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By milanolivar

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Lauren trabaja en el muelle descargando pescado de los barcos hasta la pequeña lonja de Gloucester. Camila es... More

Capítulo 1
Capítulo 2
Capítulo 3
Capítulo 4
Capítulo 5
Capítulo 6
Capítulo 7
Capítulo 8
Capítulo 9
Capítulo 10
Capítulo 11
Capítulo 12
Capítulo 13
Capítulo 14
Capítulo 15
Capítulo 16
Capítulo 17
Capítulo 18
Capítulo 19
Capítulo 20
Capítulo 21
Capítulo 22
Capítulo 23
Capítulo 24
Capítulo 25
Capítulo 26
Capítulo 27
Capítulo 28
Capítulo 29
Capítulo 30
Capítulo 31
Capítulo 32
Capítulo 34
Capítulo 35
Capítulo 36
Capítulo 37
Capítulo 38
Capítulo 39
Último Capítulo
Epílogo

Capítulo 33

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By milanolivar


Lauren's POV

-¿Qué haces? –Normani se sentó a mi lado en la cama mientras yo simplemente intentaba relajarme.

-Respirar. –Murmuré lo más bajo que pude, dándome la vuelta en la cama contra la pared.

Tenía sueño, me había pasado toda la noche llorando, primero, porque había perdido el álbum que le hice a Camila, segundo, porque Camila ya no estaba. Estaba sumida en la miseria, enterrada en mantas y sin ganas ni siquiera de ducharme.

-Levántate de una puta vez, hostia. –Normani me dio un tirón y me sacó de la cama poniéndome de pie. ¿De dónde cojones había sacado la fuerza? O quizás, es que yo estaba demasiado débil. –Perdiste a toda tu familia y te levantaste, y ahora tienes que hacerlo con esto.

-Es difícil si te levantas y la vida te revienta a patadas otra vez. –Cuando miré a Normani, vi que estaba realmente enfadada.

-Es difícil si no dejas que Camila te vea en dos semanas. No has tenido cojones de intentar enamorarla otra vez, Lauren. –Me crucé de brazos agachando la cabeza y negué.

-No es tan fácil. ¿Y si no se enamora? ¿Y si yo me sigo enamorando y ella se fija en otra persona porque no le gustan las tías? –Normani se quedó en silencio negando, y se separó de mí.

-Te quiero, y sé que tú me quieres a mí como si fuese tu hermana. Así que dúchate, vístete, porque te vienes con nosotras a cenar.

*

Una hora después, iba a su lado camino de un restaurante italiano. Se podía ver la nube negra que llevaba encima desde Boston, pero a Normani le daba igual. Iba sujeta a mi brazo, guiándome hasta el restaurante.

Me había vestido con lo que Mani me eligió, una camiseta, jeans negros y la chaqueta de cuero, decía que me quedaba especialmente bien.

Cuando vi a Camila a lo lejos, se me partió el corazón en dos. Estaba sonriendo, aunque al verme, moderó esa sonrisa y agachó la mirada, se sentía culpable por aquello y no, sólo era una víctima de eso.

-Por fin llegáis. –Dijo Dinah apresurándose hacia mí, abrazándome con más fuerza que nunca. Lo necesitaba, no sentía ese apoyo desde que toda mi familia murió, o eso pensaba.

-Estás muy guapa Lauren. –Me encogí de hombros mirando a Ally, como si no tuviese más remedio que vestirme así.

-Le escogí yo el conjunto. –Apuntó Mani colocándose al lado de Dinah, y Camila y yo nos miramos.

En ese momento, supe que Camila ya no era Camila, porque sus ojos ya no eran los mismos. Su mirada no tenía ni rastro de la Camila que yo conocía, pero era ella.

-Mmh... -Me quedé en silencio apretando los ojos, hasta que estiré la mano hacia ella. –Soy Lauren.

-Encantada, Lauren. –Asintió estrechándome la mano con dulzura. –No sé si debería presentarme...

-No, no, ya sé quién eres. Ya lo sé... -Murmuré en voz baja antes de entrar al restaurante.

En la cena, todas charlaban, pero yo me quedé en silencio mientras miraba el plato, no tenía nada de hambre, más bien, sí que tenía, pero el cerco que apretaba mi garganta y mi estómago no me permitía tomar bocado. De vez en cuando, la miraba a ella. Era tímida, no sabía de lo que hablaban sus amigas porque sólo tenía el recuerdo de que las conocía y podía confiar en ellas, y yo... Yo no tenía nada por lo que ella pudiese interesarse.

Tras la cena, se quedaron en silencio, y comenzaron a levantarse rápidamente.

-Bueno, nosotras nos vamos que tenemos que madrugar mañana. Os queremos. –Dejaron un billete de cincuenta dólares en la mesa y salieron corriendo, dejándonos a Camila y a mí solas en el restaurante.

Ella me miró algo confundida, y luego agachó la cabeza mirándose las manos.

-No... No te preocupes, no te voy a secuestrar ni nada de eso. –Comenté teniendo en cuenta que el primer encuentro que tuvimos yo estaba en su cama. Ella sonrió un poco y negó.

-No pasa nada, entiendo lo que quieren. Pero... -Ella hizo una mueca, encogiéndose de hombros. –No estoy segura de que me gusten las chicas.

-No voy a intentar enamorarte ni nada de eso. Perdí a mi novia y a la mujer con la que iba a pasar el resto de mi vida, esa es la realidad. –Me crucé de brazos mirando la vela que se consumía en el centro de la mesa, quizás, como mi vida.

-Lo siento mucho. –Se disculpó ella, pero me encogí de hombros.

-Tú no tienes la culpa. –Y el silencio nos invadió. Era una de las pocas veces que el silencio con Camila era incómodo. –Te acompañaré a casa.

-No, no importa. Vivo cerca. –Sonreí negando, porque sí, Camila, sé dónde vives.

*

Lo mandé a la mierda todo, y decidí que me iba a Boston. Había pasado un mes desde que Camila salió del hospital, y sólo me preocupaba mi madre y Mike. A la mierda con mis amigas también, no podía estar viendo a Camila cada dos por tres, no podía soportar siquiera tener que verla.

Me dediqué en aquellas semanas restantes a ayudar a mi madre en casa, en lo que podía, a aprovechar el surf en Gloucester y a pescar con Mike. De vez en cuando, hacíamos barbacoas en el jardín sólo para nosotros, y como yo me iba a Boston, él se fue a vivir con mi madre. Aunque no lo dijese, necesitaba a un padre, y a pesar de que lo llamase Mike, para mí él lo era.

Así que, con la tarea de ayudar a mi madre, me mandaron al supermercado, era el único que había en todo el pueblo, pero era agradable.

¿Qué necesitaba? Bacalao fresco, sardinas, un poco de queso cheddar, carne picada y una garrafa de agua.

En el supermercado todo eran señoras de más de cuarenta años con el carro de la compra, mientras yo tenía diecinueve recién cumplidos y llevaba mi cesta y la lista de mi madre. Las estanterías estaban repletas de color, latas, paquetes, botes, frascos preparados sólo para cogerlo.

Me acerqué a coger el queso cheddar e iba tan concentrada en la lista que ni siquiera me percaté de que me iba a tropezar con Camila.

-Cuidado. –Dijo ella sonriendo, y entreabrí los labios bajando la cabeza.

-Lo siento. –Mascullé y no sabía cómo reaccionar ante ella. Era demasiado incómodo para mí aquella situación.

-¿Sabes dónde están las judías? Mi madre dice que me encantan y quiere hacerme eso para comer. –Solté una risa pasándome los dedos por la frente.

-Camila... No... No te gustan las judías. –Me froté el labio con los dedos y ella se me quedó mirando con los labios entreabiertos.

-¿No? –No tuve más que reírme y negar.

-No, odias las judías. –Ella sonrió aunque luego ladeó la cabeza con el ceño fruncido.

-Vaya, ni siquiera de mi madre me puedo fiar. Gracias. –Sonrió y asentí aceptando el agradecimiento de la que hace un mes era mi novia.

-De nada.

*

Las noches eran largas, pesadas la mayoría de las veces. Quería dormir pero no lo conseguía, nunca lo conseguía. Ella seguía con su vida, y yo... Yo simplemente me quedé anclada en ella, porque me la arrebataron de un plumazo. Me pesaba el pecho, y mis ganas de llorar aumentaban a medida que las horas pasaban, y en mi habitación Camila seguía sin estar.

Eran las tres de la mañana y me levanté sin hacer ruido, despacio, caminando por el pasillo hasta llegar a la puerta de mi madre. Mike aún no se había mudado del todo, así que ella aún dormía sola.

Me recosté a su lado, y como dormía, pasé su brazo por encima de mi cuerpo y comencé a sollozar en voz baja, desmoronándome a su lado. Noté cómo sus brazos se apretaban, conscientes de mi presencia, y me abrazó contra ella dándome un beso en la frente.

-Todo estará bien, cariño. –Susurró en mi oído, mientras mi llanto se escuchaba en la habitación entera.

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