Red de mentiras

By -SmokeGirl-

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Blue... un escritor trágico. Red... una chica marcada por la tragedia. Blue... haría lo que fuera por... More

Sinopsis
Prólogo
Capítulo 1: La pesadilla
Capítulo 2: Azul esperanza
Capítulo 3:Espiritu adolescente
Capítulo 4: Proyecto de fin de curso
Capítulo 5: La carta misteriosa
Capítulo 6: Viaje por carretera
Capítulo 7: Esto no es Bates Motel
Capítulo 8: Las reglas del viaje
Capítulo 9: La teoría de América
Capítulo 10: ¿Dónde estas, Scarlet?
Capítulo 11: La tormenta perfecta
Capítulo 12: El secreto de sus ojos
Capítulo 13: Rojo escarlata
Capítulo 14: Canción de medianoche
Capítulo 15: El retrato de Blue Donovan
Capítulo 16: Las apariencias engañan
Capítulo 17: Cementerio de secretos
Capitulo 18: Alguien por quien morir
Capítulo 19: Escalofríos en las venas
Capítulo 20: Manchas de pintura
Capítulo 21: Doble o nada
Capítulo 22: No mates al mensajero
Capítulo 23: La misma historia de siempre
Capítulo 24: Código de murciélago
Capítulo 25: Las cosas que enterramos
Capítulo 26: Ella está recordando
Capítulo 27: Quienes somos y quienes seremos
Capítulo 28: Este es el color de mis sueños
Capítulo 29: Las tres hermanas
Capítulo 30: La Tempestad
Capítulo 31: Primero soñar, después morir
Capítulo 32: La conciencia despierta
Capítulo 33: Crónica de una muerte anunciada
Capítulo 34: Forma y vacío
Capítulo 35: El despertar de la conciencia
Capítulo 36: Historia de dos recuerdos
Capítulo 37: La lealtad de un King
Capítulo 39: La oscura verdad de América Hamilton
Capítulo 40: De cara al diablo
Capítulo 41: La chica, el chico y la tragedia
Capítulo 42: Red y Blue
Epílogo

Capítulo 38: El eslabón perdido

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By -SmokeGirl-


Mientras miraba la puerta a la entrada de la habitación de Red, América dejó escapar un sonoro suspiro. La misma se hallaba aun parada, como hacía rato había estado. La puerta parecía mirarla, pensaba, juzgándola en silencio. Retándola a entrar, a enfrentarse a lo sucedido.

Su estomago se revolvió por las nauseas y por un momento pensó que iba a vomitar. Sintiéndose mareada por los recuerdos, camino hasta que consiguió sentarse en una de las sillas.

Sus piernas temblaban y por un momento pensó que caería al suelo por la debilidad que sentía en sus miembros.

Su vista se movió, desplazándose de la puerta hacia la entrada a la capilla, todo hospital tenía una, comúnmente las familias iban allí. América no creía en Dios, pero mientras más se quedaba mirándola, se pregunto en qué momento había dejado de creer en él.

«Ya lo sabes» se dijo mentalmente «Cuando sucedió. Cuando todo eso sucedió»

No quería recordar el pasado, pero se lo debía a Red, le debía la verdad de lo que le ocurrió. Había prometido no más secretos, ¿verdad?

—Deberías entrar —sorprendida, se giró para encontrarse a una anciana sentada en una de las sillas junto a ella. Se permitió echarle un vistazo, aun conmovida por la sorpresa. Tenía el cabello suelto, sobre los hombros, de un color grisáceo.

Las arrugas se marcaban claramente en su rostro, pero no era severo como se podía esperar, desprendía cierta amabilidad y poder que le sorprendió.

—Disculpe... ¿nos conocemos? —preguntó, no podía ver que colores llevaba, ni de qué color eran sus ojos, pero el olor a menta y rosas que entró por sus fosas nasales fue demasiado familiar. Casi como si lo hubiera olido antes, solo que no recordaba donde.

—Eso depende de lo que definas como "conocerse" —le contesto la mujer, dándole una media sonrisa—, ¿Alguna vez hemos hablado? No ¿Alguna vez me has visto? Diría que muchas veces. En cierta forma, todos lo han hecho al menos una vez.

América frunció el ceño, aun más confundida. No tenía idea de que quería decir con sus palabras.

—¿A qué se refiere? —le preguntó, decidida a salir de aquella atroz interrogante.

—Vengo cuando me llaman —la mujer le dijo, acercándosele, hasta susurrarle las palabras. Como si se un secreto se tratase—, les oigo. Y les acompaño hacia la eternidad. Supongo que eso tiene un nombre por aquí, ¿no?

América abrió la boca, como si fuera a responder algo, cuando una enfermera se acercó.

La mujer caminaba a paso veloz, y se detuvo junto a ellas, cruzándose de brazos y mirando de una forma cariñosa e intentando parecer reprobatoria, a la anciana de junto.

—Regina, has vuelto a escaparte —ayudo a la anciana a levantarse, reteniéndola del brazo de manera suave—, siento las molestias causadas jovencita.

América sonrió y negó, las palabras de la mujer aun rondaban su cabeza.

—No hay problema —dijo, restándole importancia

—Nosotras nos vamos a tu habitación —América pudo leer en la tableta de presentación el nombre de "Illiana".

—¿Ella se encuentra bien? —pregunto América, sin poder detenerse al ver a Regina.

Illiana la miró, sonriendo tranquilamente

—La edad le hace decir unas cuantas locuras —la mujer le guiño un ojo—, pero no creas una palabra de lo que te dijo.

Comenzaron a alejarse de ella, cuando de repente, la anciana se giró y la miró.

—Nos veremos pronto —sonrió—, América Hamilton.

Iba a levantarse a preguntar como sabía su nombre, cuando doblaron por el pasillo. América camino hasta el final del mismo, y al girar, no vio a nadie.

Frunció el ceño, confundida. O ella caminaba muy lento, o las mujeres eran muy rápidas.

Intento encontrar una respuesta lógica a lo que acababa de suceder, mas no encontró ninguna.

Miró a su izquierda, que se encontraba frente a la entrada de la capilla del hospital. Tragó saliva.

«Deberías entrar» las palabras de la mujer se reprodujeron en su mente.

No perdía nada con intentarlo ¿verdad?

Dando un paso al interior, se permitió ver la diferencia que existía con el resto del hospital.

La habitación tenía un color más oscuro, bancos de madera se hallaban colocados en filas a los costados y una cruz colgaba, imponente, al frente de todo.

Vio varias velas colocadas frente a la misma, y supuso que debían de ser de los familiares de los pacientes, quienes las dejaban allí como plegarias.

Se dio cuenta de que se hallaba sola, y sin interrumpir su paso, se sentó en una de las sillas, no había estado en una iglesia desde que tenía quince años.

Juntando ambas manos (como su madre le había enseñado) dio una gran respiración.

—Bien... —vaciló—, no soy buena en esto. Admito que ni siquiera creo en ti... pero... dicen que los seres humanos necesitamos aferrarnos a alguien cuando nos hallamos en estas situaciones. Que necesitamos creer en "algo", incluso si es un hombre del que nadie puede demostrar su existencia. Aunque ni siquiera sé si eres un hombre.

Suspiro y negó

—No soy una creyente, como ya te habrás dado cuenta... al parecer... no soy una muy buena amiga tampoco—hizo una mueca ante sus propias palabras—, pero si eres real, si existes allí arriba... por favor, te lo ruego... déjala vivir.

Una lágrima se deslizó por su mejilla, surcándola hasta caer a algún punto desconocido del suelo.

—No sé si puedes oírme, o bien, que debo decirte —miró fijamente a la cruz que pendía frente a ella—, pero si eres real como dicen, entonces debe ser por algo ¿no? Tienes que ayudar a alguien.

Apretó su frente contra sus manos unidas, cuando escuchó una aclaración detrás de ella.

Girándose, se secó las lágrimas con el dorso de la mano.

Nathan descansaba en el portal de la entrada, y cuando vio que se había percatado de su presencia, camino hacia ella.

—No he pisado una iglesia desde que tenía dieciséis y uno de allí me dijo que me merecía el infierno —hizo una mueca.

América frunció el ceño y le miró

—Lo siento —se limitó a decir

—Lo sabes, ¿verdad? —la miró, sentándose a su lado en el banco de la capilla

La chica pellirroja asintió lentamente, mirando al frente, y esperando un largo momento antes de continuar.

—Comencé a sospecharlo el día de la fiesta —le explicó ella, e hizo una mueca—, además, era difícil comprender que no hubieras intentado nada conmigo. Es decir, mírame, los chicos se voltean para admirar mi belleza.

Nathan no pudo sino reírse

—Chloe lo sabía también, y acabo de contárselo a mi hermano —apretó los labios—, él estaba... sorprendido.

—No tiene nada de raro ¿sabes? —América le colocó una mano en el hombro—, ser gay es lo mismo que ser heterosexual, la persona no cambia debido a su preferencia sexual. Sigues siendo el mismo Nate que conocemos. Él chico sin encanto, sin el menor buen gusto y con planes horribles.

América y él se miraron un momento antes de reír, la familiar amistad entre ellos aun estaba allí. Pero de repente, América dejo de reír y le miró, bajando la mano de su hombro.

—¿Eso es lo que querías decirle a Blake, no? —Le miró—, esa noche, en la fiesta. Leí la carta que le enviaste.

Nate se tomo su tiempo para contestar

—Comencé a salir con Blakedebido a que mi padre me presionaba debido a que no había conocido a ninguna de mis "novias" que le mencione que tuve —le confesó—, aunque en realidad estaba saliendo con alguien...

—Peter King —puntualizó América ante la mirada sorpresiva de Nathan—, Oh, vamos, vi la tensión sexual entre ambos. Se siente como si estuviera en una especie de sauna con ustedes dos en la misma habitación. Sigue contándome, ¿Qué sucedió?

Nathan asintió, y prosiguió su relato

—Peter y yo discutimos un día, él estaba harto de que me avergonzará de nuestra relación, y me dijo que se había acabado —hizo una mueca—, estaba destrozado, y fue cuando me di cuenta de que no podía seguir ocultando lo que era por mi padre. No podía usar tampoco a Blakede esa manera.

América asintió

—Así que termine con ella, aunque no le di una explicación. Por lo cual me sentí peor —respiró profundo—, le envié esa carta, y cuando nos encontramos en la fiesta, le conté la verdad. Discutimos, ella se puso furiosa y me dijo que me había mentido. Que no era quien yo creía que era, que nunca pensó que lo nuestro podía ir enserio y que solo quería a un chico rico para poder mostrárselo a sus amigas. También me dijo que disfrutaba bastante hacerme creer que me era fiel cuando había estado saliendo con Josh. Y que disfrutaría aun más cuando todo el mundo supiera mi secreto.

América bufó, Blakeera una zorra.

—Y luego murió... mi secreto estaba a salvo, pero, ¿A qué precio? Nunca pude dejar de pensar que es por mi culpa que ella estuviera muerta.

La chica junto a él negó vehementemente.

—Blakecosechó su propio camino —le dijo, en modo consolador—, hiciste lo que pudiste. Hay personas como Blakeo Chloe que no quieren ser salvadas.

Nate la miró, sus ojos enrojecidos. América pudo ver un dolor casi palpable en los mismos.

—Entonces... ¿por qué siento que no fue suficiente? —Su voz se rompió— Quizás podría haber hecho más, pero una parte de mi... se alegró cuando supo que estaba muerta. ¿Qué clase de monstruo se alegra de una muerte?

América le dio una mirada

—Ni siquiera estaba triste en su funeral —le confesó—, Blakeera una persona horrible, y sé que eso es algo espantoso que decir en una iglesia, pero ella era el diablo. Bueno, creo que esa es una palabra que se oye en una iglesia. Pero me entiendes.

Nate rió un lago rato, su risa resonando en las paredes de la capilla. Hasta que lentamente, se fue extinguiendo. Como una vela a la que el viento hubiera apagado.

—Voy a extrañar ser tu amigo, América Hamilton —le dijo él—, es difícil encontrar a chicas como tú en el mundo.

América sonrió

—Lo sé... pero hay demasiado dolor en el medio ¿sabes? Soy la amiga de Red, y haré lo que sea para que supere esto... es mi deber.

Él asintió

—Lo sé, y lo entiendo —se mordió el labio—, pero no hace que me sienta mejor por tener que decirles adiós. No puedo sino agradecerte por permitirme ser parte de sus vidas, aunque sea unos pocos días. Nunca pensé que las cosas podrían ir bien de nuevo, y luego las conocí. Cambiaron mi vida, a pesar de todo el dolor existente entre nosotros, lo hicieron. Y siempre agradeceré eso.

América tomó su mano un momento, antes de soltársela y levantarse.

—Fue bueno conocerte, Nathan Donovan —le sonrió, aunque era una sonrisa triste—, y recuerda visitar a tu padre. Estoy segura de que él te quiere.

Nate asintió

—¿A dónde vas ahora?

—Tengo que hacer algo —América miró hacia el pasillo, donde una de las puertas esperaba que ella la abriera.

***

Nunca fue una chica que admitiese sus errores en voz alta, una vez, cuando tenía siete años, rompió una de las vasijas de su madre mientras jugaba a "atrapa a la mascota". La vasija era una de las favoritas de su madre, y ni siquiera bajo la peor de las torturas se permitió decir la verdad, su madre siempre creyó que fue el perro... o el viento.

Incluso ahora nunca fue capaz de decirle que ella había roto la vasija, porque no le temía a decirlo, temía a la verdad. La verdad, esa cosa peligrosa y destructiva, había vivido gran parte de su vida en la mentira. Y no se había permitido confiar en nadie lo suficiente para revelar la verdad.

Pero ahora, si quería por fin aliviar esa culpa que la atenazaba, era hora de que tuviera una pequeña charla con Red, incluso si ella sola era la que estaba hablando.

Respiró profundo mientras tomaba la manija de la puerta de la habitación de su amiga, nunca se había puesto a pensar cuan fría era, o cuan frio era su entorno.

Empujo la puerta antes de arrepentirse, y su corazón se apretó al ver a Red acostada en la cama. Recordaba perfectamente la vez que se despertó en medio de la nada, desorientada, asustada. Como un animalillo herido.

Un fuerte dolor en su sien fue lo que la despertó, parecían martillos golpeando su cabeza. Gruñó por el dolor y luchó por incorporarse y mirar alrededor.

No podía recordar cómo había llegado allí, sus pensamientos reprodujeron lo último que recordaba.

Ella llamando a Nathan en buscad e ayuda, porque había tenido un accidente con Red... y luego... luego algo golpeó su cabeza.

Mientras recordaba ese hecho, sus ojos se fueron agrandando, el terror brillo en si mirada, mientras miraba al frente y reconocía la figura de Chloe acercándose.

La chica tenía una sonrisa cruel en el rostro, y América luchó por retroceder, lastimándose sus manos por el pedregullo, pero sin importarle realmente.

—No luches contra ello... —oyó a su Chloe susurrar, su voz parecía un eco lejano—, ya surtirá efecto.

América miró por primera vez a su pierna, mientras su vista se emborronaba. Había una jeringuilla insertada, y gruño, luchando por sacársela. Dio un pequeño grito de dolor al sacarla y lucho por levantarse, apoyándose de uno de los arboles.

Chloe sin embargo seguía avanzando, mientras América retrocedía, sosteniéndose del siguiente árbol. Si llegaba a la carretera podría pedir ayuda.

—Vamos, América —Chloe arrastró la voz, acercándose aun más, la sentía exactamente detrás de ella—, no puedes huir de ello para siempre, ¿no? De la verdad, de lo que le has estado ocultando.

Miró hacia atrás, viéndola con una ceja alzada y una mirada arrogante en el rostro. Y se negó a detenerse, continuando avanzando en su camino a la carretera.

—¿A qué te refieres? —le preguntó, temblorosa

—A la verdad —le susurró una voz—, a lo que nunca me has contado.

Se giró al reconocer la voz, y vio a Red a unos pasos de ella. Parecía intacta, inmaculada, como si nada le hubiera sucedido. Incluso pudo ver que llevaba la misma ropa del accidente, pero la imagen no contrastaba con lo último que había visto de ella.

Y ¿cómo había llegado allí de todas formas?

—¿Red? —pregunto, dejó de caminar alejándose y la miró

La chica se acerco a ella, hasta que la empujó al piso, América gruño del dolor cuando impactó con un golpe seco entre el pedregullo.

—¡Me mentiste! —le gritó su amiga, furiosa

América negó, y busco retroceder, mientras veía a una enfadada Red acercarse. Sus manos estaban hechas garras, y su rostro tenía tal odio... nunca pensó que vería esa expresión en el rostro de su amiga.

—No... no entiendo a que te refieres —le dijo, confundida y temblorosa—, ¿Cómo es que estas hablando?

Solo entonces, cuando dijo la pregunta en voz alta, casi de forma inconsciente, se dio cuenta de lo que estaba sucediendo.

—Esto no es real, tú no eres real... Chloe me drogó...

Con ese nuevo pensamiento en mente, luchó por retroceder, pero fue levantada por Red, quién la abofeteo con todas sus fuerzas. ¿Qué estaba sucediendo? ¿Cómo detenía eso? Su mente era un caos de cosas, y no lograba ponerle orden.

—Confía en mí, América, esto es real —la acercó hasta que estuvo a centímetros de ella—, tan real como la mentira que me contaste. Cada día, me has mentido desde aquel día ¡Me has mentido desde antes! ¡Eras mi amiga, tenía derecho a saber!

América trastabillo, y dio otro gemido de dolor, su pierna estaba más lastimada de lo que había pensado. Sentía la sangre hervir en las heridas frescas, en los múltiples tajones, en los raspones.

Tenía que salir de allí.

—Puedo explicártelo... —le dijo, acercándose a Red, quien se encontraba de espaldas ahora a ella—, yo... yo puedo explicártelo.

Tocó su hombro, justo en el momento en el que ella se giro. Apenas tuvo tiempo de ver el cuchillo antes de que lo incrustará en su estomago.

América jadeo, apretando el agarre en el hombro de Red, evitando así caer.

—No hay explicación que valga —dijo su amiga, mientras la sostenía y la miraba fríamente—, no hay disculpa que pueda absolverte de lo que hiciste. Nunca te perdonaré por esto.

La soltó, dejándola caer al frio y sucio suelo, mientras la sangre teñía todo a su alrededor.

Jadeó, viéndola alejarse, la figura cambiando de forma.

Ya no era Red, era Chloe.

Parpadeó, jadeó en busca de aire.

Un olor a mentas y  rosas coloreo el aire.


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