Eterneco

By endlesscurl

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Cuenta la leyenda, que en alguna ciudad de Counterville, una fabulosa chica decidió que era momento de poner... More

Presentación.
Sinopsis.
Uno.
Dos.
Tres.
Cuatro.
Cinco.
Seis.
Siete.
Ocho.
Nueve.
Diez.
Doce.
Trece.
Catorce.
Quince.
Dieciséis.
Diecisiete.
Dieciocho.
Diecinueve.
Veinte.
Veintiuno.
Veintidós.
Veintitrés.
Veinticuatro.
Veinticinco.
Veintiséis.
Veintisiete.
Veintiocho.
Veintinueve
Treinta.
Treinta y uno.
Treinta y dos.
Treinta y tres.
Treinta y cuatro.
Treinta y cinco.
Treinta y seis.
Treinta y siete.
Treinta y ocho.
Treinta y nueve.
Cuarenta.
Cuarenta y uno.
Cuarenta y dos.
Cuarenta y tres.
Cuarenta y cuatro.
Cuarenta y cinco.
Epílogo.
Bonus #1
ETERNECO EN FÍSICO

Once.

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By endlesscurl


Capítulo once: Naves y pollitos.

El último mensaje de mi amiga era:

«Estaré esperando tu reacción por la mañana, te quiero».

La iba a golpear. Había estado preguntando cosas por twitter para que yo le escribiera. Y es que los mensajes que yo escribía ni siquiera se entendían.

De: Mae.
Hora: 10:24 am.

«Te voy a golpear, muy fuerte».

Hablé con ella por al menos una hora, se había estado riendo de mí. ¿Para que enemigos si tenía a Mia?

—Buenos días —habló Derek tocando la puerta y entrando.
—Algo así —Hablé tallándome los ojos.
—Te traje una pastilla y café. Ah, y galletas porque no sé cocinar.
—¿Por qué tan servicial? —pregunté mientras se acercaba para sentarse a mi lado.
—No sé, ayer te vi triste.
—Gracias hermanito —Lo despeiné y él sonrió entregándome las galletas y el café.
—Te dejaré la pastilla ahí —Señaló la mesita de noche y puso el empaque.
—¿Necesitas algo?
—En realidad no, ¿vas a trabajar hoy?
—No, no voy hasta el lunes, pero luego debo ir a casa de Grace para ayudarla con sus tareas.
—¿Vamos al cine?
—Seguro —sonreí asintiendo y él alzó los brazos saliendo de mi habitación.

Okay, eso fue extraño.

Me duché, y cambié con paciencia ya que mi hermano estaba arreglándose.
Y es que el tipo a veces se demoraba más que yo.
Pasé la mañana y parte de la tarde con él, almorzamos en la calle, tomamos helado y vimos una película. Me divertí, pero de todos modos era raro, si bien es cierto pasaba mucho tiempo de calidad con mi hermano, estaba siendo muy bueno. No lo había oído llamarme fea y eso ya era bastante extraño en él.
¡Incluso se había ofrecido a dejarme en casa de los Gunn!

—Te veo luego, ¿quieres que venga por ti?
—Eh, no gracias... Puedo regresar sola —hablé y él sonrió abrazándome y luego se fue.

Seguro quiere dinero.

—Adiós hermana —Se despidió mientras subía al auto y se fue.
—¡Loco! —grité y caminé riendo directo a casa de Grace. Toqué la puerta y un gigante abrió la puerta.
—¡Mae!
—Eh... Hola... Tú.
—Soy Zeke —rio mirándome y asentí.
—Lo siento, soy mala con los nombres. Hola Zeke.
—¿Cómo estás?
—Eh... Bien, ¿tú? —alcé las cejas una vez intentando ser amable. Parada fuera de la casa.
—Bien, vine a dejar a mi hermana y al final me quedé, Joe estab...
—Déjala pasar, Zeke —oí la voz de su amigo desde adentro. Entonces el grandullón reaccionó y se movió para dejarme pasar.
—Gracias —acomodé un mechón detrás de la oreja y caminé encontrándome con mamá Gunn.

Nota: Sigo sin saber su nombre.

—Hola, Mae —saludó seria, como siempre.
—Buenas tardes señora Gunn.
—Pasa, Grace está en la sala de estudio.
—Sí, gracias —asentí y di un par de pasos siendo detenida por Joseph que caminaba por el pasillo.
—Hola —sonrió de lado.
—Hola —saludé y seguimos de largo.

¿Qué rayos fue eso?

—Y la nave aterrizó y el pollito pío pío —cantaba Grace junto a una tableta con la funda de una rana.
—Hola, Grace.
—Mae, hola —Me sonrió y agitó la mano para que me acercara— mira, papi me la compró.
—Qué linda, ¿qué haces oyendo esa canción? —reí sentándome a su lado.
—Es que en el colegio nos dijeron que debíamos aprenderla y Joe me ayudó a subirla aquí.
—Divertido, ahora las tareas.
—Bien —alargó dejando el aparato a un lado y sacó sus cuadernos.
—¿Hiciste los ejercicios de matemática?
—Sí —asintió sacando el papel de un cajón para ponerlo frente a mí— Zeke quería responderlos por mí, pero no lo dejé.
—Me parece muy bien —alcé la mano y ella la chocó— además... Oh, todas están correctas —hablé luego de revisarlas— ¡Bien!
—Gracias —sonrió abriendo uno de sus cuadernos.

Varias tareas después, la niña se estaba aburriendo ya que empezaba a apoyar la mejilla en la mesa.

—Bien, dice... Aprender los huesos del cráneo. Ah, esta es fácil.
—No, es difícil, Mae.
—Te apuesto diez ejercicios de matemática a que te aprendes esto hoy mismo.
—Es imposible, no puedo, Mae.
—Primero, vamos a cambiar ese pensamiento de derrota, niña.
—¿Qué es derrota? —La miré y sonreí.
—Como... Fracaso.
—Oh.
—Antes que nada, tienes que pensar que puedes, porque demostraste que con meveti majusau ne puedes aprender los planetas, ¿no?
—Sí.
—Bien. Vamos a hacer algo parecido, repite conmigo la frase «froten dos pares etnicos muy oxidados».
Froten dos pares etnicos muy oxidados —repitió confundida.
—Acabas de nombrar indirectamente los nombres de los huesos.
—¿Qué?

La niña me miró confundida y anoté algo en un papel.

—Fro—ten sería frontal y temporal. Par—es sería parietal y esfenoides. Et—nicos de etnoides y oxi—dados de occipital.
—¿Cómo haces eso?
—Pasé mucho tiempo sin internet, rubia.
—Entonces la frase sería froten dos pares etnicos muy oxidados —Estuvo unos minutos moviendo los dedos y mirando el cuaderno para luego cerrarlo.
—Frontal, temporal, parietal, esfenoides, etnoides y occipital.
—Te amo, niña —aplaudí alzando mucho las manos.

Ella rió y me abrazó.

—Es que... Oh, ahora te debo diez ejercicios de matemática.
—Serán siete sólo porque me caes bien —reí escribiéndolos en el papel.
—Hola hermano —saludó la niña y yo giré a verlo.
—¿Tienes mucho tiempo aquí? —pregunté y seguí escribiendo los ejercicios.
—Poco —respondió cargando a su hermana ya que ella se le había acercado.
—Bien —asentí terminando— aquí te dejo los ejercicios y repasa bien los huesos del cráneo, ¿sí? Te veo el lunes.
—Espera tengo al para ti —Se movió para que Joseph la bajara y se fue corriendo fuera del lugar; tal vez a su habitación.
—No sabía que estabas aquí —hablé frotando mis brazos.
—Quería escuchar lo que le enseñabas, yo tampoco sabía eso.
—¿Los huesos del cráneo?
—No, me refiero a la forma de aprenderlo.
—Oh, claro —asentí mirando alrededor—Creo que te debo unas disculpas por el papelón que hice ayer.
—Ya lo dijiste, no te preocupes —Se rascó la nuca y me quedé callada.
—¡Te hice esto, Mae! —La niña llegó gritando y apareció con un papel.

Al entregármelo vi que era un dibujo sobre mí —con un muy pequeño tamaño, cabe resaltar— con un cuaderno en la mano y una gran sonrisa. A mi lado estaba ella, lo deduje por lo rubia y de ojos azules, tomaba su mano y arriba con una letra de niña de ocho años decía: «Eres la megor», sonreí y me agaché un poco para abrazarla.

—Gracias, rubia. Está muy lindo.
—Pero mira, no viste esto —señaló el dibujo de atrás. Había una especie de puerta y al parecer, dibujo a su hermano mirándonos. Giré a verlo y volví a sonreír ya que la nena me veía expectante— ¿Lo pondrás en tu habitación?
—Lo haré, lo pondré en un cuadro.
—¡Bien!
—Ahora sí me voy, practica matemática eh.
—Adiós, Mae —se acercó y me abrazó.
—Te veo el lunes —Me despedí tomando mi bolso y guardando el dibujo ahí.

Entonces oí la misma canción del pollito y a un hermano mayor quejándose.

—¡Grace ya deja esa canción, por favor!
—¡Videos! —Gritó la niña— ¡Sí, vídeos! —volvió a gritar y reí saliendo de la habitación.
—Señora Gunn, le he dejado unos ejercicios de matemática, y el anterior lo hizo muy bien. También se ha aprendido los huesos del cráneo, así que es sólo eso, las demás tareas ya las hizo.
—Bien, gracias Mae.
—Hasta el lunes —Me despedí e iba de camino a salida y Zeke caminó a mi lado.
—No te estoy siguiendo, es que nosotros también vamos de salida —Habló y yo lo miré confundida.
—¿Nosotros? —Giré y detrás mío iba Joseph— oh.
—¿Quieres venir con nosotros? Vamos a tomar helado —Preguntó Zeke mientras su amigo cerraba la puerta de su casa.
—¿Yo? Eh...
—Anda, vamos. Estoy segura que Joe quiere que vayas —entonces me reí.
—Lo dudo. Y prefiero no incomodar, voy a...
—No me molesta —habló él, yo lo miré— si quieres venir con nosotros...
—¿Ya ves? ¡No hay un no como respuesta! Vamos.

Zeke empezó a saltar como una princesa Disney hacia el auto que me había llevado a casa días antes y entró.

—¿Es así siempre?
—Toda la vida —comentó abriendo la puerta para que entre, luego la cerró y fue a sentarse como copiloto.
—Espera, ¿por qué no manejas tú? —Pregunté a Joseph.
—Porque es mi auto —rio Zeke encendiéndolo.
—Oh, pensé que era de él.
—Bueno, casi. Lo usa cuando quiere —Se encogió de hombros y arrancó.

El chico manejó y llegamos a una heladería que no era Finn's. «Oasis» citaba en la puerta. Era como recrear una película de los sesenta en el que todo era «groovy». Tantos colores y cosas curiosas.

—Dios, qué bonito —solté admirando el lugar— Dios... Qué bonito —mencioné pasando al ver al chico de una de las mesas.
—Tranquila, hey —rió Zeke guiándome hacia el mostrador.
—Sólo estaba admirando la belleza del lugar.
—¿Eso incluye a la gente?
—Claro.
—¿Y por qué no me admiras a mí? —habló modelando como un fisicoculturista.
—Eh, no eres mi tipo —negué con la cabeza mientras me fijaba en los sabores.
—Qué grosera —fingió ofenderse y sonreí— ¿Y Joe?
—¿Qué con él?
—¿Es tu tipo? —Yo giré a verlo, había vuelto a sonrojarse. Qué locura.
—En realidad... Yo creo que sí, pero este carácter que tiene, Dios—negué con la cabeza y moviendo las manos hacia arriba.
—¿Estás diciendo que saldrías con mi amigo si te lo pide?
—Estoy diciendo que es del tipo de chico que me gusta y con el que saldría. No que él es el tipo con el que saldría.
—Me siento como un pedazo de carne justo ahora —habló el «tipo» incómodo.
—Eres un pedazo de carne... Con sentimientos —Zeke sonrió tocando su hombro.
—Bueno, el tema de los sentimientos hay que discutirlo un poco —comenté haciéndolo reír. Se rió, que bien se veía riendo.
—Bienvenidos a Oasis, ¿en qué podemos servirle?
—Yo quiero un helado de vainilla —dijo Zeke.
—Uno de chocolate, por favor —hablé junto a Joseph. El encargado asintió y giramos a vernos.
—¿Soy el violinista o qué? —preguntó Zeke mirándonos.
—¿Qué? —volvimos a decir.
—Esto se está tornando bastante turbio.
—Tu mente es turbia —dijo Joseph y Zeke le pegó en la cabeza.
—Hablando de turbios —mencioné mirando hacia la puerta— ¡Oye, chiquilla!

La chica buscó entre la gente y alcé la mano para que me reconozca.
Mi prima se acercó quitándose los audífonos y me abrazó.

—¿Qué hace una persona tan gris en un lugar tan colorido como este?
—Estaba buscando a Gina, quedamos a vernos aquí para ir a clases y seguro se ha demorado.
—¿Gina viene para acá?
—Seguro, tenemos clases de gimnasia rítmica en un rato.
—Oh, chicos... Lo siento, ella es mi prima Alexa, Lex para ustedes. Lex, ellos son Joseph y su mejor amigo Zeke.

La silenciosa y pegada como a una lapa a sus audífonos, Lex.

—Hola, Lex —Saludó Zeke. Mi prima se quedó callada.

Ajá.

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MARATÓN 2/3.


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