Destino © | D#1

By Ambar_Ross

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Amie Dalton, una chica de veintiún años, con mucha historia que contar. Le han roto el corazón una vez y nunc... More

Destino | Booktrailer
Capítulo 1
Capítulo 2
Capítulo 3
Capítulo 4
Capítulo 5
Capítulo 6
Capítulo 7
Capítulo 8
Capítulo 9
Capítulo 10
Capítulo 11
Capítulo 12
Capítulo 14
Capítulo 15
Capítulo 16
Capítulo 17

Capítulo 13

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By Ambar_Ross


Corro lo más rápido que puedo a través del bosque, debo estar ahí para verlo, para sonreírle y abrazarle tan fuerte que me impida alejarme de él. Me tropiezo con una piedra y caigo seco al suelo, me levanto rápidamente del suelo sigo corriendo hasta llegar mi auto. Me subo a el y manejo lo más rápido que puedo, en solo diez minutos llego al hospital, dejo el auto mal estacionado y ni siquiera me doy el tiempo de cerrarlo. Entro corriendo, subo rápidamente las escaleras, entro a la habitación donde está Jay, miro a su alrededor, está rodeado por sus familiares y entre ellos también se encuentra mi hermana, él me mira sorprendido pero a la vez me dedica un pequeña sonrisa, me lanzo a sus brazos sin importar quien este a nuestro alrededor. Apenas lo toco hace una mueca de dolor, me vuelvo ha alejar, pero él me abraza tan pronto cuando el dolor fue. Suelto algunas lagrimas, tengo sentimientos encontrados no sé si reír, no sé si llorar, todo esto se estaba volviendo bastante confuso, triste por la muerte de Bart pero feliz porque a Jay no lo había perdido como una parte dentro de mi lo había pensado. Él toma mi rostro entre sus manos, analiza mira cara a la misma vez que lo hago con la de él. De verdad está despierto y no es producto de mi imaginación.

— Te has roto la ceja — dice al fin. Me alejo de él y toco mi ceja, mis dedos tienen un poco de sangre.

— Me caí mientras venia para acá, debí de rasmillarme con alguna rama — le sonrío inocentemente.

— Te ves cansada — acaricia mi mejilla.

— Tu también, aunque has dormido durante días, Jay — miro a mi a los demás, están todos mirándonos. Me ruborizo.

— Mamá, ven — llama Jay a la mujer de cabello rubio que está parada en una esquina al lado de Emma, ella se acerca lentamente con una pequeña sonrisa en su rostro —. Ella es Amie, Amie ella es mi madre.

— Hola, es un gusto señora — sonrío.

— Por favor Amie, dime Ana.

Asiento.

— Bueno como Jay ha vuelto a la vida — interrumpe Aaron — me voy a casa con Sam, ¿alguien se va con nosotros?

— Dejé el auto mal estacionado y abierto, Sam ¿te puedes encargar de él? — le dedico una sonrisa inocente, Jay lanza una pequeña carcajada y luego hace una mueca de dolor.

Mi hermana toma las llaves del auto, mientras que todos se van yendo, dejándonos solos en la habitación, me sorprende que hasta Emma accediera alejarse de Jay. Me acomodo a su lado, paso una de mis manos por su estomago, mientras que él ubica su mano libre en mi cintura.

— Sabes Amie — levanto mi cabeza para mirarle a los ojos — mientras estaba en coma, recuerdo que soñaba todo el tiempo contigo... se sintió tan real.

— Jay... — tomo aire — créeme que para mi fueron aun más reales — al final de todo creo que no me he vuelto tan loca.

— ¿Cómo es eso? — frunce el ceño.

— ¿Qué es lo último que soñaste? — vuelvo a apoyar mi cabeza en su pecho.

— Que nos besábamos y minutos después desperté.

Trago saliva; de verdad estuvo conmigo.

— Yo también lo soñé, Jay — un escalofrío pasa por mi espalda —. Pero lo soñé despierta, antes que Sam me llamara, yo estaba en nuestro lugar.

Con su otra mano levanta mi cabeza para poder mirarme a los ojos.

— Te quiero, Amie — dice y sus ojos brillan como siempre. Las mariposas de mi estomago reviven y vuelan dentro de mi, extrañé esa sensación.

— También te quiero, Jay.

Suelta el aire que estuvo conteniendo y luego se acerca inútilmente a mí, quiere besarme pero no lo logra, me levanto y me siento a su lado, tomo su rostro entre mis manos y le beso tiernamente en los labios, se siente tan real como ese beso en nuestro lugar.

— Que poco romántico besarse en un hospital — comenta sobre mis labios —. Prometo que al salir de aquí nuestro primer beso será en nuestro lugar, igual a como lo he soñado — sonríe.

— Eso es esperar demasiado, Jay — bajo la mirada.

— Oye... — toma mi rostro con una de sus manos — Esperar vale la pena ¿no?

— No tanto, Jay — un nudo en mi garganta se forma — han tenido que pasar muchas cosas para poder estar juntos, añadiendo la muerte de Bart — mis lagrimas se hacen espacio entre mis mejillas.

— Lo siento tanto, si pudiera volver el tiempo atrás te juro que todo lo habría hecho diferente.

— Nada puede cambiar el destino, ya estaba todo escrito — me acuesto otra vez a su lado, pero esta vez apoyando mi cabeza en su hombro y él apoya su cabeza contra la mía —. Me alegro de que estés devuelta.

— Y yo me alegro de tenerte a mi lado, Amie.

Me despierto con el sonido de la televisión y con unas voces, abro mis ojos aun estoy abrazando al hombre que casi pierdo, me acomodo en la pequeña cama y refriego mis ojos para poder mirar bien, Jay me sonríe divertido.

— Buenos días, señorita — dice alegre — ¿Has dormido bien?

— Como en mucho tiempo — le dedico una sonrisa, miro hacia el sillón que estaba al lado de la cama, ahí están sentados Aaron y Connor mirando la televisión.

— Hola — les saludo.

— Hola — responden al unísono.

— ¿Qué ven? — vuelvo mi mirada hacia Jay.

— Sexto sentido — responde sin desviar la mirada de la pantalla.

— Coincidencia.

— ¿Cómo dices? — pregunta, ahora mirándome.

— Nada — le dedico una sonrisa.

— Amie, no quiero arruinar tu animo pero hoy es el funeral de Bart — su boca se convierte en una línea y de mi sonrisa ya no queda rastro.

«Bart, cuando te extrañaré.»

— He pedido permiso a mi doctor para acompañarte — me dedico una sonrisa tranquilizadora — Tengo derecho a despedirlo.

— No quiero ir.

— ¿Por qué no?

— Es doloroso — bajo la mirada, una lágrima sale rodando por mis ojos pero la alcanzo a secar antes de que llegue a mis mejillas.

— Sé que es doloroso, pero no enfrentaras al mundo sola — me recuerda a esas mismas palabras que su "espíritu" (por decirlo de alguna forma) me dijo ayer cuando estaba sentada en la playa. Toca mi barbilla con uno de sus dedos levantándome la vista, me dedica una sonrisa tranquilizadora.

— Esta bien, iré pero no estaré por mucho tiempo.

— Bien — se acomoda en su lugar — Aaron, estoy listo.

Miro a Aaron que se levanta de su lugar y sale de la habitación, minutos después vuelve con una silla de ruedas y sobre ella una mochila, que creo que tiene la ropa para Jay. Me levanto de la cama y camino hacia la silla de ruedas, tomo la mochila y la dejo sobre la cama, saco cada prenda de que Jay se pondrá. Connor y Aaron, salen de la habitación para que Jay se vista.

— Te espero afuera — camino hacia la puerta.

— No, espera — levanta una de sus manos —. Necesito ayuda — me sonríe de medio lado.

Abro la boca con sorpresa, me acerco a él para quitarle el camisón, dejando al descubierto su cuerpo, me quedo como una tonta mirando su cuerpo, primera vez que le veo "casi" desnudo, no pude evitar tocarle. Subo la mirada a su rostro, él me sonríe con sus hermosos ojos marrones, las mariposas en mi estomago comienzan a hacer su trabajo provocando que me estremezca ante sus cosquillas. Me alejo de él y tomo su camiseta que había dejado sobre la cama, le entrego sus calzoncillos y me doy la vuelta para que él pueda ponérselos. Siento como toda la sangre sube a mi rostro, cuando termina de ponérselos, aclara su garganta para que me gire a mirarle, le entrego sus pantalones pero lo ayudo a acomodárselos en sus piernas y se los sube con un poco de mi ayuda.

— Como nuevo — agrega, me encanta cuando está de buen ánimo.

— Tengo que ir a mi casa — olvidé que la ropa que traía puesta la llevo hace dos días.

— Aaron tiene tu auto, si quieres te acompañamos.

Ayudo a Jay a sentarse en la silla de ruedas, en su rostro tiene grabadas esas muecas de dolor, salimos de su habitación y camino arrastrando a Jay en la silla de ruedas hasta la sala de espera donde nos esperan Aaron y Connor, cuando nos vieron se levantan rápidamente. Recorremos en silencio el hospital hasta llegar al auto.

— Ya le informamos a la enfermera que te traeremos devuelta más tarde — informa Connor.

— ¿No dijo nada sobre volver a casa? — pregunta Jay.

Connor le ayuda a levantarse de la silla mientras abro la puerta del copiloto para que pueda sentarse ahí.

— No, Jay — responde Aaron sentándose en la parte trasera del auto.

— Yo quiero manejar — anuncia Connor.

Me encojo de hombros y le entregué las llaves del auto que Aaron me había pasado mientras Jay se sentaba. Camino hacia la parte trasera del auto, meto en el maletero la silla de ruedas, luego camino hacia la puerta de los asientos traseros y me siento al lado de Aaron.

Cuando llegamos a mi casa, me bajo audazmente del auto y corro hacia la puerta de entrada, la abro y corro hasta mi habitación, me meto en el baño, me doy una ducha rápida, me cepillo los dientes, me visto con unos jeans negros y una camiseta blanca y una sudadera con cremallera. Bajo las escaleras, no hay nadie en casa, supongo que deben de estar ayudando a Elena con todas las cosas del funeral, salgo de casa y camino hacia el auto, me vuelvo a sentar atrás y Connor empieza a manejar hacia la casa de Sarah cuando llegamos toca la bocina y ella sale al instante, corre hacia nosotros y se sube al auto junto a mi lado.

Mi amiga toma mi mano y la aprieta, le miro y me está dedicando una sonrisa.

— Te ves bien — me dice, luego mira hacia el espejo retrovisor para ver la cara de Jay — Es bueno tenerte devuelta, Jay — toca su hombro.

— Lo mismo pienso.

Luego de que Connor manejase por un largo tiempo hasta el cementerio, llegamos al lugar donde estaría Bart para siempre, espero a que Sarah baje del auto, luego bajo, seguida por Aaron. Me quedo mirando la entrada del lugar; siempre me causan escalofríos los cementerios y ahora por primera vez tengo que visitar uno y sé que no será la última vez que lo haga. Sarah me toma de la mano y me arrastra hacia la entrada, allí se encuentra la madre de Bart, le doy un fuerte abrazo, no pude evitar llorar, no logro imaginarme la dimensión de su dolor. Me aparto de ella y saludo a mi mamá que ha estado con Elena todo este tiempo; siempre fueron amigas, lo mismo hicieron Connor, Sarah, Aaron y Jay.

El lugar no es como lo muestran en las películas, con esas cruces gigantes de lapidas o los pasillos con muros llenos de lapidas a su alrededor, esto es totalmente diferente es un sendero verde con pequeños rectángulos en el suelo acompañados de flores, algunos con globos y osos de peluche, ¡flores! No traje flores para Bart. Mire a mi alrededor, Sam está parada en una esquina con un ramo de flores, me acerco a ella para pedirle una por lo menos, ella me entrega una rosa blanca, diciéndome que la había comprado especialmente para mi, le doy las gracias.

Hubo una pequeña misa de despedida para Bart, cada vez que miraba a mi alrededor se llenaba de gente. Luego de que el padre hablase todo lo que tenia que decir, hace la pregunta si alguien tiene algo que decir, Jay quien está en su silla de ruedas, me toma la mano y me da un pequeño apretón; creo que fue para que me dé cuenta de que no me encuentro sola enfrentando este duelo, seco las lágrimas que caen por mi rostro y tomo una bocanada de aire. Fred el hermano de Bart se acerca al lugar de su padre para dedicarle unas palabras a Bart, da unos pasos hasta el ataúd que ya está completamente cerrado, pasa una de sus manos por toda la tapa de madera, inhala y comienza ha hablar, con solo escuchar el sonido de su voz me parte el corazón, Jay me aprieta aun más fuerte la mano, Sarah me rodea con sus brazos, ella también está llorando, entre los sollozos de mi amiga solo puedo terminar de escuchar la última frase de Fred.

— Todos los días de mi vida, pensaré en ti y te soñaré, hermano.

Hubo unos breves aplausos hasta que al final me decido por hablar, quiero contarle a todos sobre lo que esta pasando en mi cuerpo, pero las palabras no me salen; creo que no soy lo suficientemente capaz de hacer esto.

Tomo aire, me paro frente su ataúd, miro a Jay que me dedica una sonrisa alentadora, le sonrío por un breve segundo y exhalo todo el aire que tomé. Miro hacia el ataúd de Bart.

— Gracias por enseñarme que la vida existe, por el lado bueno de estas cosas tan tristes — miro a Jay, otra vez. Él es el lado bueno de toda la mierda que estoy viviendo —. Desde que llegaste a mi vida, con esa facultad que tienes de sinceridad y con esa seriedad casi fingida, con el tiempo y tu sonrisa, te convertiste en mi mejor amigo — seco una solitaria lágrima que rueda por mi mejilla — ¿Recuerdas? Todos esos juegos que teníamos, cuando nos desvelábamos por las noches antes de ir al colegio, en mi memoria aun están esas palabras que me dijiste una vez "Nunca dejes de luchar, aunque todo el mundo se haya caído a tu alrededor... tu tienes que seguir de pie, eres la reina de tu vida" — miro a Elena quien me dedica una sonrisa —. Pero la verdad que no sé como volar, me has dejado las alas rotas, no obstante sé de alguien que está dispuesto a curar mis alas, y sé que tú estarás de acuerdo en eso, te quiero Bart y siempre lo haré.

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