1.La ciudad del Laberinto

Por RubenMesiasCornejo

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Anastasia y Diego, Verena y Derian son cuatro exteriores cuyas vidas se entrelazarán una vez que consigan sup... Más

1. La Ciudad del Laberinto.
En pos del Santuario
Por los corredores del Laberinto
La chica del bar "Islandia"
Espadas, ganchos y al final el arco iris.
Interludio con Anastasia
Presagio de servidumbre
Los esclavos de Anastasia
La caída del Santuario

Interludio con el Patriarca

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Por RubenMesiasCornejo


Verena y Derian se encontraban ante el Patriarca, de pie en medio de un corredor que daba hacia un patio amplio donde se hallaba estacionado el imponente carro de combate dentro del cual habían arribado a Santuario.

Goliat estaba quieto, tan quieto como cuando Verena lo halló en el Cementerio de Tanques, pero rodeado por un enjambre de Ojos que enviaban datos sobre su estructura y sistemas de armas hacia una consola portátil que Elnor, el Patriarca del Laberinto, sostenía con sus pequeñas manos.

Gang seguía con curiosidad el ir y venir de aquellos Ojos sobre la imponente máquina de combate, y se imaginó que si el investigado fuera él habría abatido a esas molestas cosas a base de zarpazos.

Por su parte, Verena y Derián observaban atentamente el rostro del Patriarca pues de su decisión dependía el futuro inmediato de ambos, aunque, a decir verdad, el más preocupado de los dos era Derian, pues de él había sido el autor de la iniciativa de entregarle el tanque a los orbitales que custodiaban el Laberinto; podía suceder que cualquiera de los Ojos hallara alguna deficiencia en aquella máquina de guerra, acarreándoles un destino menos favorable del que había imaginado cuando animo a Verena a refugiarse en el Santuario; en cambio Verena no abrigaba tantas expectativas al respecto, y sinceramente le daba igual estar o no estar en el Santuario, siempre y cuando su libertad de acción no resultase constreñida por costumbres y reglamentos estúpidos impuestos por gentes también estúpidas, después de todo Santuario podía ser una experiencia deliciosa en cuanto a descubrimientos personales si no intervenían estas limitaciones.

La consola seguía ofreciendo una cascada de imágenes, características técnicas, diagramas 3-D al Patriarca que recibía esta información con esmero, sin pasar nada por alto, y controlando de tal modo su lenguaje facial para que aquellos "exteriores" no advirtiesen que le habían puesto en las manos uno de los mejores tanques que habían salido de las mesas de dibujo del enemigo, cuyos cerebros pese a estar perdiendo la guerra seguían produciendo cosas geniales que podía a llegar a ser temibles y efectivas si llegaban a desplegarse sobre el campo de batalla, pero todas esas cosas eran asuntos que no eran de la incumbencia de los exteriores ahí presentes, esperando el permiso para instalarse en el mundo llamado Santuario, esperando la recompensa como un par de perros de Pavlov, condicionados para salivar sin haber visto lo que iban a recibir a cambio. O al menos eso era lo que el Patriarca suponía desde la altura de su condición.

Los Ojos terminaron su inspección y dijeron que el tanque era bueno, en realidad excelente, la mejor presa que jamás hubiese caído en manos de los orbitales durante aquella guerra fría que venían librando contra los remanentes de la Milicia, pero llegaría el momento en que el conflicto se tornaría "caliente" , y habría que estar preparado para eso.

Elnor entregó la consola a un acolito, y volvió su mirada hacia el hombre y la mujer que habían traído una presa tan magnifica, reprimiendo sus deseos de felicitarles, pues no convenía fraternizar demasiado con los exteriores que venían a acogerse a la jurisdicción del Santuario, después de todo su condición de "candidatos " les dejaba totalmente a merced de su magnanimidad para con ellos. La pregunta que Elnor se hacía a sí mismo era si debería ser generoso o mezquino, pero decidió que lo mejor sería interrogarlos un poco para saber más sobre ellos.

— ¡ Candidatos al Santuario! ¿ A que os dedicabais cuando moraban allá en las Tierras Malditas?— dijo el Patriarca en un tono de voz intimidatorio, pensado para generar desconcierto entre sus interlocutores.

La pregunta era como una pelota de fuego que alguno de los dos, Verena o Derian, estaban en obligación de responder, pues el silencio jamás sería una respuesta aceptable para el Patriarca, Derian abrió los labios para responder pero se calló cuando vio que Verena le echaba una mirada glacial que le exigía no tomar la voz cantante, y Gang reforzó la decisión de su ama emitiendo una serie de gruñidos amenazadores que terminaron de disuadirlo.

—Derian y yo somos espadachines, y muy buenos dicho sea de paso— dijo Verena haciéndose un poco de propaganda.

La mención del arte de la esgrima trajo a la mente del Patriarca la imagen de un duelo entre el varón y la fémina para dirimir cuál de los dos merecía convertirse en un protegido del Santuario, pero si bien aquella posible ordalía le agradaba por lo que tenía de vistosa , ofrecía el inconveniente de no resultar justa para ninguno de los dos, pues ambos habían llegado tripulando aquel magnifico carro de combate, así que la imaginación del Patriarca modificó un poco aquella idea, pues tampoco quería renunciar a la cuota de espectáculo y diversión que le brindaría ser testigo de un duelo de esgrima.

—Me tenéis que demostrar con hechos esa condición muchacha. ¿ Te atreverías a luchar en un duelo a muerte con otro exiliado también espadachín?. Porque debéis saber que a las Puertas del Santuario llegan muchos como vosotros, pareciera ser que los exteriores aman combatir por sobre todas la cosas.

—¿ Por qué tendría que hacer tal cosa?—preguntó Verena con un tono de voz desafiante, e ignorando por completo el mordaz comentario del Patriarca pues no sentía que la tocaba en lo más mínimo.

— Si tu compañero y vos queréis ser ciudadanos de Santuario debéis acatar mis reglas—respondió el Patriarca con firmeza.

Verena entendió que la pregunta del Patriarca era meramente retórica y que negarse a luchar no era una opción a considerar, la cuestión era decidir quién de los dos asumiría el reto de combatir contra el espadachín que el capricho del Patriarca les ponía en frente; recordó que Derian había rendido bien en el combate de resultado incruento que habían librado cuando se conocieron, así que decidir asumir para sí la responsabilidad de demostrar su competencia con las armas blancas.

—Muy bien—repuso Verena sonriendo— Acepto el duelo en nombre mío y de mi compañero aquí presente. ¿ Qué pasara si mato a vuestro campeón?

— Sois bastante optimista, y eso me alegra mucho—replicó el Patriarca con diplomacia, y agregó contestando a la pregunta de Verena— Si matáis a mi espadachín las puertas del Santuario estarán a abiertas para vos y tu acompañante, en caso contrario tu acompañante tendrá un viaje de regreso hacia la nada y vos seréis cremada y vuestras cenizas arrojadas al viento como premio a vuestro heroísmo.

Verena meneó la cabeza de un lado a otro como si tomara con ironía las palabras que el Patriarca acababa de pronunciar, luego se volvió y encaró a Derian.

—Tú no me dijiste nada acerca de luchar contra alguien. Hablaste como si ingresar al Santuario fuese cosa segura por el hecho de entregarles a Goliat. Existe una gran diferencia entre lo que me contaste y lo que está ocurriendo que podría llamarte mentiroso.

— Sé razonable Verena, no podía saberlo. La mente de ese orbital es un libro cerrado para mí, además me parece que está obrando solo por capricho y que quiere divertirse con nosotros—replicó Derian un tanto contrariado por el reclamo de Verena.

—Sea como fuese, el caso es que tendré que matar a alguien para hacernos un sitio dentro de ese Santuario del que me hablaste.

—¿ Y tanto te molesta matar a alguien?, exclamó Derian con cierta sorpresa en el tono de su voz.

—Lo tomó deportivamente, lo que me disgusta realmente es no conocer a mi oponente. Presiento que ese enano es una criatura tortuosa, y que no es de fiar.

Derian ya no contestó porque no quería que su amiga gastase sus palabras en una charla que podía considerarse intrascendente, pues el Patriarca estaba esperando una respuesta, y después de todo no les quedaba mejor opción que acatar su caprichosa voluntad, pues siempre quedaba abierta la posibilidad de salir airosos del lance que se avecinaba.

Verena llego a la misma conclusión y se giró para enfrentar la aviesa mirada del Patriarca orbital.

—De acuerdo—dijo Verena sarcásticamente—jugaremos tu juego. ¿ Podrás presentarme a mi oponente?

—Sois atrevida e insolente, mujer exterior, pero os entiendo. Además mi campeón se encargará de moderar vuestro lenguaje con el filo de su espada.

—Precisamente por eso quiero conocerlo, para que su carne pueda probar el filo de la mía.

El Patriarca toco el silbato que colgaba de su cuello, se lo acercó a los labios y emitió un fuerte soplido que no fue escuchado por ninguno de los circunstantes, más bien lo que percibieron fue un estruendoso sonido de botas golpeando el suelo. Gradualmente el sonido se fue haciendo cada vez más a fuerte, a medida que el dueño de aquellas piernas se iba acercando, de pronto su figura emergió del sombrío corredor que la había contenido para ingresar al campo visual de Verena y Derian.

El efecto que hizo su aparición le causo mucha gracia al Patriarca; era de ver como el hombre y la mujer abrían los ojos como platos, completamente sorprendidos por el tamaño del ser que ahora formaba parte de la reunión. Se trataba de un hombre robusto y alto, de tez morena y cabeza rapada, que exhibía su torso desnudo y musculado con orgullo, pero la desnudez terminaba ahí pues de la cintura para abajo unos pantalones bombachos de color negro cubrían sus piernas hasta los tobillos, pues iba descalzo; pero la estatura no era el único rasgo extraordinario en su aspecto, pues su cabeza alargada y las orejas en punta constituían modificaciones físicas radicales que no le hacían ver como un humano común y corriente.

Cuando lo vio, Verena agradeció que el gigantón no tuviera más de dos brazos, porque si ese hubiera sido el caso la lucha se habría negado a luchar sola contra ese engendro macrocéfalo y orejón, cuya piel estaba decorada por un extenso mapa de cicatrices, seguro rezago de duelos pretéritos.

— Les presentó a Hassan, un exterior como ustedes, que también peregrino hasta acá, atraído por la leyenda del Santuario.—exclamó el Patriarca poniendo el común denominador entre Hassan y su futura antagonista.

Hassan asintió con la cabeza y sonrió mostrando una dentadura colmilluda más propia de una fiera que de un ser humano, a continuación Hassan elevo su mano por encima de su cabeza, para extraer de su espalda un sable curvo, la acción fue tan rápida que a Derian le pareció que el llamado Hassan se había servido de un efecto de prestidigitación para hacerse con un arma que antes no tenía.

Ante semejante demostración de fuerza, Verena , se sintió tentada de hacer lo mismo, pero el Patriarca la disuadió de comenzar el enfrentamiento de inmediato.

—Lo mejor será que su duelo sea en el patio, y no aquí. Necesitaran más espacio para moverse y pelear a placer, Además quiero que mis drones puedan grabar el enfrentamiento desde diversos ángulos.

Hassan y Verena escucharon las palabras del Patriarca, y se aprestaron a iniciar su duelo, ante la poderosa mole metálica que ella había llamado con el nombre de "Goliat".

Y los Ojos volvieron al cielo, y sobrevolaron la escena en formación dispersa, dispuestos a escrutar con mirada impía lo que iba a acontecer.

Hassan y Verena se movieron al centro de patio, con los sables desnudos, ávidos de sangre y de luz.

Los sables llamearon bajo el sol, mientras entrechocaron lanzando al viento un sonido chirriante que causaba escalofríos, y se volvieron a separar preparándose para volverse a embestir.

El Patriarca, Derian y hasta Gang contemplaban extasiados aquella danza de la muerte, era de admirar la plasticidad y elegancia que Verena le imprimía a los movimientos de su sable, podía pensarse en ellos como parte de una coreografía, de algo pensado para brindar placer visual y no muerte, quizá ahí radicaba la contradicción de aquel arte de la espada cuando se le consideraba desde un punto de vista menos estético y más sangriento.

Las espadas se separaron, estableciendo una breve pausa en la pugna que las embargaba; Hassan estaba iracundo, sorprendido de que aquella menuda mujer fuera capaz de soportar sus acometidas con éxito, todo eso constituía un sinsabor que le costaría mucho superar sobre la marcha.

Verena estaba tranquila, satisfecha al ver el efecto psicológico que su alarde de destreza había causado en su oponente, con eso tenía media batalla ganada, había hecho diana en el área más privada de aquel energúmeno, el resto del trabajo se lo podría confiar al filo de su espada, la cual estaba ansiosa por hacer una cicatriz en el cuerpo de aquel extraño gladiador.

En ese momento recordó las prácticas de esgrima que había hecho con el difunto Agustín, el cochero que pereció durante la lucha con los reptiloides, recordó sus palabras como si las estuviera pronunciando ahora mismo: " Debes avanzar con el sable en ristre, girar y cortar. Ida y vuelta como peinando y despeinando".

Hassan la estaba esperando, con el sable saltando de una mano a otra, como entreteniéndose mientras esperaba que Verena tomara la iniciativa.

Las palabras de Agustín seguían en su mente, y Verena se preparó para hacer realidad aquel patrón de ataque, por lo tanto decidió cargar contra su enemigo con la espada levantada y la guardia abierta, aparentando un ataque desesperado de esos que se juegan todo a una sola carta.

Hassan no se movió, la aguardó a pie firme, con el sable bien empuñado, con el ojo puesto en la guardia desguarnecida, con el sabor de la victoria puesto en la boca.

Los contendientes ya estaban cerca, y Hassan a punto de lanzar golpe victorioso, cuando Verena giró, como haciendo un tirabuzón, justo cuando la espada de Hassan empezaba a descargar su golpe, por eso aquella hoja no alcanzó a morder la carne de su enemiga; más bien sintió el ardor de una herida recién abierta gritando desde su pecho.

Gotas rojas salpicaron sobre la arena del patio. Era la sangre, y pertenecía a Hassan.

Hassan estaba aturdido, con la espada en la mano y el terror en los ojos.

Verena atacó de nuevo, su sable repitió el patrón; ida y vuelta. La hoja cortó el pecho de Hassan una y otra vez, dibujando tortuosos ríos de sangre sobre el pecho de su enemigo.

Hassan soltó la espada y cayó de rodillas al suelo, mientras pegaba sus manos contra su pecho en un intento por contener el ardor y la hemorragia que estaba sintiendo a partes iguales. El frio y el silencio de la muerte se estaban acercando, y tenía miedo de ellos.

Los Ojos tomaron un primer plano de su cara, de sus heridas, de sus estigmas ensangrentados, luego empezaron a alejarse ofreciendo una visión panorámica de un hombre derrotado, de algo que no merecía la pena evocar, hecho esto se detuvieron, manteniéndose en vuelo estacionario alrededor del hombre herido.

Verena podía rematar a Hassan lo tenía a su merced, pero en realidad se encontraba muy cansada y no tenía ganas de matar a nadie, después de todo el duelo contra Hassan no había sido idea suya.

El Patriarca contemplaba la escena, tomándose un tiempo para pensar lo que iba a hacer, por lo pronto le ordenó a sus drones que recubrieran con un campo de estasis sobre la arrodillada silueta de Hassan para preservarlo con vida a la espera de la llegada de los acólitos paramédicos.

Entorno a Hassan, la atmosfera se fue transparentando poco a poco, obrando el efecto similar al que se produce cuando un objeto es encerrado dentro de una botella de vidrio.

Ahora estaba a salvo, pero lo que contaba era que Hassan lo había dejado en vergüenza ante esa chica insolente, de cabello corto y mirada fiera, pero tampoco sería una buena idea dejarlo perecer, en ese momento el Patriarca empezó a arrepentirse de haberlos hecho pelear: si eso llegaba a trascender podía dañar la reputación que el Santuario tenía entre los exteriores, el culpable había sido esa persistente inclinación al morbo sangriento, una tendencia que se vería obligado a domesticar si quería que los exteriores siguieran emigrando hacia el Santuario, trayendo todos los artefactos bélicos que pudieran conseguir.

—El duelo ha terminado, nadie va a morir hoy—dijo el Patriarca con un tono de voz que dejaba entrever su molestia.

En ese instante, Verena decidió prescindir de todo atisbo de diplomacia y tuvo un estallido de ira.

— ¿ Quieres decir que casi mato a un hombre por gusto?—exclamó la fémina sumamente irritada— Patriarca, ¡empiezas a aburrirme!

El Patriarca decidió ignorar ese desacato, y dirigiéndose a Derian le dijo:

—Vosotros habréis traído una pieza magnifica ante mí, tenéis el paso libre para ingresar al Santuario. Vuestras habilidades como espadachines serán muy apreciadas entre los moradores de la ciudadela, si es que os animáis a vivir de ellas; pero en realidad tenéis el campo libre para trabajar en lo queráis, siempre y cuando no intentéis abandonar el Santuario. Debéis saber que no se conceden permisos para salir de la ciudadela. Una vez dentro no se puede salir bajo ningún pretexto. ¿ Aceptáis esa condición o queréis volver al inclemente exterior de donde habéis llegado?

Derian estaba contento de tener la voz cantante y, sin pensarlo demasiado contesto afirmativamente, confiando en que el alarde de malhumor de Verena seria pasajero, y que no protestaría ante la decisión que estaba tomando, y en efecto ella no dijo nada como si estuviera de acuerdo con lo que acababa de hacer, pero mirándolo de un modo que daba entender que más tarde conversarían al respecto.

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