◆MATT◆
12 DE JULIO DEL 2011
Gran y jodida madre de todas las sorpresas la que me llevé anoche. Bueno, siendo sincero, el asunto no parece tan grave como yo imaginé. Primero pensé que la niña era hija de Ryan y que Alexis tenía un amorío con él, lo que la convertía en algo así como su hijastra. Error. Luego se me ocurrió que ella era la madre y la niña vivía oculta de su familia. Descabellado y erróneo, sin duda.
La pequeña es ni más ni menos que sobrina de Alexis Howe. Nieta de Isaiah y Grace. Hija de la hija de estos últimos, la hermana de Alexis. Mierda pero ¿cuál hermana?
La respuesta al misterio de quién es esa adorable niña de nariz pecosa solo ha accionado un botón que ha multiplicado mi curiosidad, es por ello que, después de hacer las últimas flexiones en barra del día tras regresar de mi entrenamiento, tomo una ducha y salgo de la casa justo en el momento en el que Alexis patea la llanta de su bicicleta mientras maldice.
—Uo, señorita abogada, ¿esas palabras realmente salieron de su puritana boca?
Ella se gira hacia mí con el ceño fruncido, lo cual ya me resulta familiar, y se pasa una mano por la frente, limpiándose el sudor de forma descuidada. Definitivamente su intención no fui lucir como esas chicas que usan el sudor en un intento de verse sexis, sin embargo es probable que de todos modos yo considere sexy ese movimiento.
—Está pinchada la estúpida llanta —me responde, inusualmente sin añadir algún insulto hacia mí o demostrarme su molestia en su tono de voz—. Se me hace tarde.
—Se nos hace tarde, querrás decir.
—¿Nos?
Por primera vez su ceño fruncido parece producto de la incredulidad y no del desagrado. Mierda, sus ojos verdes están mirándome fijamente y yo simplemente creo que ellos me han encantado desde la primera vez que los noté.
—Te dije que quiero conocerla —declaro, encogiéndome de hombros, tratando de hacerle ver que el tema no es discutible.
—Y yo dije que no.
—Pero quiero conocer a Grace, Alexis.
Su boca se abre en un gran círculo y su ceja se enarca, me mira como si yo fuera el tipo más demente del planeta. Dada la situación, cabe la posibilidad de que lo sea. Me dije a mí mismo que no escalaría sus murallas, sin embargo creo que ya me encuentro trepado a mitad del camino. Mi curiosidad es más grande que mi convicción de no involucrarme con ninguna chica.
Inesperadamente Alexis echa la cabeza hacia atrás y suelta una sonora carcajada. Ya sabes, no es común que ría cuando está conmigo.
Aunque, dado que ha sido una risa sarcástica, no es tan descabellado.
—No, no quieres Adams. De verdad.
—Quiero —insisto, mirándola con seriedad, y chasqueo la lengua—. "Adams" suena tan a mis profesores del instituto —me encojo de hombros y me inclino unos centímetros hacia ella—. Llámame solo Matt. ¿Eh? ¿No suena más fácil para ti?
Aprieta los labios y yo cambio de tema.
—Daisy debe estar aquí en... —compruebo la hora en mi reloj de pulsera— unos veinte minutos más. Esperemos.
—¡Veinte minutos es demasiado tiempo! —chilla, olvidándose de todo y dándole una mirada a la bicicleta como si ésta la hubiese traicionado—. Agh. Lena está por irse y... —me mira, mira a los alrededores comprobando que, además de Luke en su habitación del segundo piso, somos los únicos en el lugar, y luego suspira—. AGH. Es tarde —repite, mordiéndose el dedo pulgar con nerviosismo.
—Tenemos el auto de Luke por allí... —sugiero.
Niega con la cabeza.
—No, va a Murfreesboro en un rato.
—Um —me muerdo el labio inferior—. También está esa otra bicicleta —apunto con la mirada hacia la bicicleta azul, parcialmente oxidada, que está olvidada detrás de los bultos de la tierra para sembrar.
—Es solo una —dice muy lentamente y sin mirarme a los ojos—. Y nosotros somos dos.
—¡Jodida madre! —exclamo sin poder evitarlo—. ¿Estás siendo seria?
Es muy difícil creer que ella, precisamente ella, nos haya incluido en la palabra "nosotros". ¿Realmente está aceptando dejarme conocer a su sobrina? Parece como un sueño loco. Mierda, no puedo creer lo absurdamente emocionado que estoy.
—No te emociones tanto, Adams —hago una mueca porque ella sigue llamándome Adams, pero estoy tan sorprendido de que esté cediendo en algo que le he pedido que no me quejo—. Será solo esta vez. Y únicamente por cinco minutos. No más.
—Bien. Cinco minutos, lo que digas.
Troto hasta la bicicleta azul y la reviso. A pesar del óxido está en buenas condiciones. La monto y avanzo pedaleando para probarla, hasta llegar donde ella está cruzada de brazos y mirándome de forma extraña.
Le hago un gesto, invitándola a acercarse, y ella ladea la cabeza sin moverse ni un milímetro.
—¿Qué?
—Ven aquí —le digo—. Sube conmigo.
—¿Estás siquiera en tus cinco sentidos? Los dos en una bicicleta suena como un desastre seguro.
—Lo peor que puede pasar es que hiperventiles y te derritas por tener a tu amor platónico rodeándote con sus increíbles brazos fuertes. No te culpo, tienes buen gusto. Sí, estoy muy bueno, pero creo que sobrevivirás a ello —le doy guiño y ella rueda los ojos mientras me enseña rápidamente su dedo corazón.
Me río.
—¿Ves? Si eres inmune a eso, entonces no tienes nada que temer. A menos que...
—¡Cállate! —gruñe, y se acerca con determinación hacia mí.
—Adelante —suelto una mano del manubrio y extiendo el brazo hacia un lado—. Su carruaje le espera, Majestad.
Ella pone los ojos en blanco.
—Ni lo sueñes, no voy a sentarme allí —declara acercándose y poniendo una mano en mi hombro mientras golpea algo que hace que la bici se sacuda—. Elena y yo usábamos esta todo el tiempo, así que debe funcionar aún.
No alcanzo a preguntarle de qué se trata. Sus dedos presionan con fuerza el agarre en mi hombro, usándome como apoyo para montar detrás de mí. Los fierros algo oxidados graznan con alegría al volver a ser usados y los brazos de Alexis parecen renuentes a rodearme totalmente, por lo que ella solo sujeta mi camisa de algodón entre sus puños.
—Vamos.
Giro la cabeza, viéndola de reojo, y chasqueo la lengua.
—No te matará tocar mi barra de chocolate, brujita —le digo—. Es marca Adams, a todas les gusta.
—Yo no soy todas —gruñe.
—Entonces no hay de qué preocuparnos, ¿verdad?
Tomo sus manos, de dedos largos y delgados, y las obligo a desprenderse de mi ropa. Ella se queja un poco cuando hago que se junten en mi abdomen. Respiro hondo y... puta madre. Me gusta esto.
—Agárrate bien —le sugiero mientras trato por todos los medios de reprimir la maldita sonrisa que se esfuerza por hacer presencia en mis labios—. No queremos terminar con rodillas y codos raspados ¿verdad?
Antes de que replique, comienzo a pedalear y nos dirijo hacia la carretera. El portón está abierto, como es usual cuando es de día, así que no demoramos mucho en incorporarnos al despejado camino que nos llevará al centro del poblado.
—Tengo una pregunta —dice después de un buen rato de avanzar hacia el pueblo en silencio, cuando sus brazos parecen más acostumbrados a estar rodeándome y yo lo disfruto en silencio.
Giro un poco la cabeza, para poder oírla mejor, y el viento hace que el aroma a algo parecido a las fresias que emana de ella golpee mi olfato. Huele bien, tal vez es su champú. Hago un pequeño asentimiento para indicarle que la estoy oyendo, sin dejar de ver por completo el camino por donde avanzamos.
—¿Cómo sabes que estudio Derecho?
Freno unos segundos después, cuando llegamos a un semáforo.
—Gira a la izquierda —me indica—. Y responde mi pregunta... ¿Cómo?
Sigo su instrucción, porque es ella quien sabe hacia donde nos dirigimos, y tomo una breve bocanada de aire.
—Porque yo sé cosas.
—No, no sobre mí —replica.
—Sé más de lo que te gustaría, ¿no?
Silencio. Es largo, inquietante y me hace desear saber qué pasa por su mente. ¿Cuántos pensamientos esconde esa falta de palabras? ¿Cuánto más es capaz ella de ceder? No quiero parecer insaciable, desde anoche hemos avanzado más de lo que jamás pensé que podríamos lograr, sin embargo estoy tan ansioso por más que me desconozco.
—Desearía que no —murmura suavemente, como si no quisiera ser oída. Me contengo de preguntarle el porqué le molesta que yo sepa cosas sobre ella y si realmente sería terrible que le dijera que quiero saber más.
Es cuando llegamos casi al otro extremo de Auburntown cuando finalmente Alexis dice que podemos detenernos. Su hermana vive en una casa pequeña, idéntica a las demás casa que hay alrededor, a una distancia considerable. Es de madera y techos inclinados, de un solo piso, bastante pintoresca para ser honesto. Es la clase de casa que resguarda a una familia, un hogar de verdad.
Ella se baja de la bicicleta primero y sube el pórtico mientras que me encargo de dejar nuestro oxidado medio de transporte en un lugar donde no estorbe. Escucho unos grititos justo después de que ella toca el timbre y unos segundos después la niña pecosa salta a sus brazos como un pequeño mono bebé juguetón, mientras que la presunta caliente mamá de la niña se asoma detrás de ella.
—¡Aaaaaaal! —grita la sobrina de Alexis con entusiasmo, enroscándole las manos en el cuello.
Los ojos de la casi pelirroja captan mi presencia en ese momento.
Me sonríe, tiene una bonita sonrisa, además de que es atractiva en general. Su cuerpo es delgado, al igual que su hermana, pero ella tiene unas curvas más pronunciadas, probablemente porque ya pasó por el proceso de tener una hija.
—Así que has traído compañía —dice, su voz suena como la de Grace, lo cual no debe sorprenderme ya que ella es su madre después de todo.
—Hola —levanto una mano a modo de saludo mientras subo el pórtico dando grandes zancadas—. Matthew Adams.
Le tiendo la mano y ella, con una sonrisa agradable, me acepta el saludo.
—Elena Howe —me dice, confirmando mi pregunta—. Siéntete como en casa. Debo irme, es tarde para el trabajo. Grace, cariño, pórtate bien ¿quieres?
—Sí, mami.
Elena se acerca y besa la frente de la niña que está en los brazos de Alexis. Le dice algo a ésta última en el oído y luego besa su mejilla antes de ofrecerme un asentimiento de cabeza y marcharse.
Alexis se encuentra sonrojada para el momento en que ella se marcha.
—¿Qué pasa? ¿Acaso dijo que eres una suertuda por tenerme?
Grace se ríe, cubriéndose la boca con sus manitas mientras mira a Alexis de forma divertida. Alguien es completamente adorable.
—Yo no te tengo —replica de inmediato la aludida.
—Pero podrías —me encuentro respondiéndole automáticamente, sin pensarlo.
Ella rueda los ojos.
—Vete al demonio Adams —gruñe, introduciéndose al interior de la casa con una risueña Grace que no deja de reír mientras me da miradas furtivas desde los brazos de su tía.
Le sonrío a la pequeña y ella se esconde, volviendo a espiarme unos segundos después. Le vuelvo a sonreír y, en esta ocasión, Grace mueve su mano invitándome a seguirlas. Y como soy malditamente obediente y no quiero hacer llorar a una niña pequeña, hago lo que me pide. Entro a esa casa sabiendo que definitivamente estoy yendo por más de Alexis Howe, aunque no sé exactamente cuánto es eso.
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N/A:
Hooola.
En el multimedia les dejo el Trailer que hizo mi querida hermana Nat para esta historia :')
Y no se olviden de darle like a la página facebook.com/Planeandodesastres
Y bueno, de nuevo retrocedo al pasado(?) por la charla de wa donde comentábamos que Renato quería su capítulo dedicado, y entonces Steff dijiste que tú también :') Y como no has comenzado a leer en este momento, creí que era buena idea darte este capítulo que parecía enviar las señales de que necesitaba ser dedicado a ti. (Una parte del texto lo publiqué en Facebook en su tiempo y tú comentaste que te gustaba, así que creo que era el destino dándonos una señal jajaja) En fin, estará esperándote cuando llegues aquí, ti amu <3
¡Saludos Saltamontes!