Hijas de los Dioses

By PatriciaReinaAguilar

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Primer libro de la saga Edantium. En esta historia seguiras la vida de dos chicas quienes tendrán que luchar... More

Edantium
Capitulo 1 Leyxa
Capitulo 2 Kerisal
Capitulo 3 Leyxa
Capitulo 4 Kerisal
Capitulo 5 Leyxa
capitulo 7 Leyxa
capitulo 8 Kerisal
capitulo 9 Leyxa
capitulo 10 Kerisal
capitulo 11 Leyxa
capitulo 12 Kerisal
capitulo 13 Leyxa
Capitulo 14 Kerisal
capitulo 15 Leyxa
Capitulo 16 Kerisal
Capitulo 17 Leyxa
capitulo 18 Kerisal
capitulo 19 Leyxa
capitulo 20 Kerisal
capitulo 21 Leyxa
Capitulo 22 Kerisal
Capitulo 23 Leyxa
capitulo 24 Kerisal
capitulo 25 Leyxa
capitulo 26 Kerisal
capitulo 27 Leyxa
capitulo 28 Kerisal
capitulo 29 Leyxa

capitulo 6 Kerisal

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By PatriciaReinaAguilar







                  

Abrí los ojos aun nublados por los bordes de mi visión, apreté los dientes al volver a sentir las punzadas de dolor de mi espalda. Dara me presionaba la herida con un trapo, Leyxa sacudió sus manos intentando deshacerse de las luces blancas que surgían de sus manos, se estaba descontrolando. Me retuerzo de dolor e intenté mantener los ojos abiertos, apreté los dientes para evitar volver a gritar. -Estoy bien.- protesté apretando los puños contra la tierra, Dara me sostenía entre sus brazos tirada en el suelo. Intenté mantener el control para poder respirar más calmada, -Leyxa, tienes que relajarte, cálmate- recé porque me escuchase, pero apenas podía alzar la voz. Ella respiraba entrecortadamente, si no se calmaba podría empeorar. No tardará en convertirse en heraclitas. De pronto vi como Leyxa cayó al suelo desplomada, sus manos hicieron retroceder su Heracles blanco. Sentí un pinchazo en el cuello, me desclave lo que pareció ser un dardo. Dara cayó desplomada a mi lado, también con un dardo en el cuello. Mi vista se nubló y sentí como me desvanecí.

Noté una agradable presión en la herida de mi espalda, un aire frio y el olor a humedad eran gratificantes. Abrí los ojos, estaba en penumbra. Entré en pánico cuando intenté moverme sin conseguirlo, me retorcí, estaba maniatada con los codos elevados y mis manos atadas detrás de la nuca. Mis tobillos también estaban atados  y parecía estar colgada. Siento frio de pronto, una venda alrededor de mi pecho me presiona agradablemente la herida de mi espalda que apenas me daba punzadas, no me dolía mas que el resto de mis heridas que tenía por todo el cuerpo gracias a los Caninades. ¿Me han curado? Me pregunté al verme el estómago y las piernas, me habían limpiado la sangre seca y las heridas habían dejado de sangrar. Tras el susto inicial me percato de donde estoy, un cuarto oscuro, la forma rocosa del suelo y las paredes me recuerda a las típicas casas de Elfendrielle, aunque el rojizo de las paredes parecía más oscuro debido a la poca luminosidad. Unos agujeros del techo deja pasar pos rayos de luz. El olor a barro y arcilla me recuerda a unas cuevas. Los gritos de Leyxa me asustaron de pronto

-¡Leyxa!- grité llamando su atención, no pude evitar sonreír al verla. Estaba frente a mí, de la misma posición maniatada. Aunque ella llevaba una venda que cubría su pecho y estómago. Llevaba puesto una falta de piel lisa marrón, acabada en pico. Me miré para comprobar que yo también llevaba esa falda aunque a mí me quedaba más corta.

-¿Dónde estamos?- preguntó confusa, rayando la histeria. Su cara también estaba rasgada al igual que sus piernas, pero estaba limpia y las heridas habían dejado de sangrar, me pregunté si yo tendría ese mismo aspecto. Nos iban a quedar unas horribles cicatrices. -¿Es Elfendrielle?- miró a su alrededor intentando soltarse de las ataduras.

-No lo creo, si hubiera sido los Eidanos estaríamos muertas- intenté tranquilizarla, tanteé el resto de la cueva oscura en busca de Dara, pero no se ve apenas el suelo. El sonido de unos pasos retumbaron por la habitación.

-¿Quién eres cobarde? Muéstrate a la luz- gruñí con fiereza, apretando los dientes. Unos pasos hacia adelante, el hombre se descubrió el rostro poniéndose bajo uno de los reflejos de la luz. Un hombre fornido, muy alto y oscuro de piel. El pelo de color negro y muy liso, casi tanto como el de Leyxa cae por su rostro delgado. Sus ojos muestran un incesante color negro con franjas rojas. Es un heraclitas... mantiene sus manos escondidas tras su espalda mientras nos miraba detenidamente a Leyxa y a mí. Vestía con un traje  de cuero negro, escamado como el cuerpo de un reptil. Se levanta por el cuello como las alas haciendo que pareciese que tenía el cuello más largo. El hombre chasqueó los dedos y una fuerte luz blanca ilumina la habitación, unas gotas de luz se mantienen flotando en el techo, frente a nosotras estaba Dara tirada y olvidada, el vestido rasgado y ensangrentado, y manchada de tierra. Las heridas de su cara habían dejado de sangrar, pero aún estaba manchada de sangre seca por sus brazo y piernas magulladas.

-¡Dara!- grité rezando porque me contestara, se movió y volví a respirar, se despertó mareada, tenía una cadena atada al cuello que la unía a la pared como si fuera un animal salvaje. -¿Le has hecho bastardo?- grité presa del pánico y de mi propia furia.

-Me temo que esos rasguños no se deben a mi causa- respondió el hombre con una voz fría y muy calmada. Se agachó hacia Dara y la sostuvo de la barbilla, ella mostraba una mirada enrabietada. –Solo la tengo aquí como salvo conducto.- se incorporó, amenacé fervientemente con mi mirada al hombre, que me devolvió la mirada pasiva y relajada. –Para que seas más dócil.

-Como se te ocurra tocarla te juro...

-no, no- me interrumpió levantando el dedo, su mano estaba envuelta en un Heracles de un intenso color verde. -vamos a ser civilizados.- me mordí la lengua para no empeorar las cosas cuando vi el gesto de súplica en los ojos verdes de Leyxa.  -Soy quien responderá a todas vuestras preguntas- dijo entonando la palabra ''todas''

–Eso lo dudo- murmuró Leyxa sin hacerse apenas notar.

–Antes de empezar quiero agradeceros que trajerais la piedra negra- reía de manera irritante y exagerada;  -me estaba costando encontrarla.- Leys y yo nos mirábamos confusas, ella desvió la mirada desganada hacia él. Nos mostró las dos piedras, una blanca y la otra negra, la blanca más pequeña que la otra.

-¿Por qué nos has curado?- comenté confusa al verlo guardar de nuevo las piedras.

-no, no- contestó con una irritante risita entre dientes mientras muestra una mueca en sus labios. –Esa no es la pregunta.

-¿Para qué nos quieres teniendo las piedras?- añadió entonces Leyxa frunciendo el ceño, él se giró hacia ella y esbozó una espeluznante sonrisa mostrando sus dientes amarillentos y torcidos.

–Que perspicaz, esa pregunta me gusta. El poder de las piedras solo puede ser controlado por el yinyared. Que soy vosotras- Leyxa y yo nos miramos mutuamente, aún más confusas, el pulso me martillea la sien. –bueno, no vosotras, vuestra unión.- rió de nuevo con esa perturbadora risa aguda. Un hombre entró deprisa en la sala, reconocí las vestimentas de este, unas telas negras envolviéndolo completamente, el hombre se colocó junto al otro,

-¿¡Donde está Ivy!?- preguntó Leyxa de pronto, en su suave voz enmarcó su duda de si estaría o no con vida después del fatal golpe que se había llevado tras su onda expansiva.

-Me encargaré de esa traidora personalmente- el hombre respondió con la voz  notablemente más tensa.

-Darkel- añadió el hombre vestido de telas negras y comenzó a susurrarle al oído, este levantó la mano y se produjo un silencio.

-Me temo que tengo que dejar nuestra pequeña conversación, y por favor, estáis en vuestra casa- Sonrió de oreja a oreja poco antes de marcharse junto al segundo hombre. Asique este es Darkel... Dara intentó llegar hasta mí, pero la cadena atada a su cuello era demasiado corta.

-¿Estás bien?-  pregunté al verla tan demacrada, a nosotras al menos habían tenido la decencia de limpiar nuestras heridas.

-Estoy bien, al menos no me ha desnudado.- respondió entre dientes, no había perdido su sentido del humor, eso era bueno. Leyxa rompió a llorar de pronto.

-lo siento, es mi culpa, lo siento...

-¿por qué?- respondí exasperada, por favor...deja de llorar me decía para mis adentros. 

-si no fuera por mi intento de salvar a Ivy no hubiera pasado esto.

-Leyxa, escucha- apreté los dientes hablando lo más serena que podía entonar, -Nunca- enmarqué bien la palabra; -Nunca te arrepientas de tu compasión.- Leyxa me miraba con ojos llorosos, mi mirada y mi voz pareció entrar en ella –Es lo que te hace humana- añadí al ver que respiraba profundamente calmándose. –Vamos a salir de aquí, rescataremos a Ivy, cogeremos las piedras y buscaremos a su hermano.- Por primera vez en mucho tiempo sentí que hablaba totalmente en serio. Me arrepiento de muchas cosas en mi vida, pero lo que más me duele y aun lo noto en mi pecho. Es el haber estado a punto de matar a una joven que está a merced de su Heracles, eso me convertiría en una persona que no soy. Y quiero demostrar a Leyxa que no soy ese tipo de persona, empezando por esta promesa.

-Siento interrumpir esta conversación tan heroica, pero creo que puedo sacaros de aquí.- interrumpió Dara examinado detenidamente el enganche de la cadena en la pared.

-¿Qué?... ¿Cómo?- husmeé con la mirada.

–El candado de la cadena tiene un código, funciona con un núcleo y creo que soy capaz de anular el núcleo. De este modo se reiniciará unos segundos, tiempo suficiente para soltarme.- No entendí bien como lo haría, pero el resultado bastaba para mí. Dara toqueteo un panel con números donde estaba sujeta la cadena, consiguió abrir el panel por una esquina. Metió la mano por el hueco toqueteando, intentó llegar al núcleo. Sonó un chasquido al tirar de él. El candado se abrió y Leyxa y yo sonreímos, Dara se soltó y corrió hacia Leyxa, cojeando de la pierna derecha, será por los rasguños. Estaba descalza. Desató las manos de Leyxa y ella cayó hacia delante con los tobillos aun atados, mientras ella se terminaba de desatar los pies, Dara me ayudó a soltarme. Levité cuando me soltó los pies para evitar caer de bruces contra el suelo como le pasó a Leyxa, Tras desatarme abracé a Dara con fuerza, envolviéndola entre mis brazos, le sacaba media cabeza. Acaricié su mejilla hinchada y me incliné un poco para besarla en los labios.

–Te debo una- susurré a pocos centímetros de sus labios.

-Me debes muchas- me contestó ella con una media sonrisa y se apartó de mi con un gesto coqueto.

–Tenemos que irnos.- añadió Leyxa, a pesar de llevar las vendas alrededor de todo el torso ella mantenía los brazos tapándose el pecho. No me sorprendió averiguar que era vergonzosa, tuve que descartar este pensamiento para no sonreír. Salimos por el hueco de la habitación, en ved de puerta tenia marco. Nos asomamos al pasillo con sigilo, el silencio era abrumador. El pasillo, como un laberinto de piedra rojiza, más bien parecía unos túneles subterráneos de cueva fría y húmeda. Caminamos lentamente pegadas a la pared rocosa, el pasillo lúgubre nos llevaba a otras cuevas a ambos lados. Unos gritos hicieron eco y vi como Leyxa se estremeció, era Ivy.

-Es ella...- murmuró Leyxa asustada, seguimos por el largo y ancho pasillo siguiendo los desesperados gritos de la mujer. Cesaron poco antes de encontrar un marco aún más grande que daba a otra cueva.  Nos agazapamos y miramos dentro. La oscuridad era casi plena, a pesar de algunos huecos o grietas que dejaban entrar la luz del sol. Al igual que nosotras, Ivy estaba maniatada con los codos en alto, se veía el reflejo rojo de su Heracles salir de detrás de su cabeza donde tenía atadas las manos, los tobillos los tenia a medio metro del suelo, la seda negra que antes la envolvía ahora se había convertido en apenas unos trapos, sucios de tierra y sangre seca. Tenía la ropa tan rasgada que se podía ver su piel pálida amoratada, rasgada y con manchas de sangre seca. A estos arañazos y mordiscos de los Caninades se le unían un ojo hinchado y el labio amoratado, con un corte. Me percaté de varios muebles en la sala, la mayoría mesas con armas y otro tipo de objetos sobre ellas. Hice una señal para que avanzásemos, a hurtadillas nos escondimos tras la mesa más cercana a la salida, era lo suficientemente baja para que estuviéramos casi tumbadas, las vendas blancas se nos mancharon de polvo y tierra. Veíamos a Darkel de espaldas, frente a la mirada de súplica de Ivy, que apenas se atrevía a levantar la cabeza.

-Sabes, he descubierto algo muy interesante de tu hermano- comentó Darkel con voz amenazadora, paseándose frente a ella como un depredador.

-¡Por favor!- sollozó Ivy, casi rasgándose la garganta y su aguda; aterciopelada voz.

–Tranquila querida- se acercó a ella y acariciaba su mejilla enrojecida por los golpes, el Heracles verde chispeó sobre ella sin llegar a quemarle la piel –No voy a enviarle con los dioses aun, es demasiado valioso.- con la misma mano que acariciaba su rostro agarró su barbilla con fervor y el Heracles se incrementaba a medida que apretaba su pálida y ovalada barbilla, Ivy soltó otro grito, Darkel cortó la cuerda de sus manos y aún atada por los tobillos no pudo evitar caer de bruces contra el suelo, golpeándose la cera. Al caer de espaldas pude ver una pequeña brecha que tenía en la cabeza, supuse que del golpe de la piedra cuando cayó en el desierto. Ivy se quedó ahí tirada bocabajo, su fuerza la abandonaba, ni siquiera se veía su Heracles rojo envolviendo sus manos. Darkel se volvió hacia ella, agarró su pelo para levantarle la cara del suelo, Ivy abrió los ojos llorosos, nos descubrió bajo la mesa, sus ojos, que estaban tornando a un color grisáceo, casi azul. Nos imploraban ayuda.

-Tenemos que ayudarla- susurró Dara, Leyxa apretó su boca para evitar descubrirnos con su gemido, Dara sopesó la situación.

–En la estantería del fondo, en la pared de piedra hay unas armas. Lanzo el primera ataque y lo distraigo mientras vosotras vais a por las armas.- planteé mi idea, Leyxa estaba demasiado afectada para si quiera mirarnos.

-Soy bondadoso y voy a liberarte de tu carga- la voz de Darkel me detuvo mi intento de salir de la mesa, el corazón me latía tan fuerte que hubo momentos en los que creía que se me salía del pecho. Darkel acarició la mano izquierda de Ivy con un movimiento de dedos que subían por su hombro y jugueteaban obscenos. Pisó los dedos de Ivy con su bota arrancando otro grito ahogado de Ivy. Envolví mis manos en  Heracles blanco y salí despacio de la mesa. Darkel nos daba la espalda y envolví mi poder entre mis manos. desenvainó un cuchillo negro, con un golpe secó lo clavó en la muñeca de Ivy, la sangre emergió de ella, un grito, tan agudo y fuerte que sacudió la habitación. Nos quedamos con los ojos abiertos de par en par, atónitas. Darkel presionó más para terminar de cortarle la mano. El aliento se me atragantó en los pulmones, Tres lentos latidos resonaron en mi cabeza, Levité unos palmos del suelo, arropada por los gritos desesperados de Ivy me lancé hacia Darkel. Pero se desvaneció entre hilos de humo verde. Caí al suelo confusa. Intentando averiguar dónde estaba con la mirada, Leyxa y Dara salieron corriendo a socorrer a Ivy. Que ya no tenia fuerzas ni para llorar.

-Ivy, hay que presionar la herida- escucho la voz titubeante de Leyxa, intentaban apretar la herida para parar la hemorragia que hacía que la joven pareciera más pálida aún, medio adormilada se dejó caer a los brazos de Dara que intentaba mantenerla despierta.

–Hay que cauterizar la herida- señalé apretando los dientes, Leyxa tapó la boca de Ivy, Dara la sujetó con fuerza para que no se sacudiera, Dara intentaba calmar sus sollozos y gritos. Respiré profundamente, aguanté el aire y presioné mi mano contra su muñón, mi Heracles ardía quemando su piel. Ivy se desmayó casi instantáneamente. Al soltarlo, la herida se había vuelto enrojecida, con los borden negros. Exhalé la bocanada de aire que había mantenido, sentí que me tambaleaba pero no dejé que me invadiera la sensación de nauseas. Apreté los puños y volví a respirar profundamente.

–Dara, sácala de aquí, Leyxa y yo buscaremos las piedras y a su hermano.- ordené tras relajarme, no sabía dónde se había metido Darkel, pero no iba a pararme para averiguarlo. Dara aprovechó para saquear la habitación, apropiándose de algunas armas. Se armó hasta los dientes, cogiendo afilados shuriken, kunai negros, dagas, cuchillos etc. Se los enganchó como pudo en la cintura y mangas rotas del vestido. Le ayudé a sostener a Ivy entre sus brazos, Ivy era de su misma estatura, ayudaba que era un poco más delgada que ella, más bien delgaducha, Dara entrenaba mucho y lucía un cuerpo atlético. Corrimos hacia el pasillo lúgubre, Dara continuó recto, siguiendo su instinto y el olor a tierra. Nosotras nos adentramos en el laberinto de cuevas siguiendo el olor a humedad.

-¿Dónde están todos?- me pregunté confusa. Nos quedamos con la espalda apoyada en la pared de la cueva, junto a unas grietas que dejaban entrar algo de luz. Nos sentamos en el suelo, la respiración de Leyxa comenzaba a ser cada vez más rápida, me giré hacia ella, tenía las manos temblando, ella entera, tiritaba. –Leyxa, mírame- su cara era inexpresiva,  estaba entrando en pánico. –Leys, mírame, mírame- continué susurrando, mi primer impulso fue agarrar sus manos para calmarla, pero no podía tocarla. Mi frustración empezó a hacer mella en mí.

-¿Se pondrá bien?- titubeó presa del miedo, calvó sus ojos húmedos en mí, su voz se quebraba y me hizo conmoverme. No lo sabía, realmente no sabía que pasaría, lo peor que le puede pasar a un Heracles es que le arrebaten la fuente de su poder, las manos. Habían arrancado una parte de su poder, ni siquiera sé si saldría de esta, y si lo hacia...¿Cómo podía ser la misma? No pude mantener la mirada en sus ojos verdes y la aparté. Respiré hondo. Ahora tenia qu ser esa para Leyxa, la que le digera que todo iba a salir bien. Me lo imploraba con su mirada. Apreté los dientes –Se pondrá bien.

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