Las vendas de productos Camren bajaron considerablemente. Los rumores del Camren crack habían hecho perder ya bastantes beneficios. Por suerte, contábamos con la capitanía de Ellen Pompeo, una formidable mente que no se rendía por nada y luchaba con garras y dientes. Ella conseguió que a pesar de todo los patrocinadores no nos abandonaran, su esfuerzo era vital. Su vida era el trabajo; trabajar era su vida.
-Os compadezco. La canción os salió tan bien y luego el final fue desastroso -admitió Normani-.
De repente la puerta de la suite se abrió de un porrazo. Dinah entró atropelladamente hasta llegar a Ally, Normani y yo (Lauren estaba con Matthew) mientras agitaba bruscamente la revista de cotilleo que llevaba en la mano.
-MILA, SALES EN PORTADA.
-No fastidies...
Me tendió la revista y allí estaba yo, protagonizando la carátula del día. Aunque no podía entender la mayoría de los escritos en chino que rodeaban la imagen, estaban introducidos por un claro y enorme "CAMREN CRACK".
Mis mejillas entraron en ebullición: la foto era horrible. Mis facciones, enfocadas de bastante cerca, reflejaban una mezcla de decepción, fastidio y asco. Era peor que una foto horrible, no quería ni pensar en cuánta gente estaba observándola en este preciso instante, ni mucho menos imaginarme por cuánto tiempo quedará mi imagen grabada en internet.
-Qué hijos de puta -farfulló Normani-, han escogido la foto más mala posible.
Ya les había confesado a todas lo que me sucedió, la contenida devastación que sentí durante el concierto. También les expliqué a Mani y Ally que mi objetivo era salir del armario.
-Creo que tendrías que decírselo a Ellen, ella debe saberlo -dijo Normani-.
-No sé si es buena idea -vacilé-. Ahora ella está más estresada que nunca, sin mencionar lo decepcionada que está conmigo. Si le confieso esto sólo lo empeoraré.
-Ellen siempre quiere lo mejor para vosotras -Ally puso una mano en mi rodilla-. Estoy segura que hará lo posible para hacer que todo vuelva a la normalidad. Debes confiar en ella.
La mayor tenía razón. Era consciente que el comportamiento impulsivo que Ellen mostró ayer no fue más que un desliz del momento que le hizo perder el control. Sabía que ella no volvería a juzgarme hoy: la pasada noche pude ver algo de culpa en sus ojos tras regañarme.
Sin dudarlo, salí de la suite y me dirigí hacia las oficinas. Seguí aquellos lujosos corredizos hasta la zona de trabajo. Había recorrido aquél camino montones de veces junto a Lauren, me lo sabía de memoria. Pensar en mi compañera de ojos verdes hizo divagar mi mente unos instantes. Esta noche apenas pude dormir por culpa de haber descubierto finalmente mis sentimientos por ella. Entonces recordé que ahora mismo había quedado con Matthew en en parque de enfrente. Instintivamente, me desvié del camino y me amorré a la ventana más cercana. Era un día lluvioso, el parque estaba sobrevolado por un cielo aburrido, gris. Hice que mi mirada rastreara el lugar, pasando por debajo de cada árbol y saltando de banco en banco con la intención de encontrar a la pareja. Por fin lo logré cuando les avisté sentados en el banco más próximo a los columpios.
Mi pecho empezó a dolerme de repente. Ellos se encontraban bastante juntos uno del otro, pero eso no fue lo que me rompió el corazón a pedacitos. Fue verlos conversando animadamente, reír, divertirse juntos. Me entró el pánico. Ahora, el miedo a perder a Lauren era demasiado real. Me quemaban los pulmones, la garganta, los ojos. Era miedo a que mi relación con la mayor dejara de ser especial para ella porque ya tenía a Matthew. Era miedo a que Lauren dejara de necesitarme como lo había hecho hasta ahora.
Saber que estás enamorado, enamorado de verdad, te convierte en un ser jodidamente sensible.
Aparté la vista de ellos tan rápido como pude. "Deja de torturarte. Ella nunca será más que una amiga. Acéptalo".
Seguí caminando hasta llegar a la puerta de Ellen. Una vez llamé, la representante me invitó a pasar.
-Buenos días -dijo con una agradable sonrisa. Al verme entrar sin Lauren se extrañó-. ¿Vienes sola, Camila?
-Sí... -no sabía muy bien cómo empezar, haber visto a la pareja en el parque me había desorientado un poco-.
-Muy bien, siéntante entonces.
Me acomodé delante de su mesa mientras ella mezclaba el azúcar con su típico café de cada mañana.
-¿Quieres un poco? -ofreció-.
-No, gracias.
Ella me lanzó una breve mirada. No fue hasta que terminó de remover su bebida que rompió el silencio.
-Adelante, ponme al día.
-Bueno, en realidad está todo bien con Lauren, lo solucionamos todo ayer.
-Tu rostro de insomnio me hace sospechar -dijo, perspicaz-.
-No es por Lauren, de verdad. He venido a decirte otra cosa.
-Está bien -concedió-. Cuéntame.
No iba a perder más el tiempo, lo solté todo sin más. La mujer no me interrumpió en ningún momento y no habló hasta que yo hube finalizado mi monólogo. Admití que era lesbiana y le confesé mi plan secreto fallido, y además me explayé contándole con pelos y señales todas las emociones que me atropellaron esa noche (omitiendo, por supuesto, el prominente descubrimiento de estar enamorada de Lauren).
-¿Hace cuánto sabes que eres homosexual?
-No hace ni tres días.
Ellen asintió y se vió visiblemente aliviada.
-¿Tuvo Lauren algo que ver con ese descubrimiento? -preguntó, sutil pero directa-.
-No -mentí en parte-. Lo supe tras besar a una desconocida en un bar.
Ellen no es tonta. Yo lo sé, todo aquél que la conoce lo sabe. Que mentir se me diera fatal no era más que otro elemento que obviaba que mi representante no me creyó. Por suerte (y como siempre) ella no siguió escarbando.
-¿Sabes que es un poco irresponsable por tu parte besar a alguien públicamente, no?
El tono de su pregunta me hizo sonreír. Ellen me miró, curiosa.
-Perdón -me disculpé-. Es sólo que acabas de recordarme a alguien.
-¿A quién? -dijo divertida-.
-No estoy segura de que quieras saberlo...
-Ahora no puedes dejarme en ascuas.
-Pues... me has recordado a Yong.
Tras dos segundos mirándonos, reímos las dos ante lo que acababa de decir.
Aunque comparar a Yong con Ellen pudiera parecer una locura a primera vista, no lo era. Tenían algo muy especial en común: su forma sutil, correcta y elegante de trabajar y tratar a las personas. Eran dos apectos que costaba mucho encontrar en las personas, pero ellos dos lo tenían, lo compartían.
-Ay, Camila, ese chico me trae de cabeza...
-¿No te estarás enamorando, no? -dije con un tono bromista-.
Ella rió antes de adoptar una expresión misteriosa.
-Creo que debería ser yo quién te preguntara eso -sentenció-.
Sus palabras me sorprendieron de tal manera que quedé aturdida.
-Y no me estoy refieriendo a Young Lin -remató-.
Por supuesto que lo sabía. Es más, lo más probable es que Ellen hubiera sabido mucho antes que yo que estaba enamorada de Lauren. Era irónico, pero perfectamente factible.
Mis mejillas ardían repentinamente y bajé la mirada para evitar que la mujer viera debilidad en mis ojos.
-Son cosas que pasan, Camila. Tendremos que afrontarlo como podamos, pero no te dejes vencer por el miedo, ¿de acuerdo?
-¿Y qué se supone que debo hacer? -dije todavía esquivando la mirada de la representante-.
Ellen dudó; dudó de verdad.
-¿Quieres que te responda mi Yo como persona o mi Yo como representante?
-Como representante -contesté rápidamente-.
-No le confieses tus sentimientos a Lauren. Al menos, no todavía. O quizá nunca.
Su respuesta me decepcionó.
-¿Nunca? -me quejé-.
-¿Eres consciente de las consecuencias que podrías provocar si lo haces? Si Lauren no puede corresponderte, ella perderá confianza y naturalidad, mientras que tú quedarás hecha pedazos, y ya sabemos lo mal que se te da disimular cuando estás triste o dolida -hizo referencia al momento del concierto-. En otras palabras: tu declaración podría significar el final de Camren.