I. The Calling ©

By OutMind

522K 42.7K 8.5K

PRIMER LIBRO TRILOGÍA LA PREDICCIÓN DE LA VALA Sinopsis. La única preocupación que Mackenzye Nightshade siem... More

Nota de la escritora. ¡Leer, por favor!
Dedicatoria
PRÓLOGO
Capítulo 01.
Capítulo 03.
Capítulo 04.
Capítulo 05.
Capítulo 06.
Capítulo 07.
Capítulo 08.
Capítulo 09.
Capítulo 10.
Capítulo 11.
Capítulo 12.
Capítulo 13.
Capítulo 14.
Capítulo 15.
Capítulo 16.
Capítulo 17.
Capítulo 18.
Capítulo 19.
Capítulo 20.
Capítulo 21.
Capítulo 22.
Capítulo 23.
Capítulo 24.
Capítulo 25.
Capítulo 26.
Capítulo 27.
Capítulo 28.
Capítulo 29.
Capítulo 30.
Capítulo 31.
Capítulo 32.
Capítulo 33.
Capítulo 34.
Capítulo 35.
Capítulo 36.
Capítulo 37.
Capítulo 38.
Capítulo 39.
Capítulo 40.
Capítulo 41.
Capítulo 42.
Capítulo 43.
Capítulo 44.
Capítulo 45.
Capítulo 46.
Capítulo 47.
Capítulo 48.
Capítulo 49.
Capítulo 50.
Capítulo 51.
Capítulo 52.
Capítulo 53.
Capítulo 54.
Capítulo 55.
Capítulo 56.
Capítulo 57.
Capítulo 58.
Capítulo 59.
Capítulo 60.
Capítulo 61.
Capítulo 62.
Capítulo 63.
Capítulo 64.
Capítulo 65.
Capítulo 66.
EPÍLOGO
Agradecimientos
DISCLAIMER
💙

Capítulo 02.

12.9K 1K 214
By OutMind

2

EL ARTE IGNORA AL MUNDO



—¿Sabes dónde queda tu salón? —Le pregunto a Meghan mientras reviso mi horario.

Acabábamos de ir a dejar a Mason a su escuela que queda separada de la nuestra. Él está en séptimo de secundaria, Meghan en primer año de preparatoria y yo en el último. Nuestro instituto está a unas dos cuadras de la secundaria de Mase, aunque me he acostumbrado a verlo por los pasillos —o en la biblioteca, donde acostumbra a escabullirse en los descansos—, me alivia saber que está cerca.

—Mack, el lugar no es tan grande como para perderse y el horario tiene un mapa. No soy tan idiota —replica.

Sí, sigue con un humor horrible.

—Ah, no lo vi. —Hago una mueca—. Tengo química ahora, ¿y tú?

Meghan me mira entre divertida y molesta aún.

—Sigo sin entender cómo puedes ser tan despistada y tener tan buenas calificaciones.

—Qué chistosa —ironizo—. ¿Qué te toca?

—Matemáticas.

La observo. Se ha alisado su castaño cabello naturalmente ondulado, lleva un ligero maquillaje sobrio a tono con su color de piel, unos jeans claros, camisa blanca manga larga de un material que me recuerda a la esponjosa cola de un conejo y un abrigo negro largo a juego con los botines. Está tirando de las correas de bolso con ahínco y le falta poco por terminar de arrugar el horario.

Aún no salimos del estacionamiento. Meghan se rehusa a dar un paso y yo no voy a dejarla sola.

—¿Nerviosa? —tanteo.

Me gano una fea mirada por parte de sus grises ojos.

—¿Qué te hace creer eso? —bufa.

—Meghan, eres la chica bonita e inteligente del salón —señalo—. Donde sea que nos mudemos, no tardas en hacerte amigos y en encajar. No será diferente aquí. Y si tienes problemas, siempre puedes decirme.

—Y convertirme en la niñita que se esconde tras su hermana mayor —refunfuña—. Puedo arreglármelas sola. Es sólo que... —titubea un poco— Eso era en la ciudad. Esto es diferente. Quizás a la gente de aquí no les agraden las personas de afuera.

—Si tu no eres desagradable con ellos, ellos no tendrían por qué serlo —replico—. ¿Recuerdas lo que siempre decía la abuela?

—"No hagas lo que no te gustaría que te hicieran" —cita y suspira—. Sí, tienes razón.

—¿Vamos?

Ella asiente.

El instituto que se alza ante nosotras no es muy diferente a los que habíamos asistido antes. Es más pequeño, pero se ve bastante bien. Tiene sólo dos pisos, pintado de blanco y algunos tonos grises lo adornan por aquí y por allá, a lo lejos se ve una gran reja que separa el edificio del enorme bosque que lo rodea y lo hace verse fuera de lugar en un sitio con tanta naturaleza alrededor.

El interior tampoco es distinto a las otras escuelas. Pasillos, casilleros y muchísimas aulas. Tenemos que pasar por la oficina de dirección para entregar nuestros papeles, lo cual es bastante rápido ya que la secretaria que nos atiende los revisa en menos de un minuto y con una sonrisa nos da la bienvenida.

—Mi casillero queda por aquí —dice Meghan, apuntando hacia la dirección contraria a la que voy.

Asiento.

—El mío no queda muy lejos. —Levanto mi celular—. Estoy a un mensaje.

—Está bien —contesta nerviosa.

—Respira. Estarás bien.

Meg suspira y se da media vuelta. Camino por el pasillo en busca de mi casillero, hasta que doy con él, lo abro con la clave que me dieron y comienzo a guardar las pocas cosas que he traído. Aún debemos ir por algunos materiales y libros que nos faltan. Mi bolso queda bastante más liviano, sólo dejo lo que necesito para mi primera clase y mi infaltable cuaderno de bocetos.

Mi celular vibra en mi mano. Es un mensaje de mamá, preguntando si ya estamos en la escuela.

«He dejado a Mase en su secundaria, Meg y yo ya entregamos los papeles y nos vamos a nuestra primera clase. Te llamo a la noche. Te amo, má.»

Mando el mensaje y guardo mi celular en uno de los bolsillos de mi chaqueta. Cierro el casillero y me doy media vuelta, al hacerlo, choco con la espalda de alguien.

—Oh, lo siento.

Es un chico.

—Está bien —digo sin prestarle mucha atención mientras me sobo la nariz, ya que me he golpeado ahí.

Elevo la mirada porque el chico es mucho más alto que yo. Me encuentro con un par de ojos marrones muy peculiares, he visto muchos ojos de ese color, pero su tonalidad no es para nada común; son de un marrón casi rojizo, parecido al caoba, como el color de las hojas en el otoño. Bastante llamativos y...me miran con confusión.

—Oh, ¿eres nueva? —Salta otro chico por encima del hombro del que me mira. Despego los ojos de los del chico y le puse atención al otro—. ¿De dónde vienes? ¿Cómo te llamas? Eres muy bonita, ¿estás soltera? —farfulla rápidamente mientras se acerca a mí.

Doy un paso hacia atrás. Demasiado entusiasmo, demasiado confianzudo.

—David, para, hombre. La estás asustando —dice el chico de ojos marrones, agarrando a su amigo por el hombro y lo alejándolo de mí.

Le dedico una mirada a los dos. El chico de los peculiares ojos marrones es alto y corpulento sin llegar a ser muy grotesco; hombros anchos, espalda ancha, piel color miel y cabello negro en su lugar. El otro chico —David, lo ha llamado—, es un poco más escuálido, pero igual de alto, extremidades largas, un poco más pálido y con pecas.

—Lo siento. —Se disculpa David—. ¿Cómo te llamas? Soy David.

—Mackenzye —contesto.

El amigo de David mueve la boca para hablar, de seguro para presentarse, pero se ve interrumpido.

—¿Quién es la nueva? —Es una chica alta, largo cabello negro y lacio. Se apoya en el hombro del chico de ojos marrones. Me mira de arriba hacia abajo y sonríe—. ¿Y ese color de cabello? ¿Y tu bastón? No sabía que salían canas a esta edad —Se burla.

Observo a la chica un par de segundo... ¿ha venido a "marcar territorio" sobre alguno de esos dos? Porque lo ha hecho de una forma demasiado grotesca. No creo que sea necesario saltarle en el cuello a todo aquel que se le acerque... a quién sea en que ella esté interesada. Pero, lamentablemente, este tipo de gente sólo comprende un tipo de idioma.

Acomodo mi bolso sobre mi hombro.

—Mira tú, no sabía que había aún gente que se mete con la apariencia física del resto —replico. Paso por al lado de ella—. En serio, si quieres hacerte la chistosa, búscate algo mejor.

Y sigo de largo. Si me dijo algo, no lo escuché.

A pesar de estar en una época en la que todo el mundo se tiñe el cabello de colores llamativos y extraños, desde que era niña me han molestado por el mío. En mi familia, todos son de cabello castaño o negro con ojos azules o grises, pero yo nací con el pelo de color blanco. Sin embargo, no es por albinismo o alguna otra condición genética —me hicieron varios estudios para asegurarse de ello—. Debido a lo diferente que me veía, sufrí de acoso en varias ocasiones, pero en muy poca de ellas me quedé callada o dejé que me afectara.

En mis escuelas anteriores no fue muy diferente, pero las burlas y comentarios no duraron demasiado. En Seattle, incluso, no pasaron del segundo día de clases, ya que tuve un pequeño guardaespaldas: Rossi. Fue de las pocas amigas que me he hecho y ella, bueno, su tamaño no le impidió hacerle frente a quién se lo ganara.

Extraño a esa pequeña peleadora.


☾☼


El primer período no fue tan terrible como creí que sería. Pensé que estaría más perdida en cuanto a materia se trata, pero al parecer, en mi antigua escuela estaban más adelantados que aquí.

En el receso busco donde echarme un rato. He estado combatiendo el sueño de la mañana con fervor, la noche anterior a penas si he dormido un par de horas antes de levantarme a preparar el desayuno. Sin embargo, no tengo suerte, el único lugar que parece estar adaptado para el descanso es el patio, mas no me voy a echar una siesta en el césped. Así que me instalo en una de las mesas con un café y un brownie para terminar un dibujo en el que llevo trabajando un par de días.

El arte es mi forma ignorar a todo el mundo y de escapar de mis propios pensamientos. No sé aún si es mi camino profesional, si quiero trabajar en el área y vivir de esto, aún no lo tengo claro, algo que, claramente, pone nerviosa a mi madre porque estoy en mi último año y todavía no sé qué quiero hacer con mi vida.

Lo que dibujo es algo que llevo soñando hace varios días. Estoy tratando de sacarlo de mi subconsciente para que deje mi sueño en paz. Es una figura que en mis sueños aparece garabateada sobre un papel con lo que parecen ser letras de un idioma que no conozco u otros dibujos, pero lo que más resalta es esa figura: luce como un sol con rayos disparejos, unos más grandes que otros, pero no está completo, sólo se ve la mitad, algo lo tapa, le falta algo en la otra mitad. Pero ni siquiera yo puedo verlo. Dibujo la escena: papeles desperdigados por toda la hoja, algunos están rotos y arrugados, otros quemados, y en el centro, está el que tiene la figura trazada.

Estoy agregando sombras al dibujo cuando, de la nada, alguien tira mi café sobre el cuaderno. Soy lo suficientemente rápida para levantarlo antes de que se moje más, pero la hoja ha quedado manchada.

—¡Lo siento! —exclama la persona que lo ha derramado.

Lamentablemente, reconozco la voz. Me giro hacia esa persona. Es la chica de la mañana, la que se ha burlado de mi cabello. Me sonríe con fingida inocencia.

—¿Qué quieres? —mascullo.

Intento secar la hoja del cuaderno con unas cuantas servilletas que tenía.

—Una disculpa estaría bien —bufa.

Suelto una risita.

—¿Y por qué debería disculparme? Más bien, ahora me debes una tú —replico, señalando mi mojado cuaderno.

Hace una mueca de desdén y se inclina hacia mí, ya que yo sigo sentada y ella está parada y con tacones.

—Ten cuidado con quién te metes, niñita... —corta su amenaza después de posar los ojos sobre mi dibujo. Me parece verla palidecer. Más veloz de lo que pienso que puede ser, la chica agarra mi cuaderno— ¿Qué es esto? —farfulla.

Me levanto de la mesa.

—Dibujos, ¿tengo que explicarte lo que son? —mascullo—. Devuélvelo.

—Tú... —balbucea.

Sus ojos van desde el cuaderno a mi rostro, luce bastante desconcertada. Aprovecho ese momento de distracción para quitárselo.

—No vuelvas a tocar mis cosas. Y deberías dejar esa actitud tan... anticuada sólo porque alguien se acerca al chico que te gusta —espeto.

Me marcho. Noté algo en el transcurso del día, quizás estoy sacando conclusiones apresuradas, pero esa chica... trata mal a quien se le acerque al chico de ojos marrones que vi temprano. No sé si será su novia o si es un enamoramiento unilateral, pero, prácticamente, le ladra a quién lo mire. No planeo meterme entremedio de nada ni de nadie, pero tampoco voy a dejar que me machaque como se le pegue la gana y alguien tiene que decirle algo.

—¡Mack!

Me volteo sobre mis talones al oír la voz de mi hermana. Me hace señas para que me acerque, está con dos chicas más.

—Ey —saludo—. ¿Qué tal el primer período?

Ella se encoge de hombros.

—Normal. Era matemáticas, no puedo decir que es mi asignatura favorita, pero sobreviviré —responde—. ¿Y tú qué tal?

Es mi turno de encoger los hombros.

—Química, nada de otro mundo. Aunque creo que nuestra antigua escuela estaba más adelantada —contesto. Meg asiente, concordando conmigo. Apunto disimuladamente hacia las dos chicas que la esperan unos pasos más atrás—. ¿Ya te hiciste amigas?

—Tenías razón. La gente de este pueblo es más agradable de lo que creía.

Me sonríe, se ve más relajada. La codeo despacio.

—¿Y cuándo no he tenido razón? —fanfarroneo. Meg rueda los ojos y me devuelve el codazo—. Me alegra que te hayas encontrado con gente agradable. Creo que fui yo la que se topó con la pesadilla de este instituto.

Meghan arruga la frente.

—Alice y Penny me estaban advirtiendo de una chica que no es muy... agradable... —alarga.

—Ajá, ya me la topé. No fue bonito.

—No me digas que ya te metiste en problemas.

—Tranquila, aún no mato a nadie.

—Esa chica se llama Sheryl y, por lo que me han dicho, no es conveniente tener problemas con ella. Creo que su familia tiene dinero o algo así.

Hago un sonidito con la lengua, restándole importancia.

—Qué tenga dinero no significa que pueda ir a sus anchas tratando mal a la gente o haciendo lo que quiera —replico. Meg me dirige una mirada preocupada—. Tranquila, no es nada que no pueda manejar.

Las nuevas amigas de mi hermana se acercan a nosotras y una de ellas le susurra algo en el oído. Pronto las tres están muy interesadas en lo que sucede a mis espaldas.

—Ah, no eran exageraciones. Él es muy guapo —comenta Meg.

—¿Quién?

Me giro para intentar ver sobre quién chismorrean.

—Vamos, Mack, sólo uno de esos chicos destaca lo suficiente —dice señalando un grupo de chicos a unos cuantos metros. Sigo la trayectoria de su dedo—. Jera Jensen, dicen que es el As de Beckinsale.

Es el chico de los ojos marrones.

—Ah —vocalizo.

Meghan me mira cómo si hubiese perdido un tornillo, pero decide no decirme nada. Mi hermana sabe que no me asombran las caras bonitas.

—Mack, ¿está bien si me voy con ellas hoy? —pregunta, poniendo los ojos de perrito—. Quieren enseñarme qué hay de entretenido en el pueblo.

—No lo sé, Meg. Tenemos cosas que comprar, yo tengo que encontrar un trabajo y quería que te quedaras con Mason...

—Oh, cierto... —musita—. Está bien, les diré que lo dejemos para otro día.

—Lo siento...

—No, lo entiendo. —Me sonríe—. Pero si ves alguna tienda de ropa bonita, me anotas la dirección. ¡Y te voy a cobrar el chocolate con nueces!

Me rio. Meghan puede ser un verdadero dolor de cabeza cuando quiere, pero una vez que se le enfría la sangre, es muy comprensiva ante este tipo de cosas. Ella sabe que tenemos que cuidarnos entre los tres cuando mamá no está.

—Está bien.

—Creo que le llamaste la atención a alguien —murmura mi hermana. Miro por encima de mi hombro. Jera se dirige hacia nosotras—. ¡Yo me esfumo! Pero me cuentas el chisme en casa.

Antes de que pudiese decirle algo, Meghan se larga rapidísimo con sus nuevas amigas.

—Hola.

El llamado Jera se detiene frente a mí y sonríe de manera "encantadora". Realmente intento no juzgar a nadie antes de conocer, pero si me he llevado esa primera horrible impresión con la chica Sheryl y este sujeto es amigo de ella... o su novio.

—Hola —saludo con pocas ganas.

—Creo que no tuve la oportunidad de presentarme antes. —Me tiende la mano—. Me llamo Jera.

Observo su mano unos segundos, dudando, pero termino estrechándola. Tan maleducada no soy.

—Mackenzye. Mack.

Vuelve a sonreír de esa forma y yo le suelto la mano. No es sorpresa darme cuenta que está la mitad del instituto mirando lo que hacemos.

—Bienvenida a Beckinsale, Mack. Debo decir que fue sorprenderte ver cómo le hablaste a Sheryl. —Se ríe—. No hay nadie aquí que tenga ese coraje.

—Ella fue grosera. No iba a dejar que me hablara así —replico—. Creí que era tu amiga.

Niega con la cabeza.

—Cree que lo es. Pero no.

Auch. Entonces... ¿hace tales cosas por alguien que ni siquiera la considera su amiga? ¿Y nadie se lo ha dicho a ella? ¿Y él por qué no le dice nada?

—Ah.

Si cree que le voy a preguntar acerca de eso, se equivoca. No pienso meterme.

—¿Y de dónde vienes?

—Seattle.

—Vaya cambio —comenta.

¿A dónde quiere llegar?

—Mira, no quiero sonar desagradable, pero el receso está por terminar y la próxima clase se acerca. ¿Quieres algo en concreto o tienes el deber de darle la bienvenida a todos los estudiantes nuevos? —cuestiono.

Jera se carcajea.

—Eres directa. Me agrada —señala—. Sólo le hablo a las personas que me interesan, Mack.

Lo miro con incredulidad. ¿Está diciendo lo que pienso o el tipo disfruta de hacerse el interesante?

—Tendrás que ser más claro porque no lo pillo.

Él suspira y da un paso más hacia mí.

—Estoy diciendo que me gustaría saber más de ti. ¿Por qué no andas con nosotros? —ofrece y señala a su grupo de amigos—. Tranquila, Sheryl dejará de meterse contigo si te ve con nosotros.

—Eh... gracias por la oferta, pero, no, gracias —contesto. Al notar su cara de confusión por haberlo rechazado, prosigo a explicarme—: Primero, desconfío demasiado en la gente... así —digo señalándolo—. Ya me vi expuesta una vez a ser el payaso de un grupo muy parecido al tuyo y no repetiré la experiencia. Y segundo, no necesito tu protección o la de nadie contra una chica que cree que puede hacer lo que quiera con el resto. Soy una niña grande, me sé cuidar solita —agrego mordazmente. El timbre para el inicio del próximo período suena—. Pero... fue un gusto conocerte. Adiós.

Alzo la mano para despedirme y me doy media vuelta. 

Continue Reading

You'll Also Like

143K 17.7K 26
Libro #2 de Los hijos de la luna Shayne había despreciado toda su vida a los omegas, considerándolos inútiles, inservibles, por su posición como alfa...
555K 86.1K 154
Este libro es la quinta y ultima parte de la saga de Alfa King.
1.2M 67.1K 80
Mi nombre es Paulina, tengo 17 años y participo en carreras clandestinas, no me gustan los colores vivos, prefiero el negro y gris, no tengo familia...
1.9M 129K 97
Ronney Jiménez es una joven introvertida con un aspecto deplorable. Vive humildemente en uno de los vecindarios más pobres de Sheryl Valley, una ciud...