Rendirse jamás [PQY #1] ✔ ver...

By CMStrongville

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Primer libro de la serie ¿Por qué yo? [¿Por qué yo? #1] «Todo en esta vida es temporal, así q... More

Vuelve versión 2014
Sinopsis
Prefacio
Capítulo 1
Capítulo 2
Capítulo 3
Capítulo 4
Capítulo 5
Capítulo 6
Capítulo 7
Capítulo 8
Capítulo 9
Capítulo 10
Capítulo 11
Capítulo 12
Capítulo 13
Capítulo 14
Capítulo 15
Capítulo 16
Capítulo 17
Capítulo 18
Capítulo 19
Capítulo 20
Capítulo 21
Capítulo 22
Capítulo 23
Capítulo 24
Capítulo 25
Capítulo 26
Capítulo 27
Capítulo 28
Vencedor [¿Por que yo? #2]
Epílogo
Extra I - Primer aniversario [PT. I]
Extra II ~ Celos
Extra III ~ Ánimos y noticias
Extra IV - Latidos y lágrimas
Extra V - Hormonas al ataque
Extra VI - Problemas en el paraíso

Extra I - Primer aniversario [PT. II]

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By CMStrongville

Veinte minutos después, nos encontrábamos en nuestros asientos esperando a que el avión despegara. Y dos horas más tarde, estábamos en la hermosa playa mexicana.

—Oh Dios. ¡Mira, Derek! La arena esta tan blanca... ¡y el agua tan cristalina! —exclamaba Jan emocionada tirando de mi brazo—. Es tan hermoso, muchas gracias. —Se puso de puntillas y me dio un beso tan apasionado que me descoloqué por un momento cuando ella se retiró.

—No fue nada, pequeña. Feliz aniversario.

Sus ojos brillaron y luego salió corriendo. Más rápido de lo que alguna vez vi, se quitó la ropa, quedando solo en ese bikini rojo que tanto me gustaba, dejó las prendas sobre una tumbona, y luego salió disparada hacia el mar.

Su cara estaba iluminada, no sabía si por la luz del atardecer o por la alegría que irradiaba, pero lucía hermosa con su pelo húmedo aferrándose a su cuello y espalda y esas gotas resbalando por su suave piel.

Tras chapotear un poco, se giró a verme y agitó la mano haciendo señas para que la acompañara. Sonreí y me quité la camiseta, dejándola sobre la de Jan, antes de ir con ella.

—El agua esta genial —exclamó—. El día es hermoso.

—Pero no tanto como tú —dije pellizcando su nariz. Ella sonrió y envolvió sus brazos alrededor de mi cintura.

—Gracias —suspiró recargando su cabeza en mi pecho. La abracé con fuerza y deposité un beso en su frente, dejando mis labios ahí un poco más de tiempo—. Te amo, mil gracias en verdad.

—No tienes por qué agradecerme nada.

—Sí, lo hago. —Se separó un poco de mí y me miró a los ojos—. Por todo, tengo que agradecerte por todo lo que haces por mí y por Dean. Por ser el mejor amigo, amante, esposo, confidente, y tantas cosas más. Por hacerme tan feliz y por consentirme y... —La callé con mis labios.

—¿Mejor amante, dijiste? —Me disparó una mirada letal.

—¿En serio, Derek? ¿Eso fue lo único que escuchaste? —Reí ante su tono enfadado.

—Claro que no, hermosa, escuché todo, pero no puedo evitar hacerte enojar un poco. Es mi pasatiempo favorito. —Deposité un breve beso en sus labios—. Te amo.

Ella trató de mantener su enfado, pero mi carisma pudo con ella. La esquina de sus labios se elevó un poco y puso los ojos en blanco mientras una sonrisa se expandía por su rostro.

—Te amo más.

—Lo sé.

Y con esto, nos dispusimos a disfrutar nuestra estadía en una hermosa playa.

***

—¡Vamos, Derek! —me gritó Jan.

Ya había empezado a oscurecer pero ella se rehusaba a volver al hotel. Le había propuesto que fuéramos tan siquiera a las albercas pero ella se negó rotundamente. Decía que quería explorar todos los recovecos de la playa antes de irnos temprano al día siguiente porque no sabía cuándo volvería, y aunque le juré y perjuré que la traería por lo menos dos veces al año, no quiso ceder.

A veces esa mujer podía exasperarme.

Suspiré y caminé hasta situarme a su lado. Tras unos minutos caminando en silencio, la tomé del brazo.

—Cariño, ya es tarde, ¿no estás cansada?

—No, para nada. ¿Tú lo estás? —quiso saber.

No quería quitarle esa mirada de emoción, pero la verdad era que cuando caminaba mucho tiempo empezaba a sentir una punzada en el abdomen donde se había encajado el cristal en aquel accidente de auto que tuve.

Hice una mueca y ella inmediatamente entendió.

—Oh, lo había olvidado, Derek. ¿Quieres que vayamos a dormir ya? —cuestionó preocupada. Sacudí la cabeza en una negativa.

—No, solo necesito descansar un poco. ¿Qué te parece si vamos al bar que esta calle abajo?

Me dio una leve sonrisa.

—Me parece perfecto. —La tomé de la mano, le di un pequeño apretón y nos dirigimos al bar—. Me siento un poco culpable —dijo Jan tras unos minutos caminando en silencio.

La miré de reojo.

—¿Y eso por qué, pequeña?

Casi no había gente en la calle a pesar de que la noche era joven y el clima estaba perfecto. El aire despeinaba mi cabello y el de Jan que, junto con la sonrisa que no se borraba de su rostro le daba un aspecto más relajado.

—Por Dean. Él también merecía venir, ¿sabes?

Apreté su mano.

—¿Qué tal si venimos en vacaciones? —sugerí. Giró su cara tan rápido que me sorprendía que no se hubiera esguinzado el cuello o algo.

—¿De verdad? —preguntó emocionada. Me encogí de hombros y asentí.

—Claro. ¿Por qué no?

Jan soltó un chillido tan inusual en ella que reí al tiempo que la abrazaba por los hombros y depositaba un beso en su cabeza. A veces me sorprendía lo infantil que podía llegar a ser en ocasiones.

Era como tener dos esposas diferentes.

Una vez que llegamos al bar, nos sentamos en unos taburetes junto a la barra y solté un suspiro de alivio. La punzada no era muy dolorosa, pero sí que incomodaba.

—Voy al baño —avisó Jan antes de pasar por mi lado y dejarme con la palabra en la boca.

Pedí una cerveza y esperé a que volviera mientras la música sonaba. Starlight de Muse sonaba por los altavoces y moví mis pies al ritmo de la canción. El lugar era acogedor y no estaba abarrotado, por lo que me sentí agradecido. Era difícil encontrar un buen lugar sin tanta gente en esa época.

Me encontraba tarareando la melodía cuando sentí la mano de Jan en mi antebrazo. Sonreí y giré para encontrarme con sus increíbles ojos verdosos.

Solo que no me encontré con ellos, sino con unos azules.

Una mujer rubia estaba frente a mí, sonriéndome amistosa. Le sonreí de vuelta. Se acercó a mí, un poco más de lo que consideraba cómodo, y me habló al oído.

—¿Estás solo? —preguntó. Sacudí mi cabeza.

—Vengo con mi esposa —respondí con la sonrisa más sincera que pude. Su ceño se frunció e hizo un mohín. Escaneó los alrededores y luego me miró nuevamente.

Sus ojos eran demasiado llamativos.

—¿Estás tratando de deshacerte de mí? Porque no veo a ninguna mujer sola alrededor. —Abrí mi boca para responder pero ella me interrumpió—. Y si yo fuera ella, no te dejaría ni un momento solo. Podrían robarte. —Reí.

»Y tienes bonita sonrisa, eso es un plus —dijo con una sonrisa coqueta mientras ponía su mano sobre mi brazo una vez más.

Tomé su mano para retirarla, pero un carraspeó justo al lado de mi oreja me sorprendió y casi me hace caer del taburete. Cuando recuperé el equilibrio, me giré para enfrentar al idiota que me había asustado, pero mis ojos se ampliaron al ver a Janelle de pie ahí luciendo como si quisiera arrancarle la cabeza a alguien.

Prácticamente echaba fuego por las orejas mientras fulminaba a la rubia con la mirada. Viéndola así, me recordó a Godzilla cuando destruyó la ciudad, a excepción de que Godzilla era enorme y Jan era... Bueno, pequeñita. Como un hobbit.

Un hobbit enojado.

—¿La conoces? —cuestionó la rubia. Jan sonrió con frialdad y estiró su mano en una falsa cortesía.

—Mucho gusto, soy su esposa. —La rubia hizo una perfecta «o» con sus labios demasiado pintados y tomó la mano de Jan, al parecer sin percatarse de que su amabilidad era más falsa que el trasero de Nicky Minaj.

—Oh, yo lo siento. Solo lo vi aquí sin compañía y pensé que...

—Sí, sí, lo que sea. Ya estoy aquí con el —la interrumpió al tiempo que me abrazaba por la cintura y se pegaba a mí en un intento de marcar su territorio. La rubia pareció entender la indirecta porque se sonrojó y me sonrió con timidez antes de murmurar una disculpa y salir pitando de ahí.

Reí entre dientes una vez que la chica desapareció. Jan me miró a los ojos y mi risa murió rápidamente.

—¿Te parece gracioso? —cuestionó. Presioné mis labios juntos y negué con la cabeza. —Bien. —Y dicho esto, se sentó sin dirigirme la palabra.

Pasaron alrededor de veinte minutos y Jan seguía sin mirarme, así que sacudí su hombro un poco.

—¿Qué? —preguntó dándose la vuelta para enfrentarme.

—¿Estás molesta, Jany?

—¿Yo, molesta? ¡Claro que no! —dijo riendo. Suspiré aliviado—. ¿Por qué tendría que molestarme que una rubia oxigenada te restriegue toda la pechuga en el brazo y que tu no hagas nada al respecto más que sonreírle y tomarle la mano? —finalizó casi rabiando.

Parpadee atónito ante la reacción de Jan y lentamente una sonrisa se fue formando en mi rostro.

—Estás celosa —afirmé juguetón. Jan me miró y empezó a boquear como un pez fuera del agua.

No pude evitar reír.

Incluso cuando ella me golpeó en el brazo y se dio la vuelta todavía más furiosa que antes, la risa siguió llegando a mí. Me puse de pie y la abracé con fuerza contra mi pecho, aun cuando ella luchaba por liberarse de mi agarre.

—Ow, ¿mi esposita hermosa está celosa? —pregunté de nuevo.

—Lo que sea —contesto Jan rodando los ojos—. No necesitas que infle más tu ego, ya lo haces tú solito —murmuró. Yo sonreí.

—No tienes por qué estarlo, pequeña, yo solo tengo ojos para ti, lo sabes. —Jan estrechó los ojos en mi dirección.

—¿Quieres decir que no te diste cuenta de su perfecto bronceado?

—Bueno...

—¿O de sus hermosos ojos azules? —interrumpió.

—Eh...

—¿Ni de su enorme par de bubis para nada operadas?

—Juro que no le vi las tetas.

—¡Pero sí te diste cuenta de que es hermosa! —exclamó. Mi mandíbula casi cayó al piso.

—¡No soy ciego, Janelle! —repliqué. Dos segundos después me di cuenta de mi error. Su mandíbula se apretó al igual que sus puños.

—Me quiero ir.

—Jany... —quise decir, pero ella ya estaba saliendo del bar.

Suspiré. ¿Por qué las mujeres tenían que ser tan dramáticas? Jan sobre todo. Le encantaba hacer una tormenta en un vaso de agua.

—Amor... —la llamé una vez que la alcancé fuera. La tomé del brazo y le di la vuelta para encontrar sus ojos irritados. Suspiré sintiéndome culpable—. No llores, mi vida —pedí. La atraje contra mi torso y besé su coronilla.

—Lo... lo siento, no quería hacerte esa escena...

—Shhh, no importa.

—Sí que importa, no era la gran...

—De verdad, no —la interrumpí—. Probablemente si yo hubiera encontrado a un tipo tocándote y tú sonriéndole de vuelta también me hubiera vuelto loco. —Sentí su sonrisa llorosa contra mi pecho—. Así que no te preocupes, me encanta cuando te pones celosa, ya que no pasa muy a menudo.

Volvió a reír y sorbió por la nariz. Se alejó un poco de mí y limpió sus mejillas húmedas.

—Lo siento.

—Ya no te disculpes. —Estiré mi brazo y acaricié su mejilla. La admiré mientras se acomodaba el cabello y secaba sus lágrimas.

Probablemente no fuera la mujer más hermosa del planeta para los demás, pero para mí lo era. Había sido su personalidad la que me enamoró, eran sus acciones y sus palabras lo que me hacían amarla. El que fuera la mujer más entregada y sincera hacían que yo me sintiera afortunado.

Me miró después de un tiempo y sonrió. No una sonrisa coqueta y traviesa. Ni una que mostrara completa seguridad. Era una sonrisa tímida y vulnerable, una en la que se apreciaba el arrepentimiento por su ataque de celos. Una en la que me mostraba el miedo que tenía a que yo pudiera dejarla o, incluso peor, engañarla.

Si ella supiera que yo tenía miedo de lo mismo, tal vez así no se sentiría tan insegura.

Me acerqué, besé su mejilla y pegué nuestras frentes juntas al tiempo que tomaba sus manos.

—¿Sabías que te amo? —cuestioné. Ella asintió.

—Y yo a ti.

—¿Sabías que nunca te voy a dejar? —Su sonrisa murió y me miró con ojos inseguros. Eso me dolió—. De verdad, Jany. Nunca. Si me casé contigo es porque quiero pasar el resto de mi vida contigo. Tener hijos contigo. Llegar a casa y verte cocinado con tu vientre hinchado. Ver cómo envejecemos juntos. Conocer a nuestros nietos... —Jan empezó a llorar otra vez y yo limpié sus lágrimas con mis pulgares.

»Eres la mejor mujer que conozco y no me importa nadie más. ¿Y qué si la rubia esa era guapa? Tú eres mi esposa y mejor amiga. Mi mujer. El amor de mi vida. ¿Aun así dudas de mí? —inquirí. Sacudió su cabeza y me abrazó.

Fuerte.

—Te amo.

—Lo sé, pequeña. Y está bien tener miedo a veces. Yo lo tengo. —Ella me miró.

—¿De verdad?

Asentí con una sonrisa triste.

—Sí, de que un día despiertes y te des cuenta de que mereces algo mejor que yo.

Ella rodó sus ojos.

—Solo quieres que te alimente el ego y te diga que no hay nadie mejor que tú —masculló aburrida. Reí.

—Puede ser. —Fijó sus ojos en los míos y sonrió.

—Nunca te dejaré, Derek —aseguró—. Aunque a veces tengo miedo de que no seas real.

—Te comprendo —reí—. Me pasa.

Nos quedamos abrazados ahí en medio de la calle por minutos que parecieron eternos, hasta que un grupo de amigas borrachas pasaron riendo a nuestro lado.

—¿Quieres regresar al bar? —preguntó.

—Nah. Prefiero ir al hotel y hacer el amor contigo.

—¡Derek! —me regaño mientras abría mucho los ojos y miraba alrededor para asegurarse de que nadie nos hubiera escuchado.

—¿Qué? —pregunté riendo—. Es cierto, como si no lo supieras.

Ella sacudió su cabeza divertida y me jaló del brazo en dirección hacia el hotel. No sé por qué sentí que esa noche nos habíamos liberado, yo de un miedo y ella de una inseguridad.

Pero por si acaso, le demostré cuanto la amaba toda la noche.

Y parte de la mañana.



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