Darker Beauty. Libro 2 (TERMI...

Galing kay MiloHipster

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Ha pasado 20 años desde la última vez que Egon Peitz, el peor asesino serial del mundo vio a sus hijos, un pa... Higit pa

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Recordando...
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Beatrice Rex♡
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Los hermanos Beth y Set Rex/White
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HENRY WILDE
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ANUNCIO x'D
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101.5
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Information
115 Capítulo final 1/2
115 Capítulo Final 2/2
EPÍLOGO
|EXTRA|
~Quizá no habrá final...~
AVISO
Not All Beauty Is Dark

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Galing kay MiloHipster

Ya iba de regreso a casa cuando recordó que todavía faltaba dos horas para que las clases terminaran y no podía llegar como si nada. Sabía que su tío Gabriel McCall adivinaria que no asistió a la escuela y se desataria otra pelea más y lo que menos quería era seguir discutiendo; por lo que aparcó a unas cuantas calles de distancia de la casa y sacó su teléfono.
Se mordió el interior de las mejillas y miró al cielo.
Sopesó la idea de llamarle a su hermana o esperar dos horas sin hacer nada para llegar.
Al final de cuentas, la primera opción fue la ganadora y le marcó a Keren, con su labio inferior entre sus dientes.
Ella contestó al instante.
-¿Adam?
Su delicada voz sonó preocupada.
-¿Nuestros tíos están en la casa?
-Salieron hace como treinta minutos a recoger a Allen, ¿por qué? ¿sucedió algo? ¿dónde estás?
-Tranquila. No pasó nada-intentó calmarla-solo que tuve dos clases libres y estoy a unas calles de la casa, pero no se si ir o esperar.
-Ven de inmediato.
-Ya sabes como se pone tío Gabbe-bufó.
-Bueno, pero esta vez no puede decirte nada porque son horas libres.
-Mejor esperaré a que sea la hora y llegaré. Iré a dar una vuelta.
-Adam...
-Te amo.

Guardó el teléfono en su bolsillo y se quedó mirando a la nada por un minuto. Afianzó bien las correas de su mochila en los hombros y se incorporó de nuevo a la calle en busca de algo que hacer o pensar.
Se le vino a la mente el rostro de Regina Gil justo en el momento del orgasmo que le proporcionó cuando aun habían comenzado a ejecutar el acto sexual y se sorprendió estar riéndose como idiota en medio de la calle sin nadie más a su alrededor.
Pobre chica. Y ni si quiera sabía si se encontraba bien o si estaba herida o muerta.
La mera idea de que estuviera muerta lo estremeció.
Se detuvo a escasos metros de un pequeño parque infantil y se bajó de la motocicleta y comenzó a empujarla mientras caminaba rumbo a una banca de aquel parque al que solía ir de pequeño y jugaba a que mataba a todos los niños pero al final terminaba asustando a los demás y eso le divertía.
Se deslizó en una banca con su motocicleta a un lado y de su mochila sacó una libreta.
Era bueno dibujando. Solo que le faltaba a menudo mucha inspiración.
La brillante idea de dibujar a su padre se le cruzó en la mente y rebuscó entre sus cosas de la mochila la antigua fotografía de la cena de Navidad donde sus padres salían juntos.
Los primeros trazos no le salieron perfectos, así que arrancó la hoja de tajo y la metió a su bolsillo.
Frunció el ceño, dándole la vuelta a la fotografía de arriba abajo y de un lado a otro.
Tenía deseos de dibujar a todos los del retrato pero no eran tan importantes como Shelby Cash y Egon Peitz, así que comenzó con su dibujo.
Se le dilataron los ojos a medida que su obra de arte iba tomando forma.
Shelby Cash fue la primera en dibujar y luego Egon Peitz.
Quiso que el ambiente que los rodeaba fuese más romántico, así que los dibujó a los dos sentados sobre una balza en medio de un estanque con cisnes a su alrededor. Era el dibujo más cursi del mundo pero por sus padres, todo valía la pena.
Se le escapó una lágrima al contemplar a su madre.
-Te merecías mucho más, mamá. Mucho más-le dijo al dibujo.
Un aire cálido se deslizó por el parque y lo envolvió por completo. Se quedó un segundo completamente inmóvil y miró al dibujo y después a la fotografía.
Juntó las cejas y un sinfín de hojas del árbol que había a unos pasos le cayeron encima.
Se levantó bruscamente y gruñó.
-¿Qué demonios?-se sacudió las hojas de encima y se apresuró a guardar el dibujo y sus demás cosas en la mochila.
Volvió a sentarse, echó la cabeza hacia atrás y cerró los ojos para dedicarse a buscar la manera de sacar a su padre del manicomio con ayuda de sus amigos. Ahora no solo le importaba su padre, sino su ayuda misma, porque confiaba en que él podría ayudarlo a rastrear a los estúpidos que habían herido a su amigo.
De pronto, unas manos le instruyó su campo visual y se sobresaltó. Por instinto, cogió al dueño de las manos y tiró de ambas hacia adelante, impulsando al individuo a caer de bruces frente a él.
Un alarido de dolor cruzó el aire y se percató de que se trataba de su tío Gabriel.
Lo había azotado ciegamente y con demasiada fuerza al suelo de concreto que se quedó livido mirándolo.
-Tío Gabbe, ¿estás bien?-se apresuró a levantarlo.
Gabriel tosió y se sacudió los pantalones con frustración.
Sus gelidos ojos azule eléctrico fulminó a Adam.
-¿Me puedes explicar, qué demonios haces aquí y no en la escuela?
-Tuve dos horas libres.
-¿Y por qué no fuiste a casa?
-Porque sé que te pondrías igual como ahora y decidí no enojarme pero de todas maneras estás aquí y el ambiente tranquilo se ha ido al carajo.
-Vaya, y encima me hablas como si yo fuera el causante de todas tus desgracias.
-Escucha, tío-Adam se ajustó la mochila a la espalda y se montó en su motocicleta-no quiero continuar peleando. Ya estoy cansando. Pronto me largaré de la casa para no darte problemas, ¿okey?
-¿A qué te refieres?-lo agarró del brazo y Adam volteó a verlo con vehemencia.
-Acabaré pronto la Universidad y me iré lejos de todos ustedes para vivir la vida que deseo.
-¿Y cómo te ves de aquí en diez años, eh, Adam? ¿En prisión o con una familia estable, viviendo armoniosamente?-Gabriel lo desafió y se cruzó de brazos, esperando su respuesta.
Sin embargo, Adam soltó una carcajada sin humor y negando con la cabeza, echó a andar la motocicleta hacia alguna parte lejos de su tío.
A pesar de que no tenía permiso para irse de vago, optó por ir a la casa de Nathan y Carrick, los hermanos más idiotas del planeta que por desgracia eran amigos.
Tenía en mente ir, contarles lo sucedido sin entrar en detalles para que sólo sirvieran de ayuda muscular y mostrarles el plan que estaba formándose dentro de su cabeza.
El plan era el siguiente:
Llegar hasta el centro de rehabilitación como si fuesen visitantes cualquiera. Hablaría con su padre durante una hora y luego se despediria de él como si nada pasara y a media noche entrarían por medio del jardín trasero que se extendía a más de dos cuadras en donde muchos guardias se mantenían alerta.
Y hasta ese momento aquel plan le parecía muy ingenioso pero muy en el fondo sabía que era una basura.
Condujo a toda velocidad hasta llegar a la casa de ese par de idiotas, quiénes eran cinco años mayor que él y trabajaban en vez de estudiar.
Aparcó detrás de un automóvil viejo y bajó en dirección hacia la puerta. Se acomodó la mochila en su espalda y tocó el timbre.
Minutos después la puerta se abrió y la cara de una anciana antipática salió a la luz, asustandolo.
-¿Qué quieres? No tengo dinero y no me interesa lo que vendes-espetó ella de mal genio y Adam curvó los labios hacia arriba.
-Vengo a ver a Nathan y a Carrick, señora.
-Ellos no están-masculló con amargura.
-De acuerdo. Vendré más tarde.
-Será mejor que no traigas de nuevo el trasero por aquí o te las verás conmigo.
Adam asintió con el ceño fruncido y se alejó lo antes posible de aquella anciana loca.
Suspiró agobiado y meditó un momento.
Si iba a su casa, se cruzaria de nuevo con su tío. Si se quedaba a por ahí, de todas maneras tendría problemas con él.
Así que decidió ir a casa. Porque si iba a tener problemas, no quería que fueran más de los que ya estaba acostumbrado.
Llegó justamente a la hora que debía llegar siempre después de la escuela.
Subió a su habitación, se quitó la chaqueta, lanzó su mochila a alguna parte y se quitó los jeans y los sustituyó por unas bermudas. Se puso una camiseta y encendió un rato el aire acondicionado.

Había pasado alrededor de media hora cuando alguien llamó a la puerta de su alcoba.
-¿Puedo pasar?
-Sabes que siempre puedes pasar sin pedir permiso-le contestó a su hermana y esta entró sigilosamente.
-A veces la puerta está cerrada con llave-le recordó.
-Y eso significa que no estoy decente y no puedes pasar-palmeó el espacio libre que quedaba de la cama para que ella se sentara a su lado.
Keren tomó asiento y se alisó el pantalón con aire frustrado.
-¿Pasa algo?
-Nada malo, no te preocupes, pero...
-¿Pero qué?-Adam se levantó de la cama y la miró preocupado y algo abrumado.
-La chica de intercambio vendrá antes de lo previsto.
-¿Y por qué te preocupa tanto?-volvió a recostarse.
-Porque temo por ella.
-¿Por ella?-ahogó una risa nasal y se dedicó a mirar el techo con las manos debajo de su cabeza.
-Adam-agregó ella con mucha seriedad-esa chica es muy inteligente y muy tranquila. Y no quiero que cuando yo me vaya, se te ocurra enamorarla o acosarla.
-¿Es guapa?-inquirió él, alzando una ceja.
-¡Adam!-lo reprendió y su hermano rompió a reír- hablo muy en serio.
-Yo también.
-¿Prometes que no la vas a acosar ni a enamorar en mi ausencia?-lo fulminó con sus petulantes ojos negros y Adam bufó.
-Lo prometo.
-Me parece bien porque tía Caroline va a vigilarte.
-¿Y cuándo vendrá o qué?
-Lo más seguro que mañana.
-¿A qué hora?
-En la tarde o en la mañana. Ella va a avisarnos para que vayamos a recogerla al aeropuerto.
-¿Por qué se le ocurre venir un sábado y no un domingo?
-No tengo idea-Keren se levantó de la cama con la intención de irse.
-¿Y cómo se llama?
-Beatrice-contestó con los ojos estrechados.
-Beatrice-repitió-tiene nombre de una chica marginada y nerd. No te preocupes, ni si quiera la voy a voltear a ver.
-Estás demente, querido hermano-farfulló su hermana gemela y abandonó la habitación.

A eso de las cinco de la tarde, Adam se dispuso a bajar a comer. Sabía de antemano que su tío le daría otro sermón acerca de sus malos modales empero él tenía hambre y estaba dispuesto a comer sin importarle los regaños.
Bostezó cansadamente y su bostezo se fue al carajo cuando se cruzó con la fría mirada de su tío Gabriel en el último escalón de la escalera.
-Ya te pedí disculpas sobre ese rato-le dijo, pasando a su lado con indiferencia. Gabriel lo siguió hasta la cocina y Adam gruñó.
-Lo de noquearme me tiene sin cuidado-le contestó.
-¿Entonces qué pasa?-preguntó Adam con la boca llena de puré de papa de la nevera. Cerró la puertecilla y buscó un plato para servirse pollo y más puré.
Pero la mirada escalofriante de su tío le hizo perder la cabeza y tiró el plato al suelo, manchando todo a su vez.
Gabriel puso los ojos en blanco y se apresuró a agarrar un pañuelo húmedo y se lo tendió a su sobrino.
Adam Peitz sintió demasiada cólera pero se contuvo. Le arrebató el pañuelo y limpió con desdén el suelo. Su dignidad y su paciencia estaban junto al puré de papas.
No pasó tanto para que su tío lo dejara solo con el pañuelo, el puré en el suelo y los nervios de punta.
Se lavó las manos y masculló entre dientes. El hambre se había marchado y estaba aburrido.
Cuando se disponía a regresar a su alcoba, se cruzó con Allen. El pequeño lo miró sonriendo y le alzó un libro titulado "Cien años de soledad" de Gabriel Garcia Marquez. Adam frunció el ceño y cargó al pequeño en sus brazos con el libro encima.
-¿Quieres que te lo lea?-le preguntó.
-Sí.
-¿Estás seguro que quieres que te lea este libro o prefieres uno de tus cuentos?
-Este. Los cuentos ya me aburrieron.
-¿De dónde lo sacaste?-Adam sacudió el libro con una mano y Allen rio.
-Lo encontré en las cosas de Keren la otra noche.
-Uhm, es de mala educación registrar las cosas de los demás.
-Ella lo dejó en el suelo y no lo agarró y yo... yo lo rescaté-dijo con seriedad. A pesar de que era un niño muy pequeño, era demasiado listo.

Así que tuvo que subir con su primo en brazos hasta su habitación y ambos se sentaron en la pequeña cama frente a frente.
Adam frunció el ceño en cuanto leyó la primera línea del libro. Continuó leyendo en su mente para darse una idea y quedó aun más confundido. El libro no tenía ni pies ni cabeza y se estresó.
Miró a Allen, quien lo miraba con sus enormes ojos azules.

-Te voy a leer un párrafo, ¿de acuerdo? Pero no me pidas que te explique porque no le entiendo nada-le advirtió y el pequeño asintió.

Aclarandose la garganta, Adam comenzó la lectura más extraña de su vida.
El escritor de aquel libro había tenido quizás ciertas lagunas mentales al escribirlo ya que no tenía un cierto punto en donde ubicar la historia; pero a lo mejor era aquella extrañeza lo que lo hacía genial.

"Muchos años después, frente al pelotón de fusilamiento, el coronel Aureliano Buendía había de recordar aquella tarde remota en que su padre lo llevó a conocer el hielo... "

Prosiguió durante más de media hora, leyendo y releyendo algunas partes y situaciones algo perturbadoras pero sin embargo, el pequeño Allen no se aburrió, sino todo lo contrario. Sus ojos se abrían mucho cuando Adam leía algo sorprendente o increíble.
-Ya van a dar las seis y media de la tarde, Allen y necesito hacer una llamada. ¿Te parece si mañana o más tarde seguimos?-Adam bostezó.
-Gracias, pero le diré a mamá que me lea-dijo y acto seguido, le quitó el libro y salió corriendo hacia la terraza donde a lo mejor se hallaban sus padres.
Adam, por su parte, corrió a la sala en busca del teléfono. Lo desconectó y se lo llevó a su habitación para hablar con Mitchell en privado.
Cerró la puerta con llave y marcó el número de casa de su amigo.
Mientras esperaba, se quedó pensativo en la chica de intercambio que iba a llegar al siguiente día pero se echó a reír. Una chica guapa no tiene de nombre "Beatrice". Tal vez se trataba de una nerd gorda y friki. Y como le había prometido a su hermana, no la molestaría. Es más, ni la voltearia a ver.
-Aquí, Mitchell.
-No hables como si fueses un jodido policía, idiota-se burló.
-Hablo como se me de la regalada gana, Peitz-contraatacó.
-Vete al infierno. Te llamo para explicarte como está el asunto de mañana en la noche.
-Es verdad. Cuéntame.
Adam le relató su plan perfecto, paso a paso y detalle tras detalle pero eso ocasionó la risa de su amigo.
-Bueno, si tienes una idea mejor, dimela en vez de reírte-gruñó Adam.
-Necesitamos estar todos juntos a la vez. Carrick y Nathan tienen que escuchar el plan que puede funcionar.
-No te olvides de Hunter-le recordó.
-Da igual. Todos tenemos que estar reunidos mañana a las 3 de la tarde en mi casa sin excusa. Yo les aviso a Carrick y a Nathan y tú a Hunter.
-Espero que el plan que tengas funcione o si no estaremos fritos.
-Todo sea por Vince.
-Y por mi padre-susurró.
-¿Por tu padre? Aun tienes que contarme bien ese asunto.
-Será en su momento-Adam escuchó unos pasos provenientes de las escaleras y se mordió los labios-entonces mañana nos vemos, ¿okey? Me tengo que ir.

Y colgó absolutamente rápido.
Pero por gracia divina, nadie llamó a la puerta y se tranquilizó.
Diez minutos después le marcó a Hunter y como era el típico vago, contestó al momento porque no tenía nada que hacer.
-Hey.
-Mañana a las 3 de la tarde en casa de Mitchell.
-¿Qué?
-Tú solo ve-colgó, dejándolo perplejo.

Dejó el teléfono encima de su escritorio y se dejó caer a la cama de espaldas al techo.
Cerró los ojos para dedicarse a buscar un mejor plan que el que su amigo le tenía preparado.
Aparte de la ayuda que su padre le podría brindar para localizar a los estúpidos que hirieron a su amigo Vince, ansiaba volver a ver a su papá. Platicar con él y decirle cuanto lo quería.
No quería ser rechazado por él.
Quería que lo aceptara aun con el pensamiento y el deseo de seguir sus pasos como un criminal experimentado.
Abrió los ojos con las pupilas dilatadas y se levantó de un salto. Sacó su lap top y la encendió. Algo le decía que si buscaba el nombre de Egon Peitz en el buscador, tendría más respuestas de lo que sus tíos le darían.

Al momento que entró a Internet, tecleó en el buscador de Google: Egon Peitz.
Y de repente alrededor de 1, 000 resultados apareció rápidamente en la pantalla que lo dejó helado.
Pensó que al buscar a su padre encontraría solamente sus fotos más no la lista de crímenes e incluso imágenes en las que aparecían personas muertas y mutiladas, y en su mayoría, chicas adolescentes.
Se perturbó pero continuó indagando.
Por el rabillo del ojo alcanzó a ver una fotografía tomada desprevenidamente de su padre cuando tenía 20 años y lucía muy parecido él. O más bien; Adam era muy parecido a él.
Se frotó los brazos y pasó a otra fotografía tomada desde alguna cámara de seguridad donde su padre y su madre estaban sentados en un McDonald's comiendo unas hamburguesas con tranquilidad.
Colocó los dedos encima de sus padres y acarició la pantalla deseando poder abrazarlos en ese momento.
Guardó la foto y salió de ese sitio para buscar en otros.
"EGON PEITZ uno de los más buscados por el FBI"

Suspiró agobiado y apagó la lap top.
La noche siguiente por fin libertaria a su padre después de tanto tiempo.







》Egon Peitz《

La felicidad que lo invadía era inmensa. Tiempo después de haberse despedido de sus hijos, sintió un estremeciento repentino lleno de alegría. No durmió en toda la noche y anhelaba volver a verlos.
No obstante, había soñado con Shelby esa misma noche.
Soñó que él estaba admirando un pequeño lago en alguna montaña que desconocía y le tiraba comida a los patos silvestres, algo raro en él, ya que nunca en su mente pasó hacer eso alguna vez pero ahí estaba, dándoles de comer.
Tenía el aspecto de cuando tenía 25 años y se hallaba pensativo. Ni si quiera el mismo sabía que estaba pensando porque miraba su sueño en modo espectador.
Supuestamente se encontraba ahí desde hacía días. Y su rostro estaba pálido y demacrado pero no entendía por qué.
Por lo que se acercó a su propio yo y le arrebató una fotografía que tenía en las manos. Sintiendo náuseas, dejó caer la fotografía al pasto y se sintió enfermo. Era una foto de Shelby llena de sangre y con el abdomen pecho perforado.
-¡No!-gritó y se cubrió los ojos-¡No!
Pero su otro yo continuó echándole pan a los patos sin inmutarse.
De pronto, cuando pensaba que nada podía empeorar las cosas, detrás de él apareció una tercera persona.
Shelby Cash. Con su hermosa y tierna sonrisa de siempre.
Estaba de pie con los brazos cruzados. El vestido que traía puesto le quedaba bellísimo; era corto hasta las rodillas color verde aceituna y unas zapatillas muy altas. Traía el cabello suelto por encima de los hombros y los labios pintados de rojo. Sus ojos mieles bien delineados lo miraron. A él. No a su otro yo. A él. Al Egon Peitz de 45 años.
Tragó saliva cuando ella comenzó a acercarse a él con una gran sonrisa dibujada en los labios.
-Pu-puppy, amor mío-logró decir él, en un susurro. Se sentía devastado.
Pero ella no contestó, simplemente alargó uno de sus brazos y le acarició el rostro con la mano. Egon cerró los ojos ante su tacto y se dio cuenta que había comenzado a llorar. Sollozó y sus hombros temblaron. No iba a poder parar de hacerlo y se sintió muy desdichado.
-No llores, por favor-le dijo ella, con un nudo en la garganta y los ojos llorosos. Él la miró-estoy muy bien, Egon.

-¿Por qué nunca antes te había soñado? Es decir, ¿por qué nunca me habías hablado en sueños? Me has hecho tanta falta. Llévame contigo, por favor. Quiero estar donde tú estás.
-¿Acaso no te das cuenta?-retiró su mano de la mejilla de Egon con brusquedad y él, desconcertado, volvió a atraparsela y se la besó-no puedo llevarte conmigo. Aun estás vivo y tienes mucho tiempo para disfrutar con nuestros hijos.
-Ellos están haciendo su vida sin mí. Y no me necesitan.
-Te necesitan mucho-reiteró con una sonrisa triste-si amas, promete que vas a seguir luchando por vivir.
-Amo a nuestros hijos pero también te amo a ti.
Entonces Shelby se acercó a él lo suficiente para rozar sus labios con los suyos durante un segundo. Él, destrozado, trató de alcanzar sus labios otra vez pero ella se lo impidió.
-Debo marcharme ya-dijo y retrocedió. Egon frunció el ceño y la vio acercarse a su yo del pasado.
Ridículamente sintió celos de si mismo cuando ella lo rodeó con los brazos y lo besó.

-¡Apartate de él! -le gritó, enfurecido.
-Vive tu vida del ahora-le respondió su yo del pasado, dejándolo boquiabierto-y olvídate del pasado.
-¿Qué? Pero si te estás llevando a mi Shelby-balbuceó el Egon del presente.
-No estoy llevando a Shelby a ningún lado. Solo es para que olvides el pasado y afrontes el presente, querido camarada del presente-se dio la vuelta y ambos Egon's se miraron a los ojos.
-Adiós, Egon-dijo Shelby, antes de desaparecer con el Egon del pasado.
Y Egon despertó bañado en sudor e hiperventilando.
Se aferró al collar de revólver y al anillo de Shelby y trató de encender la luz pero le fue difícil. Le costaba respirar.
Intentó relajarse y volver a dormir.
Era el primer y quizás el último sueño en el que Shelby le hablaba.
-Hey, señor Peitz, ¿se encuentra bien?-quedó inmóvil cuando escuchó una voz cerca de su habitación.
Y por muy extraño que le pareciera, sintió algo en el pecho. Algo que había dejado de sentir hace muchos años. Algo que jamás pensó sentirlo una vez más. Algo que le aterró sentir en ese momento: Odio, rabia, furia y cólera. Y lo peor de todo: Ganas de matar.
Shelby le había dicho en el sueño que se olvidara del pasado pero no que olvidara sus raíces de asesino.
Y sonrió lobunamente.










[Hola :) espero les esté gustando la segunda parte de Dark Beauty ^-^ por cierto, ya hemos entrado en el ranking de lo más existoso de Misterio/Suspenso *-* gracias! Y subiré el próximo capítulo si este llega a los 80 votos y muchos comentarios. Apenas comienza lo bueno]

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