' tenía trece años. Navegaba en sitios que no debía en la computadora de mi... More

Capítulo Uno
Capítulo Dos
Capítulo Tres
Capítulo Cinco

Capítulo Cuatro

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By iSamuu

El motor del Toyota ronronea llevándonos de regreso a Fouke. Tommy parece comenzar a acostumbrarse a los largos recorridos que hemos dado el último par de días y eso me tranquiliza. No tener que lidiar con un perro desesperado e hiperactivo es reconfortante.

Antes de partir revisé mi portátil sin enterarme de nada nuevo. Las aguas están calmadas, eso es bien, a mi parecer, claro.

Estoy impaciente por recibir una respuesta de GUARD, todo lo que tengo podría interesarle y si está en sus manos ayudarme, entonces sería perfecto, detesto huir sin un plan más elaborado, sin una meta fija, sin un lugar al cual llegar y donde sea posible ocultarme, particularmente odio eso, en determinado momento me cansaré y ahí es cuando ellos van a darme alcance.

La autopista que lleva a Fouke nos recibe con un tétrico silencio, el pueblo sigue dormido y desierto. Al este, el sol apenas comienza a matizar en tonos violetas el horizonte, el despertar de la mayor parte de la pequeña población no está muy lejos.

Disminuyo la velocidad cuando la primera casa a la orilla del camino me es visible, Tommy ladra en advertencia, lo silencio enseguida; preferiría no llamar la atención a esta hora.

Las luces rojas y azules de la policía asaltan mi vista antes de la última curva, freno precipitadamente, lo suficiente para no quemar los neumáticos sobre el asfalto. Viro a la izquierda, nervioso por la presencia policiaca y avanzo hasta aparcar a un costado de la pequeña secundaria de Fouke.

Respiro hondo y discierno sobre lo que debo hacer a continuación. Tommy me observa impaciente, es evidente que quiere bajar de auto, sin embargo no creo que sea buena idea. Imaginaba que los policías y el FBI se habrían marchado ya, mas las chismosas luces policiacas dicen que no, siguen aquí por algún motivo.

Me pregunto cuan asustada estará la gente del pueblo por la presencia de tantos agentes de la 'justicia'. Antes de hace dos días, Fouke era un pueblo famoso por un viejo monstruo de pantano, ahora, quizá tendría alguna especie de nueva atracción especializada en ataques masivos de extraterrestres que destruyen la fachada principal del poblado y por rastro dejan montones de cenizas de regalo. No suena tan mal, no después de la locura de Roswell.

Checo el GPS del auto y reviso mis posibilidades. No es tan difícil pasar inadvertido si caminase por la calle paralela a la avenida principal, justo por detrás del Emporio del Monstruo. Eso es lo que haré.

—¿Entonces, amigo? —le pregunto a Tommy, quien me observa atento—. ¿Lo hacemos?

El perro jadea y mueve la cola en aprobación. Sigo sin entender del todo por qué parece estar de acuerdo en cosas que son arriesgadas y se niega a hacer las cosas sensatas, o al menos no muestra la misma emoción. Mataría por saber lo que piensa el perro de mí y nuestra aventura.

—¡Aquí vamos! —le digo sin emoción, abriendo la puerta del conductor y bajando. Tommy me sigue sin dudarlo, salta sobre el frío asfalto y comienza a olfatear en busca de peligro.

Me muevo al oeste, en dirección a la carretera. Son apenas unos cincuenta metros cuando giro en dirección sur. Árboles grandes me reciben en la angosta calle del pueblo por la que difícilmente podrían circular dos automóviles al mismo tiempo, a mi derecha veo las fachadas traseras y laterales de dos casas pequeñas, a mi izquierda no logro distinguir qué hay más allá de la hierba crecida, también algunos otros canes ladran al percibir la presencia de Tommy. Alcanzo los cajones de estacionamiento de la Preparatoria de Fouke, los cuales se hallan vacíos. Ando a paso rápido y me pongo alerta. La intermitencia de las luces policiacas me desconcentra más de una vez, hasta alucino ver figuras humanas mirándome a la distancia.

Cuando diviso el depósito de agua elevado me doy cuenta que he llegado. El Emporio del Monstruo es visible desde la calle trasera y por lo tanto, puedo ver entre las construcciones de las propiedades un gran número de camionetas negras y muy pocos vehículos de la policía local. Me paro en seco.

Busco a Tommy, que ha desaparecido de mi lado, sé que es bueno no preocuparme por mi perro ya que es muy listo, más que yo, a la hora de detectar el peligro.

Con el cielo un poco mejor iluminado intento revisar el terreno. Múltiples árboles, más de los que imaginé, están tirados en el piso, con más de una rama rota o astillados por lo que pudo ser una fuerte ráfaga de viento. El depósito de agua está algo ladeado, como si algo conocido tuviera la fuerza suficiente para doblar los tubos que mantienen en pie el tanque en cuestión.

Desde donde analizo todo, noto algo arenoso cerca de la intersección inferior del bloque. Es más ceniza. Avanzo para tener una mejor perspectiva, y ver lo que hacen los agentes del orden.

Tommy aparece, gruñendo con desconfianza. Debería escucharlo, sin embargo, necesito mirar más, para eso vinimos aquí.

Me paseo un poco más tranquilo al observar a los vecinos salir a realizar sus actividades del día. Quizá paso por un adolescente que hace ejercicio con su perro por la mañana antes de asistir a clases, eso es bueno para mí.

Finjo hacer flexiones y trotar. Tommy me observa y comienza a ladrar, confundido. Lo dejo hacer el ruido que desee, no interesa ahora. Llego a la esquina inferior subo la capucha de mi sudadera y troto directo a la carretera sin detenerme con el perro a mis espaldas. A veinte metros de distancia, lo único que me aterra en este mundo aparece ante mis ojos y me paro en seco.

Unos seis horrendos mogadorianos, vestidos totalmente de negro, con sus pálidos cráneo tatuados y unas armas inmensas, me dan la espalda. Mi mascota se posiciona a mi lado y gruñe. Me quedo pegado al suelo sin saber qué hacer. Es una verdadera sorpresa verlos aquí. Mantienen una acalorada discusión con tres humanos, identificados como del FBI, gracias a sus gorras y chamarras membretadas con grandes letras amarillas.

Al salir el primer ladrido de Tommy, reacciono y doy media vuelta. Por el rabillo del ojo, capto la forma rápida en la que un mogadoriano gira la cabeza en mi dirección. La sensación de sus ojos clavados en mi espalda me impulsan a correr sin fijarme siquiera si Tommy viene atrás de mí.

¡Demonios! ¡Demonios! ¡Demonios!

Al llegar al coche, sudoroso y nervioso, abro la puerta tan rápido como puedo. Bloqueo los seguros una vez arriba y espero. Veo al perro por el retrovisor aparecer en la esquina corriendo con la lengua de fuera y bastante alterado. Abro mi puerta para dejarlo entrar y él salta sin trastabillar.

Enciendo el auto y lo pongo en drive. Acelero cual loco, levantando una estela con humo de neumáticos y girando ciento ochenta grados para salir vivo. El Corolla se mueve sin control cuando sigo hacia la carretera y siento que volcaremos cuando me interno en ella.

Dejo que mis nervios me lleven a Texarkana a gran velocidad. Es tanto el miedo que siento en el pecho que no dudaría en cometer más de una locura para sobrevivir.

No sé cómo sentirme ahora que he confirmado mi idea de una batalla. Los mogadorianos lucharon contra alguien hace dos noches, y si supongo correctamente, ellos perdieron la batalla en Fouke. ¿Qué hacían ahí? ¿Cuántos de ellos hay? Estamos considerablemente lejos de la frontera con México...

Están coludidos con el gobierno de Estados Unidos. Dice algo en mi cabeza. Viste al FBI en la escena, ¿cuántas agencias más del gobierno de este país crees que trabajan con ellos? Estás perdido. No puedes confiar en ninguna instancia. Estás solo a partir de hoy. Tú, el perro y lo que sabes, se esfumaran. Deja de luchar.

Apisono las palabras de mi consciencia, son ideas pesimistas, el tipo de ideas que ellos esperarían que me deprimieran para cometer errores y poder ser fácil de atrapar. No les daré el gusto. No todavía.


Cuando entro en el estacionamiento del hotel algo va horriblemente mal. Por fortuna, mis cosas siguen conmigo y no cometí la tontería de dejar huellas que condujeran a mi paradero.

El sol ya ha salido lo suficiente para poder ver el cielo azul claro. Desconozco la hora, esa es la menor de mis preocupaciones.

Apago el coche y pego mi frente en el volante, exhausto, sopesando mis oportunidades de seguir con vida en los días siguientes. Necesito esconderme en un pueblo pequeño y olvidado, es lo mejor que tengo de momento. Deshecho todos los pensamientos negativos y busco mi llave de la habitación para hacer un poco de investigación antes de marcharme por siempre de esta ciudad.

La quietud del hotel me eriza la piel, no hay ningún ruido, ni siquiera personas a la vista. En una ventana de la oficina del administrador hay un letrero que dice "Lleno", sin embargo, adentro, todo parece estar fuera de su lugar, por la puerta abierta se escapan papeles con facturas del negocio.

Bajo del auto, dejando a Tommy en el interior, lo cual no parece dejarlo contento. Sé que es insensato arriesgarme de este modo y mucho más no tener un arma con la cual defenderme. Me interno en el hotel que yace siniestramente vacío.

—¡Hola! —llamo a gritos, una vez en el patio central—. ¿Hay alguien? —no hay respuesta.

Vuelvo y echo un vistazo más de cerca a la oficina destrozada. Los cajones de los escritorios se hallan en el piso al igual que cientos de documentos antes archivados. La habitación está tapizada por el desorden y lo único que falta son las computadoras que vi ayer que llegué.

Una idea abrumadora me asalta. Impulsivamente corro a mi habitación y en el camino observo todas las puertas de las alcobas abiertas pero en completo orden, como cuando un nuevo huésped apenas va entrando. Subo las escaleras de dos en dos y en todos los sitios es la misma historia hasta que el lugar en el que dormí ayer se presenta ante mí. La cama está volteada y el colchón muy lejos de ella, la televisión descansa en el piso totalmente destrozada, una silla rota parece estar incrustada en la pared y trozos de los vidrios de la ventana decoran de mala manera el suelo alfombrado.

—¿Qué pasó aquí? —pregunto en voz alta y entro sigilosamente.

Miro en silencio lo que creí sería mi refugio por unas cuantas horas más. Es impresionante la velocidad con la que fui rastreado. Eso significa que no tengo otra salida más que ser asesinado y no es tranquilizante.

Voy hasta la puerta del baño e intento abrirla, sin embargo está cerrada desde adentro. Frenéticamente sacudo el pomo sin resultado alguno. No recuerdo haberle puesto el seguro, pero qué más da cuando todo está patas arriba.

Suspiro hondo y doy media vuelta, debo partir ya y esconderme. Justo en ese momento la perilla de la puerta del baño suena con un clic y gira. Dejo de caminar completamente pasmado y volteo a ver sobre mi hombro. Una figura enorme y pálida emerge del cuarto de baño con un arma, proporcionalmente grande, en ristre.

Tontamente volteo a verlo para encararlo o simplemente para observar, sin embargo, con cada paso que da yo retrocedo dos. El extraterrestre es horrible y encuentro innecesario describirlo. Mi enemigo muestra los dientes en lo que parece ser una sonrisa, está contento de tenerme frente a él, a su merced.

—Ustedes los humanos son tan patéticamente predecibles y estúpidos —dice, con una voz áspera y profunda, el tipo de voz que oyes en tus pesadillas y deseas eliminar de tu cabeza a cualquier costo—. Todos regresan como ratas sobre sus pasos cuando están acorralados.

En respuesta mantengo mi silencio y sigo retrocediendo mientras su sonrisa hace que abandone toda esperanza; entré a un callejón sin salida. Escucho el arma del mogadoriano cargarse y la apunta directo a mi pecho. Retengo el aire en mis pulmones. Gritaría, pero ahí afuera no hay nadie quien pueda venir en mi auxilio. Es mi final. Mi absurdo final.

—¡Papá! ¡Mamá! —una voz femenina grita desde el patio, suena llena de desesperación—. ¡¿Dónde están?!

El mogadoriano se distrae una fracción de segundo y yo actúo para sobrevivir, para conseguir una oportunidad.

Me agacho a un paso del alfeizar de la puerta para tomar un vidrio de la ventana rota. El cañón del extraterrestre es detonado y su bala azul brillante describe un arco sobre mi cabeza y sale de la habitación. Me obligo a rodar en el suelo velozmente mientras el mogadoriano me dispara más veces sin poder acertar un tiro. Consigo llegar hasta su tobillo y encajo el trozo de vidrio roto en su talón. El alien gruñe enfurecido, sangre oscura, casi negra, comienza a esparcirse sobre la alfombra.

El mogadoriano me levanta del suelo en un arrebato de ira, ha soltado su arma, pero únicamente le bastaría usar sus puños para poder terminar con mi vida. Estoy orgulloso de al menos poder herirlo, si mi vida acaba ahora, que así sea.

—No iba a ser tan fácil, hijo de puta —escupo en su cara. Mi saliva se desliza por su rostro, si no fuera tan pálido juraría que habría enrojecido—. Hazlo ya. ¡Mátame!

Mi enemigo grita para intimidarme. Mueve el puño, con el que cargaba el arma, hacia atrás para tomar impulso y así, finalmente asesinarme.

Cierro los ojos en espera del golpe seco, pero lo que pasa me deja helado. Tommy gruñe tan fuerte que me eriza la piel, puedo ver su sombra reflejada en el suelo, mi perro está parado en la puerta, una lágrima resbala por mi mejilla y un segundo después, para dejarme más anonadado, se lanza sobre mi atacante.

El mogadoriano me suelta y caigo como un bulto al piso, golpeando fuertemente mis rodillas en el acto. Observo la forma en la que Tommy se ha enganchado a la garganta del alienígena y provoca que muchísima sangre brote de él. Luego de un momento, casi esperanzador, nuestro enemigo se quita al perro de encima, lazándolo contra la pared con un ruido sordo.

—¡Tommy! —grito preocupado. Mi mejor amigo está herido al igual que yo y me siento impotente al no poder ir en su ayuda.

Hecho un ovillo logro ver al mogadoriano agacharse y tomar su arma, listo para darme el tiro de gracia, mientras que con la otra mano se presiona el cuello donde brota la sangre. Quisiera tener la fuerza para ponerme en pie y matarlo yo mismo, pero con las rodillas machacadas por el impacto contra el piso apenas puedo mover las piernas. Odio mi maldita suerte.

La figura oscura y siniestra de nuestro atacante se pasea por la habitación y se pavonea. Si tuviera que apostar algo, apostaría que estos alienígenas disfrutan con la muerte, el sufrimiento, la miseria y la destrucción. El mogadoriano se queda firme en el umbral de la puerta, veo su sangre bajar como un río oscuro sobre su armadura y su mano.

Comienzo a contar los segundos para desviar mi atención de esta mierda. Imagino a la mujer abajo, decidiendo si debe subir a ver qué pasa o si debe quedarse donde está y pedir ayuda a la policía. Repentinamente, en silencio, mi perro se levanta con firmeza del piso, muestra los colmillos de una forma tan aterradora que me hacen desear jamás ser yo su víctima. Lo veo tomar impulso y sin dudarlo grito:

—¡No, Tommy!

El mogadoriano se voltea rápidamente y observa cómo un perro de veinte kilos se abalanza sobre él. Apenas le da tiempo de levantar su arma y dispara en dos ocasiones sin acertar. ¿Qué acaso no les dan clases de tiro? Perro y extraterrestre pelean con fiereza. Yo me armo de valor y saco fuerzas de donde me es posible, sujeto la base de la cama y en un solo intento cojo impulso. Puedo sentir el lacerante dolor de mis rodillas decir que tengo que derrumbarme y lucho contra eso y contra mi tobillo que apenas comenzaba a sanar.

Levanto otro vidrio del suelo, en esta ocasión, más grande y alargado.

Salgo del cuarto para conseguir ver lo imposible que es para el mogadoriano quitarse a Tommy de encima con una sola mano, mientras se esfuerza por detener su hemorragia. Un instante después el extraterrestre cae al suelo. Sonrío complacido. Me desplazo lento, recargado en la pared y decidido a terminar con su vida. Estoy harto de ser una víctima más, de ser parte de su juego.

Cuando llego a su lado, el alien apenas puede respirar. Su oscura sangre forma un charco gigantesco en el suelo del pasillo. Tommy destrozó sin piedad su garganta y me sorprende que siga despierto.

—Esto es por toda mi familia —le digo.

Clavo el largo pedazo de vidrio en su ojo izquierdo y lo hundo hasta asegurarme que llega a su cerebro, si posee uno. El mogadoriano se convierte en cenizas.

—¡Oh, Dios mío! —exclama la voz de antes—. ¿Qué demonios...?

Veo sangre, sangre roja en mis manos y por primera vez en todo este tiempo me doy cuenta que los filosos vidrios han cortado mis palmas. La idea me embiste, dejo que todo se desmorone a mi alrededor y se vuelva negro.


Abro los ojos y me siento de golpe sobre la cama. Reconozco el tipo de habitación y no sé si sentir alivio o preocuparme. Saco los pies de debajo de las mantas y busco mis zapatos. La puerta permanece entreabierta con las dobles cortinas del cuarto totalmente cerradas.

Las plantas de mis pies hacen contacto con algo húmedo, no tardo en darme cuenta de que es Tommy el que lo hace. Suspiro aliviado, ambos estamos vivos. El perro suelta un ladrido de felicidad y salta a la cama para que lo abrace. Justo ahora él merece más que un abrazo, salvó mi vida, nos salvó a los dos.

Mis rodillas punzan de vez en cuando, sin embargo puedo moverme con total libertad. Me calzo los zapatos sin calcetines y me pongo en pie, es hora de irnos. Reparo que mis manos están ligeramente vendadas, si antes no ardían, ahora que lo noté sí que lo hacen.

Inesperadamente, la figura delgada de una chica irrumpe abriendo la puerta de golpe. Su cara refleja apuración y un poco de miedo, pero al verme sentado y jugando con Tommy se relaja. La reconozco de la noche anterior, es Ally, la hija de los administradores del hotel, y quien me llamó mentiroso. No quiero saber lo que puede pasarle a las personas que osen llamarme asesino.

—Ya despertaste —suelta con un tono tenso—. ¡Qué alivio!

—¿Qué hora es? —inquiero. Realmente dudo que me importe lo que ella vio, si tardo más tiempo en irme más pronto sabrán que no estoy muerto todavía.

—Eh, son las tres de la tarde.

—Debo irme —me paro de un solo brinco—. Gracias por, eh, ayudarme, pero debo partir. Disculpa los inconvenientes.

Tiento mis bolsillos. La llave del auto de mi madre sigue ahí, la extraigo con rapidez y avanzo hacia la puerta. El perro se queda sentado sobre la cama.

—¡Vamos, Tommy! —le llamo—. Hay que desaparecer.

Evidentemente el perro me hace caso a regañadientes y me sigue. Paso por enfrente de Ally sin dirigirle ninguna palabra y ella no me detiene hasta que alcanzamos las escaleras.

—¡Espera! —llama con duda en su tono de voz—. No puedes irte. Tienes que decirme qué fue lo que sucedió —en ese punto comienza a seguirme—. ¿Qué fue esa cosa que se convirtió en cenizas? ¿Quién destrozó la habitación que alquilaste?

Atravesamos el patio sin detenernos, la chica continúa con una retahíla de preguntas que jamás estaré dispuesto a responder.

En el estacionamiento abro el coche sin desactivar ningún seguro, quedó abierto cuando bajé y no volví. Abro el maletero y de mi mochila extraigo la portátil. Ally se para en todo momento atrás de mí, indispuesta a dejar que me marche sin que responda lo que demanda saber. Adoro su ingenuidad, la forma en la que supone ocurren las cosas, la forma en la que siente que está segura de todo mal en este momento, siendo que dentro de algún tiempo será el objetivo de una hostil raza alienígena.

—Escucha —la volteo a ver con la computadora en mis manos—. Olvídate de esto, olvídate de mí. Haz como si nunca me hubieras conocido, haz como si lo que viste allá arriba fue un producto de tu imaginación. Vive una vida lo más normal posible mientras tengas tiempo. Sé feliz, Ally. Ahora deja que me marche en paz.

Lo que le digo parece enfurecerla más de lo que creí. Sus ojos se entrecierran, luego estalla.

—¡No entiendes nada! —escupe—. ¡Esta mañana me levanté para ir a la escuela y tener un día normal, pero en el camino un par de camionetas negras pasaron junto a mí y repentinamente oí el grito de mis padres llamándome, escuché más de una ocasión mi nombre! Cuando me di cuenta del origen de los gritos los vehículos estaban demasiado lejos y no pude hacer nada más que volver aquí, y lo que encontré fue un hotel vacío, sin huéspedes, con todas las habitaciones abiertas y una oficina hecha un caos, mis padres misteriosamente no estaban. Luego, escuché unos disparos, quise saber de dónde venían, pero cuando llegué al origen me encontré a un chico que rentó una habitación hace un día asesinando a un hombre que no es más que cenizas. Me merezco saber qué sucede.

Dejo caer el portátil y respiro hondo. Si le digo ella no me creerá y si no le digo jamás me la quitaré de encima. Ahora debo cargar en mi consciencia con la desaparición de dos personas inocentes.

—Fouke —suelto sin pensarlo bien.

—¿Qué pasa con Fouke? —inquiere, con la vista clavada en la computadora tirada en el piso.

—Lo siento, Ally. Lamento que tus padres hayan desaparecido. No soy yo quien debe decirte esto. No puedo hacerlo.

—¿Tiene que ver con un monstruo de pantano? ¿Tiene que ver con la extraña tormenta de hace casi tres noches? —cuestiona, hambrienta de una respuesta que no quiero darle.

—Espera, ¿qué tormenta?

—Responde tú primero —exige—, luego yo te diré. —No es por nada, pero Ally es muy astuta, aunque bien podría ser una treta para hacer que hable.

—Olvídalo —la corto—. Ahora me voy.

Levanto mi instrumento de investigación del piso y camino a la puerta del conductor. Tommy avanza con paso más lento atrás de mí.

—Hubieron varios relámpagos visibles desde aquí en dirección a Fouke. Hace unas horas dijeron por la radio que fue un tornado pequeño, pero los tornados no hacen que caigan rayos gigantescos en el mismo lugar y la misma noche. Fue una tormenta salida de la nada.

Lanzo dentro del coche la portátil y cierro la puerta sin subir. Vuelvo frente a Ally, bien puede ser mentira lo que dijo, pero cobra sentido lo de los árboles rotos y astillados si hubo una especie de atmokinesis. Sólo en ese punto específico de la ciudad la flora está dañada.

Contemplo a la chica por unos segundos sin decir nada.

—¡Di algo! —suplica—. No sabes lo que es que tus padres desaparezcan y no sepas donde están. Necesito saber dónde empezar a buscarlos.

—Toda mi familia está muerta —le digo, inmutable—. Sé lo que es eso.

Ally parece avergonzada.

—El hombre que me viste asesinar es uno de los que me quitó a mis padres y mis hermanos. Esa cosa no es un humano —continúo, indeciso si me creerá o no—. Hay cosas que no entendemos y no creemos. Es muy probable que el FBI se haya llevado a tus padres, si no fueron ellos, fueron los amigos de nuestro bulto de cenizas, y si así es no puedo darte muchas esperanzas.

La muchacha parece confundida. Por su mirada puedo adivinar que muchas preguntas se gestan ahora en su cabeza. Yo no quiero explicarle todo, suena descabellado si lo digo en voz alta.

—¿A qué te refieres con que no es un humano? —por eso no quería hacer esto.

—Es un extraterrestre —dejo caer la bomba sin considerar nada—, alienígena, viajero espacial, como se te ocurra llamarlo.

—¿Qué no son verdes y con grandes ojos y un prominente cráneo?

Le lanzo la peor mirada asesina del mundo y me alejo de ella. Fue suficiente. No debí decirle nada. Estúpido de mí.

—No, espera. Te creo.

—No lo haces, Ally —replico—. Busca a tus padres en donde tú quieras hacerlo. No te aseguro que vuelvan. Deberías llamar a la policía y decirles de la desaparición, pero a pesar de eso, nunca estuve aquí, jamás me viste y tampoco viste al mogadoriano.

Trepo al interior del auto después de mi perro. Cierro la puerta y lo enciendo enseguida. Basta de paradas tontas y charlas que son inútiles, debo irme ahora o nunca. Pongo el coche en reversa y salgo del estacionamiento con la idea de seguir hacia el norte de este país.

Veo a la chica hacerse pequeña conforme me alejo. Siento lástima de su ignorancia y de lo indispuesta que está a creer en algo que acontece en el planeta justo ahora. Estamos al borde de una invasión extraterrestre y los humanos no dejamos de ser escépticos al tema. Quizá nuestra propia ignorancia nos llevará a un desafortunado fin.

vbg

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