ALÉJATE [1]

By LeddyStrong

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Desde el principio siempre tuvieron razones para no mirarse ni hablarse, pero ambos saben que lo prohibido y... More

Sinopsis
Prólogo
Capítulo 1
Capítulo 2
Capítulo 3
Capítulo 4
Capítulo 5
Capítulo 6
Capítulo 7
Capítulo 8
Capítulo 9
Capítulo 10
Capítulo 11
Capítulo 12
Capítulo 13
Capítulo 15
Capítulo 16
Capítulo 17
Capítulo 18
Capítulo 19
Capítulo 20
Capítulo 21
Capítulo 22
Capítulo 23
Capítulo 24
Capítulo 25
Capítulo 26
Capítulo 27
Capítulo 28
Capítulo 29
Capítulo 30
Capítulo 31
Capítulo 32
Capítulo 33
Capítulo 34
Capítulo 35
Capítulo 36
Capítulo 37
Capítulo 38
Capítulo 39
Capítulo 40
Capítulo 41
Capítulo 42
Capítulo 43
Capítulo 44
Capítulo 45
Capítulo 46
Capítulo 47
Capítulo 48
Capítulo 49
Capítulo 50
Capítulo 51
Capítulo 52
Capítulo 53
Capítulo 54
Capítulo 55
Capítulo 56
Capítulo 57
Capítulo 58
Capítulo 59
Capitulo 60
Capítulo 61
Capítulo 62
Capítulo 63
Capítulo 64 [FINAL]
Agradecimientos

Capítulo 14

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By LeddyStrong


Bofetada


Espero a que entre la jodida camioneta y que el portón se cierre porque no quiero que nadie vea si me caigo o no. Resoplo al ver que se baja de la camioneta una rubia con un vestido demasiado corto y dos morenas, una de ellas lleva el cabello un poco alborotado que le queda bien; la otra tiene un piercing en el labio y otro en la ceja. Ellas se acercan con cautela, mirándome con disimulo fatal.

― ¿Tú? ―me pregunta una de las morenas cruzándose de brazos mirándome de arriba abajo.

Resoplo y miro hacia la casa disimuladamente. Sin señales del Grinch.

― ¿Qué haces aquí? ―pregunta la rubia, tal vez debería decirle que casi se le ve un pezón con ese escote.

― ¿Tienen algún problema conmigo o qué? ―espeto y ellas se miran con asombro.

― No puedo creer que estés aquí, claro está, que tú no eres muy apreciada por Miranda. ―sigue hablando la rubia.

― ¿Miranda? ―pregunto con arrogancia y suelto una carcajada―. Miranda me puede lamer las botas, estoy aquí y puedo ir y venir cuando se me antoje. ―suelto y ellas se sorprenden.

― Esta es la casa de Harry no entiendo qué haces aquí.

― ¿Ah sí? ¿La casa de Harry?―susurro observando disimuladamente mi alrededor por enésima vez―. ¿Eso fue lo que les dijo? ―les pregunto y ellas asienten con indiferencia.

Es un mentiroso, ¿Cómo pudo decir que esta es su casa?

Claro, al inicio me dijo que no quería que nadie supiera que somos hermanastros, eso explica por qué me ordenó que me encerrará. Qué inteligente es, esconderme para que nadie sospeche que compartimos la casa. Y la saliva. Pero no puedo creer que invitó a todos sus amigos aquí sabiendo que yo podía bajar y ser vista por todos. O es idiota o ya no le interesa que todos sepan que vivimos en la misma casa.

― Bueno, me aburrí hasta los tuétanos, ya me voy de esta fiesta de idiotas. ―les digo y sigo mi camino hacia el portón.

― ¿Esa moto es tuya? ―me pregunta la morena.

― ¿Por qué lo preguntas? ―no me giro.

― No sé, tal vez te la estés robando, como no la has encendido.

― Sí es de ella. Miranda dijo que sufrió un accidente en una moto y que por desgracia había quedado viva. ―dicen y no les presto atención.

― Usen condón. ―hablo sin mucha importancia.

Ellas se van murmurando hacia el patio trasero, aprieto el botón del control de seguridad del portón y empieza a abrirse. Salgo a la calle y sin perder tiempo me monto en la moto y noto que en realidad es grande pero me debo ver sexy o algo parecido.

Me coloco el casco con manos temblorosas por lo que se avecina, debo reconocer que tengo miedo, quién no.

Respiro hondo y recuerdo la lección de Andrés al pie de la letra.

― Ya sabes, Grace. Es fácil. ―me animo y enciendo la moto. Siento la adrenalina empezando a correr por mis venas y respiro hondo sin molestarme en calmar los latidos de mi corazón porque si lo pienso mucho voy a retractarme.

― ¡Oye, mueve ese culo! ―me gritan a toda voz desde atrás, me giro con cara de pocos amigos.

Un Aveo gris está estacionado atrás de mí. El portón empieza a abrirse de nuevo y justo en ese momento le doy rienda suelta a la moto sin titubeos.

Sí.

Sí pude.

¡Lo hice!

Con mucho cuidado cruzo la esquina con las piernas levemente encalambradas y grito de la alegría tratando de no perder el control. De hecho, ni quiero frenar.

― ¡Sí pude! ―chillo con toda mis fuerzas―. ¡Oh por dios, es increíble!

Juraría que mi corazón late a la misma velocidad de la moto. Hasta creo que voy a llorar. Mis muslos quieren entumecerse pero es parte de los nervios y de la tensión que tengo. Si mi padre supiera que estoy conduciendo por la ciudad a casi medianoche me mata. Esto es mejor de lo que pensé que sería, pero necesito parar porque no sé a dónde ir y tampoco sé cómo debería frenar. O sea, sí sé pero... sería la primera vez.

Me estaciono a la orilla de la carretera con cuidado y casi con brusquedad, un gritito sale pero todo está bajo control. Saco mi teléfono de la chaqueta y marco el número de Karla el cual borro al instante, no puedo llamarla a esta hora. Entonces no me queda más opción.

Bueno.

Para eso están los amigos.

*

Me despierta la alarma de mi teléfono. Esta cama no es incómoda, de hecho me atrevería a decir que es más cómoda que la mía pero compartirla no me agrada. Y mucho menos con él.

― ¿No escuchas la alarma o qué? ―ronronea una voz adormilada.

― No soy sorda. ―gruño mientras me levanto de la cama de mi mejor amigo.

― ¿Ya te vas? ―me pregunta incorporándose.

― Sí. ―le contesto y empiezo a ponerme las botas.

― Oye, no puedes, mis padres podrían verte y pensarán que estábamos follando como conejos, tienes que esperar a que yo entre a su cuarto con alguna excusa y...

― No se darán cuenta, en todo caso ¿Qué podrían decirme? Se alegrarán de saber que ya no eres virgen.

― No soy virgen. ―espeta.

― No creo que me digan nada.

― Esa es la incógnita y créeme que no lo quiero averiguar. ―dice poniéndose de pie.

― No te preocupes, son las seis, ¿Quién se levanta un domingo a las seis de la mañana?

― Tengo que abrirte la puerta, tonta.

― Oh, cierto. ―refunfuño.

No me sentí incomoda durmiendo con mi mejor amigo. No tuve más opción y además, considerando que cae dormido como un tronco y ronca como un tren.

Salimos al patio y ya sé lo que me va a decir cuando ve la moto. El patio de la casa de Andrés es mucho más pequeño que el de mi casa y anoche él no vio dónde llegué, simplemente cuando abrió la puerta yo estaba allí parada con una gran sonrisa y ya había ocultado la moto tras los arbustos cerca de la ventana de la cocina.

― Con razón no quisiste que saliera de la casa a recibirte.

― Ya ves.

― No te rendiste.

― Te dije que no lo iba a hacer. ―hablo acercándome a la moto―. Nunca lo hago, no cuando algo me gusta.

― Eso no me sorprende, lo que en realidad me sorprende es que la hayas conducido así no más teniendo un brazo lastimado.

― Pues, así es. ―le digo y me monto con dificultad―. Además, el dolor lo puedo soportar siempre y cuando sea por una buena causa.

― El casco. ―me riñe.

― A eso iba. ―murmuro

― Sí, claro.

― Gracias por todo. ―le digo y enciendo la moto.

― ¿Estás segura que Harry no es capaz de golpearte?

― No, claro que no.

― ¿Y si sí?

― No lo creo. ―me pongo el casco―. Él no es tan pesado como parece. ―sólo un poco.

― Iré contigo entonces.

― No necesito que me defiendas de mi propio hermanastro.

― Está bien. ―farfulla―. Me llamas después que la marea baje.

― Lo haré. ―le digo y me alejo de su casa.

Conduzco a baja velocidad, tengo sueño y no tengo ánimos de conducir. Me detengo frente a una cafetería, necesito un café doble y necesito aclarar mis pensamientos antes de llegar a casa.

Enciendo el teléfono e inmediatamente recibo una llamada de mi padre.

― Buenos...

― ¡¿Dónde estás?! ―grita haciendo que aleje el teléfono de mi oreja.

― ¿P-papá? ―tartamudeo―. ¿Por qué me gritas?

― ¡¿Por qué no estás en la casa?! ―continua gritándome.

― Y-yo, sí estoy...

― ¡No me mientas! ―oh, joder. La mierda del...

― Por favor, cálmate.

― ¡¿Cómo me pides que me calme?! ¡Llego a mi casa y me encuentro con un gran desorden y tú no estás por ningún lado, Grace Victoria!

Abro los ojos desmesuradamente y trago duro. Se ha armado la grande. Demonios.

― Voy para allá. ―logro decir.

― Elena quiere saber dónde está Harry.

― Ya voy para allá. ―repito y cuelgo.

Maldigo mientras camino hacia la moto haciendo mohines de enojo Ahora, qué se supone que le diré a mi padre. No tenía que llegar hoy. Además, ¿Dónde demonios está Harry? ¿Por qué no está en la casa? Oh, Dios, jamás he enfrentado a mi padre tan enojado como lo escuché.

Conduzco hacia casa sin dejar de pensar en las cosas que puedo decir para que mi padre no me mate. Claro, lo de matar es en sentido figurado. Él no sería capaz de golpearme, pero de todas formas rezo porque Harry ya esté allí y le haya explicado todo.

*

Cruzo el portón de mi casa y resoplo, esto es un real desorden, claro está que a Harry no se le cruzó por la cabeza que nuestros padres llegarían hoy. Y ahora yo tendré que ser la primera persona en tener que dar explicaciones si él no está. Y eso no me tranquiliza para nada, sólo me llena de nervios y no oriné antes de salir de la casa de Andrés.

La cochera está abierta, eso es raro. Apago la moto y camino hacia la puerta, las piernas me tiemblan y es comprensible desde mi punto de vista. Joder, mi papá es inofensivo, no tengo por qué ponerme así.

― Estúpido Harry. ―susurro y me detengo al ver un líquido amarillento en el piso―. Oh, Dios...

― ¡Grace! ―ruje una voz desde la sala y doy un respingo. ¿Ese fue mi padre?

Camino hacia la sala respirando hondo varias veces y veo a mi padre de pie junto al sofá, él está a punto de explotar de la rabia, lo puedo ver en sus facciones ya que se ha transformado de tal manera que ni siquiera el color de su cara es normal. Elena tiene una bolsa negra de basura en la mano y al parecer está recogiendo unos vasos desechables. Trago y respiro hondo sin poder ver el sofá color crema manchado de algo que no quiero averiguar.

― ¿Dónde está Harry? ―me pregunta Elena preocupada.

― Yo no...

― Ahora mismo me vas a explicar lo que sucedió aquí. ―dice mi papá conteniendo su cólera.

― Yo no tengo que explicar nada. ―le digo suavemente pero de todas formas sonó feo.

― ¿Ah no? ―pregunta y ya explotó―. ¡¿Cuándo te di permiso para que hicieras una fiesta de esta magnitud?! ―brama y me hace retroceder―. ¡¿Desde cuándo haces cosas cómo estás?! ¡Explícame por qué abusaste de mi confianza!

― Pero, ¿Por qué piensas que yo...?

― ¡Cállate! ¡No me interrumpas! ―me grita y me parte el corazón, mi padre nunca me ha gritado así y mucho menos delante de nadie. Además, las venas de su cuello lo hacen ver anormal. Él tiene una figura imponente, quizás tenga algunos kilos demás pero sigue siendo imponente y ya no tengo dudas que podría golpearme, en ese estado puedo pensar de todo.

― Papá...

― En este momento estoy demasiado enojado, Grace Victoria Schneider Belicov.

No entiendo por qué tengo que pagar los platos rotos del imbécil de Harry, no tengo porqué y punto.

― Pero espera...

― ¡Sólo explícate de una buena vez y deja de balbucear como una niña!

― ¡¿Por qué me gritas?! ¡Yo no he hecho nada de esto!

― ¡Entonces, explícame que es todo esto! ―chilla acercándose a mí.

― ¡Yo no soy la única que se quedó aquí cuando te fuiste!

― Antonio, por favor, cálmate. ―le pide Elena y yo quiero salir corriendo. En el estado en el que él se encuentra yo debería salir corriendo porque en realidad es primera vez que lo veo así y no me da buena espina.

― No te metas Elena. ―le advierte él―. Grace sabía perfectamente lo que le iba a pasar si esto sucedía, en la casa hay reglas.

― ¡Pero, ni siquiera me quieres dejar explicarte!

― ¡No me levantes la voz! ¡Soy tu padre y no tienes derecho a gritarme!

― Yo no tengo porque afrontar esto. ―niego con la cabeza y me niego a llorar como una niña pequeña.

― Elena deja eso, Grace, lo hará. ―dice―. Limpiará absolutamente todo, no dejará ni un...

― Yo no haré nada...

Mi papá me sorprende dándome una bofetada en la mejilla derecha, el golpe fue tan fuerte que me tambaleo y con suerte no me voy al piso. Logro ver que Elena suelta la bolsa y corre hacia mí con ojos muy abiertos.

Joder, sentí ese golpe en todo el cuerpo y creo que mi mandíbula se desencajó, de hecho pudo haber sido un puñetazo o algo así. Elena me agarra del brazo izquierdo y me estabiliza. Aún no salgo de mi sorpresa. Es como si el tiempo se detuvo un par de segundos y ni siquiera puedo respirar.

― Grace... ―susurra mi padre.

Me golpeó. Mi padre me abofeteó con el revés de su mano.

Me golpeó.

― ¡Cómo te atreves! ―chillo soltándome de un empujón de los brazos de Elena.

― Grace, ¿Estás bien? ―me pregunta ella y no puedo contener más las lágrimas.

― ¡Te dije que yo no he hecho nada! ―grito entre lágrimas―. ¡No vuelvas a golpearme en la cara o nunca volverás a verme!

Puedo ver que está arrepentido por golpearme, pero aun así sigue enojado como si estuviese luchando con su carácter pacífico y con su carácter agresivo.

― Cálmate, Grace. ―me dice Elena tiernamente e intenta acercarse a mí otra vez. Intento calmar mis sollozos para hablar.

― ¡¿No viste lo que hizo?! ―le grito a ella.

― Por favor, por favor, debemos tomar las cosas con calma. ―suplica ella―. Antonio, ve...

― Yo sólo me fui de aquí porque...

― Porque yo planifiqué una fiesta, traje a todos mis amigos aquí y Grace no confía en ellos. ―la voz Harry se escucha desde la puerta principal. Acaba de entrar, ni siquiera sabe lo que acaba de pasar.

― Harry... ―susurra Elena tapándose la boca.

No quiero que me vea llorar, esto es vergonzoso. Me seco la cara rápidamente y dejo de tocarme la mejilla que punza con fuerza y el dolor se siente hasta el cuello.

Nadie dice nada. El ambiente habla por sí solo, es como si Harry estuviese estudiando la situación y los demás estuviesen rogando porque no lo descubra.

― ¿La golpeaste? ―pregunta Harry sigilosamente y siento que se ha acercado.

― No te acerques, me acaban de golpear por tu maldita existencia. ―le advierto con repulsión.

― Harry, pensé que Grace...

― ¡¿Por qué carajo la golpeaste?! ―le grita a mi padre y yo me quedo pasmada porque se acerca a él peligrosamente.

Elena lo hala por el brazo al ver que se acerca a mi papá con gestos agresivos pero Harry se suelta muy fácilmente.

― Pensé que ella lo hizo, pero no quise golpearla.

― Yo tampoco quiero golpearlo a usted pero, le voy a partir...

― ¡Basta, Harry! ―le reprende Elena y mi padre parece angustiado―. ¿Cómo te atreves a decirle eso a Antonio?

― No tenía por qué golpearla, ¡¿Por qué la golpeó?! ¡Ella no hizo nada! Yo fui el que hizo todo esto. ―Harry mira a mi papá―. ¿Por qué carajos si quiera pensó que fue ella? ¿Acaso lo ha hecho antes? ―mi padre mira hacia otro lado.

― ¿Por qué no estabas aquí?

― Ella tampoco estaba aquí, ¿Por qué no me golpea también?

¿Está aceptando su culpa?

― Lo siento pero, Grace es mi hija y tengo el derecho de reprenderla. ―le riñe mi padre.

― ¡¿Y por qué iba a reprenderla si no hizo nada?! ―Elena hala de su camisa impidiendo que Harry se acerque más a mi papá.

― ¿De qué te sirve defenderme si ya me han golpeado injustamente? ―le reclamo―. No se puede borrar un golpe.

― Tú no tenía permiso para hacer una fiesta aquí.

― Entonces debo disculparme. ―escupe él y se aproxima a mí, retrocedo un paso―. ¿Estás bien?

― Perfectamente, ¿No ves? ―le susurro con sarcasmo y me dirijo hacia las escaleras. Claro, él hizo la fiesta pero yo me gano el golpe, ¿Cree que lo abrazaré? Que se jodan.

― Grace, hija... ―me llama mi padre, lo ignoro y subo las escaleras. Harry viene detrás de mí y no me importa que me escuche sollozar.

― Tal vez me odies más, pero tú tienes la culpa. ―dice y siento que me dará un ACV. Me trago mi rabia antes de responderle.

― Es mejor que esperes que me calme porque si no voy a lanzarte por las escaleras.

― Si no te hubieses ido a mitad de la noche en esa moto yo no hubiera salido en busca de ti como un loco sin importarme lo que hicieren todos aquí.

― Si no hubieses traído a todo tu rebaño de amigos yo no me hubiera ido. ―le contesto, abro la puerta de mi habitación y entro.

― ¿Quieres que me disculpe?

― No, vete al infierno. ―intento cerrar la puerta pero, él entra y la cierra a sus espaldas. Me echo a llorar sin importarme que él esté allí, ya no puedo aguantar más.

― No llores. ―me pide.

― Déjame sola.―sollozo―. No te creo nada, eres un... eres un...

― Salí a buscarte, te lo juro.

― ¿Para qué? No tenías por qué hacerlo, no somos ni siquiera amigos, no tienes derecho a decirme lo que tengo qué hacer. ―niego con la cabeza y me limpio las lágrimas.

― Sólo... ―guarda silencio―. Tienes razón soy un imbécil. ―se pasa las manos por la cara.

Me siento en el borde de la cama y me toco el golpe en la sien derecha producto de la caída de hace dos días. Joder, ya ni me dolía.

― Me lastimó.

― Déjame ver. ―masculla acercándose a mí, se agacha y me aparta un poco el cabello.

― ¿Se ve mucho? ―le pregunto aspirando mis mocos por la nariz.

― ¿Por qué no me dijiste acerca de este moretón?

― No es nada.

― Eres tan terca.

― Mira quién lo dice.

― Es impresionante, hay una mano dibujada en tu mejilla. ―susurra―. Te juro que si no hubiera sido tu papá...

― ¿Qué hubieras hecho? No seas estúpido, tú no eres capaz de nada. ―escupo―. Es mejor que me dejes sola, ya es bastante humillante que me veas llorar por tu propia culpa.

― Lo sé, por mi culpa te golpearon.

― Sí.

― Joder, pero ¿Por qué tenías que irte en esa moto?

― Ya, deja de hablar. ―espeto.

― Perdóname. ―espeta agarrando mis manos―. Por favor, me siento fatal. Sé que no debí traerlos, de hecho no se suponía que todos viniesen. ―me pregunta agobiado y lo miro―. Prometo no volverlo a hacer, lo juro.

Nos miramos fijamente. Piensa, piensa... ahora estoy enojada porque mi padre me golpeó pero... él no le dijo a mi papá acerca del accidente en la moto.

― Por favor, perdóname, Grace. ―me abraza dócilmente. Eso no calmara el dolor en mi mejilla.

― Harry...

― No tenía ni idea que Will iba a traer a toda esa gente. ―lo escucho suspirar―. Si quieres me iré de esta casa, hoy mismo si así lo deseas. ―añade y lo aparto. Él sólo mira mi mejilla.

― ¿Qué? No puedes hacer eso. ―espeto―. ¿Qué crees que pensará tu mamá?

― Grace, por mi culpa tu padre te golpeó, ¿Crees que puedo vivir con él sin dejar de querer partirle la cara?

― No puedes dejarme sola, tienes que vivir aquí. ―le digo con desesperación―. Tienes que protegerme de... ―cierro la boca de golpe.

― ¿De quién? ―pregunta sutilmente.

― De... todos. ―musito.

― Dime.

― No iba a decir nada del otro mundo. ―por lo menos ya no estoy llorando.

― Sé que ocultas algo, ¿Sabes?

Ahora, ¿Qué le digo? Eso me pasa por desesperada, siempre estuve sola no entiendo porque dije eso ahora. Pero es cierto. Mientras que él ha estado aquí Efraín no ha venido.

Él no puede irse, sé que a la vez quiero, pero no. No puede.

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