Frenético I: La Misión©

By ValentinaAnderson

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PRIMER TOMO DE LA SAGA FRENÉTICO© Una misión, una vendetta y una rosa. Ella odia en lo que la han convertido... More

Sinopsis
La Misión
Prefacio
Capítulo 1
Capítulo 2
Capítulo 3
Capítulo 4
Capítulo 5
Capítulo 7
Capítulo 8
Capítulo 9
Capítulo 10
Capítulo 11
Capítulo 12
Capítulo 13
Capítulo 14
Capítulo 15
Capítulo 16
Capítulo 17
Capítulo 18
Capítulo 19
Capítulo 20
Capítulo 21
Capítulo 22
Capítulo 23
Capítulo 24
Capítulo 25
Capítulo 26
Capítulo 27
Capítulo 28
Capítulo 29
Capítulo 30
Capítulo 31
Epílogo
¿Perdid@?
#UnMundoFrenético

Capítulo 6

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By ValentinaAnderson

Sí.

Aún sigue siendo lunes por la mañana y yo sigo en esta universidad.

La segunda materia era biología. La profesora no había dicho su nombre ni nada sobre ella. Era de ese tipo de educador que siempre va directo al grano. Según ella, haríamos un repaso de todo lo que vimos en la secundaria y luego entraríamos en el mundo de la Biología Celular.

Fascinante.

Recordé varias de mis clases de cuando cursaba Medicina en mi antigua vida. Yo sabía todo a la perfección, me encantaba poder hablar del cuerpo humano como si fuera arte: algo que admirar. Varias de las cosas que deduje sobre el organismo de un vampiro fueron gracias a esta materia. Desde luego, son puras teorías. No sé nada con certeza.

¿Alguien podría explicarme qué tiene el cuarteto?

Sólo había pasado una clase y un desayuno... Al parecer eso bastó para que estuvieran rodeados de chicas. Varias los flanqueaban, les hacían comentarios innecesarios y ridículos y se iban. Al parecer se estaban volviendo populares mientras yo sólo había llegado a entablar una conversación con mi compañera de cuarto.

Intenté durante toda la clase hablar con alguna chica pero ninguna parecía querer charlar conmigo. Me di cuenta después de un rato, que la mayoría había formado un grupo entero guiado y gobernado por Evelyn.

Maldición. ¿Y sí las había puesto en mi contra?

Sólo quedaba la chica esa llamada Lydia, que si no estaba chupándole las medias a Don, estaba charlando con todos los chicos que se le acercaban. Me sentía solitaria.

Estaba completa y absolutamente enojada conmigo misma. ¿Cómo rayos podría conseguir un grupo social antes de que acabara este primer día? Porque sabía que si no lo hacía ahora, no lo haría luego. Al terminar la clase me puse de pie y atravesé el mar de pupitres. Este salón era común y corriente. Nuestras clases irían cambiando de salones, con respecto a la disponibilidad de aulas. Habría materias en las que haya un salón fijo.

Antes de salir, en la puerta, Lydia tropezó conmigo.

—Oh, lo siento linda. —Dijo con alegría. Era genuina y pude notarlo.

—No te preocupes. —Le dije.

Éramos las que decidieron salir al final. Esta era mi oportunidad.

—¿Tu nombre es Lydia, cierto? —Cuestioné.

—Sí, un gusto. ¿Cómo es tu nombre?

—Gala.

—Lindo nombre. —Repuso.

Una bandada de chicos, supongo que de otro curso, nos pasaron por al lado silbando y gritando piropos obscenos. Ambas les sonreímos instantáneamente. Lydia lo notó al igual que yo. Quizás era porque ese era el mecanismo de defensa que aplicábamos. La sonrisa era pura pantalla, por dentro me dieron ganas de asesinar a cada uno y estoy segura de que a ella también.

—Hombres... —Soltó ella, en forma de "son un caso perdido".

—Son como perros sin correa... —No medité lo que dije. Fue como si su actitud hiciera que la verdadera Gala olvidara sus obligaciones de permanecer en el papel.

—Me robaste la palabra de la boca. —Sonrió. —¿Qué tenemos ahora? ¡Estoy exhausta!

Le sonreí y revisé la foto del horario en mi móvil. Caminábamos por los pasillos. —Creo que tenemos Química.

—Genial. —Dijo ella con entusiasmo. Yo hice una mueca. —¿No te gusta? —Negué con la cabeza.

—Puedo ayudarte si quieres, yo amo todo lo que tiene que ver con la materia. Era una nerd ridícula cuando iba a la secundaria.

Chica lista con tendencias a ser regalada. Raro espécimen.

Me caía bien. Pasamos toda la última clase juntas, el profesor era muy joven y su nombre era Todd. Al parecer acababa de graduarse y estaba haciendo una suplencia. Me sorprendió cómo Lydia llamó su atención de inmediato, toda la clase estuvo observándola y ella le mantenía la mirada. Le hice señas jocosas cada vez que pude. Los hombres eran demasiado predecibles y una vez más me lo probó. Tiró un lápiz "sin querer" y el tal Todd salió corriendo a recogérselo.

Fue instantáneo.

Interrumpió su explicación y todo. Miré a Lydia, que escondía carcajadas y formulé un "wow" con mis labios. Realmente estaba sorprendida. ¿Cómo lo lograba?

Definitivamente debía tenerla cerca y aprender más de sus técnicas. Además, lo mejor era que Don era uno de los que comía de su mano.

Esa tarde llegué exhausta al dormitorio. Lydia me había invitado a hacer nuestros deberes en su respectivo cuarto, no me negué porque creí que le sacaría información valiosa pero no ocurrió. Me la pasé bien y recordé cómo rayos hacer tareas. Alysa veía TV y me sonrió cuando crucé el umbral de la puerta. Me arrojé directamente al colchón y me cubrí con las sábanas. Qué día tan largo había sido.

—¿Agotada? —Respondí que sí con un mugido. ¿Cómo es que la universidad pone hasta a los vampiros tan cansados? Sentía que me palpitaba la cabeza, no sé sí se trataba de un reflejo innecesario o si algo estaba fallándome.

—Tienes suerte de iniciar mañana, un día más de descanso.

—Bueno, estuve trabajando todo el día, eso creo que es peor. —Me dijo.

—Tal vez... —Ella soltó una risita y yo también.

—Eres demasiado quejona, deberías tener tu propio buzón.

¿Me quejo todo el tiempo? Mmmm, no creo.

—Sí, lo sé. —Me puse de pie y me metí al baño al final del pasillo. Sentía todo demasiado solitario. El eco de mis pasos era terrorífico, menos mal que era la vampira del cuento.

—Sí, seguí el rastro hasta aquí. —Escuché decir a alguien fuera del baño. Yo me cambié rápidamente y me estaba dando un bocadillo. Aspiré profundamente y olía a la colonia de Daymond.

—¿Deberíamos creer que ella sigue aquí? —Preguntó otra voz familiar, pienso que era Don. Me quedé cerca de la puerta para escuchar mejor.

—Durante las clases pude olfatearla. Estaba cerca, muy cerca, nunca olvido un olor. —Tampoco yo me olvidaría de la voz de Mónaco.

—Entonces está haciéndose pasar por una estudiante. —Exclamó Don, deslizando las palabras.

No me di cuenta de que estaba frotándome las sienes del nerviosismo. Olvidé el estúpido aparato.

—Hay alguien allí, vayámonos. —Susurraron.

Al salir no pude ver a nadie. Eran rápidos, muchísimo. Me recordaban a Massimo con sus habituales escapadas pero sé que no son tan hábiles como él. Me parecían descuidados en cuanto a identidades pues todos conservaban los mismos nombres y creo que todos sus apellidos son falsos. Es lo único.

No estaba asustada, pensándolo mejor, habría algo extra de diversión. Estarían más atentos a quién estuviera cerca de ellos y yo por supuesto me vengaría sorprendiéndolos.

Nadie se mete con La Blanca y vive para contarlo.

...

Para nosotros los vampiros, un día eran sólo segundos. Vivimos una eternidad a la vez. Éramos inmortales; el tiempo pasaba y yo no me daba cuenta.

Ya había sobrevivido una semana junto con Alysa y Lydia. Resulta que las tres coincidíamos clases los miércoles y los viernes. Los lunes me tocaba estar con Lydia todo el día, mientras que los martes estaba con Alysa.

Había decidido tomar otro rumbo con mi personaje. Sólo sería la niña tímida con los demás excepto con ellas dos. Así me sentía a gusto. Ambas eran agradables y no dudé en presentarlas en el momento que tuve oportunidad. Ahora somos tres y me gustaría, ahora que tengo la ligera amistad de Lydia, que me diera su libro de secretos. Ella dice que el poder de atraer a un hombre que no te muestra interés, es para todas nosotras distinto, pero que hay una cosa que todas debemos hacer para poder enamorarlos completamente. No me quiere decir qué es. También dice que el amor no existe y Aly la apoya.

Yo sé que existe y es justo por lo que hago esto.

Daymond y su séquito sólo fueron tres días a la universidad la semana pasada. No sé a dónde fueron, pero ayer los vi y hoy no. Ni siquiera percibo su colonia y me da coraje.

—¿Saben si Daymond vino hoy? —Les pregunté a las chicas mientras lo buscaba con la mirada.

Todas ya sabían quién era.

—No, ¿por qué? —Respondió Aly y le sonrió a Lydia. —¿Te gusta?

—No, ¿qué dices? Sólo me pareció raro no verlo estos días.

Ellas se rieron.

—No lo niegues, —Empezó a decir Lydia y tragó un trozo de sándwich. —te la pasas viéndolo en clases. Y eso que sólo te he atrapado en las pocas que compartimos él, tu y yo.

Ay, no. ¡¡¿Por qué?!!

—Apoyo la moción de Lydia, en todas las clases de hecho. —Comentó mi amiga pelirroja.

Seguí negándolo.

—Oh vamos, sabes muy bien que está buenísimo y sus amigos también. ¿Por qué no te presento a Donnovan y puedes hacer tu movida?

Pensé en su atractivo. Daymond "Halloway" tenía un cabello rubio, con algunos cabellos castaños. Sus ojos eran azulados y tenía buen cuerpo. Siempre lucía camisas que le apretaban, tal vez no gastaban dinero de su presupuesto de fugitivos para comprar ropa.

—¿Quién es Donnovan? —Suspiré atragantándome con un trozo de manzana. Había comprado una ensalada de frutas para poder justificar mi figura. Ellas habían estado preguntándome cómo me mantenía tan esbelta.

—¡Uno de sus amigos! El bajito. —Repuso Lydia.

—Ah, ya. Don es el apodo. —Dije. Lydia asintió.

Me lo pensé. Demasiado. No sabía si funcionaría pero aún así acepté.

—Sí logras agarrarte a Halloway, serás mi heroína. Es un hueso duro de roer. —Recalcó Lydia. Aly rio igual que yo.

Una sombra platinada pasó por nuestra mesa. Ugh, Evelyn. Al instante mis compañeras de desayuno se callaron hasta que la chica y su grupito siguieron de largo.

—Qué pesada. —Exclamó Alysa.

—Es toda una zorra, yo intenté una vez hablarle y me dijo que la clamidia se contagiaba por el aire y que no me acercara más a ella.

Mis ojos se abrieron más de lo normal.

—¿De verdad dijo eso? —Cuestioné. Lydia lo confirmó. Entonces no me había equivocado con respecto a ella.

Ambas miramos a Aly, que observaba en otra dirección.

—Creo que te tocará derrotar a la fiera, Gala. —Dijo, después de que ambas la observáramos.

—¿Por qué? ¿A qué te refieres?

Ella no dijo nada, sólo señaló en la dirección a la que había estado mirando. Al girar, me encontré con una Evelyn sentada en las piernas de Daymond. ¿Cómo no pude preveer su presencia? ¿Había cambiado de colonia?

¡Zorra! Su grupito charlaba con el trío de guardaespaldas y estoy segura de que me dieron náuseas cuando Evelyn le dijo a Daymond algo sobre fuertes brazos.

Me giré colérica. —Él no me gusta chicas. —Fue lo único que pude decirles.

—Como digas, pero si vas a hacer algo, hazlo lo más pronto posible. Sabes que estamos para ayudarte, ¿verdad Aly?

—Sí, ambas quisiéramos ver a esa rubia lloriqueando. Tienes lo que se necesita y podemos ayudarte, quizá debas empezar a vestirte de otra forma.

—¿Por qué? —Hinqué una ceja.

—Me pasó cuando te conocí. —Alysa me miró muy seria. —Pensé que eras una de esas que aparenta ser quién no es, y no me equivoqué. No sé porque tratas de ser alguien más, eres genial así como eres, ser tú misma siempre es la mejor opción.

—De hecho, ese es el secreto para conquistar al chico indicado. Ser tú. —Completó Lydia.

Las miré con mucha confusión. ¿Acaso era tan obvio que yo no usaba estos suéteres rosados de cashemere y estas perlas? Estaba consciente de que ambas estaban en lo cierto. Quizás deba hacerles caso... o quizás deba alejarme de ellas.

No malentiendan, es muy peligroso que se hayan dado cuenta de que no soy quien digo ser. Imaginen si descubrieran lo que soy. Tendría que matarlas o desaparecerlas... Como vampira que soy tengo la expresa tarea de mantener a mi especie en el anonimato. No sé cómo reaccionen o qué hagan. No confío en ellas lo suficiente.

Debo alejarme. Y sé que me dolerá.

—Sí me visto de esta forma es porque quiero y me siento cómoda. No soy alguien más y sinceramente me molesta que digan cosas así... —Me puse de pie y tomé la bandeja de comida. Lydia se levantó de inmediato.

—Gala, no pretendíamos ofenderte... Eran sólo unos comentarios...

—No debieron meterse, es mí problema.

Me fui y deposité la bandeja en el lugar indicado. Me alejé dando zancadas. ¿Ahora qué hago? Creo que me he quedado sin planes. Necesito ideas, necesito convertirme en una experta del disfraz. Necesito transformarme en... —pasó caminando junto a mí. —Evelyn.

En mi mente estalló una idea aborrecible, pero era imposible que fallara.

—¡Evelyn!—La llamé. Ella se detuvo en seco y se volteó en mi dirección.

—Gala, hola. —Me sonrió con desagrado después de inspeccionarme. Las demás la admiraron para maquinar sus reacciones. Permanecieron estáticas.

—¿Podríamos hablar un momento, a solas? —Le pedí.

Ella miró a sus acompañantes, eran al menos cinco. Todas comprendieron y siguieron su camino por los pasillos. Cuando estuvimos a solas me miró, cruzándose de brazos.

—Quiero disculparme contigo. —La boca me ardía y molestaba. Agh. Preferiría tragar metal antes de seguir con esto.

—¿Por qué? ¿Por insultarme?

Vamos Gala, tú puedes hacerlo. Piensa en tu familia.

Cerré mis ojos y solté un suspiro. —Sí, Eve, lo siento mucho. No sé qué me ocurrió, a veces tiendo a decir cosas sin pensar. Tú... me caes muy bien y de verdad quería que fuéramos amigas. Lamento que por una estupidez de mi parte nos hayamos distanciado.

Jugué nerviosa con mi collar de perlas. Ella tamborileó su brazo con sus uñas postizas. Tenía un vestido veraniego color blanco. Su cabello estaba rizado y su rostro totalmente pintorreado.

—Yo también lo siento, quizás exageré. —Dijo. Algo dentro de mí dejó de asfixiarme. —Ven, te presentaré a las chicas.

Se volteó y caminó en la dirección que había tomado su grupito. Contuve una sonrisa. Ella sería mi pieza de ajedrez más valiosa en el juego para poder acercarme a Daymond Fallon, que aquí era conocido como Halloway.

Cuando llegamos me presentó con todas.

—Ella es Karla, —señaló a una de cabello súper corto. —Lizz, —una de shorts cortísimos y mechas de colores (que estaban de moda) —Ruby, —una chica de rasgos asiáticos. —Gigi —una robusta bajita con ropas carísimas. —y Missy... porque estoy en contra del racismo.

Missy era la más tímida de todas. Tenía una permanente que le sentaba muy bien y su tez era de un color un poco oscuro. Reconocí esa mirada que tuvo en el momento que Evelyn contó el chiste del racismo. Yo no me reí, pero las demás sí. Missy sólo me observó y me saludó con un movimiento de mano. Me enojó mucho, muchísimo, pero ¿qué podía hacer? Yo ya era parte del clan de Evelyn y no había marcha atrás.

Me habían dado saludos exagerados, como si yo fuera una hermana perdida y nos estuviéramos reencontrando. Lo bueno era que aquí fingir sería mi única alternativa y no habría espacios para agarrarles confianza. No pasaría de nuevo lo que ocurrió con Alysa y Lydia.

No.

La seguí a través de los pasillos hacia su casillero, no sé cómo pero consiguió que fueran dos sólo para ella. Evelyn hablaba y hablaba y todas se reían conforme seguía contando cosas sobre Daymond. Estaba flechadísima y sólo había pasado una semana de clases.

Creo que se trata de Sr. Popular y Sra. Popular.

Yo me esforzaba por sonreírle. Me fue dando sus libros para la siguiente clase y me enojé un poco cuando descubrí que yo los llevaría. Noté que me estaba poniendo a prueba cuando me hizo copiarle toda la clase porque tenía un pequeño esguince en el meñique. Al menos había logrado estar cerca cuando los chicos la invitaron a verlos en las pruebas de básquet.

Yo no alcancé a ser vista, pues se cruzaron en los pasillos intercambiando pocas palabras y yo llevaba las mochilas de todas.

Al parecer Ethan y Halloway aplicarían para el equipo este viernes. Apenas faltaban unos tres días para poder asistir y ser presentada.

...

—Gala, sostenlo bien. —Ordenó Evelyn, mientras se colocaba excesivas cantidades de rímel en las pestañas. Me hizo sostener el espejo, la muy abusadora.

Ya habían pasado cuatro días en su "secta". Una eternidad a mí parecer.

—¿Listo? —Pregunté cuando estuvo revisando cómo se agitaban.

—Mmmmm... —Se arregló las cejas e hizo muecas para comprobar cómo se veía con cada expresión. —Creo que sí. ¿Qué tal está?

Sonreí asintiendo. —Hermoso. —Horrendo.

—Gracias, lo sé. Espero que le guste Daymond, aunque me preocupa... Faltó ayer y no pude hablarle.

—Seguro se derretirá al verte. —La animé. Me tomó de las manos. Hoy eran las pruebas para el equipo y nos dirigíamos hacia allá.

—Gala, tú eres la única que vale la pena de todas ellas. Tú me entiendes porque eres como yo. Necesito que seas mi aliada, si te vuelves novia de uno de sus amigos, ¡todo saldrá perfecto! —Exclamó con entusiasmo.

Ya me había repetido eso al menos unas cinco veces. Al parecer estaba realmente encaprichada con él. No había logrado acércame en ningún momento. Ellos eran como sombras inalcanzables. Ese es el efecto que tiene toda esta exclusividad de amigos y grupos.

Yo tenía que adecuarme a todo esto y aceptar lo que viniera. Era viernes y como si fuera poco, por la tarde. Creo que lo peor de todo es tener que ignorar a Alysa y a Lydia. Las extraño.

Evelyn nos hacía visitarla en su dormitorio para ayudarla a arreglarse a las seis de la mañana. Claro que empezábamos clases a las ocho, así que la Reina debía de estar perfecta.

—Sabes que te apoyaré en lo que me pidas, —Respondí. —no sé aún a quién debo acercarme... Si a Donnovan o a...

—¡Ethan! Justo a él. —Se refería al de cabellos blancuzcos. Agh, que fastidioso era todo esto. Yo debía de abrirle camino con Daymond, aun sabiendo que me vería como una total ridícula haciendo aquello. Quizá no debía de convertirme en su novia, en fin, cuando el bebito desapareciera yo no sería sospechosa.

Me daba un poco de risa la historia que le habían contado a todo el mundo: "amigos siguiendo sus sueños, huyendo de casa". Se hubieran esforzado un poco más... Pero bueno.

—Bien, él me parece el más lindo. Voy a hacerlo. —Repuse sonriendo.

Ambas nos reímos y recogimos nuestras cosas para seguir nuestro camino.

Al llegar a las canchas, todos los chicos esperaban en fila por el entrenador. Venía tarde. Evelyn y las cinco tomaron asiento en las gradas. Había varias personas, pero no demasiadas. Tomé asiento y observé a Halloway con su camiseta de básquet. Dejaba al descubierto sus brazos.

Charlaba activamente con Ethan, que estaba detrás de él en la fila. Algo repentino ocurrió. Daymond volteó a mirarme de una forma que nunca olvidaré. Algo raro ocurrió en mi estómago sin vida, lo que hizo que apartara la mirada. No sé qué fue pero sentí miedo. Él era muy atractivo, quizá. O tal vez se trataba de tantos días pensando en él y cómo matarlo.

Cuando pude volver a verlo, ya no estaba mirándome. Yo lo divisaba a escondidas queriendo sentir ese agradable revoloteo de mariposas en mi abdomen. No sucedió de nuevo, pero no podía apartar mis ojos de él. ¿Qué diablos me pasó?

—¡Daymond! ¡Tú puedes! ¡Eres el mejor! ¡Vamos Daymond! —Ugh, Evelyn. Mis entrañas gritaban que la matara para que al fin cerrara la boca. Yo tenía escrito en la frente "AUXILIO".

Lo peor era que las pruebas ni siquiera habían iniciado.

Un hombre delgado y con algo de edad entró con un bolso y una tabla con gancho. Les pidió a todos los chicos que escribieran sus nombres. Después de eso, les explicó la dinámica: Habría un pequeño juego amistoso y luego los llamaría para saber si daban la talla. Inició el partido y Evelyn seguía con sus porras, apoyándolos. Todas obviamente teníamos que seguirle el juego pero yo no lo hice. No me iba a rebajar a tanto ni porque Lucifer apareciera frente a mí obligándome.

Daymond era hábil. Se metía ágilmente entre los demás y había veces que los codeaba para poder quitárselos de encima. Metió la primera canasta en un minuto. Mis ojos estaban adheridos a su figura... Tal vez se trataba de que no había tenido un buen desayuno por culpa de la Reina Rubia. Me mordí el labio al observar sus músculos tensándose. Estaba muy concentrado y serio. Su nariz perfilada mantenía una forma algo hipnotizante. No me di cuenta cuando el otro equipo les metió dos canastas, ya iban quince minutos de juego.

Agh, ¿cuánto dura esta cosa?

Al parecer algo iba mal porque el supuesto entrenador detuvo el partido con un pitido y se giró hacia el reducido público en las gradas.

—Señoritas, ¿podrían largarse de mi cancha? —Cuando me giré para ver a Evelyn cruzarse de brazos supe que se lo decía a ella. ¿Había estado gritando demasiado? Yo creo que sí. No pude, se los juro, no pude evitar soltar una carcajada. Escuché otra, y era masculina. ¿Daymond mofándose de su noviecita no oficial? Lo mejor fue cuando nos miramos cómplices.

Ella se volvió hacia mí y me quiso asesinar con la mirada. Yo la miré con cara de perrito y se giró indignada a tomar sus cosas. Yo no me moví, y cuando ella se dio cuenta, me jaloneó por el brazo.

—Nos echaron a todas, eso te incluye, retrasada.

Retrasada, se quedó revotando en mi cabeza. Me enfurecí, pero no podía hacer nada. En estos días había aprendido a controlar mi ira y créanme que tuve demasiada práctica con esta imbécil. Tomé mi bolso y con mis tacos, comencé a descender por los escalones de las gradas. Todos esperaban a que nos fuéramos, ¡qué vergüenza! Extrañamente la Mandona permaneció detrás de mí y cuando estaba por el penúltimo escalón, un fuerte empujón hizo que mis pies se enredaran y me fui hacia el suelo. Mis instintos estaban de vacaciones o algo así, porque lo único que hice fue cerrar los ojos. Caí y giré sobre mi cuerpo. Al abrirlos me encontré con un unos brazos sudorosos y una tez clara.

—Cuidado donde pisas. —Su voz me hizo temblar. Creía fielmente en que las vampiras teníamos esos días del mes en los que nos pinchaba una debilidad por el sexo opuesto. Me tendió la mano y me ayudó a levantarme.

—Gracias. —Le sonreí. Su rostro estaba cerca del mío. Escuchaba sus pulmones llenarse y vaciarse, su aliento, sus latidos algo acelerados. Mis ojos adheridos a los suyos nos mantuvieron en una estática situación. Aproveché para utilizar mis miradas llamativas, ¿alguna vez iba a tener otra oportunidad?

—¡Gaaaaalaaaa!—Gritó la Rubia tonta. Nos sacó del hipnotismo y Daymond apartó la mirada. —Lo siento Daymond, de verdad. —Le dijo Eve, bajito y me jaloneó de nuevo. Él la miró asintiendo.

—Hasta luego, Gala. —Me dijo.

Caminé victoriosa hacia la salida.

Segundo buen acercamiento.

¡Magnífico!

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