Culpa tuya © (2)

By MercedesRonn

26.1M 1M 344K

¡Disponible los 16 primeros capítulos! Después de todo lo ocurrido el verano pasado, tras las peleas, los eng... More

Prólogo
Capítulo 1
Capítulo 2
Capítulo 3
Capítulo 4
Capítulo 6
Capítulo 7
Capítulo 8
Capítulo 9
Capítulo 10
Capítulo 11
Capítulo 12
Capítulo 13
Capítulo 14
Capítulo 15
Capítulo 16
Capítulo 17
Capítulo 18
Capítulo 19
Capítulo 20
Capítulo 21
Capítulo 22
Capítulo 23
Capítulo 24
Capítulo 25
Capítulo 26
Capítulo 27
Capítulo 28
Capítulo 29
Capítulo 30
Capítulo 31
Capítulo 32
Capítulo 33
Capítulo 34
Capítulo 35
Capítulo 36
Capítulo 37
Capítulo 38
Capítulo 39
Capítulo 40
Capítulo 41
Capítulo 42
Capítulo 43
Capítulo 44
Capítulo 45
Capítulo 46
Capítulo 47
Capítulo 48
Capítulo 49
Capítulo 50
Capítulo 51
Capítulo 52
Capítulo 53
Capítulo 54
Capítulo 55
Capítulo 56
Capítulo 57
Epílogo

Capítulo 5

791K 27.1K 9.8K
By MercedesRonn

NOAH

Me graduaba. No sé si ya habéis pasado por algo así, pero es una sensación maravillosa; ya sé que todavía me quedaba lo más difícil, aún tenía que ir a la universidad y en realidad, visto con perspectiva, todavía quedaba lo peor, pero graduarse en el instituto es algo que no se puede comparar con nada. Es un paso hacia la madurez, un paso hacia la independencia, y es una sensación tan gratificante que me temblaba todo el cuerpo cuando esperaba en fila junto a mis compañeros a que dijesen nuestros nombres.

Íbamos por orden alfabético, así que Jenna estaba varios puestos por detrás de mí. La ceremonia la habían organizado a la perfección, con mu- cha elegancia, en los jardines del colegio, con grandes paneles que rezaban promoción de 2016. Aún recordaba cómo eran las ceremonias en mi antiguo instituto. Se hacían en el gimnasio, con algún globo decorativo y poco más. Aquí habían decorado hasta los árboles que rodeaban los jardines. Las sillas donde se sentaban familiares y amigos estaban forradas con telas carísimas, de color verde y blanco —los colores corporativos del centro— y nuestras togas, del mismo color verde, les había diseñado una modista de renombre. Era una locura, un despilfarro de dinero increíble, pero con el tiempo había aprendido a no escandalizarme: vivía rodeada de multimillonarios y para ellos eso era algo normal.

—¡Noah Morgan! —dijeron entonces por el micrófono. Me sobresalté y, nerviosa, subí las escaleras para recoger mi título. Miré con una radiante sonrisa hacia las filas de familiares y vi cómo Nick y mi madre aplaudían,

de pie, tan ilusionados como yo; mi madre incluso daba saltos como una loca, lo que dibujó en mi rostro una gran sonrisa. Le estreché la mano a la directora y me reuní con los demás graduados.

La chica que me había superado en la media por dos décimas subió al estrado después de que nos hubiesen dado el diploma y pronunció el discurso de graduación. Fue emocionante, divertido y muy bonito: nadie lo habría hecho mejor. A Jenna, a mi lado, se le escaparon algunas lágrimas y yo reí intentando contener las ganas de seguir su ejemplo. A pesar de que solo había estado allí un año, había sido uno de los mejores de mi vida. Después de aportar definitivamente todos mis prejuicios, había conseguido en ese colegio no solo una magnífica preparación preuniversitaria sino también a unas amigas estupendas.

—¡Felicidades, promoción de 2016, somos libres! —corearon los pro- fesores con emoción por el micrófono.

Todos nos levantamos y lanzamos el birrete al aire. Jenna me estrechó en un abrazo que casi me dejó sin respiración.

—¡Y ahora, fiesta! —exclamó Jenna aplaudiendo y saltando como una posesa. Solté una carcajada y pronto nos vimos rodeadas por cientos de fa- miliares que se acercaban para saludar a sus hijos. Nos despedimos momentáneamente y fuimos en busca de nuestros respectivos padres.

Unos brazos me rodearon por detrás, con fuerza, y me levantaron del suelo.

—¡Felicidades, empollona! —me dijo Nick al oído depositándome en el suelo y dándome un sonoro beso en la mejilla. Me volví y le eché los brazos al cuello.

—¡Gracias! ¡No me lo creo todavía! —admití con la cara enterrada en su cuello y sus brazos abrazándome con ímpetu.

Antes de que pudiera darle un beso, mi madre apareció y, metiéndose entre los dos, me estrechó entre sus brazos.

—¡Te has graduado, Noah! —gritó como una colegiala, saltando y obligándome a mí a hacer lo mismo. Me reí, al mismo tiempo que veía cómo Nick sacudía la cabeza con indulgencia y se reía de mi madre y de mí. William se detuvo a nuestro lado y, después de que mi madre me soltara, me dio un cariñoso abrazo.

—Tenemos una sorpresa para ti —anunció. Miré a los tres con suspicacia.

—¿Qué habéis hecho? —inquirí con una sonrisa. Nick me cogió de la mano y tiró de mí.

—Vamos —dijo y seguí a los tres por los jardines. Había tanta gente a nuestro alrededor que tardamos lo nuestro en llegar al aparcamiento.

Mirara donde mirase había coches con lazos gigantes, algunos de llamativos colores brillantes, otros con globos atados a los espejos. ¡Madre mía!

¿Qué padre podía estar tan loco como para comprar semejantes cochazos a críos de dieciocho años?

Entonces Nick me cubrió los ojos con una de sus grandes manos y empezó a guiarme por el aparcamiento.

—Pero ¿qué haces? —pregunté riéndome cuando me tropecé con mis propios pies. Empecé a sentir un cosquilleo de inquietante emoción.

«No, no podía ser...»

—Por aquí, Nick —le indicó mi madre, más emocionada de lo que la había oído en mi vida. Nick me obligó a girar el cuerpo y se detuvo.

Un segundo después, su mano se apartó de mis ojos y me quedé con la boca abierta, literalmente.

—Dime que ese descapotable rojo no es para mí —susurré con incre- dulidad.

—¡Felicidades! —corearon William y mi madre con una sonrisa radiante.

Nick me puso unas llaves delante de las narices.

—Se acabaron las excusas para no poder venir a visitarme —musitó contento.

—¡Estáis locos! —grité histérica cuando reaccioné. Joder, me habían comprado un puto Audi...

—¡Dios mío, Dios mío! —empecé a chillar como enloquecida.

—¿Te gusta? —preguntó William.

—¿Estás de broma? —repuse dando botes. ¡Dios!, estaba tan eufórica que no sabía ni qué hacer.

Fui corriendo hacia mi madre y William y los estreché en un abrazo que casi los deja sin respiración. Había soltado algún que otro comentario sobre ahorrar para comprarme otro coche. El mío, lamentablemente, se había estropeado unas cinco veces en los últimos tres meses y al final me estaba gastando tanto dinero en el taller que merecía la pena comprarme uno nuevo, pero ¡nunca imaginé que me iban a regalar un Audi!

—No me lo creo, en serio —confesé entrando en el coche. Era precio- so, rojo y brillante; mirara donde mirase parecía relucir.

A mi lado se escuchaban gritos de júbilo, pues no era la única a la que le habían regalado un coche por graduarse: había más lazos gigantes en ese aparcamiento que en una tienda de manualidades.

—Es un Audi A5 Cabrio —me informó Nick, sentándose a mi lado.

Sacudí la cabeza, aún en estado de shock.

—¡Esto es increíble! —exclamé metiendo las llaves y escuchando el dulce ronroneo del motor.

—Tú eres increíble —me corrigió él y sentí una calidez en mi interior que me llevó al séptimo cielo. Me perdí momentáneamente en su mirada y en la felicidad que sentía. Mi madre tuvo que llamarme dos veces para que reaccionara. Nick, a mi lado, soltó una risa.

—¿Nos vemos en el restaurante? —preguntó mientras William le abra- zaba por los hombros.

Mi madre había hecho una reserva en uno de los mejores restaurantes de la ciudad. Después de cenar todos en familia yo tenía la fiesta de graduación en el Four Seasons de Beverly Hills. No solo habían contratado el mejor catering y el salón más grande con un aforo para más de quinientas personas, sino que habían alquilado dos plantas enteras del hotel para poder quedarnos a dormir todos aquella noche y no tener que regresar a casa hasta el día siguiente. Era una locura, y al principio me había quejado, ya

que todo eso lo pagábamos nosotros, con descuento eso sí, ya que el padre de un compañero nuestro era el dueño del hotel, pero había costado una auténtica fortuna.

—Mi graduación la hicimos en un crucero, no regresamos a casa hasta después de cinco días —me había contado Nick cuando le revelé mi asombro ante lo que mis compañeros estaban planeando. Después de esa contestación decidí guardarme mis opiniones para mí.

Asentí entusiasmada muerta de ganas de empezar a conducir aquella maravilla de coche. Los asientos eran de cuero beige y todo estaba flamante, con ese olor a coche nuevo... un olor que en mi vida había percibido hasta ese momento.

Metí las llaves en el contacto y salí del aparcamiento dejando el colegio atrás... para siempre.

—Noah, afloja, te estás pasando —me regañó Nick desde el asiento del copiloto. El viento nos daba en la cara, echándonos el pelo hacia atrás, y yo no podía dejar de reírme.

El sol se estaba poniendo y las vistas que tenía en aquel instante eran impresionantes, los vehículos pasaban por mi lado, el cielo estaba pintado de mil colores, entre rosados y naranjas y las estrellas empezaban a entrever- se en el cielo despejado y sin nubes. Era una perfecta noche de verano, y sonreí pensando en el mes y medio que tenía por delante para estar con Nick, juntos de verdad, sin exámenes, ni trabajo, ni nada de nada... Tenía- mos seis semanas para estar juntos antes de que me mudara a la ciudad y no podía dejar de sonreír ante ese futuro tan perfecto.

—Joder, no deberían haberte comprado este coche —se lamentó entre dientes a mi lado. Lo miré poniendo los ojos en blanco y aminoré la velocidad.

—¿Contento, abuelita? —dije pinchándolo. Me encantaba correr, eso no era ninguna novedad.

—Sigues superando el límite de velocidad —agregó mirándome serio.

Lo ignoré, no pensaba bajar a cien... Ciento veinte estaba bien; además, todo el mundo corría en aquella ciudad.

—Oye, que no estás en Nascar... ¡Afloja! ¿quieres? —me ordenó un segundo después, lo dijo de broma, lo sabía, pero la sonrisa que tenía en el rostro pareció congelarse hasta finalmente desaparecer.

Había intentado con todas mis fuerzas no volver a pensar en mi padre, y menos aquel día. Lo intentaba con todas mis fuerzas, pero cualquier cosa me lo traía a la mente y no había podido evitar sentir nostalgia al ver a todas mis amigas con sus padres en aquella ocasión tan especial. No dejaba de preguntarme cómo habría sido aquella graduación si mi padre no hubiese estado loco... y muerto. Estaba segura de que no sería Nick el que hubiese estado sentado a mi lado y también estaba segura de que no me habría insistido en que bajase la velocidad...

Pero ¿qué idiotez estaba pensando? Mi padre era un alcohólico, un criminal con instintos asesinos, había intentando matarme... ¿Qué demonios me ocurría? ¿Cómo podía echarle de menos? ¿Cómo podía seguir imaginándome aquella vida que nunca había existido ni existiría ja- más?

—¿Noah? —oí que me llamaba Nick. Sin darme cuenta había disminuido la velocidad casi a sesenta, los coches me pitaban y me adelantaban. Sacudí la cabeza: me había perdido en mí misma otra vez.

—Estoy bien —aseguré sonriendo e intentando regresar a aquel estado de euforia en el que me encontraba pocos minutos antes. Pisé el acelerador e ignoré ese pinchazo que aún sentía en el corazón.

No tardamos mucho más en llegar al restaurante. Era precioso. Nunca ha- bía estado allí, y estaba emocionada por probar la comida. Le había dicho a mi madre que me daba igual dónde cenar, siempre y cuando tuviesen el mejor pastel de chocolate: esa era mi petición.

Mi madre y Will debían de estar al caer. Yo bajé del coche y, tras hacer lo mismo, Nick se me acercó. Estaba guapísimo, con pantalones oscuros,

camisa blanca y corbata gris. Me enamoraba cuando lo veía «tan empresarial», como yo le llamaba. Sonrió como solo lo hacía cuando estaba conmigo y me observó cuando me quité la toga que aún llevaba puesta. Debajo me había puesto un vestido de color rosa claro, que se me pegaba al cuerpo como un guante y tenía figuras geométricas a la espalda que dejaban trozos de piel a la vista.

—Estás espectacular —dijo colocando una mano en la parte baja de mi espalda y atrayéndome hacia él con delicadeza. Ni siquiera con los tacones que llevaba puestos estábamos a la misma altura. Mis ojos se fijaron en sus labios, en lo atractivo que era, todo él.

—Tú también —contesté riéndome, sabedora de lo poco que le gustaba que lo piropeara. No entendía por qué, pero se sentía realmente incómodo cuando le hacía saber lo guapo que era. No era ningún secreto, solo llevábamos allí en el aparcamiento tres minutos y ya se habían girado más de cinco mujeres a darle un repaso descarado.

Antes de que pudiera decirle nada más, me acalló con un beso.

—Hoy pasamos la noche juntos —afirmé cuando se separó un segundo después. El beso había durado demasiado poco para mi gusto.

Sus ojos me miraron con deseo.

—Estoy pensando en raptarte y que vengas a vivir conmigo al piso todo el verano —me soltó entonces.

Por un momento la imagen de los dos viviendo bajo el mismo techo, pero sin padres alrededor, hizo que se me hinchara el corazón... aunque era una locura, claro está.

—No te diría que no —contesté riéndome.

—¿Vendrías? —preguntó acorralándome contra el coche. Levanté las manos hasta su cuello y lo abracé atrayéndolo hacia mí. Iba darle un beso en los labios pero se echó hacia atrás esperando una respuesta a su pregunta.

Sonreí divertida, deseando seguir con ese juego.

—No me importaría pasar las noches contigo, desnudos... en tu cama

—reconocí acariciándole el pelo con uno de mis dedos.

Sus ojos me miraron hambrientos. Estaba seduciéndolo, una táctica que había descubierto se me daba realmente bien.

—No empieces algo que no puedas acabar —me advirtió, inclinándose para poder atrapar mis labios entre los suyos; entonces fui yo quien decidió echar la cabeza hacia atrás.

Nuestras miradas se encontraron: la mía, divertida; la de él, peligrosa y terriblemente sexi.

Desvié mi boca a su cuello, viendo cómo cerraba los ojos antes incluso de que llegase a rozarle con mis labios. Había descubierto que un solo roce de mi boca en un punto concreto de esa parte de su anatomía lo dejaba totalmente fuera de juego.

Sabía que no podía pasarme, estábamos en medio de un aparcamiento y nuestros padres estaban a punto de llegar, pero lo deseaba tanto...

—Esta noche —dije depositando cálidos besos en su barbilla, bajando hasta su cuello y deslizando la punta de mi lengua hasta llegar a su oreja—. Hazme tuya, Nick.

Entonces una de sus manos se colocó en mi cintura, mientras que la otra subía hasta mi nuca, obligándome a echar la cabeza hacia atrás.

—No tengo que hacerte mía, eres mía —replicó antes de besarme como estaba deseando hacer desde que habíamos llegado. Su lengua se introdujo en mi boca sin tapujos ni recato; arremetió contra la mía con locura desenfrenada, saboreándome o castigándome, no sabía muy bien qué.

Era increíble lo que causaba su presencia en mi metabolismo. Su con- tacto, todo él, me volvía loca. Daba igual cuánto tiempo pasase, daba igual que el día anterior hubiésemos pasado todo el día juntos. Nunca me cansaba de él, nunca perdía esa atracción dolorosa que parecía unirnos como si fuésemos imanes.

Pero antes de que mi cuerpo se derritiera, o más bien sufriera una com- bustión espontánea, el sonido de una bocina nos hizo pegar un salto, apar- tándonos bruscamente el uno del otro.

—Tu madre —dijo él con mala cara.

—Tu padre —contraataqué yo.

La cosa es que ambos nos fulminaron con la mirada. Mi madre bajó del coche y vino hacia nosotros.

—¿Podéis cortaros? Estamos en un sitio público —nos recriminó, mirando de forma acusadora a Nick. La verdad es que últimamente siempre lo miraba bastante mal... No me hacía ninguna gracia, iba a tener que hablar con ella del tema. William apareció al cabo de un momento.

La mirada que lanzó a su hijo me puso los pelos de punta.

Cuando entramos al restaurante, me di cuenta de que no éramos los únicos que habíamos elegido aquel sitio para celebrar la graduación. Varios compañeros de clase me saludaron al vernos pasar y les sonreí a todos con alegría. El maître nos llevó a una mesa que habían preparado en la terraza. Estaba junto a una piscina y numerosas velas rodeaban tanto nuestra mesa como las de las personas que habían preferido cenar al aire libre. El sitio era muy acogedor y la música relajante del piano sonaba a lo lejos; no me percaté hasta después de varios minutos de que tocaban el piano en directo.

Nicholas se sentó a mi lado y frente a nosotros, nuestros padres. No sé por qué, pero de repente me sentí incómoda. Una cosa era tomarnos una pizza en la cocina de mi casa los cuatro y otra muy distinta sentarnos todos a cenar en un sitio como aquel; además, hacía meses que Nick no se quedaba a comer en familia y pude casi tocar más que sentir la tensión que había en el ambiente.

Al principio todo fue bien. Mi madre, como siempre, no se callaba ni debajo del agua. Hablamos de todo, de mi coche nuevo, de la universidad, de Nick, de su trabajo, de la nueva empresa de William, que yo sabía que Nick ansiaba dirigir algún día... Y poco a poco empecé a sentirme más cómoda; además, mi madre no se dirigía a nosotros como pareja, lo que podía ser bastante cómodo o irritante, dependía de cómo se mirase.

No fue hasta pasado el postre, después de que me terminara un pedazo de tarta de chocolate exquisita, cuando mi madre decidió soltar lo que seguramente había estado guardándose durante semanas.

—Tengo otra sorpresa para ti —me anunció cuando los cuatro ya no

podíamos comer nada más. Me llevé la copa de agua a los labios, tan satis- fecha y feliz que no me esperaba el bombazo que soltó un segundo después—: ¡Nos vamos de viaje de chicas por Europa durante cuatro semanas!

«Espera... ¿qué?»

**¡Hola a todos!

¡Espero que disfrutéis de esta nueva versión mejorada de Culpa tuya! Para los que no lo sepáis, Culpa mía y Culpa tuya ha sido publicado por la editorial Montena, y está disponible en cualquier librería española. Para los que sois de fuera, podéis conseguir los libros por Amazon, itunes y cualquier plataforma de venta online. En cuanto sepa las fechas de publicación en Latinoamérica seréis los primeros en saberlo. :)

¡Gracias a todos por acompañarme en este camino! **

Podéis seguir las novedades en:

Instagram: mercedesronn

Twitter: mercedesronn

Facebook: Mercedes Ron Books

Youtube: Mercedes Ron

Continue Reading

You'll Also Like

119K 5.3K 55
tus amigos llevaron a un amigo a tu casa desde ahi se conocen y pasar de los dias se van gustando
143K 10.7K 23
Escucho pasos detrás de mí y corro como nunca. -¡Déjenme! -les grito desesperada mientras me siguen. -Tienes que quedarte aquí, Iris. ¡Perteneces a e...
159K 13.9K 12
¿Cuánto esta bien entregarle al otro? ¿Con cuanto alguien se siente satisfecho? Dinero, fama, éxito.. O tal vez... ¿nuestra propia vida? Fiorella se...
276K 6.3K 150
Así cómo dice el titulo, no me hago responsable de que tenga en la galería Ya que he dejado algo abandonado los demás fics, intentaré actualizar este...