Lo que ocultan las cerezas

By marion09

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Trevor se ha convertido en un verdadero empresario. Lleva el mando de la filial de la compañía de la familia... More

Lo que ocultan las cerezas
Capítulo 1
Capítulo 2
Capítulo 3
Capítulo 4
Capítulo 5
Capítulo 6
¡AVISO!
Capítulo 8
Capítulo 9
Capítulo 10
Capítulo 11
Capítulo 12
Capítulo 13
Capítulo 14
Capítulo 15
Capítulo 16
Capítulo 17
Capítulo 18
Capítulo 19
Capítulo 20
Capítulo 21
Capítulo 22
Capítulo 23
Capítulo 24
Capítulo 25
Capítulo 26
Capítulo 27
Capítulo 28
Capítulo 29
Capítulo 30
Capítulo 31
Capítulo 32
Capítulo final
Epílogo

Capítulo 7

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By marion09

—Buenos días, querida.

La señora Johnson, la madre de Trevor estaba desayunando y hablando por teléfono, pero igual se tomó su tiempo para saludarla con una sonrisa radiante.

—Buenos días, señora Johnson —Ari le sonrió, un poco extrañada por la expresión de total felicidad de la mujer y pasó a su lado para servirse una taza de café de la cafetera ultra moderna que tenían en la casa.

Katherine siguió hablando por teléfono un minuto más y cortó.

—Oh, mi esposo, siempre ocupado, si no lo presiono es capaz de perderse la boda. Ya se había olvidado, ¿puedes creerlo?

Ari alzó las cejas y soltó una risa. —La verdad es que sí, ahora sé de dónde lo ha heredado Trevor.

—Sí, pero para eso estamos las mujeres ¿no? Sé que mi hijo es un poco difícil, pero tú pareces del tipo que puede llegar a controlarlo. Además me agradas mucho más que la anterior, Kassie no era mala, pero le hacía falta algo, no lo sé. Quizá era demasiado parecida a él.

—Kassie sigue siendo su asistente, señora. Ya le dije que soy solo una suplente hasta que ella pueda volver.

La mujer sacudió una mano restándole importancia y volvió a sonreír como lo había hecho antes. —Yo no hablo solo de trabajo. Los vi anoche.

Ariadne retrocedió tanto que tuvo que sujetarse del borde del desayunador para no caerse del taburete. Katherine disfrutó al verla tan sorprendida, Ari se dio cuenta que con eso, que no fue más que por sorpresa, había dado a entender otra cosa.

—Ay señora Johnson, no es lo que usted piensa.

—Dime Katherine, por favor. Y no te preocupes, no tienes que darme explicaciones.

—Es que no lo entiende. Su hijo —dijo apretando los dientes. "su hijo es un irresponsable, imprudente, engreído y arrogante imbécil", pero no lo hizo—. Su hijo llegó anoche muy ebrio, lleno de olor a humo y casi sin poder sostenerse. Aunque no sé cómo logró llegar hasta aquí caminando desde donde sea que había estado. Y tuve que ayudarlo a subir las escaleras para llegar a su cuarto, y allí fue muy...

Grosero no era la palabra adecuada.

Katherine soltó una risa antes de que ella pudiese completar su frase. —Ay, pobre niña. —Enseguida hizo un mohín—. Y yo que ya tenía esperanzas.

—No fue nada gracioso. Y no entiendo porqué se fue a beber así, se suponía que iría a la casa de su primo para consultar su opinión sobre un nuevo distribuidor. No quiero ser indiscreta, ¿pero su hijo es alcohólico? —Inquirió acercándose a ella y bajando la voz.

La expresión de la mujer cambió.

—No, no es eso. ¿Dices que fue a casa de James? —Ari asintió—. Entonces es eso. Verás, él y Olivia tienen un pasado. ¿No sabes nada sobre eso?

¿Trevor y Olivia? Ella había visto algo extraño, más en él que en ella, pero no habría imaginado algo así. Era la esposa de su primo después de todo.

—Oh, no. ¿Piensa que algo ocurrió anoche?

Kate suspiró. —No lo sé. No lo creo, Trev ya no es el mismo, no creo que hayan tenido problemas. Pero hay mucha historia detrás de esto, Ariadne, no es tan sencillo.

—Comprendo —asintió y no dijo nada más con la esperanza de desviar el tema. Se sentía mal hablar de él a sus espaldas.

Afortunadamente la tía de Trevor entró en la cocina y las dos mujeres comenzaron a programar lo que harían en el día. Al parecer tenían más visitas que hacer y regalos que repartir, aunque en la mayoría de las casas que nombraban siempre había alguien de quién tenían quejas.

Ari terminó de desayunar lo más rápido posible y se retiró al mismo estudio donde habían estado trabajando el día anterior.

***

Era casi el mediodía y Ariadne había terminado con casi todo lo que Kassie le había enviado, que era inusualmente poco. Había imprimido todo lo que Trevor tendría que revisar por sí mismo y firmar para que luego ella pudiese escanearlos y mandarlos de vuelta.

Sabía que, de nuevo, estaba sola en la casa, porque Trevor no contaba, no parecía que fuese a levantarse nunca. Y prefería que así fuera, si no estaba presente, no tenía que recordar la noche anterior y todo era mucho más fácil.

Pero no tuvo tanta suerte, estaba acomodando todo y ordenando la última pila de papeles cuando su jefe cruzó el umbral inundando toda la sala con su perfume.

—Buenos días, señor. —Dijo casi sin mirarlo, si no podía dejar de sentir su delicioso aroma, iba a evitar mirarlo. Se había bañado, tenía el cabello húmedo y la camiseta ajustada le quedaba a la perfección. ¿Por qué no podía ser feo? ¿Por qué no podía tener veinte kilos de más? ¿O quizá medir veinticinco centímetros menos que ella? Eso definitivamente funcionaría.

Trev frunció el ceño y caminó despacio hacia ella, viendo como seguía ordenando como si él no estuviese presente. Los hechos de la noche pasada estaban muy confusos, recordaba haber tomado la horrible decisión de entrar al bar, y después de eso todo había ocurrido tan rápido que era borroso. Ni siquiera recordaba cómo había llegado a su casa ni a su cama.

Tenía una resaca espantosa, y le dolía todo el cuerpo. Además, era mediodía. ¡Mediodía! Había dormido toda la santa mañana, y en su nueva vida, eso era aborrecible.

—No me despertaste —dijo con una pincelada de desaprobación.

La respuesta de la joven no se hizo esperar. —Creí que preferiría dormir, señor.

Trev conocía bien ese tono afilado por parte de las mujeres. Todas lo utilizaban en algún momento, sin importar lo diferentes que fueran. Y lo que también era una verdad universal, era que cuando eras el obvio destinatario de esa expresión, algo habías hecho mal.

No le costó deducir que algo había ocurrido la noche anterior, pero por más que lo intentaba no podía recordar qué. ¿Habría hablado de más? ¿O cometido alguna imprudencia?

—Aquí dejo todo lo que tiene que releer usted. Necesitan su firman. Las tres primeras son las más urgentes, las demás, no tanto. —Explicó ella ante su silencio—. Ahora, si no me necesita, iré a tomar mi almuerzo. Mi trabajo aquí ha terminado por hoy.

Esperó una respuesta por su parte, pero Trevor no había oído ni una palabra relacionada al trabajo y seguía dando vueltas en su cabeza con respecto a la noche anterior. Tenía sus ojos fijos en ella y los brazos cruzados sobre el pecho.

—¿Puedo ir a almorzar, señor? —Repitió más molesta aún.

Trev quiso bufar. Tenía que ser grave, la situación era crítica y a la vez de lo más graciosa. Ella era bastante graciosa cuando estaba enojada y lo demostraba.

—Sí, sí. Ve, por favor. No quiero atrasarte más —musitó finalmente pensando en que si se quedaba solo, tal vez lograría algún avance.

Ari no perdió tiempo para huir, y él se quedó en soledad, sentado en el sofá con las piernas estiradas hacia adelante.

Tampoco funcionó.

Tendría que recurrir a la segunda opción. La menos agradable: preguntar.

***

Ari se había sentado a almorzar en una mesa puesta para dos. La señora Edison había hecho bien su trabajo de nuevo, había dejado todo preparado a sabiendas de que ni su madre ni su tía estarían presentes.

Trev se detuvo a observarla apoyado en el marco de la puerta mientras ella no lo notaba. Miraba la televisión, en un canal de noticias americano, y parecía disfrutar de la comida tanto como la había visto disfrutar de cocinar la primera noche.

Eso era algo que sí tenía en común con Olivia.

Y con tan solo pensarlo, quiso golpearse su ya dolorida cabeza con la pared. ¡Tenía que dejar de pensar en Olivia! Y mucho más, dejar de comparar a Ari con ella. No tenía ningún sentido, pero por todos los santos, ¿por qué de todas las mujeres de Nueva York, tenía una asistente que era tan parecida físicamente a la mujer de sus sueños y sus pesadillas?

Era un mal karma.

Un castigo personificado en una mujer inocente y hermosa, que nada tenía que ver con sus demonios internos.

Dio un paso adelante, y entró al comedor ahora sí llamando su atención.

Ariadne lo miró, aunque sin asomo de ninguna expresión cariñosa.

Trev alzó las manos y puso su mejor expresión de cachorrito. —Ya sé que estás molesta conmigo. Ella alzó las cejas, y él decidió corregirse. —Muy molesta.

—Y no tienes idea de por qué, ¿verdad? —Trev sacudió la cabeza y ella apretó los labios—. Me lo imaginaba.

—Creo que anoche me pasé de copas.

Eso la hizo soltar una risa.

—Fue exactamente lo que dijiste después de caer de rodillas al piso cuando te abrí la puerta.

Trev apretó los ojos y se los cubrió con una mano. ¿Qué otra cosa habría dicho?

—No sé porqué ahora me da risa, anoche no fue divertido. —Ari no pudo evitar reír por su expresión. Parecía que habían intercambiado roles—. Aunque a ti te lo parecía.

Trevor entrecerró los ojos.

—Y tú estás muy divertida ahora.

—Bueno, tu sufrimiento me parece bastante placentero después de lo que me hiciste pasar.

Cada vez más preocupado, porque sabía que era un desastre cuando estaba ebrio, volvió a arriesgarse a preguntar. —¿Qué fue lo que hice?

Ariadne se puso de pie. —¿Sabes? Hasta hace un rato te lo habría dicho. Lo había planeado, la verdad. Pero ahora, viéndote, creo que es mejor que te quedes con la duda. Si tú no lo recuerdas, yo tampoco voy a decírtelo.

—No seas cruel. No es justo.

—Claro que lo es. Y que me haya reído no quiere decir que no siga furiosa contigo. A veces eres un idiota ¿no? —Pasó a su lado y se dirigió a la cocina. Trev la siguió casi pisándole los talones.

—Sí, y lo reconozco. Pero hace muchísimo tiempo que no tomaba tanto. Fue un tropiezo, te lo juro. No volverá a suceder. —Ella no le respondió y siguió caminando—. ¿A dónde vas? ¿Puedes detenerte para que hablemos, por favor?

—Voy a servirte la comida. Si recuerdas bien, estoy aquí para hacer un trabajo.

—No ese trabajo.

—Pero voy a hacerlo de todas formas —dijo y se detuvo. Se giró hacia él y Trev casi chocó contra ella. Se frenó en seco y apoyó las manos en la cintura de Ari para no perder el equilibrio.

La chica lo fulminó con la mirada y las retiró de a poco, con lentitud. A pesar de todo lo que estaba ocurriendo, le divertía molestarla un poco.

Lo que iba a decirle cuando se giró, pareció olvidársele con ese acto improvisto.

No dijo nada y se acercó al horno.

—No, no. Deja que yo lo haga.

—¿Seguro que puedes? ¿No tienes miedo a quemarte?

Eso lo hizo soltar una carcajada. ¿La pacífica y respetuosa Ariadne lo estaba atacando?

—Estás más que furiosa.

—Y tú muy receptivo.

Trev se colocó las manos en los bolsillos y se plantó delante del horno para cortarle el paso.

—Ariadne, por favor. Si no vas a decirme nada, al menos déjame disculparme apropiadamente.

—Un "lo siento" no va ayudarte. Además, ni siquiera lo recuerdas, no tiene sentido.

Él decidió ignorarla. —Deja que te invite a cenar. ¿Qué te parece? —Ariadne estrechó los ojos y se cruzó de brazos. Trev puso su expresión más dulce—. Vamos, dijiste que intentarías ser más amigable.

—No trates de dar vuelta esto y hacerme sentir culpable, no va a funcionar. Yo te di un voto de confianza y tú lo arruinaste al minuto.

—Te advertí que sucedería desde un principio. Soy un profesional en arruinarlo todo. —Dio un paso hacia adelante y se inclinó apenas hacia ella, conservando las manos en los bolsillos del pantalón—. No puedo evitarlo.

Ella no lo creía así, pero Trevor tenía una forma de hablar cuando lo hacía con verdaderas intenciones, cuando no se estaba comportando como un imbécil, que llegaba muy profundo dentro de una persona. Quizá era su mejor cualidad, una que aprovechaba mucho a la hora de hacer negocios y que no debería utilizar de la misma forma cuando estaba tratando algo a nivel personal, pero que en definitiva, funcionaba.

Y después de lo que la señora Johnson le había contado, había sentido un poquito de pena por él, no podía negárselo a sí misma. No debería ser nada placentero ver a la mujer por la que había tenido sentimientos, o incluso una relación en el pasado, casada con su primo.

Y James le había parecido tan amable... ¿Cómo había podido hacer algo así? ¿Y Olivia tampoco tenía conciencia? Era un poco extraño que siguieran viviendo en ese pueblo después de algo así, eran el tipo de escándalos que condenaban a todos por generaciones.

Pero no quería que sus pensamientos la traicionaran, se ablandara con él y terminase excusando su comportamiento.

Su horrible, grosero y reprobable comportamiento.

—No necesito que me lleves a cenar. Me conformo con saber que no se volverá a repetir, porque serás más prudente y sabrás controlarte como el hombre adulto y responsable que eres.

Trev hizo una mueca. —Bueno —dijo alargando la primera sílaba—. Tus palabras son muy halagadoras, pero no creo estar a la altura de tus expectativas.

Ari pensó que sus expectativas con respecto a él no eran para nada altas, pero no lo dijo. Decidió ser más suave y bajó los hombros que había tenido tan tensos hasta el momento, y sonrió.

—Yo creo que sí —compuso tocando apenas su brazo y dándose la vuelta para volver al comedor a terminar de comer.

La noche anterior había aprendido muchas cosas sobre su jefe y utilizar esos nuevos conocimientos le daría algo de ventaja con respecto a la relación que tenían. Una relación que se balanceaba entre lo profesional y lo personal. Y ella no podía permitirse perder el trabajo, no se había rendido jamás y había pasado por cosas peores. No le suponía sacrificio alguno quedarse, sino más bien todo lo contrario.

Trevor no tardó en sentarse en la mesa frente a ella con el plato lleno de comida. Estuvo a punto de soltar un comentario con respecto a eso, se había servido solo, tenía que ser un milagro, pero no lo hizo. En cambio se preguntó qué pasaba con ella ese día, y arrugó la frente. No era su estilo picar a las personas, pero se había levantado con un humor especial y daba gracias porque su víctima fuese al mismo tiempo el único culpable. Algo recíproco al final.

Fue extraño que él no hablara, solo comió en silencio y miró las noticias junto a ella que no se levantó a pesar de haber terminado.

Hasta que sonó el timbre. A Trevor no pareció gustarle para nada, incluso sin saber de quién se trataba.

—¿Quieres que abra? —Preguntó viendo que él no parecía tener apuro para ponerse de pie.

Terminó por suspirar y levantarse sin ganas.

—No, yo lo haré. Espero que sea breve, sea quien sea.

Ari se dispuso a ordenar la mesa y llevar todo a la cocina, y fue cuando entró allí, más cerca de la entrada, que oyó la voz de su jefe junto a la de otro hombre.

Se apresuró a meter todo al lavavajillas y lo dejó así, sin saber cómo encenderlo ni perder el tiempo en estudiar el aparato. No quería molestar ni entrometerse, así que decidió recoger su celular en el comedor y subir a su cuarto. Pensó que podría cambiarse y salir a caminar por el pueblo. Tal vez podría acercarse y ver las famosas plantaciones de cerezas.

Pero cuando llegó al comedor, se topó directamente con Trevor y los recién llegados.

James estaba allí y también Rose.

Oh, no. De haberlo sabido antes, se habría escondido directamente. Resignada puso su mejor semblante y se acercó a los que ya la habían visto.

—Buenas tardes, James. Hola, Rosie.

James era tan guapo como simpático y agradable, pero Rose jamás le regalaría una sonrisa. Tenía a Trevor agarrado de una mano y estaba apoyada en su costado.

—Buenas tardes, Ariadne. ¿Cómo estás?

—Muy bien, gracias.

—James está aquí para hablar de trabajo, anoche al final no pude encontrarlo. ¿Pasamos al despacho? —Le dijo directamente a él—. Rose, cariño, ¿por qué no te quedas con Ariadne un rato? O puedes mirar tele en la sala si quieres.

A la niña no le pareció nada bien esa idea, pero por lo visto sabía cómo comportarse. Delante de él, al menos.

Así que sonrió -a Trevor, claro- y alzó la cabeza hacia Ari.

—Me quedaré con ella —dijo, provocando la misma reacción de temor en los dos adultos.

James arrugó la frente. —Pórtate bien, Rosie. Por favor.

—Sí, tío —prometió con monotonía.

Trev hizo que James lo siguiera, no sin antes darle una mirada de disculpa a Ari. Pero ella pensó que, aunque se le hubiesen arruinado los planes de momento, podría ser interesante pasar un rato con la niña.

—¿Y qué estabas haciendo con Trevvie? —Preguntó Rose cuando estuvieron solas.

—Almorzábamos. ¿Quieres comer algo? La señora Edison trajo una tarta de chocolate en la heladera, luce deliciosa.

—No, gracias. —Compuso sin dejar de mirarla. Ari asintió, incómoda—. ¿Y qué iban a hacer ahora con Trevvie? ¿Siempre están encerrados trabajando? No ha ido a visitarme y mamá dice que es porque tiene mucho trabajo.

Pensó que podría decirle que Trevor ya no tenía trabajo y ese día podría visitarla toda la tarde, pero le pareció que, a pesar de que era una excelente idea para vengarse de él, eso no estaría nada bien de su parte.

—Bueno, yo ya terminé con mi trabajo de hoy, pero Trevor tiene que revisar algunas cosas todavía.

Rosie suspiró y bajó los hombros.

—¿Por qué todos tienen que trabajar tanto? Mi papá también trabaja todo el día, pero al menos no está tan lejos siempre. ¿Es tan lindo Nueva York?

Ari se permitió sonreír, porque le agradó ver otra parte de ella. Era una niña como todas, que extrañaba a su amor platónico y no comprendía nada del mundo de los adultos.

—Es una ciudad muy grande, con muchas personas. No creo que sea tan linda, pero es un lugar muy importante para que la empresa de tu familia siga creciendo.

Rosie se quedó pensando hasta que pareció que su cabeza hizo a un lado esa idea. —No me caes tan mal —decidió de la nada—. Y si no vas a quitarme a Trevvie, entonces podemos ser amigas.

Ariadne soltó una risa y movió una silla para sentarse. —Ni siquiera soñaría con robarte a Trevor, Rosie.

La niña levantó las cejas, como si le costara creerle. —Trev es muy guapo.

—Sí, lo es. Pero es mi jefe.

—Pero viajaste con él. Y vives aquí, y comen juntos. Y vas a ir a la boda de tía Juliet con él.

—Bueno, entonces, diré que somos compañeros. ¿Te parece bien esa respuesta? No me gusta tu Trevvie, no voy a intentar quitártelo, Rosie. Te lo prometo.

La pelirroja asintió. —Está bien, te creo, pero si lo haces voy a ser muy mala contigo. Trevvie va a esperarme y nos vamos a casar cuando yo sea más grande.

Ariadne extendió una mano hacia ella, conteniendo una sonrisa. Trevor tenía grandes problemas, y pobrecilla la mujer que intentase aventurarse en ese camino. —Comprendido.

Rose se le estrechó, sellando el trato.

—No tengo ganas de mirar televisión, siempre me envían a mirar televisión. Si somos amigas, ¿podemos hacer algo juntas?

—Bueno pensaba dar una vuelta por el pueblo. ¿Crees que te dejen acompañarme? Tal vez tú me puedes guiar, me gustaría ver las plantaciones.

—Están muy lejos para ir caminando, y no me gusta caminar tanto. Pero si sabes conducir...

—Ah, no creo que esa sea una buena idea. Quizá en otra ocasión —agregó ella. Hacía años que no conducía un auto, desde que había aprendido a hacerlo cuando todavía vivía en su pueblo—. Seguro que Trevor irá algún día antes de marcharnos.

—Y yo puedo ir con ustedes —sonrió la más pequeña—. Es un lugar muy romántico.

—¿De verdad?

Rosie corrió otra silla y se sentó junto a ella, entusiasmada. —Sí, mi tío James le pidió casamiento a mi tía Liv allí. Yo no había nacido, pero ella me contó. ¿No es romántico?

Sintiéndose un poco extraña de nuevo por la mención de esa pareja, Ari sintió otra punzada de pena por Trevor. No era difícil de imaginar porqué pasaba tanto tiempo lejos.

Volviendo a la realidad, le sonrió a Rosie y coincidió. —Muy romántico.

—Yo quiero que Trevvie me lo pida así también. ¿Tú como quieres que tu novio te pida que te cases con él?

—No lo sé, no tengo novio.

—¿Tu mamá tampoco te deja?

Ari apoyó los codos en las rodillas y se corrió el cabello hacia un costado. —Tampoco tengo mamá. Lo que sucede es que todavía no conocí a nadie que me guste, Rosie. Eso es todo.

La niña abrió los ojos como plato y se levantó de la silla. —¿No tienes mamá? ¿Por qué?

—Se murió hace unos años.

Enseguida se arrepintió de habérselo dicho. ¿Estaba bien que se lo dijera de esa forma o no era adecuado para su edad?

Rosie se paró frente a ella con los ojitos llenos de preocupación. —¿Y la extrañas mucho?

—Sí, pero ya me acostumbré. Yo creo que ella es feliz donde está, con mi papá y mi hermanito, así que ya no me pongo triste cuando pienso en ellos.

—¿Tu papá y tu hermanito también se murieron? ¿Todos juntos?

Ari asintió y le corrió el cabello de la frente porque le provocó mucha ternura la forma en la que la estaba observando.

—No te pongas triste tú, fue hace mucho tiempo.

—Pero te quedaste solita.

—Bueno, viví un tiempo con mis abuelos, así que no estuve sola del todo. No te preocupes por mí, ¿por qué no vamos a comer un poco de postre? Me muero de ganas por probar esa tarta, estaba muy tentadora.

Rosie no se dejó distraer, pero no agregó nada más. Se puso de puntillas y aprovechando que Ariadne estaba sentada e inclinada hacia abajo, le dio un abrazo con todo el amor que solo un niño podría transferir.

Ari se lo devolvió, conmovida.

Cuando se retiró, Rose le sonrió y la tomó de la mano para llevarla a la cocina. Así que dejar en claro que no tenía nada con Trevor era lo único que necesitaba para tener una pequeña amiga, y un malentendido como los que a Trevor le gustaba crear, sería todo lo que necesitaría para tener una nueva enemiga.

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