Capítulo Cuatro

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El motor del Toyota ronronea llevándonos de regreso a Fouke. Tommy parece comenzar a acostumbrarse a los largos recorridos que hemos dado el último par de días y eso me tranquiliza. No tener que lidiar con un perro desesperado e hiperactivo es reconfortante.

Antes de partir revisé mi portátil sin enterarme de nada nuevo. Las aguas están calmadas, eso es bien, a mi parecer, claro.

Estoy impaciente por recibir una respuesta de GUARD, todo lo que tengo podría interesarle y si está en sus manos ayudarme, entonces sería perfecto, detesto huir sin un plan más elaborado, sin una meta fija, sin un lugar al cual llegar y donde sea posible ocultarme, particularmente odio eso, en determinado momento me cansaré y ahí es cuando ellos van a darme alcance.

La autopista que lleva a Fouke nos recibe con un tétrico silencio, el pueblo sigue dormido y desierto. Al este, el sol apenas comienza a matizar en tonos violetas el horizonte, el despertar de la mayor parte de la pequeña población no está muy lejos.

Disminuyo la velocidad cuando la primera casa a la orilla del camino me es visible, Tommy ladra en advertencia, lo silencio enseguida; preferiría no llamar la atención a esta hora.

Las luces rojas y azules de la policía asaltan mi vista antes de la última curva, freno precipitadamente, lo suficiente para no quemar los neumáticos sobre el asfalto. Viro a la izquierda, nervioso por la presencia policiaca y avanzo hasta aparcar a un costado de la pequeña secundaria de Fouke.

Respiro hondo y discierno sobre lo que debo hacer a continuación. Tommy me observa impaciente, es evidente que quiere bajar de auto, sin embargo no creo que sea buena idea. Imaginaba que los policías y el FBI se habrían marchado ya, mas las chismosas luces policiacas dicen que no, siguen aquí por algún motivo.

Me pregunto cuan asustada estará la gente del pueblo por la presencia de tantos agentes de la 'justicia'. Antes de hace dos días, Fouke era un pueblo famoso por un viejo monstruo de pantano, ahora, quizá tendría alguna especie de nueva atracción especializada en ataques masivos de extraterrestres que destruyen la fachada principal del poblado y por rastro dejan montones de cenizas de regalo. No suena tan mal, no después de la locura de Roswell.

Checo el GPS del auto y reviso mis posibilidades. No es tan difícil pasar inadvertido si caminase por la calle paralela a la avenida principal, justo por detrás del Emporio del Monstruo. Eso es lo que haré.

—¿Entonces, amigo? —le pregunto a Tommy, quien me observa atento—. ¿Lo hacemos?

El perro jadea y mueve la cola en aprobación. Sigo sin entender del todo por qué parece estar de acuerdo en cosas que son arriesgadas y se niega a hacer las cosas sensatas, o al menos no muestra la misma emoción. Mataría por saber lo que piensa el perro de mí y nuestra aventura.

—¡Aquí vamos! —le digo sin emoción, abriendo la puerta del conductor y bajando. Tommy me sigue sin dudarlo, salta sobre el frío asfalto y comienza a olfatear en busca de peligro.

Me muevo al oeste, en dirección a la carretera. Son apenas unos cincuenta metros cuando giro en dirección sur. Árboles grandes me reciben en la angosta calle del pueblo por la que difícilmente podrían circular dos automóviles al mismo tiempo, a mi derecha veo las fachadas traseras y laterales de dos casas pequeñas, a mi izquierda no logro distinguir qué hay más allá de la hierba crecida, también algunos otros canes ladran al percibir la presencia de Tommy. Alcanzo los cajones de estacionamiento de la Preparatoria de Fouke, los cuales se hallan vacíos. Ando a paso rápido y me pongo alerta. La intermitencia de las luces policiacas me desconcentra más de una vez, hasta alucino ver figuras humanas mirándome a la distancia.

El Legado HumanoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora