Amor en manos enemigas.

Galing kay SandyLee

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Imagínate que odias a un chico de tus años de colegio. Después, imagínate que ambos toman caminos separados. ... Higit pa

Capitulo 1
Capitulo 2
Capitulo 3
Capitulo 4
Capitulo 5
Capitulo 6
Capitulo 7
Capitulo 8
Capitulo 9
Capitulo 10
Capitulo 11
Capitulo 12
Capitulo 13
Capitulo 15
Capitulo 16
Capitulo 17
Capitulo 18
Capitulo 19
Capitulo 20
Capitulo 21
Capitulo 22
Capitulo 23
Capitulo 24
Capitulo 25
Covers de Regalo
Capitulo 26
Capitulo 27
Capitulo 28
Capitulo 29
Capitulo 30
Capitulo 31
Capitulo 32
Capitulo 33
Capitulo 34
Capitulo 35
Capitulo 36
Agradecimientos
Epilogo I

Capitulo 14

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Galing kay SandyLee

  Unos minutos después de que Tom se quitara la bolsa de guisantes del rostro, salieron de casa de los Schwartz, lejos de las miradas de los invitados. Tenía muchos sentimientos encontrados. Por una parte estaba muy avergonzada por el númerito y precisamente en el cumpleaños de Emilio. Ellos siempre la habían recibido con los brazos abiertos en su hogar y los consideraba su familia.  

Después de todo lo sucedido con Greg,  sabía que no lo conocía realmente; todos esos años solo había visto una parte. La parte que quizás todos mostramos al mundo, la más educada y complaciente. Pero esa tarde, después de todo el escándalo, Greg se había superado así mismo. Él no era de peleas, ni de gritos; sino todo lo contrario. Por esa misma razón, resultaba tan extraño verlo provocar a Tom y enzarzarse en una pelea a puños.

Muy dentro de ella, estaba agradecida con Tom por su boxística intervención. De momento no se le ocurría otra manera  racional y civilizada para callar la ofensa de Greg, desgraciadamente, Tom se llevó la peor parte y definitivamente, era una de las cosas que no quería volver a ver en su vida.

Las palabras de Greg herían por considerarla tan poca cosa. Era verdad que tiempo atrás Tom la llamó cientos de veces una pobretona, pero el moreno la hizo sentir como una mujer barata. Como una cualquiera que se ofrece al mejor postor. Y ella no era nada de eso.

En esos precisos instantes conducía el deportivo del rubio, pero para su mala suerte, la transmisión manual no era su fuerte en lo absoluto.

—Fue una mala idea. —Dijo Tom después de hacer una mueca al escuchar como el motor se forzaba. Era la primera vez que abría la boca desde que se subieron al auto.

—¿Qué fue una mala idea?

—Dejarte conducir —respondió haciéndole señas para que se orillara—. Cada vez que metes tarde el cambio, me duele el estomago.

Hubiese querido objetar, pero era verdad.  Se hizo a un lado, mientras que el auto lanzaba un chirrido y lo apagó. La calle estaba oscura y solitaria, ni un solo auto iba o venía. Intuyó que el hecho de que Tom no se moviera de su asiento, significaba que quería hablar. Pero el silencio comenzó a hacerse cada vez más insoportable, y el rubio no tomaba la iniciativa en nada, así que no tuvo más remedio.

—Tom, en verdad lo siento.

El rubio la miró solo un momento.

—Sólo necesitas practicar un poco.

—¿Practicar? —¿Practicar, qué?— No me refería al auto Tom, yo hablaba de lo que pasó.

—¡Ah, ya! Eso... Yo también necesito practicar un poco mi gancho derecho. —Tom casi sonrió al decir eso, pero el dolor le quitó toda la intención.

Celine miró los nudillos enrojecidos de la mano del rubio, y sintió un nudo en el estomago. En esos momentos se le ocurrían un par de cosas que bien podrían haber hecho mella en Greg, pero ya era demasiado tarde.

—¿Sabes que hay algo curioso en todo esto? —Tom la miraba fijamente—  Siento mucha vergüenza por todo lo que te hice.

Celine bajó la cabeza un momento.

—Eso ya pasó...

Tom alcanzó el rostro de la castaña y lo levantó un par de centímetros, obligándola a mirarlo.

—Ni siquiera sé cómo pude ser tan imbécil. Me da miedo pensar que primero haya tenido que tratarte como la basura, para luego darme cuenta de que estaba enamorado de ti.

Ella lo miró un par de segundos, y dibujó una pequeña sonrisa en el rostro. En el fondo sabía que, esos insultos, estaban enterrados desde hacía tiempo atrás.

—Ellos no han visto lo que yo he visto en ti.

Reprimió las ganas de preguntarle, que era exactamente lo que veía en él. El momento era demasiado bueno.

—Espero que no vuelva a intentar acercarse, el muy hijo de... —Se arrepintió de lo dicho al instante. Hablando de arruinar el momento.

—Por favor, olvídalo.

—No tienes idea de cómo me hierven las entrañas de tan solo recordar la cara de imbécil autosuficiente que tenía.

La castaña conocía esa sensación. Hubiese querido decirle que exactamente eso solía provocarle. Ahora le hervían pero de una manera bastante placentera. No habían cambiado mucho después de todo.

—¿En qué dimensión desconocida me pagarías para salir contigo? —Preguntó Celine, recordando a  su ex con la estúpida pregunta de: "¿Cuánto le estás pagando para que salga contigo?"

—En una muy cercana a esta, estamos saliendo, ¿no? —Repuso el rubio.

—Estamos saliendo. —Repitió en voz baja.

—Sí, eso dije, estamos saliendo.

 —¿Por qué me ves así? —Inquirió Celine al ver la expresión fría del rubio.

—Parece que no has recibido el memorándum de que estamos saliendo, así que seré breve... —Acto seguido, se estampó contra los labios de ella. La atrajo un poco más, y comenzó a besarla posesivamente.

Esta vez, los besos eran sumamente diferentes. Podía sentir la agresividad que imprimía con cada movimiento de sus labios, pero no podía descifrar exactamente por qué. Celine en su intento de seguirle el ritmo, solo le dio a Tom carta blanca, para que éste, le explorara la boca con la lengua.

Celine Byrne era suya. Era lo único que le importaba a Tom en esos momentos. Desde el instante en que la vio con otros ojos, no había marcha atrás y lo sabía. Se conocía tan bien, que muy en el fondo, después de pasar la coraza del coraje y el ego; tenía miedo de que el imbécil de Greg tratara de volver con la castaña.

El muy imbécil se había presentado solo a la fiesta. Por ninguna parte vio a Anna. ¿Acaso buscaba una reconciliación patrocinada por los Schwartz?
Se carcajeó mentalmente. Si ese era el plan, pues que estúpido era.

Para Celine, el hecho de estar en el auto, besándose con Tom, en la oscura calle, era condenadamente excitante. Se sorprendió a si misma pegándose más al rubio para sentir su cuerpo, pero era un poco difícil. Estaba el freno de mano, la palanca de cambios... Sin embargo, esto no suponía un obstáculo para Tom.

Él seguía explorándola con su boca, y en esos precisos instantes se sumergía en su cuello provocándole un escalofrío y sacándole un jadeo en contra de su voluntad. Y podía sentir como el ambiente se sofocaba y estaba impregnado del perfume de Tom.

—Estamos saliendo —afirmó con voz aterciopelada después de separarse de la castaña dejándola algo confundida—. Ahora, si no es mucha molestia, ¿podrías pasarte para el asiento del copiloto para que podamos irnos?

Con manos y piernas temblorosas, salió del auto y aunque no pareciera, Celine agradecía poder salir un pequeño momento a tomar aire fresco que no estuviera involucrado con el perfume de Tom. Salió del auto, y se topó con el rubio, quién aprovechó nuevamente la cercanía para darle un corto beso.

Cuando el rubio puso en marcha el auto, Celine miró con reproche a la palanca de cambios. El auto se movía grácilmente y sin sacudidas, ni siquiera parecía un auto de transmisión manual.

Definitivamente, tenía que practicar.

—¿A dónde vamos? —Preguntó al ver que se adentraban en River Oaks.

—A mi departamento.

Por un momento estuvo a punto de abrir la boca y preguntar ¿Para qué?, pero prefirió guardar silencio. Era más que evidente. Lo miró nerviosa, pero después se concentró en el tráfico. Se sorprendió de pensar que nunca le preguntó a Tom, donde vivía. Era increíble, estaban saliendo, y aún no tenía los datos más básicos sobre él.

Llegaron al enorme edificio, donde todo lucía en calma y tranquilo. Algunas veces pasó por esos rumbos pero no tenía ni la menor idea de que viviera en los condominios The Mercer. Era obvio, Thomas Lynch, gozaba de privilegios.

Nerviosa, se sujetó a él, mientras atravesaban el lujoso recibidor con un piso tipo espejo. Un hombre alto y delgado, vestido todo de negro, les dio las buenas noches. Escudriño rápidamente el rostro del hombre para ver si había alguna mirada prejuiciosa, o algo que indicara que fuera común en Tom, llevar mujeres a su condominio cada fin de semana; pero después del saludo, el hombre tenía una expresión mortalmente seria.

Una vez en el elevador, Celine tenía el estomago hecho un nudo. Recordó aquella noche en los juzgados, cuando el rubio al último momento alcanzó a entrar en el elevador con ella. Las cosas eran muy distintas desde entonces. Ahora estaban saliendo, y en esos precisos momentos, iba rumbo al departamento de Tom Lynch y le esperaba más que una sesión de besos.

Las puertas del elevador, se abrieron nuevamente. Caminaron por el pasillo, y se detuvieron frente a la puerta con el número cincuenta y dos. El rubio soltó la mano de la castaña, para meterla a su bolsillo y sacar las llaves.

El interior estaba completamente oscuro. Tom encendió las luces y pudo ver un espacio considerable y austero. Ya fuera que se tratara de un estilo minimalista, o por intentar que el principal atractivo fuera la vista de la ciudad, de cualquier forma el interior parecía sacado de unas de esas revistas sofisticadas.

Los muebles negros de la sala contrastaban con lo níveo de las paredes. La cocina de color acero era bastante practica. Al lado, un desayunador para cuatro personas. Al fondo, el pasillo iluminado, seguramente conducía a la habitación. Se acercó hasta el enorme ventanal para admirar la vista, mientras que Tom iba directo a la cocina.

Observó como el rubio hurgaba en una especie de botiquín que estaba entre los gabinetes y sacaba un analgésico. Del pequeño envase tomó un par de pastillas, y se las echó a la boca. Del refrigerador sacó un par de botellas de agua, y se empinó una completa.

—¿Te gustaría ver una película? —Caminó hasta ella, entregándole la botella de agua- Podemos ordenar algo de comida.

Parpadeó un par de veces completamente desorientada.

"Eres una pervertida", la reprimió su subconsciente. Alguien quería intimidad, y al parecer no era Tom.

Dio un breve recorrido visual y no vio ningún televisor en la estancia. Asintió levemente, mientras que Tom la dirigía con soltura por el pasillo y abría la puerta de su dormitorio.

Dentro era casi tan amplio como la estancia. Un enorme televisor estaba empotrado en la pared frente a la cama. Todo lucía ordenado. Celine consideraba que el dormitorio era como un templo y decía tanto de la personalidad de cada persona, que estaba impresionada por los colores profundos que dominaban dentro.

El rubio encendió el televisor, y se quitó el saco. Acto seguido acomodó los cojines de la cama para que Celine pudiera recostarse. A su vez, la castaña se quitaba los zapatos. Cuando se recostó junto a Tom, toda la tensión comenzó a remitir.

La tensión de lo sucedido y la sexual, estaba en un nivel neutral. No había nada de qué preocuparse excepto de escoger la película del canal de estrenos.

Tom se moría de ganas por recorrer el cuerpo de la castaña y dejar de ser el típico novio primerizo del colegio. Pero con ella todo tenía que ser diferente, porque la quería. Y si algo había aprendido en la vida era que el amor siempre debía caminar al lado del respeto. Y por ella, sí que lo haría. Aunque tuviera que dormir con una bolsa de guisantes congelados en la entrepierna.

Abrió los ojos, y escuchó un extraño murmullo. La habitación estaba grismente iluminada. Ya era de día, pero el cielo estaba lleno de nubes negras. A su lado, Tom dormía plácidamente. Aún llevaba puesta la ropa, al igual que ella. 

Sonrío al ver lo despeinado que lucía. En su estomago comenzaba a brotar un cosquilleo, una ansiedad de besar esos labios que ahora lucían entreabiertos.

No supo exactamente cuánto tiempo estuvo observándolo, diez, quince, veinte minutos. No importaba mucho, podía estar así todo el día y no aburrirse. Con extrema delicadeza, se levantó de la cama, y de puntitas abrió la puerta, que presumía, daba al baño. La dejó entreabierta para no hacer ruido al cerrarla, y se miró en el espejo que iba de pared a pared.

Tenía un pegote de rímel tremendo. Se lavó la cara rápidamente y se la secó con una toalla que estaba ahí. Si bien el pegote se había ido, tenía pinta de estar enferma, toda pálida y con los labios prácticamente sin color.

Vio la pasta dental y un cepillo. Busco en el cajón de al lado por si guardaba otro cepillo extra. Al final terminó echándose un poco de pasta dental en la yema del dedo índice y se talló los dientes con esmero.

De pronto escuchó un timbre. Cuando salió de la habitación el rubio ya no estaba. Se encaminó por el pasillo y lo vio de pie, descalzo y despeinado, con teléfono en mano.

—Déjalo que pase —dijo—. Gracias.

—Buenos días. —Saludó Celine, captando su atención.

—Buenos días. Al parecer seremos tres para el desayuno, Aidan está subiendo.

—¿Aidan? ¿Qué está haciendo aquí?

—No tengo la menor idea.

—No le digas que estoy aquí. —Celine se encaminó  por el pasillo.

Justo cuando Celine cerró la puerta de la habitación, escuchó un par de toques en la puerta de entrada.

Abrió la puerta y vio al pelirrojo con pinta de desvelado.

—Espero que no te moleste que haya venido, pero es que siento que te debo una disculpa. —Dijo Aidan a modo de saludo.

—Disculpa, ¿por qué?

—Si, por lo sucedido ayer.

—Pasa, por favor.  ¿Quieres tomar algo?

El rubio fue directo hacia el refrigerador y sacó una jarra de jugo de naranja.

—Así  estoy bien.

Siguió con la encomienda de tomar un vaso de uno de los gabinetes y se sirvió un poco-

—Te escucho. —Dijo el rubio después de un sorbo.

—No tengo nada contra ti Thomas, en serio... —Comenzó a decir el pelirrojo.

—¿Por qué habrías de tener motivos? —Lo interrumpió— Ah, ya. Yo era un maldito hace algunos años. En mi defensa diré que solo me metía contigo, cuando tú metías la cara por Ashford. —El tono era severo y acusador.

⌂Quizás algún día me arrepienta de lo que te voy a decir, pero sin tus comentarios ácidos el colegio habría sido muy aburrido...

El comentario del pelirrojo ni lo halagaba ni le decía nada. Era hora de usar el método de la gallina: "Al grano".

—Como abogado sé lo que es andarse con rodeos, así que, ¿por qué no mejor nos saltamos tanta palabrería y me dices que es lo que pasa realmente?

—Lo de ayer, parece como si se tratara de un intercambio de personalidades, donde ahora Greg es más cómo tú... solías ser.

¿Qué chorradas eran esas? ¿Acaso Aidan estaba pensando en algo parecido a  "Viernes de locos"? 

—Estoy seguro de que esto se trata de ninguna maldición, hechizo, viaje astral o como le quieras llamar —agitó la mano impaciente—. Yo antes era un hijo de perra, lo admito. Y admito también, que de vez en cuando era divertido. Pero, tu amiguito Greg, por fin se quitó la máscara anoche.

 —Yo desconozco que haya pasado para que...

—El ego —lo interrumpió Tom—. Puede ser muy mal consejero cuando está herido. Desde su punto de vista, Celine no puede continuar su vida al lado de alguien más, y el muy imbécil se cree tan importante, que piensa que ella está conmigo para vengarse de él. 

—Papá está furioso, yo no entiendo porque usar a Celine como excusa para meterse contigo.

—¿Por qué tengo la impresión de que evades todo lo que te digo de Greg? —Tom dibujó una mueca sarcástica— ¿Sientes que lo traicionarías si hablas mal de él? Después de todo estás aquí, ¿no es así? —Preguntó al ver la expresión contrariada en el rostro del pelirrojo— Y te tengo noticias, Celine también es tu amiga.

—No te lo tomes de esa manera.

Tom se cruzó de brazos sintiéndose completamente a la defensiva.

—Me lo tomo como si vinieras a advertirme, o como si el muy cabrón te hubiera enviado a infiltrarte en el nido de la serpiente —escupió en tono frío—. Ahora bien, yo nunca decepciono a mis detractores: puedes decirle con toda libertad que en cuanto tenga la oportunidad, le voy a machacar esa cara de puñetero que tiene. —Escupió con desprecio.

Aidan se dio cuenta de que tenía que abordar el punto, cuanto antes. Quería escuchar la verdad de boca del rubio, pero no hacía la pregunta correcta. Además, Erin podía ser muy intensa con sus cursilerías de "del odio al amor...".  Él quería evitar que nuevamente le hicieran daño a su amiga, algo prácticamente imposible. Pero al menos le dejaría claro a Lynch, que si la primera vez había cometido la torpeza de jugar al casamentero con Greg y Celine, sólo porque la idea de que sus dos mejores amigos fueran pareja, sonaba genial; esta vez se apegaría a los hechos, y éstos no favorecían precisamente al rubio.

—¿La quieres?

—La quiero. —Respondió contundente.

Aidan no pudo evitar lucir asombrado. No había ni el más mínimo rastro de duda ni de ironía en la voz del rubio.

—Y yo también lo quiero a él. —Resonó una voz detrás de ellos.

Ambos volvieron la vista bruscamente.

—Cómo siempre, tienes problemas para explicarte. —Advirtió Celine al ver la postura rígida de su amigo. No le importó en lo más mínimo que Aidan la viera usando la misma ropa de la noche anterior, ni mucho menos si deducía otras cosas

Thomas Lynch había dicho en voz alta que la quería y eso era lo único que le importa.

 —No tienes porque sentirte culpable de lo que sucedió ayer ni años atrás. Las cosas pasan, así de simple —continuó al ver que nadie decía nada—. ¿Qué tal si mejor desayunamos algo? —Propuso alegremente.

Tom le dedicó una sonrisa, mientras que Aidan asentía levemente.
Después de todo, si iban a ser tres para el desayuno.

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