Errática, despiadada, un maldito huracán. Siempre tiene algo para hacer, papeles atrasados, reuniones pospuestas, fechas finales y entregas.
Deja una estela de cenizas y descontrol, sus tacos repiquetean en el suelo de mi departamento, clac, clac, clac. Pasos apurados, con sus uñas descascaradas toma mis planes y los arroja por la ventana. Una carcajada hueca recorre la sala, está furiosa. La mitad de la semana es su lugar en el mundo, y es imposible hacer que se olvide de ello. Se siente importante y quiere hacerse notar, Miércoles hace sus berrinches usuales, a veces ignorarla es la mejor opción, se aburre rápido.
No le importo, y me arroja sus problemas a la cara, los desparrama, crea un lío en mi vida, con cosas que tengo que arreglar antes de que Viernes llegue.
Tiene un cigarrillo en sus labios rosados, me lanza una de sus miradas llenas de desprecio y larga una bocanada de humo esperando que se quede en mis pulmones. Pero lo único que logra es dejarme el pelo impregnado de cenizas.
No deja marca, es efímera y eso la enfurece. Se recuesta contra la ventana y mira a los desgraciados como yo, corriendo de un lado a otro, con llamadas llenas de interferencia y trajes sudorosos, esperando algo que nunca va a llegar.
"Ella te abandonará, estás enamorada de un día que no se fijará en vos." Me suelta desde la ventana sin siquiera mirarme. Quiero gritarle, pero me quedo observándola y un escalofrío me recorre los huesos.
Miércoles se va y, al final, la que luce arruinada y al borde de un colapso mental soy yo.
Miércoles siempre logra hacerme añicos y dejarme tirada en el piso de mi departamento.
Miércoles es una tormenta, pero rápidamente me olvido de su destrucción.