Capítulo 8

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NICK

Salimos del salón donde se celebraba la fiesta y como ya había cogido las llaves antes, la llevé directamente a nuestra habitación. Cuando entramos, nos quedamos mirándonos fijamente. Uno frente al otro, sin saber muy bien qué hacer o decir. Yo no sabía si seguir enfadado comérmela a besos. Noah parecía estar debatiéndose sobre lo mismo.

—Conque no va a ser divertido, ¿eh? —preguntó mientras sus manos tiraban de la cremallera de su vestido con destreza y lo dejaba caer al suelo.

Se quedó solo con la ropa interior y los tacones de infarto que se había puesto. Me fijé en el conjunto de sujetador y bragas que llevaba... no se lo había visto nunca y me dejó sin palabras.

Se tambaleó ligeramente y crucé en dos zancadas el espacio que nos separaba. La sujeté por la cintura y la levanté en brazos hasta entrar en el baño y depositarla sobre el lavabo.

—¿Cómo estás de borracha, Noah? Se encogió de hombros.

—No lo suficiente como para no darme cuenta de que me has traído aquí para castigarme por irme a Europa.

Fruncí el ceño.

—Soy yo el que está sufriendo el castigo esta noche, pecas, y no al revés.

—Bueno, sé muchas cosas que podemos hacer para no castigarnos mutuamente.

Sonreí sin poder evitarlo. Ahí estaba, medio desnuda, deslumbrante y con las mejillas sonrosadas por el alcohol, por la situación o por lo que fuera, pero no aguanté más y coloqué mis manos en torno a su rostro y pegué mis labios a los suyos. Fue un beso sin lengua, un juego de labios nada más, un juego que sabía era lo que necesitaba en ese momento para no perder la cabeza.

Cuando sus manos empezaron a desabrocharme la camisa, me aparté.

—Creo que antes deberías darte una ducha fría... Noah negó con la cabeza.

—No, no, nada frío, estoy bien —dijo tirando de mí otra vez.

Nos volvimos a besar, en esta ocasión con más intensidad. Mis manos subieron por su espalda desnuda hasta desabrocharle el sujetador. Me quedé embobado observándola, sus pecas inundaban sus pechos y la parte superior de sus hombros. Llevé mis labios hasta allí y fui besándola hasta llegar al lóbulo de su oreja. Lo cogí ente mis dientes y lo chupé como si fuese un caramelo.

Noah se estremeció bajo mi tacto y me aparté para mirarla a los ojos.

—No quiero que te vayas —confesé levantándola en brazos y saliendo del baño. Sus piernas se agarraron con fuerza a mis caderas y sentí cómo todos mis músculos se tensaban.

Noah no contestó, simplemente volvió a besarme. La coloqué sobre la cama y me mantuve en vilo para no aplastarla. Fui besando su mandíbula hasta llegar al hueco que unía su hombro con su cuello.

Noah se movió debajo de mí, buscando un roce que nos aplacara a los dos. Me aparté y me coloqué a su lado. La observé embobado. Su respiración era acelerada y sus pechos bajaban y subían a compás.

—Podría pasarme la noche mirándote —declaré apoyándome en mi brazo derecho. Con mi otra mano la acaricié suavemente por el costado, pasando por su barriga plana y subiendo hasta aprisionar su pecho izquierdo entre mis dedos.

—Nick, ponte encima —me pidió con los ojos cerrados y moviéndose intranquila bajo el roce de mi mano.

—Quiero ver cómo se sonroja tu cuerpo con cada una de mis caricias, Noah.

Sus ojos color miel se abrieron entonces y se clavaron en los míos.

Culpa tuya © (2)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora